IMPRESIONES DE CHINA – Antonella Romano

IMPRESIONES DE CHINA - Antonella RomanoNormalmente, cuando se habla del «encuentro de dos mundos» en la edad moderna, nuestro subconsciente nos incita a pensar casi automáticamente en el nuevo y el viejo mundo, a pesar de que la circunnavegación del mundo demuestra la práctica totalidad de este, siendo un objeto de exploración y estudio de las potencias ibéricas, que se reparten el mundo con el tratado de Tordesillas (en tanto su meridiano en tierras americanas como su antimeridiano en tierras asiáticas, y además fue mal «medido» por las limitaciones técnicas de la época), presentando en Asia diversas regiones que, si bien eran conocidas en su existencia, anteriormente habían estado cerradas al espacio europeo. Precisamente de este tema habla este libro: del encuentro o del descubrimiento de la complejidad que encierra el «Imperio del Medio» a sus primeros visitantes europeos y las relaciones que se establecen con las potencias europeas entre 1550 y 1680, de un mundo que se abre relativamente. No obstante el subtítulo de este libro refleja esta realidad: Europa y el englobamiento del mundo (Siglos XVI-XVII), con una consideración a sus protagonistas, como dice la autora en la introducción, de su «experiencia vivida por actores múltiples, cruzada por trayectorias todavía poco definidas, expectativas a veces inmensas y efectos a menudo inesperados» [Pág.16]. Ella es Antonella Romano, directora del EHESS de París, especialista en historia de las matemáticas y saberes misioneros. Esta obra fue publicada originalmente en francés y ha sido traducida por Alicia Martorell Linares.

Repasemos brevemente sus aspectos técnicos; la estructura del libro es sencilla: una introducción, ocho capítulos, un epílogo y su material «auxiliar». La obra tiene notas a pie de página separadas del texto principal, recopiladas al final del texto, más allá de citaciones de otras obras, en torno al 14%, que ofrecen información complementaria útil respecto al texto para el lector. Presenta tres mapas elaborados para la ocasión, todos con orientación y escala. El apartado gráfico es en blanco y negro y tiene una dicotomía: entre el texto aparecen cuatro «portadas», el libro los presenta como «Frontispicios» (más correcto) de obras escritas por autores coetáneos; el restante material gráfico está reunido después de los mapas siendo básicamente mapas de la época, retratos de personajes significativos y la vista parcial de un tapiz. Le sigue una recopilación exhaustiva de fuentes y bibliografía (creada expresamente para la obra), los créditos de las ilustraciones y finalmente un índice onomástico, especialmente útil en una obra de estas características.

En la introducción, titulada La tierra es una esfera: Europa y sus Indias, la autora nos presenta el marco general en que desarrolla su investigación: de la consideración de China por parte de los autores europeos a lo largo de la historia se pasa a las relaciones europeas que se establecen en la investigación con los poderes de estas regiones, ya sea a nivel imperial, estatal, comunitario o particular, una vez que el mundo ha sido «delimitado» en los inicios del mundo moderno (con consideraciones metodológicas interesantes por parte de la autora sobre la historia global actual y la mundialización producida en la Edad moderna) con una delimitación de sus protagonistas; nos encontramos fundamentalmente con el trabajo de los misioneros cristianos (en particular la orden jesuita) que están embarcados dentro del mundo cristiano en el debate de las prácticas rituales (con la jerarquía romana o con otras órdenes), si bien la experiencia en el nuevo mundo abrirá la puerta a nuevas consideraciones. Por otro lado, tenemos la consideración de China hacia sus nuevos visitantes que, si bien resultan una presencia marginal, sus numerosos nuevos puntos de entrada vía marítima ofrecerán nuevas perspectivas en diversos campos, siendo la científica y cultural una muestra del encuentro, si bien la historia y la ciencia están propiamente enmarcadas en parcelas propias e independientes en Europa; en China la intersección de los saberes implica la reconsideración de ideas preestablecidas sobre el conocimiento.

En el primer capítulo, Un nuevo orden del mundo en el S. XVI, la autora explica el significado de la globalidad en los inicios de la edad moderna; se pasa de un inicio que puede enumerar reinos y regiones hasta los límites del mundo, pero sin conocer la importancia y la extensión reales de algunas de estas entidades, a un conocimiento más preciso. Los diferentes actores protagonistas que participan de este descubrimiento (de una trilogía inicial del misionero, el soldado y el comerciante se pasa a una variopinta diversidad de personajes) crearán una diversidad de textos que junto a los que descubren las culturas americanas, se pueden considerar los precursores de la ciencia etnográfica y antropológica. Algunos de estos se agruparán en recopilaciones misceláneas que tendrán una difusión «popular» más allá de los grupos eruditos, si bien hay que indicar a un nivel que no implicarán cambios significativos a gran escala. Por otro lado, en este proceso simultáneo con el descubrimiento de América poco a poco se fijará una terminología del espacio y se unificarán el sentido de las palabras, una vez que los textos ganan en complejidad. A continuación la autora fija una tipología de textos con sus pricipales características: las historias «nacionales» quedan delimitadas en esta época, con cada nación-imperio que establece una metodología concreta para su propio relato; el relato de viajes, que será el género que se impondrá a escala europea con sus variantes nacionales. Progresivamente su centro de edición irá del sur de Europa hacia el norte y centro de ella, siendo como dice la autora «muestra del desfase espacial entre proveedores de información y productores de conocimientos» [Pág.44]; las cartas de misión, que intentan ofrecer un estado de la cristiandad en determinadas regiones, se pueden leer como manuales de geopolítica, estableciendo una cuantificación de los conocimientos geográficos, con una concreción en sus datos que permiten un conocimiento profundo de estas tierras; toda esta tipología de documentos sirve para mostrar una imagen más completa y delimitada del mundo. Este englobamiento del mundo se produce con una dicotomía a considerar: por un lado tenemos una América que se nos presenta como una tierra virgen para la experimentación; por el otro lado tenemos un Oriente cuya magnificencia y prosperidad eran conocidos en tiempos de la antigüedad (aquí la autora nos recuerda «El siglo XVI como momento de la vuelta de Grecia al primer plano y la posibilidad de encontrar, en las fuentes griegas, conocimientos que se pueden actualizar, pero sobre todo marcos conceptuales que se pueden reutilizar»[Pág.48]), por tanto un mundo que no se considera del todo extraño… Tenemos por un lado a los portugueses que abren las rutas marítimas que implican un nuevo conocimiento de Asia, por el otro lado los españoles, que una vez explorada América, traspasarán el Pacífico y llegan a las Filipinas como su puerta de entrada a Oriente; tenemos un encuentro Este-Oeste que acaban con un englobamiento del mundo que responde a lógicas diferentes, en un momento en el que al mismo tiempo se reconfigura el estado Pontificio de Roma, que se enfrenta a la Contrareforma. Considerará a las misiones como un retorno a los orígenes del cristianismo, una vez acabado el Concilio de Trento, redefiniendo sus prácticas, si bien la Compañía de Jesús aparece como un elemento que añade complejidad entre las relaciones de las autoridades imperiales y la autoridad espiritual. Tenemos un englobamiento mundial que empieza con inspiraciones mediterráneas…

En el segundo capítulo, Chinas ibéricas, se nos presenta el proceso de generación de información sobre «el imperio del medio» por parte de las potencias europeas, desde Marco Polo hasta las primeras fuentes portuguesas. Tenemos una fase descriptiva y laudatoria de sus aspectos materiales, en la que sus autores no son capaces de percibir indicios de inestabilidad gubernamentales o fronterizos, o las diversas dinámicas culturales presentes en todo el imperio; serán los portugueses, que establecen y definen en el espacio asiático los tres grandes polos de influencia (con India y Japón) quienes hablarán de China como la entidad que se merece a partir del la segunda década del Siglo XVI, siendo un punto de inflexión el asentamiento estable en el enclave de Macao (1557). Estas fuentes están basadas en entrevistas varias, experiencias sobre el territorio a un nivel parcial (pocas son las experiencias en la zona más interior). Del respeto se pasa fácilmente a la admiración por las costumbres y la cultura del país, calificándolo como que no tiene nada que envidiar a las potencias europeas, mostrando la posibilidad de presencia europea en la zona (frágil, pero posible) como un primer paso a una hipotética conquista. El próximo punto de inflexión es a partir de la década del 1580, cuando se produce la unión dinástica ibérica. Tenemos dos publicaciones de cierta entidad que demuestran el interés suscitado por la zona por parte de la Europa católica: encontramos una pluralidad de las plumas misioneras, ya sean de órdenes de origen medieval o de la reforma católica, con Goa, Macao y Manila como puntos iniciales de influencia y con sus propios debates por lo que respecta a la actuación en el territorio, con un intento de contacto diplomático por parte de Felipe II hacia el emperador que acabará en fracaso; se publicará una «Historia» de China, de gran éxito editorial en Europa, que muestra los antecedentes hispánicos sobre el territorio para conseguir la evangelización de toda Asia. Se trata básicamente de una obra compilatoria, definiendo a los chinos que por «su inteligencia y docilidad son la garantía para su conversión» [Pág.80], intentando desplazar a los jesuitas de esta misión, orden que en estos momentos esta fijada en caminos diplomáticos para su finalidad y que sobre todo mira a Japón.

En el tercer capítulo, ¿Conquistar la China?, se define que la conquista del territorio asiático se ha de realizar en un primer momento desde la religión. Nos muestra la importancia de Macao como puerta de entrada a China, puesto que se convertirá en el centro de la conexión de conocimientos (allí se instalará la primera imprenta europea) que permiten aunar conocimientos más precisos de la Civilización China; se habla de sus riquezas naturales, del «sistema de exámenes» que provoca la riqueza cultural de la sociedad por todo el país, de una ciencia que consideran inferior a la europea «en un estado de desarrollo similar a la occidental anterior a Aristóteles», de sus defectos de inestabilidad política y social, considerados normales por la ausencia de la religión «verdadera». Se alcanza un conocimiento más profundo de las prácticas religiosas y morales de la sociedad para acabar con una conclusión pesimista respecto a su posible evangelización, ya que se considera que las puertas de China están cerradas, pues el chino resulta un pueblo intratable, impenetrable y hostil a la comunicación. Entonces se explora la conversión de Japón como futura puerta de entrada a China, un país más profundamente conocido por los jesuitas; los relatos que lo describen inciden que si bien tienen aspectos positivos (como el refinamiento en sus costumbres) mayoritariamente se define lo negativo: su organización política (con escasa fidelidad a sus superiores), la importancia del vicio y la lujuria (atribuidos a tachán, tachán… las mujeres) y un carácter impropio de comportamiento (a causa del elevado tiempo dedicado a celebraciones); tendremos que esperar al 1563 para un retrato mucho más preciso de la sociedad japonesa, con unos matices relativistas de gran modernidad. Se intentará una Embajada a Roma por parte de cuatro adolescentes japoneses (dos familiares de daimios y dos acompañantes) durante la década de 1580-90, con un trayecto predefinido con gran precisión, pensando que los jóvenes se verán abrumados en sus correspondientes encuentros con las autoridades políticas y religiosas, que verán que la conversión al cristianismo resulta inevitable para la evolución de su sociedad. Esta embajada fracasará, puesto que en el tiempo de su trayecto la situación del cristianismo en Japón cambiará drásticamente (con la publicación de un primer edicto de expulsión de los misioneros cristianos en 1587) cuya información llegará antes de la llegada a Roma de los invitados, recibidos con una cierta desgana. Solución: se reconsiderará China como una entidad muy inferior a las potencias europeas, si bien será considerada la entidad «no europea» más civilizada.

En el cuarto capítulo, El camino celeste de Ricci, describe los avatares vitales de Matteo Ricci, jesuita que pasó 30 años en la China de los Ming, en un momento de descomposición social y del estado que acabará con la invasión de los Tártaros. Los misioneros entienden que un primer paso fundamental para su acoplamiento en la sociedad es su lengua, pues se encuentran por primera vez con una lengua ideográfica impresa. El mismo Ricci comenta su dificultad ya estando bastantes años sobre el territorio, pero corresponde a un elemento fundamental para su relación con las élites culturales y políticas de la zona; con sus conocimientos cartográficos y astronómicos se irá ganando el favor de las élites provinciales (haciendo mapas regionales que supondrán un mejor conocimiento del territorio, si bien muchos de sus receptores lo considerarán una simple curiosidad) hasta poder reunirse con el emperador. En su corte estará hasta el final de sus días siendo el primer eslabón de intercambio cultural entre la ciencia europea y la del Imperio del Medio. Hará numerosas traducciones al mandarín de varias obras europeas, pero de momento su obra se quedará en China. Su estancia le demostrará la importancia de la astronomía en el imperio, así como su ejercicio cartográfico «debe estudiarse desde una relación más amplia con las concepciones del espacio que, más allá de lo que se dice en la geografía y la cosmografía de la época, remiten a varios registros: la producción de conocimientos, la observación del (otro) y la observación de sí.»[Pág.131]. Después de su muerte, el emperador le construirá una tumba, y veinte años a posteriori se editará en chino una semblanza biográfica sobre su figura. Hay que indicar que hasta después de su muerte su legado no vendrá a Europa; el conocimiento geográfico de China continuará teniendo lagunas importantes: por ejemplo, en un mapamundi de inicios del S. XVII Corea aparece como isla separada del continente.

En el quinto capítulo, ¿Una China Jesuita? El mo(nu)mento Trigault, explica que después de la muerte de Ricci las autoridades envían un procurador a Roma, que después del concilio de Trento tiene una condición privilegiada de capital en la que convergen conocimientos de todo el mundo, pues puede apoyarse en los recursos de los restantes polos urbanos y políticos de la península italiana. Su vida intelectual se ve estimulada por la competencia de varias instituciones y comunidades científicas que viven en ella. Tenemos las misiones como distribuidoras del conocimiento hacia Roma como fruto de una capitalidad de la Europa cristiana. En este momento no solo llega el legado de Ricci a Europa, sino también tenemos como un digno representante a Nicolas Trigault como segunda generación de hombres que trabajan sobre el terreno. Será el responsable de editar eficazmente el trabajo de Ricci (que demostrará la base matemática de la cultura antigua china, respecto al carácter astronómico de su presente; por otro lado se dará cuenta de la dificultad de enseñar sermones en la sociedad de la cultura escrita china) y de situar China en el primer plano para occidente dentro del triángulo China-India-Japón (a pesar del gran momento indio durante la ilustración y del orientalismo desde el punto de vista británico y holandés en tiempos posteriores), teniendo un gran éxito sus escritos por toda Europa, con diversas traducciones a lenguas nacionales, y haciendo efectiva una red de intercambio cultural entre continentes. Así tenemos una situación pintoresca: los misioneros buscan ser reconocidos como eruditos en China y como misioneros en Europa; se piensa que la conversión de conocimientos traerá la conversión espiritual. Si bien tenemos alguna conversión al cristianismo de algunos personajes destacables, la situación política china se complica desde el interior (donde se utiliza una renovación del confucianismo para criticar el gobierno dentro de una reyerta continuada entre Taoístas, budistas y confucionistas) y por el exterior (conflictos con la presión tártara en el norte y incursiones piratas en la zona marítima) entrando en una situación inestable.

En el sexto capítulo, Las invasiones tártaras, nos muestran la inestabilidad del gobierno Chino (líderes regionales de otras creencias propugnarán la prohibición de la enseñanza cristiana) y de la misión jesuita (la entrada en el territorio en 1630 de antiguas órdenes mendicantes, respondiendo a una ofensiva española, se escandalizarán y definirán que «la controversia de los ritos chinos cristaliza en dos puntos: la forma de designar a Dios en mandarín, para plasmar lo mejor posible el concepto cristiano, y el tratamiento que se debe reservar a Confucio y a los antepasados que los chinos tenían en especial estima»[Págs.174-175]. El Papa condenará la forma de actuar de los jesuitas, si bien solo es el inicio de un profundo debate… creando situaciones controvertidas entre los protagonistas en Roma y los protagonistas en China). Tiene como aspecto positivo que los misioneros descubrirán la complejidad del país, diferenciando entre Cathay, China y Tartaria (los chinos habían ocultado esta realidad a los misioneros). Se produce una controversia entre las situación de los jesuitas en China (su papel en la corte está cuestionado; de su papel de cartógrafos también se les exige conocimientos militares para la crisis interior) y las perspectivas que se tienen en Roma sobre el éxito de la implantación del cristianismo en el mundo conocido (con obras literarias que ensalzan este hecho). Si en 1640 Portugal se escindirá de la corona española, en China tenemos una larga transición de 1644 (conquista de Beijing) y 1668 (consolidación manchuria en todos los territorios), se pasará de los Ming a los Qing (un escenario para los misioneros totalmente diferente, desde una nueva lengua de las élites -el manchú-, cambios en la administración y culturales -proceden de un mundo nómada, un ambiente diferente-), cambio al que en Europa no se le hará caso hasta la confirmación holandesa sobre el terreno (aunque un misionero ya había avisado de ello en obras como De Bello Tartarico, elaborando una perspectiva teológico-política desde una crónica de guerra, autor del que hablaremos a continuación).

En el séptimo capítulo, Tártaros, pero no bárbaros, se analiza la obra de Martino Martini y de sus implicaciones con el diálogo de la ciencia europea, crea un Atlas de China con la metodología científica europea, describiendo minuciosamente a partir de viajes las regiones y las ciudades del país, estableciendo una toponimia de los elementos naturales, describiendo sus habitantes, recursos, distritos, edificios significativos, templos (cosa que permite hacer una precisa radiografía de las diversas creencias, aunque con una cierta neutralidad buscando dotar de carácter científico al texto) pero no de sus aldeas, pues las considera casi infinitas. Este Atlas, considerado paso significativo en un mejor conocimiento del país, hemos de indicar que está escrito para un público europeo, puesto que la ciencia geográfica china no considerará en su seno la metodología «europea» hasta bien entrado el S. XIX. Después del espacio, hablemos del tiempo; ya desde los antiguos se tiene constancia de que los chinos son quizás un pueblo más antiguo que los europeos: «para la comunidad científica de la época, no es un problema de eurocentrismo, sino de fundamento de sus referencias intelectuales: la datación de la historia del mundo tenía su fuente en el Antiguo Testamento cuyo primer libro, el Génesis, organizaba sus etapas y definía su ritmo»[Pág.223], que si bien había sido puesto en duda por algunas personas, estas habían recibido visitas de cortesía por parte de la Inquisición… Martini refuta la verosimilitud de la cronología china ya que es un instrumento para uso propio. No eran conscientes de otros pueblos «dignos»; utiliza las comparaciones para su proyecto: en un primer lugar China-Europa (para mostrar la situación de la ciencia en ambas civilizaciones, lo cual no implica que existan invenciones chinas muy anteriores a las europeas; considerará la introducción de evangelio en China y la cronología china en Europa como pasos equivalentes para llegar a la verdad) y en un segundo lugar Chinos-Tártaros (los segundos se pueden considerar bárbaros que destruyen los restos de la civilización Ming, aunque Martini verá que en algunas regiones serán recibidos como liberadores, siendo una traslación a la civilización y igualmente dignos de recibir el mensaje de Cristo). La publicación de los textos de Martini hará añicos la idea de una conquista europea del mundo, una Europa que se está reconfigurando después de la guerra de los 30 años, que acepta la revolución Manchú aunque permanece indiferente a ella.

En el octavo y último capítulo «regular», La encrucijada mexicana. Juan de Palafox y las órdenes mendicantes de Manila nos presenta la figura de Juan de Palafox, cuya experiencia en Nueva España (que actúa de bisagra entre España y Asia a través de Manila) nos muestra una obra sobre los tártaros diferente, pues su experiencia tanto en una Europa desgarrada como los problemas de idolatría presentes en el México colonial se les suma un sentimiento antijesuita, con dos ejes interesantes: primero hace una reflexión sobre la decadencia de los imperios; no obstante relaciona 1640 como punto de partida de esta decadencia (siendo anterior en el imperio del medio), trazando puentes paralelos entre la situación China, las revueltas coloniales en México y las revueltas catalana y portuguesa en España. Expone como causa principal de la decadencia Ming su interés por la ciencias paralelo a su abandono de las armas. Así, cuando una potencia armada extranjera ataca, el final de esta civilización es inevitable (hay que decir que lo escribió cuando el resultado de la crisis Ming no estaba nada claro); segundo, ve una gran oportunidad en la conversión al cristianismo de los tártaros, pues considera que son un pueblo sin creencias, que adoptan fácilmente las creencias de los pueblos que someten, a la par que critica la actuación jesuita en el territorio como inadecuada y cercana a la idolatría, impulsando una ofensiva de evagelización dominica vía Manila, a la vez que se publican en España varias críticas demoledoras contra los jesuitas vía ensayos. Por otra banda, los jesuitas se consolidarán como ministros de matemáticas y astronomía en el nuevo gobierno Qing, si bien pasan a tener nacionalidades de origen no ibérico, ya sean holandeses, franceses, hasta 1688, un punto de inflexión.

Finalmente, en su epílogo se nos muestra que en las últimas décadas del S. XVII vemos un cambio de protagonistas en la zona, una situación del territorio más estable comporta la reactivación de las rutas de la seda, configurando un nuevo eje de comunicación asiático, Rusia-China-Japón, cuando en Europa tenemos a Luis XIV, que enviará sus matemáticos a la corte china en misión diplomática, muy bien recibidos por sus aportaciones y regalos mecánicos. Así, vemos un traspaso de centros editoriales del intercambio de conocimiento del mediterráneo a múltiples puntos de Europa, y una nueva forma de actuar en la gestación de los conocimientos: «con el Siglo de las Luces, la China real, tanto la soñada, se convierte en el espejo principal del gran debate sobre los fundamentos universales de la cultura europea […] ya no se trata tanto de conocer mejor el Imperio del Centro como de construir el desarrollo de Europa»[Pág.277]. Los encargados de proporcionar ese conocimiento, de signos variados, seguirán siendo los misoneros.

En primer lugar, indicar que lo anterior es simplemente un esbozo general para esta humilde reseña que probablemente no le hace justicia al libro en que se mira (por ejemplo, hay diversas historias particulares en el texto muy bien documentadas de las que no doy noticia alguna, así como aspectos también importantes que no menciono por no alargar más este texto). Este libro es un sólido punto de partida en la construcción historiográfica de este tema en el futuro; un servidor no tiene ninguna duda de que se convertirá en un «clásico» en su disciplina, y que su nivel de análisis es bastante adecuado, con una separación del texto en epígrafes bien organizada para no hacer farragosa la lectura del texto en ningún momento, con un generoso uso de las fuentes originales muy bien intercaladas en el texto principal con una medida correcta; si hay que ponerle alguna objeción es que su material auxiliar está demasiado separado del texto (por ejemplo, sus mapas tienen utilidad, pero el lector tiene que acordarse de su existencia cuando le pueden ser útiles en la lectura del texto, así como un servidor recomienda que echen un vistazo a las notas cuando acaben cada capítulo) y por otro lado, a su índice onomástico se le podrían añadir los topónimos más citados en el texto, cosa que ayudaría al lector a localizar pasajes concretos más rápidamente una vez leído el libro, pero no deja de ser un aspecto opinable.

En definitiva, tanto si les interesa la historia del continente asiático como la historia universal, este libro ofrece diversos y valiosos aprendizajes sobre la primera «globalidad» del mundo, tanto de la perspectiva China, de sus visitantes sobre el terreno y de las desmesuradas expectativas europeas sobre sí misma, lo que no deja de ser una demostración de la humildad que tendrían que regir el contacto entre civilizaciones en la actual globalización, inevitable pero que sigue planteando dudas sobre su devenir… Concluyendo: Estamos simplemente ante un buen libro de historia, ni más ni menos, para tenerlo en cuenta.

ADDENDA: Ahora, en Abril del 2019, se editan en castellano un par de libros sobre el mismo ámbito que habrá que tener en cuenta. El primero de ellos, ya editado y notificado en el foro por Rodrigo, parte de un punto de partida diferente, está focalizado en el S. XVII y aparentemente tiene un sesgo más divulgativo. El segundo de ellos, previsto para el dia 18 de abril, https://www.alianzaeditorial.es/libro.php?id=5249906&id_col=100508&id_subcol=100513 , tiene más puntos en común con el libro que he reseñado (y añade la India como espacio de estudio), quizás centrándose en el ámbito histórico y historiográfico de cada civilización.

https://www.marcialpons.es/libros/impresiones-de-china/9788416662579/

     

Un comentario en “IMPRESIONES DE CHINA – Antonella Romano

  1. Rodrigo dice:

    Menudo tema y menuda reseña… Aunque solo he leído tres títulos de esta colección (Ambos Mundos, de Marcial Pons), pienso que sus títulos suelen ser estupendos, por encima del nivel de la mera divulgación. Este en particular pinta muy bien, a ver si puedo echarle un ojo.

    Se agradece la recomendación, Blackdolphin.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Hislibris te informa de que los datos de carácter personal que nos proporciones rellenando el presente formulario serán tratados por Ediciones Evohé, S.L. como responsable de esta web. La finalidad de la recogida y tratamiento de los datos personales que te solicitamos (nombre y correo electrónico) es únicamente gestionar los comentarios que realices en este blog y jamás serán compartidos con terceros (salvo requerimiento legal). Legitimación: Al marcar la casilla de aceptación estás dando tu legítimo consentimiento para que tus datos sean tratados conforme a las finalidades de este formulario descritas en la política de privacidad. Como usuario e interesado te informamos de que los datos que nos facilitas estarán ubicados en los servidores de Factoría Digital (proveedor de hosting de Hislibris) dentro de la UE. Ver política de privacidad de Factoría Digital. Podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación y suprimir los datos en hislibris@hislibris.com e info@edicionesevohe.com, así como el derecho a presentar una reclamación ante una autoridad de control.