LA MIRADA INOCENTE – Georges Simenon

9788483104880Con esta novela corta Simenon sorprende al lector que espera una de detectives,  policiaca. Pues no es así: está en otro registro. El prolífico escritor la terminó en nueve días, y seguramente en estado de gracia, como se suele decir. Cierto que en esa fecha ya estaba Simenon muy curtido y tenía gran dominio de la escritura. Pero con este texto parece convertirse en otro, adentrándose en terreno escabroso, como lo es la psique humana; no sólo en la mente de un artista, sino en la de un niño, ese “angelito”, un inocente que no cambia demasiado su inocencia al crecer en años (que no en estatura). Y no solo eso: se adentra también es el estómago parisino, en el mundo de Les Halles y sus pobladores. La propia familia del protagonista es, por así decirlo, un modelo de los distintos tipos humanos y sociales de los bajos fondos parisinos. 

La evolución de la ciudad, su historia, se ve reflejada en la vida cotidiana del protagonista: en la familia de Louis Cuchas, seis hermanos comparten un habitáculo con la madre, una verdulera abandonada por su marido y aficionada a cambiar de amante muy a menudo. El autor toma el punto de vista de Louis desde su más tierna infancia e intenta describir lo que siente y lo que ve desde muy niño: primero el interior de la casa: la estufa, los olores de la cocina, sus hermanos, la madre, Gabrielle Heurteau…

 

Durante mucho tiempo, por ejemplo, la estufa tuvo más importancia que su madre, y en torno a ella giraba su existencia. Ignoraba aún quién la encendía y cómo. Sólo recordaba a su madre sin resuello después de haber subido la escalera, atravesando la habitación con un cubo de carbón cuyo peso la hacía inclinarse a la derecha.

 

Más adelante Louis empieza a mirar por la ventana, el mundo exterior, la calle, los vecinos, las luces cambiantes de las estaciones del año…y así progresivamente. Y lo mira todo con esa mirada inocente, ausente de prejuicios, limpia y clara. Con sorpresa ante lo que ve, esa sorpresa que llevará al artista a mirar las cosas cotidianas como si las viera por primera vez. A mirarlas en su estructura básica, sus colores y líneas, al margen de los significados o connotaciones, de las ideas que más tarde se le han aplicado y que a veces trastornan nuestra percepción de los objetos.

 

Para él, lo que marcaba el paso del tiempo eran los árboles del patio. Los troncos se volvían menos negros y parecían más rugosos; después, en el extremo de las ramas aparecían unos brotes duros. Los gorriones piaban más que de costumbre y muy pronto aparecían pájaros desconocidos.

 

El título en español me resulta más atractivo que el elegido por el autor; el “angelito” (el pequeño santo, literalmente, o el santito)  es un mote con el que los compañeros del colegio –la habitual crueldad infantil- se burlan de Louis, que es muy bajito, de cara angelical y sonrisa fácil, que soporta las crueles vejaciones de sus compañeros, las risas de los adultos, la marginación y el desprecio de sus hermanos, incluso hasta un determinado punto, la desatención materna.

 

Los golpes no le hacían mucho daño. Después de un rato ya no se notaba nada y no merecía la pena prolongar una pelea. Algún día se cansarían de pegarle siempre al mismo y lo dejarían soñar despierto en su rincón.

 

Parece que Simenon dedicó nueve días a escribir esta novela. Pero también se dice que fue su preferida, probablemente porque puso mucho de sí mismo en ella. Toda la novela reflexiona sobre el temperamento creador del artista, de cómo surge en un niño, cómo crece y se va definiendo esa afición por el arte que luego convertirá en profesión y modo de vida.  Un niño que ya desde la infancia manifiesta un temperamento especial.

 

A menudo se había detenido frente al escaparate a contemplar lo que él llamaba colores, pues ignoraba por completo que existieran técnicas distintas y todo le fascinaba, desde los colores que iban dentro de unos tarritos de cerámica metidos en cajas de hierro a las tizas de tonos más suaves y tiernos o los tubos que iban dentro de unos estuches con una paleta sujeta al interior de la tapa.

 

Toda esa reflexión sobre la creatividad está trufada de constantes descripciones de la vida cotidiana, de los avances técnicos, de la evolución de las empresas, la vida pública, del cambio del gas a la iluminación eléctrica, de los coches de caballos a los automóviles y los tranvías, de la agrupación de la familia a su dispersión, en suma, la historia del París de fin/principios de siglo hasta el París que ha pasado dos guerras mundiales. Cierto que en la parte final toma carrerilla y va un poco demasiado rápido, mientras que en la infancia y adolescencia se demora muchísimo.

Conforme empieza a pintar, las descripciones de sus obras y su manera de mirar la realidad y reproducirla a su propia idea, a mí me llevan a pensar en Chagall, no tanto en su persona como en su pintura, al mismo tiempo maravillosamente colorista y altamente ingenua, pero llena de bondad, mostrando un mundo que está lleno de fantasía pero con un trasfondo real.

 

El valor del dinero había cambiado. Tiempo atrás, en casa de su madre se contaba por céntimos. Ahora se contaba por centenares, por miles de francos, y pintores de los que diez años después ya no se hablaría vendían sus telas más caras que las de un maestro italiano del Renacimiento.

 

Una novela plena de emotividad, de poesía, aunque a veces muestre situaciones duras, durísimas, pero siempre adoptando el punto de vista de la inocencia, pasiva, tranquila, que todo lo acepta como parte de la realidad, y lo admira como todo aquello que está fuera de él, y todo le sorprende, le fascina.  Encuentra cosas buenas en todo, todo lo vive como si fuera lo más normal: tanto la miseria como la abundancia. Un “pequeño santo”: pero un santo artista.

 

—¿Puedo preguntarle, maestro, qué imagen tiene de sí mismo?

No se lo pensó mucho. El rostro se le iluminó un instante y dijo, alegre y púdico:

—La de un chiquillo.

 

Georges Simenon (Lieja, 1903-Lausana, 1989) Escritor belga en lengua francesa. A partir de 1927 publicó, bajo diversos seudónimos, gran número de novelas populares. En 1931 empezó a publicar novelas policíacas, a menudo protagonizadas por el comisario Maigret, que han contribuido a renovar el género. Es autor también de obras teatrales y autobiográficas.

LA MIRADA INOCENTE
Le petit saint, 1964
GEORGES SIMENON
Traducción de Mercedes Abad
Tusquets, 2003

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3 comentarios en “LA MIRADA INOCENTE – Georges Simenon

  1. Derfel dice:

    Sí que es un libro diferente éste de Simenon. De hecho, la editorial Tusquets le reservó el número 500 de su colección Andanzas como homenaje al que entonces era uno de sus autores de referencia (y que luego abandonó, dejando de paso colgados a los que veníamos coleccionando los libros de Maigret).

    Ahora parece que Acantilado tiene intención de seguir con ello, pero no le veo yo muchas energías.

    Interesante reseña, Ario.

  2. ARIODANTE dice:

    Gracias, Derfel! Me pareció un libro delicioso, y con muchas referencias autobiográficas, así como históricas, pero una historia de la vida cotidiana. Simenon tiene otro mucho más autobiográfico, «Pedigree», pero ese lo leí hace siglos y tendría que releerlo para reseñarlo.
    Te advierto que ahora estoy leyendo la autobiografía de Agatha Christie, que es curiosísima…aunque que no dice naada de su famosa desaparición. Pero mi próxima reseña va a ser esa.

  3. Eduardo Cortés dice:

    Encontrar a Georges Simenon, es sinonimo de novela negra o de intrigas, particularmente, al inspector Maigrett,
    En este caso Simenon crea una novela diferente, profundamente humana, con un lenguaje limpio y libre, el de un niño, usa tambien la perspectiva del mismo para llenarse los ojos de imagenes cotidianas, sin contaminarlas , de manera inocente, hijo de una madre verdulera, con multiples amantes y 6 hermanos con todos los defectos que los bajos fondos parisinos de principios del siglo xx puedan engendrar, que dos guerras puedan ocasionar, Louis Couchas se mantiene imperturbable y avanza a traves de su mundo y la historia, con ese candor que solo puede conservar un niño, no mide tiempo, no cuenta historias, no considera tiempo, todo lo atesora y guarda impoluto, para representarlo, años despues, en sus dibujos, y posteriormente en pinturas, avanza, crece, progresa pero no asume la contaminacion humana que eso pudiera generar en un alma menos pura que la suya,
    Escrito en un estilo ameno, hace pasar la infancia y adolescencia de Couchas por un crisol transparente, deteniendose en ciertos aspectos que impactaran al artista, soslayando la miseria que los acompaña, lamentablement el final avanza muy rapido, pero mantiene el tono inicial, que culmina con la frase plena de ingenuidad candor e inocencia que cierra el libro,” tengo de mi la imagen de un chiquillo”…encantadora, conmovedora

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