LA GUERRA CIVIL EN LA FRONTERA – Pío Baroja

Antes del verano hubo bastante expectación ante la publicación de este VIII volumen de las memorias de Baroja, «Desde la última vuelta del camino«. La editorial de la familia lo anunció como un documento «manifiestamente impublicable» durante el franquismo, y uno sentía curiosidad por saber qué era aquello que había estado en un cajón más de medio siglo, y también por ver cómo viviría la guerra del 36 alguien como Baroja, que tanto había escrito de las guerras civiles del XIX.

Baroja es detenido en las primeras horas del conflicto por una columna requeté a la salida de su casa en Vera de Bidasoa, para poco después ser puesto en libertad por el mando militar y cruzar la frontera. Desde San Juan de Luz y Hendaya contará todo lo que sigue.

En conjunto se trata de la visión de un puro espectador, harto y desencantado, que decía no esperar nada de la contienda porque no había puesto sus ilusiones en ningún bando, dada la mediocridad de ambas partes.

La verdad es que tampoco esperó gran cosa de la II República: daba por hecho que no sería moderada y además desconfiaba de sus políticos, a los que tenía por charlatanes inoperantes. Lo más triste era, sin embrago, que a la incapacidad de los gobiernos para imponerse a los extremismos de izquierdistas y reaccionarios, se sumaba la realidad de un pueblo que consideraba en su mayoría fanático e intransigente, dando lugar el conjunto a la situación de miseria, estupidez y crueldad en la que se encontraba el país.

Y puestos a decir verdades, se despacha a gusto y con todos, tanto rojos como blancos, según su terminología de gorriyac y zuriyac. Así, comunistas, socialistas y fascistas creerán ilusamente en sus dogmas, que vocearán con tanta petulancia como ignorancia. Unos y otros intentarán además apoyarse en la historia, creando además un ambiente de pedantería de colegio, en la que se habla de teorías y sistemas que poco tienen que ver con los hechos del país. Concluyendo, dirá que «toda esta pseudogenialidad humana es detestable». Aunque es con la izquierda con quién más se ceba -especialmente con los milicianos de la CNT y la FAI, que pare él no son más que una banda de ladrones y maleantes – también tiene palabras para los carlistas navarros – «lo más cursi que hay en España»- y en general para los que dicen luchar en defensa de la religión: los comunistas, en su estupidez, llevan a la práctica su odio al burgués, pero la hipocresía de los «chulos de sacristía» que derraman sangre en nombre del Evangelio le parece despreciable.

Quizá sorprende que quienes salen mejor parados sean los soldados nacionalistas vascos – en especial los guipuzcoanos-, aunque sea por un tema de carácter, y no de ideología. Si bien su fe, como cualquier otra, es igualmente despreciada – como en el cura abertzale que muere bendiciendo al pelotón, «con fe de mandinga o de hotentote»- Baroja se esfuerza en recordar como sucesos tales como el incendio de Irún son obra de gallegos, asturianos o aragoneses (y si hay navarros, serán «de la Ribera»): gente que siente odio por el país. Harán bien estos vascos en no mezclarse con la canalla comunista, y hacer la guerra por su cuenta.

Al final, hará balance y dirá que después del XIX, entre María Cristina – «egoísta y de mal corazón» -y Don Carlos – «un idiota»-, llegamos al XX con la miseria de Alfonso XIII y la palabrería republicana. Si ahora la opción se plantea entre un régimen comunista y el de los militares y los curas, «estamos lucidos».

Este tono agrio, habitual en Baroja, es el que tiene todo el libro, un libro que gustará al que tenga interés en su autor pero que aportará poca cosa al que busque algo más. Si acaso, una de esas cosas puede ser la canción que murmura en su único momento de flaqueza, impresionado a la vista del Bidasoa, al otro lado de la muga. Son versos de Iparaguirre, el autor del Gernikako arbola y, según habíamos oído tantas veces, bardo abertzale por excelencia – ahí está su figura junto al roble-. Bueno, pues la canción dice así, en el euskera «no normalizado» de Baroja:

Ara nun diran, mendi maiteac
Ara nun diran, celayac
Baserri eder, zuri zuriyac
Iturre eta ibayac
Hendayan nago choraturican
Zabal zabalic beguiac
Ara España, lur oberican
Ez da Europa guciyan

(Allí están nuestros montes queridos/ Ahí están nuestros prados, los caseríos blancos/ las fuentes y los ríos / Estoy loco de contento en Hendaya / con los ojos muy abiertos / Ahí esta España / mejor tierra no la hay en toda Europa)

Una cosa más: a pesar de que este libro VIII se vendió como el último de sus memorias, la familia ya ha anunciado que publicará en 2006 un nuevo volumen, «Miserias de guerra. Madrid revolucionario«, con prólogo del escritor navarro Miguel Sánchez-Ostiz, y dicen que será más enjundioso. Ya veremos.

     

34 comentarios en “LA GUERRA CIVIL EN LA FRONTERA – Pío Baroja

  1. richar dice:

    Vale, está bien que critique a quien le plazca y que no se sienta muy partidario de ningún bando. O que diga que con estas opciones íbamos para atrás. Pero… ¿entonces de qué palo iba Baroja?

    Que criticar lo que hay está muy bien, pero habrá que dar alguna alternativa, ¿no?

    Saludos,
    Richar.

  2. javier dice:

    Bueno, no parece que ninguna de las alternativas por las que se supone que había que tomar partido le pareciera merecedora de ello. En realidad hay una parte del libro en la que contesta a tu pregunta, porque más de uno le instaba a «definirse». Su opinión es que si uno es un necio la cosa es fácil, pero si se tienen dos dedos de frente la cosa se complica. No sé si te vale la respuesta.

    Yo creo que Baroja es ante todo un individualista, y desconfía de todo lo que sean partidos, ideologías, y cualquier tipo de gregarismo o de generalización. Sólo sentía respeto por los hombres, uno a uno, en función de su valía.

    No digo que le valga todo: es un liberal, que está en contra todo lo que limite la libertad individual – como el Estado, la Iglesia, o los catecismos políticos -. Pero lo que está claro, creo yo, es que odiaba cualquier «organización» y sobre todo al hombre que siente el "calor de establo» en su interior, ya sean políticos o curas.

    Por eso no le verás tomando partido claramente por un «bando», aunque sí le oirás hablar muy bien de un cura en concreto o de un gudari en concreto.

  3. Koenig dice:

    Buenos días.

    La verdad es que siempre me han gustado Baroja y su individualismo.
    La crítica que hace Javier acaba de poner el libro en una lista restringida, en la otra están todos, veré si lo encuentro.

    Con respecto a la crítica de Baroja a los bandos de la guerra es cierto que a veces es mejor hacer una crítica positiva, dando alternativas, que ser meramente destructivo, pero también creo que a veces en la misma destrucción se está presentando la alternativa. Si he entendido bien la crítica de Javier, Baroja se entromete sobre todo con el fanatismo y la idiotez con que se siguen a veces las ideas políticas, soñando con el paraíso y siendo totalmente ciegos a las acciones que nos hacen cometer los «dirigentes» de ese paraíso y sus consecuencias.
    He tenido ocasión hace poco, charlando con amigos de un partido político, de comentar la visita hecha por un importante líder de dicho partido. La conclusión que saqué puede ser «barojiana». Algunos se van muy contentos pensando que sus líderes quieren ser sus amigos, pero mi impresión es que se trata de coba, palmaditas en la espalda y adoctrinamiento. A un líder político, sobre todo si es importante, se le da un ardite la amistad de las bases. Las bases están para trabajar, para servir al partido y al líder, para creerse las ideas y sobre todo para difundirlas sin discutir; y volviendo al principio, creo que eso es lo que Baroja despreciaba, los adoctrinadores oportunistas y los repetidores sin seso, los borregos, vaya, seguidores de ideologías que se tragan todo lo que les dan los de su bando y escupen lo que les ofrecen los del otro, sin pararse a pensar en si es bueno o malo, justo o injusto.

    En fin, lo dejo que tengo la mañana espesita.

    Un saludo.

    Koenig.

  4. Germánico dice:

    Bueno, yo no mezclaría a los actuales políticos, en general una manada de farsantes de izquierdas y derechas (y conozco personalmente a varios de mi localidad, alguno incluso antiguo compañero de «pedos» de estudiante), con los del pasado, a quienes no hace mejor la distancia, sino las circunstancias a que se enfrentaron y el coraje que tuvieron para hacerlo.

    Un político de hoy en día, salvo honrosísimas excepciones, no puede ser comparado a los de la Transición, por ejemplo, o a los de la Clandestinidad. Las razones para mí son tan obvias, que ni siquiera las expongo.

    Pero que en los años 30, entre el auge de los fascismos y los comunismos, y existiendo además las opciones democráticas (véase Francia o Gran Bretaña y sus liberales), alguien, atribuyéndose un intelecto (y una soberbia, añado yo) superior a la media, diga que no existen diferencias entre los unos y los otros, y opte por largarse y criticar a todo el mundo, me parece una postura cobarde, egoísta e indefendible.

    Y que conste que me encantaron «El árbol de la Ciencia», «La Estrella del capitán Chimista», «Las inquietudes de Santi Andía», «Aventuras, inventos y mixtificaciones de Humberto Paradox», y muchas otras.

    Saludos.

  5. Koenig dice:

    Ejem, «Silvestre» Paradox.

  6. Germánico dice:

    Uy, perdón: los riesgos del directo.

  7. javier dice:

    Desde luego Baroja está lejos de ser un modelo de conducta. No ya en la guerra, sino antes y después. Que a uno le gusten las obras de alguien no significa que ese alguien no sea un perfecto cobarde o un sinverg&uacuote;enza, y yo reconozco que le leo – y con mucho gusto – y le veo como un personaje más de sus novelas, no como un escritor comprometido o un intelectual incomprendido.

    Ni tan siquiera honesto, porque en el caso de Baroja hay que distinguir entre la figura que él traza de sí mismo -la que puedes leer en su libros y memorias – y la real, de la que algunos han hablado (en «Baroja o el miedo», Eduardo Gil Bera lo machaca sin piedad). En fin, que puede ser otro ejemplo de autobiografía-ficción, en la que él no es más que otro de sus personajes, y cuando habla es difícil saber – yo al menos no lo sé – qué hay de sinceridad y qué de oportunismo. Por otra parte, ese es el riesgo de documentos, testimonios y demás, aplicado a la historia.

    Con todo y con eso, y más allá de la valoración moral del escritor – si es que estás dispuesto a ir más allá, lo cuál ya es una decisión – creo que la visión de Baroja de la política del momento y de los seguidores de ambos bandos es bastante creíble, y en especial ese escenario fronterizo del país del Bidasoa – siendo hoy cómo es – lo hace para mí doblemente interesante.

  8. richar dice:

    Gracias a todos por las aclaraciones.

    Después de leer vuestros puntos de vista, estoy con Germánico en que largarse y criticar a todos es la opción más cobarde. No digo que no sea inteligente, al fin y al cabo sobrevivió a la guerra (¿no?), pero lo que no está bien es ladrar desde la barrera. O te mojas o te callas.

    Claro que si es él el que aparece en la portada del libro no me extraña que todo le pareciera mal… menuda cara de cabreo que tiene el tío.

    Saludos,
    Richar.

  9. Germánico dice:

    Je, je,… Tranqui, Richar, que no es ese. Pío se parecía (o viceversa) con su nieto (o sobrino nieto, o noséqué), el antropólogo Caro Baroja. ¿Te suena más? Aspectos respetables, ambos. [Por cierto, que Caro Baroja tiene libros muy interesantes: Las brujas y su mundo, Las formas complejas de la vida religiosa,…] No he encontrado ninguna foto en internete (bueno, jefe, tampoco me he matado a buscar), pero debe de haber unas cuantas.

    Saludos.

  10. javier dice:

    Me temo que, cabreado o no, el de la portada es él. ¿Quién si no? Saludos.

  11. Germánico dice:

    ¿Es él, seguro? No me lo parece, la verdad; aunque tampoco digo que no lo sea.

    Saludos.

  12. javier dice:

    ¿Por qué no te lo parece? Es él, aunque es verdad que estamos acostumbrados a su imagen de viejo.

    Se trata de un grabado de su hermano Ricardo Baroja, como los de todas las portadas de sus libros publicadas por Caro Raggio, la editorial de su cuñado. En algunos también hay grabados en el interior, y por cierto son bien chulos.

    Ya que hablabas de Caro Baroja, algunos de sus libros tienen también como portada los aguafuertes del tal Ricardo.

  13. Germánico dice:

    Pues, la verdad, lo que tú dices, Javier: sólo lo he visto de viejo. Y mejoró con la edad, ciertamente.

    Las ediciones que tengo de Caro Baroja son de Alianza Editorial, y no traen esas portadas, lamentablemente.

    Saludos.

  14. nando dice:

    Y al bardo este de la cancioncilla ¿ no le han tirado la estatua?.

  15. nando dice:

    Pues a mi me parece muy bien la postura de Baroja, con toda la prevención que merece el personaje según los comentarios de Javier.

    Retrata muy bien a los contendientes, una pandilla de miserables dispuestos a matarse, y ¿por qué deberiamos exigirle que tomase partido por alguno de los bandos? Escogió uno, el suyo, y acertó plenamente.
    Entre toda la calaña que él describe desde luego le resultó fácil despreciar las brillantes alternativas que se presentaban en su país.
    Baroja debe de tener un punto de ruindad, que yo desconozco pues solo he leido una de sus novelas, pero aquí no se equivoca: a cada cual peor.

  16. javier dice:

    Tiene más de una, y que yo sepa ahí siguen. Y eso que en la Casa de Juntas se conserva su instrumento y no es un txistu sino una guitarra como la de Manolo Escobar.

  17. nando dice:

    Me parece a mi que estos nacionalistas vascos de ahora, no señor, no conocen los mitos sobre los que sustentan su «pais»… una guitarra como la de Manolo Escobar… mandan güevos.

  18. calimero dice:

    El libro me pareció excelente…en su línea habitual.
    Con respecto a su actitud, cuando menos es más que discutible, y por mi parte su actitud nunca sería justificable; ¿en un momento así es comprensible cruzarse de brazos, limitarse a criticar la actitud de unos y otros y no proponer nada, no decantarse?. Eso es síntoma de cobardía. Es muy fácil decir:»ninguno de los dos bandos le complacían». Me recuerda a aquella derecha repugnante que mientras los españoles nos estábamos matando, ellos se limitaban a vivir a tutiplen en San juan de Luz.
    El libro, con todo, de veras que merece la pena.

  19. calimero dice:

    ¿Alguien ha leído el libro «Los mitos del nacionalismo vasco»?, de José Díaz Herrera, publicado por Planeta?. Lo tuve en manos un rato y pareciome que no tenía desperdicio.

  20. javier dice:

    Leí los extractos que publicó El Mundo. ¿Sabes algo del tal Díaz Herrera?
    Es periodista, y por lo que leí su tono era bastante sensacionalista, pero no lo conozco. Apoya claramente a Aznar y pone a caldo a Zapatero. Y el prólogo es del ubicuo César Vidal.

    Al parecer la principal novedad está en que saca a la luz archivos de la CIA y dice que Aguirre estaba a su servicio, pero él mantiene que el 90% de lo que dice es nuevo y rompedor.

    El que lo haya leído que levante el dedo.

  21. gabriel dice:

    pio baroja particularmente me llega a la baraja es un gilipollas vale.
    el mas serio es azorín vale tio

  22. davide dice:

    Pues por lo que a mí respecta, no vale tío. Cierto que es una persona muy compleja con respecto a sus ideas, pero como hombre de letras es un escritor como la copa de un pino.

  23. Derfel, el blanco dice:

    Jo, Gabriel, tio, molas mogollón…

  24. Derfel, el blanco dice:

    Bueno, respecto al tema barojiano, que me interesa muy mucho:

    Creo que es ciertamente dificil encuadrar en categorías simples -cobarde, etc.- a un individuo como Baroja, con una personalidad tan descomunal. Efectivamente, Pío Baroja mantuvo siempre una premisa: la «verdad», o más bien «su verdad», de forma que, si por algo se caraterizó, fue por decir siempre sistemáticamente lo que pensaba sobre todo y sobre todos, incluido él mismo, que siempre se autocalificó como «mediocre» o «gris». Postura ésta que le acarreó bastante más enemigos que amigos, dicho sea de paso.

    Si eso lo unimos a que escribió muchísimo, el resultado es una obra amplísima, en la que, junto a novelas excelentes, pasajes memorables, descripciones acertadísimas de personajes y situaciones, críticas muy lacerantes-, incurre en más de una contradicción, salidas de tono, comentarios de no excesivo buen gusto, etc., hasta el punto que se lo echaron personalmente en cara y sus memorias fueron suavizándose tomo a tomo.

    Ahora me pregunto: ¿a quiénes de nosotros, si tuviesemos el vicio de la escritura -como Baroja, que repito, escribía constantemente, incluso de muy mayor- y la vocación de decir todo lo que pensamos, sin esconder ni maquillar nada por el «qué dirán» no nos podría ocurrir lo mismo?

    Con independencia de analizar caso por caso lo que pudo decir Baroja en tal o cual sitio, o si está bien o mal, el poso final de la monumental obra barojiana no es otro que ese: la feroz individualidad del escritor, que dice y hace lo que le parece, sin importarle lo que dirán de él, o si se le encuadra en tal o cual grupete de amigos, lo cual no es tarea sencilla: siempre he tenido especial respeto por la gente que no le importa caer bien o mal, aunque ésto ya es cosa mía.

    Lo de tomar partido en plena Guerra Civil es algo que me parece más sencillo ahora 80 años después, que en pleno meollo de la cuestión: y así y todo, el tema no es que sea precisamente pacífico en la actualidad…

    Pero de ahí a acusar a Baroja de cobarde, en fin…Baroja metió las narices en todos los lugares -política, nacionalismos, filosofía, literatura, etc.- y en todos ellos dijo lo que pensaba, para bien o para mal.

    No alcanzo a enteder que exista gente como el citado Gil Bera que dedique tantísimo tiempo de lectura y estudio a un escritor por él tan denostado: a mí, si un escritor no me gusta, no lo leo y todos en paz.

    Por último, y en cuanto al libro en sí, como ya he comentado anteriormente, Pío Baroja bajó mucho de nivel los últimos años, lo que se advierte en sus últimas novelas y en su obra memorística, en especial en los tomos del final, como es este.

    Pero valorado en conjunto, seguimos hablando de uno de los grandes.

  25. Arauxo dice:

    Excelente reseña, Javier (qué lástima que seas tan calladito…), y excelentes comentarios que leo por primera vez. Gracias también, Derfel, por un «desagravio» de esta magnitud, tan ilustrativo y tan franco.

    Yo creo que, efectivamente, hablamos de uno de los grandes. Dentro de 200 (ó 1000) años, probablemente todo el mundo siga leyendo a Baroja y casi nadie recuerde a Gil Barea. Y es que, en mi opinión, aunque sólo hubiera escrito El árbol de la ciencia, Baroja habría pasado a la Historia de la Literatura, aunque solo fuese por su militancia -literaria- antibarroca. Llevándolo a nuestro terreno, creo que muchos escritores de novela histórica deberían leer más a Baroja y empaparse de su cruzada contra las prolijas descripciones y exageradas recreaciones pedagógicas tan frecuentes en la narrativa de este tipo.

    Y dicho esto, he de confesar, Richar, Germánico y compañía, que no acabo de entenderos. No comprendo, en primer lugar, porqué juzgamos a un escritor, a un literato, por sus ideas y no por su talento. No digo, por supuesto, que no pueda hacerse; digo que no debería hacerse, o lo que es lo mismo, que es injusto. ¿Juzgamos a Pressfield, a Eslava, a Eco, a Penadés, a Corral, a Scarrow o a Cornwell por sus ideas? (Y que conste que no los estoy comparando con Baroja, Dios me libre; sólo he puesto como ejemplos a algunos nombres con cierto predicamento en Hislibris) ¿Nos corresponde hacerlo? ¿O criticamos sus obras por su valor literario o histórico?

    Yo creo que hay determinados escritores que, por sus planteamientos políticamente incorrectos, son carne de cañón de las manipulaciones partidistas y partidarias más miserables. Suscitan la agresividad de ciertos «críticos» que, en realidad, ni hacen crítcia literaria ni son capaces de apreciar el talento allá donde surja; son meros sicarios de sus propios «bandos», es decir, aquellos contra los que Baroja dirigía toda su artillería por su mediocridad. Odian a Baroja, porque él los «caló» y los combatió hasta la muerte.

    Baroja fue un escéptico, un pesimista existencial, un desencantado de la vida, un individualista y un agnóstico de la propia existencia; nunca se alineó con nada ni con nadie salvo con él mismo. Y, por eso, probablemente, suscita el necio desprecio de los fanáticos y de los ignorantes en una sociedad que, como la española, clasifica a los seres humanos en amigos y enemigos: «o estás conmigo o estás contra mí».

    ¿Cobarde, egoísta, indefendible? Esas son, posiblemente, las lindezas que han recibido siempre quienes se han mantenido leales a sí mismos, contra viento y marea. Porque cobarde es aquel que calla y vegeta, pero ¿es cobarde quien denuncia, por activa y por pasiva, como hiciera Baroja, el fanatismo, la intransigencia y la mediocridad de unos y otros? ¿Pensáis en serio que, por encima de todo, hay que formar parte de un bando? ¿De verdad había que tomar partido? Pues yo lo siento, pero encuentro en Baroja mucha más sensatez que en la España de la época, una España que se destruyó a sí misma porque los españolitos siguieron, a pie juntillas y sin cuestionar las órdenes, como hacen los sicarios, a un puñado de ambiciosos y fanáticos sin escrúpulos de signo muy diferente.

    Y es que a veces la sensatez y la lealtad a uno mismo se confunden con la cobardía, especialmente en tiempos muy políticamente correctos y muy mediocres.

  26. Epaminondas dice:

    Mi muy querido y admirado Arauxo,

    En primer lugar debo reconocer mi lamentable ignorancia sobre la obra de un escritor tan fundamental en nuestra lengua como Pío Baroja, a quien aun no he leído. Espero en un futuro poderle dedicar –dentro de mis limitadas posibilidades- el tiempo que sin duda merece. Enhorabuena con retraso por esta reseña e hilo amigo Javier.

    Forma parte de tu discurso una idea que has repetido en más de una ocasión, partiendo del más absoluto respeto por tu libertad, discrepo parcialmente contigo. Por citar tus propias palabras permíteme extractarte:

    “pero ¿es cobarde quien denuncia, por activa y por pasiva, como hiciera Baroja, el fanatismo, la intransigencia y la mediocridad de unos y otros? ¿Pensáis en serio que, por encima de todo, hay que formar parte de un bando? ¿De verdad había que tomar partido?”

    Como ejemplo es ilustrativo, es válido de una idea que has repetido en alguna ocasión anterior y que vendría a sintetizarse en lo siguiente: La virtud se encuentra en el pensamiento independiente, el pensamiento afiliado a alguna corriente –sobre todo política- debe ser por necesidad sectario. Sobre esta idea tuya querría hacer algún comentario.

    Encontrarás en mí el más firme defensor de la libertad de pensamiento, no creo que haga falta demostración mayor en este momento para que me creas. No existe capacidad humana que me parezca más sublime: ser capaz de pensar creativa y libremente. Con respecto a esto, y al igual que muchos de nosotros, admiro de forma innata a quien es capaz de bucear en las turbulentas aguas del mundo en pos de un atisbo de luz que nos guíe en este abismo, mucho más si es capaz de expresarlo brillantemente, y más aun si es capaz de hacer uso del lenguaje y legarlo a sus congéneres.

    El meritorio hecho de ser un librepensador alcanza lo sublime cuando se desenvuelve en un medio hostil, pues anteponiendo su alma al bienestar material nos lega con su sacrificio un pensamiento macerado en la contradicción de lo que le parece injusto, aun quedando solo, algo que juzgo un legado de vital ejemplo para la libertad de todos los hombres.

    Dicho esto, no creo que la independencia intelectual implique vivir aislado del pensamiento que le rodea a uno, exija no poder comulgar con aquello que le parezca justo, o permita alinearse ideológicamente con aquellos que tienen un pensamiento similar. En el ejercicio del pensamiento abstracto la filiación puede no ser importante, puede tratarse de un mero ejercicio intelectual, en nuestra vida común, en constante interacción con los demás, no es así. No es necesariamente un maldito, ni un interesado hipócrita, ni un adulador, todo aquel que mantiene una línea de pensamiento sobre los asuntos de la polis, lo expresa, lo defiende, e incluso es capaz de asociarse a otros semejantes por defender aquellos aspectos sobre los que sea necesario el consenso con los demás.

    Zoon politikon.

    Si los hombres –y aun más los intelectuales- no se preocupan de lo que les es común a todos en su vida como ciudadanos, no participando por no ver empañada su sagrada independencia, ten por seguro que serán pasto de aquellos otros hombres, que sin poseer ningún escrúpulo ni respeto sus semejantes, los someterán y dispondrán de ellos a su voluntad. No soy yo nadie para definir que es la sabiduría pues no la poseo, solo sé que no es sabio quien se limita a conocer la injusticia sin hacer nada, y que quizá quien percibiéndola la denuncia a los demás, e intenta además oponerse a ella en la medida de sus fuerzas, quizá ha comenzado a recorrer su camino.

    Con esto no pretendía polemizar ni molestarte, solamente quería reivindicar que se puede defender una idea política y ser honrado personal e intelectualmente a un mismo tiempo.

    Un abrazo.

    Epaminondas.

  27. ruben dice:

    Coincido plenamente con Pio Baroja, en España no se dan politicos de validez relevante, ni por aquel entonces en los años 30, ni ahora en 2008, todo son mentiras, ideas vagas, sensacionalismos y si no estas conmigo es porque estas en mi contra ( os suena lo de antipatriota? ). Se marcho sencillamente porque tenia que hacerlo, yo tambien lo habria hecho y escribio sobre la guerra porque tenia derecho a escribir aunque algunos pensais que no. Lo malo y todavia triste es que todavia siguen habiendo dos españas, algo mas diluidas pero dos, y los mismos politicos miserables, unos mas que otros pero los mismos.
    PD. Mis abuelos fueron guerrilleros republicanos y la guerra solo les trajo calamidades a ellos y sus familias ( incluyo la represion fascista ) y desconozco el daño que ellos causaron a otros, realmente alguien piensa que eso se hace por la libertad y la igualdad ??? Me temo que sí.

  28. Luigi dice:

    Baroja no fue más que un totalitario. Fue un pronazi y si alguna diferencia tuvo con los sublevados fue el catolicismo rancio de estos, el cual él despreciaba hasta la médula. Era íntimo amigo del nazi suizo Paul Schmitz, escribió un libro prologado por el falangista Giménez Caballero llamado «Comunistas, judíos y demás ralea», se enorgullecía de ser antisemita y de guardar una esvástica.
    Su libro «Miserias de la guerra» fue censurado por el franquismo especialmente por su verborrea anticlerical, no precisamente por criticar a las «familias» del Movimiento ni por supuesto a Franco. Políticamente fue bastante violento, odiaba el nacionalismo vasco (su obra «Momentum catastrophicum» es reveladora) y fue un encendido antimarxista.
    Én el aspecto ideológico fue una calamidad, como escritor un genio sin lugar a dudas.

  29. Lobo Rojo dice:

    Llego muy tarde; pero comento, si se me permite.

    Dicen por ahí que Baroja fue un «totalitario» (?). No estoy de acuerdo. El escritor nunca quiso imponer sus ideas o su, de tenerlo, que lo dudo, pensamiento político. En «Juventud, egolatría» se describe a si mismo como un acérrimo individualista; no hay más. En el citado libro acepta las críticas o las opiniones poco favorables que otros tuvieran de él; acepta que se tengan; y acepta, muy pocas personas serían capaces, que esas críticas se expresen con total libertad. Que fuera amigo de un filonazi no viene a decir nada; y en «Miserias de la guerra» atiza a ambos bandos por igual, sin hacer distingo alguno.

    Lo de definirse es, habiendo leído alguna novela del autor, una chorrada: Baroja, ya lo he dicho, era individualista, recalcitrante en esto la mayor de las veces. Estimaba, como estimamos muchos, que todo grupo humano es corrupto, llegado cierto momento adecuado para que esa corrupción aflore sin cortapisas; porque en todo grupo humano, teniendo en cuenta la obsesión por la posición y la avaricia desmedida, siempre hay individuos perjudicados. Además, los que supeditan todo a los grupos, a los idearios o a las patrias, son personas muy sospechosas.

    Comprendo que para muchos esa indefinición barojiana sea difícil de digerir, habida cuenta de los tiempos convulsos en los que el autor hubo de vivir. El escritor fue un auténtico lobo estepario, como el personaje de la novela de Hesse.

    Hay que recordar también que su ideal era la «ataraxia»; quizá esto lo explique todo.

    Un saludo.

  30. richar dice:

    Saludos Lobo Rojo,

    no pasa nada por llegar «tarde», que aquí las reseñas están abiertas 24/7.

    Un saludo y bienvenido.

    Richar.

  31. Lobo Rojo dice:

    Muchas gracias por la bienvenida, Richar.

    Es muy agradable que existan blogs como éste en la red; enhorabuena.

    Intentaré pasarme por aquí de vez en cuando.

    Un saludo.

  32. richar dice:

    Aquí te esperamos :-)

    Saludos,
    Richar.

  33. Yeye dice:

    En gran parte estoy con este articulo. He de decir que Baroja era un germanofilo visceral tanto en la Primera Guerra Mundial (fue el unico intelectual de prestigio en España que mostro afinidad por Alemania) como en la Segunda.
    El siempre alardeo de tener una esvastica nacionalsocialista, su desprecio al judio constante (aunque mas en terminos socio-economicos que raciales), su anticlericalismo radical (muy tipico de los totalitarismos) y sacudio con ferocidad el marxismo (no hay ni existe una sola critica al fascismo en su vida).
    Su no antipatia (o simpatia, quien sabe) al franquismo es conocida. Con solo analizar sus frases y comentarios historicos se deduce que en su larga vida no hizo mencion alguna de tipo negativo a Franco ni al regimen. Porque en el fondo, como paso con Ortega, Marañon, Perez de Ayala, Azorin e incluso Unamuno pese a su discusion fuerte con Millan Astray (hay que recordar que el rector dono 5000 ptas al alzamiento y realizo un escrito a todas las universidades del mundo en favor del golpe y el caracter totalitario del Frente Popular), veian en los sublevados un mal menor.

  34. OSWALDO MELIAN AFONSO dice:

    Pío Baroja, hasta el final de su vida, mantuvo una actitud crítica, sin compromisos políticos ni sociales. No había en su personalidad nada más fuerte que aquella independencia, esquiva, idealista y a un tiempo, sentimental.

    Era también romántico, entendido según la definición de Ortega, como UN HOMBRE AL QUE EL CORAZON SE LE HA SUBIDO A LA CABEZA.

    Con la conducta subordinada a un ideal desinteresado, recibió de los dos lados del camino el reproche de no ser consecuente. Fue preso por los carlistas en 1936, y al recobrar la libertad cruzó la frontera de Francia no era un mero joven.

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