EL EJÉRCITO DE HITLER – Omer Bartov

El Ejército de Hitler-Omer Bartov La editorial Inédita parece que tenía planeado lanzar al mercado este interesantísimo libro escrito por el historiador israelí Omer Bartov, de momento los lectores españoles no hemos tenido la suerte de poder verlo, pero Hislibris nos ofrece la oportunidad de conocer un poquito mejor esta obra tan alabada entre los aficionados a la Historia del Tercer Reich, aunque la edición a reseñar se haya publicado en francés. El título original es el siguiente: L’Armée de Hitler (El Ejército de Hitler).

Omer Bartov es un historiador nacido en Israel, pero afincado en los EEUU, es uno de las mejores especialistas sobre el Holocausto y la historia del Tercer Reich. Autor de siete libros sobre el tema, El Ejército de Hitler (Oxford 1990), supuso su segunda obra relacionada con los crímenes de guerra cometidos por la Wehrmacht.

Entrando ya de lleno en el análisis de la obra, hay que destacar que el principal objetivo de la misma es averiguar, o intentar comprender, cómo la Wehrmacht acabó por convertirse en el Ejército de Hitler y pasó a convertirse en una tropa criminal y radicalmente adoctrinada por el nazismo. Para Bartov, no hay duda que esta radicalización estuvo íntimamente ligada a la guerra y, concretamente, al frente del Este, zona donde los combates perdieron todo atisbo de humanidad, si es que la guerra tiene algo de esto último. El autor parte de la base de que hubo un aprendizaje colectivo de la violencia y que este aprendizaje fue facilitado por la interiorización de la ideología del régimen nazi, adaptándose al contexto histórico por el que pasaron los soldados alemanes en el frente del Este. Curioso es el momento en el que Bartov ahonda en la tremenda trasformación que sufrió el más moderno y victorioso Ejército alemán tras su entrada en guerra con la URSS, sufriendo un proceso de «demodernización» al tener que dejar de lado prácticamente su cualidad más importante, la rapidez de movimientos, para adaptarse al nuevo contexto bélico que supuso pelear en las inmensas llanuras rusas, zona donde la geografía y la falta de medios acabaron obligando a la Wehrmacht a cambiar su particular estilo guerrero que tantas alegrías le habían dado en el Oeste de Europa: la Blitzkrieg.

Confrontados a la realidad, y a un enemigo que no podían vencer mediante el empleo de las técnicas más avanzadas de guerra, acabaron por aceptar la visión nazi de la guerra, siendo a partir de estos momentos cuando la Wehrmacht acaba por convertirse en el Ejército de Hitler. Para el régimen nazi la aplicación de la ideología (racismo-antibolchevismo) era la razón misma del conflicto en el Este, así que la Wehrmacht aceptó las nuevas reglas y los nuevos valores. Los mandos, muy a pesar de su auto justificadoras memorias de posguerra, caso de Guderian o el alardeado Von Manstein, arengaron a la tropa para que acometieran el combate con suma radicalidad, aplicando una disciplina de hierro y una excesiva tolerancia con los actos cometidos contra el enemigo. Este doble criterio sirvió, en cierta manera, para mantener la cohesión de la Wehrmacht. Para Bartov, no hay duda de que este hecho acabó por transformar al soldado alemán en una bestia salvaje al que se le daba plena libertad para la eliminación de los civiles y presos militares sin aplicar ningún criterio jurídico.

La deformación de la realidad que interiorizo la Wehrmacht acabó transformando a las víctimas en monstruos que debían ser aniquilados para salvaguardar a Alemania y a Europa de la «chusma judeo-asiática», que eran como calificaban los nazis a los ciudadanos de aquella parte de Europa.

Destacado es también el análisis que realiza el autor al señalar la importancia que tuvo el adoctrinamiento de los jóvenes alemanes desde su infancia, contribuyendo a ello las Juventudes Hitlerianas, en la preparación ideológica que tanto significado tuvo en la guerra en el frente del Este. Además, Bartov hace una crítica muy clara hacia algunos historiadores que han querido presentar a los generales de la Wehrmacht como caballeros militares que permanecieron ajenos a la ideología nacionalsocialista, entre ellos sin duda el más destacado fue el británico Lidell Hart.

Los soldados alemanes eran en verdad los soldados de Hitler en el más profundo sentido de la palabra: ellos percibieron la guerra tal y como Hitler la aceptaba desde su bunker en la retaguardia. Es increíble cómo estos combatientes acabaron por convertirse en los más fieles partidarios del Führer y en la primera línea de la ideología nazi.

Definitivamente, estamos ante una magnífica obra que nos ayudará a entender como la Wehrmacht dejó de lado todo atisbo de legalidad marcial para convertirse en el Ejército de Hitler y practicar hasta sus últimas consecuencias la ideología nacionalsocialista.

     

23 comentarios en “EL EJÉRCITO DE HITLER – Omer Bartov

  1. Chuikov dice:

    Felicidades por la claridad de la reseña y gracias por compartirla. Es un libro que me apetece mucho leer. Esperaré un poco a ver si lo publica Inédita.

    En la misma línea tenemos un trabajo sobresaliente publicado en español, LA WEHRMACHT. LOS CRÍMENES DEL EJÉRCITO ALEMÁN – Wolfram Wette, reseñado magníficamente por Rodrigo: https://www.hislibris.com/la-wehrmacht-los-crimenes-del-ejercito-aleman-wolfram-wette/

    Ciertamente tiene su lógica todo lo que explicas que cuenta Bartov, aunque ya después de la campaña de Polonia el ejército tenía perdido mucho de «castidad prusiana» y ya tenía mucho de nazi, ya sabemos que cedió practicamente en todo lo que a jurisdicción se le pidió que cediera antes de comenzar Barbarroja.

    Saludos.

  2. Rodrigo dice:

    Excelente reseña, David.

    En castellano tenemos al menos el libro de Wette mencionado por Chuikov, justamente, pero el de Bartov parece ser un referente obligado en la materia. Desde luego pinta de lo más bien por lo que comentas. A ver si Inédita u otra editorial se pone las pilas, creo que las expectativas en torno a su publicación en nuestro idioma son altas.

    Una consulta: ¿te ha parecido en algún momento que el autor sometiese el asunto abordado a un juicio valórico más propio de nuestro tiempo, incurriendo en anacronismos de alguna especie? Es una crítica que se ha formulado al trabajo de Wolfram Wette, que en lo personal no comparto.

    Saludos.

  3. Antonio dice:

    Buenas tardes:

    El libro «EL Zorro del Desierto», cuyo autor no recuerdo, no dejaba de insistir en esa cuestión que matiza David L: la de disculpar permanentemente a Rommel sobre su filiación nazi; que si no estaba enterado de nada, que si el holocausto se producía de forma soterrada, que si representaba el aspecto militar y no el ideológico,…
    Parece creíble que no participaran directamente en la ejecución de tales planes, pero eran los colaboradores y los consentidores necesarios. Es difícil creer que no estaba implicado.

    Opinadamente

  4. Chuikov dice:

    A ver si se anima Inédita a sacarlo. Es un titulazo.

  5. David L dice:

    Hola a todos,

    1)CHUIKOV: no he leído el libro de Wolfram Wette, aunque leyendo la excelente reseña de Rodrigo veo que sigue la pauta marcada por la obra de Bartov.

    2)RODRIGO: respondiendo a tu pregunta yo diría que no. Es más, Bartov no se acoge a la idea que mantienen algunos historiadores, como por ejemplo Daniel Goldhagen, a la hora de atribuir el comportamiento de los soldados alemanes a una influencia ideológica de larga trayectoria pasada, sino que analiza la actuación de la Wehrmacht en función del contexto histórico particular por el que tuvo que pasar esta institución armada en el frente del Este. Por supuesto, esto no quiere decir que organizaciones como las Juventudes Hitlerianas, por mencionar una destacada, no influyeran en muchos de los soldados que habían pertenecido a esta organización y que con 18 o pocos más años de edad formaron parte del Ostheer. Bartov cree que hubo un aprendizaje colectivo de la violencia y que este aprendizaje fue facilitado por la interiorización de la ideología del régimen nazi dadas las circunstancias presentes que tuvieron que vivir los soldados alemanes en tierras soviéticas. Como puedes apreciar, creo que a Bartov no se le puede acusar de orientar su trabajo en un contexto temporal ajeno al experimentado por la soldadesca alemana.

    3)ANTONIO: Creo que el libro que mencionas es el escrito por David Fraser, El Zorro del Desierto, La Esfera de Los Libros (2004). ¿Es así?

    Un saludo.

  6. Hindenburg dice:

    La verdad es que el planteamiento ( a juzgar por el artículo ) parece más bien un ajuste de cuentas con la Wehrmacht…

    Aunque el contraste de actitud entre las campañas de 1939-41 en el Oeste, y la actitud en el frente oriental da bastante juego para la especulación. ¿ Tendencia a la escalada a medida que la guerra se alargaba y se acumulaban las pérdidas de los contendientes?

    Y por cierto que la «castidad prusiana» no libro al Heer imperial de 1914-18 de un aluvión de críticas, especialmente por lo sucedido en Bélgica.

  7. Chuikov dice:

    Ciertamente, Hindenburg, los prusianos nunca fueron santos.

  8. Germánico dice:

    » ¿ Tendencia a la escalada a medida que la guerra se alargaba y se acumulaban las pérdidas de los contendientes? »

    Pues yo me temo que no, Hindenburg. Hay que tener en cuenta que las muertes de judíos sobre el terreno, las provocadas por los Einsatzgruppen, fueron al principio mismo de la guerra, iniciándose el mismísimo día de la invasión de la URSS. Y si bien existía una orden que obligaba al Ejército a darles soporte táctico a estos grupos, la colaboración fue, en general, mucho más allá y de manera entusiasta. No sólo acordonando las zonas de matanza y entregando y transportando a ellas a los «judeobolcheviques», sino directamente participando en las ejecuciones. La etapa de embrutecimiento de la guerra, curiosamente, coincide con la de las menores muertes sobre el terreno: la población a exterminar era ya deportada a los centros de correspondientes.

    Ni esa excusa tienen.

  9. Schwejk dice:

    Por completar lo que dice Germánico, no olvidemos la conquista y ocupación de Polonia. La wikipedia inglesa es bastante completita en este aspecto:

    http://en.wikipedia.org/wiki/World_War_II_crimes_in_Poland#Atrocities_during_the_invasion_of_Poland_.281939.29

    No hay «tendencia a la escalada», ni «embrutecimiento de la lucha», estamos en septiembre de 1939.

    Goldhagen, en su día, se quedó muy solito en sus conclusiones, Es lo que tiene la simplificación excesiva. Bartov dio su opinión al respecto en «Germany’s War and the Holocaust, Disputed Histories».

  10. Rodrigo dice:

    Sí, David. Por lo que dices, el análisis se atiene al contexto temporal correspondiente. Gracias por la respuesta.

    Otra consulta: en el estudio del proceso por el que el Ejército se trasformó en el «Ejército de Hitler», tal cual dices en la reseña, ¿aborda Bartov hechos concretos previos a la guerra, como la aquiescencia prestada a los crímenes de la «Noche de los cuchillos largos» (incluido el asesinato de dos generales) o el doble escándalo Blomberg-Fritsch en 1938? (Verdaderos hitos en la gradual capitulación y subordinación de las FF.AA. a los designios de Hitler.)

  11. David L dice:

    Está claro que cuanto más se alargaba la guerra más contundente fue la nazificación de la Wehrmacht aumentando su radicalidad conforme los medios eran cada vez más escasos. Por supuesto, las pérdidas también afectaron en cierta a manera a la disciplina, `pero no en el sentido contrario de esta última, sino más bien como factor de cohesión y brutalidad en sus acciones. Como comenta Bartov, la perversión de la disciplina nutrió la barbarie cada vez más, la cual acentuó más si cabe la ferocidad de la tropa. La oficialidad se encontraba ante una doble disyuntiva visto el “modelo” de guerra que empezó a ser practicado en Polonia: o se revolvía contra el régimen, o bien se adaptaba a las nuevas reglas y a los nuevos “valores”. La elección de esta última opción implicaba cambios fundamentales en la conducción de la guerra, y, está claro, que el Alto Estado Mayor se unió rápidamente a esta línea marcada por Hitler y sus acólitos. Por eso no podemos aceptar que el principal motivo de la nazificación de la Wehrmacht fuera producida por el alargamiento de la contienda, este hecho ayudó a ello, pero las bases ya se habían establecido mucho antes.

    En cuanto a la pregunta de Rodrigo, la verdad es que Bartov no hace referencia a los hechos que mencionas, el hilo narrativo rápidamente nos introduce en la contienda acontecidad en el Este.
    Un saludo.

  12. Rodrigo dice:

    La verdad es que el planteamiento parece propio de un estudio serio y riguroso, además de pertinente.

    Gracias una vez más, David.

  13. Rodrigo dice:

    Igual pienso que la consideración de hechos cruciales como los que mencionaba arriba ofrecería un cuadro más completo del referido proceso; el de la transformación del ejército en el «Ejército de Hitler», o su puesta al servicio de unos planes nefastos y unos objetivos criminales.

    De todos modos, es un libro que me gustaría muchísimo leer.

  14. Hindenburg dice:

    Es preciso recordar, sin embargo, que ni el ejército alemán ni los nazis tenían el monopolio exclusivo de la crueldad. Basta recordar lo que sucedió con la minoria alemana de Bromberg, en el corredor de Danzig, a manos de paramilitares polacos: http://en.wikipedia.org/wiki/Bloody_Sunday_(1939)

    Y estamos hablando de la primera semana de la guerra…

  15. David L dice:

    Por supuesto, pero la crueldad alemana fue en aumento conforme los alemanes, o mejor dicho, Hitler, comprende las nuevas posibilidades que le ofrecían las características tan “especiales” que ofrecía el frente del Este para llevar a cabo su radical programa ideológico. En Polonia observamos un “pequeño” adelanto de lo que podía suceder en la URSS si se atacaba a este último país, como así fue. Aunque menciones las acciones de los paramilitares polacos como hechos extremadamente deleznables, este suceso no es comparable a las tropelías desarrolladas por los Einsatgruppen, con la colaboración de la Wehrmacht, durante su trayectoria en el frente del Este. El decreto de jurisdicción de abril de 1941 que permitió a la Policía de Seguridad y al SD incluirse en el cuadro de la Wehrmacht, de tal manera que se autorizaba por parte de esta última la utilización de estos grupos de intervención en su zona de operaciones, permitió que hechos como los que tú mencionas sobre los paramilitares polacos tuvieran plena cobertura “jurídica” para la Wehrmacht. Creo que la diferencia es más que evidente.

    Un saludo.

  16. juanrio dice:

    Enhorabuena, David, no sabves cuanto te agradezco que me presentes este libro, que espero que se traduzca.

    En cuanto a la escalda de violencia del ejercito alemán, creo que la hubo, pero empezón antes de la guerra. Alemanía llevaba en una espiral ascendente desde el final de la I guerra mundial, por una derrota que nunca pudieron entender, y hubo una guerra civil no declarada durante todo el periodo de entreguerras, entre comunistas y socialistas de un lado y Freikorps de otro, la derecha alemana. El grado de violencia que hubo en esa época supongo que se disparó cuando el enemigo dejó de ser alemán.

  17. Krieg dice:

    Ya de partida, leyendo esta reseña, me parece radicalmente tendencioso, y más teniendo en cuenta la nacionalidad, del autor, es como he leido arriba un «ajuste de cuentas».

    ¿Cuantos millones de soldados combatieron en el Ejército Alemán? Me parece absolutamente injusto, (más teniendo en cuenta que no se pueden defender), culpabilizar a colectivos, las responsabilidades son por actos concretos de personas concretas, y especialmente en la dirección política. Es muy facil oponerse ahora, me hubiera gustado ver a más de un comodo analista actual en aquel momento y lugar.

    Omer Bartov, a lo mejor debería mirar a su propio país, al comportamiento de los dirigentes de Israel etc. Absolutamente criminal, como lo podemos ver hoy mismo en los telediarios, ¿el asesinato selectivo sin juicio ¿no es criminal? bombardear civilies ¿no es criminal? hacer un muro vergonzoso ¿no es criminal? o lo de hoy, contra la flotilla que navegaba hacia Gaza en aguas internacionales, y en la que han muerto y resultado heridas muchas personas desarmadas ¿no es criminal? y esto se puede evitar, por que está sucediendo ahora, no es agua pasada.

    Desde luego que no creo que en el campo de batalla el Ejército Alemán se comportase peor de lo que lo hicieron sus contrincantes, o de lo que lo hacen hoy en día los ejércitos actuales, como todo el mundo puede ver por el comportamiento criminal de componentes del ejército del estado de Israel.

    Por cierto, puesto que se cita la conquista y ocupación de Polonia, citando la wikipedia inglesa (vaya ejemplo), ¿Quien invadió Polonia? por que que se sepa la invadió también Rusia, que negó hasta hace muy poco la masacre de Katyn, perpetrada por ellos, achacandosela a Alemania, (como no podían defenderse). Rusia permitió la destrucción del Gueto de Varsovia, sin mover un dedo. Por cierto, ¿que hicieron los ingleses con relación a Polonia? a los ingleses Polonia les importaba un bledo, en la guerra solo les interesaba destruir a Alemania como potencia, no hay más que ver el empeño en los bombardeos de Alemania nada selectivos, y el que en 1945 tuvieron para liberar a Polonia, cuya invasión, al parecer, provocó la guerra, y que siguió ocupado muchos años por uno de sus dos invasores iniciales, Rusia.

  18. juanrio dice:

    Krieg, me parece que equivocas el tiro. Cuando se habla del ejercito alemán, o de Hitler, no se responsabiliza soldado por soldado, si no a sus mandos, y creo que estos, en su gran mayoría, fueron complices de los nazis como brazo ejecutor de su política de guerra.

    ¿Cuantos altos mandos del ejercito se rebelaron contra Hitler?…..muy, muy pocos y cuando las cosas iban mal dadas.

    No se como será este libro, salvo por lo que nos cuenta David, pero no he deducido de su reseña que este libro sea especialmente tendencioso….

  19. Rodrigo dice:

    Si resultará que investigar en la naturaleza y los orígenes de una campaña bélica dictada por los imperativos criminales del nazismo es tendencioso…

    A juzgar por la reseña y posteriores comentarios de David, el libro de Wolfram Wette, La Wehrmacht (publicado en Alemania en 2002), es deudor del de Bartov y responde a una línea de investigación similar.

    Cito algunos fragmentos del prefacio escrito por Manfred Messerschmidt para el libro de Wette:

    “[…] Wette no se queda en abstracciones de carácter politológico, sino que hace evidente la relación entre una ideología de poder político y las acciones y decisiones adoptadas a distintos niveles de la jerarquía militar y en virtud de las cuales la Wehrmacht pasó a convertirse en responsable del exterminio, junto con los órganos específicamente encargados de llevarlo a cabo.

    “Wette se encarga, asimismo, de dar cuenta de lo que apenas puede encontrarse en la mayoría de las obras históricas, a saber, de la actitud del «hombre de a pie» en uniforme obligado a cumplir órdenes en el marco de las limitaciones y condicionantes impuestos por el régimen. […] Justamente desde esa perspectiva del «hombre de a pie» en uniforme se procede a hacer visible la complicidad que correspondió a la Wehrmacht […].

    “Ese enfoque resulta asimismo relevante de cara al segundo gran tema de la presente obra, esto es, la historia de la interpretación dada al papel desempeñado por la Wehrmacht y que es, a la vez, una historia de ocultación, minimización y falseamiento cuyas consecuencias no se han superado hasta la fecha. […] Wette procede a ilustrar esa historia a partir de ejemplos convincentes referidos a esa estrategia de ocultación que ha influido de manera continuada no sólo sobre la tradición militar adoptada por la Bundeswehr, sino también sobre la propia ciencia histórica, con el resultado de que la investigación sobre la historia militar y sobre el Holocausto han seguido «caminos separados» y de que no ha sido hasta fecha relativamente reciente cuando el tabú que suponía mantener esa distinción [fundamental para el mito de una Wehrmacht «limpia»] ha comenzado a romperse” (pp. VIII- IX, Crítica, 2007).

    Tanto Messerschmidt como Wette son historiadores militares alemanes.

  20. David L dice:

    Hola Krieg,

    1) Mal vamos si para aceptar un buen trabajo lo primero que hacemos es mirar la nacionalidad del autor. A mí lo que me parece tendencioso es aceptar de por sí que Omer Bartov, al ser israelí, podamos pensar que su estudio sobre la Wehrmacht ya no pueda ser objetivo. Es un grave error.

    2) Los colectivos militares tiene unos superiores que son los que reciben y mandan órdenes. A estos colectivos es sobre los que Bartov hace sus más duras críticas, aportando documentación y basándose en las directrices que fueron recibiendo desde el Alto Estado Mayor.

    3) Querer comparar las matanzas en el Este con lo que está ocurriendo hoy en Oriente Medio es un sinsentido, además de descontextualizar el trabajo que Bartov presenta en este libro. Si quieres puedes hacer una reseña sobre la actualidad de Israel y nos pondremos a debatir civilizadamente sobre el tema. No se puede mezclar churras con merinas.

    4) Sobre lo que comentas de GB y Rusia no voy a decirte que no tienes parte de razón en algunos de los aspectos que reseñas En cuanto a la destrucción del Gueto de Varsovia, abril de 1943, la URSS no podía hacer nada por ayudarle, yo creo que debes referirte a la sublevación de Varsovia en agosto de 1944, en la cual la pasividad soviética sigue siendo fuente de polémica.

    5) La guerra no es un juego de niños, desgraciadamente se producen hechos deleznables en todos los frentes, pero no creo que lo sucedido en el Este tenga comparación con la guerra desarrollada en el Oeste. ¿Qué hubo en este frente extralimitaciones? Seguro que sí, pero para justificar éstas ante los gobiernos democráticos, sale muchísimo más caro que hacerlo ante el beneplácito de un régimen totalitario. Eso es de cajón.

    No te lo tomes a mal Krieg, pero a mí no me ha parecido un ajuste de cuentas el trabajo de Omer Bartov. No podemos cerrarnos ante lo obvio: hubo manga ancha en el Este para eliminar colectivos entero de personas.

    Un saludo.

  21. Napos dice:

    Hola,

    Estamos de enhorabuena.
    Esta prevista su publicación para el 10 de enero del 2017 por la editorial «La esfera de los libros».

    Un saludo.

  22. Rodrigo dice:

    ¡Al fin! Excelente noticia.

  23. Rodrigo dice:

    Leído.

    Como el de Jeff Rutherford, también es este un trabajo notabilísimo, rebosante de ideas penetrantes y cruzado de punta a cabo por la más sólida coherencia. Respecto del acuciante problema de en qué medida fue el ejército alemán el “ejército de Hitler”, compenetrado de los valores y obsesiones del nazismo e instrumento fundamental del programa hitleriano, el libro de Bartov es sin duda un referente insoslayable. ¿Ajuste de cuentas, como alguno opinó incluso antes de leerlo? Nada más lejos de la realidad. Es una obra respaldada por una investigación seria y solvente, con acopio de abundante documentación y al amparo de un esfuerzo analítico acorde con los más rigurosos estándares historiográficos.

    Algunos puntos a destacar, apenas algunos, en consonancia con lo expuesto por David. Como señalaba en otro hilo, el de la reseña del libro de Rutherford, Bartov da por inconsistente la teoría de los grupos primarios (cohesión dada por el origen de las tropas y los lazos de lealtad y camaradería forjados al calor de la experiencia bélica) como fuente del rendimiento combativo del ejército alemán en el frente oriental, el más importante de la guerra. La clave de su tenacidad, pero también de su predisposición a cometer tropelías (volviéndose cómplice de los crímenes perpetrados por el régimen nazi), reside en la férrea disciplina militar y en la asimilación entusiasta de los motivos ideológicos suministrados por la cosmovisión hitleriana. Evaluando el tema de la disciplina, Bartov realiza una serie de observaciones contundentes, una de las cuales seduciría al más pintado de los psicólogos sociales: la violencia sobre el eslavo infrahumano como compensación de la severísima disciplina a que eran sometidos los combatientes alemanes, quienes se tomaban la oportunidad de cometer toda clase de barbaridades como válvula de escape a la plúmbea coacción que implicaba su encuadramiento en la institución militar. El consentimiento tácito en que las cometían –a pesar de las restricciones legales establecidas por la jefatura- sugiere que los oficiales, nada inhibidos por eventuales escrúpulos morales respecto del discurso de las jerarquías raciales y el derecho del más fuerte, aceptaban que sus hombres se desfogaran cometiendo desmanes para así soportar mejor las duras condiciones de la guerra y el draconiano sistema de castigos; lo que se castigaba, por cierto, no era la perpetración de atrocidades contra los llamados “pueblos inferiores”, sino el incumplimiento de las exigencias de combate (la deserción conllevaba la pena de muerte, los comentarios derrotistas acarreaban prolongadas condenas de prisión; hubo un momento en que el mando, perdida definitivamente toda mesura, prescribió la ejecución inmediata de “cobardes y traidores” por cualquiera de sus compañeros). Cometer atrocidades, ser cómplice de crímenes sin medida, resultaba un eficacísimo mecanismo no solo de desahogo emocional sino de unidad y cohesión corporativa, motivando a los hombres a comprometerse en una lucha sin cuartel. Este mecanismo operaba en íntima conexión con la deshumanización del “otro”, de un enemigo cuya condición subhumana, amenaza además para la civilización europea en tanto portador de la infección judeo-bolchevique, justificaba que se lo tratase con la máxima crueldad. Así pues, la perversión de los parámetros de moralidad y legalidad por obra de la ideología nazi se entrelazaba con las pautas militares de disciplina, un tóxico compuesto que ponía en sintonía al ejército con el imaginario racista y expansionista del Tercer Reich.

    Otro aspecto de la mixtura que aglutinaba a las tropas en la consecución del programa hitleriano estriba en la inversión de la realidad que tamizaba la percepción del enemigo, variable ideológica de dramáticas repercusiones psicológicas y morales. Determinados a emprender una lucha racial sin contemplaciones, los alemanes irrumpieron a sangre y fuego en territorio soviético, consumando una gama completa de actos reñidos con cualquiera de los estándares éticos y jurídicos que configuran la civilización occidental (la misma de la que, paradoja de paradojas, se proclamaban sus mayores paladines). Sometían a eslavos y judíos a toda suerte de crueldades, pero no eran ellos mismos unos seres desalmados ni unos criminales, no, los criminales y los depravados eran sus víctimas; los agresores y perpetradores eran aquellos que padecían bajo el ánimo aniquilador de la Alemania de Hitler. Por supuesto, esta aberración perceptual debía su origen a la ideología nazi, con su perversa concepción del mundo y su voluntad de llevar a cabo una guerra presuntamente preventiva contra la caterva judeo-bolchevique. Imbuidos los combatientes germanos de la idea de que lo que a su paso aplastaban no eran unos genuinos congéneres (miembros como ellos de la especie humana, dignos por lo tanto de un trato humanitario), les resultaba más fácil acordar su comportamiento con los dictados y designios del régimen, desempeñándose como ejecutores implacables de una terapéutica destinada a erradicar una lacra mundial. Lejos de ser unos bárbaros, los alemanes eran los salvadores del planeta.
    En la inversión que comento, modelada por los prejuicios raciales y por el mito de la conspiración judeo-bolchevique, la responsabilidad criminal era transferida a las víctimas: precisamente porque portaban el germen de las peores maldades, y porque no eran humanos sino seres inferiores –cuando no unos demonios-, eslavos y judíos eran los verdaderos responsables de que se los tratara como hacían los alemanes, es más, no podían ser tratados de otra manera, so riesgo de que expandieran a escala planetaria el mal que llevaban consigo. Muchos de los testimonios dejados por combatientes alemanes expresan la repugnancia moral y física que los embargaba al contactar con la población soviética, según ellos unos seres primitivos habituados a vivir en condiciones paupérrimas y que en un futuro no muy lejano se habrían arrojado sobre Occidente en una orgía de devastación desenfrenada, prosiguiendo la labor iniciada por los bolcheviques en la URSS. Cualquier violencia descargada sobre ellos estaba legitimada por la necesidad de prevenir tamaña calamidad. No se podía inculpar a la terapia por su dureza, la culpa recaía en los que amenazaban la salud del orbe entero.

    Además, cuanto más encarnizado se tornaba el proceder de las fuerzas germanas, tanto más virulento era su odio de las víctimas: las odiaban con creciente intensidad porque, en su percepción distorsionada de las cosas, los obligaban a ser cada vez más despiadados. Este paroxismo de lógica invertida y de odio paradójico terminaba por suprimir cualquier remanente de inhibición moral. (Otro ejemplo de la percepción y lógica invertida del nazismo lo ofrecen los judíos recluidos por los alemanes en guetos y campos de concentración: al cabo de poco tiempo se los veía andrajosos, sucios y moralmente consumidos, enfermos y famélicos; su lamentable aspecto corroboraba los estereotipos antisemitas, aumentando la repulsión que los alemanes les profesaban. De ninguna manera se detenían estos a pensar que el estado en que se encontraban los judíos era provocado por la inmisericorde reclusión: era que los judíos, despojados de sus inmerecidos privilegios y de sus apariencias de civilización, retornaban al estado que les era connatural.)

    Investigaciones posteriores a la de Omer Bartov cuestionan la importancia de la ideología o aun de la disciplina militar como factores cohesionantes de la Wehrmacht y motor de su eficacia combativa, pero pienso que gran parte de sus tesis se mantienen en pie. Abundantes testimonios y la sola circunstancia de haber sido sometida toda una generación de jóvenes combatientes a un sistemático adoctrinamiento nazi nos previenen de la improcedencia de desdeñar el factor de la impregnación ideológica de unas fuerzas que, por de pronto, fueron el puntal de una guerra concebida ab ovo como confrontación a muerte entre cosmovisiones irreconciliables.

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