HIJOS DE HERACLES – Teo Palacios
«Los espartanos no deberÃamos preocuparnos por cuántos son los enemigos, sino por el lugar en que se encuentran.»
De cuando en cuando se entera uno de la publicación de algún libro que, por razones que ni este humilde reseñador conoce a ciencia cierta, genera en el ánimo unas expectativas por encima de las habituales. Fue el caso, por ejemplo, de Armas de Grecia y Roma de Fernando Quesada, Salamina de Javier Negrete, La guerra de Troya de Barry Strauss, El agua y la tierra de Julio Murillo, La guerra del Peloponeso de Donald Kagan… Sin comerlo ni beberlo, el libro en cuestión se ve sometido a la presión (por otra parte absolutamente intrascendente, vacua, e inane) del lector que soy yo mismo, con las manÃas, aversiones, filias y fobias que uno arrastra por la vida como un lastre consustancial a la propia existencia. Y ¿a qué viene esta insufrible parrafada? A que Hijos de Heracles es, para su suerte o su desgracia, o para las mÃas, que tanto monta en relación directamente proporcional, uno de esos libros.
Escribir una novela sobre los espartanos antes de que, como quien dice, fueran espartanos, tiene su miga. ¡Cómo! ¿Los espartanos no siempre fueron émulos de Leónidas? Pues no: Esparta, tierra de hombres valientes cuyo oficio es ni más ni menos que la guerra; de mujeres no menos valientes que se alegran por sus muertos en combate y se avergüenzan de los que sobreviven; cuyo sistema educativo flirtea con la muerte de los niños que lo padecen; cuya potencia bélica es inigualable en toda la Hélade; cuyo autogobierno es único en el mundo al combinar, por decirlo con brocha gorda, una pizca de democracia, una pizca de monarquÃa y un cuarto de kilo de oligarquÃa; esa Esparta, que es de la que más o menos todos hemos oÃdo hablar, no siempre fue asÃ. Y entonces ¿desde cuándo existe, dónde hemos de buscar su origen, cómo nació? Para buscar respuestas (encontrarlas ya es otro cantar) hay que hurgar en el mito del advenimiento de los Heráclidas, en la figura legendaria del legislador Licurgo, en la Edad Oscura de Grecia; es decir: hay que buscar allá donde historia y mito se confunden. Poco se sabe de todo ello, y quizá por eso pocas novelas se han arriesgado a zambullirse en esa laguna pantanosa. Quién puede decir si va en serio eso de que los hijos de Heracles vinieron a señorear en las tierras peloponesias o si no se trata más que de un mito para explicar la llegada de los dorios; si Licurgo fue un personaje real que legisló con mano firme sobre Esparta o si fue una figura mÃtica creada a posteriori para dotar al kosmos espartano de un origen más enjundioso. La razón, la lógica, el lógos, nos señala un espacio más ancho y luminoso en el que poder reconstruir ese pasado desconocido; la sinrazón, el mito, el mythos, nos muestra un terreno más oscuro, más angosto, más peligroso. La comodidad y la tranquilidad de conciencia nos impulsa hacia la primera opción, pero quién sabe dónde se halla la verdad.
Hijos de Heracles se echa a navegar en estas aguas, picadas para un libro de investigación pero más plácidas para una novela. A priori, al menos. La historia que se nos cuenta pretende mantener un cierto tono evemerista, esto es, de racionalización de los mitos: la novela se centra en el reinado de Teopompo, monarca que la cronologÃa suele situar entre los siglos VIII – VII a.C., por cuya iniciativa tendrÃa lugar, según la novela, la reforma que darÃa paso a la Esparta de la agogé, la kripteia, los éforos, la gerusÃa y el militarismo como modo de vida. Ya existirÃan, sin embargo, otras instituciones también tÃpicamente espartanas como la diarquÃa o el hilotismo. Las fuentes históricas de las que ha podido beber la novela (y alguna ha de haber, tratándose como se trata de una novela histórica) son atractivas: La constitución de los lacedemonios de Jenofonte (que el propio autor menciona en sus agradecimientos), algunos textos de Plutarco (Vida de Licurgo, Máximas de reyes espartanos, Dichos de las mujeres espartanas…), Aristóteles incluso (PolÃtica). Con este planteamiento de base, las trescientas páginas que componen Hijos de Heracles nos muestran a un rey espartano inmerso en la guerra contra los mesenios (la conocida como Primera Guerra Mesenia) y en las reformas que él mismo promueve en el seno de la sociedad espartana. Su hijo Anaxándridas, heredero de la corona, también ejerce un protagonismo destacado en la novela como mantenedor de las reformas de su padre y por sus luchas contra la ciudad de Argos, enemiga tradicional de los espartanos. El argumento es bueno, el trasfondo histórico y mÃtico también. ¿Y la novela? A eso vamos, a eso.
El autor plantea dos caminos argumentales atractivos: por un lado el nacimiento de la Esparta que a todos nos suena, y por otro los conflictos y tensiones en el seno de la regia familia de Teopompo, individuo autoritario donde los haya. Más de la mitad de la novela se lee con avidez: las escenas impactantes (algunas de tremendo dramatismo) y la tensión creciente hacen que el lector devore las páginas con fruición. La ambientación es buena aunque quizá algo parca en detalles, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid vale la pena hacer un apunte que atañe a esta y a otras novelas históricas: da la impresión de que en muchas novelas hay un especial interés en lo que podrÃamos llamar «detallismo», algo asà como un celo por la descripción pormenorizada de prendas de vestir, paisajes, ciudades, objetos cotidianos y cualquier elemento susceptible de ser descrito con formas, olores, texturas o colores. Estas descripciones, que contribuyen a la ambientación y a dar una imagen más realista de los escenarios, tienen su público, claro está, que gusta de saber hasta el color de las correas de la sandalias del esclavo que le corta las uñas a algún personaje secundario, pero personalmente creo que esa tendencia (y lo llamo «tendencia» porque yo dirÃa que en novelas más añejas el fenómeno no era tan acusado) suele causar en algunos lectores cierto despiste y distracción respecto de la trama, a la que le es irrelevante buena parte de esos detalles. Como en todo, es bueno su uso pero no su abuso; nada en demasÃa, que decÃan los griegos. En este sentido, Hijos de Heracles tira más hacia el comedimiento que hacia la saturación, lo cual bajo mi punto de vista no es ningún punto en contra.
Como digo, buena parte de la novela mantiene un nivel más que aceptable, transmitiendo la dureza del modo de vida espartano que sin duda debió de existir en aquellos siglos. Pero traspasado algo más del ecuador del libro las riendas se aflojan, la tensión se reduce, las revoluciones bajan. Como si ya se hubiera contado lo que se pretendÃa contar y ahora se circulara al ralentÃ. La impresión que uno tiene es que, una vez desarrollada la historia, se quiere seguir contando algo más de Historia, y esta entra en las páginas que quedan con bastante menos fluidez que en los primeros capÃtulos. Las apariciones de los poetas Tirteo y Terpandro se perciben algo forzadas, los capÃtulos parecen más deslavazados, la contextualización de la Historia dentro de la historia ya no cuaja como antes (porque, quizá, la historia ya ha dado de sà lo que le correspondÃa dar). Cierto que los personajes podÃan haber estado en general más trabajados para tener más juego en la novela, pero sus apariciones (el cómo, cuándo y dónde) en la historia son decisión del autor y no se puede hablar tanto de desaprovechamiento como de sacrificio en aras de lo que se quiere contar y cómo se quiere contar. Sin embargo, da la impresión de que, de haber estado los personajes más definidos y de haber sido algunos de ellos más participativos en la historia, la novela no habrÃa bajado tanto su ritmo. El uso de frases cortas seguidas de punto y aparte, frecuentes en toda la novela, se acentúa mucho en el último tercio del relato y creo que por ello su efecto acaba diluido. En fin, tal vez el querer llegar a un cierto número de páginas, o el querer contar más Historia de la que la historia permitÃa contar, o el haberse topado con un lector tan puñetero como este humilde reseñador, han hecho que la novela pierda fuelle al final.
Vale la pena decir, como asà lo hace el propio autor, que la novela cuenta con el visto bueno en cuanto a plausibilidad histórica de César Fornis, doctor en geografÃa e historia por la Universidad Complutense de Madrid, profesor de historia antigua en la Universidad de Sevilla y máxima autoridad en nuestro paÃs en asuntos espartanos. Su obra Esparta. Historia, sociedad y cultura de un mito historiográfico (Editorial CrÃtica, 2003) es libro de cabecera para todo interesado en el mundo espartano, y lo ha sido para el autor durante la redacción de esta novela. Y hablando del autor, Teo Palacios, esta es su primera aparición «delante de las cámaras», por asà decir, aunque detrás de ellas hay que atribuirle la impartición de talleres literarios y la organización de las Jornadas de Literatura Fantástica que anualmente se celebran en la sevillana localidad de Dos Hermanas. También es colaborador en diversas publicaciones periódicas.
Se trata pues de una novela que, con sus virtudes y sus defectos, que de las dos cosas creo que tiene, merece ganarse la oportunidad de ser leÃda.
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Parece que al menos la novela no defrauda a Cavilius, lo cual ya es un punto muy importante. y pese amoverse en una época tan «pantanosa» no patina mucho y está bien documentada, pues mejor que mejor.
Y tiene la novedad de, como el mismo Cavilius ha dicho, tratar a los espartanos antes de ser espartanos.
Me la apunto.
Gran reseña, Cavilius.
Coincido con Vorimir en todo, pero especialmente en que la gran reseña de Cavi me ha dejado con las ganas de leer la novela ya.
Felicidades
Felicidades a vosotros, Vorimir y Lauso. Sois los ganadores de un premio, que aún no está estipulado pero que Hislibris ya tarda en ponerse manos a la obra, por haber inaugurado los comentarios de esta entrada. Y gracias a ambos por lo de gran reseña; hombre, es grande pero tampoco se tarda tanto en leerla.
La novela, como tantas cosas en esta vida, y por lo tanto no hay que darle demasiadas vueltas al asunto, va de más a menos. No porque prometa y luego no cumpla sino porque se le acaba la cuerda, digámoslo asÃ. Pero aun asÃ, la cuerda que tiene es merecedora de ser leÃda. Y conste que todo esto no es más que una apreciación subjetiva, habrá a quien le parezca que la novela va de menos a más, o que se mantiene en alto todo el tiempo, o qué se yo. Cada uno de nosotros somos un mundo, y con un libro en la mano no te digo nada.
Saludos.
Interesante, una novela sobre la Edad Oscura de Grecia, no es un tema muy frecuente en la novela histórica, más que nada por la escasez de fuentes que hay del perÃodo; el autor es bastante lanzado al meterse en un tema asÃ. Pero el tema es interesante…claro que a mà todo lo que sea griego me interesa, me lo apunto a la lista de objetivos.
Gracias por la reseña cavilius, aunque sea grande y se tarde en leer ;-)
¿Te interesa todo lo que sea griego? Vaya, pues tengo que decirte que en los tiempos heroicos las tierras hislibreñas eran un vergel para los griegos. Luego no sé qué pasó, la crisis, los romanos, los hunos, los otros, Cronos girando las manecillas de su reloj a toda velocidad, el caso es que los griegos desaparecieron. Unos se pasaron al enemigo (y cualquier bando que no sea el griego lo es, claro), otros se subieron a un olivo, de algunos nunca más se supo, de otros se supo que nunca más volverÃan, en fin: que el vergel se transformó en páramo y los romanos empezaron a campar a sus anchas. Asà que es bueno tenerte por aquÃ, AntÃgono el Tuerto.
Pasaba yo por aquà y me he dicho «Anda, el Cavi. Pues tiene que ser una de ‘griegos’. A ver, a ver». Efestivamente, de griegos, y no de cualquiera, no. De espartanos. Pero no de espartanos cualquiera, no, que ya tengo yo a Zen para eso, sino de protoespartanos sumidos en lo más profundo del mito, mito que para variar configuró la Esparta del S. V a.C. que todos conocemos. Porque la Esparta anterior era más parecida a la Atenas anterior, sÃ, esa de antes de la democracia. Bueno, ya, la diaquÃa y tal, el sinecismo en las cinco obas, que si somos dorios, que si la búsqueda de la eunomÃa y la isonomÃa… Pero si los espartanos tenÃan obas, los atenienses, fatrÃas.
Es un perÃodo apasionante el que describe el libro, sin duda. Me encantarÃa conocer, Cavi, cómo el autor enfoca los organos de poder de aquella Esparta, como la gerousÃa o la apella, por ejemplo, o si menciona de alguna manera a Amiclas. Aunque si la obra está apadrinada por César Fornis me puedo hacer una idea.
Cavilius, el fenómeno que comentas también ha pasado en las librerÃas; los libros sobre griegos escasean y los hijos de Rómulo acaparan estanterÃas enteras…si hasta Manfredi ha traicionado a los griegos y ha comenzado a escribir sobre romanos (Los Idus de Marzo y el Imperio de los Dragones…aunque en este último salen chinos).
Ya no sabe uno dónde mirar entre tanto legionario y centurión suelto, y lo peor de todo es que no puedes preguntar a los dependientes porque a muchos de ellos lo griego y lo romano les suenan a lo mismo.
Javi, pues a ver si el autor se pasa por aquà un dÃa de estos (me da a mà que lo hará) y te lo explica en primera persona. Yo te puedo avanzar que sà que menciona Amiclas, pero en cambio no dice, estoy por jurarlo, ni una palabra de las obas; César Fornis tampoco usa la palabreja en su libro, estoy por jurarlo también. Asà que ve pensando cómo explicar al gran público eso de que los espartanos eran los únicos griegos que tenÃan obas…
AntÃgono el Tuerto, algo hay de griegos por las librerÃas pero poco, efectivamente. Y lo poco que hay quizá se lo tengamos que agradecer, lo que son las cosas, a señores como Olivio Piedra o Wolfangio Pedrosen. En cuanto a Manfredi, salvando su Talos y su Conjura de las reinas, lo demás es desde luego digno de que lo lean los romanos…
Mucho llorar, mucho llorar, y para callarle la boca a Cavi con sus «Griegos Blues» aparece Javi que si las obas, que si las fatrÃas… Me ha sorprendido el comentario de AntÃgono de que Manfredi «ha comenzado a escribir sobre romanos». Porque años ha que en un viaje la necesidad lectora me empujó a comprar El Imperio de los dragones y porque, efectivamente, no lo calificarÃa de libro de romanos, sino de chinos.
En fin, a mi las reseñas de Cavi me gustan aunque hablen de la mafia, y salvo con «La séptima carta», su criterio me ha parecido siempre muy acertado y coincidente con el mÃo. (Pues sÃ, Cavi, hasta ahora no me habÃa atrevido a decÃrtelo, pero me pareció un tostón. Cubriré de ceniza mi pelo, me daré un par de golpes y me iré de penitente por algún camino)
Oh sielos, La séptima carta, snif…
¿Has probado a leerla dos o tres veces? A ver si va a ser como la tónica Schweppes…
Un dÃa ha de caer esta novela, ya que el griego del olivo nos la ilustra con esta reseña suya, muy sugerente como ya es costumbre…
Muy buenas. No me atrevà en su momento a comprar la novela en cuestión porque en las últimas que he comprado de esta editorial me he encontrado con historias que no me han gustado tanto como esperaba, verbigracia, «El agua y la tierra» y «El hombre de Esparta». Para mà Edhasa ha sido durante muchos años una garantÃa en cuanto a novela histórica, pero últimamente tiendo a fiarme menos de sus publicaciones, supongo que por haberme encontrado en corto espacio de tiempo con estas dos novelas que no me dejaron satisfecho. Cavilius hace un excelente resumen de las virtudes y defectos de «Hijos de Heracles», y me parece estar ante algunas de las cuestiones que eché en falta o vi como aciertos en las dos anteriormente referidas. Conclusión: no me arriesgo y lo pillaré de la biblioteca pública. Por cierto, Cavilius, la reseña es estupenda. Saludos.
Cuánto tiempo, Paco T. Hace apenas unos dÃas acabé de leer uno recién publicado por Edhasa, Jerjes. Rey de los persas, de Louis Couperus, un escritor holandés del s. XIX-XX. Uffffffffff, por el barbero de Zeus, qué libro más… en fin, no quiero decirlo. Ya lo reseñará farsalia, ya.
Puestos a comparar, por si te sirve de orientación y teniendo en cuenta que no es más que mi opinión, de los 3 libros que mencionas, el de Julio Murillo, el de Antonio Penadés y el de Teo Palacios, el que más me ha gustado ha sido el primero, luego el segundo y luego el tercero; aunque reconozco que este Hijos de Heracles tiene picos de alta intensidad que quizá no tengan los otros. Pese a todo, es una primera novela y el autor apunta buenas maneras.
Bueno, el de Jerjes que mencionas debe ser la monda, gracias por avisar. Respecto a tu opinión sobre las novelas que comentaba, me sirve de orientación y mucho, puesto que hemos venido coincidiendo en gustos desde tiempo atrás. Asà que me reafirmo en mi idea de leerlo por la patilla, sintiéndolo un poco por ser la primera novela del autor y no comprarlo. Eso sÃ, si finalmente me gusta, lo compraré seguro.
Por cierto, y siguiendo con el tema de novela histórica ambientada en la antigua Grecia, tú que tratas a Javier Negrete, ¿sabes algo de la esperadÃsima (al menos por mÃ) segunda parte de «Salamina»?
Saludos cordiales.
Hola a todos.
Perdonad que no haya pasado antes por aquà como me hubiera gustado, pero todavÃa estoy aterrizando de la semana negra.
Ante todo quiero decir que ojalá todas las reseñas que he visto sobre la novela se hubieran hecho con la calidad y la atención que Cavilius ha tenido. Es un placer comprobar que alguna gente se toma muy en serio esto de hablar, para bien o para mal, de un libro y recomendarlo, o no, a otros.
Dicho esto, os explico que disfruto mucho comprobando los diferentes puntos de vista de los lectores. Algunos dicen que los personajes de la novela son estupendos mientras que otro creen que deberÃan estar más trabajados. Algunos opinan que la ambientación histórica es excesiva mientras que otros dicen que les ha parecido de lo más interesante por la cantidad de detalles que se muestran sobre el dÃa a dÃa de los espartanos. Y, en fin… asà podrÃa seguir un buen rato. Eso es genial. Esa pluralidad de opinión es fantástica. A nivel personal me ayuda a entender qué cosas puedo haber errado, qué otras están bien trabajadas y cuáles podrÃan haber quedado una pizca mejor. Y eso, si uno pretende mejorar en su oficio, es oro lÃquido, oiga.
He leÃdo con interés los comentarios que habéis ido haciendo (cavilius tenÃa razón en lo de que pasarÃa por aquÃ) y os contesto algunas cosillas:
Jav_LR pregunta sobre los órganos de «gobierno» y cómo son tratados en la novela, y también si Amiclas aparece de algún modo en el libro.
Amiclas, efectivamente, aparece de varios modos. La novela comienza con la muerte de Teleclo, es decir, después de que Amiclas fuera añadida a Esparta. Se habla también de la revuelta de los partenios, por ejemplo, y de la fundación de Taras.
En cuanto al gobierno, lo que hago es plantear la posibilidad de que hubiera sido en tiempos de Teopompo cuando se hubiera organizado de forma definitiva a la Apella, la GerousÃa y el eforado, siguiendo alguna de las ideas que defienden Plutarco o Forrester. De modo que en la novela contemplamos cómo se establecen las leyes que van a dirigir cada uno de esos órganos y los problemas que su creación acarrean.
En cuanto a las obas y las fatrias, sà se mencionan, aunque de forma muy anecdótica, en la novela. Siguiendo las ideas que Fornis plantea en su libro, se habla por ejemplo de las tres Phylai: Hileos, Dimanes y Panfilos; y también se habla de las Obas y las fratrÃas, aunque como digo, de forma anecdótica.
En cuanto al hecho de que los últimos capÃtulos pierden fuerza quisiera explicaros algo que ya he comentado en alguna otra ocasión en entrevistas y demás. La idea original cuando decidà escribir esta novela histórica fue desarrollar varias novelas en el mismo periodo y que algunos personajes fueran apareciendo en ellas. Es el caso por ejemplo de Arquidamo. Muchos lectores me piden conocer más cosas sobre este personaje que, por decirlo de algún modo, se diluye a lo largo de la novela. No es sin motivo que ocurre eso, es en base a lo que os comentaba anteriormente. Sin embargo, las dificultades a la hora de escribir esta novela fueron tan grandes que aparqué la idea. Es posible que la retome en un futuro, cuando acabe con algún otro proyecto en el que ando inmerso.
Voy a acabar ya, que esto es más grande que la propia reseña, jejeje.
Espero que los que os acerquéis a ella no quedéis defraudados. Creo, sinceramente, que la novela no deja indiferente al que la lee por varios motivos. Como dice Cavilius hay momentos de una gran intensidad, otros de una crueldad tremenda, para muchos, menos curtidos en la Historia que la mayorÃa de los que andáis por aquÃ, revela aspectos de los espartanos que son totalmente desconocidos, precisamente porque cuenta la historia de por qué los espartanos se convirtieron en ese pueblo que todavÃa hoy causa admiración y repulsión a partes iguales.
Por úlimo, reiterar a Cavilius mi agradecimiento por su lectura y posterior cavilación sobre la novela. Y a todos os emplazo, si os apetece, a continuar la charla en el hilo que hay abierto en el foro sobre el libro.
Un abrazo.
Saludos, Teo. Pero no tienes nada que agradecer, aquà en Hislibris las reseñas no acostumbran a ser textos huecos sino que los reseñadores solemos mojarnos con opiniones sinceras. Y desde luego, al menos yo lo hago asÃ, nos tomamos esto muy en serio.
Y sobre lo que dices de la novela, créeme que sé de qué hablas y que te entiendo perfectamente. Por curiosidad: ¿cuáles fueron esas dificultades a que te refieres a la hora de escribir la novela?
Paco T, tengo yo tanto trato con Negrete el escritor como con Negrete el de las rancheras. Sólo sé que esa continuación de Salamina era un proyecto del autor, aunque segro que por aquà hay alguien que te podrá decir más cosas.
Saludos.
PD: Teo, ese Forrester que mencionas debe de ser W.G. Forrest, ¿no? Dedica a Esparta tan pocas páginas en La democracia griega que se echa de menos que nadie haya traducido al castellano su A history of Sparta, caramba.
Uff… decenas… por ejemplo la cronologÃa fue una locura. Dependiendo de la fuente a la que consultaras podÃan variar hasta 200 los años que te indican para un mismo suceso. Precisamente la cronologÃa es lo primero que trabajo en una novela, y claro, era imposible. Por eso me puse en contacto por primera vez con Fornis, para enseñarle la cronologÃa con la que pretendÃa trabajar y pedir su opinión.
Además habÃa muy pocos datos sobre hechos históricos de la época. Tal vez por eso te de la impresión de estar un poco «deslavazada» al final, y me explico. Se dirá que precisamente por tener pocos hechos históricos puedes inventar más ficción, desarrollar más historias y tramas ficticias. Pero esta era mi primera novela histórica, que es un género que me daba muchÃsimo respeto por la cantidad de meteduras de pata que puedes cometer, asà que no quise inventar demasiado, sino ser fiel a lo que se sabÃa. Ser equilibrado entonces con tan poca Historia fue muy complicado. Igual con los personajes, de los que no hay practicamente nada de información. Prácticamente lo único que se sabe de las relaciones personales es lo que comenta Plutarco en Vida de Licurgo sobre las diferencias de opinión entre Teopompo y su mujer, y en eso me baso para desarrollar los problemas en la familia.
Ya ves, mil y una cosa por resolver… Eso sÃ, apasionante, un montón.
El libro de Jerjes mencionado por cavilius y Paco T ya lo he visto yo por alguna librerÃa; se trata por lo que mencionan en el resumen de la vida del Gran Rey Aqueménida destacando sus rasgos megalómanos y crueles…vamos el tópico tÃpico de un rey persa, no aporta nada más al asunto.
Bueno, no es tanto el afán de presentar a un megalómano como la manera en que está escrito. Quiero decir que lo primero serÃa llevadero si lo segundo fuera digerible; pero me costó horrores acabarlo. DirÃa que fue como leer un cuento para niños pero tomándose licencias porque esos niños son personas adultas. No sé si influirÃa el hecho de que el libro está escrito hace más de cien años y que en aquellos tiempos el novelar la Historia probablemente se entendiera de otra manera. Quién sabe.
De lo peor que he leÃdo en novela histórica en general, de la Grecia clásica en particular y sobre Esparta puntual. El texto es lineal, poco articulado, los personajes planos y la historia carece de profundidad. Hay muchas sobre el tema y mejores con diferencia. ejemplo Hijos de Esparta de Nicholas Nicastro y Thalos de Esparta de Manfredi.
Argh.
Pues acabo de terminar el libro y la verdad es que personalmente no me ha convencido demasiado.
LeÃdos los comentarios estoy bastante de acuerdo con lo dicho por Cavilius, en especial cuando se refiere al último tercio. Creo que el rigor histórico, que no negaré, acaba por matar la narración y al final se hace un tanto árido.
Por otro lado he echado de menos un poco mas de comedimiento en una Esparta que me ha resultado un tanto psicopática. ¿Que pensaba el éforo que tuvo que matar al primer joven que no daba la talla? ¿Y el muchacho que tuvo que apalear por primera vez a los niños de la agogé? ¿Acaso se elgÃa a las sacerdotisas de Artemis por su caracter sanguinario? La Esparta que nos presenta la novela parece perfectamente tener una preparación para asumir un ascenso repentino de la brutalidad social que no parece demasiado verosÃmil.
Eso por no hablar del personaje de Teopompo (carne de psicólogo).
En fin. Opino, en todo caso.
Pues yo la estoy leyendo justamente ahora, y estoy más en la lÃnea del galo, (y no es porque sea la última intervención…) Los saltos entre la información histórica o mitológica suponen un corte en la narración que a veces resulta demasiado fuerte. Los detalles de la brutalidad y las enloquecidas propuestas educativas, la verdad es que me han dejado K.O., hasta el punto de preferir la LOGSE…
Como aún me falta el último tercio, no quiero dar una opinión definitiva, pero creo que el autor ha querido abarcar demasiado. Demasiado ambiciosa, por lo que necesariamente se queda corto en algunas partes que darÃan para explayarse (literariamente hablando) mientras que algunas otras explicaciones históricas resultan (o al menos me han resultado a mÃ) algo cansinas. De todas formas, y para ser una primera novela, no está mal. Pero como digo, esperaré a terminarla para escribir algo sobre el tema. Cavi, la reseña es espléndida, como siempre.