SOLO EN BERLÍN – Hans Fallada

solo-en-berlin-ebook-9788415120452Hasta hace no muchos años, el lector en lengua castellana solía desconocer a autores como Irène Némirovsky, Miklós Bánffy, Dezső Kosztolányi, Sándor Márai y Vasili Grossman; escritores, todos ellos, activos hace medio siglo o más y testigos de una Europa sometida a una ráfaga de cambios sociales y acontecimientos dramáticos (guerras totales, revoluciones y despotismos de toda laya). Diversas circunstancias, raramente espectaculares como la aparición de un manuscrito -el caso de Suite francesa-, han impulsado recientemente la traducción de obras firmadas por autores como los mencionados, coincidiendo en algunas ocasiones con verdaderas campañas de recuperación internacional. Una incorporación reciente a la “legión de los reivindicados” es la del alemán Hans Fallada, seudónimo de Rudolf Ditzen (1893, Greifswald – 1947, Berlín). Décadas después de vertidas algunas de sus obras al castellano, con impacto más bien escaso, las editoriales Maeva y Seix Barral se han embarcado en la difusión de este escritor en el mundo hispanoparlante. 

Fallada alcanzó notoriedad en la Alemania de entreguerras merced a su novela Pequeño hombre, ¿y ahora qué? (1932; primera edición en castellano por Editorial Salesiana, Santiago de Chile, 1934). Los nazis lo tuvieron inicialmente por indeseable, y en 1933 sufrió once días de prisión a raíz de una denuncia política (un burdo chivatazo). Escarmentado, procuró sustraerse al foco de los nuevos amos del país, retirándose al campo y escribiendo libros políticamente inocuos. Supo ganarse la benevolencia o la simpatía del régimen, al extremo de que en 1943 viajó a Francia y Checoslovaquia por encargo del Servicio del Trabajo del Reich. Fallada era hombre de constitución inestable y llevó en consecuencia una vida alborotada, signada por la drogadicción y el alcoholismo, recurrentes tratamientos de desintoxicación, encarcelación por malversación de fondos (dos veces), episodios de violencia doméstica y un temprano intento de suicidio, a los 18 años de edad. Falleció a causa de una sobredosis de morfina, poco después de terminar su última novela: Solo en Berlín, la que fue publicada en 1947 en una versión adulterada por el editor. Recién en 2011 vio la luz en Alemania una edición íntegra basada en el manuscrito original, la que prontamente fue traducida al castellano y otros idiomas. La novela ha sido todo un éxito internacional, granjeándole a su autor un amplio reconocimiento póstumo. Solo en Berlín es una historia de oposición clandestina al régimen nazi, basada en hechos reales.

Por descontado que se trata de una historia más que desapacible: en verdad es áspera y sombría , abocada a un final previsiblemente aciago. El incidente real que inspira la novela es el que protagonizaran los Hampel, Elise y Otto, un humilde matrimonio berlinés que pasó de una tácita aprobación del Tercer Reich al rechazo frontal, practicando entre 1940 y 1942 una modesta y curiosa forma de disidencia: escribían mensajes de reprobación del gobierno en postales que depositaban en edificios con notoria afluencia de público. Las postales contenían proclamas del tenor de “¡Dejen de creer en las mentiras de Hitler! Él sólo quiere causar su ruina”, o “¿Qué nos han hecho los rusos? Los soldados rusos jugaban a las cartas cuando las bandas de asesinos de Hitler los asaltaron”, etc. Casi trescientas postales de este jaez escribieron los Hampel, la mayoría de las cuales cayeron en poder de la Gestapo casi inmediatamente después de ser halladas por los transeúntes. El expediente policial de este caso llegó a manos de Fallada en 1945, tras la derrota de Alemania. Acicateado por su editor, el escritor publicó en noviembre del mismo año un artículo sobre los Hampel, para empeñarse luego en la redacción de la correspondiente novela. Puede concebirse la empresa no sólo como un amargo reproche para una Alemania en la que nadie parecía dispuesto a asumir su cuota de responsabilidad en las atrocidades del nazismo, sino también como un intento de exorcizar los demonios personales del escritor; bien sabía Fallada que su papel en los años del nazismo había sido de todo menos ejemplar.

No es la repercusión de la actividad de los Hampel lo que impresiona –una repercusión prácticamente nula-, sino el candor y el inmenso coraje que se adivinan en el paso dado por dos personas como aquéllas, un hombre y una mujer de extracción modesta, solitarias y casi enteramente carentes de recursos; dos trabajadores que antaño se consideraban beneficiarios del régimen, que participaban de sus organizaciones de base, que no profesaban simpatía alguna por los judíos y que súbitamente adquieren conciencia de la enormidad que los rodea, rompiendo a renglón seguido con todo lo que los enlazaba con Hitler y sus secuaces. Ellos, que poco habían tenido que ver con la política, deciden enfrascarse en una acción subversiva justo cuando el prestigio interno del Tercer Reich ha subido como la espuma gracias a una vertiginosa serie de triunfos militares. Bien lo apunta Fallada en el texto que precedió a su novela: dos personas así «inician un día de 1940 la lucha contra la enorme maquinaria del Estado nazi, y lo grotesco sucede: ¡el elefante se siente amenazado por el ratón!» A ojos del régimen, de un tipo –como sabemos- que no admite aporías, el autor de las postales es un facineroso al que se debe perseguir y eliminar, a él y a sus eventuales cómplices.

Los Hampel se transfiguran, en la novela, en Otto y Anna Quangel. Otto Quangel es un carpintero y ebanista eximio, el que se desempeña en 1940 como jefe de taller en una fábrica berlinesa que otrora produjera muebles de calidad; ahora se dedica a construir cajas para bombas y ataúdes de madera barata. Es un hombre alto, enjuto, laborioso y de mirada severa, parco en palabras y nada sociable; un ser honesto y hosco a la vez, en suma. Su matrimonio con la esforzada y tímida Anna no ha sabido de efusiones románticas pero es una relación sólida y estable, cimentada en una especie de secreta comunión espiritual. Un día reciben un comunicado oficial: el hijo, reclutado por el ejército, ha muerto en la campaña francesa. El trauma subsecuente los convierte, de los espectadores obsecuentes o seguidores pasivos que hasta entonces eran, en disidentes resueltos. Pero carecen de todo contacto con lo que queda de oposición clandestina, excepto la ex novia del hijo fallecido, quien integra –infructuosamente- una célula comunista. No, no tienen pasta de saboteadores ni de activistas organizados los Quangel, solitarios empedernidos como han sido toda su vida. El único modo de oposición que pueden imaginar es el de hacer llegar a sus compatriotas sus sencillas pero subversivas ideas e incitarlos al descontento y, quién sabe, a la rebelión; tentativa que, obviamente, deben acometer con el mayor de los sigilos, superando en astucia a los esbirros del gobierno.

Anna y Otto Quangel, inmersos desde siempre en una porción minúscula de la realidad, creen de todo corazón que sus postales circularán a lo largo y ancho de Berlín, pasadas de mano en mano con íntima emoción; que serán leídas con avidez y que abrirán los ojos de los berlineses, minando –gota a gota, grano tras grano- la aquiescencia colectiva en que se sustenta lo que no dudan en juzgar como un sistema criminal. A medida que redactan sus postales, los Quangel descubren cada vez más razones para censurar al régimen, incluyendo el maltrato de los judíos, que antes veían con indiferencia o con distante conformidad. Descubren, en definitiva, que el régimen que pretende actuar en beneficio de todos los alemanes es en cambio un sistema de opresión, un régimen corrupto que expande por doquier la muerte y la devastación; y no es esto algo que se permitan callar. «Al igual que los recién conversos –escribe Fallada-, les movía el afán de convertir a otros, de manera que el tono con el que escribían esas postales nunca era monótono, y los temas no escaseaban precisamente». Lo que no llegan a imaginar los Quangel es que sus postales permanecerán muy poco tiempo en manos de quienes las encuentran; que en vez de suscitar admiración e inspirar complicidad, sólo provocarán pavor; y que casi todas ellas serán entregadas a la Gestapo sólo instantes después de ser descubiertas. La Gestapo, por su parte, emplea denodados esfuerzos en el acoso del que uno de sus sabuesos ha apodado “el Duende”, el responsable de las postales.

El referido sabueso es uno de los muchos y variados personajes que pueblan la novela. Se trata del comisario Escherich, un policía curtido e imbuido de la importancia de la institución para la que trabaja, esa Gestapo cuya sola mención encoge los ánimos de las gentes. Devoto de su trabajo, este “cazador de hombres” –como gusta de concebirse a sí mismo- ejerce un papel que revela tanto de la arbitrariedad esencial del régimen nazi como de la frágil y vapuleada condición humana sometida a circunstancias extremas. Se trata de un personaje clave, pues, y su modelado es uno de los puntos altos de la novela. Por lo general, la galería de caracteres de Solo en Berlín es funcional al propósito de representar una atmósfera social sórdida y atosigante, emponzoñada por la guerra y por la supresión de la vida privada. Esbirros de las SS y de la policía secreta se coluden con nazis fanáticos y con despreciables chivatos y parásitos sociales de toda condición, de suerte que una tentativa como la de los Quangel/Hampel resalta en toda su dignidad, como la humilde pero conmovedora proeza que en verdad fue. Pero hay también, en esa galería, otros personajes simpáticos, contrapunto de la maldad y la necedad reinantes. Por de pronto, es el caso de Eva Kluge, una sencilla trabajadora, y del anciano y culto Fromm, Fromm “el Sanguinario”, un juez jubilado en 1933 y que era conocido por su severidad profesional -de ahí su apodo-. Sus ocasionales apariciones contribuyen a aligerar una trama que, sin ellos, resultaría de una sordidez casi insoportable.

Una historia inevitablemente amarga, como se puede suponer. Pero no es esto motivo de reproche: otro acento, otro tono, dado el tema, hubiese sido inverosímil. La honestidad y el rigor justifican la acritud de la novela, y no se propone Fallada mentir sobre el pasado inmediato. Lo que cabe reprochar en Solo en Berlín es, por decirlo grosso modo, el estilo tanto como la construcción de la historia. La escritura de Fallada, o lo que se puede juzgar de ella a partir de la traducción, es de una desnudez tal que parece ingenua y deslucida. La trama se desenvuelve de modo también asaz sencillo, desembozado, sin apenas espacio para el suspenso o la incertidumbre. Es como si Fallada padeciera el prurito de contarlo todo y anticiparlo todo, con el resultado de que el lector casi no disfruta de margen para el libre ejercicio de la imaginación o de la interpretación. Sólo en el tercio final del libro casa semejanza llaneza con la crudeza de lo narrado, una vez que el juego del gato y el ratón –el que ha enfrentado a los Quangel con el Estado nazi- desemboca en su lance definitivo. Pero no todo es fallido en las formas de esta novela. Los diálogos, abundantes, producen una sensación de naturalidad. Acaso se resienta la lectura de la casi total ausencia de descripciones, pero hay que admitir que es una opción legítima la de concentrarse en los hechos y las acciones: lo que hace Fallada es ir directamente al grano, sin pausas ni rodeos. El universo de personajes es el ingrediente mejor logrado, el elemento que, junto con la naturaleza de los acontecimientos, transmite de modo fidedigno el ambiente opresivo y degradado de la sociedad en cuestión.

Moderando las expectativas, Solo en Berlín es una novela que vale la pena leer.

– Hans Fallada, Solo en Berlín. Maeva, Barcelona, 2011. 552 pp.

[tags]Hans Fallada, novela, Berlín, II Guerra Mundial, Alemania[/tags]

Compra el libro

Ayuda a mantener Hislibris comprando SOLO EN BERLÍN de Hans Fallada en La Casa del Libro.

     

13 comentarios en “SOLO EN BERLÍN – Hans Fallada

  1. toni dice:

    Hola Rodrigo. Yo me esperaba más de la novela aunque sí me gustó. La verdad es que la parte final se me hizo «demasiado» dura. En ese aspecto me recuerda a Almas Grises de Claudel pero esta última me parece muy superior.
    Por cierto, de las reseñas que has publicado creo que es la primera de la que había leído previamente la novela.

  2. Rodrigo dice:

    ¡Te me has anticipado! ;-)

    Es que no hay comparación, Toni. Juzgando en abstracto, Almas grises es muchísimo más novela.

  3. Carolina dice:

    He tenido un par de veces esta novela entre mis manos, pero no me he decidido a leerla. Entre otras cosas, porque la editorial Maeva me decepcionado en más de una ocasión con publicaciones de escaso interés. A Fallada, la verdad, no lo conozco. Sin embargo, tu buena reseña me ha convencido, Rodrigo: creo que merece la pena leerla.

  4. Rodrigo dice:

    No es un descubrimiento de primera, Carolina, pero tiene lo suyo.

  5. Rodrigo dice:

    De Fallada también leí recientemente El bebedor, publicada en 2012 por Seix Barral. Se trata de una novela de tema muy distinto, de inspiración autobiográfica y en verdad bastante cruda. En su caso, la prosa llana y directa del autor –su sello personal aparentemente- resulta acorde con lo que viene a ser una áspera historia de degradación moral.

  6. Gracias por tu respuesta, Rodrigo. La obra que reseñas, Solo en Berlín, tiene un tema que me apasiona más que de El Bebedor. Pero las dos parecen muy atractivas.
    Saludos

  7. Rodrigo dice:

    Entiendo, Carolina. La verdad es que antes que el nombre del autor, del que sabía muy poco antes de hacerme con esta novela, ha sido precisamente el tema lo que me puso tras su pista. Me interesa mucho todo lo que tenga que ver el nazismo y los totalitarismos en general, incluida la cuestión de la disidencia.

    Es en este sentido que la novela de Fallada resulta valiosa. Lo que importa en ella es el asunto, claramente. Su trasfondo histórico y el alcance ético de las acciones. No hay que buscar en ella a un émulo cabal de Thomas Mann u otro autor de peso similar.

  8. No me sorprende tu interés por el nazismo, Rodrigo, porque he leído muchas de las reseñas que haces en Hislibris. La verdad, aunque escribir alabanzas resulta a veces algo incómodo, que me gusta mucho lo que escribes y cómo lo haces, tu información convierte a tus comentarios, al menos para mi, en artículos de notable importancia. Ayer mismo leí tu reseña sobre la biografía de un militar, pintor y artista polaco (no recuerdo su nombre) y me dejó estremecida, al tiempo que muy interesada.
    Un cordial saludo.

  9. Rodrigo dice:

    Ajá, te refieres a Józef Czapski y sus memorias. Gran libro.

    Muchas gracias, Carolina.

    Saludos.

  10. endeavour dice:

    Lo compré hace un año y lo tengo perenne en la lista de pendientes. Una lista de tal magnitud que es imposible eliminar en lo que me queda de vida. Pero gracias a la, por cierto, gran reseña, gana posiciones.

    Confío en algunos de vosotros. Ahora se que lo voy a leer. Muchas gracias.

    un saludo.

  11. Rodrigo dice:

    Gracias, Endeavour.

  12. Tiziana dice:

    Estupenda tu pàgina Rodrigo, y este articulo fue muy interesante leerlo , hace unos dias vi esta pelicula , pero comprare el libro que es lafuente … Gracias nuevamente , y comparto tu preferencia por las historias reales del tiempo del Holocausto …Saludos Tiziana

  13. Rodrigo dice:

    No tenía idea de la película (a Chile no llegó, creo). Buena pareja protagónica, Brendan Gleeson y Emma Thompson, pero los comentarios en Filmaffinity no son alentadores.

    El año pasado leí Pesadilla, novela en que Fallada vertió en parte su propia experiencia (y la de su esposa) en la inmediata posguerra. Interesante por lo que toca al trasfondo histórico, en que la sociedad alemana inicia la reconstrucción. (Como se puede esperar del antinazi que fue Fallada, su visión del proceso, en que sus compatriotas optaron por ocultar complicidades y obsecuencias, es bastante ácida.) El estilo, una vez más, me resultó deficitario: de una simpleza desarmante.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Hislibris te informa de que los datos de carácter personal que nos proporciones rellenando el presente formulario serán tratados por Ediciones Evohé, S.L. como responsable de esta web. La finalidad de la recogida y tratamiento de los datos personales que te solicitamos (nombre y correo electrónico) es únicamente gestionar los comentarios que realices en este blog y jamás serán compartidos con terceros (salvo requerimiento legal). Legitimación: Al marcar la casilla de aceptación estás dando tu legítimo consentimiento para que tus datos sean tratados conforme a las finalidades de este formulario descritas en la política de privacidad. Como usuario e interesado te informamos de que los datos que nos facilitas estarán ubicados en los servidores de Factoría Digital (proveedor de hosting de Hislibris) dentro de la UE. Ver política de privacidad de Factoría Digital. Podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación y suprimir los datos en hislibris@hislibris.com e info@edicionesevohe.com, así como el derecho a presentar una reclamación ante una autoridad de control.