EL QUESO Y LOS GUSANOS – Carlo Ginzburg
Curioso título para un libro del que existen estupendas referencias; tanto que suelen calificarlo como un clásico de la historia cultural -palabra de entendidos-. Subtitulado El Cosmos según un molinero del siglo XVI, su autor es el historiador italiano Carlo Ginzburg (n. 1939). Originalmente publicado en 1976, ha sido traducido a muchos idiomas y es objeto de continuas reediciones (en castellano ha conocido cinco ediciones por Muchnik Editores y dos por Península). Consiste en un estudio de mentalidades abocado a la relación entre cultura popular y cultura dominante -o de las élites- en el contexto deparado por una vasta porción de la Europa del siglo XVI. El título alude al núcleo de la cosmogonía del molinero Domenico Scandella, apodado Menocchio y natural de Friuli, quien concebía el origen del universo a la manera del queso en que surgen gusanos: el cosmos como sustancia primordial, informe y densa, de la que nacen los seres vivos, los ángeles en primer lugar y luego los hombres.
Menocchio profesaba el catolicismo, pero su espíritu inquieto e imaginativo lo llevó a leer libros no siempre ortodoxos –el Corán entre otros-. Su concepto del universo era rudimentario, analógico, parcialmente basado en la observación de un fenómeno tan concreto como menudo: la descomposición del queso. En él y en el conjunto de las ideas sustentadas por el molinero (no siempre tan elementales) convergían los siguientes factores: una primaria alfabetización (que le permitió acceder a la cultura de la palabra impresa), creencias populares (provenientes de una tradición ancestral oralmente transmitida), y recepción de ideas propaladas por sectas heréticas. Era, pues, una cosmovisión personal sincrética e ingenua, pero también tan osada como podía ser la de un campesino autodidacta en su tiempo y lugar.
El Menocchio estudiado por Ginzburg parece ser un caso extraordinario de avidez cultural, por así decir, contestataria, refractaria al saber ‘oficial’ y potencialmente rebelde ante la autoridad. Sus ideas ocasionan extrañeza y a veces pasmo entre las gentes que frecuenta. Algo interesante: Menocchio no es simplemente una caja de resonancia de ideas circulantes, sino una inteligencia activa que se apropia de una parte del conocimiento disponible, lo tamiza y lo reelabora a su manera (asistemática y bastante contradictoria). Es la ambigüedad tipológica del discurso del molinero (ni puramente tradicional-premoderno ni enteramente libresco o moderno, definitivamente a caballo entre el mythos y el logos) lo que permite a Ginzburg abordar la dinámica entre las vertientes culturales que en él confluyen.
Las ideas del molinero son heterodoxas, claro está. El hombre no se ha cuidado de exponerlas y discutirlas con quienquiera que sostuviese tratos con él. Acusado de herejía, es procesado dos veces por la Inquisición; el segundo juicio culmina en condena a muerte: Menocchio es ejecutado en 1599. Su caso representa un conflicto entre dos formas de pensamiento, la de la ortodoxia doctrinal eclesiástica y la de un hombre del vulgo; es un conflicto tan asimétrico como se puede suponer, cuyas claves mediatas remiten a las graves tensiones de índole política, social y cultural de la época –Reforma Protestante y Contrarreforma de por medio; en la misma época tenía lugar el proceso mucho más emblemático contra Giordano Bruno-.
El libro escudriña pormenorizadamente el bagaje cognoscitivo de un hombre de origen humilde (no especialmente pobre), rastrea las fuentes que habrían nutrido dicho bagaje y analiza el modo en que el personaje ha procesado sus lecturas. El propósito es, en palabras del autor, «reconstruir un fragmento de lo que se ha dado en llamar «cultura de las clases subalternas» o «cultura popular»». Ginzburg basa su estudio en las actas inquisitoriales pues éstas ofrecen el registro del pensamiento del molinero y el de sus contrastes con el saber hegemónico.
Ahora bien, teniendo en cuenta lo atípico de Menocchio, un hombre que escribe con dificultad pero cuyas lecturas lo sitúan fuera de la media, ¿se lo puede considerar representativo de la cultura popular predominantemente oral de la Europa preindustrial? A esto responde Ginzburg afirmando que «De la cultura de su época y de su propia clase nadie escapa, sino para entrar en el delirio y en la falta de comunicación». En opinión del historiador, en las declaraciones del molinero ante los inquisidores existen indicios de una cultura rural común, convergentes con otras manifestaciones de su tiempo. Ginzburg aporta algunas pruebas que demuestran –o demostrarían- que el molinero no estuvo solo en su forma de pensar. Por lo tanto, «también un caso límite (y el de Menocchio lo es) puede ser representativo».
Nuestro historiador comprende la relación de los acervos popular y de élite en términos de circularidad, esto es, de interacción y reciprocidad. Ginzburg se decanta contra una concepción aristocratizante de la cultura, que reduce el saber popular a la condición de subproducto de la alta cultura, pero también contra la eventual idealización de una cultura popular presuntamente autónoma y autosuficiente.
Tres conclusiones destacables a las que llega el autor son: 1) gran parte de la alta cultura europea, medieval y postmedieval, tiene importantes raíces populares (“Figuras como Rabelais y Brueghel no fueron probablemente espléndidas excepciones”); 2) a un período de fecunda interacción cultural entre las clases siguió uno de adoctrinamiento unilateral (o aculturación) de las clases subalternas por las clases dominantes, más o menos a partir de la mitad del siglo XVI; 3) el caso del molinero Menocchio se inscribe en una política de control social por medio de la represión de la cultura popular.
El queso y los gusanos no es en absoluto una de esas «incursiones ilegibles en Jerigonza Superior» (la frase es del historiador Tony Judt). El muy esclarecedor prefacio, la llaneza y amenidad de la escritura y la brevedad lo vuelven una lectura apta para el público aficionado a la historia, en general. Ginzburg sigue la pista del pensamiento del molinero como si de un caso detectivesco se tratase; de hecho, cierta importante reseña consignó en su momento la idea de que el libro «contenía una novela policial» (fuente). En mi opinión, proporciona una espléndida oportunidad para aproximarse a materias de amplio interés.
Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. Editorial Península, Barcelona, 2008. 220 pp.
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Muy buena reseña, Rodrigo. Ese libro lo leí en la facultad, ese Menocchio no tiene desperdicio.
saludos
Interesane libro, Rodrigo.
Ojalá hoy en día la gente buscara más formarse una opinión que adoptar la de turno.
Qué curioso, mi hermana lleva años hablándome de ese libro y diciéndome que lo lea. Esta reseña es otra razón de peso para que me salte la regla griega y lo haga; pero saltarme la regla del tiempo, ya es otro cantar…
Un placer, compañeros.
Por supuesto, no puedo estar más de acuerdo contigo, Aretes.
Cavi, que llevas tiempo desintoxicándote. No quisiera ser el responsable de la más que probable recaída. ;-)
Este trabajo de Ginzburg, junto con Montaillou del francés Emmanuel Le Roy Ladurie, son las obras más logradas y angulares de la denominada «micro historia».
Saludos
Tomo nota. Gracias por la información, Ignacio.
No lo he leido, pero en dos asignaturas de la carrera lo mencionaban y contaban su temática, y era uno de los libros «totem» en el estudio de las mentalidades.
Lo malo es que cuando recuerdo las asignaturas me dan sudores frios.
Buena reseña Rodrigo.
Gracias, Vorimir.
Mira lo que son las cosas: a mí me hubiese encantado estudiar libros de este tipo, en caso de haber cursado Historia. Y estuve tan cerca…
Una reseña excelente, de un tema que no me suena de nada, ¡es curiosísimo! En fin, habrá que documentarse…Feliz rentrée, Rodri, tras tus vacaciones veraniegas.
Gracias, Ario. Y sí, vuelvo recargado. Creo. :-)
Estupenda reseña, Rodrigo. No había oído hablar del libro hasta que, un poco después de leer El turno del escriba (y pensando en hacer la reseña, https://www.hislibris.com/?p=519) leí un comentario de Soledad Quereilhac en el diarío La Nación en el que criticaba de forma bastante cruda la novela. En esa crítica mencionaba que la teoría cosmogónica que esbozaba Rusticello se apoyaba muy claramente en la obra de Ginzburg. En aquel momento me causó cierta desazón no conocer quién era el tal Ginzburg pero no hice ningún intento por remediarlo. Tu reseña viene, por tanto, a iluminar mi ignorancia, con lo que estoy doblemente agradecido.
Bueno, entre todos nos vamos… iluminando.
Honrado de haberte sido útil, Pepe.
Qué barbaridad, Rodrigo, no dejas de sorprenderme.
Yo tampoco había oído hablar nada del libro, ni del protagonista, ni del autor. ¿Pero dónde encuentras estas joyas, hombre de Dios?
Me ha gustado tanto tu reseña que acabo de añadir este libro a mi lista de “Libros interesantes”, de la carpeta de Favoritos. Lista que, por cierto, no deja de crecer y crecer y crecer…
Del enlace que has puesto destacaría esto:
«Los inquisidores pensaron que los libros pueden ser peligrosos. Tenían razón. Históricamente, ha habido muchas maneras de controlar el potencial peligroso de los libros. La censura es una de ellas; otra es la televisión (un rival mucho más eficaz)».
Real como la vida misma. Y es que yo creo que la cultura de un país es inversamente proporcional al número de horas que ve la tele.
Sobre cómo la Inquisición constreñía la libertad de las gentes, copio una frase de la novela “El ermitaño del rey”, de Julio Manuel de la Rosa:
El verdadero mal de la Inquisición no estaba tanto en sembrar el miedo a los tormentos y la hoguera, sino meterle al hombre en la cabeza el pánico al pensamiento.
En la novela, es Benito Arias Montano quien habla.
Mi querida Ascanio, me enteré de la existencia del autor y del libro en aquellos días en que estudiaba a la fuerza cosas más o menos relacionadas. O sea, en la Facultad. Y el año pasado tuve intención de asistir a una charla o conferencia dictada por Ginzburg acá en Chile, pero por razones de trabajo no pude hacerlo. En fin, más de una década después he saciado al fin la curiosidad que el libro me había despertado. El resultado ha sido muy satisfactorio.
Oye, lo de la televisión también me impactó. Yo diría que por estos lares estamos perdidos.
Muy buena la cita. Me anoto la novela.
Gran reseña Rodrigo.
Un libro que siempre he tenido en el punto de mira y que ahora pienso leer ávidamente.
saludos a todos.
Pues qué gusto tenerte por aquí, Nando.
La reseña se sonroja de placer al saber que al menos consigue llamar la atención sobre un libro que mucho se la merece. La reseña, ¿eh?
Saludos.
Hola amigos, me toca estar estudiando por la maestria en Desarrollo Cultural Endogeno y en mis lectura he llegado hasta aqui, los saludo desde Venezuela y les comento que al leer sus comentarios del libro y las fuentes que utilizo Guizburg para realizarlo me ha resultado de lo mas interesante, ahora debere leerlo para poder disfrutarlo y comprenderlo. Gracias. Manuel Tami
Leí este libro hace 25 años y en todo este tiempo lo he recomendado. Ayer lo comentaba con una amiga y al buscar mas información sobre él, he encontrado tu artículo. Es inmejorable voy a añadirlo a las referncias sobre el tema. Muchas gracias por tu aportación Marcela
excelente reseña, la encuentro muy util para mis estudios de Historiografía
¿se cuentan los agujeros? ¿o se cuentan los gusanos? = soy un queso, no entendí a que se aplica el título … el poder se aplica en sentido adverso: la ignorancia es dominante en más de un sentido, desde el poder ignorante el discurso se impone y se ejecuta no solamente el discurso solamente, también conlleva al ejercicio de la violencia en contra del otro ignorante… de las reglas sociales de la dominación.
Soy ingeniero, geologo, y actualmente estoy en Historia, apenas he estudiado letras y ahora me estoy enriqueciendo de ellas. Me exigieron leer este libro y la verdad me libera la mente de prejuicios y cada uno debe vivir en este mundo como le dicta la conciencia pero con poca influencia externa. Muy buen libro, si señor.