LOS TRAFICANTES DE NAUFRAGIOS – Robert Louis Stevenson y Lloyd Osbourne

51vc8eqe3ll-_sx320_bo1204203200_Escrita en colaboración con su hijastro Lloyd Osbourne, esta novela cuenta las aventuras de unos personajes que recorren casi medio mundo tratando de resolver una intriga detectivesca, en torno a un naufragio y a una misteriosa tripulación. Chesterton calificó esta obra de policíaca, “y de la mejor clase de novela policíaca, aquella en que no se llama nunca a la policía”. Hay muchos elementos autobiográficos en esta narración, y los seguidores de la vida y obra del genial escocés  podrán darse cuenta de ello. Stevenson se inspiró para muchos detalles y algunos personajes en la goleta Equator y sus tripulantes,  goleta que en 1889 llevó como pasajeros a él y su esposa Fanny Vandegrift Osbourne en  travesía por las islas Gilbert, de Micronesia. Algunos personajes también están inspirados en conocidos de Stevenson, de San Francisco y Australia. 

Lo que llama poderosamente la atención es la ausencia de los primeros ocho capítulos y el prólogo, que figuran en la edición original y que pueden leerse en el sitio oficial de R.L. Stevenson. Por asombroso que parezca, en esta edición (existe una en Forum, de 1985, que se anuncia como “íntegra”) se han suprimido cantidad de páginas sin dar las razones de tal supresión. Una editorial seria, como lo es Valdemar, deja al lector con un sabor amargo ante la ausencia imperdonable de, cuando menos, una explicación. No son esenciales para la acción, pero dan datos acerca del personaje principal que son importantes para comprender su carácter y los hechos que ocurren después. Además, el prólogo informa de cómo y quien cuenta la historia que luego llegará a manos del autor. Resumiré lo que se cuenta en esos ocho capítulos, que he tenido que traducir del inglés porque no existe o no he encontrado traducción española. Es una larga introducción a la acción, que Stevenson consideró necesaria  para comprender el carácter del protagonista.  Y es su novela.

El resumen de los textos ausentes es este:

En el prólogo, Loudon Dodd, llega a Tai-ohae, puerto de entrada a las Marquesas, donde se reúne con otro marino y antiguo amigo, Mr. Havens, al que, hablando de naufragios, cuenta su historia. Dodd es un americano cuyo deseo de ser artista incomoda a su padre, un hombre de negocios. Finalmente llegan a un acuerdo y es enviado a París. De camino, visita en Edimburgo a su tío Adam y a su abuelo Alexander, con quien simpatiza inmediatamente.  En París, conoce y forja una fuerte amistad con  Jim Pinkerton, que está metido en diversas empresas de negocios a la vez, y siempre buscando nuevos modos de hacer fortuna. Poco tiempo después, el padre de Dodd se arruina y muere. Pinkerton, vista la situación, propone a su amigo asociarse en los negocios. Dodd, sin embargo, aún confía en convertirse en artista, rechazando la oferta. Pinkerton vuelve, pues, a su país y el artista se queda, pobre y solo, en París.

Más adelante, Pinkerton le envía algún dinero que Dodd acepta, pero pronto se siente culpable y resuelve asociarse con él, finalmente. El abuelo Alexander, que le considera su favorito, le da 2.000 libras para ponerse al día con Pinkerton. Con ello, Dodd recala en San Francisco, donde su amigo tiene muchos asuntos entre manos: fabrica y vende su propio brandy, lleva una agencia publicitaria, compra barcos hundidos o desahuciados, etc.

Un día, Dodd escucha en un bar del puerto de San Francisco a un grupo de marinos –el Capitán Trent y los supervivientes del Nube Flotante– que relatan las terribles circunstancias que llevaron a la pérdida de su barco. A su vez, Pinkerton se entera de que los restos del Nube Volante  van a ser subastados. Encallado en una de las islas Midway y cargado con arroz, seda y té, podría valer 10,000 dólares. Pinkerton y Dodd deciden comprarlo, pero en la subasta, el abogado H.D. Bellairs  puja contra  ellos  en nombre de alguien ausente. Sube tanto la puja, que Pinkerton y Dodd están convencidos de que el barco contiene opio. Finalmente superan la oferta de Bellairs y compran por 50,000 dólares.

Y con el relato de la subasta comienza la narración que se ha publicado en español.

La subasta antes citada se convierte en una enloquecida competición entre Pinkerton y un abogado, Bellairs. Sale ganador el primero, pero a tal precio tal que debe endeudarse. El hecho de la disparatada puja les hace suponer a Pinkerton y Dodd que el barco aún contiene importantes cargas de opio (además de la carga declarada), con lo que esperan resarcirse al extraerlo, y organizan inmediatamente –para anticiparse al desconocido competidor- un viaje a las islas Midway en el Norah Creina, comandado por el capitán Nares y Dodd como sobrecargo. Antes de partir ocurren diversos incidentes que hacen sospechoso al magnate que se esconde tras el abogado Bellairs.  Aquí se suceden una serie de movimientos propiamente detectivescos, sin claro resultado.

El papel principal recae en la figura de Loudon Dodd, que protagoniza la primera parte de la narración. Pero el personaje en la sombra será a su vez el principal protagonista de la segunda parte.  No revelaremos sus varios nombres;  a lo largo del relato el lector irá descubriendo una complicada trama, el terrible drama  que precedió al desastre del Nube Volante. Dodd es quien resuelve el enigma del misterioso personaje mediante el seguimiento de los pasos de Bellairs, que finalmente le llevará al verdadero protagonista. Éste le contará finalmente lo sucedido y la razón de ocultar bajo una capa de misterio a toda una tripulación. En el Epílogo, Stevenson cuenta a un amigo el final de la historia.

Es esta una narración doble: porque son dos los que la escribieron y porque en ella, grosso modo, a partir de un mismo hecho se desarrollan dos narraciones, una con carácter detectivesco e intriga, con base en San Francisco, y otra, más aventurera y marinera, que recorre Australia y los Mares del Sur, Francia e Inglaterra. Si contásemos los capítulos eliminados, podríamos hablar de una narración triple, ya que la parte eliminada trata de la historia personal de Loudon Dodd, y solo al llegar a San Francisco es cuando se desata la acción detectivesca y la aventurera.

En suma, tenemos una narración que combina intriga, aventuras marineras y terrestres, y toda una colección de personajes bien diseñados y atractivos al lector. Quizá la parte primera sea algo confusa por la ausencia de los capítulos suprimidos y por la cantidad de misterios y personajes que acumula. Pero una vez el protagonista, Dodd, retorna y se lanza a la busca y captura del misterioso personaje responsable de todo el enredo, el lector va a conocer y comprender lo que realmente ocurrió y las razones del ocultamiento.

La traducción del título puede llevar a una falsa idea del contenido. Unas consideraciones al respecto: literalmente, “wrecker” se refiere a “aquel que destruye o hunde un barco”, en este caso, su propio barco. Por “traficantes de naufragios” se suele entender aquellos delincuentes que los provocaban, o que se beneficiaban de los naufragios en peligrosas costas donde se hundían o encallaban, llevándose los restos como botín. La novela La posada de Jamaica, de Daphne de Maurois, trata precisamente de ellos. En el caso de la presente novela, se verá que no es así. El hundimiento del Nube Volante se debió a otras consideraciones, que el lector descubrirá en su debido momento.

Chesterton, en su estudio sobre Stevenson, afirma que

 el autor posee la facultad, enteramente excepcional, de expresar lo que quiere expresar en palabras que realmente lo expresan

refiriéndose al presente libro, concreta ejemplos:

La historia empieza: «El principio de este cuento es el carácter de mi pobre padre» y el carácter está comprimido en un sólo párrafo. Cuando Jim Pinkerton entra en la historia y es descrito como un joven «de maneras agitadas y cordiales» nosotros vamos, por todo el resto de la narración, con un hombre vivo; y oímos no solamente palabras, sino una voz. No hay otros dos adjetivos que pudiesen haber hecho el milagro. Cuando el desastrado y sospechoso abogado, con su cultura «cockney» y su refinamiento vulgar aparece manejando un asunto de mayor envergadura que los que le ocupan ordinariamente, se conduce con una especie de «encogida presunción».

Si bien no es la mejor novela de Stevenson, es una obra entretenida, con interés y satisfactoria. ¡Incluso sin los ocho capítulos! Sin embargo, el hecho de dar comienzo por el capitulo IX, ignorando los ocho anteriores y el prólogo sin más explicaciones, no habla muy bien de la editorial. Desconocemos qué les motivó a ello. De un modo u otro, Stevenson es siempre una garantía: es un clásico, aunque haya pasado épocas en las que fuera considerado casi como un escritor de literatura juvenil…en el caso de que tal cosa existiese en su época.

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5 comentarios en “LOS TRAFICANTES DE NAUFRAGIOS – Robert Louis Stevenson y Lloyd Osbourne

  1. Derfel dice:

    Asombrado me dejas con lo de los ocho capítulos escamoteados, Ariodante. Se da la circunstancia de que tengo ese libro en mi biblioteca desde que se publicó (lo compré como novedad), aunque nunca lo he llegado a leer, por un motivo o por otro.

    Sí que tengo a Valdemar por una editorial seria, y de hecho, le estoy realmente agradecido por muchos de sus títulos.

    Pero este se va quedar sin leer.

    Meritoria reseña, esta vez más que nunca.

  2. ARIODANTE dice:

    Derfel, si lees el último párrafo, digo que merece la pena leerlo incluso con los capítulos ausentes. Stevenson sigue siendo Stevenson, aunque le ayudara su hijastro a escribir la historia. Donde hay, siempre queda…

  3. Rodrigo dice:

    Parece interesante. El problema es que no dan ganas de hacerse con una edición tan groseramente mutilada. Y sí, también me sorprende que el delito lo perpetre una editorial de prestigio como Valdemar.

    Se agradece la advetencia, Ario.

  4. ARIODANTE dice:

    Creo que existe una edición mucho más antigua, no estoy segura de la editorial, que incluye el texto completo. Pero es inencontrable. Yo me di cuenta por una casualidad: después de terminar el libro, como disponía de la biografía escrita por Chesterton, me puse con ella antes de hacer la reseña. Y una de las cosas que Chesterton hacía era usar esta novela para ejemplo de sus afirmaciones sobre el estilo de Stevenson. Y citaba textualmente el comienzo. Obviamente no era el mismo que mi libro, así que, empecé a indagar y acabé en la página oficial de Stevenson. Y de aquellos polvos…estos lodos.

  5. Derfel dice:

    Lo he leído, Ario. Pero, sinceramente, se me han quitado las ganas…

    Hace unos años sí que lo hubiese leído, cuando me leí todo lo que caía en mi mano del escocés, incluso novelas inacabadas, como el Weir de Hermiston (que, por cierto, tenía una pinta estupenda e iba para novelón, una pena…)

    Otra que escribió con su hijastro, «Bajamar» o «REsaca», según las traducciones, me pareció excelente.

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