EL JARDÍN DE HIPATÍA – Olalla García
Olalla García, (Madrid, 1973) es la autora del libro que comentaremos a continuación, el tercero de su carrera literaria. Los anteriores fueron Ardashir y Las puertas de seda. Especializada en historia, en la Antigüedad Tardía Oriental, ha trabajado como historiadora en varias ciudades europeas (Bolonia y París), participó en excavaciones arqueológicas, ha residido en diferentes países, y finalmente ha añadido a la inspiración de Clío, la de Calíope y Melpómene. Quiérese decir: se ha consagrado a la literatura, literatura histórica, por descontado, y con resultados exitosos, por el momento. Y un futuro prometedor.
Situemos el escenario de la novela: el Imperio Romano se ha escindido en dos, tras la muerte del Gran Teodosio, que deja a su hijo Arcadio la parte oriental y a Honorio la occidental, aunque le dura poco, porque en breve Alarico sitia Roma con sus hordas centroeuropeas. En 325 tuvo lugar el Concilio de Nicea en el que se combate contra la herejía arriana, y la Iglesia anda revuelta. En la fecha que comienza la narración, el emperador Arcadio ha muerto y le ha sucedido en el trono su hijo Teodosio II, un niño de doce años, por lo que el prefecto Antemio es el verdadero gobernante. El imperio sigue su maquinaria al ralentí, a la espera de que Teodosio aprenda a manejar las armas reales y deje de jugar a soldaditos. Pero aunque la capital del imperio haya enviado al prefecto Orestes con una guarnición militar, en la práctica, quien gobernaba en Alejandría era el patriarca cristiano Cirilo y su ejército de monjes y de parabolanos.
Alejandría, desde tiempos inmemoriales, es la joya del Imperio, garante la intendencia y la alimentación general, con sus inagotables depósitos de grano, pero a la vez es un foco permanente de conflictos. Internos, debido a la cohabitación de razas y religiones, y externos, ya que los alejandrinos nunca se han llevado bien con el lejano gobierno de Constantinopla, hasta el punto que es un lugar que no suele figurar en los desplazamientos y visitas del Emperador. Era una espinita en su pie, lo que los británicos dirían a-pain-in-the-ash. Los poderosos eclesiásticos están acostumbrados a decir la última palabra y a reír los últimos. De hecho, están a punto de hacerse con la posición de fuerza en el tira-y-afloja que mantienen con el representante de Constantinopla.
Aún así, al comienzo del siglo V, en un mundo ya dominado por el judeocristianismo, Alejandría representa lo que queda del helenismo: en cultura, en arte, concepción del mundo, costumbre, incluso el idioma. Allí duerme Alejandro su sueño eterno, así como los restos de la Biblioteca y el Museo. Los alejandrinos, al parecer, gustan de armar bronca periódicamente: es como si les excitara ver arder su ciudad. A este respecto, cuenta E. M. Forster, en su ensayo Alejandría, que los restos de Alejandro Magno fueron llevados a la antigua Menfis para ser sepultados allí, pero el sumo sacerdote se negó a recibirlos, indicándoles que lo llevasen a Rhakotis, (núcleo primitivo de Alejandría), pues, «dondequiera que yazca su cuerpo, la ciudad estará intranquila, turbada por guerras y batallas». Y es así: cuando no son los cristianos contra los propios cristianos, sección herética, son los judíos contra los cristianos, o viceversa, o los paganos helénicos contra ambos, y así continuamente. Hasta que llegará el Islam y acabará con toda discusión. La Media Luna no acepta chanzas, y menos cuando se trata de religión.
Pero ésta es otra historia. La nuestra, de la que comentamos aquí, se engarza en este contexto multicolor, inestable y complicado. Aunque el título apunta a un personaje, Hipatía, no es ésta la figura central de la narración de Olalla García, sino que su protagonista es un decurión libio, de Cirene, llamado Atanasio (en griego, Athanatos significa inmortal). Hipatía y su Jardín en mi opinión el simbolizan la propia ciudad, constituyen el marco en el que se desarrolla la acción.
Es la ciudad, con sus variopintos habitantes, con sus intrigas, sus diversiones y sus dramas, sus disputas religiosas y sus cazas de brujas, es realmente la protagonista de la narración. Y la narración, que fluye con una prosa elegante y ágil, con citas eruditas muy bien elegidas, y con reflexiones que son interesantes de sopesar, la narración, digo, es una intriga muy del corte negro, transportada a este exótico lugar. La estructura de la trama recuerda las pautas de la novela negra: investigador investigado, complicado en más redes de las que creía estar involucrado, acaba revolviendo las entrañas de una sociedad plena de corruptelas y relacionándose con especímenes a los que no hubiera mirado ni de reojo, todo por su supervivencia, económica y de prestigio, aliñada con una historia de amor que riza el rizo del más difícil todavía. El telón de fondo es la trama social que en aquellos años revolvía la ciudad: las luchas por el poder entre los representantes del Emperador y los representantes de la Iglesia. En medio, los judíos y los paganos, restos del esplendor helénico, encarnados en la escuela de Hipatía, hija del matemático Teón (que dio su forma actual a los Elementos de Euclides), y heredera de su escuela, que representa la tradición de Plotino, expirando con ellos.
Atanasio llega a esta ciudad por recomendación de su pariente, el obispo Sinesio de Cirene, que habiendo sido alumno de Hipatía, desea, en su lecho mortuorio, recomendarle que ocupe su puesto. Atanasio intenta aclimatarse a esta gran ciudad y dejar atrás contrariedades de su tierra natal, concentrándose en sus estudios en la escuela filosófica, pero las circunstancias no se lo permiten. Se ve envuelto en una intriga cuyos orígenes vienen desde Cirene, y que le coloca en una situación problemática, pero su carácter es fuerte y busca los medios para salir adelante. Afortunadamente no carece de amigos y apoyo, además de una férrea voluntad y un fuerte brazo, ejercitado en la batalla, que acompañan a una inteligencia sobresaliente y muy versátil, ya que se ocupe de lo que se ocupe, sabe salir del paso. Sus amigos, Aristónico, Isaac y Teocrito, proceden de los tres sectores más importantes en litigio, simbolizando precisamente a éstos. Su fiel guardaespaldas y amigo Saul, su sombra y su Pepito Grillo, es el secundario que resalta la imagen del protagonista y le protege… habitualmente. Aunque a veces no se libra de recibir andanadas. Y su amada Aspolia/Thais, actriz que protege su rostro con una máscara, le trastoca sus planes, sus costumbres y su futuro.
El hecho de que el protagonista sea un cireneo, con las connotaciones evangélicas que conlleva, está muy bien pensado, ya que por su carácter es de los que no puede evitar ayudar al que está en apuros, lo que evidentemente también le produce situaciones a veces embarazosas. Lo que se demuestra, por ejemplo, cuando defiende al ladronzuelo rente a Dión, o cuando intenta salvar a su amigo Isaac en plena revuelta antijudía, a Aspolia cuando se ve amenazada, y tardíamente a Hipatía, con resultado adverso. Y su versatilidad se hace asimismo evidente porque Aristarco no sólo sabe argumentar de filosofía con Hipatía y sus compañeros de escuela, sino que discute de política y economía con el vicario Orestes y su pupilo Dión de Adrianópolis, personaje odioso por su estupidez y su egocentrismo, así como conversa de teología con el oscuro monje Teócrito, primo lejano y lector en una parroquia de la ciudad.
En suma, nuestro decurión se convierte poco menos que en investigador primero para sobrevivir a una conjura contra su vida y hacienda, y después para ayudar al vicario, y para tratar de auxiliar a unos y a otros, levantando una alfombra social bajo la que se ocultan corruptelas y maquinaciones diversas. Por sus ojos vemos el panorama social y político del momento, las costumbres, y lo que se nos muestra resulta a veces, incluso complicado de entender y recordar. Quizás se hayan dibujado demasiados personajes, y hay momentos en los que resulta algo difícil recordar a algunos de ellos o identificarlos. Pero ciertamente transmite el espíritu de la ciudad y del momento, y proporciona no pocos motivos de reflexión acerca de la moralidad de determinadas costumbres, posiciones o reacciones, tanto personales como sociales. La muerte -anunciada- de Hipatía, que pone el broche final, cierra el círculo narrativo con una nota agridulce.
El esquema narrativo, a mi juicio, podría extrapolarse a otras épocas, cambiando escenarios y detalles obvios, porque la trama trae ecos de la novela negra, salvando las distancias y los pormenores. También recuerda las novelas de Didio Falco, si le restamos el humor, que en esta narración se muestra de modo parco, aunque sutil. Pero por lo demás, lo que se echaría en falta es algún mapa general, ya que incluye un pequeño plano de Alejandría, pero no un mapa que nos muestre el imperio. Y tampoco estaría de más una introducción algo más extensa para situarnos en la época a los que no somos especialistas, y que hemos tenido que recurrir a otros textos para ilustrarnos. Incluye, eso sí, unos muy escuetos Apuntes Históricos al final, añadiendo un Glosario de términos usados.
En suma, una novela histórica con gancho, con una buena documentación y mostrando una etapa histórica no muy habitual, lo cual es de agradecer.
Ariodante
Javea julio 2009
EL JARDÍN DE HIPATÍA
OLALLA GARCÍA
Ed. Espasa
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Vale. Me la apuntopar a»pendientes»…
Exhaustiva, exhaustiva reseña. Y además de exhaustiva, Alejandrina.
Mmmmm….no sé si debo tomarlo como una crítica o como una alabanza.
Precisamente esta época es la misma que vivió Gala Placidia cuando el gobierno del Imperio Romano fue repartido por su padre Teodosio, entre sus hermanastros Arcadio y Honorio.
Con esto quiero decir que será el próximo libro que adquiera, pues existen grandes lagunas en esa época y es bueno leer lo poco que hay. Con ese título no hubiera pensado que fuera sobre Alejandría.
Gracias Ariodante por dármelo a conocer y por tu buena reseña
Que bonita reseña Ariodante, me gusto mucho y creo que estaria muy bien como introducción para el libro; me has convencido de comprar (y leer) el libro.
Saluos
Muy buena reseña Ariodante-
Dan ganas de leerlo ya mismo
Gracias, gracias; me alegro que os guste. Pues hale, ya estais apuntándolo en la lista, ¡jajaja! ¡Otro más!
No digo que leeré la novela pero la reseña es todo un gusto, Ario.
Dentro de todo lo interesante que apuntas en ella, me llama la atención el ensayo de E. M. Forster sobre Alejandría. Iré tras la pista de este libro.
Muy buena reseña Ario.
Sobre la época me lei el libro de Clelia Martínez Maza y parece que la autora se ha documentado bien.
El libro es extraordinario (lo he leido dos veces). es una obra sobre la ciudad de Alejandria; sobre el enfrentamiento entre el poder civil y eclesíastico y de cómo el cristianismo paso a ser, definitivamente, de una secta perseguida a una iglesia perseguidora que acabó arrasando (y sigué haciéndolo) con todos (judios, paganos y otros cristianos); personajes magnificamente descritos; época ciertamente desconocida pero que Olalla nos la pone a nuestro alcance…. y además está Hipatia, un personaje secundario en la obra pero importante.
Pues casi que me ha gustado más la reseña que el libro. Me apasiona la novela histórica, mi autor favorito es Amin Malouf, pero esta novela me está costando, es demasiado densa, me parece poco apasionante. Me da hasta un poco de complejo porque parece que os gusta mucho. No se, igual la deje.. o después de leeros, quizá continúe, quizá mejore a partir de la página 181… En cualquier caso, gracias.
Para Olalla García.
Acabo de leer El jardín de Hipatia y la obra me ha encantado.
La recreación de aquella lejana época es de una realidad que el lector vive los momentos que describes como un ciudadano más de la antigua Alejandría.
La trama y sus personajes te hacen vivir momentos que te trasladan a compartir con ellos las vicisitudes de sus vidas.
El libro rezuma por todas partes gotas de acrisolada filosofía que hacen pararse al lector para reflexionar sobre lo que está leyendo.
El tratamiento que haces del conflicto entre el mundo pagano y el arrollador fluir de un cristianismo en alza, es de una intensidad y realidad que aporta al lector una idea, creo que muy científica y real, de lo que pudo pasar en aquellos días sin caer en el enfoque ideológico que pueda tener cada persona que se acerque a aquel mundo. Es inevitable acordarse de la película Ágora de Amenabar, la cual volví a visionar para reafirmarme de la diferencia del enfoque de las dos obras: el de tu libro es riguroso, científico, histórico, fiel y exento de ideología; es un tratamiento en el que dejas ver que no debemos nunca cargar nuestras críticas, nuestros demonios y nuestras opiniones contra las instituciones sino que debemos fijarnos en las personas. La Iglesia alejandrina del siglo V era la que era, en un lugar y en unos momentos convulsos y en ella había personas y sentimientos inevitablemente humanos, con sus miserias y sus riquezas, personas de diverso parecer y obrar, como en todos los momentos y tiempos del género humano.
No he podido dejar de enlazar el sentimiento religioso de alguno de tus personajes – Crito – con el cristianismo mas evolucionado que describe nuestro amigo Pepe Soto en su novela Tiempo de Leones dos siglos mas tarde, donde la fe cristiana y el sentir religioso de sus gentes es tan diferente al fanatismo que se destila en la época de la insigne Hipatia y donde Amenabar cosecha el espíritu de su película.
En fin, una delicia que acabo de recomendar a mis amigos y que espero llegue a un millón de lectores.
Enhorabuena y sigue deleitándonos con estas perlas del mundo antiguo.
Jose