PODER TERRENAL y CAUSAS SAGRADAS – Michael Burleigh

Poder Terrenal. Causas Sagradas. Michael BurleighMichael Burleigh es un historiador inglés cuya obra ‘El Tercer Reich’ (Taurus, 2002) le ha valido renombre internacional. A raíz de este éxito editorial, Burleigh abandonó una próspera carrera académica para dedicarse al periodismo de opinión, al tiempo que prosigue la escritura de libros. Los que aquí reseño son las dos partes de un gran estudio sobre las relaciones entre política y religión en Europa durante los dos últimos siglos, desde la Revolución Francesa hasta el punto de inflexión marcado por los atentados del 11 de septiembre de 2001. (Cabe apuntar que su .libro más reciente es ‘Blood and rage’ -2008, aún sin traducción-; según reza el subtítulo, una ‘historia cultural del terrorismo’.)

Desde el enfoque constituido por las intersecciones política/religión y Estado/religión y ateniéndose al contexto especificado, Burleigh examina una multitud de elementos (hechos, actitudes, conceptos, opiniones e ideologías) en los que se ha hecho manifiesto el trasvase del talante religioso del hombre al ámbito de la política. El examen procede en el entendido de que las ideas y las creencias constituyen un factor decisivo en la historia, a la par con los factores económicos y sociales –entre otros-. Por lo tanto, su perspectiva es distinta de la contenida en la historiografía marxista, cuyo determinismo materialista reduce la variable cultural y espiritual a la condición de fenómeno y accidente de segundo orden, supeditado a las circunstancias materiales de la sociedad.

Entre los intereses primordiales de estos volúmenes está el análisis de las llamadas ‘religiones políticas’, fundamentalmente jacobinismo, marxismo, fascismo y nacionalsocialismo. Esto es, los proyectos utópicos de construcción de un hombre nuevo y de una sociedad edénica al margen de la religión; por mejor decir, en sustitución de ella. Recorre el estudio la tesis medular de que la secularización, lejos de imponerse unilateralmente como fenómeno característico de la modernidad, ha debido enfrentar movimientos de resistencia provenientes no sólo de la religión propiamente dicha, sino también de corrientes de pensamiento y agrupaciones que han esgrimido la bandera de las utopías totalitarias, “formas de fe que son sustitutos antirreligiosos de la religión y no simplemente ideales políticos” (Franz Werfel; citado por Burleigh). Frente al desencantamiento del mundo y la depauperación de referentes comunitarios tradicionales provistos por la fe, las religiones políticas o ideologías pseudo-religiosas se han alzado como pretendido antídoto, recurriendo para ello a una extrapolación de mecanismos simbólicos y rituales de origen religioso al área de lo político y, en fin, a una suerte de perversa sacralización de la política.

Dichas ideologías operaron en el terreno de lo que puede considerarse como propensión de la naturaleza humana a la fe, y en respuesta a (o en aprovechamiento de) un vacío provocado por la relativa defenestración de la religión del ámbito de lo público. En este sentido es que encaja cierta frase de Goebbels, reveladora tanto de una acuciante necesidad espiritual como del fondo nihilista del nacionalsocialismo: “Es casi intrascendente en qué creemos –escribía Goebbels-, mientras creamos en algo”.

El escrutinio de Burleigh aborda no sólo tales formas espurias de aspirar a la trascendencia y sus correspondencias con la religión, sino también el papel desempeñado por movimientos de índole genuinamente religiosa y el rol de las iglesias en los conflictos políticos y sociales de la época, lo mismo que sus tensiones con diversas versiones de pensamiento racionalista. Del resultado se desprende, en importante medida, una convincente reivindicación del cristianismo como pilar fundamental de la civilización occidental.

El autor trasluce su predilección por el realismo político en diversos pasajes, como aquel en que califica de “infantil” el punto de vista del mundo de N. Chomsky y H. Pinter, o el otro en que critica lo que considera “permeabilidad general de las Iglesias a ideologías seculares evanescentes”, todo por cierto apoyo del Vaticano a la política de distensión (en los días de la Guerra Fría) y por la adhesión del clero –o parte de él- al “ataque histérico” (sic) contra lo que impidió o habría impedido que las superpotencias llegasen a un enfrentamiento directo, nada menos que las armas nucleares. Al respecto mi opinión es que hoy, beneficiarios de una mirada retrospectiva propicia a la evaluación de hechos consumados, resulta demasiado fácil y extemporáneo jactarse de un (eventual) pragmatismo para mofarse de supuestas ingenuidades pasadas.

Tal cual hacía en su historia general del nazismo, Burleigh se regodea en ocasionales desplantes contra personajes, ideas y situaciones que le merecen escasa consideración. Así, por ejemplo, en ‘Causas sagradas’ califica a Marcuse y Habermas de “gurús de la revolución, vehementes pero siniestramente estúpidos”; ironiza sobre las “perspicacias políticas deslumbrantes de Noam Chomsky, Eric Hobsbawm, Harold Pinter y todo el sector de las relaciones internacionales académicas” (la ‘academia’ parece provocarle especial aversión, sobre todo si es de signo izquierdista); alude a la “supuesta arrogancia del imperialismo occidental”, sustituida –según el autor- por “credulidad ilimitada a las creencias espirituales del mundo subdesarrollado”; etc. (los destacados son míos). Incorrección política, que le llaman.

Uno que me ha parecido punto fuerte es el estudio pormenorizado aunque necesariamente breve de obras de arte (pictóricas y literarias) que sazona algunos capítulos, en un intento esmerado y ameno de desentrañar las claves de la época. Admito que me siento conmovido cuando se toma en serio la premisa de ‘arte como forma de interpretación y de representación del mundo’, y cuando, en consecuencia con lo anterior, se advierten indicios de la compleja realidad en creaciones de ficción como ‘Los demonios’ (Dostoievski) y ‘El agente secreto’ (J. Conrad) –dos de mis favoritas-.

Me parece que estos libros dejan en muy buen pie la importancia del factor estrictamente cultural en el devenir histórico de los siglos recientes, no menos que en el momento presente. Por otra parte, dados los siguientes elementos: amplitud del período cubierto, vastedad del material disponible y densidad del tema, se le puede excusar una cierta deficiencia que he creído detectar en términos de recepción de contribuciones relevantes hechas por disciplinas vecinas de la historia, como la semiología, la antropología cultural y la sociología (sobre todo teoría de la ideología y teoría de los imaginarios sociales, que espero no le parezcan, al autor, siniestras o simplemente… académicas).

En definitiva, el trabajo de Burleigh ofrece una rica y muy estimulante veta de información y de observaciones pertinentes. Aunque su interés puede ser algo restrictivo (y sus 1.200 páginas asustar a cualquiera), el estilo llano y directo del conjunto lo vuelve una lectura abierta al público en general.

Michael Burleigh.
“Poder terrenal, religión y política en Europa: De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial”, Taurus, 2006. 600 pp.
“Causas sagradas, religión y política en Europa: De la Primera Guerra Mundial al terrorismo islamista”. Taurus, 2007. 640 pp.

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34 comentarios en “PODER TERRENAL y CAUSAS SAGRADAS – Michael Burleigh

  1. farsalia dice:

    En su ‘historia total’ del III Reich Burleigh ya dejaba pinceladas sobre las teorías que aquí plantea: las relaciones entre religión y política o religión y Estado. Conozco ambos libros, pero no los he leído. Quizá después de esta reseña sea el momento de hacerlo.

  2. Incitatus dice:

    Interesante amigo Rodrigo, he visto los libros pero nunca me había decidido a comprarlos. Burleigh parece bastante ecuánime, algo que se agradece mucho… creo que aprovecharé la feria para hacer otra comprilla.

  3. Germánico dice:

    Hace más de un año que tengo «Causas sagradas» en la pila. Quizá, al igual que Farsalia, me anime a leerlo lo que dices, Rodrigo (lo de Marcuse y Habermas tiene gracia, la verdad). Me echa atrás que el tema puede ser muy soporífero, y el libro es «enolme». Eso sí, aunque no es de tapa dura, suena bien.

    Leí años ha un estudio político muy interesante, con un enfoque totalmente distinto a este, más convencional digamos: «El uso de las ideas políticas», de Barbara Goodwin. Realmente interesante, sobre todo el capítulo dedicado a los Totalitarismos. ¿Lo conoces?

  4. Rodrigo dice:

    Los libros son interesantes, compañeros, qué duda cabe.

    Tal como señalas, Farsalia, Burleigh había adelantado el planteamiento central de estos libros en ‘El Tercer Reich’, focalizándose obviamente en el nazismo.

    Es bastante ecuánime, Incitatus, dentro de su inevitable postura crítica. Al menos las fobias de Burleigh son manifiestas, no las disimula. Es un dato relevante el que defienda el rol del cristianismo siendo él un agnóstico declarado.

    Je, je, suena bien, Germánico. Parece que por ser mejor hislibreño tendré que incorporar la práctica del ‘tamborileo dactilar’ en las tapas.
    Y sí, leí en mis días de estudiante el libro de Goodwin. Muy bueno.

    Saludos.

  5. juanrio dice:

    Aquí queda aclarada la pregunta que te hice en el hilo el otro día, no podía esperar mejor respuesta. Leí el de «El tercer Reich» y me parecio interesante. Estos tienen buena pinta aunque el que critique tanto la opinión de otros estudiosos, que a mi me merecen respeto, me tira un poquito para atras. Me lo apunto para posibles lecturas….

  6. Rodrigo dice:

    Uf, Juanrio, eso mismo: la animosidad de Burleigh contra sus adversarios intelectuales resulta chocante. Afortunadamente, sus pullas son esporádicas. Mejor pasarlas por alto.

    Saludos.

  7. Ariodante dice:

    Muy interesante este par de libros, Rodrigo; no me encuentro en disposición de leerlos ahora, pero quizás los compre para consulta en algún momento o para mi hijo (tiene que instruirse, es de la generación LOGSE, el pobre…). A mi no me parece tan descabellado lo del apoyo al cristianismo aunque él sea agnóstico. En absoluto: me imagino que lo que él hace es reconocer que la cultura occidental es una cultura cristiana, con unos valores que exceden el cristianismo religioso en si, (¿voy bien…?). Yo, al menos, concordaría con esa posición, y yo no soy creyente, pero me considero dentro de la cultura judeocristiana. No de la islámica, por contra. Los valores son muy diferentes…la cultura cristiana ha generado una Ilustracion, e incluso un Nietzsche. Cosa absolutamente impensable en el mundo islámico, por ejemplo. Caso aparte sería el mundo oriental (China, Japón y el extremo oriente), del que no me atrevo a opinar demasiado.
    En cuanto a las fobias, las comparto encantada: a Chomsky no puedo ni verlo, (ya tuve Chomsky para rato en los setenta), igual que a Marcuse y al resto. Y lo del academicismo también lo comparto, por supuesto.
    Lo que no me queda claro de tu reseña, por otra parte impecable, como siempre, Rodrigo, es la individuación de cada libro; al reseñarlos juntos, ¿implica que son de lectura conjunta, me refiero, son como dos tomos de la misma obra o cómo está eso?

  8. Rodrigo dice:

    Comparto en todo tu planteamiento, estimada Ariodante. Y el de Burleigh, que es justamente el que indicas. No quise decir que me parezca descabellada su defensa del cristianismo, ni contradictoria con su condición de agnóstico; sólo la destaqué como un dato relevante. Debo decir que es la postura con la que me identifico, en sus dos componentes (agnosticismo y defensa o reivindicación del cristianismo, al menos en su papel histórico).

    Precisamente, son libros de lectura conjunta, las dos partes de un mismo estudio. El primero se refiere al siglo XIX ‘largo’, el segundo al siglo XX.

    Saludos.

  9. Ariodante dice:

    Nada, nada, que habré de incluirlos en la infinita lista…La edición parece de bolsillo ¿lo es?
    Aunque ahore es el momento, en la Feria, de conseguirlos con el 10%, asi que he de darme prisa. ¿Esto no acabará nunca, como dice Akawi?

  10. Rodrigo dice:

    Uy, Ario, con lo de los alfajores esta mañana olvidé referirme al tema de las fobias. La verdad es que, criticables y todo, conservo cierta estima por los planteamientos de Chomsky y Habermas. Este último es un referente ineludible en sociología. Además, no me parecen adecuadas las críticas vehementes e insolentes al modo de Burleigh. Aparte esto, la línea de pensamiento de este autor me parece correcta.

    Por desgracia no, la edición no es de bolsillo.

    A propósito, Germánico: Burleigh no considera el libro de Barbara Goodwin en su bibliografía, lo que -modestamente- me parece una deficiencia.

    Saludos.

  11. tico dice:

    Estimado Rodrigo, te voy a pedir muy educada y conciliadoramente que dejes de poner libros que causan en algunos hislibrenos, la deseperacion y el terrible stress de leerlos de manera inmediata (Ipso facto), lo cual degenera en un serio dano sicologico y una probable secuela de ¨faltitis de conocimientus historicus», lo cual acentuas terriblemente y de manera fatal con tus excelentes resenas bibliograficas.
    Chomsky,tuvo un renacimeinto estos anos, sobretodo por las Torres gemelas e Irak.Sus obras,con bastante veneno para mi gusto.
    Mi hermano me hablo mucho de Burleigh,lo llamaba ¨»el filosofo de la historia». Ya me diste el empujon.Habra que ver.

  12. Rodrigo dice:

    Bueno, Tico, no sé si realmente quepa tener a Burleigh como un filósofo de la historia, pero vale la pena leerlo.

  13. Incitatus dice:

    Por entrar en debate
    Comparto Ariodante y Rodrigo la importancia del cristianismo en la cultura occidental, la importancia de la misma iglesia como conservadora e incluso gran creadora de la cultura occidental, y por ello respeto mucho a la institución pese a mi ateismo.
    Pero creo que es importante tener en cuenta que la cultura occidental también es lo que es pese a la persecución de la iglesia en muchos temas que se salían del dogma o de las ideas en las que se fundamentaba el poder de esta.
    También recordar que los países de cultura islámica viven ahora en su edad media, como occidente lo vivió hace siglos en tiempos en el que estos países desarrollaban una cultura boyante.
    Quiero decir con esto que gran parte del sistema sociocultural actual de desarrolló en el momento en que los pensadores pudieron desacerse física y psicológicamente del poder religioso.

  14. Rodrigo dice:

    Te refieres en general al proceso de secularización, Incitatus. Un hecho muy cierto, consubstancial a la modernidad. Pero creo que lo de ‘deshacerse físicamente del poder poder religioso’ es excesivo, ¿no? Si aludes a la relativa marginación de lo religioso del ámbito de lo público y a la merma de su importancia como factor cohesionante de la sociedad, además de la progresiva liberación de las esferas o subsistemas sociales de la tutela religiosa (en definitiva, secularización), me parece que estás en lo cierto. Sin perder de vista que en la religión misma estaban contenidas las condiciones que posibilitaron este proceso, sobre todo en la vertiente protestante del cristianismo. Burleigh no discute el tema que planteas, sino la desnaturalización de la política por su confusión con lo religioso. Y esta es la gracia de la modernidad del occidente, que, con todo, sigue teniendo en el cristianismo uno de sus componentes decisivos: la escisión de las esferas política y religiosa, condición de posibilidad de la democracia según la entendemos.

    No estoy seguro de lo legítimo que sea aplicar el concepto de edad media a la cultura islámica. Aparte lo discutible del concepto mismo, y aparte de que preferiría hablar de civilización islámica, creo que se trata de una extrapolación demasiado arriesgada. Aunque entiendo que resulta explicativa del momento emocional e institucional de dicha civilización -dicho a lo grueso, claro-.

    Saludos.

  15. Incitatus dice:

    A la primera parte:

    Sí Rodrigo razón tienes con lo de secularización, «lo de deshacerse físicamente…» era un recurso énfatico. Lo que yo estaba diciendo con el poder religioso me refería a la Iglesia, no a la religión. Tú mismo lo dices: «sobre todo en la vertiente protestante», países en los que la separación poder terrenal y espiritual queda completamente separado, he incluso pasa a ser poder del estado, como es el caso de los anglicanos. En los países mediterráneos y católicos, el cristianismo como religión estaba (y en parte está) confundido con la misma institución, por eso creo que es importante separar claramente el concepto cristianismo del concepto Iglesia (a la que respeto y admiro en muchos casos, pero que también ha sido en algunos momentos un lastre para la «evolución»)

  16. Incitatus dice:

    A la segunda parte:

    Rectifico y asumo tu correcta corrección por lo de civilazación islámica, mucho más definitorio de lo que hablamos. Lo de «Edad Media» era un riesgo que quería tomar como ejemplificación rápida, (estuve pensando también en edad oscura). El problema es mucho más gordo y requiere mucho más comentario está claro.

  17. Koenig dice:

    Buenas tardes.

    Comentarios interesantes derivados de una reseña interesante. Gracias Rodrigo por la reseña.

    Pero además y por filosofar.

    Coincidiendo en mucho de lo dicho en vuestros anteriores comentarios, se me ocurre preguntarme si realmente lo que Incitatus ha definido como «deshacerse físicamente del poder poder religioso» y Rodrigo como «relativa marginación de lo religioso del ámbito de lo público y a la merma de su importancia como factor cohesionante de la sociedad, además de la progresiva liberación de las esferas o subsistemas sociales de la tutela religiosa» (coincidiendo ambos en la idea última), ha sucedido realmente, y si es realmente recomendable.

    Es cierto que en los últimos años la «Iglesia», como institución, ha perdido influencia directa. Pero muchas veces me pregunto hasta que punto ha perdido importancia. Y no hablo de conspiraciones ni de logias secretas. Simplemente pienso que nuestro occidente, tal y como lo conocemos, es tanto influído como influyente con respecto a la «Iglesia». Nuestro occidente ha sido moldeado por la «Iglesia» católica a lo largo de los siglos, pero también la «Iglesia» fue moldeada por occidente para convertirse en lo que es hoy. La «Iglesia católica», en su momento, llevo a cabo un extraordinario ejercicio de asimilación de las creencias que había antes de su llegada, y se vio influída por estas, a la vez que las modificaba y las adaptaba a sus propias necesidades: religiosas y políticas también. ¿Realmente pensamos que esto no sucede una y otra vez?

    Creo que la «Iglesia», tal vez mejor la religión en este caso, como receptáculo de un sistema moral, debe ser inmovilista, frenar la evolución, actuar de contrapeso al avance, aunque solo sea porque toda evolución coherente debe ser la suma de una serie de fuerzas, que den como resultado un cambio pausado, razonado, justo y para mejor. Fuerzas que pretenden el cambio y fuerzas que, asentadas, quieren impedirlo. Entre ambas se entabla un diálogo, no siempre pacífico y no siempre oral o escrito, del que nacen conclusiones, no siempre pacíficas y no siempre definidas oralemente o por escrito.
    Redundando, es difícil conocer si una «cosa nueva» se ajusta a nuestro concepto de moralidad sin saber si es buena o es mala, y sin experimentarla y sufrir sus consecuencias. Por un lado la religión ya tiene un sistema moral, que no ve la necesidad de esas «cosas nuevas», mientras que por otro lado la evolución quiere desplazarse, moverse, ir a algo nuevo, a pesar de no saber, quiere hacer la prueba por si acaso. La primera evita que nos precipitemos, la segunda tira del carro. Sin esa tensión entre ambas nuestra sociedad se volvería rígida, o se sumiría en el caos.

    Por eso creo que la «Iglesia católica», en nuestro caso, la religión, por generalizar, debe tener un papel importante, como depositaria de un sistema de valores creado a lo largo de los siglos y como analista moral de lo que viene. Por eso se me ocurre que la separación directa, organizativa, entre Iglesia y Estado es importante y deseable, pero no pueden perderse de vista iglesia y estado, no podemos relegar a la «Iglesia católica» (en nuestro caso por ser la nuestra), porque a fin de cuentas el Estado debe legislar teniendo en cuenta lo que es acorde a la moral, teniendo en cuenta lo que esta bien y lo que esta mal, pero no puede ser el estado quien defina el bien y el mal. Esas definiciones son mucho mas antiguas que las formas de Estado que hoy practicamos, y su propia antiguedad les da una carta de naturaleza mucho mas sólida que un referendum puntual. La religión ha sido quien ha ido moldeando esa moral, nos guste o no. De hecho, sigue haciéndolo. Sigue provocando que muchas de las personas que discrepan lo hagan contra ella, y muchas de las que aceptan la acepten a ella, sigue estando en el centro. Sigue siendo un referente. Por eso, volviendo al tema de la reseña, el Estado trata de apropiarse de esas prerrogativas de la religión, de la «Iglesia Católica», y cuanto mas dictatorial y absoluto es el Estado, mas ve la religión, y consecuentemente su aspecto organizativo, terreno, como un competidor, al que hay que derrotar, y cuyos «poderes» hay que adquirir.

    Opino que hoy me ha dado por quemar neuronas.

    Saludos

  18. Rodrigo dice:

    Vale, Incit. En realidad lo había entendido así, lo de tu extrapolación -o ejemplificación rápida-. Es cierto que es un asunto grave, que requiere mejores conocimientos que los míos.

    En cuanto a lo primero, me parece que aludes a una idea de cristianismo difuso, pero en el buen sentido de la expresión. Esto es, cristianismo entendido como sustrato cultural, como ‘ethos’ que permea la sociedad secularizada o incluso como remanente ético-espiritual que le subyace, por contraste con una sociedad teocrática o fundamentalista, o una en que la religión es el elemento fundante de lo social -como ocurría en Europa antes de la modernidad y como ocurre en los países islámicos, en general-. Tal vez me equivoque, puede que no entienda muy bien lo de la confusión del cristianismo como religión con la institución Iglesia. Por demás, la separación de Iglesia y Estado es perfectamente operante en países mayoritariamente católicos, ¿no?

    Aparte, soy de la opinión de que el cristianismo no sobrevive únicamente en la forma de remanente -aquello que indicaba antes, y me refiero al ámbito de lo público, que en el área privada la cosa es diferente: la inmensa mayoría de la población de los países occidentales se declara cristiana, aún-. Creo que el cristianismo provee la base primordial de las estructuras de pensamiento del occidente, y que su presencia es fácilmente rastreable en el aspecto institucional.

    La verdad, estimado Incitatus, es que estas disquisiciones son un poco pesadas. Mmm, aludes a evolución. Vale, lo haces también de modo figurado y tentativo, y está bien, porque no es concepto que concierna mucho a lo social -no en su sentido estricto, proveniente de las ciencias naturales-. En general, hay razones para recusar el excesivo conservadurismo de la Iglesia Católica, mas prefiero no considerarla un lastre, mucho menos para una presunta ‘evolución social’. Podría mencionarte un ejemplo personal, pero es mejor dejarlo en abstracto.

    Saludos.

  19. Rodrigo dice:

    Vaya, mientras redactaba mi respuestita, Koenig se ha cuadrado con una intervención fenomenal.

    Gracias compañero por tu comentario. En general, la tuya es la postura que me representa. Expones razones que en grandísima medida justifican mi respeto por la Iglesia Católica y por el cristianismo, en general.

    Saludos.

  20. Rodrigo dice:

    (Donde puse ‘disquisiciones un poco pesadas’ quise decir ‘disquisiciones muy delicadas’. Y es que el tema es peliagudo.)

  21. Ariodante dice:

    Un momento….Koenig, corazón, no sé si he entendido tu postura correctamente. Has hecho una exposición tan prolija que creo que me he perdido. Resumiendo…¿podrías resumir?
    Lo que sí entiendo y creo que esa es mi posición, es la última intervención de Rodrigo, mejor, la antepenúltima, la de las 5h en punto. Una cosa es el cristianismo difuso que impregna la sociedad occidental europea, en la que los valores morales son mas o menos generales. Otra es la Iglesia Católica como institución, cuya importancia no hemos de olvidar; y cuyas relaciones con el Estado -con cada Estado- son de índole político y civil. Lo que está claro es que la separación religión-estado ha surgido de la civilización cristiana, sobre todo a partir de la Reforma (recomendable leer a Max Weber), y que en los paises dominados por la religión islámica no tienen ni cabe pensar que la tengan nunca, ya que la misma religión lo impide. En el caso de la cristiana, ya en los Evangelios está la famosa frase de «a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César», con lo que la cosa está clarísmamente contemplada desde el mismo Libro.

  22. Incitatus dice:

    Rodrigo, espero que en ningún caso te hayas sentido ofendido cuando dije: «El problema es mucho más gordo y requiere mucho más comentario está claro» me refería a mi mismo, es decir a mi discurso y a mi propio conocimiento. Perdón si me he expresado mal (estoy currando a la vez) que en ningún caso me he querido meter con discurso.

  23. Rodrigo dice:

    No, Incit, no me he ofendido en absoluto. Creo haber captado por donde ibas.

  24. Incitatus dice:

    Voy a intentar definir mejor mis discurso, ya que como bien decís el tema es peliagudo:

    El cristianismo, como concepto filosófico, cojunto de creencias y concepto espiritual es sin duda una de las piedras angulares del mundo occidental. No lo pongo en duda. Pero tampoco hay que olvidar la gran herencia filosófica y cultural de occidente para con el mundo clásico e incluso para con el mundo «germano».

    Por otro lado la Iglesia como instititución tanto la católica, como la ortodoxa (de la luterana, calvinista y otras no digo nada por que sé bastante poco, la anglicana es un caso a parte ya que su jefe es el jefe del estado, el rey). Como instituciones humanas se han querido arrogar el mayor poder posible en lo moral y en lo terrenal persiguiendo en muchos casos a la revolución científica, la revolución social etc porque en su opinión atacaba a los fundamentos de su poder.

    Así que podría decir que si bien la transmisión de los evangelios y con ello del principal mensaje del cristianismo (que no escribió la institución eclesiástica) sí se lo debemos a la Iglesia (y por ello hay, y por muchas otras cosas, hay que estarle agradecido y ser respetuosos con ella), el actual sistema occidental, en el que por suerte me ha tocado vivir, es más heredero de personas ajenas a la institución: la separación de poderes, la revolución científica antes mencionada, el derecho civil, la igualdad de derechos y deberes, la emancipación femenina… conceptos a los que muchas veces las iglesias han puesto su pero, su veto o su censura.

    Conclusión de lo que quiero decir: creo que es importante saber diferenciar entre lo que es el cristianismo y lo que son las instituciones eclesiásticas. Y la verdadera importancia de ambos. ¿Por qué? Por que el discurso que muchas veces se hace, por lo menos en España y en los países católicos, es que el cristianismo ES la Iglesia católica, y creo que eso no es ni justo ni real. Con esto no quiero decir que haya que quemar curas, ni quemar iglesias que no soy anticlerical ni mucho menos

    Por otro lado creo que el único lugar donde hay una separación Iglesia-Estado más o menos real es Francia.

    Saludos

    Incitatus

  25. Incitatus dice:

    Y haber si sigo fuera del curro que A me van a echar y B no me concentro en lo que escribo… ;-)

  26. Koenig dice:

    Pero, pero, pero. ¡Si era un resúmen!

    Resumiré aún mas, aunque las frases sin matices no me convencen demasiado. En todo caso ahora voy a circunscribirme a la religión cristiana y al «mundo» occidental.

    Creo, opino, pienso.

    1º.- Que el cristianismo ha sido una influencia sumamente importante en la formación de occidente. Somos lo que somos en buena parte a causa del cristianismo. Sin embargo también la civilización occidental ha influído enormemente en la religión cristiana. Un ejemplo de lo primero: nuestra moral actual, nuestro discernimiento de lo bueno y lo malo, incluso el de los que hoy se posicionan como ateos, desciende del pensamiento cristiano y están influídos por él. Un ejemplo de lo segundo: los pueblos pre-cristianos influyeron mucho en la iglesia católica: elementos de la liturgia, festividades, santos… y los pueblos cristianos también lo han hecho, por ejemplo cuando la Iglesia (como conjunto de fieles) exigió que la misa no se siguiera diciendo en latín.
    En resumen: la influencia del cristianismo, y por ende de las «Iglesias cristianas» (por englobar a todas las formas de cristianismo), sigue siendo muy importantes. A la vez que las influencias que estas «Iglesias cristianas» reciben.

    2º.- Nuestra moral, nuestro sentido de lo que está bien y lo que está mal, nos ha sido transmitida a través del cristianismo (independientemente, si queremos, de su origen primigenio), y actualmente, las «Iglesia cristianas» siguen siendo las principales definidoras de ese cristianismo, y por consecuencia de esa moral.
    Además, entiendo que la moral, es, por definición, inmovilista. Si algo es moralmente malo hoy, es muy dificil que sea moralmente bueno mañana. Estos cambios suelen darse en plazos larguisimos, o ser revolucionarios y consecuentemente mas dañinos que beneficiosos.
    Y por otro lado me parece correcto. Toda evolución bien llevada debe ser el fruto de un juego constante de fuerzas progresistas e inmovilistas, centrífugas y centrípetas. Este juego tiene como misión impedir que las nuevas situaciones ocurran demasiado rápido, o que no ocurran. Por utilizar un ejemplo: entre correr y quedarnos sentados, está el caminar. Y caminando, sabemos mejor adónde vamos, evitamos accidentes, y nos cansamos menos con lo cual podemos llegar mas lejos.
    Y dado que la moral es inmovilista, y que la nuestra es de origen cristiano, es lógico que las «Iglesias cristianas» resulten inmovilistas.

    3º.- Otra cosa es la relación Iglesia-Estado. Pasados ya los tiempos en que la Iglesia definía el Estado e incluso trataba de controlarlo (con mas o menos éxito), hoy se propugna la separación entre ambas instituciones. Lo cual es lógico, siempre que no caigamos en el exceso contrario.
    Me explico. La Iglesia es la depositaria de nuestra moral, es la institución que mas recursos dedica a estudiarla y a definirla, hoy por hoy. Esta posición ha dado a la iglesia la primacía, hasta ahora, de definir cual es esa moral. Qué está bien y qué esta mal. Y si nos vamos al centro del asunto, estamos todos bastante de acuerdo, aunque haya mas discrepancias en los bordes.
    Esa primacía sería un sueño dorado para el Estado. Si el gobierno, quienes dirigen el Estado en cada momento, pudiera decirnos qué es bueno y que malo, obtendría un control de la población mucho mayor que el que tuvo la Iglesia Católica en su momento de mayor poder político. Y esto lo sabemos porque ha sucedido, en mayor o menor medida, precisamente en estos totalitarismos que citan los libros reseñados.
    Como decía. El estado debe tener funciones, llamemoslas civiles, y las «Iglesias Católicas», morales. Deben estar separados. Si. Pero no debemos caer en el error de eliminar a ninguno de ambos, pues el otro, rápidamente, tomará sus competencias y se convertirá en un monstruo. La única forma de eliminar a uno, es encontrando otro que lo sustituya, con lo cual la situación sería la misma. Mas o menos.

    No se si lo he enredado un poco mas, me temo que si.

    Saludos.

    Koenig.

  27. Koenig dice:

    A incitatus.

    Nos hemos cruzado.

    Con respecto a la oposición de las «Iglesias Cristianas» a científicos y pensadores. Es cierto que ocurrió. En ese sentido creo que actuaban desde ese inmovilismo del que he hablado, y con la contundencia que correspondía a la época concreta que fuera.
    Sin embargo tampoco hay que olvidar que muchos grandes pensadores y muchos científicos se formaron a través de la Iglesia. Y tampoco hay que olvidar que, precisamente en ese caminar que es la evolución la iglesia ha ido rectificando sus posturas.
    Supongo que cada época tiene sus dilemas morales. Cuando vemos a la iglesia oponerse a que la tierra girara alrededor del sol, nos parece una actitud absurda ¿Tan absurda como cuando hoy se opone a determinadas experimentaciones genéticas? El tiempo lo dirá.

    Opino.

    Koenig.

  28. Ariodante dice:

    Koenig: muy acertado. Concuerdo con el punto 1 y el 2, y casi completamente con el tercero. Resecto a lo del inmovilismo, opino que lo que está bien y lo que está mal, ciertamente, no se mueve más que muy lentamente. Pero esta es nuestra opinión. Hay quienes opinan que no, que la moralidad es relativa (y esta opinión hace ya años que está muy extendida entre cierto sector político…) y que lo que para nosotros es bueno para otros no lo es y como estamos tan mezclados…pues «no se puede juzgar a nadie, patatín y patatán…» ¿Me estoy metiendo donde no debo? Porque los que piensan que la moralidad es relativa a veces legislan, en función de esa opinión, y entonces es cuando tenemos el conflicto. Ahora viene mi pregunta, Rodrigo: ¿en el libro trata algo de esto? ¿Se habla del relativismo moral? En el tomo relativo a la parte más contemporánea, claro.

  29. Rodrigo dice:

    Más o menos en la línea a que se refería Ariodante, Koenig. Al César lo que es del César, etc., esto es, cada cual a lo suyo. Lo saludable es que no haya intromisiones improcedentes; que, por un lado, lo político no usurpe procedimientos y mecanismos de lo religioso ni se arrogue las funciones morales de la religión o, peor aún, le sustraiga su promesa de una especie de ‘más allá’ soñado y perfecto (algo así como asumir un cometido escatológico del todo espurio, que decante en la promesa de alguna variante de sucedáneo del paraíso: sociedad comunista, comunidad racialmente pura y superior, etc. Justamente, un gran fallo de las modernas utopías totalitarias). Y del otro, que la institucionalidad religiosa no pretenda imponer sus puntos de vista a/en la esfera política; lo que no obsta a que se le reconozca el derecho de representar públicamente sus propios planteamientos cuando le parezca conveniente hacerlo. Así como es imprescindible que no se confunda sociedad con Estado y que el Estado no monopolice la actividad política, lo relevante es que el Estado y la Iglesia –dicho en términos generales- conserven celosamente su independencia y respeten sus respectivos ámbitos de actuación. Con lo que no quiero decir que estos ámbitos, por mucho que valga distinguirlos, carezcan de puntos de encuentro o de intereses compartidos. La política no es amoral, y no se legisla sin referencia a fines moralmente plausibles –como bien indicas, Koenig-. No es el Estado el que debe definir lo moral, pero tampoco deben las iglesias arrogarse la autoridad exclusiva o recíprocamente excluyente en materia de moral: no a costa de las varias formas de concebir lo bueno y lo malo, no a riesgo de cargarse la pluralidad religiosa y moral -aunque en último término haya un núcleo duro de preceptos de índole universal, tal que difícilmente no los suscriban religiones y doctrinas éticas o morales diversas: no matar, no robar, etc.-. En fin, que la sacralización de la política y la politización de la religión no generan nada bueno, y la libertad de las iglesias garantiza la libertad de culto –esto, por lo que hace a la no intromisión del Estado en lo religioso-.

    Me parece que a las iglesias cristianas se les puede pasar una factura bastante larga, en la línea que postulas, Incitatus. Pero creo que los logros de la modernidad secular (democracia, consagración de los derechos individuales frente al poder político, igualdad de derechos y deberes, etc.) no podían llegar a concretarse sin pasar por hechos y procesos traumáticos. Es decir, debían ser conquistados, incluso a contrapelo del posicionamiento de las iglesias, muchas veces lamentable por lo retrógrado. Pero esto era inevitable. Hoy, en tiempos en que la separación de Estado e Iglesia es un hecho más o menos consumado y asumido como ‘dato de la causa’, resulta difícil imaginarse lo conflictivo que debió ser para los europeos de antaño –pero también para nuestros antepasados americanos, a los que nos toca- ver reducida la presencia de su venerada iglesia en el ámbito público, ver menguado su papel rector de la sociedad y disputada su preeminencia social por el Estado y una multitud de organizaciones y movimientos extra-religiosos –partidos y movimientos políticos, sindicatos, clubes y asociaciones de todo tipo, etc.-. Me parece que las iglesias en general han debido y sabido en buena medida adaptarse a los cambios. Pero hay un punto clave en todo este asunto: los cambios, y me refiero a los que han devenido en verdaderos logros de la sociedad moderna, han tenido su origen en la civilización occidental, cuya matriz religiosa o espiritual y moral ha sido –en términos históricos- la provista por el cristianismo. Ariodante mencionaba a Weber, y me parece que por ahí va la cosa. Pero, en general, no creo atribuible a azar o a gratuidad el que los beneficios de la democracia moderna y del paradigma científico racionalista surgieran en esta singular matriz civilizacional, la cristiana occidental, y no en otra. Como señalaba en intervención anterior, en el cristianismo estaban contenidas –en buena medida- las condiciones que posibilitaron el proceso de secularización. No es que pretenda hacer la apología delirante de este proceso, como si en él no viera más que cosas buenas y nada de censurables. Pero me parece defendible; al fin y al cabo, el pluralismo, la tolerancia, la promoción y protección de los derechos del individuo, etc., son acaso inconcebibles sin la crucial escisión de las esferas política y religiosa –posible antes en el mundo cristiano que en ningún otro, lo cual ya es meritorio.

    Saludos.

  30. Rodrigo dice:

    No lo hace explícitamente, Ariodante. Burleigh no estudia tanto teorías como hechos. Le interesa el despliegue concreto de movimientos políticos y sociales religiosamente inspirados, más bien que descomponer sus fuentes ideológicas en detalle. Y su trabajo me ha parecido más descriptivo que analítico, sin que carezca de toda profundidad analítica. Creo que Burleigh no es muy dado a las reflexiones filosóficas de mucho fuelle, ni pretende sistematizar con pretensiones doctrinarias. Lo que me parece bien.

  31. Incitatus dice:

    Sí nos hemos cruzado, somos los dos un poco largos… ;-)

    Creo que todos opinamos más o menos lo mismo con diferentes matices. Rodrigo esta claro que no hay «causa» sin «consecuencia» o «causa» sin «efecto». Como un ejemplo extremo: no serían necesarios la declaración de derechos del hombre si estos no fueran sistemáticamente pisoteados ¿no?
    Vale esto no tiene mucho que ver… pero como digo es un ejemplo extremo. En el caso que nos compete creo que en gran parte el mundo occidental es hoy lo que es pese a la Iglesia, y no digo que hubieramos estado mejor sin ella, pero creo que nos hubiera ido mejor con un poquito más de miras. Sin duda el cristianimo permitía la secularización, ya que el cristianismo primitivo no, e insisto, no consideraba ni siquiera tener que secularizarse, por que la religión, la fe es algo personal y comunitario, pero no impositivo. Para mi, por lo que se puede ver, uno de los grandes pecados de la Iglesia es haber traicionado ese mensaje primitivo (pero ese es otro tema).

    Y de ahí a creer que ninguna institución sea religiosa, política, cultural, económica o una mezcla de todas, pueda arrogarse el monopolio de la moral, sino que todos tienen que participar en ello.

    Pero desde luego mejor lo que nos ha tocado que otras cosas, porque como bien dices:

    «al fin y al cabo, el pluralismo, la tolerancia, la promoción y protección de los derechos del individuo, etc., son acaso inconcebibles sin la crucial escisión de las esferas política y religiosa –posible antes en el mundo cristiano que en ningún otro, lo cual ya es meritorio.»

    Saludos

  32. Rodrigo dice:

    Créeme, Incitatus, que a veces pierdo la compostura al considerar el papel históricamente desempeñado por la institucionalidasd religiosa en su conflicto con el proceso de modernización. Después de todo, soy agnóstico, no creyente. Por supuesto, estoy consciente de que la secularización se impuso a pesar de las iglesias, de la Iglesia Católica sobre todo. Pero prefiero ver el lado positivo del asunto, aquel al que me he referido.

    Sobre la traición de que hablas, no estoy muy seguro de que haya tal.

    Saludotes.

  33. Koenig. dice:

    Buenas noches.

    Si, en general estamos de acuerdo. Salvo por un detalle: «En el caso que nos compete creo que en gran parte el mundo occidental es hoy lo que es pese a la Iglesia»

    Discrepo con el «pese». Es mas, se me ocurre que la Iglesia fue como fue, y es como es, a causa del mundo occidental. Fue en el mundo occidental, romano para mas señas, donde la Iglesia creció y se desarrolló, y tomó las formas de actuar y las estructuras mentales de ese mundo occidental. A la que luego añadió formas y estructuras de los pueblos germánicos y bálticos que avanzaron hacia el oeste. No tenemos mas que buscar las diferencias entre el cristianismo católico, occidental, y otras formas de cristianismo que se desarrollaron en oriente.

    Opino.

    Saludos.

  34. Ariodante dice:

    Bueno, yo concuerdo con vuestros razonamientos, y como llega la hora de irme a dormir, sin más dilación, lo dejo para mañana. Porque si ahora me pongo en disquisiciones filosóficas…no duermo. Cada vez estoy más interesada en estos dos libros, por lo que veo los voy a tener que añadir a mi ya interminable lista, y no sé, no sé…no sé cómo voy a poder con todo.
    Buenas noches…como dice Koenig.

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