HELLENIKON – Luis Villalón Camacho

HELLENIKON, Luis Villalón CamachoEs curioso eso de ver la vida desde lo alto de un olivo. Se ven muchas cosas, se otean otras tantas e incluso llega el aroma de lo añejo, a veces de lo dulzón, otras de lo amargo. Si le preguntáramos a un viejo olivo, la de cosas que nos diría… Bien, basta ya de extravagancias. Toca reseñar la novela de un autor novel, pero ya curtido en estas lides. No creo que necesite presentación, y posiblemente le dé corte que hablemos de él, así que mejor hagámoslo con su novela.

Iré al grano: no me ha gustado la novela. Vaya manera de empezar la reseña, dirá más de uno… Pero es cierto, no me ha gustado. No me ha gustado el tono de los personajes en sus diálogos (aunque entra dentro de lo habitual en el género), no me ha gustado uno de los temas de fondo (el poder de los dioses de influir en las decisiones humanas), no me ha gustado alguna incongruencia respecto al protagonista, el espartano/plateense/ateniense Arimnesto, o del «inferior» Hypógenes, no me ha gustado el final (que incluso me ha cabreado hasta cierto punto). Pero, sobre todo, no me ha gustado que la novela sea tan corta, apenas 200 páginas quitando apéndices y demás. Porque la cosa da para todo un novelón justamente en aquello que sí me ha gustado de Hellenikon: un repaso a la historia helénica sin entrar en o apenas esbozando lo que esperamos de una novela histórica de esta temática (Maratón, las Termópilas, Salamina, Platea…), con una serie de personajes ficticios (o no) que asumen el protagonismo que habitualmente se llevan los personajes históricos, con una cadencia estilo novela río (aunque demasiado corto este río…), con muchas emociones y sensaciones.

A través de la óptica de Arimnesto, el espartano de Platea, ya desde que al pie de su olivo junto al monte Olimpo ve pasar un ejército inmenso, damos un repaso a la historia griega de los años 510-478 a.C., aproximadamente, con dos epílogos en los años 465 y 427 a.C, respectivamente. Mucha historia – no sólo las guerras médicas, sino también la forja de la democracia ateniense (críticas incluidas) y la consolidación de la sociedad espartana (ilotas que vienen de serie) – en, lamentablemente, tan pocas páginas. Porque el lector, una vez superadas sus manías particulares (y yo tengo muchas), se engancha con la trama, con las andanzas (y nunca mejor dicho) de Arimnesto, con las conversaciones con el viejo Cavílides, el otro gran protagonista de la novela (es imposible no sonreír en la escena con cierto ateniense que va a ser ostraquizado), con el ir y el devenir de los personajes secundarios (Hypógenes, Evandro, Timandro, Sibotas, la nuera de Cavílides, los plateenses), con lo que se nos cuenta de los reyes espartanos Cleómenes y Demarato, etc. Y, sin embargo, al final de la novela, superada la molestia por el propio final, uno se queda con un pensamiento: «ay, qué hubiera sido de la novela si el autor le hubiera añadido cien o doscientas páginas más». Porque hay mucho para contar, siguiendo el estilo de narrar con los hechos históricos en segundo plano, influyendo pero no siendo absolutos protagonistas de la acción.

Hellenikon, el sentimiento de «lo griego», en palabras del autor y de Herodoto. El autor llena la novela de lo griego, quizá hasta incluso demasiado (sigo con mis manías, qué le voy a hacer…). De eso trata la novela, más allá incluso de las reflexiones y las aventuras de Arimnesto o de las críticas de Cavílides al sistema político que le toca vivir, él que parecía más contento con el dominio de los tiranos. Pero, ¿qué es lo griego? ¿Cuál es esa «helenicidad»? El autor nos da su visión, puesta en boca de varios de los personajes. Queda en manos de los lectores decidir si esa versión les convence (a mí, en algunas cosas), no me voy a entretener mucho más. Tampoco quiero en esta reseña robarle al autor de la novela el protagonismo que merece. Porque (y basta ya de quejas) la novela gustará a los habituales del género (sobre todo a los que no son tan tiquismiquis como el que esto escribe, que más le vale dejarse ya de meter la zarpa). Gustará por un estilo ágil, casi lacónico en muchos aspectos, sin aspavientos. Gustará por la temática, enormemente atractiva. Gustará por el modo de contar la Historia de fondo a través de las historias personales de los diversos personajes. Gustará porque se lee con placer a lo largo del relato sin que resulte aburrida. Gustarán varios de los personajes de la novela, posiblemente más los secundarios que el protagonista. Gustará, en definitiva, porque es una buena muestra del género (a pesar de lo que se le pueda criticar), porque ofrece aire fresco en un género en el que lamentablemente se cae en lo habitual y porque, qué carajo, es obra de un hislibreño y nos apetece leer algo de alguien que conocemos (cibernéticamente hablando).

Posiblemente, para ir concluyendo, haya lectores que también se sientan decepcionados por lo que la novela no ofrece, pero desde luego no podrán hacerlo (a grandes rasgos) con aquello que sí ofrece. Disfrutadla, leedla, haced el favor de decirle a quien escribe esta reseña que es un bicho raro y que sus manías son sólo suyas, y que la novela de Luis Villalón Camacho es más de lo que se desprende de su opinión.

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