EL GRAN MIEDO – James Harris

El sentido entero del libro de Harris es contrarrestar la tesis tradicional sobre el Gran Terror, las purgas multitudinarias que tuvieron lugar entre 1936 y 1938 en la Unión Soviética; tesis que, según el autor, incurre en el error de personalizar en exceso el dramático acontecimiento, atribuyendo su gestación al deseo de Stalin de acrecentar su poder. A esta explicación simplificadora, consagrada ante todo por el clásico estudio de Robert Conquest, ‘The Great Terror’ (1968), Harris opone una que pone el acento en ciertas continuidades históricas tocantes a la Rusia pre y posrevolucionaria. El enfoque de Harris imbrica la mentalidad de asedio de los dirigentes soviéticos con la apreciación del terror como supremo mecanismo de defensa frente a la amenaza interior. De acuerdo a esta tesis, los dirigentes de la URSS, partiendo ciertamente por Stalin, creían que el régimen surgido de la revolución estaba sometido a una constante amenaza exterior, y que los estados enemigos operaban en connivencia con numerosos elementos contrarrevolucionarios que, infiltrados en el sistema, realizaban una subrepticia labor de zapa. La impresión de hallarse bajo asedio era una herencia del Antiguo Régimen, aquejado desde sus orígenes de un estado de guerra semipermanente contra multitud de potencias hostiles; también lo era el temor al faccionalismo y las luchas intestinas por el poder, así como al peligro de las infiltraciones, sobre todo desde que la Revolución Francesa y las libertades políticas occidentales amenazaran con contagiar de ideas peligrosas a los aristócratas que viajaban a Europa. La sensación de vulnerabilidad e inseguridad había sido una constante en la historia de la monarquía rusa, y los amos del nuevo régimen estaban igualmente imbuidos de ella. Pero también lo estaban de la forma de proceder bajo esa sensación: recurriendo a medidas coercitivas propias de un estado policial, bien conocidas por quienes habían sido las víctimas predilectas de la represión zarista. De su muy personal experiencia, los líderes bolcheviques dedujeron que la respuesta a la acción subversiva consistía en un aparato de vigilancia y castigo de eficacia redoblada, para lo cual urgía endurecer sus métodos. La tesis de James Harris se yergue sobre la premisa de que ninguna de las circunstancias que incidieron en la génesis del Gran Terror carecía de precedentes en la historia rusa.

El paradigma revolucionario supone el recurso a la violencia extrema, legitimada por el principio de que la fundación de una nueva sociedad conlleva la necesidad de desmantelar el orden existente desde sus cimientos, una tarea de suyo ímproba; entre otros factores, hay que dar por descontado que el antiguo régimen, por moribundo que esté, no se dejará destruir sin oponer resistencia. La creación de una sociedad de nuevo cuño es un proceso que demanda enormes sacrificios, y esta es apenas una de las razones por las que los revolucionarios profesan el más absoluto desprecio por los derechos y libertades individuales, caros a los regímenes burgueses. La revolución actúa en concomitancia con el imperativo histórico, toda ella es puro acuerdo con las leyes históricas, y en el trayecto hacia lo históricamente inevitable –la instauración del orden ideal-, los escrúpulos humanitarios, los inspire la fe religiosa o la ética ilustrada liberal, solo pueden ser un estorbo y una distracción. En el contexto del credo revolucionario -¿y qué es la ideología revolucionaria sino otra forma de fe?-, imponerse con la máxima fuerza al adversario significa eliminar toda oposición a la labor fundacional de la vanguardia revolucionaria; suprimir la disidencia es por consiguiente una necesidad indeclinable, o, más aun, un deber sagrado.

La ideología marxista en particular aboca a sus seguidores a una lucha en que el individuo solo cuenta por su adscripción de clase; compenetrados de una lógica binaria y en esencia beligerante de amigo/enemigo (“si no estás con nosotros estás contra nosotros”), empeñados por consiguiente en acabar con segmentos enteros de población (encarnaciones del enemigo existencial, la “burguesía”), los bolcheviques se veían en la tesitura de hacer caso omiso de un sinfín de sutilezas morales y jurídicas, entre ellas las relativas a los derechos de las personas. Era en definitiva una cultura no solo dogmática y autoritaria, sino cultura de la sospecha lo que se implantaba en el corazón del régimen, fomentando la interpretación automática de la disconformidad, incluso de las más cautelosas objeciones, como desviacionismo y afán de sabotaje; dudar de la línea adoptada por la autoridad central constituía una señal de herejía e insumisión, el más intolerable de los pecados. Ninguna de estas consideraciones es irrelevante al momento de examinar la propensión del régimen soviético al ejercicio sistemático del terror; una propensión que cabe ver no como elemento incidental o subordinado sino como componente estructural del sistema.

Habida cuenta de algunas de las circunstancias coadyuvantes (aquí apenas esbozadas), es importante hacer hincapié en el hecho de que, mediada la década de los treinta, ninguna amenaza interior o exterior –ningún cerco capitalista, ninguna invasión extranjera ni conjura interna- hacía peligrar la subsistencia del régimen comunista. En aquella coyuntura, más que los hechos, lo determinante eran las percepciones, derivadas en gran medida de la mentalidad y las predisposiciones imperantes. En el clima de desconfianza e inseguridad que cundía en la cúpula directiva, sumado a la tradición rusa de violencia política y menosprecio de la individualidad y a la implacable beligerancia de quienes estaban decididos a ejecutar un programa revolucionario, la percepción de una amenaza podía desatar genuinas tormentas de persecución y coerción. Según nuestro autor, esto es justamente lo que ocurrió en la URSS de la época. El propósito de James Harris es analizar el detonante concreto del Gran Terror, que en lo medular concierne a un fallo en la recolección y procesamiento de información y en la comprensión distorsionada de la realidad por la dirigencia, que se creyó expuesta a una amenaza existencial.

Tratándose de información, los organismos de seguridad asumen un rol protagónico. Muy malos augurios tuvo para el futuro del país el nacimiento de la policía política soviética, cuyo primer organismo, la Cheká (fundada en diciembre de 1917), se aficionó a ver coaliciones antisoviéticas y conspiraciones por doquier, exagerando muchas veces la importancia de las que hubo en los años iniciales del régimen. Fuera de inseminar una mentalidad de la conspiración en la matriz de la seguridad nacional, la etapa de gestación de la misma le proporcionó un pretexto del que sus sucesores –llegando hasta el KGB- echarían mano regularmente a fin de justificar su existencia: mientras hubiera enemigos confabulándose para socavar las bases del régimen, este necesitaría de una policía secreta, generosamente financiada y bien provista de personal. Otro factor que incidiría en la catástrofe era la falta de espacio para un desempeño honesto y eficiente del funcionariado, impedido de suministrar a la jerarquía gubernamental información verídica que pudiera contradecir las directrices emanadas por el centro. En este sentido, los fallos en la industrialización y la hambruna ucraniana sentaron un funesto precedente: Stalin demostró escaso realismo y nula receptividad a los informes sobre las dificultades para cumplir los exorbitantes planes económicos (plazos y cuotas de producción imposibles), dudando de la lealtad de los funcionarios que osaban cuestionar los programas oficiales (y en el clima ideológico de aquel régimen, todo individuo desleal debía por fuerza ser un saboteador o un provocador a sueldo de una potencia extranjera). De tal suerte intimidados, los funcionarios no tendrían en adelante más remedio que mentir, maquillar sus reportes de modo de hurtar el cuerpo a las suspicacias de la jefatura, reportando datos y observaciones que la complacieran. (Lógicamente, la transmisión de información falsa es por completo disfuncional a lo requerido para una toma de decisiones eficaz.) Harris remarca que Stalin había «cerrado los canales de comunicación entre él y sus principales funcionarios», acentuando de paso la demonización de quienes no se ceñían irrestrictamente a la planificación central.

Indicios de la tensión acumulada por semejante estado de cosas proliferaron con ocasión del asesinato en diciembre de 1934 de Serguéi Kírov, jefe del partido en Leningrado. En conformidad con la mentalidad que él mismo había contribuido a afianzar, Stalin se rehusaba a admitir que Nikoláiev, el asesino de Kírov, hubiera actuado por cuenta propia; el atentado debía ser obra de un grupo de opositores, quizá de una red extensa de organizaciones clandestinas (tras la cual podía adivinarse la sombra de Trotski, el gran chivo expiatorio del estalinismo). Así como en el terreno de la economía, los funcionarios amañaban los informes para “decir al Jefe lo que quería oír” (no solo esto: también recurrían a artimañas como entregar artículos incompletos o defectuosos para cumplimentar las metas fijadas), en materia de seguridad el NKVD –el órgano represivo de turno- recrudeció el procedimiento de sobredimensionar las conspiraciones, exagerando el número de implicados e inventándose ramificaciones; mostrarse diligentes en la búsqueda de chivos expiatorios era un modo probado de complacer a Stalin. Era también el camino seguro a una crisis que no tardaría en estallar. «La presión para encontrar enemigos –apunta Harris- era extremadamente peligrosa porque amenazaba con destrozar de arriba abajo el aparato del Partido y el Estado en una espiral de denuncias y contradenuncias». Para mayor abundamiento, el ascenso de los fascismos y el incremento de las tensiones en el plano internacional hacían creer a Stalin que el cerco se estrechaba, volviéndose inminente el asalto contra la URSS. El contexto entero empujaba a la jefatura soviética al convencimiento de que la única de manera de sobrevivir era desatar una oleada masiva de terror destinada a expurgar el país de elementos perniciosos.

Harris hace un repaso panorámico de la trama desencadenada por el asesinato de Kírov: el procesamiento y ejecución de los líderes bolcheviques caídos en desgracia (Bujarin, Kámenev, Zinóviev, Smirnov, Ríkov, etc.); los violentos interrogatorios y la impostura de los juicios de Moscú (en conjunto, una gran farsa); el hostigamiento de las decenas de miles de exiliados comunistas refugiados en la URSS, casi todos ellos ejecutados o confinados en el Gulag; la rivalidad entre Yagoda y Yezhov, esbirros de Stalin y despiadados animadores de las purgas (como es sabido, ambos jefes sucesivos del NKVD acabaron devorados por el terror que habían orquestado); la depuración, en fin, de las fuerzas armadas, cuya víctima más sonada fue el general Tujachevski, falsamente acusado de conspirar contra Stalin. De las líneas gruesas de esta recapitulación, Harris extrae conclusiones sobremanera relevantes, en línea con los planteamientos arriba reseñados.

Una de ellas remite al efecto surtido por las presiones ejercidas sobre el funcionariado, en orden a exigirles un cumplimiento estricto de las metas establecidas por los planes económicos. En el ámbito respectivo, lo que resultó de esas presiones –y de las amenazas apenas veladas que ellas implicaban- fue no solo la corrupción creciente de los funcionarios sino una respuesta que los expertos en administración y sociólogos organizacionales habrán observado en sus investigaciones: la formación de camarillas que cerraban filas para sostener las estructuras de poder locales y desviar la responsabilidad de los fallos hacia otras entidades o hacia el personal del escalafón inferior. En el caso del aparato policial, su desempeño en las purgas arrojó grandes cantidades de militantes del partido y funcionarios de bajo rango expurgados, fruto de un mecanismo similar: los secretarios regionales y élites locales habían cerrado filas y desviado la atención de los agentes del NKVD hacia las bases del sistema; contribuyeron también en el montaje de supuestas maquinaciones cuyos hilos conducían a los antiguos rivales de Stalin, Bujarin, Kámenev y demás (en último término, cómo no, a Trotski). La exigencia de extremar la vigilancia y consumar la caza de conjurados provocó un ciclo ascendente de denuncias y contradenuncias que alcanzaba finalmente la cima de la jerarquías locales. El cometido de Yezhov fue crucial en la apoteosis del terror. Determinado a mostrarse expeditivo en la depuración del régimen, aceleró la pauta de detenciones y castigo de supuestos crímenes de sabotaje y traición, con la consiguiente masificación de las víctimas. Su mismo empeño estaba condenado al fracaso ya que las confabulaciones y operaciones de sabotaje no eran más que fantasías, producto de la generación de información falsa por los servicios de inteligencia. La sola circunstancia de que la información se obtuviera por medio de una tortura sistemáticamente aplicada, con ausencia clamorosa de pruebas concretas, es una señal de la paupérrima fiabilidad de las denuncias y presuntas confesiones obtenidas.

Por cierto, ni siquiera Harris, razonablemente empeñado en no personalizar la interpretación del Gran Terror, puede eludir la preeminencia del dictador en la cuestión. Después de todo, se trataba ni más ni menos que de un despotismo totalitario. Al respecto, lo que el historiador sostiene es que «las explicaciones de ese asesinato masivo que se concentran en su psicopatología son inadecuadas e inútiles. Stalin no era un paranoico, al menos no en el sentido clínico del término. Aunque es cierto que hizo más que cualquier otra persona por moldear el perverso sistema de información y dirigir las respuestas de la policía política, sus acciones y reacciones no fueron en absoluto únicas. Su círculo íntimo compartía su manera de reaccionar ante los informes de inteligencia que recibía». Considerado el asunto en perspectiva, salta a la vista que la mecánica entera del sistema había erigido las figuras del saboteador y del agente trotskista en unos demonios que aplicaban todo su celo en la destrucción solapada del régimen soviético. Conspiradores ellos mismos en los tiempos del zarismo, los viejos bolcheviques inficionaban al sistema de una mentalidad de conspiración y suspicacia generalizada que se retroalimentaba constantemente, enrareciéndolo de tal manera que su funcionamiento, viciado de raíz, no solo impedía la eficiencia y la probidad administrativas –así como el procesamiento adecuado de información relativa a la seguridad- sino que terminaba aniquilando vidas.

– James Harris, El Gran Miedo: una nueva interpretación del terror en la Revolución Rusa. Crítica, Barcelona, 2017. 272 pp.

     

17 comentarios en “EL GRAN MIEDO – James Harris

  1. APV dice:

    Bueno algo paranoico si que era, aunque más bien cruel, rencoroso y revanchista,… que revisaba las listas de ejecución pero que no asistía a ellas (no era tan sádico como Vería).

    El puesto de jefe de los servicios secretos era un puesto poderoso y a la vez peligroso, muchos de ellos acabaron ejecutados o asesinados (ojo que visto el jefe del FBI es un puesto que siempre ha dado demasiado poder si no se le va cambiando).

  2. Rafael dice:

    ¡Estimado Ródrigo y lectores de hislibris!:

    Rodrigo sintetiza – eso si , de un modo un tanto largo y perifrástico- el núcleo de la tesis de Harris que podríamos calificar de teoría de la «disonancia cognitiva»: a pesar del detalle y la precisión que ofrecía la información de los servicios de seguridad,Stalin era incapaz de procesarla adecuadamente.

    Cómo señala muy bien un historiador muy anticomunista,Lorenz erren , esta teoria de harris incurre en continuas contradicciones, en continuas falacias lógicas y añado yo que Harris se contradice el mismo en sus aseveraciones con la propia evidencia que él ofrece.

    *https://www.hsozkult.de/publicationreview/id/reb-24437

    Cómo es habitual en los sovietológos,Harris ofrece esta evidencia – en muchas ocasiones- en forma de signaturas de archivos cuando en realidad está publicada en colecciones documentales fácilmente accesibles a cualquier lector, es decir está escamoteando y engañando al lector interesado en estas cuestiones.

    ¿Porqué le da tantas vueltas y revueltas,Harris a estas cuestiones de «psicología cultural y cognoscitiva»?, por la sencilla razón de no tener que admitir que las conspiraciones contra el gobierno soviético eran reales y tangibles, no una escenografía de temor y aprensión montada por los «equipos de guionistas» del NKVD.

    Rodrigo escribe en un pasaje, siguiendo los pasos de Harris :

    «…..La depuración, en fin, de las fuerzas armadas, cuya víctima más sonada fue el general Tujachevski, falsamente acusado de conspirar contra Stalin…….»

    Esto es falso.Tenemos un montón de evidencia sobre la culpabilidad de Tujachevsky y los 6 mariscales procesados , tanto fuentes soviéticas cómo extrasoviéticas.

    En Mayo de 2018 se han publicado las actas taquigráficas completas del proceso de tujachevsky y los mariscales, 272 páginas,su información se ve corroborada por información cruzada con otras fuentes.

    Por supuesto, no hay el menor indicio de torturas contra los militares ni nada semejante, es un mantra que se repite desde la época de Kruschev (informe Schvernik de 1962 ) y que en occidente difundieron robert conquest y Service sin la menor prueba , por supuesto.

    Aparte de este importantísima novedad, tenemos el telegrama de arao, el testimonio de Ustralov y fuera de la Unión soviética, documentación diplomática francesa y británica publicada por Jonathan Aslam y Annie Lacroix riz.

    Otra fuente fundamental extrasoviética es el testimonio de Genryk Liuskhov,un importante desertor de la jefatura del NKVD involucrado en la conspiración que en 1938 desertó al Japón y que certificó la realidad de esta conspiración militar, algo que naturalmente los japoneses ya conocían porque de hecho tenían contacto con Tujachevsky.

    Naturalmente, toda esta evidencia Harris ó la desconoce (lo cual es gravisimo ) ó la ningunea lo cuál es igualmente grave.

    Naturalmente de la conspiración de Yezhov dentro de los servicios secretos ni la menor idea,Harris no es tonto y sabe que la única manera de hacer «carrera» y que sus libros se publiquen es adaptarse al discurso antisoviético dominante.

    Un cordial saludo.

  3. Urogallo dice:

    Como aficionado a la doctrina de la guerra acorazada, me gustaría saber que pruebas avalan la culpabilidad de Tujachevsky

  4. rafael dice:

    Estimado Urogallo:

    te lo acabo de escribir arriba, pero si quieres lo ponemos en negativo :¿Qué pruebas avalan la no culpabilidad de tujachevsky?…. pero vamos era un secreto a voces en muchos servicios secretos europeos que Tujachevsky estaba conspirando, que pretendía ser el «franco ruso»…. pero ya sabenos lo que dice la ortoxoxia oficial: en la URSS nadie conspiraba, nadie tenía contactos con potencias extranjeras y todos eran unos benditos… es el gen paranoico de los rusos transmitido desde Ivan III hasta Putin.

    De pasada,supongo que estaréis al tanto de la polémica reciente (21- 29 de diciembre) entre Putin y el primer ministro polaco, sobre el papel de Polonia en los origenes de la II Guerra mundial.

    Una versión la de Putin ( documentada y avalada por importentes investigadores anglosajones), otra la del ministro de exteriores polaco y el primer ministro, avalada por «guerreros de la guerra fría» como Annie applebeum,snyder,roger moorhouse, etc y la historiografía ultranacionalista( martirial) polaca..

    *La declaración de Putin:https://actualidad.rt.com/actualidad/337810-putin-tildar-canalla-cerdo-antisemita-embajador-polonia

    *La respuesta polaca:http://www.outono.net/elentir/2019/12/31/la-rotunda-y-clara-respuesta-de-polonia-a-las-mentiras-de-putin-sobre-la-2a-guerra-mundial/

    Saludos cordiales.

  5. APV dice:

    Es complicado considerar los datos de los procesos como pruebas condenatorias contra Tujachevski, por la propia naturaleza de esos procesos. Añadamos que desde el extranjero se facilitan datos falsos como hizo Henrich para favorecer la paranoia del régimen.
    El resultado es evidente el cuerpo de oficiales soviético queda purgado y diezmado en medio además de un proceso de ampliación de las Fuerzas Armadas, con sus efectos en 1941 al tener miedo los oficiales de actuar de manera independiente.

    Respecto al papel de Polonia hay algunas ambigüedades (por ejemplo el reparto de Checoslovaquia) pero la doble invasión fue un reparto de Polonia como en el s. XVIII.

  6. rafael dice:

    ¡Estimado APV! :

    Vamos a ver, las actas taquigráficas del proceso son fundamentales y por primera vez desde Mayo de 2018,las tenemos integras, hasta ese momento teniamos fragmentos «filtrados» publicados por investigadores rusos y norteamericanas.

    Despreciar esta evidencia porque sí, es anticientífico y falaz , basándose en aseveraciones nunca demostradas como la tortura (Service), el uso de drogas hipnóticas (argumento extravagante), la amenaza de muerte a familiares- fuentes de tercera ó cuarta mano(rumores) ó el simple fideismo ( no creo en esta evidencia y por lo tanto paso de ella, esto es, un argumento irracional).

    Te informo además que la supuesta información falsa proporcionada por los alemanes, es algo que ya descarta toda la investigación actual como un bulo originado en walter schelemberg y Krivitsky al comienzo de la guerra fría.El propio Harris lo expone claramente y Peter Whitewood en su reciente libro sobre las purgas militares de 2015 lo descarta también.

    Whitewood que «cree» en la inocencia de tujachevsky , habla del «mito del dossier fabricado»

    *https://militaryhistorynow.com/2015/08/31/the-enemy-within-five-little-known-facts-about-stalins-purge-of-the-red-army/

    La información de las actas se ve corroborada por un montón de fuentes cruzadas ( que supongo que también las amañaría el NKVD), a saber:

    *el telegrama de arao

    *Las declaraciones » a puerta cerrada» del desertor del NKVD,Genrykh Liuskov en 1938 a los japoneses.

    *La nota Masty-Benes de febrero de 1937

    *Las declaraciones del desertor Walter Krivitsky al servicio secreto inglés.

    *La documentación diplomática inglesa y francesa, publicada por Jonathan Haslam-¡¡ en 1984 !! y por annie Lacroix riz. etc, etc.

    Un saludo.

    1. Vorimir dice:

      Para haberte declarado ideológica y políticamente independiente no paro de leerte en todas las reseñas relativas a la URSS y a Stalin, siempre a la defensa. Oye, que está bién que el blog tenga vidilla pero no sé, me escama un poco esa supuesta neutralidad ideológica y que solo quieras arrojar luz sobre temas desconocidos, sr Granados.

      1. Rafael dice:

        ¡ Estimado Vorimir!: no me gusta el término «neutral » yo digo que soy completamente escéptico en política viendo especialmente que la «cosa nostra «( jabara carley dixit) gobierna en el Imperio norteamericano y sus teloneros occidentales, por lo tanto no soy comunista pero mucho menos anticomunista,simplemente aplico la metodología histórico- filológica de verificación de los hechos históricos .

        ¿Existe evidencia que Tujachavsky y los 6 mariscales estuviesen conspirando contra el gobierno de stalin ?, si existe mientras que la contraevidencia que Tujachevsky fuese inocente y victima de una orquestación es escasa a nula .

        Te pongo un ejemplo hasta 2010, yo pensé que la evidencia de la culpabilidad soviética en Katyn era irrefutable convitiéndolo en prueba palmaria de terrorismo de estado , pero entre 2010- 2013, ha surgido nueva evidencia paleográfica y arqueológica que me han hecho modificar mi punto de vista y sostener que fueron los nazis en 1941.

        Gracias por tu atención.

  7. Pico dice:

    Excelente articulo, se ve muy interesante el libro, creo que lo voy a pillar, les mando un abrazo y un excelente inicio de año, saludos

  8. laxmi deVI dice:

    Estimado Urogallo:

    ¿Qué pruebas avalan la no culpabilidad de tujachevsky?…. pero vamos era un secreto a voces en muchos servicios secretos europeos que Tujachevsky estaba conspirando, que pretendía ser el “franco ruso”…. pero ya sabenos lo que dice la ortoxoxia oficial: en la URSS nadie conspiraba, nadie tenía contactos con potencias extranjeras y todos eran unos benditos… es el gen paranoico de los rusos transmitido desde Ivan III hasta Putin.

    De pasada,supongo que estaréis al tanto de la polémica reciente (21- 29 de diciembre) entre Putin y el primer ministro polaco, sobre el papel de Polonia en los origenes de la II Guerra mundial.

    Una versión la de Putin ( documentada y avalada por importentes investigadores anglosajones), otra la del ministro de exteriores polaco y el primer ministro, avalada por “guerreros de la guerra fría” como Annie applebeum,snyder,roger moorhouse, etc y la historiografía ultranacionalista( martirial) polaca..
    https://www.allwikibiography.com/anjana-om-kashyap-age-husband-salary-family-wiki-networth/

  9. APV dice:

    Pues vaya conspiración si según eso casi la totalidad del alto mando soviético estaba metido (incluso los sucesivos jefes de los servicios de contraespionaje y seguridad que también fueron ejecutados de manera sucesiva) y nadie moviese un solo dedo en ningún sentido.

    Pensemos en el juicio de Tukhachevsky, buena parte de su tribunal acabó ejecutado por traición, alguno fue detenido apenas un par de meses después.

  10. Rafael dice:

    ¡Estimado APV!: la cuestión que tú planteas no es dificil de responder aunque sería prolija.

    Primero, los conspiradores no estaban unidos, ya que había al menos 3 plataformas conspirativas con recelos mutuos :el bloque derechista-trotskista,el núcleo de Yezhov en los servicios secretos y el sector militar… la principal debilidad de estos 3 grupos es que eran «blanquistas», confiaban en un golpe de mano pero carecían de cualquier apoyo en las masas ( por ejemplo en el Komsomol y en las organizaciones comunistas regionales de base).

    Es un notable diferencia con la conspiracion franquista que contaba con una base civil mucho más potente (monarquicos,carlistas, sectores eclesiásticos) y además la ayuda directa fascista era mucho más factible (mussolini financiaba a estos sectores desde 1931,algo que era inviable en la URSS).

    Añade a esto que stalin era un sabueso,a diferencia de los pusilánimes gobernantes de la II República y su ingenua confianza en la «lealtad del ejército», que se lo digan también a Salvador allende y evo morales.

    Además Satlin contaba con sus propios canales de información secreta aparte de los ordinarios del NKVD con lo que significa que los altos cargos militares eran vigilados dia y noche,

    Sobre Stalin como sabueso recomiendo en español el libro de Anselmo Santos.»Stalin,el grande «,Barcelona,Edahsa, 2012. Santos no es ningún izquierdista ya que es ex-oficial franquista.

    * https://www.edhasa.es/libros/73/stalin-el-grande

    saludos.

  11. APV dice:

    Estimado Rafael.

    Para la década de 1930 las oposiciones de Izquierda (Trosky) y Derecha estaban sometidas, los que seguían en la URSS estaban controlados y vigilados.
    Esas conspiraciones son extrañas, ¿se supone que todos los Viejos Bolcheviques conspiraban a la vez porque salvo un puñado que sobrevivió el destino del resto es el que fue?

    ¿Hay una conspiración militar y todos los militares ejecutados participaron y nadie actuó? Recordemos como señalo que los propios jueces de Tukhachevsky fueron condenados, lo que lleva a la duda ¿era el traidor o eran ellos traidores, porque ambas cosas son contradictoria?

    Respecto a la plataforma conspirativa de Yezhov, ¿también lo era Yagoda condenado antes que él? o ¿Beria condenado posteriormente? ¿Es un requisito para dirigir los servicios secretos soviéticos serlo?

  12. Rafael dice:

    ¡ Estimado APV!, te respondo:

    *Lo de los «viejos bolcheviques «es un mito , cultivado por los trotskistas,la mayoría de esos viejos bolcheviques estuvieron en el circulo de Stalin.

    *Ciertamente la conspiración militar fracasó, pero el hecho que fracasara no significa que no existiera y es mérito del gobierno de Stalin (compárese con la pusilanimidad del gobierno de la II República) cortarla en el momento justo.

    *Es cierto que algunos de los jueces del tribunal militar fueron posteriormente ajusticiados, sencillamente porque la investigación del NKVD fue revelando a posteriori nuevos implicados , por ejemplo el general Alknis ( su nieto que fue coronel es una de las primeras personas que tuvo acceso a las actas del proceso de Tujachevsky en 2000, y en varios artículos periodísticos y entrevistas , no ha dudado en ratificar que los mariscales eran culpables de alta traición).

    Prófugos soviéticos que se pasaron a Occidente como Grigory tokaev y“Svetlanin”/Likhachev atestiguan la indubitable realidad de estas conspiraciones y que algunos conspiradores nunca fueron identificados.

    (Vid.Tokaev, G. : Comrade X. London: Harvill Press. 1956)

    *Por supuesto,Yagoda era miembro del Bloque derechista,Yagoda sabía por ejemplo que se iba atentar contra Kírov en 1934,aconsejó a los conspiradores zinozivistas que no lo hicieran pero «dejó hacer» y por supuesto no reveló nada al gobierno.

    *El caso de Beria es totalmente distinto : después de casi 10 años de descontrol conspirativo en los servicios secretos,Beria toma el mando del NKVD en noviembre de 1938 era partidario de la estricta legalidad ( supresión de las troikas y control de las arbitrariedades por la fiscalía soviética y el aparato judicial).

    En junio de 1953 fue asesinado sencillamente por querer continuar las reformas institucionales promovidas anteriormente por Stalin en los años 30 y 40 con el fin de disminuir la omnipotencia de la élite del partido.( Vid Zhukov, I: Inoi Stalin. Politicheskie reformy v SSSR v 1933–1937 gg. Moscow: Vagrius.2003).

    Naturalmente, esta visión de Beria va contra la historia teratólogica que se ha montado en Occidente también acerca de este personaje.

    Saludos.

  13. APV dice:

    Estimado Rafael.

    Respecto a los Viejos Bolcheviques, nos referimos a aquellos que estuvieron al principio, aunque su número o definición era variable. El círculo de Stalin no agrupaba en el inicio a la totalidad de los que había en el partido de Lenin, pero en veinte años casi no quedaba ninguno vivo (y no necesariamente por edad).

    Respecto a la conspiración militar no se vio ninguna actuación por su parte, y si vemos en otras dictaduras hay formas de mantener a los militares controlados (bien con unos suculentos sobresueldos o prerrogativas) sin tener que buscarlos luego en los gulag. Que casi toda la cúpula militar soviética estuviera en la conspiración y no se viera ningún movimiento es raro.

    Los jueces del tribunal eran 9, de ellos solo tres no fueron ejecutados por traidores: Ulrikh (el juez de la horca por así decirlo), Shaposhnikov (profesional e incluso alejado del partido) y Budyonny (el incompetente e inofensivo). ¿Con un tribunal de traidores el condenado es un traidor?
    En realidad era un sálvese quien pueda y un todos contra todos como se vio con el caso anterior de Svechin al que Tukhachevsky acusó de reaccionario y antisoviético durante las pugnas de sus teorías militares.

    A Beria le tenían tirria todo el mundo en 1953, y darse de liberal después de haber sido durante décadas el perro de presa (con una reputación personal además) era poco creíble, más bien un intento de recolocarse en el post-estalinismo. Pero ahí todos tenían alguien que había sufrido a manos del NKVD en su momento, además que al igual que Hoover conocía los trapos sucios, por lo que no es raro que el partido, el ejército y cualquiera lo quisiera muerto.

    Respecto a la forma de obtener confesiones tenemos a Boris Rodos y otros.

  14. Rafael dice:

    Estimado APV:

    Sería largo contestarte a todas las cuestiones que planteas:

    1.No es un principio marxista-leninista mantener «estomagos agradecidos» en el Ejercito para que no se rebelen, son servidores del partido y del estado soviético, nada más, no son más importantes que un trabajador de la industria ó un koljosiano.

    Los intereses y la corrupción del «complejo militar- industrial» de los paises occidentales no es concebible- guste ó no guste- en parametros marxista-leninistas.

    El propio Mariscal Zhukov fue degradado en 1946, por apropiación indebida de «botin de guerra» capturado en alemania y que había ocultado en su dacha.

    Esa fue la razón de su degradación, resulta chocante leer el inventario de bienes robados en el informe del NKVD que se puso en la mesa de stalin, se publicó en rusia en los 90 en una edición muy limitada.

    *Vid en general.Gonzalo Segura :»El libro negro del ejército español»,Madrid,Akal,2017.

    2.Lo que cuentas sobre el tribunal militar es cierto, se trataba de una madeja inextricable que el NKVD calificó como «kublok». Ciertamente no estaban unidos y las acusaciones de bonapartismo ,pesaban sobre algunos de ellos como tujachevsky y Gamarnik.El propio Tujachevsky confesó que veía al «bloque» como simples compañeros de viaje » y que luego se desharía de ellos.

    ¡ Y naturalmente que se movían:pasar información de inteligencia militar a los servicios secretos alemanes,polacos y japoneses si es moverse!.

    3.Sobre Beria reproduces la mitología convencional,Iurii Zhukov en el libro que he citado en ruso – y desgraciadamente no traducido- da mucha evidencia opuesta a lo que afirmas; Iurii Zhukov afirma que el proyecto de reforma democrática( antiburocrático) del sistema era sincero y seguía los lineamientos básicos ya ensayados ( y derrotados por el politburó) en los años 30 y 40 , por Stalin.

    Naturalmente que hay opiniones contrarias( por ejemplo marxistas hoxistas) que ven a Beria como un derechista incurable(«revisionista») que abrió las puertas de Kruschev y su desestalininización pero tendrían que afrontar la evidencia que proporciona Iuríi Zhukov.

    Un saludo.

  15. Blackdolphin dice:

    Simplemente para informar que se ha rebajado el precio de este libro a 5’95€…

    https://www.planetadelibros.com/libro-el-gran-miedo/248596

    Hasta otra…

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