TORNEO DE SOMBRAS – Meyer y Blair

TORNEO DE SOMBRAS. Meyer y Blair“Hic sunt leones”. Me viene de vez en cuando esta frase a la memoria, que tal vez me engaña. Recuerdo haberla visto en una reproducción de un mapa antiguo del mediterráneo. Estaba la costa norteafricana y bajo ella un enorme espacio en blanco, donde venía esta frase. Contenía en ella todo el misterio del lugar desconocido, toda la atracción de la aventura, todas las preguntas de la geografía. Recuerdo que la apunté sobre un mapa de Tanzania poco antes de ir allí. No deja de ser curiosa la atracción que ejerce sobre el hombre el espacio en blanco en los mapas, el territorio desconocido, la última frontera.

Allá por 1807 Alejandro I, zar de Rusia, y Napoleón I, emperador de los franceses firmaban el tratado de Tilsit. Los dos países mas poderosos de la Europa continental de aquellos tiempos se aliaban, una alianza efímera, pero sumamente preocupante para el Reino Unido, que veía como su mas preciada y próspera colonia, la India, inalcanzable para los franceses, no quedaba tan lejos de sus aliados rusos. Un espacio en blanco acababa de cobrar una inusitada importancia el que hoy ocupan países como Afganistán, Kazakhstan, Uzbekistán, Turkmenistan, Kirgyzstan, Mongolia y Tibet. Es el momento de detenerse un momento y mirar un mapa (no incluido con la reseña), para darse cuenta de la enorme extensión de montañas, llanuras y desiertos que este territorio implica. En ese momento comenzó una “guerra fría”, así la definen los autores de este libro, entre Rusia y el Reino Unido, por cartografiar y controlar estos territorios. En este proceso que no se detendría hasta bien mediado el siglo XX, volvieron a salir a la luz lugares tan poderosamente evocadores como Samarcanda, Khokand, Bujara, Kabul, el paso de Khyber o Lhassa.

Rusia también tuvo sus propios motivos para cartografiar y controlar aquellas regiones. Moscú no olvidaba que había sido vasallo de la poderosa Horda Dorada Mongola, su recuerdo, pesado sobre el alma rusa, había impulsado la expansión hacia Siberia, por el norte de aquel espacio en blanco. Pero aún quedaba por explorar, precisamente, la región de la que antaño surgieron los mongoles.

Este libro trata de personas. Por sus páginas desfila un sinfín de personajes: Moorcroft en busca de caballos; Alexander Burnes, asesinado en Kabul (ante los ojos del mismísimo Harry Flashman); William Brydon, el único europeo que consiguió completar la retirada de Kabul; Mijail Skobelev, el gran general conquistador del Turkestán; el Conde Ignatiev (ese tan simpático que llevó a Flashy de Crimea al Turkestán); Lord Lytton y su desgarbada postura, debida por lo visto a unas insistentes almorranas; Lord Curzon, virrey de la india y partidario de defender sus fronteras mediante la expansión; Sarat Chandra Das, el Pundit al que nunca le dieron la medalla de la Real Sociedad Geográfica (versión real de Hurree Chunder Mokerjee, gran amigo de Kim que tanto insiste en que se merece una medalla); Przhevalski, “el destrozador de rocas”, que daría su nombre a un caballo; Agvan Dorzhiev, el intrigante enviado del Dalai Lama a Moscú; William Rockhill, uno de los primeros norteamericanos en unirse al juego; Roerich, el excéntrico teósofo y constructor de decorados para Diaghilev, en busca de Shambala; Sven Hedin, el explorador sueco que acabaría inaugurando los Juegos Olímpicos de Berlín; Ernst Schaffer, que dirigió la única empresa exitosa de la Annenherbe y Brooke Dolan, el norteamericano que se acabó pegando un tiro cuando ya no pudo explorar mas.

Trata también, sin embargo, de política, explicando las dos guerras afganas, el sojuzgamiento de los khanatos, los antagonismos imperiales, los intentos por abrir el Tibet, las dificultades de la China Manchú para retener sus territorios, la expansión de los comunistas, la segunda guerra mundial y, finalmente, la reocupación del Tibet por China.

¿Cuál fue el resultado de todo? En palabras de uno de los protagonistas:

El juego fue en verdad un juego, con tantos pero sin premios sustanciales”.
(Harry Hodson)

Podría seguir durante páginas desgranando el contenido del libro, pero no debo, así que me limitaré a aconsejárselo a cualquiera que haya disfrutado con Kipling, o con las aventuras de Harry Flashman, a cualquiera que se interesara por aquellos Lanceros Bengalíes del celuloide o por el Tibet de Heinrich Harrar. Disfrutará plenamente de este texto, muy amenamente escrito por un periodista y una productora de documentales. Tan sólo dos pegas se me ocurren, una puede ser una virtud, y es que casi cualquier capítulo es independiente, y hay algunas repeticiones de lo dicho en capítulos anteriores para ayudar a entender el que se está leyendo en ese momento. La otra es que preavisa de lo que va a venir, azuzando al lector hasta crearle cierta ansiedad, cierta prisa por ir mas allá de lo que está leyendo en ese momento.

En todo caso un libro interesante, lleno de información y con una buena bibliografía.

Opino.

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26 comentarios en “TORNEO DE SOMBRAS – Meyer y Blair

  1. Rodrigo dice:

    Hablando de evocación: uno de los placeres que me deparó la infancia, también la adolescencia, fue la contemplación de mapas. Qué experiencia deliciosa la de abismarse en viejos atlas y en las páginas geográficas de enciclopedias como Barsa o la Monitor de Salvat. Fue en esta etapa de ensoñaciones que llegó a mis manos un ajado ejemplar de ‘El corazón de las tinieblas’, de Conrad, autor del que nada había leído. Pues bien, a poco de comenzar la andadura del relato uno se topa con que Marlow, el narrador, se refiere al hechizo que los mapas ejercieron en él de muchacho; en aquel momento, no podía haber mejor modo de reclamar mi atención que un pasaje como éste. Leí la novela, no entendí nada y me volví a mis mapas. (Ya llegaría el momento de comprender y de caer en la fascinación de Conrad. Mientras tanto, me contentaría con autores como Salgari y Sabatini.) No hace mucho, la gentil Valeria puso a mi disposición una página web que reproduce mapas antiguos, tan estupenda –la página- que me hizo el efecto de un gran regalo navideño, anticipado. Ni qué decir que en esto la nostalgia tuvo buena parte.

    Como no quiero alargarme en cosas que no vienen a cuento, acabo por señalar que la tuya es una magnífica reseña, Koenig. Como siempre. Mencionas a Przhevalski, un nombre que me sonaba de algo, y ya lo recordé: Robert Service, en su biografía de Stalin, desmiente cierta leyenda que hace –o hacía- del explorador el padre del funesto georgiano.

    El libro está anotado y marcado como prioridad.

    Saludos.

  2. Urogallo dice:

    ¡ Cuanta perfidia !. ¡ La mención a Flashman es irresistible !.

  3. Koenig dice:

    Por añadir mal al mal, mi estimado Urogallo, casi me atrevería a decir que sin leer a Flashman, el libro pierde.

    Amigo Rodrigo. Debo apuntarme a tu pasión por los mapas. Seguro que en casa también te miran mal cuando aciertas las preguntas de geografía del trivial. Pero ¡Cuantos misterios encierran!

    Saludos.

  4. Rodrigo dice:

    ¿Qué comes que adivinas, Koenig? Pues sí, cuando he acertado, mejor ha sido evitar las miradas de los demás. ;-)

    Pero, rediablos, ¿habré de leerme a Harry Flashman? Arduo panorama…

  5. Josep, el torpe para las compras, dice:

    ¡Jefeeeee! ¡Cuando pincho para comprar me manda a «Antonio y Cleopatra» de Doña Colleen!

  6. Valeria dice:

    Feliz año a todos.
    Koenig, me han venido a la cabeza -aún a sabiendas de que poco o nada tienen que ver- palabras evocadoras convocadas por tu reseña: Burton, Speke, Amundsen, Barth, Amundsen, la Sociedad Geográfica… A lo mejor me desvío de continente porque no he leído más que una novela de Harry Flashman. Pero ha sido una preciosa ensoñación mañanera, por emplear los términos usados por Rodrigo. Lo apunto, lo apunto.

  7. pepe dice:

    Maravillosa reseña, Koenig, a mi también me apasionan las exploraciones geográficas. Mis favoritas son las polares: Amundsen, Shackleton, y todo eso (comentario incidental: me he puesto hace cinco minutos a buscar un volumen de dichas exploraciones al que tenía mucho cariño y no lo encuentro, me cago en la leche). Las regiones asiáticas son, quién lo duda, muy sugestivas. Yo he estado en Samarcanda, en Bujara, en Jiva (y he visto naves ardiendo más allá de Orión, pero esa es otra historia) aunque últimamente me he vuelto un poco vago en eso de viajar. Por cierto, ¿dónde tengo yo las diapositivas que hice en aquel viaje? Ay, que también las he perdido…

  8. juanrio dice:

    Al igual que vosotros también soy un apasionado de los mapas y de los viajes sobre exploraciones desde que era un crio. Si no lo habéis leído os recomiendo «El peor viaje del mundo» de Apsley Cherry-Garrard. Fué miembro de la expedición de Scott al Polo Sur y lo cuenta de una manera excepcional. Además se encuentra muy baratito, no lo dudéis y haceros con él.

  9. TOÑO dice:

    RODRIGO o VALERIA, ¿podrías facilitarle la página web que reproduce mapas antíguos?.
    Gracias por adelantado.

  10. Valeria dice:

    Ahí os dejo el enlace. Yo pensaba que esta web la conocía todo el mundo mundial. Y aprovecho para agradecer al autor de esta página web su generosidad al compartir con los internautas todo lo que aquí se halla.

    http://www.satrapa1.com/paginas/CartographiaWEB/index.html

  11. Valeria dice:

    Los hados me han moderado . ¿Quién me desmoderará? Cuando me desmoderen, tendréis el enlace.

  12. Valeria dice:

    Mil gracias, Javi. Esto es eficacia.

  13. Rodrigo dice:

    Leí el libro que recomiendas, cofrade Juanrio. Muy bueno. El mío era un ejemplar de la colección Grandes Viajeros de Ediciones B, de la que tuve varios títulos -digo «tuve» porque me deshice de la mayoría, sobre todo los de Paul Theroux, que compré en lote y a precio de saldo y pronto me decepcionó-. También hay edición de bolsillo y una de National Geografic.

  14. Ariodante dice:

    Bueno, queridísimo galo: me doy por aludida cuando hablas de los amantes de Kipling, Flashman, Lanceros bengalíes, etc. etc. En-hora-buen-ísi-ma por presentarnos este libro que, decididamente no puedo dejar pasar (empezamos bien el año…).
    No sé que está pasando, pero Rodrigo parece haber ocupado mi lugar (o yo el de Rodrigo, con algunas insignificantes diferencias, ja ja ja) en cuanto a que parece que tengamos xactamente las mismitas aficiones.
    Me chiflan los mapas: desde mi más tierna infancia me ha encantado seguir imaginarios viajes sobre el papel, descubrir dónde estaba Sandokán en cualquiera de sus aventuras, que itinerarios recorrian los personajes de Julio Verne, en fin, que cada vez que voy a viajar me paso horas y horas estudiando el plano de la ciudad a donde iré, y así todo. Por tanto, creo que este libro me va a entusiasmar.
    Y ahora mismito me copio el enlace de Valeria….¡Valeria, guapa, feliz rentrée!
    Pepe: ¡menudo viajero estás hecho, chico! ¿No eran las Puertas de Tahnhauser…?
    Juanrio: me apunto el libro que citas.
    Yo os citaría otro, ya que nos ponemos, que es «Las montañas de la «(está editado en Valdemar) y lo escribe Richard Burton, (no el fenecido marido de la Taylor, sino el co-descubridor, con Speke, de las fuentes del Nilo).
    En fin: que vaya comienzo de año literario más fenomenal.

  15. Ariodante dice:

    Uuuh, me he dejado una palabra en el aire: Quería decir «Las montañas de la Luna», de Richard Burton.

  16. Rodrigo dice:

    Ya se ve que Koenig ha tocado una fibra sensible…

    Podrían Uds. fundar la ‘Sociedad de los exploradores muertos’. Koenig, el incitador, sería el Profesor Keating.

    ¿Yo? Es que ya he madurado. ;-)

  17. Ariodante dice:

    ¿…y los muertos? Aclara eso, por favor, Rodrigo. El galo y yo aun vivimos…

  18. Rodrigo dice:

    Esteee… Debí poner «Club de los exploradores muertos». Guiño a la película «El club de los poetas muertos», dirigida por Peter Weir (1989), con Robin Williams interpretando al prof. Keating.

    (No siempre coinciden los títulos de películas estadounidenses, a uno y otro lado del charco.)

  19. Valeria dice:

    Eso suena a la Santa Compaña, Rodrigo. Me gusta más el «Traveller’s Club», El Club de los Viajeros. (Supongo que a Julio Verne no habrá que pagarle derechos de autor por ello).

    Gracias Ario, por la bienvenida.
    Pepe, llévame contigo en tu próximo viaje.

  20. TOÑO dice:

    Muchísimas gracias por su enlace, Valeria. Es magnífico. Debo de ser uno de los pocos del mundo mundial que no lo conocían.

  21. Valeria dice:

    Gracias a Sátrapa, Toño, no a mí. Yo sólo «corro la voz».

  22. Urogallo dice:

    Bueno, estoy a punto de conseguirlo.

  23. Urogallo dice:

    Hecho.

    Nada más salir del club de los Guards y ganarle un par de guineas a Posomby al Bridge me dirigí a recoger el libro, cuya adquisición celebré tomándome un apetitoso higado encebollado con salsa verde mientras leía la edición de la tarde del Times.

    Desde luego este libro tiene un tono deliciosamente victoriano.

  24. Urogallo dice:

    Despachado:

    Bueno, podríamos dividirlo en 3 partes:

    – Expediciones militares británicas contra Afganistán y Tibet.
    – Expansión rusa hacía Asia Central.
    – Epilogo: Otros exploradores en otras épocas.

    La tercera, no me interesó ni lo más mínimo, y la segunda no está tratada al nivel de la primera. Solo la descripción de la política de avance inglés hacía la frontera del Noroeste para protegerse de una hipotética acometida rusa ( El gran juego) es de alto nivel e interés. No solo por la descripción mediata de las políticas del Raj Británico, si no por que estudia bastante detenidamente las dos primeras guerras afganas.

    Teniendo en cuenta la falta de material en castellano sobre el tema, cualquiera que sienta interés por el Raj y las guerras coloniales victorianas necesita leer este libro, aunque se dedique a este tema solo algo más de la mitad del libro.

  25. Rodrigo dice:

    Muy buen libro, lo estoy disfrutando una enormidad. Me gusta el enfoque, que aparte del marco político (diplomacia, estrategia y cuestiones afines) pone mucho énfasis en los individuos que protagonizaron en terreno el llamado “gran juego”. Más allá de las consabidas maquinaciones en política exterior, imprescindibles en vista del tema, lo que ofrece el libro es ante todo una historia de aventureros, expedicionarios y exploradores, sin excluir a personalidades como Curzon, el fatuo virrey de la India, clave en cierto momento del expansionismo británico. Un punto fuerte es que los autores reivindican el papel desempeñado por algunos asiáticos, hombres como Sarat Chandra Das y Agvan Dorzhiev, cuyas proezas apenas desmerecen ante las de sus homólogos occidentales. Del primero llegó a decir un explorador estadounidense que si un británico hubiera logrado la tercera parte de lo hecho por él, lo habrían colmado de honores y reconocimiento; era indio, en consecuencia sus servicios fueron muy mezquinamente recompensados. También rescatan de la oscuridad a personalidades (relativamente) poco conocidas, como es el caso de Nikolai Przhevalski, el mayor explorador ruso de Asia central, o el del explorador estadounidense William Rockhill, admirable por su conocimiento y profunda apreciación de culturas orientales (casi un desconocido en su propio país).

    Si gustan las historias de expediciones militares, de hechos de armas, de exploraciones; historias de individuos excepcionales aunque no siempre ejemplares; historias de intrigas políticas y de rivalidades entre potencias colonialistas; en fin, historia de la arrogancia imperialista, bueno pues, Torneo de sombras es un libro más que apropiado. Absolutamente recomendable.

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