ILÍADA LIBERADA / ODISEA LIBERADA – Homero
“En el colegio tal vez lo explican de otra manera. Pero la esencia es esa: la Ilíada es un monumento a la guerra”.
Alessandro Baricco.
Existen montañas de libros, toneladas de páginas, millones de artículos, inagotable documentación acerca de los dos textos inaugurales de la literatura occidental. El origen y naturaleza de su autor (su autoría, debería decirse con mayor precisión) ha sido objeto de infinidad de estudios; los versos de ambas composiciones se han traducido, analizado, adaptado, versionado e interpretado hasta la saciedad. Siguen haciéndose nuevas traducciones y siguen publicándose monografías sobre los poemas: el contexto de las obras, sus orígenes, la ubicación cronológica de lo que en ellos se cuenta, la de los propios poemas, su influencia a lo largo de los siglos, los aciertos y los errores que contienen (“quandoque bonus dormitut Homerus”, “de vez en cuando duerme Homero”, dijo Horacio en su Ars poetica), cuán históricos son los hechos narrados, cuán ficticios, su importancia en tanto que documentos literarios, históricos, culturales… ¿Y acaso está el tema agotado? Definitivamente, no.
No solo no lo está, sino que apenas se ha podido rascar en la superficie del iceberg que oculta en su interior la verdad acerca de Homero y esas dos obras que desde la antigüedad se le han atribuido, la Ilíada y la Odisea. Teorías hay diversas, pero sigue siendo un misterio la identidad (o identidades) del poeta llamado Homero, así como la historicidad de los hechos que en uno y otro poema se relatan. A modo de pequeña muestra: en el ámbito de lo que se puede leer con aprovechamiento en nuestro idioma (sea original o traducción), y en cuanto a la figura de Homero se refiere, podemos remitirnos al texto de los años 60 ya clásico y quizá algo desfasado, pero excelente y riquísimo en información, Introducción a Homero, de Francisco Rodríguez Adrados, Manuel Fernández-Galiano, Luis Gil y Lasso de la Vega; a Los poemas de Homero, también escrito en los 60, del helenista Geoffrey S. Kirk; al Homero de Cecil M. Bowra, escrito en los años 70; al breve pero muy válido Homero de Jasper Griffin, escrito en los 80; al completo y conciso Homero de Pierre Carlier, ya en las postrimerías del siglo pasado; o a la Introducció a la Ilíada de Jaume Pòrtulas (en catalán), en la primera década del siglo XXI. Sobre el contenido de los poemas (aunque en realidad los libros antes citados también hablan sobre ellos, pues sería imposible que no lo hicieran), trata La tragedia de Héctor de James Redfield, o La guerra que mató a Aquiles de Caroline Alexander, o (en aspectos más cuantitativos que cualitativos) En torno a la Ilíada y En torno a la Odisea de Lluís Bordas, o Sobre la Odisea (en sus elementos más arqueológicos y culturales) editado por Ricardo Olmos y Paloma Cabrera. Acerca de la historicidad de la guerra de Troya, el acontecimiento que constituye el eje central de los poemas, existe también una lista inagotable de libros desde que a finales del siglo XIX Heinrich Schliemann otorgó valor histórico, con razón o sin ella, a lo cantado por Homero. Por citar algunos de los más recientes: La guerra de Troya. Mito y realidad de Michael Siebler, Troya de Dieter Hertel, En busca de la guerra de Troya de Michael Wood, La guerra de Troya de Carlos Moreu, Troya y Homero. Hacia la resolución de un enigma de Joachim Latacz, La guerra de Troya de Eric H. Cline, La guerra de Troya de Barry Strauss…Y el indispensable a pesar de tener casi 70 años (fue revisado hace unos 40) El mundo de Odiseo de Moses I. Finley.
Es un terreno ya muy hollado, muy transitado desde siempre, el de los poemas homéricos. Y no he mencionado aún las numerosas traducciones al castellano que existen de ellos. Solo en el siglo pasado y el presente, contamos con traducciones de uno u otro poema, o de ambos, literales o adaptadas, en prosa o en verso, por obra y gracia de excelentes traductores: la clásica y deliciosa traducción de la Ilíada y la Odisea de Luis Segalà i Estalella, la transcripción verso a verso de Fernando Gutiérrez, la de José Manuel Pabón, la de Emilio Crespo, las de Rubén Bonifaz y Pedro C. Tapia (con su ritmo y su aroma latinoamericano), la lírica de José Luis Calvo, la muy legible de Óscar Martínez, la no menos clara y accesible de Carlos García Gual, la literal (y casi incomprensible) de Francisco Sanz, la rítmica de Agustín García Calvo, la de Vicente López Soto, la de Antonio López Eire… Ante este panorama, supone toda una aventura (una odisea, nunca mejor dicho), lanzar una nueva traducción, una nueva versión, una nueva interpretación de las obras de Homero. La editorial Blackie Books, en su colección de Clásicos Liberados, se ha atrevido a ello, y fruto de esa osadía (palabra que tiene casi las mismas letras que “odisea”) han surgido la Ilíada liberada y la Odisea liberada, dos volúmenes de gran formato, tapa dura y excelente presencia, que pretenden, en mi opinión, dos cosas: aportar novedades al lector que ya conoce a Homero, y atraer al lector que aún no lo ha leído.
Comencemos por el volumen dedicado a la Ilíada. Se inicia con una breve introducción a cargo de Roger Aluja, profesor asociado de la Universitat de Barcelona y editor de la colección de clásicos Bernat Metge. Pese a su brevedad, no se trata desde luego de una introducción de relleno; Aluja es buen conocedor de Homero, no en vano su tesis doctoral, que se puede leer online, dedica más de 400 páginas a un único canto de la Odisea (el XI, aquel en el que Odiseo desciende al Hades y habla con los muertos), y en este volumen ofrece un buen resumen de la llamada cuestión homérica. Desde finales del siglo XVIII han existido dos posiciones con respecto a la autoría de los poemas: la de los analistas (que afirman que Ilíada y Odisea son el resultado de un largo proceso en el que diferentes poetas han ido interviniendo y aportando elementos) y la de los unitaristas (quienes creen que cada poema fue gestado por el genio creador de una única persona). Desde August Wolff, desencadenante de este dualismo en 1795 con su obra Prolegomena ad Homerum, hasta Milman Parry, cuyos estudios en los años 30 del siglo XX revelaron la existencia de tradiciones de transmisión oral que se perpetuaban a lo largo de generaciones, la cuestión homérica ha enfrentado a analistas con unitaristas; en las últimas décadas, afirma Aluja, y sobre todo gracias a los trabajos de Parry, la explicación analista se presenta como la más verosímil y es la más ampliamente aceptada.
Además de la introducción de Aluja, el poema que ofrece la edición de Blackie Books está precedido de una breve contextualización destinada a situar al lector profano: ¿cómo se originó la guerra de Troya, cuáles fueron las causas, los protagonistas, el desarrollo de la misma hasta llegar al suceso en el que se centra la Ilíada? En cuanto a la versión del poema, se trata de la traducción al castellano de la que hizo al inglés el filólogo y escritor Samuel Butler hace más de cien años. En principio parece mal asunto traducir una traducción en lugar de acudir directamente al original: recuerda a aquella canción de Dicen que dices que digo, o al juego del “telefonillo”. Sin embargo, este no es el caso. Es evidente que el criterio que ha primado, y no es un criterio en absoluto desdeñable, es el de la legibilidad del texto, hacerlo comprensible y fácil (o al menos, no difícil) de leer. En ese sentido, la traducción de Samuel Butler es poco menos que perfecta. El título original de la misma cuando se publicó fue The Iliad of Homer. Rendered into English Prose for the Use of Those Who Cannot Read the Original, y sugiere un intento de Butler por presentar un texto legible y asequible a los ingleses legos en griego arcaico. Por otro lado, la opinión de una mente tan preclara en el mundo de las letras hispanas y universales como la de Jorge Luis Borges, tanto a nivel de creación (fue escritor y poeta) como de interpretación (también fue traductor), es favorable a la elección de Butler. Su breve texto Las versiones homéricas concluye con la siguiente frase: “No es imposible que la versión calmosa de Butler sea la más fiel”).
Finalmente, y volviendo al volumen que nos ocupa, quien se ha encargado de volcar al castellano el texto inglés de Butler es Miguel Temprano García, traductor recurrente de la editorial Acantilado que ha traducido a numerosos autores clásicos de la lengua inglesa. Por todo ello, y asumiendo que no se trata de una traducción directa del griego, la versión que se presenta en este volumen es, parafraseando a Churchill, la peor de todas las versiones posibles, con excepción de todas las demás.
Y en efecto, hay que decir que la lectura fluye como las aguas del Escamandro sobre la llanura troyana. Tanto es así que por un momento podría uno llegar a sospechar que se tratara de una versión adaptada y abreviada; no lo es. Los capítulos (los cantos, deberíamos decir) van pasando uno tras otro: la cólera de Aquiles, el catálogo de las naves aqueas, las hazañas de Diomedes, la Dolonía, el suicidio (porque qué otra cosa fue aquello) de Patroclo, la venganza de Aquiles… Príamo toma y besa la mano del asesino de su hijo, y se celebran al fin los funerales del domador de caballos. Contad si son 24 y está hecho. Los cantos van acompañados en el ancho y generoso margen de las páginas por comentarios, al modo de los antiguos escolios que anotaban los copistas alejandrinos y medievales cuando traducían a los clásicos. Así, leemos que la primera anotación es una cita del filósofo iconoclasta y de espíritu rebelde Peter Sloterdjik comentando la palabra con que comienza el poema, “la primera palabra europea”: ira. En los escolios siguientes conocemos datos acerca de los muchos protagonistas del poema, de los caballos parlantes de Aquiles, de las conversaciones interminables que mantienen los guerreros como queriendo postergar el momento fatal del choque de sus armas, de la precisión anatómica de que a menudo hace gala el poema… No son muchos los comentarios, pero sí interesantes.
El texto viene acompañado y adornado por numerosas ilustraciones, quizá en un intento por recuperar la sensación que producían aquellos viejos, clásicos y sobrios dibujos del inglés John Flaxman (“el ídolo de todos los diletantes”, dijo de él Goethe), los cuales, desde que aparecieran acompañando en 1793 la edición de la Ilíada y la Odisea traducida por Alexander Pope 30 años antes, no han dejado de reproducirse una y otra vez en numerosas ediciones. En este caso no son los dibujos de Flaxman sino los de Eduardo Pelegrín Martínez de Pisón, más conocido como Calpurnio, cuyo esfuerzo y buen hacer hemos podido disfrutar a diario en medios de la prensa escrita, revistas y fanzines, y quien por desgracia falleció a finales del 2022. El minimalismo de su estilo, los escasos trazos de que se vale para dibujar a los guerreros aqueos y troyanos, los escenarios y las escenas en las que se desarrolla la acción, inundan las páginas del poema. Muy alejados (es otro estilo, otra intención y otro público, por supuesto) de los cómics que se han hecho (y se seguirán haciendo) sobre la guerra de Troya, como los marvelianos La Ilíada de Miguel Ángel Sepúlveda y La Odisea de J. M. Martín Saurí, o el limpio y definido trazo de Eric Shanower en su serie de cómics La edad de Bronce, o el picassiano y simbólico dibujo de Javier Olivares en La cólera. Los dibujos de Calpurnio prescinden de alharacas: son minimalistas en el trazo sin relleno y en el color de las líneas (azul para el mar, rojo para la sangre, negro para casi todo lo demás), pero muy expresivos precisamente por su sencillez.
Tras el poema, tras el honor, la crueldad, la injusticia, la caballerosidad, la muerte y el dolor que conllevan la guerra, esta edición añade más novedades que reclaman la atención del lector. Después de unas breves páginas de explicación sobre cómo acabó todo (pues es sabido que el poema apenas cuenta 52 días del último año del asedio), cierra el volumen un apartado titulado Las mujeres de la guerra, en el que se recogen tres textos:
La tragedia Troyanas del dramaturgo jienense Alberto Conejero, y conviene decirlo así, pues el texto no es el de Eurípides sino que se trata, como viene siendo habitual en el teatro contemporáneo, de una adaptación moderna a los gustos actuales y a los tiempos que corren y que (en lo que respecta a las guerras) han corrido siempre. Quien esto escribe tuvo la suerte de asistir a la representación de la obra en el Festival Grec de Barcelona en 2017, con un estupendo Ernesto Alterio en un papel, el de Taltibio, que parecía escrito para él, y con Aitana Sánchez-Gijón encarnando a una trágica Hécuba. “Después de cada guerra / alguien tiene que limpiar. / No se van a ordenar solas las cosas, / digo yo”. Un canto al dolor que provoca la guerra más allá del campo de batalla, a sus trágicas consecuencias, y al irrelevante papel (aunque hoy en día algo menos) de la mujer, considerada simple mercancía y mero botín de guerra.
Otra belleza. Apostilla sobre la guerra, de Alessandro Baricco: un breve texto del autor italiano, quien mantiene una buena relación con Homero (original y atrevida es su adaptación, para hacer una lectura en público, del poema homérico en Homero, Ilíada), y en el que se nos invita a reflexionar sobre el sinsentido de la guerra.
Guerreras, de la filósofa catalana Marina Garcés: un texto que pretende resaltar la importancia de la mujer en la guerra, acudiendo para ello a las amazonas, quienes también desempeñaron un papel en la defensa de Troya.
En lo que respecta al volumen dedicado a la Odisea, algo menor en tamaño que su hermano (se llevan unos 4000 versos de diferencia), cuenta de nuevo con la traducción de Miguel Temprano sobre la versión centenaria de Samuel Butler (The Odissey. Rendered into English Prose for the Use of Those Who Cannot Read the Original). Es interesante comentar que Butler también participó en la “cuestión homérica”, la polémica entre analistas y unitaristas en torno a la autoría de los poemas, con una particular y en su tiempo agitadora teoría: en la obra The authoress of the Odissey (La autora de la Odisea), el filólogo inglés proponía que la mente de la que surgió el poema sobre las aventuras de Odiseo perteneció a Nausícaa, la princesa de los feacios, que aparece en el canto VI del poema: “Si la Odisea nos ha encantado como obra de un hombre, su encanto y maravilla aumentan infinitamente cuando la vemos como obra de una mujer”. La revolucionaria teoría no tuvo mucha predicación en su tiempo (ya el propio Butler lo auguraba), pero al menos sirvió de inspiración para que muchas décadas después Robert Graves escribiera su estupenda novela La hija de Homero. No hace más de 3 lustros, el inglés Andrew Dalby recuperó la vieja hipótesis y le dio cuerpo y fuerza en su sorprendente La reinvención de Homero.
El texto homérico (o nausicaano según Butler) viene acompañado por los mismos elementos que la Ilíada: al principio una breve puesta en situación destinada al lector ajeno a los hechos de los aqueos, y al final unos textos en torno al tema tratado. Flanquean y enriquecen las páginas del poema nuevamente los dibujos de Calpurnio, y los escolios que aderezan la narración de la historia, algunos de ellos deliciosos. Se reproduce por ejemplo el comentario del ilustre autor cristiano Titus Flavius Clemens, más conocido como Clemente de Alejandría (siglos I-II d.C.), cuando al respecto del pasaje del canto VI en el que Afrodita engaña a su esposo Hefesto yaciendo con Ares en la propia cama del marido, el santo cristiano clama: “¡Cese tu canto, Homero! No es hermoso, nos presenta un adulterio. Nosotros apartamos los oídos de la fornicación”.
Y concluye el volumen, al igual que el anterior, con un apéndice triple. En primer lugar, el breve poema Penelope de la poetisa americana Dorothy Parker, dedicado a la esposa de Odiseo: un lamento por el ninguneo y la situación denostada de Penélope en la historia homérica. Sigue La versión de Penélope, de Margaret Atwood: se trata de un buen puñado de extractos, debidamente engarzados, de la novela Penélope y las doce criadas de la escritora canadiense, en la que daba su particular versión y visión del regreso a Ítaca de Odiseo. Y para acabar, Tres brevísimas versiones, epílogo este que incluye otras tres piezas: la letra de la curiosísima canción de Nick Cave & the Bad Seeds More news from nowhere; un breve, brevísimo (apenas tres párrafos) relato del escritor hondureño Augusto Monterrosso, La tela de Penélope o quién engaña a quién; y la letra de Como Ulises, divertidísima e impagable versión de la odisea de Odiseo, compuesta por el añorado Javier Krahe.
Siempre hay que volver a los clásicos; el hecho de que volvamos a ellos es lo que los convierte, precisamente, en clásicos. Los poemas de Homero, o de Nausícaa, o de la tradición oral encarnada por los homéridas, están instalados en los fundamentos de nuestra civilización, y las hazañas (y tragedias) que relatan forman parte de nuestro imaginario colectivo. Blackie Books ha hecho una apuesta rompedora e innovadora para volver a ellos, pero manteniendo su esencia. Se trata de traer al presente el recuerdo de un mundo que ya no existe, un mundo duro y cruel, igual que el nuestro, en realidad (todos los mundos poseen su propia crueldad); un mundo que imperó en el Mediterráneo hace más de 3000 años y que sufrió un colapso en las postrimerías del siglo XII a.C., como bien explica Eric H. Cline en su magnífico libro 1177 a.C. El año en que la civilización se derrumbó (¿será una mera coincidencia que la Ilíada de Blackie Books pese exactamente 1177 gramos?). Un mundo que quedó inmortalizado en esos dos poemas que cantan el asedio a la ciudadela de Troya, y el retorno de un héroe aqueo a su hogar.
Valdrá la pena hacer de nuevo el viaje, el regreso a los clásicos, de la mano de estos dos volúmenes.
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Homero, Ilíada liberada (traducción de Miguel Temprano García. Barcelona, Blackie Books, 2022, 640 páginas.
Homero, Odisea liberada (traducción de Miguel Temprano García. Barcelona, Blackie Books, 2022, 480 páginas.
Estupend(ísim)a reseña. Muchos de los títulos ensayísticos, por no decir casi todos, que mencionas los he leído (y algunos, reseñados), y tengo también leídas varias de las traducciones castellanas de los poemas homéricos, algunas de ellas varias veces, y las que vendrán. Añado las (cada vez) más ediciones en catalán de, por ejemplo, la Ilíada, como la de la malograda Montserrat Ros en Adesiara (la traducción de los primeros cantos salió en la Bernat Metge), la de Pau Sabaté en La Casa dels Clàssics y la recuperación de la de Joan Alberich en La Magrana. Nunca había estado más vivo Homero… y presente en las librerías.
Quizá por todo ello, y sin desdeñar estas ediciones, que si acaso me interesarían por las presentaciones y apéndices, no las leería; y por un motivo fundamental: puestos a leer una ágil y fluida traducción castellana de una ágil y fluida traducción inglesa del griego original… pues me voy directamente a esa traducción inglesa.
Grosso modo, es como leer la versión «moderna» del Quijote a cargo de Andrés Trapiello en lugar de encararse con el propio Cervantes, que tampoco es tan complicado…
Pero, bienvenidas sean estas dos traducciones si no se ha leído a Homero, puede ser una buena y primera manera de hacerlo; pero me temo que no son para quienes ya estamos atrapados por el Ciego de Quíos
Sí, claro: en cuanto al texto de los poemas, si puedes acudir a la versión de Butler, hazlo. Sin desmerecer el estupendo trabajo que ha hecho Miguel Temprano, por supuesto.
Pero conste que el texto de Temprano no es una adaptación, como al parecer sí lo es el que ha hecho Trapiello con el Quijote (aunque uno lo empieza a leer y apenas ve la diferencia con el texto de Cervantes de hace 4 siglos). Asumiendo que toda traducción es en el fondo una adaptación, claro. En estas ediciones de Blackie Books lo más grave que se pierde del original (aparte del idioma, obviamente) es el verso y el ritmo, pero eso sucede en cualquiera de las traducciones que se citan en la reseña que vuelcan el texto a la prosa y no siguen el patrón verso-a-verso. Pero la lectura no provoca lejanía ni extrañeza, es fluida y convierte el texto, a veces de por sí -confesémoslo- pesado y tedioso (no olvidemos que se compuso acorde al «gusto literario», si es que tal cosa existía, de quienes vivieron hace 3000 años), en una lectura entretenida y llevadera. Eso es un mérito enorme. Algo semejante al trabajo de Óscar Martínez o de García Gual en sus respectivas traducciones. Y ahora estará pareciendo que yo controlo el tema del inglés o del griego, cuando en aquel solo me defiendo y en este me rindo en cuanto veo una alfa y una beta juntas.
Los apéndices, opino, resultan interesantes desde un punto de vista principalmente literario (salvo la introducción de Aluja, que sí es jugosa «homéricamente» hablando, pero brevísima). Por eso creo que estas ediciones tienen alicientes diversos para llamarle la atención tanto al lector puesto (o semi-puesto) en Homero, como al que no le suene más Homero que el de los Simpsons.
Sí, toda traducción no deja de ser una adaptación, una aproximació (más o menos) literal, y aquí tenemos una traducción de una traducción que, de hecho, adapta el poema homérico a gustos modernos; «liberados», como propone la editorial con sus «Clásicos Liberados». Y con esa idea de que, en realidad, no sabemos cómo sería «reproducir» la sensación que la lectura/escucha (pues era un texto para ser escuchado y con música de acompañamiento, en los tiempos en que se compuso.
Con todo, es más que encomiable que aparezcan nuevas ediciones de los poemas homéricos.
Volvemos al fiero combate donde los varones alcanzan la gloria…
♫ ♫ More news from nowhere… ♫ ♫
Reseñón y te lo dice alguien que no ha leído ni la una ni la otra, para mi vergüenza.
Algún día!!!
Gracias, muchachos.
Iñigo, pues siento haberte destripado el final de la Ilíada en la reseña. No importa; lo que realmente vale la pena es el viaje, ya lo dijo Kavafis.
Y yo que no puedo sacarme de la cabeza esa pegajosa canción de Nick Cave…
No te preocupes! :-P :-P Lo que si he leído y con gusto son algunos de los ensayos que indicas en la reseña. Estupendos títulos todos ellos.
♫ ♫ More news from nowhere… ♫ ♫
Desde hace años pienso: «De este año no pasa que relea la Odisea de nuevo» y así va pasando el tiempo. A ver si gracias a esta buenerrima reseña me animó, me da el empujón, y vuelvo a revisitar el mejor nostoi de la historia de la literatura ;-)
Ándale, Balbo. Nunca es tarde si la lectura es buena.
Yo me gané mis ediciones de la Ilíada y la Odisea en un concurso de Hislibris, y atesoro en insigne lugar de mi biblioteca. La Ilíada ya la tenía, pero en formato típico de «estudiante pobretona sin presupuesto para muchos libros».
Pero Cavi, lo tuyo no son reseñas, ya entran en la categoría de Master del Universo.
Pues mira que yo no soy mucho de tener másters…
La edición que tienes debe de ser, si no recuerdo mal, la de La Esfera de los Libros, ¿no?
A mí me costó mucho ponerme con ambas, sobre todo con la Ilíada (recomiendo, en mi muy modesta opinión, la traducción de Óscar Martínez para Alianza como primer acercamiento), y estoy pensando en atacarlas de nuevo.
Tremenda reseña, por cierto.
Fabuloso artículo.
He leído bastante sobre la Ilíada y la Guerra de Troya y ahora estoy haciendo lo propio con la Odisea. Ya tenía echado el ojo a estas dos nuevas aportaciones. Se agradecen artículos así de accesibles y a la vez elaborados.
Gracias a ti por pasarte por aquí.
Qué maravilla de artículo, es lo que buscaba y lo he encontrado, muchas gracias. Aquí un aficionado más a la literatura que quería leer la Odisea (por las aventuras, y eso) y no se atrevía. Había oído hablar de las versiones, que si era un poema… no quería cagarla, deseaba que me gustara. Me decidí, hojeando primero (ah, pues no es para tanto), con la traducción en verso de Fernando Gutiérrez. La leí dos veces seguidas, mi vida ya había cambiado. Y claro, la Iliada cayó después, del mismo traductor, y el impacto fue todavía mayor: la Iliada, como París, no se acaba nunca. De ahí a Segalà, ahora estoy con las de Gredos (Pabón y Crespo), y mientras tanto quiero saberlo todo sin dar palos de ciego, perdido entre tanta bibliografía que un simple mortal no puede asimilar sin ayuda. Por eso es tan valioso este exhaustivo pero conciso repaso razonado a lo escrito sobre el tema. He leído ya unos cuantos (Bowra, qué bonito ensayo), y ahora estoy con Introducción a La Iliada, de Pòrtulas que tiene un leguaje demasiado academicista pero aun así es disfrutable. No se puede negar que promete desde del prólogo: “Ahora, por fin, podemos tomarnos en serio a Homero —exclama Joaquim Latacz, en una obra reciente, consagrada a divulgar los descubrimientos del equipo de M. Korfmann (…) en un tono de exageración y sensacionalismo que raya en la deshonestidad.”
Gracias, Eneko. Conozco a poca gente que disfrute leyendo a Homero, y menos releyéndolo. Bienvenido al club.