LA REVOLUCIÓN RUSA (1891-1924). La tragedia de un pueblo – Orlando Figes

LA REVOLUCIÓN RUSA (1891-1924). La tragedia de un pueblo. Orlando FigesDurante mucho tiempo se ha escrito una historia de la Revolución Rusa muy combativa e ideologizada, con historiadores que escribían desde las trincheras, y muy focalizada en el año 1917, con las dos revoluciones de Febrero y Octubre. Durante mucho tiempo, también, se ha tendido a ver los hechos casi con la óptica de Eisenstein: cuando recordamos la rebelión del acorazado Potemkin nos viene a la memoria las imágenes de un cochecito infantil cayendo por unas escaleras, o al rememorar la toma del Palacio de Invierno de San Petersburgo se nos aparecen en nuestra cabeza fotogramas del docudrama Octubre. Y, sin embargo, los hechos que rodean Octubre, antes y después, apenas se han tratado a fondo: en no pocas ocasiones simplemente han sido un prólogo o un epílogo al cañoneo del buque Aurora desde las aguas del río Neva, a la huída de Kérensky y a la toma del poder de los bolcheviques.

Tras la caída del régimen soviético en 1991 se abrieron al público numerosos archivos hasta entonces inéditos, y se empezaron a publicar nuevas monografías sobre los hechos de 1917, la guerra civil de 1918-1921, el legado de Lenin (por no hablar de su propia figura), la NEP, las luchas por la sucesión y, así, la dictadura estalinista, las “reformas” de Jruschov, etc. Entre las publicaciones que, además, aprovecharon el estudio de de la prensa de la época, los diarios y las memorias personales, la correspondencia oficial y privada, destaca con luz propia el libro de Orlando Figes, La Revolución Rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo (Edhasa, 2000).

Publicado en 1996, este voluminoso volumen (casi 900 páginas de texto) se estructura en cuatro partes:

  • Rusia bajo en antiguo régimen: un excelente estudio previo en el que analizan la dinastía Romanov, los pilares (inestables) del régimen – la burocracia, el ejército, la religión, el imperio zarista -, se ofrece un panorama a un régimen que no puede competir económicamente con las principales potencias mundiales y se retrata cómo Rusia encajó la llegada del socialismo y del legado de Marx en la segunda mitad del siglo XIX.
  • La crisis de la autoridad (1891-1917): desde las hambrunas de 1891 y las primeras exigencias de reformas en el gigante con pies de barro zarista, la revolución de 1905 y la creación de la Duma – que a trancas y barrancas duró hasta 1914 -; pasando por el gobierno de Piotr Stolypin (1906-1911), un esfuerzo tímido y carente de voluntad plenamente reformadora, y llegando a la Primer Guerra Mundial, pésimamente encauzada por el gobierno, en el que las semillas de la revolución estaban latentes, y que provocó, en gran medida, la caída del régimen y la dinastía de los Romanov.
  • Rusia bajo la revolución (febrero de 1917-marzo de 1918): la parte central del libro, en la que se describe la caída del zar en febrero y marzo de 1917, la constitución del Gobierno provisional – primero al frente del príncipe Lvov y después con Alexander Kérensky – y sus crisis, las luchas internas entre los diversos frentes revolucionarios, el papel minoritario en número pero preponderante en fuerza de los bolcheviques, la toma del poder por parte de éstos (mitificada en gran parte) y la creación del primer régimen soviético.
  • La guerra civil y la formación del sistema soviético (1891-1924): Figes retrata los diversos frentes de la guerra civil y por qué los blancos, en un principio superiores en número y armamento a los rojos, perdieron el conflicto; el comunismo de guerra y cómo afecto al campo y a la ciudad rusos; el afianzamiento de los bolcheviques en el poder y la destrucción violenta de todo rastro de oposición; Lenin y la NEP, así como la agonía del líder bolchevique, las disputas internas y la llegada de Stalin al poder para cuando el primero muere en enero de 1924.
  • El libro, tras la primera parte, que asienta las bases para entender la fragilidad del régimen zarista, empieza propiamente en 1891: las hambrunas de este año pusieron en la palestra las debilidades del gobierno de los Romanov y, aunque sofocadas las primeras revueltas, fueron la luz que siguieron los revolucionarios de 1905 y 1917. La obra de Figes acaba con la muerte de Lenin en 1924 y el final de la Revolución en sí: el autor considera que “la revolución había trazado un círculo completo y las instituciones básicas, si es que no todas las prácticas, del régimen estalinista ya existían” (p. 15). En estos apenas 33 años Rusia ganó poco, más bien nada, su pueblo sufrió lo indecible: las cifras de muertos por las revoluciones de 1917, la guerra civil, el terror, las hambrunas y las epidemias rondaron alrededor de los 10 millones de muertos, sin contar las emigraciones y exilios (2 millones) y los efectos demográficos en la tasa de natalidad de los años posteriores. “La tragedia de un pueblo” no sólo fue numérica: también lo fue en las mentalidades y en las esperanzas truncadas apenas un lustro después de la caída del aborrecido régimen zarista. Un régimen que no causó tantas muertes y sufrimiento como el que rojos, blancos, verdes y negros provocaron desde Febrero de 1917.

    Figes escribe un libro que impresiona por el tamaño y por la documentación manejada para su escritura. Escribe con amenidad, con rigor, sin apasionamientos ni desde la trinchera. Estremecen algunos relatos de personas del pueblo llano, de cómo sufrieron las hambrunas de 1891, el horror de la Primera Guerra Mundial, las esperanzas ahogadas de Febrero de 1917, la catastrófica guerra civil, el hambre y la desolación. Realmente se trata de un libro, en este sentido, que permanecerá entre lo más aproximado a “el libro definitivo” que se conoce sobre la Revolución Rusa.

    Entre lo más acertado del libro están los retratos sincrónicos y continuos de una serie de personajes: el príncipe Grigorii Lvov, un reformista de optimismo inquebrantable (incluso en los peores momentos), que fue la persona idónea para presidir el Gobierno provisional en marzo de 1917, pero que no pudo o supo encauzar los frentes abiertos por constitucionalistas de derechas (cadetes), los social-revolucionarios (eseristas), los mencheviques y los bolcheviques; el general Alexei Brusilov, héroe durante la Primera Guerra Mundial, cada vez más decepcionado con el curso de la(s) Revolución(es) de 1917, y que, aunque acabaría colaborando con los bolcheviques durante la guerra civil, no pudo evitar sentir que se había desperdiciado una buena oportunidad para sacar a Rusia de su atraso; el escritor Maxim Gorky, crítico y defensor de la Revolución a partes iguales, una fuente de información muy valiosa para el período tratado; el activista campesino Serguey Semyonov, cuya sola vida ya serviría para escribir una novela; el campesino, obrero y después comisario político Dimitry Os’Kin, testigo de los hechos que sucedieron en San Petersburgo y en el Ejército Rojo desde 1918; y, cómo no, las vidas a retazos de Lenin, Trotsky, Kérensky o el propio zar Nicolás II: el retrato de este último sorprenderá a no pocos lectores, acostumbrados a la imagen de un zar indolente y abúlico, pero no celoso defensor de la autocracia y que sufrió más para permitir la Duma de 1906 que no para firmar su abdicación en 1917.

    En definitiva, nos encontramos con un libro magistral, uno de los mejores ensayos publicados en la última década. La historiografía sobre las Revoluciones Rusas tiene en la obra de Figes un hito difícil se superar (y ya ha transcurrido más de una década desde su publicación), y al mismo tiempo una puerta abierta a otros estudios sobre el período en concreto, la década de 1920, la dictadura estalinista desde mediados de los años 30 y hasta la muerte de Stalin en 1953, y el papel jugado por la URSS en la Gran Guerra Patriótica (1941-1945).

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    27 comentarios en “LA REVOLUCIÓN RUSA (1891-1924). La tragedia de un pueblo – Orlando Figes

    1. juanrio dice:

      Estuve ojeando el libro en el mes de julio, intentando decidir si leerlo en vacaciones, posponerlo para el invierno o, directamente, dejarlo en la estantería para siempre. Como bien dice Farsalia, es un «tocho» de cuidado y para enfrentarse a el hay que estar dispuesto a pelear con, al menos, la mitad de la caballería roja. Que comentes en tu reseña el interes y la amenidad de su lectura me anima a decidirme por ella y dejar por un tiempo la pila de atrasados que atesoro.

    2. Scouser dice:

      Tiene pinta de ser una libro extraordinario. Su autor, además, es toda una eminencia en la historia contemporánea de Rusia. Su libro sobre la cultura rusa, creo que se llama El baile de Natascha, parece ser también un libro «definitivo». Si mi presupuesto me lo permite, me tendré que hacer con los dos.

    3. Koenig dice:

      Humm ¿Lo leo o no lo leo?

      Excelente reseña Farsalia, de un libro que hace mucho tiempo quería agenciarme (bueno, como todos). Pero es que hay tantos….

      Lo adelantaré en la lista de futuribles (ouch).

      Saludos.

    4. alexandros dice:

      Magistral obra, mucho mejor que el clásico de E.H. Carr sobre la Revolución rusa, mientras Carr sólo se ocupa de los asuntos puramente económicos Figes ahonda en los asuntos culturales y étnicos que aún afectan a Rusia, este libro es a mi juicio definitivo sobre la Revolución rusa, como el libro de Hugh Thomas Cuba la búsqueda de la libertad es definitivo para la Revolución cubana; aunque es una obra larga se lee con tanto deleite que uno no se da cuenta de que ya está acabando la lectura de la misma.

    5. farsalia dice:

      Si acaso le achacaría a Figes, entre los puntos débiles (alguno debe tener, ¿no?), una cierta dispersión narrando, sobre todo en la parte de la guerra civil: no sigue un curso lineal, cronológico, sino por zonas (Ucrania y el Don, Siberia, Petrogrado,…). Y lo entiendo, pero empieza hablando de una cosa, te pasa a otra, luego vuelve, se dispersa de nuevo. De manera leve, desde luego.

    6. farsalia dice:

      El libro de Carr, por no mencionar su serie sobre la Rusia soviética entre 1917 y 1929, es un excesivo posicionamiento ideológico (marxista), que le hace obviar bastantes de las aberraciones de los bolcheviques. Pero como síntesis, recomendable.

    7. sito dice:

      Todos los días hablamos de Rusia pero sabemos muy poco de ellos. Como dice Juanrio es muy tocho y hay que estar muy concienciado para poder afrontar un libro de esta magnitud pero según cuenta Farsalia el libro merece la pena el esfuerzo.
      Gran reseña Farsalia.

    8. Incitatus dice:

      Gran libro Farsalia, me gustó mucho cuando lo leí y me dejó, creo que bastante asentadas mis concepciones sobre la revolución. Es un libro más que recomendable para los amantes de la historia

    9. Chuikov dice:

      Lo compré por 25 euros este año nuevo, con plásticos incluidos, hace un año en Almería. A ver si lo cojo.
      Por cierto, la introducción de Carr, el libro de Alianza, me pareció malo; no me gustó nada.

    10. Lovecraft dice:

      25 euros!!!!Nuevo!!!En donde??!!! Uno que no para de mirarlo en Iberlibro para ver si sale una oferta impensable sobre este libro y nada y mira por donde leo que un compi lo consigue a tan bajo precio (envidia, envidia).Pues nada seguiré esperando la ocasión que no llega!

    11. Rafa dice:

      Lo primero, saludaros. Acabo de descubrir esta página y me ha encantado.

      Lo segundo, felicitar a Farsalia por la reseña. Estupenda.

      Lo tercero… comentaros que el traductor de la edición de edhasa es nada menos que César Vidal (horror y pavor), pero no sé de seguro si es el incalificable César Vidal Manzanares (el de «libertad» digital, copes y otras). ¿Alguien lo sabe??? He comprado el tocho para descubrir el regalito dentro, y soy reacio a leerlo hasta aclarar ese punto.

    12. Valeria dice:

      Hola, Rafa. Y
      o, en tu lugar -y a la vista de la reseña de Farsalia- leería el libro, ya que lo tienes. Y si , después de leerlo, la traducción te parece cuestionable, entonces nos lo cuentas.

    13. farsalia dice:

      La traducción es excelente, Rafa. A Vidal se le pueden criticar muchas cosas, pero no la traducción de este libro, ajustada al original en inglés y muy completa.

    14. Rafa dice:

      Muchas gracias. Ya he reanudado la lectura. Mi segunda impresión es muy favorable, aunque confieso que cuando caigo en quién es el traductor ciertamente me dan ganas de abrir el libro con guantes…

      Un saludo

      Rafa

    15. Carles Sirera dice:

      ¿La traducción de Vidal excelente?
      dice:juego de ajedrez cuando es partida de ajedrez
      La perspectiva Nevksy (quedaría mejor alameda o avenido; pero bueno).
      Si algún día tengo tiempo, contrasto el original con la traducción. Me temo que Cesarión, para vairar, contrató a un «negro» para este trabajo. Con todos mis respetos hacia el abogado Doctor en Historia Antigua por la UNED.

    16. caro dice:

      quisiera saber con exactitud.. q conflictos surgieron despues de la muerte de lenin?

    17. Germánico dice:

      Una campaña de Hacienda brutal… Entre koljoses y sovjoses, nos crujieron de mala manera… Si es que lo recuerdo y me da cosica…

    18. farsalia dice:

      Caro dixit:

      «quisiera saber con exactitud.. q conflictos surgieron despues de la muerte de lenin? »

      Una lucha por el poder que se alargó diez años, la implantación a la fuerza de la colectivización agraria, causando millones de muertes (véase en Ucrania, por ejemplo), los planes quinquenales, que crearon conflictos entre obreros y patronos/agentes gubernamentales, las purgas de los años 1936-1938, etc.

    19. Pokinoi dice:

      Hola a todos, recientemente me he adentrado en los ensayos históricos y llevó poco más de un mes con este excelente libro que una amiga me obsequió. Debido a diferentes razones apenas voy pasando la mitad, entre ellas el tiempo que me estoy dando para disfrutarlo pues existen diversos aciertos en la obra que no he visto en otros ensayos históricos:
      1. La fluida narración a pesar de la extensión
      2. La nutrida referencia a acontecimientos previos a 1917 que llevaron a la Revolución, el autor comienza en 1861 con la abolición del vasallaje
      3. El tratamiento de diversos frentes documentados con notas periodísticas, correspondencia y literatura de la época
      4. El seguimiento de personajes reales que con su historia determinan o bien ilustran las condiciones de la Revolución
      5. El constante uso de citas textuales de discursos y consignas durante las protestas
      6. La clara búsqueda de objetividad del autor
      ….Por último, creo que el seguimiento de los acontecimientos concretos de 1917 abandona un poco todo aquello que no está en el frente ruso durante la Primera Guerra Mundial o bien fuera de Petrogrado
      Espero que con esto se animen a sacar este maravilloso ensayo de su estante o de la biblioteca y lo disfruten tanto como yo lo voy haciendo

      Saludos

    20. APV dice:

      Lo estoy leyendo encantado y he quedado sorprendido de cuantos momentos tragicómicos o esperpénticos hubo decisivos durante la Revolución.
      Ciertamente algunas cosas de la traducción (Perspectiva Nevski) me dejan algo confuso.

      Curiosamente el déjà vu que se vé en la Revolución alemana (había leido el libro de Haffner) es muy curioso, como una repetición sólo cambiando algunos hechos.

    21. DanielGomez dice:

      Lei el libro en dos oportunidades, comparto con todos los que lo leyeron la admiracion por la capacidad narrativa de Figes y fundamentalmente por el uso de fuentes. Sin embargo a medida que se avanza en la lectura se destaca el profundo liberalismo del autor. Analiza acontecimientos politicos, decisiones de personajes como Lenin, etc desde una perspectiva ingenuamente burguesa. Parte de la hipotesis que la democracia occidental es el unico y mas elavado modo de organizacion politica. Sin percibir que por esos años, iguales matanzas, saqueos, miserias sociales ocurrian por sus tierras o las colonias de estas. Por eso, creo que se posiciona imparcial en varios temas, pero lo referente al conflicto bolchevique+democracia parlamentaria, se posiciona como un esbirro, grosero por algunos pasajes, de los que ganaron luego de 1989. Por lo tanto, nadie debe dejar de leer este libro como una genialidad, ademas de ser escrito con el impulso del capitalismo triunfante luego del tragico siglo XX

    22. David L dice:

      Impresionante trabajo que al final decidí leerlo, hay materia para discutir ampliamente.
      Algunos aspectos que destaco:

      – Figes menciona que las raíces de la revolución se encontraban el creciente conflicto entre una sociedad que devenía rápidamente más educada, más urbana y más compleja, y una autocracia fosilizada que no accedía a sus reivindicaciones políticas.

      -La determinación de los Romanov, encarnado en la figura del zar Nicolás, frente a la oposición como representante de un “poder divino “que unía indisolublemente al zar y a su pueblo. El zar Nicolás pese a su fama de persona débil demostró firmeza en el mantenimiento de su gobierno desde el trono, a pesar de no poseer las cualidades para llevar a cabo con éxito dicha función.

      -El alejamiento existente entre los burócratas de las ciudades y la clase campesina de los pueblos donde vivía el 85% de la población. Para Figes es en esta incomprensión, en la fosa cultural que separaba a ambas “Rusias” uno de los factores más determinantes en su trágico destino.

      -No es el marxismo el que hace de Lenin un revolucionario, sino Lenin quien hace al marxismo revolucionario. Lenin creía en la necesidad de una vanguardia revolucionaria disciplinada, además creía que la acción podía alterar el curso de la historia y la toma del poder del Estado conllevaría a la revolución social; los métodos jacobinos de dictadura también entraban en su filosofía política y su desconfianza máxima hacia los liberales y demócratas.

      – Ecuación lógica: a más hambruna más marxismo.

      -La dicotomía desde los sucesos desde 1905 entre revolución social y revolución política.

      -Desde 1912 queda patente que ninguna reforma política podrá salvar el tremendo abismo creado entre el pueblo ruso y el sistema zarista.

      -El imperante sistema feudal también anclado en el ejército será un caldo de cultivo para futuros conflictos. Además la falta de una logística adecuada que conllevó innumerables muertes durante la guerra demostraría ser el momento psicológico crucial de la revolución, el momento donde la lealtad a la monarquía quedaría afectada gravemente y sin aparente solución.

      -La victoria no podía frenar la revolución, pero sólo una revolución podía contribuir a la victoria.

      -Contrariamente al mito soviético, las masas revolucionarias estaban lejos de ser proletarias, aunque es cierto que los obreros tomaron la dirección de la revolución y fueron los primeros en batirse en las calles.

      – Gorki vio en los sucesos de febrero apreció más caos que una revolución propiamente dicha, una reacción de un pueblo en cólera que buscaba venganza. El peligro radicaba en que esa revolución degenerara en anarquía.

      seguire……

    23. Rodrigo dice:

      Tal vez se aferraba Nicolás a la idea del zarismo -es decir, al principio, para él irrenunciable, de la monarquía por derecho divino en versión rusa- justo porque era un hombre débil. Pienso que es de lo más plausible ver a Nicolás II como el individuo sin carácter que, instalado en una posición de poder, se escuda en la dignidad y venerabilidad del rango, única fuente no solo de legitimidad sino también de las expectativas de lealtad y obediencia.

      Con respecto al cuarto punto, David, más bien creo que a la ideología revolucionaria que es el marxismo Lenin le aporta una específica y eficiente praxis revolucionaria que es la del partido, entendido como vanguardia del proletariado y agente providencial de la historia: una agrupación de élite imbuida del dogma marxista e investida por el mismo de la facultad de conducir a la humanidad a la revolución y, por consiguiente, a la instauración de la sociedad comunista. Exclusivo intérprete oficial de la «verdad revelada» y encarnación de las leyes históricas, el partido -en la concepción leninista- no solo puede sino que debe actuar a la manera de los bolcheviques: como una organización sectaria, monolítica y excluyente, cuyos miembros se pliegan ciegamente a la disciplina partidaria y en cuya esencia está el despreciar el pluralismo, la tolerancia y la voluntad del compromiso y la búsqueda de acuerdos, esas «bagatelas» que el liberalismo pierde tiempo en promover. En el sintagma «marxismo-leninismo», el significado concreto de la segunda partícula es el de la praxis bolchevique, legado por excelencia de Lenin -y que complementa la teoría o dogma revolucionario que es el marxismo.

      En cuanto al mito soviético (penúltimo punto), lo cierto es que los dirigentes bolcheviques estaban conscientes de que el atraso socio-económico de Rusia, con su abrumadora prevalencia numérica de campesinado sobre proletarios industriales, hacía del país un candidato poco idóneo para el advenimiento de la revolución. Del dilema subsecuente provino la otra gran contribución leninista: en vez de esperar dicho advenimiento, adelantarse al curso de la historia y provocar la revolución por medio de lo que tuvo características de golpe de Estado, esto es, el Octubre Rojo. La posterior industrialización a marchas forzadas del país no era sino la prosecución lógica -por mano de Stalin- de la línea evolutiva establecida en el dogma marxista-leninista.

    24. David L dice:

      Hola Rodrigo,

      No hay duda de que Lenin aspiraba a un partido centralizado, con unos miembros regulados por su pertenencia a cualquiera de las organizaciones del mismo, algo así como unos profesionales de la política al servicio exclusivo de la conspiración, tal y como afirma Figes. A mí en el fondo me parece que existía un cierto esnobismo en todo ello, es decir, solamente una élite capacitada podrá dirigir a unas masas ante el peligro de que estas que se desviasen de los objetivos a lograr. Aunque existían otra serie de divergencias, para Figes menores que estas, seguramente este hecho a la hora aspirar a un partido centralizado pudo ser el origen de la escisión entre bolcheviques y mencheviques que tantas consecuencias traerían posteriormente. Puede parecer un tópico, pero tal vez una parte de estos revolucionarios estuviesen en lo cierto al temer precisamente que el cambio de un poder absoluto encarnado en el zar por otro “civil” derivase en una dictadura, como así ocurrió.

      Me ha llamado también mucho la atención la figura de Máximo Gorki, fue bolchevique, pero no me ha parecido que estuviese cercano a los posicionamientos de Lenin. Fue un intelectual de la revolución, pero en muchas ocasiones me dio la sensación de que no era muy partidario de esas soluciones tan radicales que se estaban poniendo en marcha en las calles de Rusia, él veía más anarquía, deseos de venganza, que revolución propiamente dicha……igual estoy equivocado, pero por una parte los intelectuales son siempre vistos como seres problemáticos para la disciplina de un partido, son los que provocan cismas, los que pueden replantear los dogmas imperantes en los mismos y, en definitiva, son una amenaza para la ortodoxia doctrinal. Pero por otro lado, hemos podido comprobar lo peligrosos que pueden resultar cuando su compromiso avala empíricamente ideologías malignas, el caso del nazismo ya lo hemos comentado anteriormente en otros debates. Gorki era afín a la revolución, pero alejado de cualquier atisbo de caos, esto me lleva a preguntarme si una revolución puede ser “ordenada” o simplemente pensar algo así puede ser muy inocente………

      Por cierto, el libro de Orlando Figes me ha encantado, he disfrutado cada página del mismo a pesar de sus casi nil páginas. Habría para debatir hasta el infinito.

      Saludos.

    25. Rodrigo dice:

      Gorki tomó distancia de la revolución, sí, pero luego adhirió al régimen soviético y se convirtió en uno de sus principales propagandistas; probablemente el de mayor resonancia en el extranjero, dada su reputación internacional como literato. Se hizo responsable de coordinar y editar el libro apologético de la construcción del Canal del Mar Blanco, una obra faraónica que reinstauró en Rusia la explotación masiva de mano de obra esclava y que se cobró miles de vidas provocadas por el frío, el hambre y el cansancio. También fue el sumo pontífice del realismo socialista en literatura, una camisa de fuerza ideológica que coartó las facultades creativas de los escritores soviéticos.

      En general, el historial de los intelectuales en el siglo XX deja mucho que desear, precisamente porque demasiados de ellos fueron incapaces de resistirse a la tentación totalitara, o a la fascinación por dictaduras de distinto signo.

      Un gusto dialogar contigo, David.

    26. David L dice:

      Continúo con reflexiones sobre la obra de Orlando Figes:

      -Una gran parte de culpa de que los bolcheviques se hicieran con el poder reside en la desidia a la hora de tomar el poder por parte de los dirigentes del soviet en 1917, tenían las calles a su favor y pudieron haber orientado la revolución hacia un movimiento democrático y socialista, pero no lo hicieron. Los mencheviques, al igual que los socialistas-revolucionarios, mantenían la rígida idea de que un país campesino atrasado como el ruso necesitaba pasar antes por una “revolución burguesa”(es decir, un largo periodo de capitalismo y de democracia) antes que la sociedad rusa y la clase obrera en general fuese suficientemente avanzada para realizar una transición socialista. Existía el temor de que una revolución obrera urbana sucumbiese al hambre, o lo que era peor todavía, sucumbir ante una contrarevolución campesina como la Vendée de la revolución francesa que derivase en una guerra civil, además, tampoco estaban muy seguros de su propia autoridad sobre las masas. Los bolcheviques también fueron a la larga conscientes de la peligrosidad que imbuía a las clases campesinas a las que consideraba en cierta manera un obstáculo a la hora de implantar su modelo de revolución, el propio atraso de las mismas, sus miras no más alejadas de su propio pueblo, y su sentimiento religioso (para muchos la figura del zar era equivalente a la de Dios) fue considerado para unos y otros un inconveniente que había que atajar de raíz.

      – Al final cuando se lleva a cabo una revolución hay que tomar el poder, y eso acarrea una responsabilidad política y un desgaste que nadie, de momento en 1917, parecía dispuesto a asumir con plenitud.

      -El Soviet se convirtió en un guardián de la ortodoxia gubernamental, una especie de centinela encargado de vigilar lo que el gobierno provisional realizaba, eso derivó en una parálisis gubernamental ya que su iniciativa estaba siempre coartada por el necesario sostén del Soviet. Creo que a pesar de cómo se desarrollaron los hechos posteriormente, en estos inicios de la revolución ya se veía muy a las claras que la pureza dogmática iba a resultar un corsé para la sociedad rusa.

      -Kerenski consiguió inicialmente un triunfo, ya que se convirtió en el único prohombre de la clase política rusa que mantenía un pie en el gobierno provisional y en el Soviet, esa dualidad y la habilidad de transformarse en lo que el momento demandaba fue su mayor éxito en esos comienzos. Esa dicotomía resulto finalmente la mayor debilidad de Kerenski, esa timidez a la hora de tomar medidas contundentes en pro de las libertades constitucionales que tan caramente se habían batido frente al extremismo acabó por hacerles caer. Si la violencia venía del ala bolchevique, la aversión a reprimirla era la tónica, en el fondo no querían mancharse las manos de sangre del “pueblo”. Los bolcheviques fueron conscientes de esta debilidad y supieron sacar partido de ella exitosamente.

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