HÉROES DE GRECIA Y ROMA EN LA PANTALLA – Fernando Lillo Redonet

HÉROES DE GRECIA Y ROMA EN LA PANTALLA - Fernando Lillo Redonet

«¡Yo soy Espartaco!»

Desde su nacimiento a principios del siglo XX, el cine se ha convertido en la fábrica de mitos de la cultura occidental. Mitos de cartón piedra que nacen sobre soporte celuloide y se instalan en el imaginario popular. Mitos efímeros que reviven con cada visionado de la película que los alimenta. Los personajes que los protagonizan devienen héroes para los espectadores, héroes que viven en un mundo imposible, un mundo en el que las leyes de la física se ajustan a las necesidades del guión, las leyes del tiempo al metraje de las películas y las leyes de la vida a los imperativos de los dioses, aquí llamados director, productor, realizador, guionista… En las antiguas Grecia y Roma ya había una mitología propia, ya existía un universo particular de mitos, dioses y héroes. El contexto era completamente diferente, las motivaciones también. Sin embargo, como un monstruo insaciable que a nada dice que no, el cine ha querido incorporar ese universo de héroes griegos y romanos a su propio universo, a su propia mitología. Masticándolo, digiriéndolo y regurgitándolo en forma de películas. Cómo de bien o de mal le ha ido en ese festín es algo digno de ser conocido y analizado. Héroes de Grecia y Roma en la pantalla nos da esa oportunidad.

Aunque quizá no lo parezca, Fernando Lillo Redonet es un habitual de Hislibris, al menos en la medida en que podemos considerar habitual a un escritor que cuenta con tres novelas reseñadas aquí: Teucro. El arquero de Troya, Séneca. El camino del sabio y Medulio. El norte contra Roma. El libro que nos ocupa ahora tiene otro cariz, no es una novela sino un ensayo. Y, continuando con el argumento expuesto antes, es un ensayo sobre mitología o, ya puestos, sobre «metamitología»: sobre el tratamiento que de los héroes, griegos y romanos, se ha hecho en el mundo del cine. El libro plantea un recorrido por las películas que han escogido como argumento la vida, hazañas, aventuras y desventuras de personajes importantes del mundo griego y romano. No pretende, creo yo, ser un libro exhaustivo en ese sentido (no es una enciclopedia cinematográfica ni un catálogo de todo lo que en cine se ha hecho sobre ese tema) pero se menciona un buen número de películas y series, suficientes de sobra para hacernos una idea meridiana de la imagen que la gran (y pequeña) pantalla ha transmitido del universo heroico grecorromano. Así, aunque no están todas las que son (pero casi, probablemente), sí son todas las que están, y con las que están el lector puede contemplar una amplia panorámica del mundo de los héroes griegos y romanos tal y como el cine los ha querido transmitir y ofrecer al público.

En estas tesituras no deja de ser curioso el hecho siguiente, que este humilde servidor intuía antes de existir este libro y cuya lectura le ha acabado de confirmar: los griegos ganan a los romanos por goleada en cuanto a temas, personajes, tópicos, etc. susceptibles de ser cinematografiados, pero en cambio son los romanos los que cuentan con un mayor (escandalosamente mayor) número de películas sobre sus asuntos. De hecho todo ese subgénero de películas históricas, sean de griegos, romanos, egipcios o judíos, en las que aparecen señores en minifalda que hablan declamando con voz engolada y que se ponen sobre la cabeza cascos con plumero, se conoce como «películas de romanos». Aunque también es verdad que el término peplum que hace alusión al mismo subgénero cinematográfico (y que deriva -de manera poco rigurosa, todo hay que decirlo- , de las vestimentas de los actores que en ellas aparecen) es una palabra griega, mal que les pese a Judá Ben Hur o a Espartaco.

En cualquier caso, y por si alguien lo pensara, conviene decir que el libro de Lillo no es un ensayo sobre el peplum sino, como su título indica, sobre aquellos peplums (o pepla, puestos a ser puristas) dedicados a héroes grecorromanos; y entiéndase aquí «héroe» no como lo entendían los griegos (¿también los romanos?) sino como lo entiende el sentido común del hombre moderno, es decir, por ejemplo y sin ir más lejos, la Real Academia de la Lengua: «varón ilustre y famoso por sus hazañas o virtudes». Esto incluye a personajes históricos o de leyenda, honrados o villanos, de vida gloriosa o sufridores. No es, pues, y no puede serlo, una definición universal y válida siempre y en todas las épocas (decía Hegel que el sentido común de cada época es la suma de sus prejuicios), pero sí es la que probablemente el mundo cinematográfico ha tenido en mente cuando ha seleccionado a este o a aquel personaje para llevarlo al celuloide. Pues incluso los villanos (o los que la Historia habitualmente ha caracterizado como tales) han visto reconocido el derecho a su hora y pico de gloria en el celuloide, y casi siempre para ser presentados como «villanos según para quién», «malvados porque las circunstancias les obligaron»,«crueles para unos pero benefactores para otros». Porque ¿Aníbal fue un héroe o un villano? ¿Y Espartaco, o Atila, o incluso Aquiles? El cine «de héroes», por llamarlo así, parece que casi siempre ha tenido una autoimpuesta función ejemplarizante, de modo que los peores enemigos de Roma se ven generalmente convertidos en héroes tras las cámaras.

El recorrido que nos ofrece el libro es francamente interesante. Desde las películas que han tomado la guerra de Troya como base, pasando por los mitos en torno a Perseo, al viaje de los Argonautas, las guerras médicas, todo esto en el «sector» griego; en el romano las cintas dedicadas a sus figuras emblemáticas (Rómulo y Remo, los Horacios…) y a sus enemigos (Espartaco, Aníbal, Corocotta…). No encontraremos (más que si acaso mencionadas) películas como Ben Hur o Quo Vadis porque, como se ha dicho, el libro no va de eso. Sí hallaremos analizadas El león de Esparta, Alejandro, 300 o Espartaco, por citar algunas de las más destacadas. Hallaremos también muchos de los Hércules que el cine ha pintado, de los Ulises, de los generales romanos que han vencido o conquistado pueblos en nombre de Roma; hallaremos incluso una fortaleza zelota llamada Massada. Reconoceremos a actores (y pseudoactores) como Kirk Douglas construyendo un personaje prodigioso, Ralph Richardson dando categoría con sus participaciones, Lou Ferrigno antes de teñirse de verde, Steve Reeves después de ser Mister Universo, Alan Ladd en horas bajas, Victor Mature haciendo de Victor Mature, Sophia Loren siendo una malvada, Richard Burton antes de ser derrotado por César, Raffaela Carra sin abrir la boca para cantar, Jacinto Molina en noches sin luna llena, Armand Assante reivindicándose como actor de acción o Bud Spencer cuando sólo se llamaba Carlo Pedersoli.

Fernando Lillo hace una selección generosa de títulos, ciertamente, pero, como algo inherente a toda selección, se somete de manera inevitable al juicio de los impertinentes. ¿Por qué un título sí y otro no? ¿Por qué no se menciona la serie de dibujos animados Ulises? Pues porque se trata de una selección, como ya se ha dicho. ¿Y por qué no se menciona el Sócrates de Roberto Rossellini? Pues porque es, como se ha dicho ya, una selección (y porque vete a saber si Sócrates es un héroe). ¿Y por qué no se menciona la serie Yo, Claudio? Pues porque estamos, como ya se ha dicho por activa y por pasiva, ante una selección. ¿Y por qué no se menciona el Julio César de Manckiewicz? Porque, por última vez, estamos ante una selección; una selección que incluye películas conocidísimas y otras que no conoce casi nadie; una selección que desmenuza espléndidamente algunas películas y cita otras muchas algo más de pasada; una selección que Lillo ha elaborado para ilustrar el recorrido que quería ofrecernos; una selección, por el amor de Zeus…

En esa selección brillan con luz propia tres películas: Espartaco (1960), El león de Esparta (1962) y Alejandro (2004), producciones que escapan a los patrones habituales del género, y que Lillo examina no sólo desde el punto de vista cinematográfico sino también social y cultural. Y es aquí, hay que decirlo, donde el trabajo de Lillo toma más altura. El libro dedica muchas páginas a explicar el argumento de la mayoría de las películas que se citan remarcando si se ciñen más o menos al mito o a la Historia, lo cual no deja de ser interesantísimo; pero cuando describe cuestiones adyacentes a las películas es cuando, en mi opinión, el libro se supera a sí mismo. Es el caso de las tres cintas mencionadas, en las que no sólo se explica el argumento sino que se ofrece toda una serie de datos sobre las posibles implicaciones políticas, los objetivos buscados, cuestiones sobre el rodaje… Temas, en fin, que el espectador palomitero no conoce (ni falta que le hace) cuando ejerce como tal y se limita a visionar las películas y decir si le gustan o no, pero que contribuyen a contemplarlas con ojos diferentes y más críticos.

Algunos de los tópicos que han hecho del peplum lo que es son frecuente e inevitablemente citados en el libro. Tópicos que el espectador tolera en función de su nivel de exigencia cuando se sienta en la butaca, pero cuyo uso suele ir  en detrimento de la calidad de la película. Desde el hecho de que casi siempre se trate de producciones de bajo presupuesto (con enormes excepciones, como las tres películas antedichas), o que el protagonista sea un dechado de virtudes luchando en nombre de la libertad y enfrentándose a la opresión; que a menudo la película sea introducida (y muchas veces también finalizada) con una voz en off que sitúe espacio-temporalmente la acción; que se utilicen decorados, vestuario ¡o incluso escenas! de otras películas del género; que los argumentos sean maniqueos hasta el agotamiento… La retahíla de estereotipos deja en evidencia el modo en que el cine, el creador de mitos de las últimas generaciones, entiende el mundo histórico y mítico de los antiguos, o cómo, si acaso, cree que debe ofrecerlo al público expectante. El cine es espectáculo, no Historia, y el espectador (así parece entenderlo el cine) no busca fidelidad histórica ni conocimiento sino disfrute y entretenimiento. De modo que todo se sacrifica en aras del espectáculo. No importa que Filípides no corriera nunca de Maratón a Atenas o que Espartaco muriera en la batalla del río Silario; el cine subvierte la Historia y hace posible lo que nunca sucedió. Y el espectador disfruta con ello, que es de lo que se trata.

Héroes de Grecia y Roma en la pantalla cierra con un útil índice de las películas y series mencionadas en el libro. Concluye así una obra interesantísima que se puede leer de continuo o a salto de mata, a la que si acaso habría que achacarle que no contenga imágenes de películas. Estando situado el contenido del libro en la encrucijada de varias «materias» (Grecia, Roma, la Historia, el cine…), el terreno es delicado porque todas ellas tienen fama de alimentar a cuasi fanáticos que lo ven todo bajo un prisma griego, o romano, o bajo el objetivo de una cámara de filmar. De esa concurrencia de suspicacias el libro sale airosamente bien librado, pues el autor no es en absoluto ajeno a ninguna de ellas, como lo atestiguan sus trabajos precedentes. Quién mejor, por tanto, para ofrecernos un libro así, un libro que forzosamente gustará a los amantes del cine, a los amantes de Grecia, de Roma y de la Historia en general. Sólo resta mencionar también el buen trabajo de la diseñadora de las ilustraciones, Sandra Delgado, a quien este humilde reseñador mostrará su ignorancia preguntándole quién es el señor que acompaña a Kirk Douglas en la portada. Sin duda un romano, me temo…

 

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37 comentarios en “HÉROES DE GRECIA Y ROMA EN LA PANTALLA – Fernando Lillo Redonet

  1. Balbo dice:

    ¡Excelente reseña, Cavilius, para tan excelente libro de Redoneitor :-) !
    Lo considero ,aparte de ser un libro de lectura obligatoria, como un libro esencial en cualquier estanteria no solo para los amantes de la Historia sino tambien para los amantes del septimo arte. Un libro unico, diria yo.

    Felicidades al autor por hacer este magnifico libro y felicidades a ti, Cavilius por la reseña.

    Pd: Y Enhorabuena a Evohe por la publicacion del libro.

  2. Ascanio dice:

    ¿Bud Spencer se llamaba Carlo Pedersoli? Jesús, Jesús…

    ¿Entonces pasa de puntillas por Ben Hur? ¿Y por Quo vadis? ¿Dice algo de 300? ¿Y habla mucho de Alejandro? (Esta última me parece un churro.)
    ¿Trae muchas fotitos?

    Tu reseña, Cavi, no hace sino aumentar el hambre de leer, masticar y regurgitar este libro (en tus propias palabras, por cierto), desde que me tocó (sin participar, oye) en un concurso de este nuestro amado blog.

    PS: ¿He dicho que este libro me tocó en un concurso? ¿Sí? ¿También he dicho que fue gracias a un griego? ¿Y que ese griego siempre se está quejando de los romanos hasta cuando habla de pelis de griegos?

    Otro PS: ¿el otro individuo que aparece en la portada puede ser Petronio, «árbitro de la elegancia», tal y como aparecía en Quo vadis? ¿He acertado? ¿Me ha tocado algo?

  3. Ascanio dice:

    Oye, ¿Fernando Lillo se ha dado cuenta de que hay un actor que en Espartaco se pega (de verdad) con un mega-botijo en la cabeza durante la escena en que los esclavos se escapan?
    Se ve que el pobre se resbaló y se jincó el botijo en to la frente, y hala, ahí quedó la escena para la posteridad. Es de un realismo im-presionante (que se lo pregunten al pobre extra…)

  4. Ascanio dice:

    ¿Y habla de la censura de la escena del baño de Laurence Olivier con Tony Curtis? La de los caracoles…

  5. farsalia dice:

    He leído algunos capítulos y confirma las impresiones que me dio la presentación del libro. Soberbio.

  6. Akawi dice:

    Quiero éste libro ya. Porque me gusta el cine, los héroes y la historia, además me gusta leer.

    Magnífica reseña Cavilius, tienes toda mi admiración.

    Un abrazo.

  7. Ascanio dice:

    Sí, sí, mucha reseña, mucha reseña, pero no aparece para contestarme.
    Cuántas preguntas sin respuesta…
    Cuántas incógnitas…
    Cuánta ignorancia que me atenaza…
    Cuántanameraguajiracuántanamera

  8. cavilius dice:

    Con este libro habría que utilizar el slogan aquel de: «si has visto la película, no te puedes perder el libro». Y como seguro que alguna película de las que salen en él habremos visto, pues eso. Ascanio, no habla de benures ni cuovadis porque el libro va de películas de héroes griegos y romanos. De 300 sí que habla, de Alejandro también (el de Richarbartón y el Brazpít). Y la escena aquella de los caracoles con ostras ahora mismo no recuerdo si la menciona, la verdad. Por cierto, y hablando de Tony Curtis, hace poco pusieron en no sé qué cadena una película suya, Trapecio, donde hacía de trapecista (de ahí el hábil título de la película, claro) junto a Burt Lancaster y Gina Lollobrígida. También salía por allí Dolores del Río, creo. Bueno, a lo que iba: que yo sabía que Burt Lancaster era un saltimbanqui que se metió a hacer películas (y que ha llegado a ser uno de los más grandes actores que haya habido, para mi gusto), pero desconocía que el Curtis también era de los que sabían saltar y brincar con soltura. Y de la Gina no digamos. Por cierto, en esa película de los trapecios tanto a Curtis como a Lancaster les gustan las ostras.

    The end.

  9. cavilius dice:

    Uy qué fallo: no fue el Brazpít el que hizo de Alejandro sino el Colín Farra. Y más que hacer de hacer de Alejandro, lo perpetró.

  10. Clío dice:

    Buena reseña, y que digo yo Cavi que el Burt Lancaster se hizo bueno con los años vease: El gatopardo y Confidencias de Visconti, que yo recuerde y era ya madurito, en un principio hizo demasiado de saltimbanqui…..

  11. cavilius dice:

    El tren, El hombre de Alcatraz, De aquí a la eternidad… Yo es que siempre le veo con la misma cara hasta que empieza a dejarse bigote, que entonces ya parece un señor venerable y entrado en años. Y diría que nunca hizo una de romanos, qué cosas.

  12. Balbo dice:

    Una vez vi un biopic en el canal Bio y hablaban claro esta de su vida, pero desde un punto de vista de las cosas que no eran oficiales. Parece ser que de todos los actorazos que habia en Hollywood en la época era el más intelectual, y todos los dias se leia como minimo un libro. Uno de sus hijos cuenta que siempre le recordara sentado en su despacho y con un libro en la mano. Leia de todo, parece, literatura, historia, filosofia,… Curioso

  13. Excelente reseña, Cavilius.
    Efectivamente no están todas las películas de romanos, sino que se trata de una selección centrada en los héroes mitológicos y legendarios en sentido amplio, incluyendo a los enemigos de Roma que me parece una sección novedosa y desconocida en su mayor parte. De Roma están recogidos solamente los héroes de corte más legendario a los que he añadido Gladiator por lo que tiene en común con ellos.
    Si tras la lectura del libro, uno se anima a saber más de estos héroes o a ver las películas menos conocidas que pueden haber intrigado al lector, el esfuerzo habrá valido la pena.
    El otro personaje de la portada no es romano, sino griego. Se trata de Antínoo, antagonista de Ulises (Kirk Douglas en la película Ulises, 1954). El actor que lo encarnó fue Anthony Quinn.

  14. Vorimir dice:

    El libro es un lujo tanto para amntes del cine como del mundo clásico. Que gran compra (como todas las que he hecho a Evohé).

    La reseña de Cavilius está a la altura del gran trabajo de Fernando Lillo, enhorabuena a ambos.

    PD: ¡De Bud Spencer no se os ocurra decir nada malo o nos liamos a mamporros! XD

  15. Antonio Penadés dice:

    A mi amigo Fernando (y a Evohé, claro está) no puedo más que desearle toda la suerte del mundo. Lillo se mueve en este ámbito como pez en el agua. En verano de 2005 le invitamos a un curso en la UIMP de Valencia titulado «El mundo antiguo en el cine» (que organizamos desde la Fundación IVECO) y quedamos todos maravillados con su conferencia.

  16. cavilius dice:

    Anda, claro, es Anthony Quinn. De hecho la portada es el cartel de la película Ulises, acabo de verlo por internet.

  17. juanrio dice:

    Ignorante….mira que no reconocer a Don Antonio…ainss

    Estupenda reseña, Cavilius, no sabes cuanto siento que no estuvieras presente en el Cervezas y libros en el que estuvo el autor y que nos dió para horas de conversación. El libro es estupendo, pero la exposición y las explicaciones que nos brindó el autor sobre el mismo fueron aún mejores. Ahora lo «malo» es que cuando veo una película de romanos la veo con otros ojos. Ya me ha pasado con dos «El León de Esparta» y «Helena de Troya», y tengo pendiente ver una recomendación del autor, a la que haré caso, y es la de ver Alejandro, la de Scott, con otros ojos.

  18. Gracias Antonio, gracias Juanrio por vuestras palabras de amigos. Disfruté mucho en el curso de la UIMP de Valencia y también en el Cervezas y Libros. En este último me sorprendió la excelente acogida de todos los presentes y sobre todo su preparación y su capacidad para hacer una charla interesantísima que incluso se hubiera prolongado más.
    El Alejandro de Oliver Stone merece un visionado (o revisionado) detenido y creo que se hace mucho más rico si se lee primero o inmediatamente después, a gusto de cada uno, el capítulo correspondiente del libro.

  19. Valeria dice:

    Bueno, no he llegado todavía a ese capítulo, estoy aún por Hércules. Pero como decían en un libro que leí hace mucho, «oir es obedecer«, y más si lo sugiere el autor. Revisionaré al señor Stone, aunque tengo que reconocer que la segunda mitad de la película siempre me pareció especialmente pastosa.

    Felicitaciones, Fernando.

  20. Ascanio dice:

    Hace unos días pusieron en la tele «Espartaco». ¿Nadie fue a leer el capítulo correspondiente de este libro? Pues yo sí, corrí la estantería y me lo empapé enterito. Si no lo hubiese leído, se me habrían escapado muchos detalles; es una auténtica disección de la peli.

  21. Ascanio, la misma experiencia puede hacerse con «Alejandro Magno» de Oliver Stone, una película incomprendida por muchos, o con la cinta menos conocida, «El León de Esparta», que tiene un transfondo político que suele pasar desapercibido al espectador actual.

  22. Ascanio dice:

    Hola, Fernando.
    Fíjate que estoy deseando ver «El león de Esparta», porque ya sé que no es un peplum al uso, pero no ha caído todavía en mis manos. Supongo que la vería años ha, cuando la televisión ponía películas de calidad (y variadas) y no los ladrillos que nos «largan» ahora, pero de eso hace tanto tiempo que no me acuerdo.
    Sobre «Alejandro»… Ay… Mi imagen de Alejandro es la de un líder de una talla excepcional, con fuerza, carisma, inteligencia, determinación… en fin, un conquistador. Algo totalmente alejado de ese rubio con mechas blandengue y lloriqueante de la cinta de O.Stone. Y mira que he visto la película dos veces, pero ni una más, de verdad. Eso sí, ahora mismito voy a ver el capítulo correspondiente de tu libro para ver qué dices de él.
    Saludos.

  23. juanrio dice:

    Pues como lo leas, Ascanio, la vuelves a ver. Yo la tengo pendiente de ver una vez más, para hacerle caso a Fernando.

    El león de Esparta si la vi hace poco y con el capítulo correspondiente del libro a mano. Lo cierto es que la ves de otra manera.

  24. Parece que a TVE1 le ha entrado la añoranza por las películas de griegos. Han pasado recientemente Troya (W. Petersen, 2004), la mediocre teleserie Helena de Troya (J.Kent Harrison) y la estupenda miniserie La Odisea (A. Konchalovsky, 1997). Recomiendo muy vivamente ver esta última, puesto que es una de las mejores adaptaciones de la Odisea a la pequeña pantalla. En Héroes de Grecia y Roma en la pantalla encontraréis mis opiniones sobre esta pequeña joya no muy conocida por el gran público. Que la disfrutéis.

  25. Balbo dice:

    Gracias Fernando por la recomendacion, hace poco conseguí esta miniserie en una tienda de segunda mano, y me encanta verla. Buen gusto el tuyo ;-)

  26. Me alegra coincidir contigo, Balbo. Otra miniserie para mí de gran calidad es «Masada» con unos espléndidos Peter O’Toole y Peter Strauss, que ha sido editada recientemente en DVD. Es una serie de las de antes en las que los protagonistas podían intercambiar parlamentos de más de cinco minutos.

  27. Balbo dice:

    Coincido contigo nuevamente Fernando, hace unos días me descargue los tres capitulos de MASADA. Parece que nos estamos leyendo el cerbreo mutuamente jejeje.

  28. Javi_LR dice:

    Leñes. A mí no me queda tiempo para poder ver nada. El día que pueda me voy a dar un atracón de peplum que me va a salir el cartón piedra por las orejas.

    Fernando, por favor, sigue avisándonos de todo lo que surja. A ver si un día coincidimos la tele y yo.

    (Por cierto, hoy empieza Spartacus, sangre y arena, en Cuatro. Aunque sé que no es de tu gusto, Fernando.)

  29. Spartacus: sangre y arena es una serie de «diseño» con mucha sangre, mucha arena (derilantes luchas de gladiadores), mucho sexo y muy poca reflexión histórica. Prefiero con mucho el Espartaco encarnado por Kirk Douglas (ese sí que es un héroe) con todo su trasfondo de lucha por la libertad teñida de tintes mesiánicos, fruto de una época en que las películas removían las conciencias.
    No obstante a los que disfruten con el «cóctel» propuesto por Spartacus: sangre y arena y sepan algo de francés les recomiendo este enlace con un interesantísimo estudio en profundidad de la serie:
    http://www.peplums.info/pep54m.htm

  30. Pamplinas dice:

    En el Historia National Geoprephic de este mesa sale una pequeña reseña del libro.

  31. Pamplinas dice:

    ¡Será por reseñas…! Parafraseando a Mafalda, ha sido como ofrecer azúcar a Fidel Castro.

  32. Pamplinas, sólo quería reunir en un lugar la cantidad de reseñas que aparecen en la web, aunque algún problemilla internaútico ha hecho que se repartieran en tres comentarios distintos.
    También se puede ver una entrevista del periódico Faro de Vigo en la que aparece una fotito de Lillus, «el último héroe de Grecia y Roma en la pantalla…..»
    http://fernandolillo.blogspot.com/2010/11/heroes-de-grecia-y-roma-en-la-pantalla_24.html

  33. Valeria dice:

    Pues yo el lunes que viene voy a Vigo. Miraré las caras de todos los transeúntes con los que me cruce, por si te encuentro ;-)

  34. lucía dice:

    El otro día viendo Alejandro Magno (la de Richard Burton) salían unos paisajes que me eran familiares, por lo que acudí presta a la referencia del libro y ahí nos decía donde se habían rodado los exteriores ( en Manzanares, Rascafría, El Molar y Málaga), ¡con razón me eran conocidos!; después leí toda la reseña de la película y tengo que decir que en algunos párrafos resultaba más entretenida que la película en sí.

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