1913, UN AÑO HACE CIEN AÑOS – Florian Illies

1913-un-ano-hace-cien-anos-9788498385342Año de 1913, víspera de la gran debacle. Podemos decir, con Barbara Tuchman, que la embriaguez de poder y opulencia ha hecho de la civilización europea una torre de orgullo; con Philipp Blom, que es tiempo de transformaciones aceleradas, un año de vértigo.  Lo cierto es que, con Europa precipitándose hacia una catástrofe terminal, las artes viven días de pujanza y esplendor, como en demostración de que los aires de tensión sientan bien al nervio de la creatividad. En efecto, la cultura europea experimenta a la sazón uno de sus ciclos de efervescencia a impulso precisamente de una sorda sensación de crisis, en que una atmósfera de brillantes ilusiones se traslapa con el sentimiento de una áurea decadencia y el bullir de energías a punto de estallar. No de modo accidental, 1913 es un año desapacible para las mentes por entonces ancladas en la veneración de las tradiciones artísticas, pero es sobre todo una piedra miliar en la historia de la cultura. Mientras Stravinsky y Nijinski siembran el desconcierto entre los amantes de la música y el ballet, merced al escandaloso estreno parisino de La consagración de la primavera, Kazimir Malévich y Marcel Duchamp revolucionan las artes plásticas con obras de clara inspiración rupturista: Cuadrado negro sobre fondo blanco, cuadro del ruso; la rueda de bicicleta montada sobre un taburete, primer ready-made del francés. El propio Malévich acentúa su voluntad de ruptura con la publicación de su Manifiesto suprematista. Por su parte, el austríaco Adolf Loos se empeña en dinamitar los cimientos de la arquitectura y el diseño convencionales con el minimalismo de sus obras y con su Ornamento y delito, encendida reacción contra los excesos del modernismo y un genuino manifiesto de la arquitectura funcional. (Los manifiestos artísticos están de moda.) En Francia, la narrativa moderna ve nacer una de sus piezas fundacionales con la publicación de Por el camino de Swann, primera parte de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.

De estos y otros hitos culturales hay constancia en el libro 1913: Un año hace cien años, obra del historiador del arte y periodista cultural Florian Illies (Alemania, 1971). Se trata de una vista panorámica de lo más granado de la cultura europea en el referido año, no al modo de un sesudo ensayo sino al de un colorido mosaico o el de un collage, con Berlín, Munich y Viena como escenarios privilegiados (París en un segundo plano). A despecho de la ominosa memoria de la Primera Guerra Mundial, cuya sombra se proyecta sobre los libros que abordan los años previos, el de Illies es un trabajo que rehuye la melancolía y que por momentos resulta incluso retozón, especialmente cuando se hace eco de la chismografía y la crónica rosa del momento. Ahí tenemos, pues, las venturas y desventuras amorosas –algunas veces transgresoras- de numerosas celebridades: Kokoshka, Alma Mahler, Picasso, Kafka, Gertrude Stein, Wittgenstein, Gottfried Benn, Karl Kraus, D.H. Lawrence… Inevitable sonreír ante el caso de Kafka, quien hizo de la pobre Felice Bauer la víctima de una de las peticiones de mano “más singulares -y lamentables- de todos los tiempos”. Florian Illies no hace asco al estilo anecdotario, registrando acontecimientos tan variopintos como la súbita recuperación de la Mona Lisa (cuadro robado en 1911 por un operario italiano), la partida de Albert Schweitzer a África tras concluir sus estudios de medicina, el descubrimiento del busto de Nefertiti en Tell el-Amarna, o, en fin, las idas y venidas del archiduque Francisco Fernando, heredero del imperio Habsburgo. De la mano del autor, es impresionante recordar (o constatar) que en la cosmopolita Viena de entonces tal vez se cruzaran inadvertidamente Hitler y Iosif Vissariónovich Dzhugashvili, quien comienza a hacerse llamar Stalin. El conjunto es ilustrativo de una dinámica histórica asombrosa en más de un sentido.

Tal como expone Illies, 1913 es un gran momento para la pintura. Por de pronto, Giorgio de Chirico pinta su Piazza d’Italia, el primero de sus “paisajes metafísicos” en toda regla. Oskar Kokoshka regala a la posteridad una de sus mejores obras, el cuadro La novia del viento. Es también el año de algunas de las obras cimeras de Franz Marc: Los lobos (guerra de los Balcanes), La torre de los caballos azules, El destino de los animales. Pero más allá de las aportaciones individuales, son las grandes exposiciones colectivas lo que marca un punto de inflexión en la historia de las bellas artes, contribuyendo a la larga a modelar el gusto del público. Dos de ellas producen el efecto de un terremoto cultural:  la Muestra Internacional de Arte Moderno realizada en Nueva York, más conocida como Armory Show (por la sede de la exhibición, un antiguo arsenal), y el Primer Salón de Otoño Alemán, en Berlín. Muestras legendarias en verdad por el escándalo que generaron en su tiempo y por su capacidad de sentar precedentes; a partir de ellas, nada será lo mismo en materia de recepción y difusión del arte vanguardista.

Pero no todo es frescura de ánimo, ni todo se reduce a señales auspiciosas. No sería, la de Illies,  una panorámica fiel de aquel crucial año si no recogiese indicios de su faceta sombría, señales de pesimismo y de malestar cultural. Indicios como el de un Oswald Spengler, por ejemplo, quien se deja ganar por su sombrío temperamento y trabaja en la redacción de su obra La decadencia de Occidente –libro taciturno donde los haya-. O el de Max Weber, el brillante sociólogo que concibe por entonces su idea del “desencantamiento del mundo”, una de las formulaciones de mayor resonancia en torno a la secularización y racionalización de la sociedad moderna. O una de aquellas emblemáticas huidas de la civilización, la personificada por el pintor Emil Nolde, que en un rapto de “malestar con la cultura” marcha en compañía de su esposa a los soleados Mares del Sur (sólo para desilusionarse). Uno de los signos del día: la soterrada inquietud masculina frente al  “eterno femenino” y su erotismo, un temor que hería la susceptibilidad de hombres como Kafka, Rainer Maria Rilke, Alfred Kubin y el mencionado Spengler. Prefigurando lo que Peter Gay caracterizará en La cultura de Weimar como una constante de la Alemania postguillermina, el fenómeno de  la sublevación de los hijos contra los padres -una suerte de imaginario del parricidio moral- halla expresión simbólica en casos como el de la ruptura entre Freud y su anterior discípulo, Carl Gustav Jung, y programática en obras como el drama Derecho a la juventud, de Arnolt Bronnen, y el poemario Hijos, de un Gottfried Benn al que no faltaban motivos para distanciarse de su padre. (Apenas unos años después, Kafka escribirá su célebre Carta al padre, todo un documento generacional.)

Por descontado que no estamos frente a un estudio de historia cultural de aquellos que dejan huella por su densidad analítica; no llega a tanto la intención del autor. Sí contamos, en cambio, con una refrescante mirada a un momento rutilante de la civilización occidental desde una perspectiva preferentemente alemana, también un homenaje a un año cuyo inmarcesible legado sobrepuja a la era de calamidades inaugurada por la Primera Guerra Mundial, próxima al centenario. 1913: Un año hace cien años es un libro que derrocha amenidad y es generosa en sentido del humor, y ya por esto vale la pena leerlo.

– Florian Illies: 1913, Un año hace cien años. Salamandra, Barcelona, 2013. 317 pp.

[Para profundizar en materias afines, la siempre escasa bibliografía en castellano cuenta con títulos como La Viena de fin de siglo, de Carl E. Schorske (Siglo XXI, 2011); La Viena de Wittgenstein, de Allan Janik y Stephen Toulmin (Taurus, 1998); Berlín 1900, de Peter Fritzsche (Siglo XXI, 2008); Años de vértigo, de Philipp Blom (Anagrama, 2010); La torre del orgullo, de Barbara Tuchman (Península, 2007).]
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35 comentarios en “1913, UN AÑO HACE CIEN AÑOS – Florian Illies

  1. iñigo dice:

    Bueno Rodrigo, te has adelantado con tu reseña… estupenda por cierto. Me encantó este libro… fácil de leer, entretenido, consigue que te imagines la vida cultural de la intelectualidad más vanguardista de Europa en ese año previo a la guerra. Tengo reseñado el libro en mi blog y si no te importa adjunto la dirección. Espero aportar algo a tu estupenda reseña…
    http://elpuentelejano.blogspot.com.es/2013/10/1913-un-ano-hace-cien-anos-florian.html

  2. Urogallo dice:

    Un año antes del desastre…¡Buen libro para empezar las conmemoraciones que sin duda han de llegar!

  3. iñigo dice:

    De todas maneras Uro, no tiene un componente ni militar, ni económico, ni tan siquiera político. Es básicamente un libro sobre la vida cultural y rupturísta de una Europa que gozaba de una riqueza intelectual indescriptible… y que de alguna manera se vería paralizada, rota, fracturada por la 1ª guerra mundial. El libro vale la pena de veras.

  4. Urogallo dice:

    ¡1913 es el último año de la paz armada! Sirve para describir ese paraiso perdido del que luego hablarían generaciones de escritores (Y que Paul Jhonsson afirma que, en el caso británico, no era para tanto)

  5. Antígono el Tuerto dice:

    De hecho para muchos autores posteriores, el años posterior 1914 marcaría el inicio de la Decadencia de Occidente…palabreja excesiva. Más bien porque lo único que desaparece (y lenta y paulatinamente) es el dominio de Europa sobre el mundo.
    De todas formas, ya los más lúcidos advertían que se acercaba una guerra…lo que no sabían serían sus consecuencias…que serían catastróficas para Europa.
    Curiosa reseña, por lo que veo se centra más en el mundo artístico e intelectual que en la política.

  6. iñigo dice:

    Efectivamente… Antígono.

  7. urogallo dice:

    Lo unico dice… Y no acierta. A ese dominio le quedaban aun 40 años.

  8. Antígono el Tuerto dice:

    Maticemos, al dominio de Francia y Reino Unido le quedaban 40 años…pero aún así el período posterior a la Primera Guerra Mundial verá el auge de los grupos antiimperialistas por todo el globo, desde China e India hasta África, a partir de entonces los europeos estarán a la defensiva hasta la debacle posterior a la Segunda Guerra Mundial.

  9. Urogallo dice:

    Maticemos, el dominio europeo en el resto del mundo no va a ser puesto en cuestión por la PGM, y se mantendrá hasta después de la segunda intacto y aún en expansión.

  10. Antígono el Tuerto dice:

    ¿Seguro?, en 1919 desaparece el imperio colonial alemán, tras la Segunda Guerra desaparece el italiano, se volatiliza el holandés y empieza a desmoronarse el francés y el británico, el más longevo será el portugués. No veo yo mucha expansión que digamos.

  11. Urogallo dice:

    Seguro.

    Porque no desaparecen en 1919, se los tragan los Aliados, incluso territorios técnicamente no coloniales (Oriente Medio) y otros son anexionados, como Abisinia en 1936. Hasta un dominio como Sudafrica consigue su porción, Namibia, que va a conservar mucho, mucho, mucho tiempo.

    Tras la Segunda Guerra mundial…pero estamos en 1913.

  12. Rodrigo dice:

    Pos claro que aporta, Iñigo. Me parece que das una imagen fidelísima del libro… el que, como sabes, leí por recomendación tuya.

    Saaaludos.

  13. iñigo dice:

    Gracias Rodrigo. Saludos.
    Repecto al poder de la vieja Europa tras la 1ªGM y el de EEUU, en materia territorial Europa mantiene su hegemonía, pero economicamente EEUU apostará por ser la poderosa economía que logro sobreponer al mundo definitivamente tras la 2ª GM.

  14. Urogallo dice:

    Y lo habría hecho antes si no se hubiese retirado a su hedonista aislamiento.

    Pero los EEUU no iban a desafiar el poder colonial.

  15. Antígono el Tuerto dice:

    Hombre, Europa, Europa no…más bien Francia y Gran Bretaña, porque el resto de los países europeos o eran imperios coloniales residuales (España, Portugal) o carecían de uno (Polonia).
    De todas formas tras la Gran Guerra ya se prefiguran EEUU y la URSS como potencias extraeuropeas importantes.

  16. iñigo dice:

    Obviamente Suiza pertence a Europa y no refería a ella. Ampliemos la visión a Alemania, Bélgica, Italia… Antígono no hiles tan fino please.

  17. Ariodante dice:

    Excelente, Rodri, excelente reseña y por lo que veo no voy a tener más remedio que leer este libro, pardiez! Mira que siempre me pasa lo mismo…! Cuanto más leo más grande es mi ignorancia, porque descubro nuevos libros que aún no he leído…!

  18. APV dice:

    Hay que indicar que en 1919 se producen varios sucesos importantes para Gran Bretaña: Irlanda se rebela, tiene lugar la 3ª guerra afgana cuyo resultado no fue muy bueno y se produce los sucesos de Amritsar.

    Para el Imperio Británico ya se entraba en cuenta atrás para la desaparición del Raj.

  19. Rodrigo dice:

    He estado releyendo La Viena de Wittgenstein, de Allan Janik y Stephen Toulmin, libro que leí en la época de su publicación en castellano. Tan bueno como recordaba. Más allá de lo relativo a la persona y el pensamiento de Wittgenstein, el libro ofrece una espléndida visión sociocultural de la Viena gloriosa. Lo recomiendo encarecidamente.

    A propósito de bibliografía relacionada con el tema, olvidaba mencionar un libro fundamental: El mundo de ayer, las memorias de Stefan Zweig.

  20. iñigo dice:

    Apuntado queda… Es un momento genial para leerlos antes de meternos en batalla con la 1ª GM. Y vaya vuelco que da el planeta y la humanidad tras esta primera gran guerra.

  21. Ariodante dice:

    Suscribo lo que dice Rodrigo. Yo leí hace siglos La Viena de Wittpgenstein y aún lo tengo por casa…y El mundo de ayer es un gran libro, que disfruté leyéndolo y disfrutare porque es de los que pienso releer,…cuando sea mayor.

  22. ARIODANTE dice:

    Por cierto, Rodri, que ya he empezado a leer este libro que reseñas aquí. Y ciertamente concuerdo con tu visión, sobre todo en estos puntos, que cito: «el de Illies es un trabajo que rehuye la melancolía y que por momentos resulta incluso retozón, especialmente cuando se hace eco de la chismografía y la crónica rosa del momento. (…)Florian Illies no hace asco al estilo anecdotario,(…) Por descontado que no estamos frente a un estudio de historia cultural de aquellos que dejan huella por su densidad analítica; no llega a tanto la intención del autor.»
    Yo diría más: este libro parece el «Hola!» de la cultura centroeuropea, (pero sin fotos, salvo aquellas que dan comienzo a cada capitulo),lo cual hace que sea entretenido pero quizá no tanto. Cuando lo termine, ya redactaré más concretamente mi opinión al respecto.

  23. Rodrigo dice:

    Vale, vale. Igual a mí me ha resultado una bocanada de aire fresco entre tanta lectura densa, que es lo que llevo largo rato despachando.

  24. Iñigo dice:

    Suscribo qué lo bueno del libro el el punto de vista diferente, sin entrar en política o economía, o fronteras. Simplemente muestra de manera fresca y entretenida la vida de quienes representan la cultura, la intelectualidad, frente a los cambios que irán desarrollándose antes de la guerra, paralelamente a sus experiencias personales.

  25. ARIODANTE dice:

    Muy entretenida, eso no lo niego. Ya digo que estoy a medio, pero hasta ahora he leído más sobre germanoparlantes que sobre otros. Lo cual no es que esté mal, que no lo está, simplemente que queda muy parcial. Quiero decir, que, por ejemplo, el único español que cuenta es Picasso, o sus amantes -por lo que llevo leído, ya digo- que Virginia Woolf parece ser la única británica y encima la muestra como una homosexual depresiva (que lo era, pero vamos, tiene otras cosas a destacar…) Lo que quiero decir es es lo que resalta de los autores (incluso de los centroeuropeos) son los cotilleos. Lo que Egon Schiele hacía con sus hermanas, lo que hacía Klimt con sus amantes y viviendo en casa de su madre, las peloteras de Schoemberg, Einstein llevándose fatal con la primera mujer…esto es el «Hola!» ¿o no? Hombre, yo creo que ni tanto ni tan calvo.

  26. Rodrigo dice:

    Bueno, Ario. Tanto como resaltar sólo los cotilleos, no creo. Como fuere, el asunto me recuerda vagamente el libro de E.H. Carr sobre los exiliados rusos del siglo XIX, Los exiliados románticos; a poco que inicie uno su lectura se percata de que los tiros no van por la cosa ideológica o la estrictamente política sino más bien por las peripecias vitales y los vaivenes emocionales de los personajes (Herzen, Bakunin y otros), y encarrilado en materia se disfruta una enormidad.

    Y sí, se puede echar de menos una visión continental pero tampoco es que haya engaño, por así decir, menos teniendo en cuenta la extensión del libro. La predilección por lo alemán y lo austríaco es perfectamente natural, por no decir legítima. Cuestión de especificidad temática.

  27. ARIODANTE dice:

    No, efectivamentente, no solo resalta cotilleos, Rodri. Y por supuesto que es legítimo, puesto que el autor es alemán, demorarse mucho más en la parte del, digamos, amplio espectro cultural germano. No hay engaño, es obvio; uno se da cuenta en las primeras páginas de qué va aquello.

    Lo que encuentro como pega, desde mi punto de vista, es que creo que el autor se ha fijado en la parte digamos más personal e intimista de los hechos y de las figuras que evoca, pero lo hace en un tono algo sarcástico que hace derivar la atención no hacia la obra de tal o cual pintor, de tal o cual filósofo o literato, sino a sus más personales puntos débiles.
    Quizás haya quien considere que esto es justamente lo interesante del libro. El autor parece tener una obsesiva necesidad de resaltar la homosexualidad latente o evidente en casi todos los personajes que elige. Lo cual no sería ningún problema si el título del libro nos anunciara que íbamos a leer un estudio sobre la relación arte/homosexualidad…pero no es el caso.
    Yo casi saco la conclusión de que Illies está diciéndonos entre líneas que los artistas están como un cencerro en su mayoría y que, además, para ser artista hay que ser homosexual…o casi. Todo esto, entre lineas.
    Por lo demás, sigo manteniendo que el ensayo, dentro de su transversalidad, es entretenidísimo. Pero lo hubiera sido aún más si además de Picasso me hubiera hablado un poco más de Matisse, de Munch, de Maupassant, de Mallarmé, de Lytton Strachey o de Conrad, mismamente …por ejemplo. En cambio, es exhaustivo con Freud, Mann, Klimt, Schele, y Kafka.

    Ojo: no le estoy quitando ningún mérito al libro, que lo tiene, solo digo mi opinión, mi reacción personal ante la lectura (que aun no he acabado pero ya estoy en Agosto (el libro se divide en capítulos mensuales). Veo que lo que quiere mostrar el autor , y en eso coincido, es la total ausencia de conciencia de la inminencia de la guerra que se avecinaba, en la mayoría de los personajes.
    Por eso apenas habla de Zweig, que sí veía venir la guerra y al que nadie hacía caso. De vez en cuando introduce breves cuñas en las que da noticias de avances tecnológicos y armamentísticos, de nuevas medidas políticas que hablan por si solas. Y luego vuelve a la vida cotidiana. En eso sí le veo un acierto.
    El autor, como buen periodista, hace un libro periodístico, sabe manejar las noticias y los textos breves tipo titulares, noticias que no necesitan comentario.

  28. Rodrigo dice:

    Creo que estás hilando demasiado fino, Ario. Esa intención que atribuyes al autor –su “obsesiva necesidad”, como dices- me parece excesiva para un libro que no tiene demasiadas pretensiones fuera de lo descriptivo. La verdad, no creo que un hombre con formación de historiador del arte y que trabaja en el mundo del arte como Illies se proponga plantear una visión tan sesgada y tan simplista como la que sugieres (relación arte/homosexualidad). Yo no la he percibido en este libro.

  29. iñigo dice:

    Me da la impresión que lo que el autor persigue es explicarnos la vida personal de los nombres propios de los vanguardismos y lo que influyó en su arte, las relaciones sentimentales o de amistad, sean o no homosexuales. Efectivamente los personajes que aparecen no son personas normales. Son de personalidad compleja, algo hedonistas, con sus características más que peculiares… Pero fíjate que obra tan impresionante y tan rompedora crearon en el periodo previo a 1914, y eso viniendo de una sociedad en general conservadora y con poca capacidad de aperturismo intelectual o artístico. Es más un diario de la vida cotidiana de estos personajes, sin más intención que narrárnos sus interioridades, no sólo arrtísticas sino sobre todo personales, que afín de cuentas, son las que les llevan a difundir su arte al exterior de su entorno más cercano. Ojalá tuviésemos en la actualidad un «Hola»! dedicado a la intelectualidad tan salvaje y animosa, como la que nos presenta el autor. Hasta igual lo compraba yo. ;-)

  30. farsalia dice:

    Lo estuve hojeando cuando se publicó… y volví a hojearlo e incluso a leer algunas páginas cuando lo reseñasteis por partida doble. Pero no me animé a comprarlo, me pareció un libro (a priori) demasiado… ligero, casi un anecdotario de personajes diversos, un estilo que me pareció algo superficial; tampoco me llamó la atención la estructura mensual. No me sedujo lo que leí, tampoco tuve la impresión de que fuera a perderme nada… Me parecieron más interesantes y estimulantes La torre del orgullo de Barbara Tuchman y Años de vértigo de Philip Blom, sin ser exactamente lo mismo.

  31. farsalia dice:

    Por cierto, la revista ¡Hola es muy instructiva… la leo siempre que hay un número por casa.

  32. ARIODANTE dice:

    Concuerdo con Farsalia en ambos comentarios. Estoy a la espera de leer el de Blom, «Años de vértigo». Y leo el «Hola!» cada vez que voy a consultas medicas, o a la peluquería. Muy ilustrador.

  33. Rodrigo dice:

    Cualquiera que lea libros como el de Blom, el de Barbara Tuchman, el de Janik y Toumin o el de Schorske, por ejemplo, sabe que lo de Illies está muchos peldaños por debajo. Hay que tomarlo como lo que es: un libro simpático, sin demasiadas pretensiones, ameno. Y que bien vale por lo que apunta Iñigo en su último comentario.

  34. Rodrigo dice:

    Toulmin, quise decir.

  35. iñigo dice:

    El error es verlo como un ensayo al uso sobre el fondo y forma de los intelectualismos.Creo que tanto Rodrigo como yo ya avisamos en las reseñas que eso no es el tema del libro. Va más allá, o se queda en otro nivel, como queráis, pero muestra una cara diferente, mas personal, de los actores de la cultura del momento. Sin más, diferente, ni mejor ni peor.

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