El pasado mes de noviembre de 2021 Ediciones Salamina publicó al fin el segundo y último volumen de Duelo en el desierto, la saga dedicada a la guerra en el Norte de África escrita por el divulgador Antonio Muñoz Lorente. El libro, dividido en cuatro partes conteniendo catorce capítulos, retoma el relato donde se dejó en el volumen 1, con un Erwin Rommel victorioso dirigiéndose a toda velocidad hacia Egipto y Alejandría. Empezando con la primera parte, Muñoz nos lleva directamente al grano sin ningún rodeo al centro de la acción. El Zorro del Desierto tenía la esperanza de conseguir una enorme victoria frente a un enemigo que solo había hecho que retirarse días antes. No obstante, y como se deja claro bastante bien, el comandante del Afrika Korps se lo jugaba todo a una carta.

El autor no solo muestra todos los aspectos puramente militares, también los políticos y logísticos que nos ayudan a comprender la complejidad de este teatro considerado “secundario” por algunos. En esta marabunta de convoyes y líneas de suministros el Eje estaba perdiendo gran cantidad de enseres y material en el Mediterráneo. La actividad aérea y naval aliada fue uno de los factores que condenó la ofensiva de Rommel, al igual que el desciframiento cada vez más rápido de ULTRA por parte de los británicos.

En estos tres capítulos iniciales vemos el avance y posterior detención del Africa Korps por la grave falta de provisiones mencionada y un reforzamiento de la resistencia británica. Son los últimos avances italo-alemanes, no llegarán más allá, quedándose a cien kilómetros de Alejandría. Rommel y sus mandos esperan volver a retomar la ofensiva con la llegada de material y refuerzos, pero quien llegará a escena será el famoso general Montgomery, nombrado jefe del 8.º Ejército.

Nos adentramos así en la segunda parte encuadrada entre agosto y noviembre de 1942. Compuesta por otro trío de capítulos. Muñoz fija ahora la lupa de su relato en las conocidas batallas del sector de El Alamein. Primero con el golpe de Alam el Halfa y posteriormente con las operaciones Lightfoot y Supercharge. La batalla cambió la tornas, los alemanes pasaron a ser defensores y los ingleses los atacantes. Rommel, enfermo y falto de fuerzas, regresó al continente para recuperarse. Mientras tanto, el nuevo jefe del 8.º Ejército diseñó una «batalla metódica» con la que destruir de una vez por todas a su contrincante. «Monty» planeó todo al detalle con ciertos objetivos a conseguir para pasar a los siguientes.

Numéricamente superaba a su enemigo, sin embargo, la infantería daba signos de cansancio y los carros de combate eran inferiores en calidad. Pese a ello, ambas operaciones ofensivas lograron, como se esperaba, derrotar a los italo-alemanes. Las batallas contaron con pequeñas genialidades tácticas, pero en general fueron un choque frontal donde se hizo valer sobre todo la cantidad. La marea Tommy acabó luxando la resistencia del Eje en El Alamein y estos iniciaron una retirada abandonando centenares de vehículos y cañones. Los defensores lucharon bien, pero con inferioridad en todos los ámbitos poco más podían hacer. Rommel regresó de su reposo y dirigió el repliegue a nuevas posiciones. La persecución inglesa se hizo con altibajos, a veces pudieron presionar más y otras menos, no logrando nunca envolver y destruir del todo al AK. Italianos y alemanes se escaparon de entre los dedos de Monty gracias al envío esporádico de combustible y a cortos y enérgicos contraataques. La retirada del zorro tuvo más genialidad que la propia batalla en sí, ya que consiguió evitar la pérdida completa de su ejército norafricano.

En la tercera parte asistimos a la llegada de los «amigos americanos» con la Operación Torch. Criticada en su concepción y desarrollo –como bien se expone– es indudable que la llegada del Ejército Estadounidense tuvo una importancia vital en la campaña. El Eje se veía ahora presionado por el oeste y el este en el Norte de África. La intervención norteamericana logró que Francia volviera al bando de los Aliados y sirvió como campo de entrenamiento para los bisoños yankees. Son en estos tres nuevos capítulos donde se ve mejor que nunca la complejidad del teatro Mediterráneo aludida antes. El África colonial francesa era lugar de extrañas alianzas y figuras, había que andar con pies de plomo y saber manejar la situación. Ni Aliados ni el Eje supieron moverse bien y tampoco lo pretendieron. En el noveno y décimo capítulo el lector presenciará los últimos zarpazos del temible Afrika Korps. Los alemanes e italianos nunca se recuperaron de El Alamein, pero nuevo material llegó (incluido los enormes Tiger) lo que ayudó a extender la resistencia; también ayudó la torpeza inicial de las operaciones aliadas en el este: Carrera hacia Túnez.

Con seguridad la derrota estadounidense en el Paso de Kasserine marcó un nuevo punto de inflexión en la campaña norafricana. Así se puede comprobar cuando tras la que sería la última batalla de Rommel, los italo-alemanes iniciaron un repliegue en torno a Túnez. No habría más maniobras del Eje como antaño en ninguna parte. A comienzos de 1943 lo único que puede el Afrika Korps es retrasar lo inevitable: la derrota y expulsión final de este teatro. La cuarta y última parte trata en cinco capítulos la consolidación de esta victoria aliada en el desierto. Semana a semana la retirada de italianos y alemanes hacía que estos defendieran una franja de terreno menor. En abril, estadounidenses y británicos del 8.º Ejército se dieron la mano en el sur logrando unirse para la batalla final. No había escapatoria posible. Adolf Hitler negó la ayuda a sus formaciones destinadas en Túnez y solo retiró a parte de los especialistas por aire. Por mar nadie se acercó debido a la gran actividad británica que hundía todo lo que se acercaba desde Italia. Llegado mayo, y con Rommel fuera desde hacía varios meses para salvaguardar su reputación, la Operación Vulcan sentenció la campaña. Algunas unidades resistieron hasta mediados de mes, pero fue una actuación simbólica. Algunos de los que pretendieron huir con balsas improvisadas fueron arrastrados al fondo del mar por los temporales.

En las conclusiones, Antonio Muñoz Lorente evidencia como la campaña norafricana tuvo consecuencias nefastas para el Eje, especialmente para el régimen de Mussolini. Los alemanes perdieron decenas de miles de soldados veteranos y material, los italianos todo su imperio colonial. El seísmo provocado por la derrota en África llevaría al dictador fascista a su final meses después tras ser detenido por orden de Víctor Manuel III. En cuanto a los Aliados, la victoria supuso que la iniciativa ahora les pertenecía y podían elegir donde dar el siguiente paso, era obvio: Sicilia. Asimismo, en el caso norteamericano, el combatir a un ejército enemigo sin su máximo potencial permitió mejorar la estructura de mando, ganar veteranía en las divisiones de Ranger y prepararse para lo que sería la gran batalla por Europa.

A nivel técnico el libro está espléndidamente bien editado, la tipografía es la clásica usada por Salamina, muy correcta. Duelo en el desierto contiene además una buena selección de mapas (y un tríptico sobre El Alamein a todo color) con los que seguir todos los combates, así como treinta fotografías en blanco y negro. La lectura es sumamente amena. Antonio escribe muy bien y detalla los enfrentamiento con interés y no aburre nunca. En definitiva, un título muy recomendable junto al Vol. 1 que se posiciona como una de las mejores sagas escritas por un autor no anglosajón sobre el tema.

Antonio Muñoz. Duelo en el desierto. La campaña del Norte de África por el control del Mediterráneo, Vol II: de El Alamein a Túnez. Ediciones Salamina, 2021, 404 pp.

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