ASESINATO EN EL JARDÍN DE SÓCRATES – Sascha Berst

ASESINATO EN EL JARDÍN DE SÓCRATES - Sascha Berst«Le había prometido a mi esposa que removería hoy con ella la tierra de nuestro pequeño jardín, pero en realidad no hay nada que me guste menos en esta vida que la jardinería.»

He aquí una novela histórica que antes que histórica es novela policíaca que antes que policíaca es novela de misterio que antes que de misterio es novela de aventuras que antes que de aventuras es novela de amoríos que antes que de amoríos es novela histórica. Así es. Y he aquí la prueba palpable del absurdo de andar queriéndole poner etiquetas a lo que un señor escribe: que uno se pierde y divaga y discute y debate acerca de si la novela es histórica porque es más histórica que novélica o es de aventuras porque es más aventurera que misteriosa o es de arte y ensayo porque es más tragicómica que comitrágica. Y mientras se pierde y divaga y debate sobre eso, se malgasta un tiempo precioso que quizá podría dedicarse a leer otra novela.

Como se dice en La del manojo de rosas (que, para conocimiento de almas cándidas, conviene aclarar que no se trata de una floristería sino de una zarzuela), «hace tiempo que vengo al taller, y no sé a qué vengo», frase que tiene rápida, cumplida y precisa réplica con «eso es muy alarmante; eso no lo comprendo». Pues (y perdón por situar el eje gravitatorio de este párrafo en mi humilde persona) algo así es lo que me sucede a mí: que hace tiempo que vengo, que no sé a qué, que la cosa me alarma y que encima no lo comprendo. Porque decidirse a leer una novela con semejante título viene a ser algo así como ir al taller a no se sabe qué, o ver una bola de hormigón clavada en el suelo y tomar carrerilla para patearla. Pero como la esperanza es lo último que se pierde (frase con la que no estoy del todo de acuerdo porque parece implicar que al final siempre se acaba perdiendo), quién sabe si la bola de hormigón no devendrá balón reglamentario y saldrá volando y entrará por la escuadra de la ventana del vecino del quinto. Cómo se me habrá ocurrido la insensatez de venir al taller y no saber a qué, de darle una patada a un balón de 200 kilos clavado en el suelo, de leer una novela que se delata a sí misma con el título… pues el caso es que se me ocurrió, y el caso es que el balón sí que rodó un poquito por el suelo.

Primera reflexión propia de lectores mínimamente avezados y algo puestos en historia griega: todas las fuentes clásicas apuntan a que Sócrates fue pobre (y presumió de ello además) y es altamente improbable que su casa tuviera jardín. ¿Título metafórico entonces el de esta novela o se trata de una licencia del autor? Más bien lo primero: la lectura de esta novela conduce cuando menos a la conclusión de que el jardín socrático al que hace referencia su título no consiste en rosas y alhelíes sino en personas. ¿Es metafórico también lo del asesinato? No, esto ya no. De hecho, a las primeras de cambio y apenas leídas unas páginas se perpetra ya el crimen. Así pues, teniendo lo del asesinato su razón de ser y su justificación en esas primeras páginas, lo que sigue en la novela cuelga argumentalmente del complemento circunstancial de lugar que figura en el título, que no es otro que el mencionado «jardín de Sócrates», el cual, como hemos aclarado, es más sanguíneo que clorofílico.

Y este jardín está compuesto por seres que viven en la Atenas de los Muros Largos, muros que construyó el estadista que llevó a la ciudad a la guerra, guerra que concluyó con el derrumbe de esos muros. Si la Historia tiene estas paradojas, cómo no ha de tenerlas entonces la vida de ese ser tan inconstante que es el hombre. En esta Atenas que vive su (según la posteridad) siglo de oro se produce un asesinato, alguien recibe el encargo de descubrir al culpable, se suceden las pesquisas, los interrogatorios, las averiguaciones, los callejones sin salida… Aparecen por la novela Alcibíades, Critias, Platón, Hipócrates, Lisias, Trasíbulo, Jenofonte, y cómo no, el personaje más mediático de la Grecia Clásica toda, aquel que sube el caché de todo lo que toca: Sócrates. Estos son los plastidecores con los que está dibujada esta novela. ¿Está bien ambientada? Sí, el cielo lo han pintado azul y los griegos no llevan pantalones. ¿Es una historia atractiva? Olvidándonos de si es una novela de misterio o de griegos, de que casi todo está ya inventado y de que cuando se ha producido un crimen en las primeras páginas lo más probable es que las cuatrocientas restantes estén dedicadas a averiguar quién es el criminal, la verdad es que mantiene un cierto interés. ¿El asesino es el mayordomo? Imposible: en Atenas no había mayordomos.

Ciñéndonos un poco más al contenido de la novela, quizá resulte conveniente decir que en la primera mitad de ella impera sobre todo la trama detectivesca, mientras que en la segunda (que transcurre varios años después) tienen más peso los acontecimientos que se producen en la ciudad, los cuales están conectados con la trama detectivesca mediante extraños, frágiles, finísimos y a menudo inverosímiles hilos. A veces los personajes muestran actitudes un tanto tópicas, a veces un tanto forzadas, pero en general el tono es aceptable. Amores también hay. Entre hombre y mujer y entre hombre y chavalillo (estamos en Grecia). Y donde hay amores hay celos. Masculinos y femeninos. ¿O sea, que es una novela amorosa? Acabáramos…

Pues eso, acabaremos. Pero antes, es de justicia que si se habla de una novela, se diga también algo del autor. En este caso me temo que poco hay que decir: Sascha Berst, abogado alemán de cuarenta y tantos años, escribe esta su primera novela para satisfacer una necesidad que él mismo explica en el epílogo. Si es morboso escuchar confesiones, sean estas las que sean, también es gratificante escucharlas cuando no son forzadas, cuando pretenden explicar algo que nos ha tenido ocupados varias horas. Y, en cualquier caso, siempre es de agradecer (al menos yo lo creo así) que un autor salga al escenario y hable directamente con el público. Hace que la novela se vuelva menos histórica, menos policíaca, menos aventurera… y más humana.

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7 comentarios en “ASESINATO EN EL JARDÍN DE SÓCRATES – Sascha Berst

  1. Clío dice:

    Pero ¿te ha gustado o no?, ¿el asesino era previsible o no? ¿me lo compro o no?

  2. cavilius dice:

    Psé. No. Tú misma.

    Ampliación:

    Psé: la novela es flojilla pero entretiene; los personajes no acaban de estar bien definido, pero la ambientación no es mala.

    No: El asesino no era previsible al menos para mí, a lo mejor alguien más avispado lo caza en seguida. Pero no es una novela-rompecabezas al estilo de Conan Doyle o Agatha Christie: aquí el lector puede apostar por quién cree que es el asesino, pero no porque tenga las pistas suficientes para ello.

    Tú misma: es una novela ligera, que no exige mucho del lector pero tampoco le ofrece mucho. Para pasar el rato.

  3. Clío dice:

    Bueno pues lo pensaré….

  4. Urogallo dice:

    ¿Es una novela bélica también?. Por la portada lo parece: Un casco, un incendio…

    Lo de poner un casco y un edificio griego al fondo parece habitual en las novelas de griegos.

    1. Javi_LR dice:

      Anda, anda… ¿En qué te basas, Uro?

  5. Urogallo dice:

    En mi analisis exhausivo de los últimos títulos…Buen, el de Ulises lleva un barco, pero acaso es una portada demasiado evidente.

  6. ARIODANTE dice:

    Cavi, chato, la novela no sé si está bien o mal, y no creo que la lea,(entre otras cosas porque estoy al límite) pero tu reseña me ha divertido muchísimo. Sigues escribiendo divinamente, me encanta leerte.

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