JUEGO Y DISTRACCIÓN – James Salter

“Las calles están concurridas, haga frío o no. Pasean hasta las seis, mirando escaparates, y ante una buena tienda admiran largo rato un suéter negro. De pronto él decide comprárselo. Entran. Cuesta cuarenta francos. Es más de lo que pensaba. La vendeuse aguarda, con cara inexpresiva. Se diría que todo el mundo está escuchando. El suéter cuelga laxo, con una bonita etiqueta brillando dentro de su cuello. Cuarenta francos. Al final, él asiente”.

Hacía tiempo que no leía algo tan sincero sobre eso que se llama literatura y sobre la tarea de crearla, como el breve ensayo que publicó no hace mucho la editorial Salamandra de un autor que yo desconocía por completo llamado James Salter. Se titula El arte de la ficción, título homónimo del libro de David Lodge y cuya temática es (lo presumo porque no he leído la obra de Lodge y solo tengo referencias) bastante similar. En las tres conferencias que transcribe el libro, de poco más de cien páginas, un casi nonagenario Salter cuenta entre otras cosas cómo entiende él la literatura y las dificultades que ha de afrontar un escritor cuando se sienta frente al papel, todo ello cimentado en su propia experiencia como autor y lector.

Impresiones y apuntes sobre el arte de la lectura y la escritura es el subtítulo, muy adecuado, que la edición castellana ha incorporado a ese librito de Salter. Apoyándose en citas, textos y anécdotas de Flaubert, de Maupassant, Truman Capote, Hemingway, Kerouac, Thomas Wolfe, Evelyn Waugh, Saul Bellow y un largo etcétera, además de en su propio recorrido vital como autor que se inició en la literatura a una edad relativamente avanzada, Salter da cientos de pinceladas sobre el oficio de escribir, sobre la literatura y sobre el lector. La dificultad del primer párrafo, que ya remarcó García Márquez; la precisión de cada palabra y cada frase, que buscó de forma casi obsesiva Flaubert; la importancia de encontrar una voz propia, un estilo, como subrayó Nabokov (“el estilo es el escritor en su totalidad”); de dónde surge el afán de escribir (tal vez de albergar en el interior un demon, como Faulkner o D. H. Lawrence); las dos clases de escritores que distingue Orhan Pamuk: ingenuos y sentimentales; y un sinfín más de indicaciones, anotaciones, orientaciones, acotaciones, anécdotas y consejos que James Salter tuvo a bien ofrecer a su audiencia de la Universidad de Virginia en el año 2014 cuando tenía 89 años.

James Salter nació en el Nueva York de entreguerras, unos años antes del crack de 1929. Estudió en West Point y a edad temprana se alistó en las Fuerzas Aéreas de su país, donde hizo carrera como piloto de caza. Combatió en la guerra de Corea y luego fue destinado a Alemania y Francia, hasta que en 1956 un editor publicó una novela suya titulada Los cazadores; poco después renunció al ejército y decidió dedicarse por entero a la literatura, para disgusto de sus superiores. Su tercera novela, Juego y distracción, publicada en 1967, le situó en la lista de los autores norteamericanos más destacados y afianzó una carrera literaria no excesivamente prolífica pero sí jalonada con reconocimientos y premios literarios. Escribió Todo lo que hay, su última novela, en 2013 ya con 88 años y habiendo transcurrido 35 desde la anterior. La editorial Salamandra ha traducido sus obras al castellano desde hace años, y en este 2024 que termina ha reeditado el ya mencionado El arte de la ficción y algunas de sus obras más importantes, entre ellas la que le catapultó a la fama, Juego y distracción. Es esta novela la que reseño ahora, arrastrado por la lectura previa de El arte de la ficción. A tenor de la agudeza, honradez y claridad de ideas que se aprecian ese breve opúsculo, la novela no ha de defraudar. Y no lo ha hecho.

La acción de la novela transcurre en la Francia de la posguerra, y son diversas las pistas que indican que estamos a principios de los años 60, cuando la guerra de Argelia está dando ya sus últimos coletazos. Un joven americano cuyo nombre desconocemos relata en primera persona que ha acudido a pasar una temporada en casa de unos amigos en la pequeña población de Autun. La vida le es cómoda, el nivel adquisitivo es suficiente, se mueve entre las fiestas y amistades de sus anfitriones. Aparece en escena otro muchacho americano amigo del primero llamado Phillip Dean, de veinticuatro años, que también se encuentra en Francia llevando una vida muelle y sin ataduras. El joven vive del dinero que le pasa su padre, se mueve en un coche prestado y no tiene residencia fija. En su deambular conoce a una dependienta llamada Anne-Marie seis años menor que él, y juntos emprenden un viaje por la campiña francesa, embarcados en la locura del amor que sienten el uno por el otro.

Este es el planteamiento inicial. El autor conoce bien de lo que está hablando, estuvo destinado en Francia unos años; quién sabe si el protagonista será un trasunto suyo. La cuestión es que Salter difumina a aquel joven de las primeras páginas, transforma su papel y lo convierte en narrador, observador, recordador o soñador de la historia de Phillip Dean. Y en efecto, lo de “soñador” de la historia no es baladí: en algún momento apenas iniciada la novela dice que “es la historia de cosas que nunca existieron”, y más adelante:

Algunas cosas, como he dicho, las vi, otras las descubrí y otras las soñé, y ya no diferencio unas de otras. Pero mis sueños son tan importantes como todo lo que adquirí furtivamente. Más importantes, porque son lo intuitivo en su estado más puro. Sin ellos, los hechos no son más que una especie de despojos, como cuentas sueltas de un collar. Los sueños son tan veraces y manifiestos como las verjas de hierro de Francia, que centellean negras en la lluvia. Más veraces, quizá. Son el esqueleto de toda realidad.

“No estoy diciendo la verdad sobre Dean, me la estoy inventando”, dice también. ¿Inventa, imagina, supone, o es mera retórica? Según su relato, Dean disfruta de la vida con Anne-Marie, vida que seguimos y conocemos gracias a ese narrador a veces omnisciente y a veces encarnado en su amigo, que describe en primera persona, como si él mismo estuviera presente, los pueblos y ciudades a los que va la pareja, las fiestas a las que asiste, los hoteles donde se hospeda y los pensamientos que pasan por la mente de Annie y sobre todo de Dean. A través de ese relato la veleidosa vida de Annie y Dean se muestra a veces loca y banal, a veces divertida, vertiginosa y aventurera, a menudo trágica y vacía (como si se tratara de puro “juego y distracción”, expresión que Salter toma de un versículo del Corán), pero siempre cubierta con una pátina de incertidumbre acerca de lo que vendrá, siempre con la sensación de que no puede haber final feliz en una historia como la que están viviendo estos dos jóvenes.

La novela reproduce el estilo de vida despreocupado y frívolo del americano Dean y la ingenua francesa Annie, consistente en disfrutar del momento mientras dure el dinero. Puede entenderse tal vez que Salter está haciendo una crítica a la sociedad del momento. Los dos jóvenes viajan por carreteras y se hospedan en hoteles, sin más propósito ni preocupación que disfrutar de la vida. En el interior de las habitaciones es donde se desata el ardiente amor de Annie y Dean, y este es uno de los puntos fuertes de la novela: la alta carga erótica de muchas de sus páginas, un erotismo que sin embargo Salter describe con la misma naturalidad con la que transcurre el resto de las páginas, revistiendo a menudo el acto sexual de la cotidianeidad que los propios Dean y Annie sienten al realizarlo. No hay pues recreación sino elegancia, no hay morbosidad sino sencillez. Da la impresión de que el narrador, sea personaje o figura omnisciente, siente una cierta envidia al describir esa frivolidad y aparente despreocupación de la pareja, ese viaje iniciático de dos jóvenes en la aventura del amor y el sexo.

En El arte de la ficción Salter destaca la importancia de tener un estilo al escribir: el de Salter es particular y reconocible. En Juego y distracción la prosa es elegante, lírica, sutil, ausente de florituras. Frases en su mayoría cortas como pinceladas que apuntan matices, sensaciones, metáforas, impresiones, colores, imágenes, para que en la narración brille el decorado, el clima y el ambiente casi más que la acción que se está describiendo. Los diálogos son también cortos, espontáneos, naturales; por otro lado, dentro de la belleza con la que construye sus frases se aprecia también una cierta melancolía.

Se trata, en fin, de una obra muy recomendable, muy “literaria”, de lectura muy fluida y de las que generan reflexiones una vez terminada. Vale la pena.

 

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James Salter, Juego y distracción. Traducción de Jaime Zulaika. Barcelona, Salamandra, 2024, 222 págs.

     

9 comentarios en “JUEGO Y DISTRACCIÓN – James Salter

  1. Arturo dice:

    Muchas gracias, Cavi. Tengo «Todo lo que hay» pendiente en una estantería desde hace tiempo, y creo que esta será la chispa que me haga hincarle el diente.

  2. Derfel dice:

    De este escritor leí «Años luz» hace años (luz) y me pareció una gran novela.

    Apunto ésta.

  3. Iñigo dice:

    Qué bien lo pintas y qué manera tan bonita de encontrarse con un libro y compartirlo con los demás. Me interesa mucho y me lo apunto con gusto. Gracias.

  4. cavilius dice:

    A por él, creo que no os arrepentiréis. Tengo en casa también Años luz y no tardaré en leerlo. Y sobre «Todo lo que hay», por lo que he leído por ahí es una especie de repaso autobiográfico a la vida de Salter, que también tiene que ser una maravilla.

  5. Rodrigaz dice:

    Que reseña tan bonita. Me ha encantado la forma en que nos has presentado el libro.

    1. cavilius dice:

      Gracias, Rodrigaz. El libro lo merece.

  6. Likine dice:

    Pues lo que es yo, me siento, ahora, altamente conminado a leerlo. Ya solo la cita que has transcrito, cavilius, entreabre una ventana a una mirada distinta, diversa. Y eso no solo es estilo sino, sobre todo y por encima de todo, una forma diferente de percibir y transmitir. Algo muy raro de encontrar. No conocía y al autor y tu reseña me lo ha hecho, como digo, muy interesante y apetecible de leer y conocer.

  7. cavilius dice:

    Justo es eso lo que busco cuando pongo las citas de cabecera en las reseñas. Así que a por él, Likine.

  8. Rosalía de Bringas dice:

    Mira ya tengo algo para pedirle a Mechor!!!
    Gracias por la idea

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