EL MUNDO SEGÚN LOS VICTORIANOS – David Newsome

EL MUNDO SEGÚN LOS VICTORIANOS, David NewsomeSiglo XIX, el del auge del Imperio Británico y del extenso reinado de Victoria I (que se prolongó de 1837 a 1901). El Rule Britannia resonaba en apartados rincones del globo. Ahora bien, ¿qué pensaban y en qué creían los británicos de la era victoriana? ¿De qué manera se representaban su país, el mundo y su época? Las historias generales suelen arrojar luz sobre cuestiones de esta índole, pero no está de más aproximarse a ellas por medio de un estudio monográfico. El libro de Newsome, cuyo subtítulo es Percepciones e introspecciones en una era de cambio, representa una buena oportunidad para hacerlo.

David Newsome (1929-2004) fue un historiador inglés especializado en historia eclesiástica y social de la era victoriana. El mundo según los victorianos, publicado en 1997, fue su último trabajo. En él se encuentra una llamativa recreación de los imaginarios y paradigmas culturales vigentes entre los ingleses de tiempos de la reina Victoria. Valga la pluralización del objeto de estudio, «imaginarios», «paradigmas», y es que el libro pone de manifiesto que los victorianos estaban lejos de sustentar una única y monolítica concepción del mundo. Si no había verdadera homogeneidad social (v. gr.: el discurso político de la época refrendaba la consigna de las «dos Inglaterras», la rica y la pobre), tampoco la había en lo cultural.

El autor opta en bien de la síntesis por restringir su estudio a Inglaterra, y espera que la consideración del trasfondo histórico ocupe poco espacio.  El expreso anglocentrismo de la obra queda patente en su prescindencia de las restantes perspectivas insulares (escocesa, galesa e irlandesa). Sin embargo, en largos pasajes no hay tanto un estudio de imaginarios y capital cultural como una –de todos modos- interesante  caracterización social, económica y política de la Inglaterra victoriana. Por supuesto, se trata de un material que proporciona buen sustento a la comprensión del tema central.

Los cinco capítulos del libro abordan materias relativas a: 1) la realidad interna del país; 2) el Imperio y el exterior; 3) la consideración del pasado (asociada ante todo a la «reacción del romanticismo» y su ethos antimoderno); 4) religión, moral y espiritualidad; 5) el complicado final de siglo, con una acentuación de la sensación de cambio y una no siempre optimista proyección hacia el futuro. Suficiente estructura para un ensayo que no pretende ser un inventario esquemático de ideas.

En el período de más de medio siglo que fue la era victoriana, ideas y tendencias no podían permanecer inalterables. Fue el caso del culto del heroísmo, con un Thomas Carlyle (autor del ensayo Los héroes) como su sumo pontífice: pleno de vitalidad mediado el siglo XIX, en las postrimerías del mismo este culto decaía notoriamente.  La diversidad de corrientes de pensamiento y modas culturales no siempre se verificó en relaciones de rivalidad o de mutua exclusión; algunas de ellas podían coexistir en términos de afinidad y convergencia. Hubo a lo largo de la época una veneración del mundo antiguo y un énfasis constante en la cultura clásica como fundamento de la educación –cada vez más enfocada en Grecia en vez de Roma-; pero también la exaltación de la Edad Media fue un factor cultural recurrente.  La literatura romántica, que alcanzó su cenit en las décadas precedentes pero cuya influencia se dejó sentir por largo tiempo, bebía de ambas fuentes -y consolidó una perdurable helenofilia-. La llamada poesía victoriana (Tennyson, Arnold, Browning) fluctuó entre los temas de inspiración griega y los de aura medieval. En cambio, menos posibilidades de conciliación podía haber entre los epígonos del romanticismo y los partidarios del racionalismo. La teoría evolucionista formulada por Charles Darwin fue un nuevo foco de disenso (causa de tensión espiritual en su propio autor, hombre de fe cristiana). Por otra parte, identidades estéticas y preferencias valóricas  podían muy bien cruzarse con las identidades políticas sin producir una única amalgama «partidaria»: así como Carlyle profesaba un conservadurismo recalcitrante, William Morris, representante de una generación posterior de añorantes del medioevo, se volcó a un socialismo progresivamente radical. En materia de afinidades culturales, no hay simplismo que valga.

Conforme maduraba el período despuntaba una sensibilidad que pronto se tendría a sí misma por finisecular, agorera y pesimista como solía ser en aquel tiempo, propensa a detectar fisuras en la (relativa) comunidad de creencias y propósitos que convocara antaño a muchos de los ingleses. Se anunciaban días de crisis. Pero ya antes hubo voces disonantes, críticas de las rachas de autocomplacencia colectiva. Carlyle y Matthew Arnold (poeta y crítico cultural) tronaban contra lo que consideraban como mezquina adoración del dinero y empequeñecimiento moral de sus compatriotas, presuntamente inficionados de «filisteísmo»; el periodista y político William Cobbett denunciaba la rapacidad de la economía capitalista; Dickens abogaba en sus novelas por los pobres y los marginados; destacados pensadores y autoridades religiosas se oponían a doctrinas por entonces boyantes como el utilitarismo y el positivismo, íntimamente relacionadas con el progreso científico y la industrialización.

Que alentaba en muchos victorianos un aire de superioridad, una arrogancia frecuentemente teñida de chovinismo y de racismo; que amplios sectores de la sociedad inglesa se dejaban ganar por un moralismo gazmoño; que el imperialismo británico se revestía de un aura misionera (la «carga del hombre blanco» proclamada por Kipling), más bien chocante para el sentir actual: de estas y otras cosas hay suficiente constancia en el libro, mas sin reducirlas a estereotipo. Newsome trabaja el tema con razonable distancia, sin incurrir en apología ni en iconoclasia de lo victoriano. Así como deja traslucir su entusiasmo por la época y por sus gentes, él mismo se opone a su idealización.

Según el autor, aun en el predominio de una ufana conciencia de sí mismos solía infiltrarse, en aquellos ingleses, una impresión de precariedad e incertidumbre. En el plano interno no las tenían todas consigo; multitud de problemas económicos y sociales exigían urgente atención. Las conquistas científicas y tecnológicas que de continuo se verificaban -para fascinación y provecho de muchos- inducían a una cierta zozobra espiritual, vinculada a una inquietante sensación de transitoriedad.  La agitación de los tiempos hallaba su símbolo en el triunfo de los nuevos medios de transporte, el tren y el tranvía eléctrico; lo que para algunos era indicio de avance, para otros lo era de decadencia.  No menos decisivo era el que la propagación de teorías científicas como la de Darwin suscitase terribles conflictos morales, incluso el repudio de quienes veían amenazadas las certezas provistas por la religión.

El libro da cuenta de contradicciones y paradojas que por entonces cundían.  Por ejemplo, el que, en medio de una prodigiosa revolución científico-industrial, notables inventores y hombres de ciencia siguieran siendo objeto de discriminación social, lo mismo que las ciencias y la tecnología fueran persistentemente relegadas por el sistema educacional inglés; en efecto, las universidades tardaron bastante en incorporarlas en pleno a sus programas de estudio (factor, conjetura Newsome, del rezago industrial que luego experimentaría el país frente a la rival Alemania). O el malestar con la modernidad, que a lo largo de la época tuvo diversas manifestaciones. Entre otras, el amplio crédito que por momentos tuvo la idea de que el industrialismo amenazaba el patrimonio cultural y espiritual británico, especialmente el inglés; la nostalgia de lo medieval que celebridades como Carlyle, Ruskin, Morris y los prerrafaelistas mantuvieron en el candelero; la insatisfacción de librepensadores varios ante los límites de la realidad, tal que optaran por sumirse en una compulsión por lo paranormal  (compulsión que contribuyó al auge de tendencias como el ocultismo, el mesmerismo y el espiritismo).

Para terminar diré que me ha parecido un libro interesante y de lectura muy asequible. Además, no es muy extenso.
– David Newsome, El mundo según los victorianos.Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile/Barcelona, 2001. 337 pp.

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22 comentarios en “EL MUNDO SEGÚN LOS VICTORIANOS – David Newsome

  1. Ariodante dice:

    Bueno, Rodri, una reseña muy completa, me has dejado k.o….creo que la voy a copiar y leerla con más calma. Al ver la imagen de cabecera, pensaba en el libro de Strachey, Victorianos Eminentes. Pero despues he recordado que me habalste de esta reseña hace un cierto tiempo.

    A mi precisamente me interesa muchísimo el mundo victoriano; no porque concuerde con sus más destacados epígonos o sus cualidades más llamativas, precisamente..pero en ésa época se dan los escritores británicos que más me interesan, surge el grupo de Bloomsbury, con el que en muchas cosas me identifico (en otras no, claro), que reacciona contra el victorianismo pero está dentro de él, aunque sea en sus coletazos finales, en fin, es la época de las grandes exploraciones, la gran colonización de la India, la revolución industral…no me quero explayar que ya te has explayado tu bastante.

    Al menos, podrías haber colocado algún párrafo separado, para darnos tiempo a respirar…eso es lo que encuentro criticable en tu reseña. Y una cierta reiteración expositiva. Aun así, querido Rodri, creo que el libro debe ser magnífico, ya que la reseña lo es.

  2. pepe dice:

    Excelente reseña, Rodrigo. Al contrario que Ariodante, yo he encontrado en ella sólo virtudes y ningún defecto, a pesar de que siempre leo tus reseñas con el secreto deseo de encontrar alguno. Hay muchos temas de discusión posibles. A mi me produce cierta curiosidad, por ejemplo, eso del mesmerismo. Nunca he sabido bien si el fulano era un charlatán o un científico, porque lo del magneismo animal siempre me ha sonado a otra cosa, tú ya me entiendes…

  3. Rodrigo dice:

    Pues sí, Ario, he estado algo reiterativo. Lo siento. Pero oye, el libro que mencionas: sí que me gustaría leerlo. Lytton Strachey era justamente uno de los del Círculo de Bloomsbury. Una de mis muchas tareas pendientes es la de profundizar en su conocimiento (un poco siquiera).

  4. Rodrigo dice:

    Je, je… Creo que entiendo, Pepe.

    Sobre el mesmerismo no sé mucho. Especulando sobre su origen, supongo que se relaciona con el auge de la ciencia en el siglo XVIII. Es posible que el tal Mesmer, que era médico (lo acabo de verificar en google), se tuviese sinceramente por científico y como tal formularía su doctrina, teoría o lo que fuese. Me atrevo a creer que entre los pioneros de la ciencia moderna –y no sólo los de las ciencias naturales o exactas- habría una buena cuota de charlatanismo, sobre todo para colmar vacíos por entonces difíciles de cubrir por la vía experimental; pero también contarían otros factores, como los de índole estrictamente personal: ambición, afán de prestigio, tener con qué llenar la olla, etc. Pero sí, también me gustaría saber qué tanto de derechamente fraudulento habría en el mesmerismo, considerando que resultó ser una patraña.

    Mmm, a propósito, la misma pregunta me he hecho acerca del hipnotismo y la frenología, por ejemplo (atendiendo que el hipnotismo tiene fundamentos científicos, aunque a uno como servidor, que no tiene idea de sicología y nunca se ha dejado hipnotizar, todavía le parece raro).

    Gracias por el comentario.

  5. Ariodante dice:

    Pues yo también creo que lo del mesmerismo era un timo. Circulaba como algo semejante a sociedades secretas, reclutando ingenuos, y mayoritariamente, ingenuas ¿no? Aunque no estoy demasiado informada.
    Resumiendo un poco, entiendo que lo que plantea Newsome es que el espíritu del victorianismo era algo asi como la mojigatería invadiendo terreno público, ¿no? Que es como se entiende el rechazo a Darwin, y, por ejemplo, el caso del Capitán R. F.Burton, que fue marginado de la sociedad geográfica y mayoritariamente se apoyó a Speke, en el asunto del descubrimiento de las fuentes del Nilo, porque Burton era un personaje conflictivo (y además, de un físico poco británico, todo hay que decirlo) mientras que Speke era el niño bueno…
    Por otra parte, fue el siglo del apogeo y esplendor del Imperio Británico, pero en cambio su cabeza visible era una señora que se preocupaba más por la virginidad y las buenas costumbres que por el progreso económico y científico de su país…En su biografía de la Reina Victoria, que leí hace tiempo, recuerdo que Lytton Strachey, con mucha delicadeza, nos muestra un panorama parecido.

  6. pepe dice:

    Otra cuestión que me parece interesante y que no mencionas en la reseña es la del papel que jugó en la política y la economía inglesas la Compañía de las Indias Orientales. Después de ser la dueña de buena parte del mundo, a mediados del periodo victoriano se disolvió. ¿Qué se cuenta en el libro de dicha honorable empresa?

  7. Ariodante dice:

    Importantísimo, Pepe. ¡Qué casualidad! Justo ahora acabo de leer el libro de David Liss, La compañia de la seda (Devil’s Company) que, es un best seller, cuyo protagonista es una especie de investigador privado en 1722, una intriga relacionada con la famosa Compañía de las Indias Orientales. La Compañía era para la Crorona lo que el pirata Francis Drake para la Reina Isabel. Prácticamente un gobierno paralelo. Ellos dirigieron la colonización de la India en sus primeros tiempos, tenían hasta su propia milicia, según creo. En la novela hablan de una polémica ley que prohibía usar las telas indias, importadas por la compañía, para beneficiar a los textiles de lana y seda británicos, que se estaban viendo muy afectados por la invasión de los algodones indios. Pero no estoy muy documentada, y quizás eso no sea demasiado histórico.

  8. Rodrigo dice:

    Ario: la verdad es que Newsome no llega a formular una aseveración tan concluyente como la que planteas, pero tampoco es que esté muy lejos de hacerlo. Se refiere expresamente al renacer del puritanismo, a la apetencia de muchos victorianos por los sermones, al auge de doctrinas moralistas; ciertamente al tema de la hipocresía. Según este historiador, varios de los moralistas más estridentes de la era victoriana (incluyendo posiblemente al conocido John Stuart Mill) no siempre cumplían en la vida privada con las pautas morales propiciadas por la reina Victoria. (También da cuenta de un cierto relajamiento de la rigidez moral en la parte final del período, a lo que habrían contribuido unos escándalos en que estuvieron involucrados miembros de la familia real; pero este relajamiento habría afectado principalmente a las clases altas y a la intelectualidad.) Y bueno, se entiende que en aquel ambiente de generalizado moralismo lo de Darwin haya caído como una bomba, por sus equívocas connotaciones espirituales o religiosas. Por cierto, el libro dedica algunas páginas a los conflictos del darwinismo con la ortodoxia cristiana. Aparte, Ario: me ha parecido que Newsome no enfatiza tanto el papel director de Victoria I como Strachey en su libro sobre la reina (¡éste sí lo leí!), lo que puede deberse al hecho de ser, el de Strachey, una biografía. Es decir, la idea de la preponderancia de Victoria como símbolo del período, no sólo por su “visibilidad” y por lo prolongado de su reinado sino por cómo contribuyó a perfilar el sello cultural y espiritual de la época, es en Newsome más un supuesto o una constatación ocasional que un eje argumentativo. En este sentido, Strachey es más explícito.

    Pues mira, Pepe: considerando que el libro se enfoca en lo cultural, Newsome sí menciona un par de veces la Compañía de las Indias Orientales. Tres, para ser exacto. La referencia importante es aquella en que asevera que la India fue vista por los benthamistas o utilitaristas como un “campo ideal para la aplicación de sus métodos y doctrinas”. En esta línea, Newsome destaca el papel de James Mill (padre de John Stuart). Discípulo de Bentham, Mill concibió todo un plan de tinte filosófico –y filantrópico- para la administración de la India, país que consideraba “cultural y políticamente atrasado”. Newsome afirma que la autoridad de Mill fue real después de ser nombrado Inspector en Jefe de la Compañía de Indias Orientales (en 1830), pero menos de lo que se ha creído. La influencia del utilitarismo, en la dirección de dicho organismo y en el gobierno de la India, puede no haber pasado de prestar un vago ropaje filosófico a medidas administrativas tomadas por simples razones pragmáticas. Es lo que plantea el autor. (Lo curioso es que “utilitarismo” suena muy pragmatista: ¿qué más pragmático que esta doctrina?; sin embargo, el libro alude a una vertiente hedonista del pensamiento de Bentham.) Aparte de esto, Pepe, Newsome no aborda el papel político y económico de la Compañía.

    Bueno, espero haber sido de ayuda.

  9. pepe dice:

    Gracias por tu respuesta, Rodrigo, es muy clarificadora. Ariodante: a mi también me gustan las novelas de David Liss. El personaje de Benjamin Weaver es inolvidable. La que más disfruté fue Una conspiración de papel y la única que me falta por leer es El mercader de café.

  10. Ariodante dice:

    ¿A, si? Pues mira, si tú me las recomiendas, iré a por ellas, porque de tí me fío (y después de lo de Viajeros ingleses, mucho más). Hombre, la novelita no tiene grandes aspiraciones, pero realmente entretiene y atrapa, sabe encadenar la acción. No la calificaría de histórica, como ya he dicho en alguna parte, pero sí de intriga. Weaver es algo asi como Didio Falco, a la inglesa. A mi me ha hecho pasar un buen rato, ha conseguido que me olvidara de otros problemas, y para mi, eso ya tiene su valor. Pero permíteme que te diga que el final es un poco de pim-pam-pum, que digo yo. Llega un momento en que creo que algún hilo se pierde.
    Siguiendo con el tema que nos ocupa, Rodri, por supuesto en el ensayo no se ocupará tanto de la Reina como Strachey en su biografía, lógicamente. El victorianismo fue algo que superó con mucho la persona de la Reina Victoria. Ella creó un clima, ciertamente, ya que era el espejo en el que se querían ver reflejados los miembros de las clases medias y altas. Creó unas costumbres domésticas, y publicitó una moral. Afortunadamente hubieron muchas más cosas en la época victoriana aparte de esto. El victorianismo es un final de época, que en mi opinión acaba con la I Gran Guerra.

  11. pepe dice:

    Ariodante: me alegra que te fíes de mi, aunque eso me obligue a ser más preciso con mis recomendaciones. No digo que las novelas de Liss sean una recomendación absoluta. Por alguna razón, me gustó la primera y me gustó el personaje. Algo parecido a lo que comentas de Falco: un tipo duro pero simpático, con inteligencia y buenos sentimientos, que no tiene demasiada suerte en la vida. A partir de ahí ya uno no puede evitar volver a leer sus aventuras cada vez que se lo encuentra en una novela. En cambio, la que sí recomiendo con entusiasmo es La máscara, de Diana Norman, Ediciones B, ambientada en la Inglaterra de la restauración. No sé si ese periodo sea quizá un poco temprano para tus gustos…

  12. Ariodante dice:

    Ja jaja! Un poco temprano sí lo es, pero no demasiado…A ver si le echo un ojo. Ya sé, Pepe, yo ya tengo claro que Liss es recomendable sólo hasta cierto punto. No lo he incluido en la lista de los que yo reseñaría, si es eso lo que quieres decir. Y probablemente tú tampoco. Pero como entretenimiento, la verdad es que funciona bastante bien. Hay mucha gente que sólo busca eso en un libro, con lo que se explica el éxito de los best sellers. Si además está bien escrito y lleva un buen ritmo, pues mejor. No todos los best sellers son bodrios. Los hay incluso buenos…

  13. Ascanio dice:

    Rodrigo, cuando leo tus reseñas siempre acabo con la misma aspiración: la de meterme debajo de la tierra y no asomar más la cabeza hasta que sepa hacer reseñas como las tuyas.
    Tengo un par de cuestiones:
    1) Dices al final que es un libro de lectura «muy asequible». ¿Te refieres a que es ágil, ameno y de lectura sencilla? O por el contrario, ¿es denso y mogollónico?
    2) Mencionas la literatura y la pintura victorianas, ¿cómo están abordadas? ¿Solo de pasada, o detenidamente?
    3) ¿Relaciona la literatura con la revolución industrial? Pregunto esto porque recientemente he comprado una novela de Elizabeth Gaskell, «Norte y Sur», autora que hace girar sus argumentos en torno a este tema, como también muestra en su novela «Cranford» (que leí hace tropecientos años).

    Por cierto, a mí también me resulta curioso el tema de la frenología. En la novela «Jane Eyre», de Charlotte Brönte, la protagonista hace un análisis de la personalidad de Edward F. Rochester basándose en esta «ciencia», hoy totalmente desautorizada por el mundo científico. No estoy segura, pero es posible que también la mencione Wilkie Collins en alguna de sus novelas.

    Pepe, he visto las novelas de Liss algunas veces, y siempre las he desechado pensando que eran novelitas del montón. ¿Son del montón, o merecen ser de «la pila»?

  14. Ariodante dice:

    Aunque supongo que Pepe te contestará más detalladamente, Ascanio, yo te puedo decir que no sabía nada de Liss hasta hace unos días que me leí «La compañia de la seda». Compré el libro por el título y la portada, fijate si soy estúpida…El título es fatal, ya que en inglés es Devil’s Company, que se prodría traducir como la Compañia diabólica o la Compañia del Diablo, pero es más adecuado que la Compañia de la seda, en realidad la compañia diabólica es la de las Indias Orientales. Y la portada, te muestra la India, con lo que pensé, erróneamente, que la acción estaría ubicada alli. pues no: no salen de Londres. Peeeero: el libro me gustó, me lo pasé bastante bien leyéndolo, es muy entretenido y lleva muy bien la intriga. Como he dicho antes -más arriba, creo- pertenece al género de la novela de andar por casa y sin pretensiones, no es una novela histórica en el sentido de que el marco histórico es sólo un marco, pero podría habres enmarcado en cualquier otro momento, variando unas cuantas cosas. Ahora, no me importaría leer otro librillo de este autor, siempre y cuando no me suponga un desembolso, es decir, que me voy a la biblioteca mas cercana y seguro que encuentro alguno, porque es un best seller.
    ¿Contenta? Cuando llegue Pepe ya tiene medio camino andado…
    Rodri, siento la disgresión. ¿De qué pintores habla Newsome como exponentes del victorianismo?

  15. pepe dice:

    Ascanio: Ariodante te ha respondido muy bien y yo no tego mucho más que añadir, salvo quizá que me pierdo en ocasiones con las descripciones de ciertos mecanismos de la política y la economía inglesa de ese periodo que el autor hace a veces muy por lo menudo: la bolsa, las compañías, las elecciones… Eso que los amantes de la novela histórica aprecian con la sentenciosa frase de y está muy bien documentada.

    En cuanto a si hay que gastarse mucho dinero en ellas, Ariodante, yo no soy partidario de gastar mucho dinero en ningún caso. Tarde o temprano el libro que quieres aparece a un precio asequible -y a veces ridículo- si tienes la paciencia y el gusto de buscarlo. O de esperarlo, porque resulta que hay libros que te encuentran ellos a ti, como seguramente ya sabes.

  16. Ariodante dice:

    Pepe: al libro lo compré en alianza bolsillo por unos 8 eurillos de nada…pero es que he tomado la decisión de concentrarme en sólo comprar los libros que quiero leer y tener, no los que sólo quiero leer. Y este entra dentro de esa categoría. Con lo que, 8 eurillos de aqui y 8 de alli, y me puedo permitir comprar uno de mejor categoría…yo me entiendo. Y sí, hay libros que te encuentran: mismamente Viajeros Ingleses se topó conmigo, y fíjate qué joyita…que siempre recordaré a quién le debo la idea.

  17. Rodrigo dice:

    Ascaaanio, mi querida Ascanio, qué piropo el que me has lanzado. ¡Pero si eso de meterse bajo tierra es lo que yo quisiera hacer casi a diario, tras leer cada reseña hislibreña! ¡Incluidas las tuyas! :-( Bueno, no sabes cómo me honra, viniendo de quien viene. Y mira lo que me gustaría tener tu ojo crítico…

    Ejem, respondo a tus preguntas:

    1) Lo que quería decir es lo primero: que me ha parecido justamente un libro ágil, ameno y de lectura sencilla.

    2) En cuanto a pintores, sólo menciona de pasada a algunos de los más famosos. Turner, por ejemplo -en realidad un previctoriano-, de quien dice que habría reflejado el contraste, que por entonces se hacían los ingleses, entre la “indolencia de la civilización mediterránea” y la “pujanza de los pueblos nórdicos” en dos de sus cuadros de la década de los 30. O los prerrafaelistas, sobre todo D. G. Rossetti, en los términos a que aludí en la reseña (influencia del medievalismo, reacción antimoderna). A los escritores Newsome les concede un mayor espacio. Está claro que su libro no es un estudio en profundidad (no con la extensión que tiene). En la pesquisa realizada, escritores o literatos comparten sitio con economistas, filósofos, periodistas, historiadores, políticos y otros: una fauna muy variada y extensa. Pero no deja de considerar a los escritores como observadores agudos de su entorno y a su obra como testimonio valioso de ideas y percepciones. Diría que su lugar en las páginas del libro es por lo menos decoroso.

    3) Sí que lo hace, en la medida precisa (dada la concisión del ensayo). A Elizabeth Gaskell la menciona y la cita varias veces, teniéndola por testigo de excepción; en opinión de Newsome, “la imagen más fiel de los problemas industriales del norte nació de la pluma de Elizabeth Gaskell” (p. 39). (Hummm, es una autora de la que no he leído nada… Y mira qué época: Simon Schama, en su libro “Auge y caída del Imperio Británico”, dice que E. Gaskell no tenía ningún derecho sobre los ingresos que percibía por sus novelas y debía contentarse con lo que le pasaba su marido.)

    En fin, que como introducción al tema, creo que el libro funciona bastante bien. Para profundizar habría que hurgar en la historia cultural y social pertinente. La bibliografía a que remite el autor está toda en inglés.

    Pues sí, Ascanio, recuerdo lo de la frenología en “Jane Eyre”, pero no en la obra de Wilkie Collins (del que he leído mucho menos de lo que quisiera). Figura en el “Drácula” de Bram Stoker, ¿recuerdas? Aparte: el escocés Galileo Gall, uno de los principales personajes de “La Guerra del fin del mundo”, de Vargas Llosa, es frenólogo.

    Saludos.

  18. Ascanio dice:

    Gracias, Ario y Pepe.
    Es curioso, pero ambos, cada uno a su manera, habéis hablado de los libros como si tuvieran vida propia (que la tienen, en eso estoy de acuerdo).
    Pepe ha dicho:
    Resulta que hay libros que te encuentran ellos a ti.
    Y a Ariodante, desde su subconsciente, se le ha escapado:
    Al libro lo compré […]

    Rodri, blablabla… Sí, sí, lo que tú digas, pero tus reseñas son la repera.
    Tienes razón en lo de Drácula, y es muy posible que esté equivocada en lo de Wilkie Collins. Sé que en algún sitio más lo he leído, pero no recuerdo dónde (¿en alguna novela de las otras dos hermanas Brönte, quizás?; ¿en «Villete», de Charlotte?).
    El libro de E. Gaskell (el de «Norte y sur»; el de «Cranford» lo saqué de la biblioteca) lo compré la semana pasada dentro de una colección de quiosco de RBA titulada «Grandes escritoras», a 7,95 euretes. Hacía mucho tiempo que lo conocía, ya que es el más famoso de su autora junto con el otro que he mencionado. Cuando lo vi, me decidí a comprarlo porque la versión es de Alba editorial, que pone mucho mimo en sus traducciones de clásicos. A quien le interese todavía podrá encontrarlo en los quioscos.
    Como tantas otras obras de su época, fue publicada por entregas semanales en una revista de Dickens (cómo no), Household Words y, como su nombre indica, muestra los contrastes sociales entre el norte de Inglaterra, más industrializado, y el sur, más anclado en sus tradiciones, visto desde la óptica de su protagonista, Margaret.
    Todavía no lo he leído, pero pronto caerá.
    Por cierto, el marido de Gaskell, el que tan amablemente le pasaba un dinerito, era pastor de la Iglesia Unitaria de Manchester.

  19. pepe dice:

    La famosa Manchester United Church …

  20. Rodrigo dice:

    Ascanio, ojalá te animes a reseñar «Norte y sur».

    Cada vez que leo sobre las colecciones de quiosco que se publican en España, me da una pena…

  21. Valeria dice:

    Seguid, seguid, que yo sigo apuntando recomendaciones….

  22. Merlin dice:

    Hola, me interesó mucho tu reseña y sobretodo el libro. Para complementar mi lectrua del libro de Newsom, me podrías dar algunos nombres de moralistas como Jhon Stuart Mill, por fa. Muchas gracias. Excelente labor tu reseña

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