BLOOMSBURY, UNA GUARIDA DE LEONES – Leon Edel

BLOOMSBURY, UNA GUARIDA DE LEONES, Leon EdelLeon Edel (Pittsburgh, Pennsylvania, 1907-1997), fue un crítico y estudioso literario norteamericano. La obra de su vida fue una monumental biografía de Henry James, con la que ganó el premio Pulitzer y posteriormente el nacional Book Award en 1963. Edel estudió en un ensayo, Desarrollo de la biografía como forma literaria, las nuevas formas de biografía que habían ido surgiendo a partir de la I Guerra Mundial, con autores como L. Strachey, A. Maurois, H. Nicolson…y probablemente S. Zweig.

Pero vayamos al libro en cuestión:

Bloomsbury es una suerte de biografía colectiva. Estudia los orígenes y el desarrollo de las actividades de los principales componentes de lo que Leon Edel llama la Guarida de Leones, cómo se van encontrando, en la Universidad de Cambridge, donde coinciden al menos los varones, y analiza sus relaciones mutuas, que son sumamente diversas y cambiantes, a lo largo del período que comprende desde 1885 a 1920, una vez acabada la guerra. Nos incluye una serie de ilustraciones fotográficas y de reproducciones pictóricas de los artistas del grupo. Los leones analizados principalmente son: Clive y Vanessa Bell (nacida Stephen), Roger Fry, Duncan Grant, Maynard Keynes, Desmond MacCarthy, Lytton Strachey y Leonard y Virginia Woolf (nacida Stephen). Pero otros muchos personajes entran y salen por el libro, ya que este núcleo atraía a su vez a otros, cuyas relaciones podían ser tangenciales, o durar sólo una temporada, como por ejemplo, Thoby Stephen, Dora Carrington, Lady Ottoline Morrell, Gerald Brennan, E. M. Forster, y otros.

Las inclinaciones y actividades del grupo son muy variadas, pero, fundamentalmente se podrían resumir en dos: la vertiente literaria, que incluye la producción de ensayos, ficción, edición, e intervención política, y la artística, que se concentra en las artes plásticas: pintura, escultura, diseño, decoración.

El libro se divide en cuatro secciones: en la primera, nos presenta a los principales y primeros protagonistas varones: Leonard Woolf, Lytton Strachey, Clive Bell, Maynard Keynes, Desmond MacCarthy y Thoby Stephen, hermano de Vanessa y Virginia. El ambiente de principios de siglo en las Universidades británicas es de un gran elitismo: sólo las clases altas están capacitadas para su ingreso, salvo alguna excepción, como L. Woolf, judío procedente de una extracción más baja, pero que sus cualidades intelectuales le consiguen ser becado y acceder a los círculos exquisitos. La vida en Cambridge es plácida, los contactos frecuentes e individualizados, y nuestros jóvenes aristócratas son captados en las famosas sociedades secretas De la Medianoche y Los Apóstoles, esta última con socios de la talla de Bertrand Russell, G,E. Moore, Bernard Shaw, Whitehead y otros, en su historial. Allí los partícipes hablaban de lo humano y lo divino, filosofaban, se lo pasaban bien, y se sentían importantes. Virginia Woolf describió a los Apóstoles, como «una asociación de iguales donde cada uno disfrutaba con las manías de los otros, donde se criticaban respectivamente sus respectivas personalidades y ponían todo en duda con una libertad absoluta».

La segunda parte del libro pasa a describir a la familia Stephen y el inicio de la actividad del Grupo. Los hijos de Leslie y Julia Stephen son cuatro: Vanessa, Thoby, Virginia y Adrian. La madre muere siendo Virginia adolescente. Muerto también el padre, en 1904, los hermanos Stephen se mudan, desde el gran caserón familiar en Kensington, al 46 de Gordon Square, en el barrio de Bloomsbury. Libres de la tutela paterna, cosa absolutamente inusual en la época, organizan su vida según sus propios intereses, sin prejuicios ni cortapisas. Y de ese modo comenzó a funcionar la primera etapa del Grupo.

Finalizados los años de Cambridge, todos menos Lytton habían abandonado ya la Universidad: Leonard Woolf marchó unos años como funcionario del Gobierno, a Ceilán. Clive Bell se trasladó a París, donde entró en contacto con su verdadera vocación, el arte, la estética, conociendo a muchos artistas y su entorno. Lytton prorrogó todo lo que pudo su estancia en la Universidad, apoyándose en la amistad Maynard Keynes, que, al ser más joven aún seguía estudiando. Pero llegó un momento en que Lytton hubo de dejar Cambridge también. Thoby Stephen, acabada su etapa universitaria, intentó crear su pequeño Cambridge en casa y organizó sus Jueves. Y empezaron a aparecer los habituales, todos varones, con la presencia de las dos hermanas Stephen, lo que al principio les causaba cierta desazón, pero luego se fueron acostumbrando. Y charlaban de todo lo que se les ponía por delante: hablaban de temas que supuestamente debían soslayar, con gran arrogancia y ardor intelectual. Eran libres.

La primera etapa de Bloomsbury, en la que las mujeres hacían el papel de un «embalse» que recogía el libre flujo de la charla masculina, tendía a ser abstracta y filosófica. Solían debatir acerca de la filosofía de G. E. Moore, los conceptos éticos desarrollados en sus Principia, etc. En su obra Noche y día, Virginia retrata una de esas reuniones. Vanessa también describió las tertulias: «Éramos un grupo de jóvenes, todos libres, todos al comienzo de una vida en un ambiente nuevo, sin personas mayores a las que tuviéramos que dar cuenta de lo que hacíamos o de nuestro comportamiento, y eso no era frecuente en aquel tiempo en un grupo mixto como el nuestro».

Clive Bell regresó de París y se hizo habitual; Desmond MacCarthy, que trabajaba como crítico de arte, también, Lytton, Saxon-Turner, etc. iban engrosando aquellos jueves. Además se abrió otra tertulia, esta vez femenina, promovida por Vanessa, que prefería los temas sobre arte, y empezaron los Viernes. Aunque se admitían hombres, era de mayoría femenina.

En el otoño de 1906 ocurrió un hecho importante y penoso: los Stephen planearon un viaje al continente, hasta Turquía, pero en Grecia Thoby enfermó de tifus y en Turquía a Vanessa le ocurrió lo mismo, con lo que el viaje acabó bruscamente y se encontraron todos en Gordon Square de nuevo, pero Thoby no consiguió superar su tifus y murió el 20 de noviembre: un precio terrible por unas vacaciones. Curiosamente, en Ceilán, Leonard Woolf también enfermó de tifus, por esa época. Pero como dice Edel, en el primitivo Ceilán Leonard sobrevivió, y en el civilizado Londres Thoby murió de la misma enfermedad.

Y aquí comienza la tercera parte del libro. Vanessa se apoyó en Clive Bell para soportar la ausencia de Thoby, y decidieron casarse. Virginia, que ya había tenido dos crisis nerviosas, a la muerte de la madre y a la del padre, consiguió superar esta tercera muerte en la familia concentrándose en la boda de su hermana, lo que implicaba que ella y Adrian, el menor, habrían de buscar otro alojamiento, que finalmente encontraron muy cerca, en el mismo barrio, en el 29 de Fitzroy Square. Allí se mudaron finalmente en 1911, a la vuelta del largo viaje de novios de Vanessa y Clive Bell por el continente (Sicilia, Florencia y Turquía), y cuando Adrian regresó de Cambridge.

Bloomsbury entró entonces en su segunda etapa. En esta segunda fase, superado el carácter adolescente de la primera, se aprecia una maduración y una mayor valentía en las confrontaciones y defensa de posiciones vanguardistas. Fitzroy street acogía, además, un cierto número de artistas: Duncan Grant, ya citado, tenía su estudio en el nº 22, Roger Fry situaría su taller Omega en el nº 33, Augustus John, de una generación anterior ocupaba el antiguo estudio de Whistler. Nuevos leones se agrupan en la guarida: el primo de Lytton Strachey, Duncan Grant, de gran encanto personal, se hizo un habitual del grupo; pero la irrupción de Roger Fry, pintor y crítico de arte, perteneciente a una generación anterior pero conectando con ésta a la perfección, fue un detonante y el pivote sobre el que giró gran parte de la actividad del grupo de los Viernes y de la propia Vanessa. Se organizó la exposición de los post-impresionistas franceses en Londres, a cargo de Roger Fry y Desmond MacCarthy. Ellos fueron a París a seleccionar los cuadros, en su empeño en dar a conocer a Manet, Cezanne, van Gogh, Gauguin, Matisse y muchos otros en Inglaterra, donde se habían quedado muy desfasados en arte. La reacción del público fue absolutamente contraria, pero la Galería recibía cuatrocientos visitantes diarios, aunque fuera para denostar «aquellas horribles pinturas». Así que Bloomsbury se puso, como dice L. Edel, del lado de los modernos en pintura, como lo haría más tarde con la vanguardia en novela, en moderna biografía y, podríamos añadir, en economía y ciencias políticas.

Tras la exposición, Vanessa, Clive, y Roger Fry, viajaron juntos a Turquía de nuevo, y también resultó conflictivo: Vanessa enfermó, y de resultas inició un romance con R. Fry. A partir de ese momento, según su hijo Quentin, su vida conyugal se transformó en una «unión amistosa». Aunque más adelante Vanessa incorporaría un tercer elemento a su vida: Duncan Grant.

Y aquí comienza la tercera etapa de Bloomsbury. Hubo una tercera mudanza, ya que el alquiler de Fitzroy vencía, con lo que los Stephen se trasladan al 58 de Brunswick Square, muy cerca de la anterior casa. Nuevos huéspedes acompañan a los Stephen: Maynard Keynes y Duncan Grant. Las actividades de ambas casas continúan, así como el desfile de amigos y las relaciones, si bien se introduce otra novedad: Leonard Woolf retorna de Ceilán, y, tras un período de dudas y vacilaciones, él y Virginia deciden casarse, en agosto de 1912. Las relaciones entre ambos son complicadas y difíciles, como las son las de casi todos los miembros del grupo. Pero Leonard supo cómo manejar a Virginia y aceptó la vida que le esperaba con ella.

Y aquí comienza la cuarta parte y final del libro, que trata de los años de guerra. Bloomsbury ya estaba adquiriendo influencia y un cierto reconocimiento, aunque tuviera, como todos los movimientos de vanguardia, sus detractores. Roger Fry y L. Woolf organizaron la segunda exposición post-impresionista, donde ya se mostraban sus propios trabajos y los pintores del grupo, además de los franceses. Asimismo, Fry creó los Talleres Omega, donde se investigaba la relación del arte con los objetos cotidianos, creando muebles, tejidos, murales, etc. Clive Bell publicó su obra Arte, en la que reflexiona sobre el arte del pasado y del presente. Tras una grave crisis mental de Virginia, los Woolf se instalaron en Hogarth House, en el campo, y comenzaron a montar la editorial Hogarth Press. Lytton escribe sus Victorianos Eminentes, y cuando comienza la guerra, el único que decide participar en ella, en la sección de la Cruz roja, es Desmond MacCarthy. El resto objetan o son descartados como Leonard, por problemas físicos. La mayoría está en contra de la guerra, si bien unos deciden mantenerse al margen y otros tomar una postura más activa, como es el caso de L. Woolf y M. Keynes.

La guerra supuso el final de Bloomsbury como tal. A partir de ahí, aunque mantuvieran relaciones entre ellos, la dispersión fue un hecho. No sólo física sino a nivel de actividades: cada cual buscó su camino. Los leones se expandieron por la pradera.

Vanessa, con su tríada amorosa y sus hijos se instaló en el campo y allí pintaron y trabajaron la tierra. Los Woolf se dedicaron a escribir y a editar libros en el campo mientras duró la guerra. Strachey inició su peculiarísima relación con la pintora Dora Carrington, instalándose en el campo y se hizo famoso –y rico- con sus biografías de nuevo cuño. Keynes participó activamente en las propuestas económicas y la reorganización europea tras la guerra. Fry pasó sus últimos años escribiendo sobre arte y pintando, hasta su muerte, en 1934.

Tras la guerra, en 1920, se organizó el Club de los Recuerdos en casa de los MacCarthy, para reunirse los supervivientes y comentar íntimas evocaciones y hacer un repaso a sus actividades y relaciones comunes.

Godella, marzo 2009

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26 comentarios en “BLOOMSBURY, UNA GUARIDA DE LEONES – Leon Edel

  1. Clío dice:

    Interesante libro e interesante grupo, Ario, ¡que fantásticas debian de ser ese tipo de tertulias! con personajes tan variopintos, vidas aventureras y llenas de vicisitudes y relaciones extrañas y difíciles, buena reseña compañera.

  2. pepe dice:

    Maravillosa reseña, Ariodante. Entiendo que un grupo como éste, con gente ocupada en casi todas las múltiples manifestaciones de la cultura, te atraiga, porque tú misma tienes también variados intereses: arte, literatura, música. Para ser verdaderamente una mujer renacentista deberías interesarte también por el baloncesto, a ver si cuando estés por Madrid te llevo a ver un partido. Un beso.

  3. Ariodante dice:

    Ja ja, gracias Pepe, gracias Clío!
    Pepe, en mis años juveniles me gustaba ver a Emiliano y a Luik jugando…pero como soy bajita nunca llegué ni a que me eligieran en el equipo del instituto, además que para los deportes soy una nulidad. Pero es que si me gustara, seria terrible ¿de donde sacar el tiempo?
    Pues si, el grupo de Bloomsbury me resulta muy atractivo por lo variado, por el tipo de actividades, por su posición particular, y por las grandes figuras literarias de Virginia Woolf y Lytton Strachey, por supuesto. Los artistas del grupo nunca pasaron a una verdadera posición vanguardista, sino que fuero el eco del vanguardismo en el Continente (como dicen los británicos para referirse a Europa). Pero su papel fue importantísimo para la difusión del postimpresionismo, de Picasso, los fauvistas y el cubismo. La crítica slos despellejaba pero a ellos eso les daba igual, pasaban del mundo, en general, lo cual es una actitud que me atrae; estaban haciendo lo que creian importante y creativo y se lo podían permitir, asi que…para mi es admirable.
    Luego ya hay una serie de interrelaciones y asuntos privados que apenas he reproducido, porque me parecía que no eran relevantes para el papel fundamental del grupo. Pero a nivel de costumbres, sí que fueron vanguardistas y revolucionarios, diría yo, para el contexto en que vivian. hora puede que no nos llame la atención todas esas relaciones homo, bisex y heterosexuales, porque ya estamos curados de espanto, pero ¡¡imaginad a los pacatos victorianos!! Les daría un síncope que Keynes tuviera un amante pntor y se casase luego con una bailarina…por poner un solo ejemplo, ya que está en la imagen de la cabecera. (por cierto, buena cabecera, Nuru, con la sombra de Virginia impregnandolo todo.

  4. pepe dice:

    Efectivamente, ahí quería yo llegar: la creatividad del grupo se vio enormemente beneficiada por la permisividad y promiscuidad de las relaciones entre los miembros. Y, entonces, ¿queremos que en Hislibris salgan escritores de relatos? Pero ¿cómo va a salir nada si después del esperanzador inicio de la cena griega todo se ha vuelto respetable y mojigato? Hay demasiada moralidad en este grupo y así no vamos a ninguna parte.

  5. Ariodante dice:

    Pero… ¡Pepe! Me has salido un poco revolucionario tú, mira por dónde…! jajaaja! ¿y qué quieres, que a estas alturas que nos dediquemos a jugar a la bohemia feliz? Se nos ha pasado la edad, jomío. Eso hace veinte añitos, fenomenal, pero ahora, de meriendas y tapeo no salimos.

  6. Valeria dice:

    ¿Respetable?¿Mojigato?
    (¿entonces Pepe no sabe nada de nada? Ahhhh, vale)

    Ariodante, querida, el tema no me interesa en absoluto, pero aunque no sé cómo lo haces, siempre acabo leyendo tus reseñas varias veces.

    Nurui, la cabecera magnífica. Estupenda.

  7. Ariodante dice:

    Gracias, Valeria. Porque tiene más valor que me leas aunque no te interese el tema.

  8. Derfel dice:

    Con los de Bloomsbury lo he intentado alguna vez (E.M.Foster, Woolf), pero nunca he tenido mucho feeling…

    En realidad, me caen un poco mal: salvo Brenan, tienen pinta de estiradillos.

    ¿Es cierto, querida ARiodante, o son sólo imaginaciones mías? ¿Merecen la pena o nos quedamos con tus reseñas?

    Un saludo,

  9. Ariodante dice:

    Estiradillos no; estiradísimos, Derfel. Pero el que fueran estirados o no, creo que no tiene demasiado que ver con su obra. Es la anécdota. Virginia Woolf es difícil, pero tiene algunas cosas más asequibles: «El viaje de ida» o «Noche y Día». Además del ensayo «Una habitación propia». Yla novela «La señora Dalloway», que es una joyita. Sin embargo, Lytton Strachey tiene unas magníficas biografías: la de la Reina Victoria no tiene desperdicio, y «Elizabeth y Essex» es otra joyita. Y aun no he leido sus «Victorianos Eminentes», pero los «Retratos en Miniatura» son un buen aperitivo y me encantaron.
    Y para abundar en el tema, para el que quiera, estña la biografía que Virginia hizo de Roger Fry, que es muy buena, y la biografía de Virginia que le hizo su sobrino Quentin Bell. He leído ambas y son muy muy buenas.
    Gerald Brenan a mi me gustó pero sólo leí su autobiografía (las dos partes), no he leido nada más. Y E.M. Forster…¿no te gustó «Pasaje a la India»? A mi me parece magnífica.

  10. Rodrigo dice:

    Interesantísimo, Ario. La verdad es que no he leído mucho de lo escrito por y sobre la gente de este grupo. Sí, algunos de los libros de Virginia Wolf, que supongo estarán muy bien, pero no me han enganchado ni convertido en admirador de la escritora (falencias de lector). Tendré en cuanta el libro de Edel.

    A propósito de lo que dices en el primer párrafo: no es la primera vez que me topo con una referencia al vuelco experimentado por el género biográfico en los inicios del siglo pasado, siendo Strachey uno de los protagonistas del acontecimiento. (¿No fue Emil Ludwig de la misma época?) Bueno, el asunto es que las biografías escritas por estos autores suelen ser muy buenas (lo que de ellas conozco; nada del tal H. Nicolson); pero todavía no sé muy bien en qué consistió el mentado vuelco. ¿Qué tendría de diferente la “nueva biografía”, por así decir, respecto de la anterior? ¿Cuestión de estilo, de actitud tal vez? ¿Mayor grado de sutileza sicológica? ¿Serían, estos autores, definitivamente deudores de la revolución freudiana?

    Tengo entendido que la ironía era un signo característico de Strachey (aunque no recuerdo que abunde en su biografía de la reina Victoria); en cambio, ni Maurois, ni Zweig ni Ludwig son muy dados a ella, y no parece que estos últimos tuvieran en mente algo similar al propósito demoledor de Strachey en su “Victorianos eminentes” (que no he leído). Acaso todo radicase en algo más sencillo: que estos autores, con el alto vuelo de sus trabajos, confiriesen al género biográfico el rango literario del que habría carecido. De hecho, mencionas otro libro de Edel que parece apuntar en esta dirección, claramente. En fin. Curiosidad que me ha dado. ¿Sabes algo de esto, Ario?

  11. Rodrigo dice:

    Vale, me comí una «o». Es Woolf, no Wolf.

  12. Rodrigo dice:

    Pensándolo bien, el factor de la “revolución freudiana” parece descartable; no creo que haya muchos rastros de ella en las biografías de estos autores, aunque puedo estar equivocado (ojalá supiera más sobre Freud y sucesores). Si acierto, no dejaría de ser una curiosidad, en vista del arrastre que tuvo en aquel tiempo.

  13. juanrio dice:

    Un grupo curioso este de Bloombury. Me resulta más interesante en su conjunto, como dinamizador de un cierto sentido artístico o estético, que individualmente, donde sus escritores, salvo un satélite muy interesante, sobre todo por su trasgresión, E.M. Forster y otro por su presencia en España y el buen punto de vista que imprime en los dos libros que he leído «Al sur de Granada» y «El laberinto español», Brenan, no me llegan a interesar. Virginia Woolf, que es sin duda la más importante, me ha resultado intragable, y de los otros no he llegado a interesarme lo suficiente para intentar leer algo.

    De todas formas, como casi siempre, Ariodante consigue que ponga el ojo donde ella ha puesto la lupa y hace que me mueva para recopilar más información sobre este grupo de leones.

  14. Ariodante dice:

    Rodrigo, no sé pero me parece que no has hecho los deberes. Te mandé (o a lo mejor olvidé mandártelo, estos días no sé muy bien dónde tengo la cabeza) un artículo sobre el ensayo de Leon Edel acerca del nuevo concepto de biografía, en el que sí, destaca la influencia freudiana (inevitable) y destaca el aspecto literario de la biografía moderna. Tuve que resumir mucho para que esta reseña no se extralimitara demasiado, y corté todo lo que había comentado sobre ello. Aqui pongo el enlace:
    http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:Epos-B8680170-E411-AB8D-6CFC-BBFE22115F6C&dsID=PDF
    para que lo vuelvas a leer o lo lea todo el que esté interesado. Si, Emil Ludwig creo que es de la misma época, pero Edel no le cita, me parece, como tampoco cita a Zweig, que yo creo que tambien participa de esa nueva tendencia biografica.
    La ironía es característica de Strachey y de todos los del grupo, Virginia también; pero es una ironía finísima y que quizás en la traducción se pierda un tanto. Conforme pueda iré ampliando un poco sobre el tema.

  15. Rodrigo dice:

    Uy, había olvidado leer ese artículo. Disculpa, Ario.

  16. Ariodante dice:

    ¿Tú ves? Te voy a poner de cara a la pared, por no hacer los deberes…!(Pobrecito, con el trabajo que tienes…!) Supongo que cuando lo leas verás tus preguntas contestadas.

  17. Rodrigo dice:

    (Desde el rincón del castigo, con el cono de las orejas de burro…)

    Acabo de echar un vistazo somero al artículo, Ario, y es verdad que responde a mis interrogantes. Luego lo leeré detenidamente.

    Menciona entre otras cosas la influencia del psicoanálisis. Interesante. Dan ganas de leer el ensayo de Edel sobre la biografía, al menos por saber si considera a Ludwig y Zweig, o a Marcel Brion, por ejemplo, que era de una corriente similar.

    Un saludo, mi querida contertulia.

    P.S.: Lo que dice Juanrio sobre V. Woolf… Si se empieza por cosas como «Al faro» o «Las olas», como fue mi caso, es cierto que puede llegar a ser intragable.

  18. juanrio dice:

    Pues eso es lo que me paso a mí, que he intentado leer esas dos novelas y se me hicieron bola.

  19. Rodrigo dice:

    Nunca pude acabar “Las olas”. ¿Leíste algo más de ella, Juanrio? Yo probé luego con “Orlando”, que no me pareció tan… difícil. Pero decidí que no soy yo para la Woolf.

  20. juanrio dice:

    No, Rodrigo, no lo he vuelto a intentar, y con la acumulación de pendientes y lo mucho que me interesan otros que aún no lo son, creo que ya me perdí para la causa de Woolf.

  21. Ariodante dice:

    ¡Vaya por dios! Creo que tendré que reseñarlos, ya que por lo visto necesitais un empujoncillo. Claro que la Woolf no es para todos los públicos, yo sé que es difícil. Pero empezad por los que os he dicho y veréis como no lo es tanto. Al faro y Las olas son digamos las obras más vanguardistas de Virginia. Pero si se conoce lo suficiente de su vida y la vida del grupo en el que se movía, se pueden entender muchas cosas. Claro está que a todo el mundo no le interesa indagar en las complicaciones mentales de una autora torturada mentalmente por el acoso de la locura y por su supervivencia mental. Debo de tener una cierta inclinación a este tipo de autores, porque mira que Conrad también tenía sus complicaciones mentales, ¿no?

  22. juanrio dice:

    Pero era mucho mejor novelista…..

  23. Ariodante dice:

    Un novelista como la copa de un pino. Pero mirad este texto que ha caído en mis manos, hablando de biógrafos y de biografías.
    «Escribir la vida de quien con excelencia sin par ha destacado en la tarea de escribir vidas ajenas, y a quien, en consideración tanto de sus extraordinarias dotes como de sus muy variadas obras, pocos pueden comparársele en época ninguna, es epeño arduo y por lo que a mi se refiere, quizá pueda tildárse incluso d presuntuoso afán.
    «De haber escrito el Doctor Johnson su propia vida, de conformidad con la opinión que él mismo ha expresado, en el sentido de que quien mejor puede poner una vida por escrito es quien la ha vivido; de haber empleado en la preservación de su propia historia la claridad narrativa y la elegancia del lenguaje con las que se ha entregado a la posteridad a tantas personas insignes, el mundo probablemente habría dispuesto del mas perfecto ejemplo del género biográfico que hubiera existido jamás.» (James Boswell, «Vida de Samuel Johnson»

  24. Derfel dice:

    La editorial Lumen acaba de reeditar la biografía de la reina Vicotoria, del estirao de L. Straechey, o como se esciba…

    Lo siento, me cae mal el tipo, sobre todo desde que vi «Al sur de Granada»…(Aunque en el libro, Brennan no raja nada de él)

  25. Ariodante dice:

    Jolín, Derfel, hoy tienes la mano lenta, como Eric Clapton pero al revés…
    La edición de Valdemar es difícilmente superable.»Al sur de Granada» es otro rollo, desde luego.
    Efectivamente, Strachey era un tipo raro, además de ser un incontinente sexual, un estirado y un caso. ¿Has visto la peli Carrington? Pues ahi, a pesar de todo, le encuentras un punto de interés, al menos yo se lo encontré. Y Jonathan Pryce hace un papelón espléndido porque consigue que le odiemos y a la vez le admiremos. Que ya es…
    Por cierto, que en la peli sale un Gerald Brennan que a mi me pareció también otro rarillo: un ermitaño, porque mira que irse a las Alpujarras él solo y encerrarse alli…Y ¡venid a verme!

  26. pilar dice:

    Casualmente he encontrado esta página y estoy emocionada. El gruoo Bloomsbury me ha apasionado en mi juventud y ahora ha regresado a mi memoria con gran alborozo de mis nueuronas
    Si aún seguís activos me encantaría poder seguiros para retomar y recrearme con el tema.
    Saludos. Pilar.

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