EL CAPITÁN DE KOPENICK – Carl Zuckmayer

Es una obra teatral cómico-satírica creada en 1931, con adaptaciones posteriores como la que hizo Rod Hudchington en 2013, y que ha sido llevada al cine una media docena de veces, siendo recomendable la versión cinematográfica de 1956.

En ella nos encontramos con Wilhelm Voigt, un individuo marginal y de la pequeña delincuencia, que se verá atrapado en el sistema burocrático y penitenciario, que como a un Jean Valjean le acosa tras haber quedado en libertad.

De esa forma los intentos de enmendarse, encontrar un trabajo e incorporarse a la sociedad se topan con una burocracia prusiana de lo más kafkiana, atrapada en círculos viciosos al estilo de Catch-22: no logra obtener un pasaporte y permiso de estancia por carecer de empleo pero no se puede obtener un puesto de trabajo sin un pasaporte, o sin papeles no deberían dejarlo salir de la cárcel pero no pueden encerrarlo por no tenderlos. La obra incluso adopta tintes tristes y trágicos, con un protagonista que tiene algo de antihéroe, como un ladrón inefectivo y que tiene compasión humana.

Junto a ese absurdo, siguiendo el camino de un viejo uniforme, el autor nos muestra las contradicciones de la sociedad germana de inicios del siglo XX, entre una pequeña burguesía acomodaticia y una clase militar prepotente (aunque no era exclusivo de Alemania ese carácter militarista como se veía en la Francia de Dreyfus), donde los uniformes tienen su importancia aún vestidos por incompetentes, lo que también es un reflejo de la posterior Alemania de 1931 en donde cierto partido en alza estaba obsesionado con vestir de Hugo Boss.

Pero será a raíz de la orden de su expulsión, al estilo de las medidas usadas en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes de 1933, que se decida actuar visto la imposibilidad de que la ley le deje en paz (en un diálogo con su cuñado donde se percibe el enfrentamiento de posturas iusnaturalistas y positivistas que se dio también entre los juristas de la época), buscando además hacer algo en la vida y empleando su experiencia en una prisión dirigida por un «miles gloriosus» obsesionado con sus recuerdos militares de Sedán.

Esa será la parte más graciosa de la obra, donde el protagonista unido al citado uniforme de capitán y con los amaneramientos de un militar se hace con un pequeño pelotón y se dirige al ayuntamiento de Kopenick. Allí como el Inspector General de Gogol es tomado por lo que no es, procediendo a detener a las autoridades locales y apoderarse del dinero de la caja municipal sin que nadie actúe para oponerse. Siendo tan absurda la situación que provocará la risa en el mundo entero.

Aunque todo parezca una ficción, fue un hecho real ocurrido en 1906 que causó enorme hilaridad. Demostrando un aspecto psicológico de las personas como su docilidad ante la apariencia de autoridad y el poder de los uniformes (por ejemplo aunque los británicos se burlaron, en 1910 también serían engañados en la visita VIP de los «príncipes abisinios» al HMS Dreadnought), lo que ha permitido en ocasiones robos y engaños, siendo un tópico en muchas películas, aunque en el caso de los militares hay protocolos para evitarlo.

Ello lleva a un aspecto tenebroso, la impunidad de la actuación de los militares sobre los civiles como se vio poco después en la Crisis de Saverna en 1913 o en España con el Cu-Cut, o el periodo de Entreguerras. Y si lo pensamos esa «trastada» del capitán de Kopenick, sin grandes consecuencias y que ha llevado a considéralo una fábula humorística poniendo una estatua junto al ayuntamiento, se puede comparar con la infame actuación de Willi Herold también falsamente uniformado de capitán, que se recoge en una reciente película.

En resumen una obra cómica y graciosa, pero que detrás tiene aspectos sobre los que reflexionar.

     

Un comentario en “EL CAPITÁN DE KOPENICK – Carl Zuckmayer

  1. Vorimir dice:

    Una obra interesante y curiosa que no conocía, gracias por reseñarla APV. :D

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