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El pequeño Pataxú, Tristan Derème

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Verdoy



Registrado: 06 Dic 2006
Mensajes: 327
Ubicación: Mainake-Malaca

MensajePublicado: Lun Dic 18, 2006 8:59 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

A mi me pierden las distancias cortas. Me encantaría escribir opinión, ya sea en artículos, disertaciones, pequeños ensayos, etc...

Los grandes relatos, novelas, me vendrían largos. No estaría mal que echárais un vistazo a los relatos de Koenig en el Gran Capitán. Son impresionantemente buenos.

Saludos
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Alexandros el Argéada
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auchinlenk



Registrado: 05 Dic 2006
Mensajes: 92
Ubicación: Por tierras olivareras...

MensajePublicado: Lun Dic 18, 2006 11:36 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Valeria escribió:
Auchi, para entrar en en link que dejaste mi ordenata me exige primero que me registre en los foros de EGC -pide contraseña - .


Vaya olvide que habia que estar registrado, lo siento de veras.

Saludos.

Esto, ¿Richard lo puedo traer aqui?

La verdad es que Sir Koenig, es tremendo cuando se pone, se pone... Wink LLevas razon Verdoy.
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La gloria nunca llega a los vencidos.
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richar



Registrado: 14 Oct 2006
Mensajes: 3827
Ubicación: Más pallá que pacá

MensajePublicado: Mar Dic 19, 2006 8:46 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

auchinlenk escribió:
Esto, ¿Richard lo puedo traer aqui?


Si te refieres al relato, por supuesto, entre otras cosas porque es tuyo Smile

Un saludo,
Richar.
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Errare humanum est
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Valeria



Registrado: 16 Oct 2006
Mensajes: 5480
Ubicación: Al otro lado del Limes

MensajePublicado: Mar Dic 19, 2006 2:18 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Jefe, creo que lo que te pide es ayuda tésnica para la mudanza...
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richar



Registrado: 14 Oct 2006
Mensajes: 3827
Ubicación: Más pallá que pacá

MensajePublicado: Mar Dic 19, 2006 7:56 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

No sé, es que si es el relato, es copiar y pegar... como Dinio, estoy confundío... a ver qué dice el autor.

Saludos,
Richar.
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auchinlenk



Registrado: 05 Dic 2006
Mensajes: 92
Ubicación: Por tierras olivareras...

MensajePublicado: Mar Dic 19, 2006 10:19 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Bueno el autor entrecomillado soy yo Embarassed Embarassed Una vez mas lanze la idea y bueno tan solo 4 o 5 han continuado, pedire asesoria tecnica. Wink

Saludos.
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Atilio



Registrado: 15 Oct 2006
Mensajes: 415
Ubicación: Más allá de las Columnas de Hércules.

MensajePublicado: Dom Dic 24, 2006 10:23 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

¿Y por qué no pasas del condicional al presente, Verdoy?

Recientemente, publiqué un artículo de opinión en un periódico local.
Ahora intento desarrollar una gacetilla escolar, además de partipar en el concurso "El País de los Estudiantes."

Siempre hay multitud de posibilidades; sólo hay que situarse debajo del árbol, extender el brazo, abrir la mano, coger la manzana y probarla. Si está buena, se debe seguir comiendo; si sucede lo contrario- que sabe mal- se debe tirar y probar suerte en otro sitio. Pero nunca, nunca, se debe desanimar uno y pensar que todas las manzanas saben igual.

Un saludo,
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El lector -como la mujer- ama más a quien le ha engañado más.

Greguerías.
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Germánico



Registrado: 14 Oct 2006
Mensajes: 11115
Ubicación: En el V Regimiento, a las órdenes de Lukánikos Aristós

MensajePublicado: Dom Dic 24, 2006 8:23 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

¿Qué periódico, Atilio? Y dime la fecha, para localizarlo.

Saludos.
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Verdoy



Registrado: 06 Dic 2006
Mensajes: 327
Ubicación: Mainake-Malaca

MensajePublicado: Mie Dic 27, 2006 3:57 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Atilio escribió:
¿Y por qué no pasas del condicional al presente, Verdoy?

Un saludo,


Gracias por tus ánimos Atilio. La verdad es que estoy esperando una oportunidad de poder hacerlo. Espero que se presente pronto. Actualmente no tengo tiempo para mucho, pero la posibilidad de poder escribir reseñas en el Blog me mantinen entusiasmado.

Un saludo Wink
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Atilio



Registrado: 15 Oct 2006
Mensajes: 415
Ubicación: Más allá de las Columnas de Hércules.

MensajePublicado: Jue Dic 28, 2006 10:40 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Germánico:

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Mes: Julio.
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Koenig



Registrado: 10 Dic 2006
Mensajes: 4759
Ubicación: No muy lejos.

MensajePublicado: Mie Ene 17, 2007 8:34 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Buenas tardes.

La verdad es que tras mucho darle vueltas he decidido atreverme a dejaros unos párrafos.

También me gustaría pediros vuestra opinión, sincera. Son los defectos los que me interesan.

En todo caso espero que os guste.

Un saludo.

Koenig.

**********


Apenas amanece.

Eeeehooo

Eeeehooo

La bruma es espesa como una noche de borrachera. Nadie en sus cabales arriesgaría su barco cruzando los rompientes que protegen el puerto. Y sin embargo resuenan voces, bajas y apagadas, como rumor de olas, muy cerca del ras del mar, allá entre las rocas.

Eeeehooo

De entre la opaca, densa niebla, surge, como un fantasma terrorífico, la cabeza de un dragón, y tras él todo el cuerpo del barco, impulsado por la delicada y silenciosa cadencia de los remeros, hombres entrenados que siguen el rimo sin mas tambores que años de experiencia y tradición. En la proa del barco se yergue un guerrero armado con un gran escudo redondo y un hacha de guerra con la hoja cubierta de grabados y símbolos. Es enorme. Sus piernas son como troncos de árbol, sus brazos parecen capaces de partir un hombre en dos. Su pelo es largo, muy rubio, igual que su bigote, que lleva trenzado y colgando casi tan abajo como su barba. Tiene un aspecto aterrador.
Es imposible que nadie pueda ver a través de la densa niebla y sin embargo la embarcación de ese hombre avanza a un ritmo constante, ligero y seguro, deslizándose sobre el agua sin mas ruido que un breve rumor, un apagado burbujeo, navegando a través de la masa densa de humedad en suspensión.
De vez en cuando el hombre hace una indicación, que otro hombre situado bajo el único mástil, repite para el piloto, que no puede ver la proa, entre la niebla, desde su posición, y el barco cambia de velocidad o vira con ligereza, para sortear un escollo o un banco de arena. No hay apenas ruido, no hay mas movimiento que el necesario para hacer que el barco navegue, los guerreros que van a bordo permanecen alerta, rígidos, expectantes, tratando de clavar su vista en la niebla, mas allá de la cual, solo el que está en la proa ve.
El barco termina de cruzar los escollos como un fantasma, invisible en medio del manto triste de la bruma. No está solo. Una cuerda atada a la popa se tensa. Apenas empieza la niebla a tragarse el extremo del primer barco que ya surge el principio de otro. Tan silenciosamente como el primero, atados unos a la proa de los otros, una hilera de barcos dragón surca el mar de niebla en pos del anhelado objetivo. Varrkreth.
Los hombres que los guían emiten atávicos sonidos que van transmitiéndose de popa a proa, de barco a barco, tan parecidos al rumor del oleaje que resulta difícil no confundirlos. También estas voces mantienen unidos a los barcos dragón. De un modo mas místico, menos tangible, pero no menos eficaz.
Las olas ceden poco a poco su furia marina ante la calma de una bahía cerrada cuyos límites se pierden mas allá de la blanca pared de niebla. Los barcos dragón ya no están en mar abierto, sino en la gran laguna donde está el puerto de la ciudad. El hombre en la proa del primer barco puede ver el muelle de piedra, la explanada y los almacenes del puerto, el desnivel y, encima, las primeras viviendas de la ciudad. Gira brevemente la vista y, a su derecha, sobre la enorme mole de piedra del promontorio se alza el castillo, símbolo del poder del señor del clan de Vaarkreth.
El hombre de proa sonríe. Ninguno de los habitantes de la ciudad puede imaginar lo que se les viene encima. Varrkreth es la ciudadela sobre los acantilados. Inexpugnable dicen. Tan solo desde la laguna pueden los enemigos acercarse a la ciudad, pues los muros que dan a alta mar se yerguen sobre poderosos acantilados, pero la aún mas alta fortaleza domina todos los accesos a la laguna, y cuando hay niebla y la entrada queda oculta para los vigilantes de las torres, entonces son las rompientes que la guardan las que se encargan de disuadir a cualquiera de entrar, por muy osado marinero que sea.
Pero el hombre terrible que viaja en la proa del primer barco puede ver mas allá de la niebla. Él es especial. Sus ojos son blancos, sin iris. Cuando era mas joven los suyos lo consideraron una maldición, el mismo lo pensó así pues tuvo que aguantar las burlas de muchos. Pero con el tiempo se dio cuenta de que era un don. Él puede ver lo que está oculto tanto a través de la distancia del espacio como a través de la del tiempo. Él es ahora el líder de su tribu. Él les va a procurar un lugar para vivir, a costa de sus enemigos seculares.
Cuatro pescadores especialmente madrugadores recorren en ese momento el muelle de la ciudad. Van a aprovechar el día de niebla, un día en el que no podrán salir a pescar, para remendar sus redes, que están dispuestas sobre borriquetas, no lejos de sus barcas. Entonces, de entre los jirones de bruma, ven surgir la pintada cabeza de dragón que orna la proa del primer barco, y tras ella toda la nave, y sobre ella ven a los feroces guerreros que se agolpan, listos para saltar a tierra.
Los remos cían con delicadeza y el barco dragón se detiene tocando apenas y con suavidad la piedra del muelle. Los guerreros se abalanzan. Los pescadores tratan de huir, gritando la alarma. Sus gritos no tienen esperanza. Emplumadas flechas adornan sus espaldas antes de que hayan recorrido apenas unos metros. Los guerreros saltan de la madera a la piedra y se precipitan hacia las puertas de la baja muralla que separa los muelles de la ciudad, guiados por el guerrero terrible de los ojos blancos. Tras ellos corren los guerreros del segundo barco, del tercero, así hasta nueve.
Hay dos guardias vigilando la puerta. Han oído los gritos de los pescadores y se preguntas, preocupados, que sucede en los muelles. Tal vez se trata de una pelea. No tienen mucho tiempo para pensarlo. Un fuerte brazo surge de la bruma para clavar un hacha en el cráneo de uno de ellos, hundiéndole la hoja hasta el mentón. El otro observa aturdido, sin reaccionar. Está tan sorprendido que ni nota la fría punta que se le clava entre las costillas. Agoniza antes de caer al suelo. Los guerreros se reagrupan en torno a las puertas abiertas y ya sin vigilancia. El de aspecto terrible da órdenes secas, señalando en varias direcciones. De inmediato cruzan las puertas y se dispersan por la ciudad. Tan solo un grupo de unos cincuenta, todos los guerreros que han llegado en el primer barco, permanecen aparte. Esperan a que los guerreros hayan desaparecido por las calles, que empiezan a hacerse mas visibles. Entonces inician el ascenso por el camino que lleva a lo alto de la fortaleza.
Las calles del barrio del puerto son de barro mojado por la niebla. Las casas son de adobe húmedo sujeto por trenzados de ramas que asoman aquí y allá de las paredes y sobre las que se deposita la sal. Los tejados son tristes chamizos. Hay redes desplegadas ante las puertas, remos y arpones. En medio del goteo de la humedad que escurre de los tejados, avanzan los guerreros.
Otro grupo se ha adentrado por otro camino. Allí han encontrado calles adoquinadas, limpias y bien mantenidas. Las casas son de piedra, con grandes vigas de madera, y los tejados de teja. Obscenas gárgolas escupen el agua depositada en un hilillo continuo que se estrella contra los adoquines, enviando en todas direcciones gotitas de agua que caen como el halo de una estrella.
Mas allá del barrio portuario hay una gran explanada. Es cuadrada, de tierra y está vacía. Los guerreros se detienen. Cualquiera puede verlos si cruzan ese descampado, así que dan media vuelta y se desplazan por las embarradas callejuelas laterales, rodeando la explanada.
Una treintena de atacantes ha elegido otro camino y ha llegado a la gran puerta de la ciudad, mas allá de la cual se extiende la planicie de hierba dura que la comunica, a través de un istmo no muy ancho, con tierra firme. Podría pensarse que van a abrir para que entre un ejército poderoso pero no es así. Van a cerrar, para que nadie pueda escapar.
El templo se alza majestuoso sobre un promontorio que domina el mar al oeste de la ciudad. Está guardado por dos hombres ciegos, cuyo fino oído los advierte de la llegada de los guerreros. Cada uno de los guardias ciegos va vestido de rojo, y equipado con una campanita, que agitan levemente. El bronce produce un sonido cristalino, inocente, infantil. Avisan de la presencia del lugar sagrado a los guerreros, a los que han identificado por el ruido de las armas. Los dioses no se mezclan en las guerras de los mortales. Los mortales no combaten dentro de los límites del templo.
El guerrero terrible de los ojos blancos guía a la cincuentena de hombres que se han quedado con él por calles estrechas, ora adoquinadas, ora embarradas, pero siempre hacia arriba. Llegan hasta un arco de piedra, adornado con relieves de héroes, bajo el que cruza un ancho camino. Hay dos garitas a cada lado del arco, que están vacías. Los hombres cruzan sin detenerse. Uno de ellos escupe en la garita de la derecha y los que le ven sonríen. Pronto están ascendiendo todos por el camino. Las cotas de malla tintinean, los hombres callan y tratan de mantener la respiración, agobiados bajo el peso de las armas y por el ritmo de su líder, que parece incansable. La niebla empieza a disiparse cuando llegan a un bosquecillo de pinos raquíticos, retorcidos por los vientos marinos. Allí se reagrupan. Desde allí pueden ver las grises y señoriales piedras de la fortaleza. Las dos barbacanas, las torres protectoras y el oscuro túnel de acceso, cerrado por un grueso rastrillo de hierro oscuro.
Dos pescadores salen de una casa destartalada. Tras ellos sale una mujer de aspecto triste. Los tres cruzan la calle hasta un cobertizo donde se secan las capturas. Allí los esperan los guerreros. Los hombres mueren sin apenas exhalar un suspiro. Un de ellos recibe el impacto de una maza en la sien, que casi le arranca la cabeza de cuajo. El otro es atravesado por una lanza corta. La mujer que los sigue, que lo ha visto todo, grita...
En el barrio de calles adoquinadas, donde viven los comerciantes y los artesanos ricos, los guerreros se han distribuido. A una señal del jefe que los guía atacan las puertas con las hachas. No tardan en reventar la madera. Los pomos caen al suelo, inútiles. Los cerrojos cuelgan tristemente de los restos de madera, que cuelgan tristemente de las jambas. Los guerreros entran. Apenas ha pasado el tiempo antes de que empiecen el saqueo y la violencia. Una ventana de grueso vitral estalla empujada por un cuerpo, que cae sobre el asfalto con un golpe sordo.
Pronto empiezan a arder las primeras casas. Los techos de paja y las paredes de madera unen su esencia ardiente con la niebla, que se vuelve oscura, y el barro de las calles se cubre de ceniza y pavesas, que se encargan de cubrir los regueros de sangre que ya corren libremente, cuesta abajo, hacia el puerto, tiñendo la laguna de rojo. Hombres, mujeres y niños caen por igual. La brutalidad es desproporcionada. Un grupo de hombres se está reuniendo en la explanada cuadrada, la plaza del mercado. Van equipados con restos de armaduras, piezas sueltas y desparejadas que los cubren malamente. Sus armas son antiguas: inmensas alabardas, espadas oxidadas, lanzas con los astiles agrietados, escudos llenos de abollones y golpes. Junto a ellos se reúnen mujeres que cargan con niños y con hatillos de ropa, ancianos que cargan con pergaminos, tullidos ridículamente armados. Miserables todos. Se trata de la milicia de la ciudad.
Mas allá, los capitanes de esta milicia están mejor equipados. Ballestas nuevas, cotas de malla y espadas enjoyadas no tardan en formar a la milicia en la plaza. Dos largas columnas se dirigen hacia las puertas del istmo. Camino de la salvación, o eso creen ellos.
En la puerta espera otro grupo de guerreros. Alineados, han unido sus escudos con garfios para evitar que la fuerza de la masa los separe. Las espadas y las hachas asoman amenazadoras entre ellos. Miran ceñudos a las dos columnas de milicia, que avanza con los refugiados entre ellas. Todos se detienen. Los mercaderes ordenan la carga, los milicianos se lanzan hacia las puertas. Las hachas y las espadas ascienden... golpean. Los miembros cercenados chillan de dolor sobre el pavimento. En apenas unos minutos es el caos. Los guerreros desenganchan sus escudos y se lanzan contra las tristes columnas de milicianos, golpeando, cortando, mutilando, matando. Nadie escapa.
Los guardias ciegos escuchan con preocupación lo que sucede a su alrededor. Son conscientes de la presencia de mas de una veintena de hombres armados, aguardando acuclillados cerca de ellos. Son conscientes de un rumor en la ciudad, que crece hasta convertirse en un grito. Son conscientes del olor del humo, y del calor de los incendios. Agitan sus campanitas y rezan.
De improviso los guerreros se levantan. Se oye el tintineo del metal chocando contra el metal, el silbido de algo que rasga el aire tranquilo, impregnado en incienso, que rodea el templo. Los guardias ciegos yacen muertos sin apenas haber percibido a la parca, que ha caído sobre ellos como el rayo.
Las puertas del templo son de bronce, muy gruesas, sujetas por goznes labrados. Un golpe brutal las conmueve de repente. Y otro. Los sacerdotes y los acólitos corren por la nave central. Algunos peregrinos que duermen en la galería se incorporan preocupados. Un tercer golpe resuena contra las puertas de bronce. Los cierres crujen, como si un gigante estuviera golpeando las puertas con su inmenso puño.
La conmoción no ha pasado desapercibida arriba en la fortaleza. Los vigilantes, tiesos en sus garitas, firmes en las torres, observan la ciudad que aparece y desaparece entre la bruma. Pronto llegan hasta ellos sonidos terribles. Y entre la niebla, amortiguadas, asoman las llamas de los incendios lamiendo el cielo.
Para entonces algunos de los guerreros han ordenado alzar el rastrillo y están cruzado las puertas y el pasadizo de acceso para bajar a la ciudad, donde aún duermen sus familias. Primero son cinco o seis, pero luego llegan los del cuerpo de guardia, doce mas, y otros que cumplen sus obligaciones en otras atalayas de la fortaleza, veinte, y despiertan los que duermen en el cuartel... Tal vez sea un simple incendio. Porque nadie piensa al principio en un ataque. Tan sólo piensan en salvar sus casas del fuego, a sus familias de la muerte, a sus posesiones de la destrucción definitiva.
No llegan nunca abajo. Los infantes y los jinetes que se han precipitado hacia la ciudad son masacrados por las flechas, certeras y silenciosas, y las hachas, grandes y violentas, de los guerreros del destacamento del guerrero terrible de los ojos blancos. La sangre mana generosamente de sus heridas, como manará el vino de los barriles después de la victoria.
Cuando no baja nadie mas el hombre de los ojos blancos guía a sus cincuenta guerreros, cuarenta y siete pues tres de ellos han sido heridos, hasta el levantado rastrillo. Había temido la posibilidad de un largo asedio. Pero la fortuna le ha sonreído y su plan ha sido un éxito. Los guerreros cruzan el arco, ocupan el cuerpo de guardia y los cabrestantes que izan y bajan el rastrillo. Unos ascienden a las torres, otros se internan en el patio de la fortaleza. Corren hasta la gran torre del homenaje y ascienden las escaleras, de madera, por las que se llega a la gran puerta de acceso. Allí hay un hombre.
El señor del clan se yergue bajo la puerta. Sus ojos han escrutado la niebla, donde sabe que moran monstruos desconocidos. Terrores espantosos. Se pregunta hasta que punto no sería más prudente ordenar el cierre de las puertas. Pero ¿Quién iba a cerrarlas? Se arrepiente ahora de no haber permitido que las familias de los guardias durmieran en el castillo. De haber sido así no hubieran salido corriendo hacia la ciudad para proteger a los suyos. Se arrepiente de no haber sembrado la fidelidad en los corazones de sus guardianes. Ahora está solo, y el terror que surge de entre la niebla le resulta perfectamente conocido. El guerrero terrible de los ojos blancos camina lentamente hacia él, armado ahora con una inmensa espada bastarda.
- Hasnire –susurra el señor del clan espantado.
La espada voltea, la cabeza vuela, la sangre salpica el dintel y las jambas de la puerta. Sin haber proferido un sonido. El señor del clan cae. Los guerreros se abalanzan hacia el interior de la fortaleza.
Mas abajo, en la ciudad, se consuma la matanza. Las casas arden, tanto las de los adinerados como las de los pobres; las de los pescadores y las de los comerciantes; las de los nobles y las de los plebeyos. Las puertas del templo han reventado por fin, y los hombres entran con las espadas listas, para salir con los brazos cargados de botín. Los cadáveres se amontonan en las esquinas y en las plazas. Se consuma así la destrucción de Varrkreth, y un nuevo comienzo.
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Valeria



Registrado: 16 Oct 2006
Mensajes: 5480
Ubicación: Al otro lado del Limes

MensajePublicado: Mie Ene 17, 2007 9:14 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Lo imprimo y me lo leo. No soy capaz de leer en la pantalla tanto texto, y me parece que me falta el ritual elemental.
Pero por lo pronto, mis felicitaciones. Hay que tener muchos redaños para "desnudarse" y lanzarse a este vacío cibernético. Oh capitán, mi capitán.
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cavilius
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Registrado: 15 Oct 2006
Mensajes: 14850
Ubicación: Kallipolis

MensajePublicado: Mie Ene 17, 2007 10:05 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

A mí me ha gustado, Koenig, si te sirve de algo la opinión de este humilde aspirante a griego. Soy incapaz de ver ningún defecto. Quizá el monólogo final, un tanto breve (es broma). Pero es que aunque te dijera que veo alguno, deberías hacerme el caso que me merezco, o sea: ninguno.

Y me uno a Valeria: admiro tu valentía, porque no es nada fácil.

Saludos
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Friedrich Nietzsche
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Søren Kierkegaard
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Curistoria



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Mensajes: 917
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MensajePublicado: Jue Ene 18, 2007 8:09 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Joder, doble enhorabuena. Enhorabuena por escribirlo y enhorabuena por compartirlo. Si fuera uno de estos "panfletos" que regalan con las primeras páginas de un libro para que luego compres el libro, yo lo compraría.

Me ha gustado Smile Por cierto, espero acabar alguna vez de saber, con un libro entre las manos, qué hace Hasnire con la fortaleza de Varrkreth.

Por cierto, conocéis http://www.lulu.com/es

Saludos.
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Germánico



Registrado: 14 Oct 2006
Mensajes: 11115
Ubicación: En el V Regimiento, a las órdenes de Lukánikos Aristós

MensajePublicado: Jue Ene 18, 2007 1:13 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Vaya, un enlace que funciona. Enhorabuena, Curistoria.

Koenig, me lo leo con calma (o sea, el week-end).

Saludos.
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