BÉLGICA 1914 – Rubén Sáez Abad
“A las 08.02 los primeros soldados alemanes, encuadrados dentro del ejército del Mosa, comenzaron a cruzar la frontera que separaba Bélgica de Alemania”. 4 de Agosto de 1914.
Hace una semana que el Imperio Austro-Húngaro ha declarado la guerra al reino de Serbia. Sus ejércitos aún no se han enfrentado en batalla y se conforman con un duelo de artillería que golpea con dureza a Belgrado. Pero aún no hay una guerra auténtica, solo una represalia a gran escala. No tienen prisa por combatir. Hacen las cosas a su manera. Aún sería posible la paz. Una paz balcánica, frágil y corta, como todas las paces en esa zona. Pero sería una paz.
En Occidente, una Alemania fiel a su propio estilo tomará una decisión irreversible y la afrontará con todas las consecuencias. Hoy Alemania hará imposible esa paz.
4 de Agosto de 1914.
Los ejércitos alemanes, tras el fracaso de su diplomacia en lograr la neutralidad belga (en realidad, su fracaso en lograr prácticamente cualquier cosa), cruzan la frontera del pequeño país. Son las primeras operaciones militares del conflicto, ya que los austrohúngaros aún retrasarán, como si sintiesen pereza o un último escrúpulo, sus operaciones militares hasta el día 12 de Agosto.
La guerra estalla. Y lo hace a un nivel sin precedentes. Millones de hombres avanzan.
Y 100 años después este libro trata de ese momento. Del comienzo de la PGM. De las operaciones de 1914 en el Frente Occidental. De la derrota de Bélgica y su martirio. De una nación que se entrega y se arroja voluntariamente en la hoguera de la guerra para sucumbir en defensa de un ideal.
El libro comienza con el inevitable recuerdo del plan Schlieffen, el único plan que fue capaz de generar en 44 años de trabajo el reputado y sacralizado estado mayor alemán. Un plan que se enfrenta, en cuanto cruza la frontera belga, al parón que le opone Lieja.
Lieja es el gozne del libro. Los 12 sangrientos y brutales días de su resistencia. Uno menos que el Alamo. Se nos introduce a la historia de las fortificaciones, los avances paralelos en defensa y ataque, su diseño y su disposición. Pero sobre todo la durísima resistencia que ofreció a los embates alemanes, que llegaron a ser auténticamente desesperados, y que exigieron la genialidad de un Ludendorff para lograr su objetivo. El mismo Ludendorff que será la inteligencia fría y mecánica que dirigirá más adelante todas las fuerzas del II Imperio Alemán. Pero los alemanes no olvidarán sus errores. Tras aprender y asimilar las valiosas lecciones del sitio, Namur y Amberes apenas pudieron ofrecer una resistencia real ante la avalancha germana. Quizás fuese lógico, ya que se habían construido para proteger a Bélgica de las ambiciones francesas, mientras que Lieja siempre miró hacia Alemania.
La guerra de sitio cambió en unos pocos días, y los propios franceses abandonaron las fortificaciones de Nancy para combatir con éxito en trincheras y posiciones en campo abierto. Este fracaso de las fortificaciones de preguerra es lo que justificará el posterior abandono de las fortalezas de Verdún.
Ingleses y franceses acuden en socorro de Bélgica, solo para ser rechazados de nuevo hacia el sur en sangrientas e inconclusas batallas. Nadie logra hacer triunfar el movimiento, no se logra el flanqueo, el embolsamiento. Los ejércitos chocan de frente y se desangran, pero los alemanes, llevados de su poderoso impulso, son los que siguen avanzando. Y lo hacen muy lejos de Bélgica, hasta el Marne, donde son derrotados. Y es entonces cuando regresan a la torturada Bélgica, para combatir en una loca carrera hacia el mar llena de nombres teñidos de sangre y masacre, hasta que el rey Caballero, Alberto I, y su pequeño ejército rescatado de Amberes, se aferran con fanatismo a la imposible línea del Yser. Allí mantendran a salvo el último y desolado rincón de su país perdido.
Los mapas son extraordinariamente claros y bien trazados, con una enorme calidad, y que permiten seguir los movimientos descritos en el texto. Las masacres de Charleroi, Mons, Marne, Langemarck…
Las operaciones contra Luxemburgo comenzaron antes, el 2 de agosto, si bien no encontraron resistencia, y la verdadera lucha empezó el 4 de agosto con el caso belga.
Sin embargo la guerra generalizada ya era irreversible desde el 1 de agosto por la ruptura entre Rusia y Alemania. Todo lo demás era sobrevenido, y la paz estaba muerta desde ese día. El contagio hacia el Oeste, dado el sistema de alianzas y el rígido plan militar alemán, era inevitable.
¡Que apropiada reseña para el día de hoy! :)
¡Oportunísima, diría yo!
El Primer Tropezón de una serie… ¿de dos?
La piedra de la naturaleza humana sigue ahí.
Me gusta la reseña Maese, pero no se si me motiva hilar tan fino en este tema y ponerme a leer hasta un ensayo sobre la Guerra en Bélgica…
¿Vale con «La caída de los Gigantes»? ¿de Ken Follet?
No me peguéis, a mi es una novela que me encantó… casi estoy por reseñarla..
Buena reseña y muy bien traída. :D
¡Oportunísima!
Y como dice el mariscal, que aquel 4 de agosto seguía en el retiro, es que Luxemburgo no tenía ni ejército…sus voluntarios se integraron en el ejército francés.
Precisamente hace 100 años empezaba la leyenda de Ludendorff, cuando la noche del 5 al 6 de agosto lideró el golpe de mano sobre la ciudadela que desconyuntó el sistema defensivo de la fortaleza de Lieja, aunque los fuertes exteriores resistieron varios días más.
Pero como bien dices, aun le quedaban unos días para conocer al futuro mariscal en un viaje en tren a Prusia Oriental, un encuentro que marcaría el destino en los años siguientes de Alemania, y en algunos aspectos, del mundo
Es que el subtítulo del volumen hace mención a Ludendorff. Y aún creo que merecería más atención. Empezaba la leyenda del mariscal plebeyo…
Y ya termina 1915-2015…y los alemanes aún no han logrado dominar por completo a la fiera y pequeña Bélgica…