H.E.A.: PRESENTACIÓN DEL DOCUMENTAL TUTANKAMÓN: EL ÚLTIMO VIAJE (ERNESTO PAGANO, 2022)

Es probable que el lector de esta crónica, en cierto modo una crítica de un documental cinematográfico, arrugue el cejo y se diga a sí mismo: “vaya, ya estamos otra vez con el Tutankamón de las narices…”. Y es que en este 2022, y como suele pasar con las efemérides históricas en las que se aprovecha todo, hasta los andares, se conmemora el centenario del descubrimiento de la tumba de este faraón; un descubrimiento que, también como suele suceder, se produjo casi por casualidad –aunque había que estar allí para tener ese casualidad, cosa que Howard Carter y su equipo sí hicieron; de hecho, llevaban trabajando en ese rincón del Valle de los Reyes desde 1914–: un muchacho aguador del equipo prácticamente tropezó con la entrada de la tumba, oculta por los escombros de la excavación de la aledaña morada eterna de Ramsés VI, el 4 de noviembre de 1922. Ninguno de los miembros del equipo sabía que encontrarían una tumba intacta y llena de tesoros, pero llevaban años buscándola. Ese día la encontraron o al menos el primero de los dieciséis escalones de piedra que conducían a una puerta que tenía grabados una serie de sellos: era una tumba real, aunque aún no se supiera de quien.

Carter supo enseguida que allí estaba lo que llevaban buscando desde hacía ocho años y que pronto dejarían de hacerlo: George Edward Stanhope Molyneux Herbert (DNI desplegable), quinto conde (Earl) de Carnarvon, que había adquirido la concesión para excavar en la zona cuando el filántropo y arqueólogo aficionado estadounidense Theodore Davis decidió renunciar a ella (pues consideraba que nada más se podía encontrar), había aceptado financiar una última campaña en ese 1922, pues los gastos que suponía eran demasiados para una economía, la suya (en realidad la de su señora, lady Carnarvon, que es quien tenía el dinero), y tras ocho años sin encontrar nada, pues para qué seguir dilapidando recursos (que él podía destinar a sufragar su estilo de vida, claro está). Tras unos trabajos previos que le permitieron ver que tras esa puerta había un pasadizo, lleno de piedras y cascotes; ahí había algo. Carter le envió un telegrama a Carnarvon, que estaba en Inglaterra:, el 6 de noviembre «Por fin hemos hecho un maravilloso descubrimiento en el Valle [de los Reyes]; una magnífica tumba con los sellos intactos; recuperaré algo para su llegada; felicidades». En pocas palabras: ya estás tardando en venir. Carnarvon lo hizo, acompañado de su hija, lady Evelyn; llegaron a Luxor el 23 de noviembre (se encontraron brevemente con Carter en El Cairo unos días antes); mientras sus patrocinadores descansaban un poco del viaje, Carter, que había vuelto enterrar la escalera para proteger la tumba (y que nadie le arrebatara el descubrimiento), avanzó faena, limpiando y despejando la escalera que llevaba a una primera puerta; en ella, la tarde del 24 de noviembre, encontraron un sello que identificaba al “dueño” de la tumba: Tutankamón.

Un sello, además, intacto, prueba de que la tumba no había sido saqueada… a priori: para qué sellar (o volver a sellar) una tumba que estuviera vacía, se podría pensar; pero nadie tenía la certeza de que la tumba no hubiera sido saqueada, sólo se intuía que se había resellado la entrada mucho tiempo atrás, quizá poco después de que se hubiera enterrado al faraón. Tras esa puerta, ahora abierta, había un pasadizo con escombros y muestras de que esa entrada sí había sido aparentemente saqueada. Dos días necesitaron Carter y su equipo para limpiar ese pasadizo y examinar los restos que prácticamente lo colmataban: restos de cerámica, sellos de vasijas, odres de piel abandonados por quienes hubieran trabajado en el sellado de la tumba. El 26 de noviembre, Carter y Carnarvon se acercaron a la puerta. Carter hizo un pequeño agujero en la esquina superior izquierda de la puerta:

Oscuridad y vacío en todo lo que podía alcanzar una sonda demostraba que lo que había detrás estaba despejado y no lleno como el pasadizo que acabábamos de despejar. Utilizamos la prueba de la vela para asegurarnos de que no había aire viciado y luego, ensanchando un poco el agujero coloqué la vela dentro y miré, teniendo detrás de mí a Lord Carnarvon, Lady Evelyn y Callender que aguardaban el veredicto ansiosamente. Al principio no pude ver nada ya que el aire caliente que salía de la cámara hacía titilar la llama de la vela, pero luego, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, los detalles del interior de la habitación emergieron lentamente de las tinieblas: animales extraños, estatuas y oro, por todas partes el brillo del oro. Por un momento, que debió parecer eterno a los otros que estaban esperando, quedé aturdido por la sorpresa y cuando Lord Carnarvon, incapaz de soportar la incertidumbre por más tiempo, preguntó ansiosamente: «¿Puede ver algo?», todo lo que pude hacer fue decir: «Sí, cosas maravillosas». (Howard Carter, La tumba de Tutankamón, 1923, final del capítulo V; traducción de Rosa Portell, Ediciones Destino, 1988).

Esta misma secuencia es la que puede verse, dramatizada, al inicio del documental Tutankamón: el último viaje (tráiler), que podremos ver desde mañana en algunos cines de la geografía peninsular (consúltese aquí) de la mano de A Contracorriente Films, exhibidora española que en los últimos años, además de su programación habitual, ha llevado a la gran pantalla documentales sobre arte e historia. Y esta pieza en Hislibris debíamos verla y escribir la pertinente crónica que anime (y lo hacemos) a los espectadores a acercarse a una sala de cine y disfrutarlo. Lo anticipamos: vale la pena.

El documental, dirigido por Ernesto Pagano y con fotografía de Sandro Vannini (que además es productor, lo cual explicaría por qué aparece entre los entrevistados del filme), se estrenó en Italia en mayo, en Reino Unido a finales de agosto y llega a España (y a otros rincones del mundo) mañana, 4 de noviembre, exactamente cien años después de que aquel aguador encontrara el primero de los escalones que llevaba a la tumba de Tutankamón. Narrado  con su ronca voz por Iggy Pop en la versión en inglés para el mercado internacional –en Italia lo hizo Manuel Agnelli–, el documental tiene una doble trama argumental: por un lado, la historia del descubrimiento de la tumba en aquel noviembre de 1922 por Howard Carter y el equipo financiado por Lord Carnarvon, cuyas biografías conocemos con cierto detalle, aunque sin profundizar; pues, por el otro lado, y este el grueso de la pieza, se muestra los preparativos de la exposición internacional itinerante King Tut. Treasures of the Golden Pharaoh, que tuvo a la ciudad estadounidense de Los Ángeles como primera parada en 2019. Una exposición que reunió una selección de 150 objetos (de los cinco mil en total) del tesoro del faraón, conservados en el Museo Egipcio del Cairo y que pasarán a ser uno de los elementos destacados del próximamente inaugurado Gran Museo Egipcio de Guiza.

De hecho, el título original del documental –Tutankhamon. L’ultima mostra en italiano, Tutankhamun. The Last exhibition en inglés– deja bien claro lo que se sobreimpresiona en la pantalla al final del documental: que la exposición cuyos preparativos se muestra  en el filme será la última que contará con objetos originales de la tumba de Tutankamón. Y es que el Gobierno egipcio ha decidido que ya no saldrá del país ningún objeto de la tumba; se acabaron las exposiciones itinerantes, de las que ha habido muchas –desde la década de 1960, lo contaremos en la próxima reseña de un libro al respecto, publicado en inglés hace un año– y que han sido visitado por millones de personas interesadas en el Egipto antiguo en general y Tutankamón en particular. Ante la perspectiva de la próxima inauguración del Gran Museo Egipcio, un proyecto faraónico en sí mismo, y ante la idea de que sea Egipto quien se beneficie económicamente, más aún de lo que ha hecho en el último siglo, con las visitas de turistas de todo el mundo que irán en exclusiva a este nuevo espacio, resulta lógica la decisión del Gobierno egipcio: Tutankamón, como el resto de faraones, pirámides, tumbas y templos, es nuestro y nosotros lo “explotaremos”. Quien quiera ver los miles de objetos de la tumba de este faraón, que venga a Egipto.

De este modo, el documental trata menos sobre la figura del joven faraón que llegó al trono con apenas nueve o diez años de edad, de quien aún se discute quién fue su padre (¿Akhenatón? ¿Amenhotep III?) y que murió sin llegar a la veintena, siendo posteriormente víctima de la damnatio memoriae que sobre el período amarniano de la XVIII Dinastía se hizo a posteriori; también la dramatización del descubrimiento de la tumba y los trabajos de vaciado y catalogación de sus miles de objetos recibe un escueto espacio en el documental. El grueso del mismo, lo mencionábamos, son los preparativos de la que a la postre ha sido la última exposición itinerante sobre Tutankamón y que se vio afectada, además, por la pandemia de COVID-19 desde principios de 2020 y que en cierto modo ha acelerado el final de la exposición internacional para 2023. Y es una interesante mirada la de este documental, pues el espectador puede conocer de cerca los mil y un problemas de logística y seguridad que comporta una exposición de estas características. Un tema que suele ser desconocido para quienes no sean especialistas en museología y conservación de bienes arqueológicos: qué se cuece entre bastidores, cómo se crean y montan los espacios físicos de la exposición, qué tipo de obras se realizan para restaurar, a veces, los propios objetos, cómo manejarlos y, no menos importantes, cómo realizar una transferencia lo más segura posible desde su lugar de origen (el Museo Egipcio del Cairo) al lugar en el que recale la exposición itinerante (en este caso, Los Ángeles). Entrevistas con los organizadores y curadores de la muestra y con arqueólogos reputados –no puede faltar el ubicuo egiptólogo Zahi Hawass, ex ministro de Antigüedades egipcio y figura mediática en sí mismo–, permiten que el espectador sea consciente de lo que supone “hacer” en una exposición que visitarán millones de personas en todo el mundo.

Al mismo tiempo, los espectadores pueden (podemos) observar de cerca y en detalle algunos de eso 150 objetos de la exposición, casi como si estuviéramos a unos centímetros de sus vitrinas físicas: por ejemplo, una de las estatuas de los guardianes de la tumba, en madera y oro, y que en este breve vídeo comenta el amigo Hawass; o una de las enormes estatuas de piedra con el rostro del joven Tutankamón, que vemos trasladar y situar en uno de los espacios de la exposición. También se puede ver la fabulosa máscara de oro del faraón (véase por por delante y por detrás), una miniatura de la barca hacia la eternidad, pequeños objetos de uso cotidiano, estatuas de tamaño medio… y todo protegido por parte de los curadores de la exposición. Y es que hay que cuidar todas las fases de traslado, restauración y colocación de los objetos, procurar que no se dañen, catalogar y documentar los movimientos. Todo ello en apenas 80 minutos de metraje, que se hacen cortos, y con una exquisita fotografía –Vannini, fotógrafo además de productor del filme, se gana el sueldo, siendo además quien más ha fotografiado, con permiso de las autoridades egipcias, los objetos de la tumba de Tutankamón–, lo cual añade un plus a un documental que, diríamos, se sitúa por enfoque y desarrollo, por encima de la media de los que se han realizado sobre el mundo que rodea a este joven faraón.

Por tanto, lector curioso de arqueología y egiptología (quizá haya leído La maldición de Tutankamón de Joyce Tyldesley, que en breve volverá  a estar en las librerías), o quizá ya avezado en la materia, si te apetece ver un documental que trasciende lo habitual sobre el personaje y el descubrimiento de la tumba, quizá sea este el filme que te puede interesar; por mucho (o poco) que hayas leído sobre el tema, ver práctica y virtualmente in situ algunos de sus objetos, con el detalle que sólo a veces una cámara permite, disfrutarás este filme. Quien esto escribe lo hizo, pero ya le viene de fábrica. Un documental que será un evento limitado, por lo que no pierdas ocasión de poder acercarte a una de las salas donde podrá verse (repetimos, consulta aquí). Pues Hislibris Estuvo Allí.

     

10 comentarios en “H.E.A.: PRESENTACIÓN DEL DOCUMENTAL TUTANKAMÓN: EL ÚLTIMO VIAJE (ERNESTO PAGANO, 2022)

  1. Iñigo dice:

    Pinta genial, porque desde luego, los documentales que ayer programaron en la 2 a partir de las diez de la noche dejaron mucho que desear. Temas manidos y tesis reiterativas además de ese sonsonete sobre la maldición de Tutankamón que se repite constantemente. A ver si tengo oportunidad de echarle un vistazo.

    1. Farsalia dice:

      Vale la pena. Hay mucha bazofia divulgarizadora sobre el tema, como es esperar. De lo último que vi, hace unos días, es el primer episodio de la tercera «temporada» de Raiders of the Lost Past (BBC: 2022), presentador por Janina Ramirez (tráiler). No cuenta nada «nuevo» sobre Carter, Carnarvon, la tumba y sus tesoros, pero lo hace muy bien

    2. Farsalia dice:

      Vi el primer documental que emitió anoche la 2, La maldición de Tutankamón (Channel 5). Tiene entre sus alicientes la participación de una gran especialista, Joyce Tyldesley, por ejemplo, y relata bien el descubrimiento de la tumba. Pero no puede evitar caer en sensacionalismos amarillentos sobre la «maldición de la Tutankamón», casi desde el principio; por ejemplo, se dice que el día que Carter entró en tumba un halcón sobrevolaba el cielo (imagen de un halcón en el cielo en el documental) y que los trabajadores se dejaron llevar por la superstición… y sin solución de continuidad se añade que cuatro meses después murió lord Carnarvon. Sin más. Estupideces como estas…

  2. cavilius dice:

    Interesantísimo. Es bueno saber, entre el aluvión de documentales y publicaciones que el aniversario trae consigo, cuáles son las que vale la pena tener en cuenta.

    ¿Iggy Pop es el narrador?

    1. Farsalia dice:

      Ese Iggy Pop… pero con la voz más cascada (de la que ya la tenía).

  3. Iñigo dice:

    Lástima que en Pamplona no la traen a los cines…

  4. Valeria dice:

    Tampoco la traen a la lluviosa capital de la Gallaecia, por lo que acabo de verificar. Porca miseria…

    1. Iñigo dice:

      Acabo de descubrir que sí la proyectan en una sala y a una solo hora, las 17.30 de la tarde, imposible para mí. :-(

  5. cavilius dice:

    Pues a la ventosa Kallipolis (ventosa por el viento, no porque tenga propiedades succionadoras) tampoco la traen, pero al pueblo de al lado, que está a unas cuantas calles, sí. Así que p’allá que me iré en cuanto sople el ventoso viento…

  6. Garnata dice:

    Ya le venía siguiendo yo la pista hace tiempo. Y tengo la inmensa suerte de que a mi ciudad sí llega. Me siento afortunada:)

    ¡Gracias por la valoración!

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