IVANHOE – Walter Scott

Ivanhoe portada«Scott nos inventó a todos» (George Simenon).

Cuando era joven (bueno, un poco menos que ahora), es decir en mi niñez, mi Olimpo literario estaba conformado, y sigue estándolo, por cientos de personajes a los que debo horas y horas de entretenimiento gratis, a la vez que gloriosas tardes de lluvia arrobado entre cálidas mantas. No les pedí nunca nada a cambio, cosa que en su justa medida podían haberme demandado, pero gracias a ellos amueblé mi cabeza con increíbles historias en lugares lejanos, a la vez que aprendí cientos de cosas, como por ejemplo el valor de la amistad junto al brillo del acero en Los Tres Mosqueteros; el precio que hay que pagar por el ansia de venganza al lado de un resentido Edmundo Dantes… ¡Fatalidad!; o a buscar el brillo del oro a bordo de la Hispaniola, mientras en un barco paralelo alguien gritaba aquello de ¡Por allí resopla!. Y todo ello decorado e iluminado con los colores brillantes de un Tintín en busca del Cetro de Ottokar, o un Asterix estimulado por la poción mágica. Todo un universo de primeras lecturas y ensueños en los que el yo adulto, baqueteado ahora por el devenir de la vida actual, todavía envidia al yo de antes. 

Una de aquellos relatos que me hacían soñar con tiempos pretéritos de armaduras brillantes y relucientes pendones al sol, fue sin lugar a dudas Ivanhoe, del cojo Walter Scott (como curiosidad indicarles que cojeaba de la pierna derecha). Escrita en 1819, es sin lugar a dudas la obra más célebre de este escritor, a la vez que le catapultó al inmortal Parnaso de los grandes escritores. Ambientada en plena Edad Media, en concreto en el siglo XII, el autor centra su historia en un mundo donde dos comunidades, los sometidos sajones y los vencedores normandos, luchan por la supremacía de la frondosa Inglaterra. Es en este preciso instante cuando hace su aparición un joven e impetuoso caballero llamado Wilfredo de Ivanhoe, hijo de un caudillo sajón llamado Cedric que regresa de las cruzadas. En cuanto pisa tierra anglosajona se da cuenta de que su mundo está del revés pues desde que Ricardo Corazón de León ha sido apresado por el archiduque de Austria su envidioso hermano Juan Sin Tierra ha usurpado el trono haciendo de toda la isla coto privado para los soberbios normandos. Claro está, nuestro buen caballero no duda en ofrecer su espada a los oprimidos sajones y se declara en franca rebeldía contra el pérfido hermano del león de Plantagenet.

Decidido a mostrar su gallardía, y a recuperar la mano de su amada Lady Rowena, se presenta al gran torneo de caballeros en Ashby de la Zouche y de esta manera humillar a los altivos normandos. Para no revelar su identidad se apunta con el nombre de El Caballero Desheredado (pues fue su padre quien le desterró al saber sus amores con Rowena ya que ésta estaba destinada a Athelstane, último descendiente de los sajones). Entre lanzas hechas astillas, gritos de heridos y suspiros de vírgenes y lúbricas damas, Ivanhoe gana a todos sus adversarios, incluido al templario Bois-Guilbert (el malo del libro). Cuando tiene que presentar sus respetos a las autoridades revela su identidad pero poco le dura el gozo del triunfo pues una de sus heridas le hace perder el sentido. Rápidamente es llevado por los judíos de York a la ciudad, y es justamente en ese momento cuando Rebeca, hija de Isaac de York, se enamora del caballero, aunque éste solo tenga miras hacia su idealizada Lady Rowena. Lo que no sabe ninguno de ellos es que el taimado Bois-Guilbert también se ha enamorado, a pesar de las duras leyes antijudías que existen, de la bella Rebeca (no le culpo de ello pues en el film de 1952 Elisabeth Taylor esta despampanante en comparación con la mantequillosa Joan Fontaine). La lucha por el honor y el amor están servidos.

Como diría una presentadora de televisión, ¡hasta aquí puedo leer!, ya que no les quiero destripar el final de la historia, pero puede informarles que desde aquí la acción es trepidante, en el que incluso aparecerá un rebelde arquero llamado Locksley o un Corazón de León disfrazado con ganas de pasar cuentas con el taimado de su hermano Juan sin Tierra. Aun así, lo que sí puedo asegurarles es que nos encontramos con una de los grandes libros de la literatura universal. Tanta importancia tiene que es justo reconocer que Scott, gracias a su Ivanhoe, fijó el género de la novela histórica y en concreto del best-seller actual, pues sin esta obra no habríamos disfrutado con los grandes folletines del XIX, y otras sublimes obras como Nuestra Señora de París o cualquier novela histórica que actualmente gozamos. Es decir que escritores como Dumas, Víctor Hugo, Tolstoi, Waltari, Follett o Pérez-Reverte, entre tantos cientos, le deben cada uno de los renglones que han escrito. Walter Scott aplica en esta novela histórico-romántica todas las claves actuales de la novela (o que deberían tener): narración estructurada y metódica, personajes bien definidos, acción a raudales e historias paralelas que se funden al final en una sola; sorpresas que hacen que el lector quiera saber qué pasará en el siguiente capítulo; o lenguaje que rememora la época en que esta centrada la historia, en este caso la Edad Media. Es curioso, pero si leen, o releen este libro y nadie les dice que esta escrito en otro siglo seguramente les parecerá que es una obra nueva, actual, fresca y muy directa a los sentimientos del lector. Esta es la magia de Ivanhoe, y de otras obras inmortales, que son totalmente atemporales ya que tienen el encanto de encandilar a cientos y cientos de lectores a través de los siglos.

Con respecto a lo de que Scott centre su historia en el siglo XII tiene su importancia. Que no es poca. Ya que gracias a esta novela histórica el autor vuelve a redescubrir la pasión por la Edad Media a muchos de los lectores de su tiempo. Recordemos que nos encontramos en la llamada época romántica y que el retorno al pasado, en este caso los siglos anteriores al Renacimiento, es aceptado con gusto no solo por los críticos literarios sino también por cientos de hordas de lectores. Se ponen de moda los castillos, los caballeros, las justas, las nieblas entre las ruinas… el perseguido, el personaje oscuro y humillado cobra valor frente al intrépido héroe inmaculado. Como se podrá ver muchos de estos ingredientes están fijados en las paginas de esta obra, u otras de Scott como por ejemplo El pirata. Pues bien, nuestro autor teje un tapiz histórico con todos estos elementos, y también buena parte de tópicos existentes sobre el medioevo. Pero aunque algunas veces pueda faltar algo a la realidad histórica, Scott lo prefiere así pues sacrifica en algunos momentos la veracidad en aras del entretenimiento enriqueciendo de esta manera la receta hasta conseguir una acción apasionante a la vez que inolvidable. En este punto hay que recordar al mismísimo Dumas cuando le acusaron de falsear la realidad y éste respondió aquello de: Es cierto he violado la historia, pero he procreado algunos hijos hermosos. Pues lo mismo hizo Walter Scott al plasmar el marco de manera perfecta e introducir algunas modificaciones en el lienzo, consiguiendo una obra maravillosa.

Bueno… ¿qué más se puede decir de este libro? Esencialmente que si lo han leído deberían volver a echarle un ojo y repetir la experiencia otra vez. Y si nunca han tenido el honor de abrir sus páginas, pues que ya están tardando en hacerlo pues se encontraran con una de esas novela irrepetibles y apasionantes que les marcarán de por vida. Acompañen a Wilfredo de Ivanhoe en su búsqueda de honor y amor eternos; bajen la visera del yelmo para no sufrir heridas en las justas medievales; y sobre todo no se dejen deslumbrar con el brillo de su espada pues no pueden permitir que una ceguera temporal les impida apreciar todos los detalles y aventuras de esta gran novela histórica.

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11 comentarios en “IVANHOE – Walter Scott

  1. urogallo dice:

    La novela histórica por excelencia.

  2. Farsalia dice:

    Tantos recuerdos de infancia y juventud…

  3. Vorimir dice:

    Una novela divertidísima, todo un clásico. Un acierto de reseña, amigo Balbo. :D

  4. koningtiger dice:

    Una magnífica novela, y con los años que tine, lo bien que envejece.

  5. Trecce dice:

    Un clásico, sin duda.

  6. Iñigo dice:

    Que recuerdos tam magníficos. Magico

  7. Soldadito Pepe dice:

    Walter Scott, en mi opinión ha quedado un poco atrás en materia de descripciones morosas, necesarias en su tiempo pero ya superfluas hoy, que se ha visto mucho cine y televisión. Dicho lo cual su lectura sigue siendo maravillosa. Novela histórica de verdad a lo grande y lo clásico, que deja en pelotillas a mucho de lo que de histórico se escribe ahora. Oportuna y estupenda reseña, Balbo, y necesaria. Las fuentes originales están ahí y hay que recordarlo señalando lo imprescindible para que los lectores no se dejen aturdir por el disparatado desorden de las mesas de novedades de las librerías.

  8. NIna dice:

    Cuando lo lei me encanto. hasta lo quiero comprar en ingles

  9. Clodoveo11 dice:

    A mí me recuerda a película horrible en B/N a las 4 los sábados que te tragabas a falta de mejores alternativas (sobre todo si llovía o hacía un frío que pelaba). Ahora por lo menos tienes tropecientos canales de basura para elegir… :-)))))

  10. José Sebastián dice:

    ¡¡¡¡Bravo Balbo!!!! Me has hecho retroceder en el tiempo unos cuantos años. Ivanhoe, el Capitán Trueno, Asterix y Obelix, Mortadelo y Filemón, Grandes Novelas, Jabato… ¡Qué recuerdos!. Menos consolas y más lecturas. La de vocablos, geografía, historia, valores… que aprendí.

    Enhorabuena por la reseña y muchas gracias.

  11. Urogallo dice:

    ¡La historia de un héroe! Tanto como lo nostalgico y la historia personal de cada uno, Balbo nos recuerda lo fundamental de la figura del autor como introductor de todas las nuevas formas de hacer literatura, que aún no se han superado en sus bases.

    ¡Ese Ivanhoe-Odiseo regresándo a su casa oculto!

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