JAPÓN: UN INTENTO DE INTERPRETACIÓN – Lafcadio Hearn
“Ningún occidental que no haya nacido en Japón puede llegar a dominar todas las infinitas complejidades de la lengua japonesa”. Y tras realizar esta rotunda afirmación, nuestro peregrino espiritual pasa a recordar el caso de un marinero escocés, cuya experiencia vital niega lo dicho anteriormente. A pesar de llegar a Japón en la edad adulta, dicho marinero llegó a ser un reconocido cuentacuentos ambulante: Posiblemente la profesión que exigía un dominio más completo de la lengua nipona y sus infinitas inflexiones y dobles sentidos.
Y es que Japón es un reino donde la magia y la contradicción se aceptan y se integran en el día a día. De eso va a hablarnos nuestro autor.
Lafcadio se enamoró de Japón. Abrazó Japón con toda su alma, y con ciertos inconvenientes. Por eso se dedicó a tratar de comprender aquel país y a hacerlo comprensible a los que seguían dentro de la cultura que el había abandonado. Medio griego, medio irlandés, educado entre tres variedades de cristianismo que abandonaría igualmente, Lafcadio encontró en Japón la pureza aún casi intacta de una cultura ancestral, pagana, muy parecida para él a la idealizada Grecia clásica y pagana con la que siempre había soñado. Precisamente, de su amor por su cultura de adopción nace este libro.
Aunque el prólogo nos recuerda que la obra fue muy criticada, puesto que el autor trató de hacer pasar por monolítico y eterno lo que observaba en su momento histórico, Koizumi Yakumo (Hasta ese punto se adaptó a su nueva cultura) no llegó a Japón hasta 1890, cuando muchas de las reformas Meiji habían alterado el aspecto del Japón “eterno” que el trata de transmitirnos. Esta una obra breve, introductoria, con una exposición que trata sobre todo de lo religioso, de las costumbres morales, para intentar hacerlas comprensibles al occidental. Y además las trata desde la admiración, poniéndose claramente de lado de los japoneses en su persecución de los cristianos, especialmente los de obediencia romana, que venían a pervertir ese mundo organizado y moral con sus creencias surgidas tan lejos del país de los cerezos en flor.
El libro de Lafcadio/Koizumi tiene la belleza de lo anecdótico y el encanto de lo temporal. Es como una de sus flores de cerezo, quizás no muy útil, pero bella. Koizumi retrata más lo que él desea que sea Japón, que lo que pudiera ser realmente. Pero sobre todo, lo que él considera que ha sido en el pasado. Es su última obra, cuando la ceguera y la edad le están derrotando, y en la que decide concentrar todo lo que ha aprendido de ese Japón que le cautivó irremediablemente.
Es el libro de alguien que amó profundamente un Japón donde un occidental hastiado de la industrialización y el capitalismo aún podía soñar con un modo de vida más puro, más apegado a la tradición y a los valores rurales.
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Yo escribiendo la reseña de «47 ronin» y publican hoy esta reseña de maese Urogallo. Un libro que quiero leer, a ver si puedo hacer que caiga en mis ávidas manos. :D
Lo japonés siempre me ha parecido bastante extraño… Mis someros acercamientos a la cultura japonesa apenas han disipado esta impresión, aunque en algunos casos la extrañeza ha quedado reducida a cero (las novelas de Kawabata, por ejemplo).
Para uso de las fuerzas armadas yanquis, la antropóloga Ruth Benedict escribió un libro famoso sobre la cultura nipona. Fijo que una de sus fuentes primordiales sería el libro de Hearn.
Interesante reseña, Uro.