LA AGONÍA DE FRANCIA – Manuel Chaves Nogales

9788492663217Un proceso a la Francia de 1940 y su “extraña derrota”, escrito por un testigo de los acontecimientos.

En otro registro y desde la mirada de un extranjero, pero con similar lucidez y sentido crítico, La agonía de Francia de Manuel Chaves Nogales es un dignísimo equivalente del celebrado escrito póstumo de Marc Bloch, La extraña derrota, que su autor concibiera como un proceso o balance de las condiciones que llevaron a la ignominiosa debacle francesa de 1940. Empero, a diferencia de Bloch, que nunca vio publicado su escrito (en 1944 fue torturado y ejecutado por los alemanes), Chaves Nogales sí pudo publicar el suyo, y lo hizo en Montevideo, en 1941. Como explica Xavier Pericay, autor del prólogo de la edición de Libros del Asteroide, parece que el periodista español proyectaba una edición en inglés de su libro, la que nunca llegó a materializarse; cosa que es de lamentar porque la frustrada edición le hubiese propiciado la difusión internacional que largamente merecía. 

La clave del libro se encuentra en este párrafo, de temprana lectura:

«Yo he visto y he sentido hondamente la amarga decepción de esos cientos de miles de hombres que, perdida su patria por la expansión triunfante de la barbarie totalitaria, llegaban a Francia creyendo encontrar en ella el baluarte de la democracia y la civilización y se encontraban con un nazismo vergonzante, larvado, con el cadáver maquillado de una República Democrática en cuyas entrañas podridas germinaría la gusanera del totalitarismo.»

El fragmento informa en primer lugar del empaque testimonial del escrito, basado ante todo en lo que el autor “ha visto” y “ha sentido”. Chaves Nogales, en efecto, fue testigo presencial de lo sucedido, mas no a la manera de un espectador imparcial sino como individuo comprometido con la causa francesa y con la defensa de la democracia liberal; refugiado en Francia desde fines de 1936, el hombre colaboraba con diversos periódicos americanos de lengua castellana y con la Radio Francesa para España y América del Sur, erigiéndose en genuino paladín de los principios republicanos. Por otro lado, el fragmento sintetiza el sentido subyacente del libro, el que se desdobla en dos motivos íntimamente entrelazados: La agonía de Francia es tanto un encendido alegato como la expresión de un desengaño. Chaves fue del número de los que proclamaban su fe en Francia, en el mito encarnado de Francia como faro de civilización y cuna de la democracia, la libertad y los derechos humanos; un país que, al decir del español, «tenía a orgullo el ser tierra de asilo y [que] se vanagloriaba de que todo hombre civilizado tuviese dos patrias, la suya y Francia». Cuanto más ardiente esta fe, y en Chaves lo era en grado sublime, tanto más grande la conmoción producida por el colapso francés. Como él, eran muchos los que se habían acogido esperanzados a la legendaria tierra de asilo, huyendo de la marea totalitaria que amenazaba con anegar el continente, sólo para ver cómo la idealizada Francia se desmoronaba en cuestión de semanas bajo el peso de la embestida alemana. Chaves no cree que la explicación del colapso se circunscriba a lo estrictamente militar. Las causas son anteriores y remiten en lo esencial al hecho de que Francia, nación dividida y polarizada, sucumbió en gran medida a la tentación totalitaria. Precisamente éste es el tema que acompaña al del referido desengaño, y el que hace de su libro un alegato contra el espectro del totalitarismo.

Alegato contra la tentación totalitaria, por consiguiente a favor de la democracia liberal. Porque Chaves es terminante al afirmar que la victoria militar alemana, más fácil de lo que cualquiera hubiese podido anticipar, no es prueba de la superioridad del fascismo o del totalitarismo sobre la democracia. Antes bien, lo que sucedió fue que Francia había defeccionado, Francia había traicionado su legado republicano, traicionándose a sí misma además de a aquellos que, extranjeros, veían en el país un bastión de la civilización occidental. La República francesa cayó sobre todo porque entre sus hijos no tenía suficientes valedores dignos del nombre, y esto precisamente cuando enfrentaba el más crítico de los trances. Francia estaba podrida en lo más íntimo de sus entrañas, aduce Chaves Nogales, al extremo de que el clima moral del país, con su derrotismo, su frivolidad y su muy depauperada fe en las virtudes cívicas, no parecía sino una confirmación de las consignas del ministro Goebbels o de cualquier ideólogo bolchevique acerca de la debilidad «intrínseca» de las democracias. De hecho, se multiplicaban en el país los que, receptivos a los sofismas totalitarios, creían que la podredumbre de algunas democracias se hacía extensiva a la democracia per se, proponiendo como medio de salvación nacional un vuelco radical hacia todo lo que supusiese renegar del liberalismo, el parlamentarismo y el republicanismo. El país que había hecho don al mundo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano albergaba en su en su clase política, en su ejército y en su intelectualidad individuos que en su fuero interno –y a veces en público- se hallaban admirativamente rendidos a la barbarie hitleriana. Francia se hallaba a la sazón sumida en un estado de guerra civil larvada en que medraban los enemigos de la democracia, y el armisticio y la subsiguiente instauración del régimen de Vichy no hicieron sino inclinar la balaza del lado de los que se hicieron aparentemente con la fuerza, mas no con la razón. Este estado de cosas es lo que aviva el fuego de la crítica vertida por Chaves Nogales, cuyo libro viene a ser una vitriólica diatriba de lo que el propio autor denomina la “defección francesa”.

Diatriba cuya acritud es proporcional al amor del autor por el país cuyo nombre era indisociable de una serie de conquistas en favor del ideal republicano, aquella Francia que desde la caída del mito bolchevique y su ilusión revolucionaria –proclama el español- «había vuelto a ser la Meca de todos los hombres libres de Europa»; acritud proporcional, se entiende, a la decepción de 1940. (El amor de Chaves resulta patente en expresiones como “pueblo superior” y “nación que tenía derecho a ser inmortal”, que el autor endilga a Francia.) Lo cierto es que la decepción de Chaves Nogales se venía incubando desde antes, a raíz de la guerra civil española. Pero el que la República francesa dejara en la estacada a su hermana peninsular no lo llevó a abjurar de sus convicciones políticas, antes al contrario, sus actividades profesionales se alinearon con la impugnación del “Jano totalitario” (Chaves dixit), bestia de dos caras -comunista y fascista- que en el escenario galo había asomado en las violentas movilizaciones de 1934 (disturbios en la Plaza de la Concordia provocados por la extrema derecha) y 1936 (masivo y prolongado paro nacional que puso en jaque la estabilidad republicana). Así pues, en La agonía de Francia Chaves Nogales lleva a cabo una disección de las circunstancias que, para transitorio desdoro de la democracia, posibilitaron el desplome del que debía ser uno de sus baluartes. Es un ejercicio que, para decirlo de una vez, prácticamente no deja títere con cabeza, trátese de instituciones, individuos, partidos políticos o clases sociales, y que leído en la actualidad deleita por su perspicacia y por su buen hacer; detalle este último que nunca está de más destacar, por mucho que la firma del gran periodista y escritor sevillano sea garantía de maestría estilística.

El tono del escrito lo dan términos tan severos como “descomposición”, “decadencia”, “impotencia”, “esterilidad”, “egoísmo”, “ambiente de claudicación”. El diagnóstico de Chaves imputa estas y otras dolencias al pleno de la sociedad francesa, a sus líderes, a sus clases pudientes y al pueblo llano. Pocas de entre las personalidades sobresalientes salen bien paradas (Daladier y De Gaulle, por ejemplo). El autor es particularmente lapidario en su crítica del ciudadano medio, del pueblo, al que en su conjunto juzga incluso inferior a la dirigencia política e indigno de la democracia; a este respecto las implacables observaciones de Chaves Nogales se hacen eco del pensamiento orteguiano, suscribiendo en líneas generales su idea de la rebelión de las masas. Pero a las clases altas no les va mucho mejor, puesto que el autor las acusa de estar virtualmente nazificadas. Ni hablar de las élites intelectuales: cuando no se habían dejado seducir por los señuelos totalitarios, lo que en ellas fallaba era el valor moral, la fuerza en sí mismos y en sus convicciones democráticas, imprescindibles para presentar batalla a enemigos letales. En cuanto a los militares, los reproches a su incompetencia, su derrotismo y su obsolescencia, sin olvidar los vicios ideológicos –mentalidad reaccionaria, antisemitismo- son del calibre que cabe esperar. Por supuesto, las facciones de extrema derecha y de extrema izquierda son objeto de punzantes comentarios. El cuadro general, en fin, es lamentable; el país entero parecía exclamar “¡Antes la esclavitud que la guerra!”.

Lo cierto es que no hay síntesis ni reseña que reemplace la lectura de un libro tan bueno. A modo de colofón, valga la siguiente cita, representativa del espíritu que anima el proceso al 1940 francés de Chaves Nogales:

«En el fondo de esta espantosa lucha de nuestro tiempo y a pesar de las fuerzas demoníacas que se ponen en juego, no hay más que una verdad. Hasta ahora no se ha descubierto una fórmula de convivencia humana superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más perfecto que el de una asamblea deliberante, ni hay otro régimen de selección mejor que el de la libre concurrencia. Es decir, el liberalismo, la democracia».

– Manuel Chaves Nogales, La agonía de Francia. Libros del Asteroide, Barcelona, 2012. 208 pp.

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21 comentarios en “LA AGONÍA DE FRANCIA – Manuel Chaves Nogales

  1. Urogallo dice:

    Curiosamente ahora leo «¿Arde París?». Hay un momento en el que los resistentes alegan que es necesario sacrificar París para vengar la verguenza de 1940…

  2. Rodrigo dice:

    Vaya. Ése es un libro que nunca me he decidido a conseguir.

    A propósito de sacrificar París. En La agonía de Francia hay un capítulo en que Chaves se burla del miedo de los parisinos a los bombardeos aéreos, contrastándolo con la entereza de los madrileños en los días de la GCE (curiosamente, no dice nada de los raids sobre Inglaterra, y eso que Chaves se había refugiado en Londres). Lo crucial es que pone en duda la capacidad destructiva del arma aérea…

  3. Uro del Sena dice:

    Es que la capacidad del arma aérea aún estaba por demostrar en concentraciones masivas. En la GC española no se había dispuesto de una fuerza aérea de entidad.

    Libro curioso el que menciono. Muy documentado, pero se pierde en el detalle

  4. Arturo dice:

    Qué interesante, Rodrigo, gracias. La verdad es que Libros del Asteroide nos da a menudo gratas sorpresas como esta.

  5. Valeria dice:

    ¿Has leído el de Bloch, Rodrigo? Porque estaba entre mis compras futuras, y ahora entre éste y aquél tengo mis dudas.

    Y qué casualidad, he leído el de Arde París hace apenas un par de meses. Extremadamente prolijo en algunas cosas, como dice Uro, pero interesante para hacerse una idea de todo lo que se «coció» tras la liberación.

  6. Rodrigo dice:

    Naturalmente, Uro. No había llegado la hora de los Lancaster y los B-17.

    Cierto, Arturo. Es una gran editorial.

    Lo leí, Valeria, claro que sí. No te lo pierdas, en su tema es imprescindible.

    Tomo nota de ¿Arde París?. Sus comentarios, queridos, abren el apetito.

  7. Rodrigo dice:

    Más o menos relacionado con el tema, el trauma francés. Leo actualmente un libro del malogrado Tony Judt, El peso de la responsabilidad, publicado este mismo año por Taurus (el original data de 1998: la traducción es tardía pero, ya se sabe, más vale tarde que nunca, sobre todo tratándose de Judt). Se trata de un tomito exiguo pero sumamente jugoso compuesto por ensayos sobre Leon Blum, Albert Camus y Raymond Aron, tres franceses que pensaron y escribieron a contracorriente de su tiempo, excepcionales por su coraje e integridad. El libro es un complemento del excelente Pasado imperfecto, escrito poco antes, y me está resultando tan bueno como esperaba. La Introducción ofrece una sucinta pero muy sugerente evocación del contexto en que se desenvolvieron los tres personajes, muy en línea con las consideraciones de Chaves Nogales sobre el estado lamentable de la política y la sociedad francesas. Hay también un entrañable homenaje a François Furet, a cuyo estímulo debió Judt la escritura del libro. (Furet, también un descastado en su momento, no por casualidad admirador del trío de marras… Su libro El pasado de una ilusión se crece con los años.)

  8. José Sebastián dice:

    Felicidades Rodrigo por tan completa y acertada reseña de un libro realmente imprescindible. Soy fan de Manuel Chaves Nogales y gracias a «Libros del Asteroide» (mi editorial favorita) y «Almuzara» le he hincado el diente a casi todas sus obras. Un genial periodista adelantado a su época que «estuvo allí» y nos lo supo transmitir como solo saben hacerlo los grandes genios (Kapuscinski, Echenoz, Gaziel…).

    Intenté hacerme en su día con el libro de March Bloch pero estaba descatalogado.

    Saludos

  9. Rosalia dice:

    Se sumo a la gratitud expresada en los anteriores comentarios.
    Magnífica reseña para un autor que debemos mantener a salvo del olvido.
    Un saludo.

  10. ARIODANTE dice:

    Rodrigo, nunca dejarás de sorprenderme! Me parece que este es un libro que debo leer, ciertamente! Tengo a Chaves Nogales en cola, esperando, y me parece que lo voy a pasar por delante de otros…lo que cuentas me interesa muchisimo!! Enhorabuena, ¡¡chapeau!!

  11. Balbo dice:

    Lo de los posibles bombardeos a París, me recuerda a una escena de la película «The Monunments Men» en que un de los integrantes del comando, el francés, bromea diciendo que Hitler no bombardeó la Ciudad de la Luz porqué artísticamente era más bella que Londres.

  12. Urogallo dice:

    Bueno, y porque quería sus tesoros intactos.

    En realidad, porque no se defendió.

  13. Rodrigo dice:

    Bastante traumatizados estarían los parisinos, con lo de 1870 y lo de 1914…

    Chaves es muy bueno, de veras. Por ideas y convicciones, hasta donde sé, debe de haber sido uno de los espíritus más sensatos de su época (y vaya época desquiciada la suya). Encima rescatado por Libros del Asteroide, miel sobre hojuelas: unos libros que son verdaderas joyitas. Hace poco leí otro de sus títulos, La vuelta a Europa en avión, y no tengo más que recomendarlo también.

    Mil gracias por sus comentarios, estimados.

  14. toni dice:

    Hola Rodrigo. Excelente reseña como siempre. Apunto el de La vuelta a Europa en avión como lectura futura. De momento de éste autor he leído el libro que reseñas y A sangre y fuego, una recopilación de relatos sobre la Guerra Civil que me gustó mucho.

  15. Uro del Sena dice:

    Bueno, en 1914, por estas fechas, la guerra se acercaba a Paris, pero nunca llegó.

  16. José Sebastián dice:

    A vueltas con Chaves Nogales coincido en recomendar «La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja». Pero tampoco os podeis perder «El maestro Juan Martínez que estaba allí» (brutal) y «Bajo el signo de la Esvástica» (a destacar la visión clarividente de Chaves anticipando futuros desastres a los pocos meses de visitar la Alemania Nazi tras el ascenso de Hitler al poder).

  17. Rodrigo dice:

    Cierto, Uro. Me refería a la destrucción provocada por los alemanes en suelo francés, en general, con el bombardeo de la catedral de Reims como símbolo.

    Gracias, Toni. El A sangre y fuego es uno que aún debo conseguir. Da la casualidad de que este libro se publicó por primera vez en Chile, el 37 (por Editorial Ercilla).

    José Sebastián, precisamente fue a partir de El maestro Juan Martínez que me interesé en la obra de Chaves Nogales. Muy buen libro, por cierto.

  18. Valeria dice:

    Magnífica lectura, por la forma y por el fondo. Aunque debo confesar que el hecho de que Chaves escribiese para sus contemporáneos me ha obligado en alguna ocasión a ahondar un poco más , como complemento de la lectura, en las figuras políticas francesas a las que se refiere, y más concretamente con respecto a Monsieur Daladier. Porque tenía la sensación de que se me escapaban muchas cosas que el autor quería contar.

  19. iñigo dice:

    Recién comprado caerá cuando le toque.

  20. Rodrigo dice:

    Genial, chicos. Me complace muchísimo saber que la recomendación tiene sus frutos.

    Justamente, Valeria, el libro tiene lo que refieres, algo muy característico de los escritos que oscilan entre el testimonio y la denuncia. Pero no deja de ser estimulante, creo yo.

    Ya contarás, Iñigo.

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