EL RÍO CONGO – Peter Forbath

EL RÍO CONGO - Peter Forbath

El río Congo, uno de aquellos lugares que durante siglos excitaron en Europa la imaginación, la codicia y el deseo de conocimiento. Presunto emplazamiento del reino del preste Juan; objetivo de sucesivas expediciones acometidas con propósitos misionales, comerciales, políticos o científicos; pesadilla de las aspiraciones humanitarias de Occidente una vez que se reveló el imperio de terror en que lo había convertido el rey Leopoldo II de Bélgica; el lugar en que Joseph Conrad atisbó el corazón de las tinieblas que se ciernen sobre la naturaleza humana… El país del Congo, en fin: un escenario privilegiado de hazañas y de horrores.

La primera etapa de la vigorosa y amena crónica trazada por Peter Forbath (1931-1998), quien fuera escritor y corresponsal en el extranjero para diversas publicaciones, aborda el terreno de la leyenda. Hubo un tiempo en que el acicate para las empresas de exploración en suelo africano provino en importantísima medida del brillante señuelo del preste Juan, supuesto rey y sacerdote a quien el imaginario medieval atribuía poderes mágicos y una fortuna fabulosa, y del que se esperaba prodigioso auxilio en la lucha contra el Islam. La búsqueda del legendario reino fue una de las motivaciones del expansionismo portugués del siglo XV, uno de cuyos hitos fue el descubrimiento en 1482 de la desembocadura del río Congo por el navegante Diogo Cão. El estuario del río era habitado por la tribu de los bakongos, quienes daban al río el nombre de nzere o nzabi, esto es, «el río que se traga a los demás ríos». Cão deformó la voz aborigen en Zaire, y éste fue el nombre que se aplicó al río hasta el siglo XVIII, cuando fue reemplazado por la denominación actual.

Los descubrimientos del Cabo de Buena Esperanza (1488) y del Brasil (1500) mermaron la importancia del Congo para la corona portuguesa, que trasladó su interés preferente hacia otras regiones del mundo. Con todo, los portugueses se inmiscuyeron en los asuntos locales y echaron a andar un programa de cristianización. Despuntando el siglo XVI, el «príncipe» Mbemba-a-Nzinga, bautizado con el nombre de Alfonso, ascendió con apoyo de los invasores al trono de los bakongos: instante promisorio para la política colonial del país europeo puesto que la fe cristiana del nuevo ManiKongo («rey») era sincera y ardiente, y alentaba además el deseo de europeizar a su reino. En 1507 envió a uno de sus hijos y a varios jóvenes de la nobleza a educarse en Lisboa; su solicitud de sacerdotes, comerciantes y artesanos fue correspondida por Manuel I, rey de Portugal. El intercambio comercial era provechoso para ambas partes. Se aceleró la conversión del pueblo bakongo al cristianismo. Por desgracia, la halagüeña perpectiva quedó en agua de borrajas. Desde que traficantes de esclavos penetraron en la cuenca del Congo -con autorización del monarca portugués- e involucraron a potentados locales en sus negocios, las relaciones entre bakongos y portugueses se agriaron. (La esclavitud era una práctica habitual entre los pueblos de raza negra, explica Forbath, pero revestía la forma de castigo a plazo y no implicaba una absoluta y sempiterna degradación.) Ninguna de las tentativas de Alfonso para cesar el tráfico tuvo éxito, incluyendo sucesivas misivas al nuevo rey de Portugal, Juan III. Lo que sí cesó fue el arribo de misioneros y artesanos. Alfonso, empero, no perdía su fe en Portugal, al que envió diez jóvenes parientes con la intención de que se beneficiaran de las virtudes de la civilización; todos ellos acabaron como esclavos en Brasil.

El mismo comercio de esclavos fue la razón de que la supremacía portuguesa en costas de África occidental se viera amenazada. A los ataques perpetrados desde el decenio de 1560 por corsarios ingleses y franceses siguió en 1641 una incursión holandesa en litoral angoleño, la que consiguió apoderarse de un importante enclave portugués. Después de recuperarlo, los portugueses aplastaron una sublevación de los bakongos y decapitaron al ManiKongo, en 1665. En adelante la colonia languideció en una generalizada corrupción, y cualquier posibilidad de buen entendimiento entre negros y blancos se vio reducida al abastecimiento de esclavos.

El capítulo portugués cede paso al de las expediciones del siglo XIX, la mayoría por iniciativa británica. El corazón entero del continente africano era para Occidente un inmenso espacio en blanco. ¿Cuáles eran las fuentes del Nilo? ¿Eran los ríos Níger y Congo un solo curso fluvial? ¿Qué posibilidades brindaba el ignoto territorio al expansionismo europeo? ¿Cuántas almas paganas había por civilizar? La primera expedición seria al río Congo fue la comandada en 1816 por el capitán de la marina real británica John Tuckey, auspiciada por el gobierno de su país. Su principal objetivo era descubrir la desembocadura del Níger, que simultáneamente era recorrido por otra expedición británica; ambas fracasaron estrepitosamente, vencidas por la ardua geografía, las enfermedades y problemas de avituallamiento. Sólo en 1830 se comprobó que no había ninguna relación entre los dos ríos. En adelante la narración se enfoca en la historia mejor conocida de las travesías de Burton, Speke, Livingstone y Stanley (por mencionar a los exploradores más célebres). El interés primordial de todas ellas residía en la búsqueda de las fuentes del Nilo, relegando el Congo a un segundo plano (así ocurre en largos pasajes del libro, sin que por esto la narración pierda un ápice de interés). Por fin, Livingstone y Stanley emprenden en sucesivas expediciones el cruce transversal del continente, y es el segundo el que logra completar la proeza de recorrer la mayor parte del río Congo –o su proximidad, cuando la navegación resultó impracticable-. Una aventura colmada de peligros y dificultades, cuya relación constituye uno de los episodios prominentes del libro.

Stanley se convirtió luego en agente de Leopoldo II. En mala hora: según Mario Vargas Llosa, el que fuera rey de Bélgica entre 1865 y 1909 debería figurar junto a Hitler y Stalin en el listado de criminales políticos más sangrientos del siglo XX. Es también la hora más sombría del país del Congo. Leopoldo lamentaba la “postergación” de Bélgica en el reparto de colonias entre las potencias imperiales, y sólo pudo resarcirse haciendo de la apropiación del Congo una empresa privada. Con falsos pretextos humanitarios y bajo el manto de complejas artimañas legales, Leopoldo II sometió al país a una despiadada explotación que, gracias sobre todo a la extracción de caucho y marfil, le redituó una inmensa fortuna personal. Diversos testimonios acerca de las medidas coercitivas aplicadas a la población nativa encendieron la alarma en Europa. La explotación comprendía incursiones punitivas en poblados que no satisfacían las cuotas de caucho establecidas: el castigo se resolvía en ejecuciones en masa, violaciones, saqueo, toma de rehenes, flagelaciones y mutilaciones. Visitantes ocasionales podían constatar el rigor del expolio con sólo ver personas de raza negra a las que se había cercenado las manos, o las piernas. El escándalo dio lugar a una tenaz campaña política y propagandística en contra del monarca belga, la que se plasmó en una serie de artículos de prensa y libros de denuncia y en la actuación del movimiento antiesclavista inglés. El momento culminante sobrevino con una serie de despachos acusatorios remitidos al gobierno británico por el cónsul inglés Roger Casement. Por fin, una comisión internacional de juristas inspeccionó el Congo en 1905 y confirmó el Informe Casement. La presión internacional forzó la renuncia de Leopoldo a su control del falazmente denominado Estado Libre del Congo, y en 1908 el parlamento de Bélgica aprobó su anexión al Estado belga.

Tras un epílogo que informa sobre la independencia del país, el libro concluye con un capítulo adicional escrito por José Luis López Cortés, abocado a la turbulenta historia de la llamada República Democrática del Congo entre 1965 y 2002.

El río Congo fue publicado en inglés en 1977 y tuvo una calurosa acogida por parte tanto de la crítica como del público; puede decirse que desde entonces conserva todo su interés. En lo personal reprocharía a la edición en castellano la ausencia de mapas, sensible falta en un texto que clama por ellos.

– Peter Forbath, El río Congo. Turner / Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002. 486 pp.

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19 comentarios en “EL RÍO CONGO – Peter Forbath

  1. ARIODANTE dice:

    Una reseña completísima, Rodri. Me interesa muchísimo el tema, porque como sabes, leí la biografía de Stanley en la que corrobora lo que cuentas del terrorífico rey Leopoldo. Es pasmoso lo que ocurrió alli bajo sus auspicios. Sin embargo, de todo lo anterior al siglo XIX no tenía apenas noticia, y me resulta muy muy ilustrativo lo que nos cuentas. El libro parece que no deja cabo suelto.

  2. Rodrigo dice:

    Eso pienso, Ario.

    La lectura de este libro me ha abierto el apetito con respecto a Stanley y lo del rey Leopoldo. Espero hacerme con el libro de Bierman, aquel que tú reseñaste. Y sé de uno que es referencia obligada para el asunto de la explotación del Congo por el rey belga: El fantasma del rey Leopoldo, de Adam Hochschild (Península, 2002); a ver si me topo alguna vez con éste. Es de publicación posterior al de Forbath.

  3. ARIODANTE dice:

    El que yo reseñé está descatalogadísimo; como no sea que alguien haya hecho una nueva edición por las américas…en fin, a lo mejor en una biblioteca tienes suerte y lo encuentras.

  4. Bula Matari dice:

    Si alguno quiere leer algo más de este autor:
    http://www.edicionespamies.com/libros.php?libro=22
    Por cierto, tiene una novela histórica buenísima, THE LAST HERO, que narra el último viaje de Stanley a África. Os la recomiendo a todo el que lea en inglés. Me temo que no va a ser traducida ya que son 1.200 páginas y el coste de traducción es una locura. Lo dicho, espectacular novela.

  5. Rodrigo dice:

    Argg, publicado en 1993, única edición. Habrá que husmear en bibliotecas y librerías de viejo.

  6. juanrio dice:

    El fantasma del rey Leopoldo te habla bien claro de las barbaridades que hizo este en el Congo. Tampoco queda en buen lugar Stanley, ni por supuesto la colonia belga en el país. Gran reseña, Rodrigo, a ver si me topo con el libro.

  7. Rodrigo dice:

    Pues qué ganas de leer el libro de Hochschild, Juanrio.

    Gracias por la información, Bula Matari. Añadir que Edhasa publicó el 2000 una novela de Forbath sobre la conquista del Congo por los portugueses: Congo luso.

  8. ARIODANTE dice:

    Vaya, Bula Matari, se nota que Stanley es para ti un personaje admirado…a juzgar por tu nick.

  9. juanrio dice:

    Ayer mismo me enteré de que la editorial Ediciones del Viento va a publicar otro libro sobre el Congo, pero no tengo más datos, ya que sólo vi una foto de la portada, en la que no se apreciaba el autor, y en su web aún no aparece. En cuanto que me manden la novedad, la colgaré en NCH.

  10. ARIODANTE dice:

    uyuyuy….estaremos al acecho.¡Ojo avizor!

  11. Rodrigo dice:

    Bueno, esa misma editorial publicó el año pasado un libro de cierto Theodore Westmark, Tres años en el Congo:

    http://www.novedadesconhistoria.com/novedades/tres-anos-en-el-congo-theodore-westmark

  12. Rodrigo dice:

    Novedad de la era pre-juanresca en NcH. ;-)

  13. Vorimir dice:

    Tengo una novela suya, «Congo Luso», sobre la conquista portuguesa del país. Alguna vez la he tenido en la mano para ver si me decidía o no, y siempre la devolvía a su sitio. Con la pila que tengo… me temo que allí se quedará por un buen tiempo.

  14. Urogallo dice:

    Yo «Congo Luso» y «El fantasma del Rey Leopoldo» las he tenido las dos a mi alcance por pocos euros, y nunca me han interesado. Vamos, no me han interesado ni gratis, así que ya os podriaís esforzar en tejer una buena reseña para animarme.

    «El corazón de las tinieblas», que buen nombre para el río Congo. Recientemente, leyendo sobre la Historia de Portugal, me encontré con el corazón de las tinieblas portugués. Fuera de unas cuantas factorias costeras, destinadas sobre todo al tráfico de esclavos, el interior de Angola era un territorio libre donde se extendía el poder de potentados portugueses que habían formado sus reinos independientes, vagamente sometidos al lejanísimo gobierno de Lisboa.

    Misteriosa y exótica reseña Rodrigo, como el propio corazón de las tinieblas.

  15. Rodrigo dice:

    Sí, muy bueno lo de «corazón de las tinieblas». Es que ese Conrad algo sabía de juntar palabras.

    Gracias, Uro.

  16. Valeria dice:

    En mi reciente visita a Lisboa, en el Museo Marítimo descubrí -en mis propias carnes- que con frecuencia se desconoce la importancia de las exploraciones portuguesas en el África Austral. Lamento profundamente mi mala memoria, pero mucho antes que los británicos, incluso del orden de dos siglos antes, ya había exploraciones portuguesas, incluso de oficiales de la armada, que habían atravesado Africa de costa a costa.

  17. ARIODANTE dice:

    Tienes todita la razón; yo también visité esa maravilla de museo naval en Lisboa.

  18. María dice:

    Sí! Qué bien me viene esta recomendación. Muchas gracias. Me leí hace poco El corazón de las tinieblas y me moría de miedo pensando en Kurt. Luego me prestaron la novela Vagabundo en África, de Javier Reverte. La verdad es que me encantó, sobre todo la primera parte, en la que relata su viaje por Sudáfrica hasta llegar al río Congo -cuando remonta el río el libro se me hizo algo más pesado, aunque entiendo el entusiasmo del autor, sintiéndose como Conrad-. Aprendí mucho sobre Rhodes, al que odio desde entonces, y sobre Stanley, que tampoco era ningún angelito. En cambio, Brazza caía muy bien a los africanos, ¡y a mí también! Y ahora que el tema del imperialismo está de moda en mi vida, me voy a leer este libro y ya os contaré (aunque primero voy a terminar Dime quién soy, que me tiene superenganchada).
    Graciñas.

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