EMBAJADA A TAMERLÁN – Ruy González de Clavijo
Hace unos diez años, la empresa donde trabajo ganó un proyecto en Uzbekistán. Allí mandaron a un grupo de supervisores y diseñadores desde Madrid. Entre ellos, uno de los mejores diseñadores de tuberías que he conocido, que por aquel entonces era un chavalillo. Pues este chico se fue soltero y volvió casado, tras un par de años, con una chica de allí. Cuando se conocieron, ella no hablaba español. Se llamaba Zomrad (la «z» suena como en inglés). Ella no lo sabía, porque no habla árabe, pero ese nombre es la iranización de la palabra árabe «Zamarrid», que significa «esmeralda». Sin embargo, sí hablaba ruso, tayiko, farsi y turco en varias variantes. Ahora además, habla español, claro. Si en lugar de llamarse así, se hubiera llamado «Luisa» o «Lola» y la vierais en Madrid o Cuenca, nada os haría pensar que no es española. Es de esas personas que le da al término «indoeuropeo» su verdadera dimensión.
Este párrafo introductorio es pertinente porque cuando mi compañero llegó allí, le dijeron «anda, español como Clavijo». Así fue cómo un conquense se enteró en Uzbekistán de que en el siglo XV, un español había cruzado medio mundo en misión diplomática, y por ello había quedado inmortalizado en un famoso fresco en un edificio construido por los gobernantes timúridas, y por eso hay una avenida en Samarcanda que lleva su nombre. En España nadie lo recuerda, pero traspasar unas semanas en Uzbekistán, cinco siglos más tardes le pusieron su nombre a una calle en una ciudad de la Ruta de la Seda.
Ruy González de Clavijo nació en la segunda mitad del siglo XIV en Madrid. Hombre de gran competencia y buena educación, sirvió a la casa real de Castilla durante muchos años. En la época del reinado de Enrique III, a finales del siglo XIV y principios del XV, ya se veía al imperio otomano como el gran enemigo de la cristiandad, y las noticias del gran éxito que Tamerlán tenía luchando contra ellos en su frontera oriental animaron a este rey a establecer contacto con él. Una embajada fue enviada y al menos un embajador de Tamerlán llegó a la corte española con una amistosa respuesta. Ruy González de Clavijo fue designado como jefe de la segunda embajada, que abandonó Madrid en 1403 rumbo a las misteriosas tierras de la Transoxiana timúrida. La ventaja que tenemos esta vez es que Ruy González de Clavijo fue escribiendo un detalladísimo relato de su viaje, que nos ha llegado hasta hoy, y que reseñamos aquí.
Embajada a Tamerlán es por tanto un informe diplomático con gran contenido geográfico y etnográfico, y también con cierta información histórica y costumbrista. Como el Imperio Otomano impedía una comunicación más directa, Clavijo cruzó el Mediterráneo y se adentró en el Mar Negro, hasta Trapisonda. Desde allí tuvo que avanzar con cuidado por el norte de Turquía, Iraq e Irán hasta llegar la Transoxiana. De todo este periplo deja un detallado relato, así como de todo lo reseñable que Clavijo encontró en su camino. Y aunque la fortuna hizo que no llegara a encontrarse con Tamerlán (o Tamurbec, como Clavijo lo llama) al salir este en campaña contra China, y la embajada quedó así sin completarse, su estancia en Samarcanda, acompañado de su séquito, no pasó desapercibida y fue tratado con mucha deferencia.
Siendo un hombre inteligente y culto, las observaciones de Clavijo son profundas e interesantes. Por ejemplo, la mejor descripción de las torres de calaveras por las que se hizo famoso Tamerlán. De hecho, Clavijo no las describe como pirámides, sino como torres, en las que los cráneos se alternan en capas con el adobe. Es por tanto un testimonio de muchísimo valor para los que tenemos interés en esa época.
Creo que la principal lección que se puede extraer de libros como el de Clavijo es que debemos borrar de nuestra mente todos esos mapas con líneas claras y definidas separando territorios e imperios. Si la corte de Castilla consiguió colocar establecer relaciones diplomáticas a principios del siglo XV con el gobernante de la Transoxiana, heredero del poder mongol, significa que ya entonces, el mundo comenzaba a hacerse pequeño.
La obra, siendo un informe para la Casa Real, carece de datos superfluos o grandes ejercicios de estilo o florituras. Se trata de un libro muy asequible y de extensión muy ajustada, que no podemos por lo tanto dejar de recomendar, sobre todos los que nos sentimos capaces de viajar simplemente con un libro en la mano.
Ruy González de Clavijo, Embajada a Tamerlán, edición de Ramón Alba. Madrid, Miraguano Ediciones, 2016 [1984], 264 pp.
¡Espléndido! Sobre González Clavijo y su viaje a la corte de Tamerlán leí hace poco en detalle en un espléndida y reciente historia del Islam a partir de quince ciudades, desde el siglo VII y hasta la actualidad, y que utilizaba mucho la crónica del noble castellano para describir cómo era la capital del timúrida (Samarcanda).
Ganas de viajar a la Transoxiana siguiendo sus pasos, ¿verdad?
Muy interesante. Un Marco Polo patrio del que no había oído hablar pero que resulta atractivo. Intentaré hacerme con el libro. Gracias por la reseña.
Amando este sitio web como no te imaginas. Le hace falta un tris de diseño pero de resto excelente.
Muy bueno