HITLER 1938 – Giles MacDonogh

HITLER 1938 - Giles MacDonoghEl planteamiento es atractivo: desgranado mes a mes, el año de 1938 como hito decisivo en la historia de la Alemania nazi previa a la Segunda Guerra Mundial. Un año jalonado de acontecimientos cruciales cuya progresión favoreció la puesta a punto del III Reich para su acometida contra el orden europeo. No es que falte información acerca de estos acontecimientos en la bibliografía sobre el III Reich disponible en castellano, pero siempre son bienvenidos los trabajos monográficos. Pues bien, el historiador británico Giles MacDonogh proporciona en Hitler 1938 («1938 Hitler’s Gamble», 2009) una correcta relación de lo sucedido en aquel año, la que puede ser un tanto desalentadora para quien busque profundidad analítica o una mirada original en torno a las decisiones clave del dictador alemán, pero que resulta interesante sobre todo por la captación de testimonios, pequeñas historias y ciertos episodios que suelen ser obviados o poco tratados en estudios generales sobre Hitler y el régimen nazi.

Uno de los episodios que animan las páginas del libro es el denominado «escándalo Kendrick». Thomas Kendrick era jefe de la estación del MI6 en Viena y como tal recibía informes de un individuo que, según todos los indicios, era un doble agente de la SD (uno de los aparatos de seguridad del régimen nazi). Kendrick fue detenido por la Gestapo el 17 de agosto y liberado pocos días después, con orden de expulsión del país –lo mismo que sus subordinados-. En lo que fue su mayor tropiezo antes de la guerra, la inteligencia británica vio desmantelada una de sus ramificaciones en territorio del Reich. También es de nota el caso del dramaturgo y guionista alemán Carl Zuckmayer, descendiente de judíos por parte materna. Zuckmayer residía en Austria y salvó por los pelos de la persecución que se desató sobre los judíos después de la anexión. Conforme progresaba en su ruta de escape desde Viena hacia Suiza, el escritor descubría que exhibir sus condecoraciones de los días de la Gran Guerra y vociferar en un alemán marcial a guardias y agentes nazis podían ser unos ardides bastante útiles. También, por cierto, el ser reconocido por algunos de ellos –si eran aficionados a la literatura- como escritor de prestigio, aunque esto podía ser perjudicial: al Führer «no le gustaba la prensa», razón de más para que algún celoso agente sospechase de cualquiera que ejerciese la profesión de escritor. Zuckmayer supo de este celo pero, a fin de cuentas, su historia tuvo un final feliz.

Cómo no, Adolf Eichmann hace su aparición a poco de consumarse la anexión de Austria. El que llegaría a ser uno de los mayores organizadores del Holocausto se desempeñó en aquellos días como un diligente funcionario nazi, nada carente de iniciativa sino activo promotor de la política de desplumar y expulsar a los judíos de Austria, preferiblemente a Palestina. Con todo, en la sombría historia del nazismo y su expansión figuran algunos personajes luminosos. A modo de ejemplo destacan Hugh Grimes y Fred Collard, prelados de la Iglesia Anglicana que bautizaron a cantidad de judíos en la capilla de la embajada británica en Viena. Aunque les proporcionaban algunos rudimentos del rito anglicano, dichos prelados no se hacían ilusiones acerca de la sinceridad de las conversiones; lo importante para ellos era que los certificados de bautismo permitían obtener visados de tránsito al extranjero. Otros judíos pudieron salvarse gracias a la acción benéfica de religiosos católicos. Varios sacerdotes fueron detenidos por este motivo, entre ellos el padre Bichlmair, que fue deportado al Este.

Episodios puntuales, historia menuda e impactantes testimonios se entrelazan con los acontecimientos mayores que marcaron la pauta de aquel año: el doble escándalo Blomberg-Fritsch (respectivamente, el Ministro de Guerra y el jefe del ejército), que afianzó la desconfianza de Hitler hacia los mandos militares y los conservadores nacionalistas, motivando una purga incruenta del generalato; la anexión de Austria; el reforzamiento de los vínculos que unían a los despotismos alemán e italiano a raíz del viaje de Hitler y un nutrido séquito a Italia, en mayo; la Conferencia de Evian, realizada en julio por iniciativa del presidente Roosevelt y en la que se debatió el destino de la población judía amenazada por el III Reich, acabando en un completo fracaso: la conferencia «cerró [a los judíos] más puertas de las que abrió»; el Acuerdo de Múnich, la ocupación de los Sudetes y la humillación de Checoslovaquia; el pogromo conocido como la «Noche de los cristales rotos» (Kristallnacht). Discurren entre estos y otros hechos significativos la persecución de los judíos al interior de las fronteras del Reich y las actividades soterradas de la oposición conservadora, cuyo planeado golpe contra el régimen nazi se vio frustrado al mismo tiempo que Hitler se veía obligado a postergar su entrada triunfal en Praga.

Aunque la profundidad analítica no sea -en mi opinión- el fuerte del libro, cabe destacar que la intención de su autor es mostrar a un Hitler pragmático y flexible, respondiendo a las distintas crisis según se producían y actuando sin ceñirse a un «plan maestro» o estrategia especifica para 1938; un plan entre cuyos objetivos se contasen la práctica anulación del frondismo de sectores conservadores y nacionalistas, conquistas territoriales y la liquidación del Tratado de Versalles sin guerra de por medio, o la destrucción de vidas y bienes judíos en la Kristallnacht; que en definitiva son algunos de los hitos que arroja el recuento del año en cuestión. Considerando que ni el más alucinado dictador jugando a ser un dios puede vaticinar acontecimientos como el escándalo Blomberg-Fritsch o el asesinato de un diplomático alemán por un joven judío en París, no es que el enfoque de MacDonogh resulte disparatado, pero tampoco es que sea muy original. Incluso Hitler era un déspota a la caza de oportunidades que le permitiesen llevar a cabo sus planes, o procediendo según un cálculo de costo-beneficio (como en el «abandono» de 250.000 alemanes en el Tirol del Sur a fin de no disgustar a Mussolini).

-Giles MacDonogh, Hitler 1938. El año de las grandes decisiones. Crítica, Barcelona, 397 pp.

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22 comentarios en “HITLER 1938 – Giles MacDonogh

  1. ARIODANTE dice:

    Efectivamente, el libro parece muy atractivo. Excelente reseña, Rodri, como es habitual. Y veo que el libro puede servir, aunque no para analizar -cosa que podemos hacer los lectores por nuestra cuenta- sí para ponernos sobre el tapete el largo acúmulo de hechos, terribles hechos que finalmente desembocaron en la debacle. Para recordarnos todo lo que pasó aquel año, y que nosotros valoremos el resto. Sí, señor. Un buen recordatorio.

  2. Rodrigo dice:

    Claro. Es sólo que a estas alturas me esperaba un poco más del libro.

    Gracias, Ario.

  3. juanrio dice:

    Yo también esperaba más del libro, Rodrigo, creía que iba a profundizar más…lástima.

  4. David L dice:

    Hace pocos días he acabado otro de los libros que al autor británico Giles MacDonogh se le han publicado en España, «Después del Reich. Crimen y castigo en la posguerra alemana», editorial Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2010, un libro al que parece le quería acompañar cierta polémica, aunque esta se va evaporando progresivamente mientras vas introduciéndote en su lectura. Bien, hago mención de este libro precisamente porque me gustó el estilo narrativo de MacDonogh, tiene un tono muy periodístico que hace el libro más llevadero. Me imagino que esta obra,» Hitler 1938″, mantendrá estas características. El tema da para mucho, aunque puede ser, como bien parece que confirma Rodrigo, que no vamos a descubrir nada que no sepamos ya de aquel año de 1938, tan importante para el Reich alemán tanto en política interior como en la exterior. Seguramente, ese año de 1938, fue el más decisivo de los que transcurrieron durante la época de paz del Tercer Reich, fue el año donde se llevó a cabo la radicalización del tema judío, la Noche de los Cristales Rotos determinó claramente la imposibilidad de convivencia de los judíos en la nueva sociedad creada por los nacionalsocialistas. Si aquel año no les sirvió como ejemplo de cómo se las gastaban los nazis lo pagarían muy caro posteriormente. También la Wehrmacht iba a sufrir en sus carnes el dominio absoluto de Hitler sobre la institución armada, la caída del mariscal de campo Von Blomberg y del generasl Von Fritsch servirían de ejemplo para el resto de sus compañeros. Absoluta dependencia hacia las ordenes de Hitler fue la consigna, fuera de toda ella sólo cabía el ostracismo y la denigración profesional y personal. Pacto de Múnich y sumisión de las democracias francesa e inglesa al chantaje alemán; Anschluss o unión con Austria, superando una vez más el Tratado de Versalles; implicación máxima del III Reich en la Guerra Civil española y en su apoyo incondicional al general Franco; fracaso del complot liderado por los generales Von Witzleben y Halder contra Hitler, la posibilidad de que Francia y GB, informados por medio de enlaces de estos dos generales, acabara frenando el más que inminente ataque a Checoslovaquia determinó la política de apaciguamiento.

    En fin, como se puede comprobar 1938 es un año apasionante dentro de lo que fue la historia del Tercer Reich. Si Giles MacGonogh nos lo relata con chispa el libro puede dar mucho de sí.

    Un saludo.

  5. jerufa dice:

    Bueno, para los que no estén muy duchos en este año crucial, puede ser interesante. Desde luego que pasaron cosas, muchas cosas. Y conociendo el devenir del 38, se pueden explicar los acontecimientos que luego tuvieron lugar.
    Yo siempre me hago una pregunta: ¿y si se hubiera sido inflexible desde el comienzo?

  6. juanrio dice:

    Jerufa, esto sigue siendo exactamente igual…sólo hay que poner la mirada en África, Asia o América del Sur, se consienten los tiranos si son «nuestros tiranos» o si tienen algo que necesitamos (gas, petroleo) En el caso de Hitler se dieron dos circunstancias, se temía más el comunismo soviético y, no menos importante, se tenía mucho miedo a una repetición de la Gran Guerra. Al final nada se evitó contemporizando con Hitler, pero no hemos aprendido nada, no nos ha servido de enseñanza todo lo que trajo la II Guerra Mundial, seguimos acariciando el lomo de nuestros perros de la guerra en espera de poder soltarlos si es necesario.

  7. Latigo dice:

    Si tanto le temian al comunismo las potencias occidentales, como es que no le declararon la guerra a la URSS al invidar Finlandia, Polonia, etc. y no aceptaron la propuesta de paz de Alemania, formulada repetidas veces durante la guerra, y que sabian que Alemania no tenian ninguna pretensión territorial sobre el occidente europeo, ni interés alguno en desmantelar sus respectivos imperios. ¡¡Ay de los vencidos….y a moro muerto buen lanzazo.

  8. David L dice:

    Ya lo hemos repetido en otras ocasiones, pero lo volveremos a repetir: GB firmó con Polonia un acuerdo en abril de 1939 por el que se comprometía a declarar la guerra a Alemania, y resalto este último país, ya que sólo estaba dirigido a él, es decir, si los germanos exclusivamente invadían suelo polaco. O sea, el acuerdo sólo estaría ligado a una invasión alemana de Polonia, no de la URSS. El peligro en 1938 era Hitler y no Stalin, aunque a este último no lo perdieron de vista nunca los mandatarios occidentales, no lo consideraban militarmente peligroso, al menos en esos momentos, ya que Hitler también tenía sus ojos puestos en la lucha contra el comunismo.

    Cuando se invadió Finlandia por parte de la URSS sí se llegó a pensar en una declaración de guerra, pero se desestimó porque estratégicamente hubiera supuesto un suicidio. Ya se estaba en guerra, así que las decisiones militares prevalecieron sobre las políticas. Eso sí, el desastre soviético alegró de verás a Francia y a GB, pero no sólo a ellos, esto reforzó la idea de Hitler sobre la supuesta debilidad del Ejército Rojo.

    Es cierto que Hitler no preveía, a corto plazo, una guerra con GB o Francia, no estaba todavía lo suficientemente preparada militarmente para ello en 1939, pero no lo descartaba más adelante una vez se hubiese asegurado su victoria en el Este. Creo que se debía estar muy ciego para no darse cuenta de que Alemania, que ya se había unido a Austria, engullido Checoslovaquia y ahora atacado a Polonia no resultaría una amenaza violenta a la estabilidad de Europa y el mundo.

    Por otra parte, una vez acabada la IIGM, el conflicto entre occidente, la URSS y sus satélites fue un hecho, lo que demuestra una vez más que el comunismo se percibía en la Europa democrática como un peligro también para la estabilidad europea. El conflicto estuvo más cerca de lo que nos podamos imaginar.

    Un saludo.

  9. Rodrigo dice:

    Qué injusticia se ha hecho a los nazis y el III Reich, a sus planes y propuestas, ¿eh? Y a Hitler en particular, ese modelo de prudencia y bonhomía, siempre tan dispuesto a respetar los tratados y los intereses de todo el mundo… En fin.

    Se dice fácil, ¿no? Declararle la guerra a la URSS cuando bastante tenían las potencias occidentales con Alemania. Vamos, que si todas las situaciones de amenaza internacional se resolviesen a troche y moche con declaraciones de guerra… Tampoco se trata de idealizar a las potencias occidentales. Bastante se tardaron en asumir la magnitud de la amenaza que era la Alemania de Hitler. Y no es que las motivaciones de esas potencias fuesen altruistas, ni que sus decisiones en materia de política internacional fuese de una coherencia ideológica intachable (factor siempre subordinado a cuestiones concretas). Si no habían estado dispuestas a llegar a las manos por Austria y Checoslovaquia, menos lo estarían por una Finlandia que, sobre todo en el contexto de la guerra, no representaba un interés vital para ellas.

    Aparte. Suscribo los comentarios de Juanrio y David. Jerufa, el libro tiene su mérito, ciertamente.

  10. Latigo dice:

    ¿Qué interés oculto? ¿Qué llevó a Gran Bretaña a sacrificar a millones de sus mejores hijos en una guerra injusta contra Alemania? ¿Por qué no le declaró la guerra también a la URSS cuando invadió Polonia al mismo tiempo que Alemania? ¿Por qué no quiso firmar la paz con Alemania sabiendo que retiraría inmediatamente las tropas de Francia y otras naciones ocupadas? ¿Qué moral tenia el gobierno británico para luchar contra el «imperialismo» alemán teniendo entre sus manos un imperio colonial colosal en todos los continentes? ¿Quien manejaba los hilos ocultos que obligó a declarar la guerra y a mantenerla aun sacrificando a millones de jóvenes europeos? ¿Quién fue realmente el maniaco depresivo, alcohólico Churchill? ¿A que intereses inconfesables se plegaba?. ¿Porqué continuan bajo secreto las actas del caso Hess, que voló a Inglaterra para intentar la paz y fue encarcelado, durante otros 50 años?. ¿Verdaderamente creen que mandaron a la muerte a millones de jóvenes británicos por la «democracia» y la «libertad» ? ¿Sacrificaron a esos jóvenes ingleses por «amistad» con Polonia?. ¿Por un tratado?. Si que sabían cual era el verdadero peligro, pero sacrificaron la libertad de media Europa, esclavizada por el comunismo durante decenios, con tal de no poner en peligro sus respectivos imperios. Las verdaderas causas y orígenes de la Segunda Guerra Mundial continúan ocultos para la gran mayoría y el bando perdedor criminalizado hoy con más insistencia que nunca, porque los escombros de la destrucción europea han servido de cimientos para la actual Europa, cuya cultura se encuentra abocada a un gravísimo peligro de desnaturalización y por tanto, de desaparición. Ahora resulta que el imperio británico, el francés o el norteamericano, tan democráticos, lo han conseguido repartiendo caramelos de menta por millones. Lo han conseguido, vulnerando acuerdos, declarando guerras injustas, arrasando culturas, eliminando físicamente a centenares de pueblos, apoyando a cualquier sistema, sea o no democrático, que coincida con sus intereses. Todo es mentira.

  11. JOSE SEBASTIAN dice:

    Solo una cita ante las pretensiones revisionistas:

    ” Hoy día, cuando los sofistas nos invitan al olvido, señalaremos nuestro horror mudo e impotente ante los perros del odio; pensaremos con fuerza en la agonía de los deportados y de los niños pequeños que no han vuelto, pues esa agonía perdurará hasta el fin del mundo”

    Vladimir Jankélévitch

  12. juanrio dice:

    ¿Por qué no quiso firmar la paz con Alemania sabiendo que retiraría inmediatamente las tropas de Francia y otras naciones ocupadas?

    Bueno, Látigo, creer esto de la Alemania nazi exige mucha fe, visto lo que hizo antes y después.

  13. Rodrigo dice:

    Los pretendidos latigazos no son más que lugares comunes que ni pican ni muerden, pues vaya si sabremos en este blog de la inconsistencia de argumentos de esa índole.

    Creo que todo lo que pudiera tener de válido o interesante el cuestionamiento de las motivaciones, intereses y actuación de las potencias occidentales en el contexto de la SGM queda por completo desacreditado desde el instante mismo en que la premisa, como se desprende de los pretendidos latigazos, es la victimización de la Alemania de Hitler, justificando sus acciones y omitiendo o banalizando sus crímenes. Lo mismo con respecto a supuestos tan infundados como el del retiro (“inmediato”) de tropas alemanas de naciones ocupadas. Menudo farolazo.

    Qué cosa es sino un retorcido y sesgado lugar común de cierto revisionismo el pretender limpiarle la cara a la Alemania nazi con el señuelo del anticomunismo, haciendo la vista gorda ante los contenidos tiránico, imperialista, belicista, racista, judeófobo y genocida del III Reich. Quien crea que la comprensión del III Reich pase por su anticomunismo y haga de esto motivo de indulgencia para con semejante régimen, haga repaso del trato deparado por éste al interior de sus fronteras a opositores, enfermos mentales, discapacitados y minorías étnicas y religiosas (judíos, gitanos, Testigos de Jehová). A continuación, pase a considerar temas como las progresivas transgresiones en materia de política internacional, el desencadenamiento de la guerra por arbitrio de Hitler, los proyectos alemanes de expansión y exterminio en el Este, el comportamiento de las fuerzas alemanas en zonas orientales, el empleo masivo de trabajadores forzados (esclavos) y el genocidio. Pero bueno, para qué seguir. No es cuestión de hacerse ilusiones ante uno que cree saber de una “guerra injusta contra Alemania”, de “causas ocultas” en el inicio de la guerra (¿?) y de ¡“verdaderos peligros”!… Seguramente no era un peligro para nadie un régimen dispuesto a tragarse países enteros y a acabar con millones de vidas en y por medio de batallas, asedios, deportaciones, esclavización y asesinatos masivos, por no hablar de los campos de concentración y de exterminio.

  14. Latigo dice:

    Los pretendidos crímenes cometidos contra las minorías étnicas, etc. cabe recordar que después de la segunda guerra mundial, todos los campos de concentración alemanes existentes en el occidente, o zona de ocupación aliada, fueron declarados como «campos de exterminio». Posteriormente se tuvo que rectificar y declarar que en ningún campo de Europa occidental se produjeron matanzas sistemáticas. Tan solo quedaron como campos de extermino los ubicados en «zona roja». Pero no es mi intención negar el holocausto, entre otras cosas porque negarlo trae como consecuencia responsabilidades jurídicas. No quiero ir a presidio. Lo que pretendo decir es que ni los alemanes fueron tan malos ni los aliados tan buenos. Los millones de alemanes que murieron en condiciones espeluznantes, en los campos de concentración aliados después de la 2ªGM, están intencionadamente silenciados. Al aire libre, sin comida, sin asistencia sanitaria, chapoteando en el barro, muchos de ellos mutilados que se arrastraban entre los charcos, morían de enfermermedad, como consecuencia de las heridas que no eran curadas y de hambre. Fueron millones. Eso también es genocidio. Sucede que armonizamos nuestros puntos de vista actuales en base a interpretaciones del pasado y nos negamos a reconocer que lo que somos hoy, puede ser en parte el desarrollo de las falsedades y las patrañas de unas potencias que, como mínimo, fueron tan asesinas como las derrotadas, y eso provoca una especie de “distonía” muy desequilibradora. Es mejor decir, “ese es el malo y ese es el bueno, me apunto”. O mirar para otro lado. ¡Que triste esos pobres “espaguetis” combatientes en Europa, de uniforme norteamericano, muchos de ellos héroes de guerra que regresaban a su país, EEUU. y se encontraban con que sus familiares, tan solo por ser de descendencia italiana eran internados en campos de concentración!. De la minoría norteamericana de origen japonés, más vale que corramos un tupido velo. Que curioso que no se habla de las matanzas aliadas. Ni de los ahorcados en Nuremberg que después fueron exonerados de su responsabilidad y anuladas sus sentencias de muerte. Sería faltar a la esencia descubridora del espíritu humano aceptar como buenas, las argumentaciones de ciertos vencedores que hoy como ayer, fundamentan sus imperios en “la sangre, el sudor y las lágrimas”, de, claro, “otros pueblos”.

  15. David L dice:

    Vamos a ver latigo, creo que partes de una premisa equivocada, no puedes negar la máxima responsabilidad del estallido de la IIGM a Adolf Hitler. El líder alemán quiso también su Imperio y para ello no dudo en saltarse a la torera los acuerdos internacionales que regulaban las relaciones entre los países europeos. Cuando ocupo Polonia ¿qué podía esperar de Francia y de GB? Que se quedaran de brazos cruzados…eso ya lo hicieron en Múnich en 1938 y no sirvió de nada. Podemos pasar a eso que tanto nos gusta a veces, las historias alternativas, e imaginarnos que después de Polonia querría algo más, ¿No crees? Los soviéticos lo sabían, aunque Stalin no quisiese darse cuenta de ello hasta que no tuvo a la Wehrmacht encima, la URSS era el bocado más apetecido por Hitler y no tardaría en intentar su ocupación. ¿Podría haber aguantado el continente una guerra de esas proporciones sin participar? Lo dudo. Las matanzas que provocó la guerra de Hitler acabaron por sembrar odios y desolación en toda Europa durante y después de la guerra. Quien encendió la chispa ya sabes que fue el mencionado Adolf Hitler, corrió ese riesgo y perdió. Ahora no podemos justificar su derrota y sus fechorías apoyándonos en la reacción de los Aliados, ¿no lo ves así?

    Un saludo.

  16. Latigo dice:

    Fue el miedo a perder su imperio lo que empujó a declararle la guerra. A los britanicos y franceses les importaba un bledo Polonia. Así lo demostraron cuando fue invadida tambien por la URSS. Ya lo he explicado. Los britanicos y franceses y norteamericanos se han saltado a la torera los acuerdos internacionales cada vez que les ha sido factible. Asi han construido su imperio. Me reafirmo en todo lo dicho que pareces obviar. Contestame a las fechorias cometidas por los aliados. A todo lo que he explicado. Los imperialistas britanicos, franceses y norteamericanos no poseian fuerza moral alguna para declararle la guerra a un pais que en realidad queria construir un imperio al igual que ellos. Sabian perfectamente que su imperio no peligraba. Pero de resultar vencedor los paises del Eje, los movimientos de liberación nacionales de los paises colonizados por estos paises, que apoyaban a Alemania, hubiesen dado al traste con su imperio. Por eso le declararon la guerra.

  17. Rodrigo dice:

    Atinada respuesta, David.

    Por mi parte, creo que no tiene mucho sentido perder tiempo en una polémica que, en lo concerniente a la contraparte, arranca de premisas distorsionadas y de intenciones aviesas, las que claramente se traslucen en su última intervención.

    Para teorías conspiranoides, afectas a la búsqueda de intereses ocultos y de “verdaderos peligros” -anda a decirle a los millones de víctimas de la guerra desatada por Alemania y de sus acciones genocidas que ésta no era un verdadero peligro-, prefiero pasar el rato con las correrías de Fox Mulder y sus alienígenas.

  18. Latigo dice:

    Hay circunstancias históricas importantes que por sus consecuencias futuras, durante un considerable espacio de tiempo permanecen en la más completa oscuridad. Diría yo que secretamente guardados. No se puede ignorar que sobre los escombros –aun humeantes a tenor de la continuada guerra propagandística que se recrudece conforme nos alejamos de aquellas fechas—de la Europa resultante de la II Guerra Mundial se edificó la Europa actual. Por ese motivo, aun continúan por descubrir hechos fundamentales de aquella contienda que pueden poner en entredicho las versiones oficiales –¡Ay de los vencidos!—y por tanto, contribuir quizás a desestabilizar las estructuras políticas europeas con las que el “sistema victorioso” se ha dotado. Aun así, lentamente se van abriendo paso, en ocasiones de forma velada, aspectos terribles de aquella conflagración que nada tienen que ver con el “buenismo aliadófilo”. El salvaje, monstruoso, criminal, inhumano, brutal, genocida y todos los calificativos que queramos incluir para el Bombardeo de Dresden es una buena prueba de ello.
    Hace algunos años, el historiador británico Antony Beevor, publicó su libro “Berlín, La caída, 1945”. En su capitulo 6º “oriente y occidente”, detalla la histórica reunión de los “futuros dueños del mundo” Stalin, Churchill y Roosvelt, en Yalta, donde configuraron el mapa europeo para después de la IIGM. En dicha reunión Churchill se mostró ante Stalin visiblemente preocupado por los inevitables trastornos de la población alemana como consecuencia de las modificaciones de las fronteras con Polonia. Stalin, verdadero vencedor de aquella reunión, no solo no mostró preocupación alguna por las consecuencias negativas de la mencionada modificación de fronteras, sino que se vanaglorió, con significada intención, de las gigantescas olas de refugiados procedentes de la Europa Oriental en dirección a la Europa occidental. Churchill comprendió que esas decenas de millones de refugiados en Europa, una vez producida la derrota de Alemania, iban convertirse en un gigantesco problema para las democracias occidentales y por consiguiente en un fermento revolucionario de consecuencias incalculables, que agitados por los comunistas podrían poner en peligro los estados “democráticos” victoriosos. La posibilidad de la revolución social en occidente, con esos millones de refugiados unido a la propia población alemana occidental cuya patria había sido absolutamente devastada, sin posibilidad alguna de atención en sus más indispensables necesidades, era una posibilidad que se hacia patente con toda su crudeza. La revolución comunista podría estallar. Sin obviar que tanto Francia como Italia y otros países contaban con formidables partidos comunistas avezados en la lucha armada y cuya misión histórica no era solo la derrota de las fuerzas del Eje sino el triunfo del socialismo y del comunismo y por consiguiente de la “patria del proletariado”, la URSS.
    Era necesario por tanto, llevar a cabo una acción de guerra cruel y despiadada no solo con el propósito de eliminar al mayor numero de refugiados, sino además que sirviera de ejemplo para la población alemana que huía aterrorizada del Ejercito Rojo y demostrarles que su suerte no iba a cambiar en absoluto entre permanecer en sus lugares de origen o huir hacia occidente.
    Y ese acto criminal, políticamente calculado, por las potencias democráticas occidentales, fue el Bombardeo de Dresden la noche del 13 de febrero de 1.945. Una ciudad absolutamente indefensa, sin defensa aérea, sin industria y objetivo militar alguno. Reducida a cenizas por el propósito que comentamos. Cerca de 1.000.000 de refugiados huían del avance del Ejercito Rojo, miles de niños, mujeres, ancianos, una acción criminal elegida expresamente para conseguir una paralización terrorífica de los inocentes refugiados.
    Para colmo de mala suerte las condiciones meteorológicas eran ideales para el bombardeo.
    Los aviones cazabombarderos aparecieron en el cielo lanzando bengalas en paracaídas.

    245 bombarderos Lancaster británicos, cargados con un 75% de bombas incendiarias y el 25% de bombas explosivas iniciaron la masacre. 650.000 bombas incendiarias cargadas con 8 millones de placas de fósforo que en contacto con el aire provocaron un tifón de fuego fundiendo el asfalto a los pies de miles de personas convertidas en antorchas humanas. Cuando la temperatura llegó a los 1.000º C el río Elba comenzó a hervir al tiempo que las personas refugiadas en bodegas y bunkers, morían asfixiadas o cocidas. Por la mañana 450 bombarderos norteamericanos continuaron con su labor destructiva.
    Más de 100 de cazas norteamericanos ametrallaban a los refugiados y heridos, con una saña demoníaca. Los cazas, escolta de los bombarderos, al comprobar que no tenían oposición alguna, se dedicaban con una crueldad inusitada a ametrallar a las columnas de sobrevivientes
    Miles de victimas se convirtieron en cenizas por las bombas incendiarias. Los cadáveres, que se contaban por miles fueron incinerados cinco inmensas hogueras para evitar enfermedades. Perecieron casi 400.000 inocentes civiles alemanes.
    También fueron asesinados por los salvajes bombardeos más de 20.000 soldados aliados prisioneros.
    Los aliados no sufrieron baja alguna no hubo una sola respuesta militar alemana y tan solo se registra un bombardero derribado por el fuego amigo. Las tripulaciones de los bombardeos ingleses y norteamericanos llegaron a afirmar que el resplandor de los incendios y el humo se detectaban a más de 300 kilómetros de distancia del objetivo. Destrucción implacable de una de las ciudades arquitectónicamente más bellas del mundo. Cientos de años en arte y cultura fueron reducidos a cenizas en medio de un huracán de fuego miles de grados que engullían a los pocos que se atrevían a huir entre las calles destruidas.
    Durante semanas el hedor de la putrefacción de los cadáveres enterrados entre los escombros se percibía desde kilómetros de distancia.
    Los responsables de la matanza, gozan al día de hoy de una aureola falsa e hipócrita de “luchadores” por la libertad y la democracia.
    Para estos criminales nunca existió un juicio de Nuremberg. Jamás debemos olvidarlo

  19. Latigo dice:

    La guerra aun no ha terminado. Y buena prueba de ello es que el combate, con la pluma como arma, continua hoy apasionadamente. Confio plenamente en que en el futuro resplandecerá la verdad. Buena suert y hasta más ver. Se acabó.

  20. Rodrigo dice:

    Zzzzzzzzz…

  21. Antonio dice:

    Bunas tardes:

    Látigo dice: «»El salvaje, monstruoso, criminal, inhumano, brutal, genocida y todos los calificativos que queramos incluir para el Bombardeo de Dresden es una buena prueba de ello.»»

    A ver, y ya se ha hablado mucho de ello, hay que aportar algún dato más sobre estas afirmaciones: el derrumbamiento moral de la población civil fue un objetivo de guerra en ambos bandos (el bando agresor, el nazi, y el bando atacado, los aliados). A finales de los años 30 el bombardeo de Guernica conmocionó al mundo, pese a que apenas murieron 300 ¿? personas. Sin embargo, una vez entrada la II W W, el bombardeo se entendió como un método «estratégico» en ambos bandos. No es exactamente lo que hoy entenderíamos como un bombardeo a la población civil.

    Hitler bombardeo Sebastopol, Londres, Stalingrado,… Aisló Leningrado durante 900 días y mató de hambre, entre pitos y flautas, a un millón de seres humanos, eso sí, con la colaboración de su amigo, el socialista, Stalin. También mató 6 millones de judíos, pero Vd. dirá que ya se están abriendo paso nuevos datos que confirman que eso es falso.

    Además, se debe usarr el lenguaje con más acierto y no con tanta demagogia; en Dresde no hubo genocidio, porque el genocidio es la eliminación de una etnia o raza concreta, y que yo sepa tanto atacantes como víctimas eran europeos de raza «aria» en su mayoría. Hubo un homicidio lamentable, como tantos otros en la conflagración bélica.

    Gentilmente.

  22. Antonio dice:

    En eso estoy de acuerdo con Vd.: «la guerra aún no ha terminado».
    No hay más que ver a esta ovejita perdida que es el ser humano para compreder que necesita ayuda rápidamente. Y los errores del pasado garantizan errores en el futuro. No le quepa duda.

    PS: Por cierto, en el libro de S. Bungay se recoge la valoración de un piloto de caza inglés que decía que la famosa frase de «Nunca tantos debieron tanto a tan pocos» debiera haberse referido a las tripulaciones de los bombarderos en 1940 y 1941, cuando suss bajas ascendían al 80%…

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