Como siempre, y pido disculpas, escribo una reseña desde un punto de vista absolutamente subjetivo.

Hago uso de este espacio para hablar de una novela que me ha gustado, y no trato de ponerme serio y desmenuzarla para hacer un examen exhaustivo.

Escribo de un libro como si comentara sobre el mismo en una cafetería alrededor de mis amigos.
Aclarado este punto, puedo decir que Me llamo Rojo es una de las lecturas que más me ha «llenado» de los últimos años.
Nunca antes había leído algo de su autor, Orham Pamuk. Cuando tuve la novela en mis manos (me llamó la atención la sinopsis) pregunté por él, y el aludido me habló de su obra Estambul, Ciudad y Recuerdos: «un tostón», fue su juicio.

Afortunadamente, Me llamo Rojo no es un tostón.

El primer capítulo engancha. Es difícil (no me gusta hablar de imposibles) que no lo haga. Pamuk divide la novela en el punto de vista de cada personaje. Cada capítulo, por tanto, está escrito en primera persona, y empezar en la primera hoja con el sugerente título ‘Estoy muerto’ no puede evitar la intriga.

El protagonista de este comienzo habla desde el fondo de un pozo, donde ha sido arrojado, y clama venganza.
Y sí, efectivamente está muerto.

De este modo, la trama gira alrededor de un crimen, y la búsqueda del asesino es uno de los pilares de la obra.
No obstante, considero que no es sino una excusa para que el autor se recreé tanto en la psicología de los personajes, como en el decadente Estambul de los sultanes y, especialmente, el arte.

Y es que tanto el asesinado como buena parte de los protagonistas son ilustradores, y para mayor «morbo» trabajan en un libro secreto encargado por el Sultán que, se rumorea, puede traer consigo afrentas contra el Corán dada la influencia de los maestros francos.

Ya sabemos que toda imagen en el Islam está prohibida ya que, y hablo de memoria, sólo Dios tiene el poder de crear.

En mi opinión, la novela está escrita de una forma exquisita, con un estilo que no considero especialmente recargado pero que, eso sí, se vuelve algo lento cuando Pamuk describe ciertas ilustraciones, lo que hace de una forma minuciosa y apasionada.
Me gusta mucho que el autor no ponga reparos cuando el idioma ha de ser soez si se tercia, y la forma en que algún que otro personaje relata su propia muerte es escalofriante.

Además, ciertos pasajes en donde el que relata la historia es un perro e incluso un árbol son curiosos y digno de lectura.

Insisto, creo que esta novela es mucho más profunda de lo que esta triste reseña refleja, y a buen seguro que se merece un examen mucho más detallado.

Yo sólo quiero recomendarla para todos aquellos que quieran disfrutar de una novela, a mi juicio, muy interesante.

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Esta entrada fue enviada el jueves, 5 d+02:00 febrero d+02:00 2009 a las 13:00 y está archivada bajo Varios. Puedes seguir las respuestas a esta entrada a través de la fuente RSS 2.0. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu propia página.