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El pequeño Pataxú, Tristan Derème

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farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
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MensajePublicado: Jue Sep 14, 2017 12:55 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Un 14 de septiembre de 1930 el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) de Adolf Hitler dio la gran sorpresa al conseguir 107 escaños y un 18% en las elecciones al Reichstag, colocándose como la segunda fuerza política en el Reischstag tras el Partido Socialdemócrata Alemán (SPDF), que cedía 10 asientos para quedarse en 143 (y un 25% de los votos). La gran sorpresa pues en los anteriores comicios parlamentarios, en 1928, el partido nazi apenas consiguió 12 escaños (uno de ellos para Joseph Goebbels) y un raquítico 2’6 % del voto popular). ¿Cómo fue posible?



Quizá no todo, pero gran parte empezó con las consecuencias inmediatas del ‘crash’ bursátil de Wall Street en octubre de 1929, que abrieron el camino para la Gran Depresión, y no sólo en Estados Unidos. Alemania, que dependía de créditos internacionales, sobre todo de Estados Unidos, comenzó a ver cómo se cerraba el grifo y los creditores exigían el retorno de un dinero que necesitaban para su propio país. Las cifras de seis millones de parados no llegarían hasta dos años después, pero para septiembre de 1930 el paro en Alemania alcanzaba a más de tres millones de personas (en octubre de 1929 era de 1,5 millones); las clases medias serían las principales afectadas, pero lo peor estaría por llegar. Otra causa del auge de los nazis fue el colapso de la República de Weimar, que comenzaba a ser evidente tras la muerte de Gustav Stresemann, el canciller y ministro de Asuntos Exteriores que tras las crisis de 1923 consiguió enderezar el sistema de Weimar para poner Alemania en la senda de la recuperación. Su muerte dejó un gran vacío, pues su figura moderada y capaz de buscar acuerdos, dentro y fuera de Alemania, no fue sustituida por alguien de un talante similar. Heinrich Brüning, canciller desde marzo de 1930, sustituyó al gobierno del SPD, caído ante los primeros embates de la crisis. Brüning, perteneciente al Zentrum católico, el partido bisagra durante el régimen weimariano, pronto percibió que la amenaza a la estabilidad del régimen provenía de la derecha (nazis) y la izquierda (comunistas) extremas, y trató de obstaculizar el avance de los primeros endureciendo la política internacional, reclamando una revisión del Tratado de Versalles y rompiendo pactos con Francia, para así capitalizar los apoyos a los nazis, que explotaban desde su creación el rencor por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Para suplir la falta de créditos, Brüning optó por un aumento de los impuestos, lo que le granjeó el voto de castigo del Reichstag. Amparándose en los poderes especiales que la Constitución de 1919 otorgaba al presidente del Reich, el octogenario Paul von Hindenburg, Brüning jugó la carta de gobernar por decreto. Ante la oposición de la mayor parte del Reichstag, Brüning obtuvo de Hindenburg el decreto de disolución de la cámara y en julio convocó elecciones para el 14 de septiembre, confiando en lograr una coalición parlamentaria mayoritaria que diera estabilidad a su Gobierno.

Los resultados no fueron los esperados. El auge de los nazis y de los comunistas del KPD (23 escaños más para estos) no se vio contrapuesto por un aumento de la presencia del Zentrum (apenas siete escaños, para quedarse en 6Cool, mientras partidos nacionalistas de derecha (aunque más moderados que los nazis) se hundían y el SPD, el partido que desde 1919 defendió la estabilidad de Weimar, perdía también fuelle. Los extremistas ganaban posiciones y la cámara parlamentaria se hizo más ingobernable que antes de las elecciones. El éxito de los nazis hay que entenderlo al erigirse en receptáculo diverso de votos y simpatías (o, mejor dicho de antipatías a otros partidos), desde votantes campesinos de derechas a clases medias en algunas ciudades del sur de Alemania, pasando por veteranos de guerra y simpatizantes de partidos nacionalistas que decidían optar esta vez por una fuerza política más “enérgica”. Hindenburg siguió confiando el Gobierno en Brüning, que a su vez siguió gobernando por decreto y sin depender de una mayoría parlamentaria, algo que había sido lo habitual entre 1924 y principios de 1930. Para contrarrestar la crisis económica, que cada vez provocaba más cierre de empresas, desempleo y empobrecimiento de las clases medias, Büning optó por la deflación, la devaluación de la moneda y recortes presupuestarios. Si antes de las elecciones de 1930 trató de puentear a los nazis, en los dos años siguientes buscó acuerdos con ellos, pero Hitler se negó a aflojar la cuerda. Ante la imposibilidad de un acuerdo, Brüning volvió a la mano dura y prohibió las actividades de las SA nazis (así como de las organizaciones paramilitares comunistas), pero sólo logró enraizar la violencia de ambas en las calles. En las elecciones presidencias de marzo y abril de 1932 Brüning dirigió la campaña electoral de Hindenburg, que se presentó a la reelección (frente a la propia campaña de Hitler, que se presentó candidato aun sin ser oficialmente ciudadano alemán), y logró la victoria de Hindenburg en la segunda vuelta. Pero, desgastado, Brüning presentó su dimisión a finales de mayo; su sustituto, el también centrista Franz von Papen, siguió gobernando por decreto hasta que convocó elecciones para julio: No pudieron ser más desastrosas para la coalición Zentrum-SPD que había gobernado durante el período dorado de Weimar: el NSDAP doblaba los resultados de septiembre de 1930 y lograba 13 millones de votos, un 37% de los votos, 230 escaños y el primer puesto en el Reichstag, mientras que el SPD cedía otros 10 escaños, y el Zentrum sólo ganaba 6 escaños. El KPD ganaba 12 escaños y se situaba como tercera fuerza parlamentaria. Con un NSDAP eufórico, aunque sin mayoría, Hitler sólo ofreció una salida: que se le designara canciller.

La consecuencia del primer gran triunfo electoral nazi en 1930 fue que la situación política y social alemana viró hacia la inestabilidad, el desorden en las calles, la inquietud en el ejército –con el general Kurt Von Schleicher que fue ministro de Defensa con Papen y, cuando este cayó en noviembre de 1932, canciller durante poco más de cincuenta días– y una galopante crisis económica que no parecía tener fin. Fue precisamente capitalizando el desastre económico y el aumento del paro que el partido nazi logró sus mejores resultados en julio de 1932… aunque también el cénit de su fuerza entre el electorado. Las querellas internas en el partido (Gregor Strasser negociando con Papen y luego Schleicher al margen de Hitler), la sensación de hastío de un electorado nazi que quería soluciones ya, la intransigencia de Hitler (el todo o nada: la cancillería o seguir siendo oposición) lo que dio un serio aviso al NSDAP en los comicios de noviembre de 1932 (los cuartos en dos años, incluyendo las elecciones presidenciales de ese mismo año): los nazis perdieron 34 escaños y dos millones de votos, mientras los comunistas ganaban once escaños; el SPD seguía a la baja, con 12 escaños menos, y el Zentrum perdía votos por primera vez desde los años veinte. Sólo la presión de Hitler, que fue a por todas (aunque el partido comenzaba a tener serios apuros económicos) y de Papen, que segó el camino a Schleicher y convenció a Hindenburg, lograrían que éste, amparándose en sus poderes especiales, designara canciller a Hitler el 30 de enero de 1933. Veintiocho meses después de su primer gran éxito electoral, los nazis alcanzaban el poder, aunque no por la fuerza de las urnas, en un Gobierno en el que fueron minoría, con Papen como vicencanciller para controlar a Hitler y con varios representantes de partidos nacionalistas para diluir el componente nazi. Pero Hitler los superaría a todos amparándose en leyes especiales y la fuerza bruta para, seis meses después de alcanzar el poder, destruir el sistema weimariano y la democracia en sí misma.
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sciurus



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MensajePublicado: Jue Sep 14, 2017 7:59 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Permitidme con un día de atraso...pero sino no me lo perdonaría...
14 de septiembre, muere Felipe II en San Lorenzo de El Escorial.
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Olethros



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MensajePublicado: Dom Sep 17, 2017 7:17 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Si no m equivoco, un 17 de septiembre de...

...1176. Batalla de Miriocéfalo entre un ejército de los turcos selyúcidas y una coalición de fuerzas del Imperio Bizantino, del Reino de Hungría y del Principado de Antioquía, que aunque terminó en un empate técnico desembocó en una virtual victoria de los selyúcidas ya que sus enemigos tuvieron que retirarse al perder los suministros básicos durante el combate, lo que significó la pérdida de iniciativa en la zona de las tropas de Bizancio y su última gran campaña.

...1497. Varios años después de la Reconquista, pero en relación directa con ella, toma de la plaza fuerte de Melilla por tropas del reino de España.

...1631. Batalla de Breitenfeld, en el seno de la Guerra de los Treinta Años, entre una alianza protestante de fuerzas suecas y sajonas contra una alianza católica entre el Sacro Imperio Romano Germánico y la Liga Católica alemana, con derrota de estos últimos (aunque con importantes bajas del enemigo) que demostró lo correcto de la opinión de los expertos sobre que Suecia era una potencia a vigilar de cerca y que fortaleció la fama militar de Gustavo Adolfo.

...1788. Batalla de Karánsebes, en la que un ejército austriaco en busca de un ejército enemigo del Imperio Otomano llega a las afueras de la ciudad que da nombre a la batalla y, debido a peleas, alcohol y errores interpretativos terminan por luchar entre ellos creyendo que se enfrentan al turco. Los combates son de tanta intensidad que la fuerza austriaca termina por retirarse de la zona dejando atrás varios miles de muertos. Cuando lleguen los otomanos, dos días después, tomarán la ciudad sin un solo disparo.

...1861. Batalla de Pavón, en el seno de las Guerras Civiles Argentinas, entre fuerzas bonaerenses que querían dejar clara su supremacía sobre el resto de provincias del país y fuerzas confederadas que luchaban por un estado descentralizado, con victoria de las primeras que llevará la capital de la nación a Buenos Aires e impondrá una política federal pero con primacía bonaerense.

...1862. Batalla de Antietam, en el seno de la Guerra Civil Norteamericana, entre fuerzas confederadas al mando de Lee, que habían entrado en campaña en la zona de Maryland, y fuerzas de la Unión, una buena parte de ellas reclutadas y formadas a toda prisa, al mando de McClellan y con superioridad artillera en número y calibre, una victoria confederada tras sangrientos combates y más de veinticinco mil bajas ante la retirada de la Unión pero que, a nivel estratégico, detuvo el avance de las fuerzas del sur, evitó que naciones como Francia o Gran Bretaña se aliasen con los confederados y consolidó la voluntad de la Unión, con Lincoln al frente, de obtener una victoria final.

...1894. Batalla de Yalu (o Batalla del Mar Amarillo), en el seno de la Primera Guerra Sino-Japonesa, entre flotas de China y Japón, con victoria clara de las segundas por su mejor preparación y barcos más modernos, un aviso a los observadores internacionales más avezados sobre los cambios geopolíticos que se avecinaban en la zona.

...1916. En el seno de la Primera Guerra Mundial, tropas francesas y rusas reconquistan Flórina de manos búlgaras. Los serbios hacen lo propio con el monte Kajmakcalan, pero serán expulsados poco después; tardarán dos semanas en volver a tomarlo.

...1939. Por sorpresa, la URSS invade por el este la ya atacada Polonia, en el seno de la Segunda Guerra Mundial, cumpliendo uno de los protocolos secretos del Tratado Molotov-Ribbentrop firmado entre Alemania y la URSS menos de un mes antes. Las declaraciones oficiales explicaban que, “como el gobierno polaco ha dejado de existir, las fuerzas soviéticas ocuparán el este de Polonia para traer seguridad y control al territorio”, y así salvar a los “hermanos de sangre” del pueblo soviético que vivían en esa zona. Omitir la acción habría sido “abandono”, se llegó a afirmar. Mientras, el portaaviones británico Courageous, antiguo crucero de batalla reconvertido, es hundido junto a toda su tripulación al suroeste de Irlanda por el U-29, convirtiéndose en el primer buque de guerra aliado en ser hundido durante la Segunda Guerra Mundial. El Ark Royal estuvo a punto de ser el primero poco antes pero escapó del ataque del U-39 porque los torpedos no explotaron correctamente pero permitieron detectar al submarino, que fue hundido.

...1940. En el seno de la Segunda Guerra Mundial y ante la evolución de la Batalla de Inglaterra, Hitler pospone la Operación León Marinohasta nueva orden”. Los combates aéreos continuaran pero con mucha menor intensidad y la atención principal de la estrategia alemana irá en otras direcciones. Un informe de Spiedel al OKW y a Hitler demuestra que, aunque en la primera fase de las operaciones aéreas sobre Gran Bretaña la resistencia se resintió de manera considerable, tras las demoras técnicas y meteorológicas que sufrió la segunda fase se permitió que la RAF se acomodase.

...1941. Fin de la Operación Countenance con la abdicación del Shah y la rendición de Irán, cuyo territorio quedará ocupado por fuerzas británicas y soviéticas hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. El nuevo Shah es Mohammad Reza Palhevi. Mientras, y durante una recepción en Rastenburg, Hitler habla de la erradicación de la URSS, de su futuro papel como colonia alemana y de proveedora de materias primas, de territorio para soldados-colonos alemanes y de la futura prohibición de acceso a la educación de los rusos, que solo se usarán como obreros. Ese mismo día, un submarino alemán dispara contra un destructor norteamericano que escoltaba un convoy de suministros procedente de Australia, el Kearney, matando a once marineros. La protesta norteamericana se hace oír, pero no hay consecuencias directas (indirectas, muchísimas, porque hace tiempo que la marina norteamericana tenía orden de anular cualquier interrupción del “comercio” marítimo por parte del Eje, lo que significaba un estado de guerra virtual en el mar, por lo que cosas como estas sólo aumentaban el ansia de combate de sus marineros).

...1942. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, inicio de las Operaciones Triángulo y Cuadrilatero, nuevos intentos alemanes de terminar con las actividades partisanas soviéticas, esta vez en Bryansk. Morirán más de dos mil partisanos y los supervivientes tendrán que retirarse un tiempo, pero volverán al cabo de unas semanas con más refuerzos. Mientras, y en Stalingrado, el teniente soviético Andrei Jozianov toma posiciones con su destacamento de infantería de marina de unos cincuenta hombres en el gran silo de cereales junto al río, contando con dos antiguas ametralladoras Maxim y dos fusiles antitanque, además de armas convencionales. Su lucha será épica.

...1943. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, fuerzas soviéticas reconquistan Bryansk.

...1944. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, inicio de la ambiciosa y compleja Operación Market Garden, un asalto aerotransportado tras las líneas alemanas en territorio holandés con el objetivo de tomar los vitales puentes, a la vez que un asalto blindado desde la frontera holandesa deberá ir contactando con las unidades paracaidistas atrincheradas. Las unidades alemanas harán muy difíciles ambos objetivos.

...2009. El Parlamento Europeo establece este día como “Día Europeo de Conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y el Nazismo”, también conocido como Día del Listón Negro.

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Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP
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Davout



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MensajePublicado: Dom Sep 17, 2017 9:04 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Olethros escribió:
1862. Batalla de Antietam, en el seno de la Guerra Civil Norteamericana, entre fuerzas confederadas al mando de Lee, que habían entrado en campaña en la zona de Maryland, y fuerzas de la Unión, una buena parte de ellas reclutadas y formadas a toda prisa, al mando de McClellan y con superioridad artillera en número y calibre, una victoria confederada tras sangrientos combates y más de veinticinco mil bajas ante la retirada de la Unión pero que, a nivel estratégico, detuvo el avance de las fuerzas del sur, evitó que naciones como Francia o Gran Bretaña se aliasen con los confederados y consolidó la voluntad de la Unión, con Lincoln al frente, de obtener una victoria final.


Aunque la batalla se considera un empate Lee retira al ejército confederado hacia Virginia al día siguiente, lo que pone fin a la invasión de Maryland. Si el ejército de la unión hubiera estado comandado por otro general más competente que McClellan la ventaja de haber obtenido copia de las órdenes confederadas podría haber significado la derrota total del ejército sudista.
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lohengrin



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MensajePublicado: Mar Sep 19, 2017 9:32 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

19 de septiembre de 1580 : los Trinitarios rescatan a Miguel de Cervantes de Argel.
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¡Por España! Y el que quiera defenderla, honrado muera;
y el que, traidor, la abandone, no tenga quien le perdone,
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farsalia



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MensajePublicado: Mar Sep 19, 2017 1:05 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Un 19 de septiembre de 1356 el ejército inglés al mando de Eduardo de Gales, el Príncipe Negro, derrotó a los franceses en la batalla de Poitiers, comandados por el rey Juan II, que cayó prisionero. Junto a Crécy (1346) y Agincourt (1415), la batalla de Poitiers supuso una debacle para las armas francesas en el largo conflicto conocido como la Guerra de los Cien Años (1337-1453), que marcó y jalonó la construcción del Estado “moderno” en Inglaterra y Francia, moduló los progresos en el arte de la guerra (del dominio de la caballería al auge de la infantería) y marcó la etapa final de lo que comúnmente llamamos la Edad Media en Occidente.



Todo empezó con las reivindicaciones de Eduardo III (1327-1277), rey de Inglaterra, a la corona de Francia tras la extinción de la rama principal de los Capetos y la llegada al trono francés de la rama colateral de los Valois, en 1328; casa real que se mantendría en el trono de Francia (con diversas ramas también) hasta 1589. Eduardo III era pretendiente al trono francés a través de su madre, Isabel, hija de Felipe IV el Hermoso, pero la ley sálica regía en Francia y el rey valois, Felipe VI, se negó a transigir. La guerra comenzó con un juramento por parte de Eduardo III, que se comprometió a invadir Francia para hacerse con el trono francés, en 1336, y con una declaración de guerra que, por un tiempo, se limitó a algunas escaramuzas terrestres (las famosas “cabalgadas”) y a la batalla naval de Sluys, en los Países Bajos, que ganaron los ingleses. Conviene recordar que los reyes ingleses poseían algunos territorios en Francia, la Guyena (o Gascuña), en la Aquitania, y aunque habían perdido el ducado de Normandía un sigo atrás, quedaba presente la reivindicación de un ducado del que surgió la casa real inglesa, tras la conquista de Inglaterra en 1066. Mucha “historia antigua” se aludía en las querellas entre Plantagenets y Valois a lo largo del conflicto. En la batalla de Crécy (1346), consecuencia de una cabalgada, el reducido ejército de Eduardo III venció a la caballería francesa y diezmó a su nobleza, gracias a sus arqueros, aunque no comportó una resolución del conflicto: inmediatamente después de su victoria, Eduardo III procedió al asedio y conquista de Calais, en el Canal de la Mancha, y a establecer una cabeza de puente que los ingleses utilizarían en diversas ocasiones para iniciar sus estacionales “cabalgadas” hasta la época de Enrique V.

Crécy no resolvió nada, y aunque ni ingleses ni franceses estaban dispuestos a ceder terreno, la guerra continuó: recordemos que la guerra medieval era estacional, con ejércitos reducidos y procurando evitar las batalles campales que podían ser desastrosas para ambos bandos en liza. Una “cabalgada” desde una ciudad fuerte (Calais para los ingleses, desde entonces), arrasando el territorio, quemando las cosechas, internándose en Francia para provocar el miedo y quebrando la confianza de los lugareños en la corona, para luego regresar al punto de origen con un buen botín (si era posible), era lo habitual. Así fue Crécy, así se esperaba que fuese el siguiente intento. Una nueva expedición inglesa se preparó para el verano de 1356, comandada esta vez por el príncipe de Gales, Eduardo, conocido como el Príncipe Negro (el color de su armadura), de 26 años de edad. Se empezó como una “cabalgada” al uso, partiendo esta vez de la Guyena inglesa (Aquitania): se cruzó el río Loira, se arrasó la zona, se asedió (sin éxito) la ciudad de Tours y se provocó al personal local, con la idea de plantear una batalla que, se esperaba, esta vez el rey francés no aceptaría, pudiéndose retirar de nuevo a su ducado de Guyena. Pero Juan II (apodado El Bueno), hijo del anterior Felipe VI, no se quedó de brazos cruzados; la nobleza francesa, por otro lado, tenía ganas de revancha tras lo sucedido en Crécy. En Poitiers se encontraron ambos ejércitos, y otra vez el inglés era minoritario: unos tres mil jinetes, dos mil arqueros y un millar de soldados de infantería frente a ocho mil caballeros y tres mil infantes franceses. Y cómo sucediera en Crécy (y volvería a suceder en Agincourt), el rey francés apostó por la carga de caballería; por su parte, el Príncipe Negro prefirió la agilidad de sus tropas ligeras y la tormenta de flechas que los arcos largos ingleses podían desatar sobre los jinetes franceses. Iniciada la batalla, Eduardo fingió que huía con la parte más granada de su caballería, para rodear a los franceses, que, confiados en exceso, atacaron con todo lo puesto; los arqueros ingleses masacraron a la caballería francesa, que a su vez se vio rodeado en la retaguardia por los jinetes enemigos; la infantería francesa, por su parte, no pudo vencer a la inglesa, que la derrotó y forzó su huida. El resultado fue una reedición de Crécy, pero diez años después, y esta vez con un premio grande: el rey Juan II fue hecho prisionero. Los franceses perdieron unos 2.500 hombres, los ingleses apenas unos centenares.

La consecuencia de la batalla fue el caos en Francia, con su rey prisionero y trasladado a Londres, que no volvería a Francia hasta la firma del tratado de paz cuatro años después. El joven delfín, futuro Carlos V, de apenas 18 años de edad, tuvo que asumir una complicada regencia ante una nobleza levantisca, las protestas de la burguesía urbana (que forzaron una reunión de los Estados Generales y que se negaron a pagar el rescate del rey), la rebelión de los campesinos (la “Jacquerie”) en 1358 y los tejemanejes del rey de Navarra, Carlos II el Malo, que jugó a dos bandas con ingleses y franceses. Todo ello retrasó la firma de un acuerdo con Inglaterra, el Tratado de Brétigny (octubre de 1360), al que Carlos se avino para poder liberar a su padre. El tratado otorgaba amplios territorios a los ingleses en el suroeste de Francia, ampliando considerablemente el reducido ducado de Guyena en Poitou, Périgord, Lemosin y la mayor parte de la Aquitania perdida por los Plantagenet un siglo y medio atrás, y en esta ocasión sin rendir vasallaje al rey francés; a cambio, Eduardo III renunciaba a sus derechos dinásticos sobre la corona francesa. Además, se fijaba un rescate por Juan II: tres millones de coronas de oro, de las cuales se había de pagar inmediatamente uno para que se liberara al rey francés. Se impusieron rehenes: varios hijos de Juan I quedaron bajo custodia en Inglaterra; cuando uno de ellos, Luis, se escapó en 1362, su padre, apelando al honor (y dando significado a esa “bondad” de su apodo), se comprometió a convertirse en prisionero y volver a Londres, y así sucedió: moriría en la capital inglesa en 1364. El Tratado de Brétigny cerró la primera etapa de la Guerra de los Cien Años con una victoria inglesa y una extensión de los dominios Plantagenet en Francia. Pero la guerra no había terminado: durante su reinado de dieciséis años y hasta su prematura muerte en 1380, Carlos V de Francia haría lo posible para revertir las condiciones del tratado. Y con Bretrand du Guesclin al frente de un ejército real estable, en los diez años siguientes se reconquistó Poitou y, ya durante el reinado de su sucesor Carlos VI (1380-1422), se redujo la extensión de las posesiones inglesas en Guyena. La inestabilidad mental de Carlos VI marcó su reinado, junto al conflicto de su hermano y gobernante de hecho Luis de Orléans contra el duque de Borgoña, Juan I Sin Miedo –hasta que éste ordenara el asesinato del Orléans en 1407–, y la guerra entre borgoñones y armagnacs en los años previos a la reanudación de la guerra contra los ingleses. Otro rey, Enrique V, que reivindicó los derechos a los que había renunciado su bisabuelo Eduardo III, y otra cabalgada, con Agincourt como triunfal corolario. Pero esa es otra historia…
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lohengrin



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MensajePublicado: Mie Sep 20, 2017 7:53 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

20 de septiembre de 1604: finaliza el sitio de Ostende.
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Ultima edición por lohengrin el Mar Sep 26, 2017 4:38 pm; editado 1 vez
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farsalia



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MensajePublicado: Mie Sep 20, 2017 1:03 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Un 20 de septiembre de 1792 tuvo lugar una de las batallas menos decisivas de la historia, pero con enormes consecuencias para uno de sus contendientes: el ejército francés al mando del general Charles François Dumouriez derrotó (o más bien provocó la extraña retirada de) al ejército coaligado de prusianos y austriacos en Valmy, en la región de la Champagne. Una batalla que se distinguió por ser diferente: todo lo decidieron los cañones, apenas hubo combate entre los soldados de infantería; los prusianos avanzaron pero vieron que los franceses mantenían prietas las filas y se retiraron, dejando el campo de batalla y la extraña victoria en manos de los franceses. ¿Por qué? Quedará siempre esa duda. Pero con Valmy nació una idea: la de un ejército "nacional", de la nación francesa.



Todo empezó con el estallido de la Revolución francesa en el verano de 1789, pero las cosas se pusieron candentes cuando, tras el intento de huida de Luis XVI y su familia de París, detenidos en Varennes, las monarquías absolutistas de Austria (a fin de cuentas el emperador José I era cuñado del rey francés), se produjo la declaración francesa de guerra a Austria en 1792. Ya previamente, en agosto de 1791 y mediante una declaración oficial de José I y Federico Guillermo II de Prusia, se lanzó un velado ultimátum a la Asamblea Nacional Constituyente francesa, que ostentaba la soberanía del reino, para que se volviera al ‘status quo ante revolutionem’, amenazando con una formal declaración de guerra, invasión del país y restauración del poder de los Borbones. La Asamblea Nacional Constituyente francesa, constituida en Asamblea Legislativa tras la promulgación de la Constitución de 1791, no se achantó y tras denunciar los complots de los emigrados y radicalizarse tras el juego político entre moderados y “montañistas”, declaró la guerra en abril de 1792 a Austria. Se formó la Primera Coalición contra la Francia revolucionaria: Austria y Prusia invadirían Francia, con el apoyo de Gran Bretaña, España, Portugal y Nápoles. El Manifiesto de Brunswick, en julio, cargó las tintas de la Coalición contra el Gobierno francés; las tensiones en París llevaron a una insurgencia contra la monarquía y el 10 de agosto una muchedumbre asaltó el Palacio de las Tullerías, detuvo a la familia real y dio un golpe de fuerza, apartando del poder a los moderados. Unos días después se proclamó la República y se aprestó un ejército, al mando de Dumouriez para invadir los Países Bajos. Pero el ejército francés, bajo de forma y de moral, no parecía capaz de poder detener el avance de los coaligados.

El espíritu de la nación francesa surgió en esos meses previos a la batalla y estalló con furia en Valmy. La guerra anterior a Valmy, la guerra del siglo XVIII, se había distinguido por ser algo propio de ejércitos profesionales de combatientes al servicio de un Estado, pero en el que la “ciudadanía” no formaba parte. Era una “cultura de la guerra” aristocrática, de (relativamente) pocas pero combatidas batallas, en las que los nobles lograban fama y gloria, en la que el escalafón militar estaba vedado a burgueses o gente del “pueblo llano”. Una guerra que se disputaba entre reyes y Estados, pero no al servicio de una nación o de la ciudadanía. En tiempos previos a la soberanía nacional, que por entonces era encarnada por los reyes (de ahí que la guerra contra la Francia revolucionaria comenzara como una ofensa de los monarcas europeos a la detención y virtual prisión de los reyes franceses), la Asamblea Nacional francesa dio el paso de asumir la soberanía y de hablarle de tú a tú al pueblo, a encarnar esa “nación en armas” embrionaria que tras Valmy sería habitual. Cuando se proclamó la República en Francia, el ejército estaba deshecho, con muchos de sus oficiales ausentes o emigrados, conspirando incluso contra Francia. Hubo que reconstruir el ejército y en las semanas posteriores se nutrió de soldados no profesionales, muchos de ellos no formados ni adiestrados. Frente a este ejército popular, con Dumouriez, uno de los pocos militares “tradicionales” que se mantuvo leal al nuevo Gobierno (hasta abandonarlo meses después), los ejércitos de Austria y Prusia parecían invencibles. Se daba por sentado en Viena que las tropas de la Primera Coalición barrerían a las turbas que nutrían las filas del ejército francés. En Valmy se encontraron ambos ejércitos tras el fácil avance de los coaligados en territorio francés. Pero el cañoneo previo en Valmy cambió las cosas. ¿Por qué se retiraron los franceses? No eran superiores en número a los franceses, pero estaban mejor pertrechados y formados. ¿Les acobardó el grito francés a la nación y la apelación a su ‘élan’ en el momento en que ellos avanzaron o les echó atrás esa superioridad numérica francesa? ¿O quizá se retiraron confiando en lograr un lugar donde desplegarse mejor y derrotar a esa muchedumbre? Sea como fuere, el comandante prusiano tocó a retirada.

La consecuencia inmediata de la batalla es que, con la retirada prusiana y austriaca, Francia se vio libre en ese momento… en el sentido que al retirarse el avance coaligado sobre París, la Revolución se asentó… y radicalizó. La Asamblea Legislativa fue disuelta; en el preciso momento en que se “no-combatía” en Valmy, en París se proclamaba la Convención; al día siguiente se abolía la monarquía y formalmente la República se asentaba. La victoria ‘nacional’ francesa en Valmy marca un punto de inflexión, con importantes cambios precedentes en el modo de preparar un conflicto, como el debate en la Asamblea Nacional sobre la potestad de la ‘nación’ (no el rey) para declarar la guerra. La sociedad francesa se implicó en las guerras contra el enemigo extranjero y se consolidó, de un ejército ‘nacional’ que se forjó paulatinamente, una concepción radicalmente diferente hasta entonces acerca del servicio militar. Comenzó también un período convulso, tras las masacres de contrarrevolucionarios a principios de septiembre y que prepararía el camino para el Terror de 1793-1794; comenzaron los debates para la redacción de una nueva Constitución (la de 1793); se preparó el juicio contra Luis XVI, que culminaría con su ejecución en enero de 1793; se fraguó el descontento contra la revolución en la Vendée (al oeste de Francia), que conduciría a una cruenta represión (se habla incluso de genocidio); y empezó la inestabilidad política entre girondinos y jacobinos que llevaría al golpe de fuerza de estos últimos en el verano de 1793. Se asentó la idea de “la nación en armas” y se inició el período de expansión territorial revolucionario contra los vecinos de Francia: Países Bajos, el oeste del Sacro Imperio Germánico, el norte de Italia, así como una guerra en diversos frentes que finalizaría con acuerdos de paz separados con los miembros de la Primera Coalición (que formalmente acabó en 1797). Fue la senda que llevó al poder a militares como Napoleón Bonaparte, que tras sus fulgurantes campañas en Italia (1795-1797) y Egipto (1798-1799), dio un golpe que acabó con el Directorio en brumario (noviembre) de 1799 y estableció un régimen autoritario y conservador, que, en unos pocos años, daría paso al Primer Imperio Francés (1804-1814).
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lohengrin



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MensajePublicado: Vie Sep 22, 2017 7:37 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

21 de septiembre de 1561: Valladolid se incendia el día de San Mateo.

22 de septiembre de 1568: Los piratas Hawkins y Drake huyen con el rabo entre las piernasde San Juan de Ulúa, Veracruz (Méjico).
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¡Por España! Y el que quiera defenderla, honrado muera;
y el que, traidor, la abandone, no tenga quien le perdone,
ni en tierra santa cobijo, ni una Cruz en sus despojos, ni las manos de un buen hijo para cerrarle los ojos.


Ultima edición por lohengrin el Lun Sep 25, 2017 12:13 pm; editado 1 vez
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Olethros



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MensajePublicado: Vie Sep 22, 2017 5:53 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Si no me equivoco, un 22 de septiembre de...

...1236. Batalla de Saule, parte de muchos enfrentamientos y campañas englobadas dentro del fenómeno conocido como las Cruzadas Bálticas, entre los Hermanos Livonios de la Espada, la primera orden militar católica de la región, y fuerzas samogicias y lituanas que vencieron con absoluta rotundidad, quedando las fuerzas livonias tan destrozadas que en menos de un año los supervivientes solicitaron su inclusión en la Orden Teutónica, mientras que los pueblos que habían sometido comenzaron a rebelarse.

...1586. En el seno de la Guerra de los Ochenta Años, Batalla de Zutphen entre fuerzas del Imperio de España que trataban de llevar suministros a la ciudad sitiada que da nombre a la batalla y fuerzas aliadas holandesas e inglesas que tratan de impedirlo, con victoria de los españoles mediante la decidida actuación de sus tercios, que consolida su posición en la zona.

...1784. Napoleón, de quince años, es admitido en la Real Escuela Militar de París.

...1793. En el seno de la Guerra del Rosellón pero en el marco más amplio de las Guerras Revolucionarias Francesas, Batalla de Truillás entre fuerzas francesas que tratan de recuperar el control de la zona y fuerzas españolas que vencen con claridad y siguen ocupando el territorio, pero no parece que vayan a encontrar soluciones políticas para unir el Rosellón a los territorios de España.

...1866. En el seno de la Guerra de la Triple Alianza, Batalla de Curpayty entre fuerzas aliadas argentinas, brasileñas y uruguayas que querían tomar el fuerte que da nombre a la batalla y que se enfrentan a los defensores paraguayos que aprovechan la pobre táctica aliada, el ataque frontal en masa, para desde sus posiciones bien atrincheradas, destrozar a los aliados con fuego artillero y descargas cerradas de fusilería, venciendo con claridad la batalla a costa de miles de bajas al enemigo por escasas decenas propias, mientras mantienen la posición y crean malestar en el enemigo, tanto militar como social.

...1914. En el seno de la Primera Guerra Mundial, primera incursión aérea británica sobre Alemania, que atacó los hangares de zepelines en Colonia y Düsseldorf. En el mar, el submarino alemán U-9, al mando Otto Weddigen, torpedea en menos de una hora a los cruceros británicos Aboukir, Cressy y Hogue, muriendo unos mil quinientos hombres en las costas holandesas. Mientras, los rusos llegan a las afueras de la ciudad fortificada de Przemysl y comienzan a sitiarla porque carecen de la artillería con el calibre necesario para atacar sus defensas. Los soldados del Imperio Austro-Húngaro siguen retrocediendo e intentan detenerse cerca de Cracovia. Hasta ahora han perdido más de trescientos mil hombres, por unos doscientos mil de los rusos que además no tienen el menor problema en cuanto al factor humano numérico en sus filas.

...1941. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, el acorazado Marat sufre daños críticos por el impacto de la bomba de una tonelada lanzada por Rudel desde un Stuka, peso que en teoría el avión no estaba preparado para manejar y que casi le cuesta la vida al piloto. El barco no podrá moverse, su proa habrá desaparecido pero seguirá siendo usado como batería artillera ya que tres de sus torretas todavía están operativas. Fue reflotado cinco años después del final del la guerra para labores de formación de marinos.

...1942. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, Wilhelm Kube, responsable personal y directo del asesinato de decenas de judíos y rusos en Minsk, vuela por los aires al activarse la bomba que había puesto debajo de su cama su criada bielorrusa, que colaboraba con los partisanos. Mientras tanto, los alemanes controlan buena parte de Stalingrado y han llegado a su centro, pero los soviéticos no se dan por aludidos y no se rinden.

...1943. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, fuerzas soviéticas cruzan el Dnieper al sur de Kiev y las cabezas de puente a lo largo del río comienzan a consolidarse ante la inútil resistencia alemana, que carece de la fuerza necesaria para detener la ofensiva. Lejos de allí, un grupo de minisubmarinos británicos consigue inutilizar el acorazado Tirpiz en Altenfiord, causándole graves daños, aunque ninguno de los navios británicos sobrevive a la misión. Mientras tanto, desembarco británico en Bari. En poco tiempo se apoderarán de Foggia y podrán usar su aeródromo.

...1944. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, las tropas alemanas en Boulogne se rinden a las tropas aliadas, que hacen unos veinte mil prisioneros.

...1980. Comienzo de la guerra entre Irán e Irak con un ataque sorpresa de los segundos. Desde el aire, bombardeo de aeródromos; desde tierra, triple avance en dirección a Kuzestán, Abadán y Jorramchar.

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Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP
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farsalia



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MensajePublicado: Sab Sep 23, 2017 4:12 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Un 23 de septiembre de 1122 el emperador germánico Enrique V y el papa Calixto II firmaron el Concordato de Worms, que pone fin a la llamada “querella de las investiduras” que había enfrentado a Imperio y Papado en el último medio siglo a causa de la provisión y control de obispados, abadías y beneficios eclesiásticos. Un tema clásico que jalona la historia de la Cristiandad en la Edad Media y que significa un antes y un después en las relaciones entre Iglesia y Estado.



Todo empezó con la aclamación popular (fuera de la elección propia en el colegio cardenalicio) de Hildebrando Aldobrandeschi como papa en abril del año 1073 con el nombre de Gregorio VII. Durante los doce años de su convulso papado, Gregorio VII inició una reforma de la Iglesia de gran calado, cuyos resultados no pudo ver en vida, tratando de acabar con el cesaropapismo de los emperadores salios llevaban imponiendo desde varias décadas atrás, sin cortapisas y ante una institución papal débil e impotente. La creación de la orden de Cluny, siglo y medio antes (y ya comentada la efeméride de la fundación de la abadía hace unas semanas) forma parte de un despertar reformador que trataba de liberar las órdenes monásticas, y el control de monasterios y abadías, del control temporal o de la influencia episcopal (a su vez sometida a no poco señores feudales). Con Gregorio VII en el solio papal la Iglesia iniciaba una reforma de costumbres del sacerdocio, una cruzada contra la simonía (la compra-venta de cargos y prebendas eclesiásticos), una feroz lucha por el nombramiento de los obispos y, en el fondo, una batalla entre el poder espiritual (el Papa) y el poder temporal (el emperador), que venía de lejos: ¿de dónde procede la autoridad? ¿Del emperador, descendiente de Constantino, o del papa, que asumía un poder que le había sido transferido al papa Silvestre por parte del propio Constantino? ¿Tenía validez la ‘donación de Constantino’? Gregorio se apuntó un tanto al publicar en el año 1075 el Dictatus Papae, un conjunto de axiomas doctrinales que significaba dar un golpe sobre la mesa: el Papa tenía el poder absoluto en la Iglesia, al margen de la esfera imperial, y decidía los nombramientos de obispos y sacerdotes, y también se situaba por encima de la autoridad imperial en la esfera temporal (a la que podía excomulgar y apartar del poder que disfrutaba), aunando ambas potestades, espiritual y temporal.

Como podemos imaginar, este golpe de autoridad no podía más que despertar la oposición del emperador Enrique IV, de apenas veinticinco años de edad, y titular del cargo desde los seis años. Sobre todo cuando en un sínodo celebrado en Roma en ese mismo año 1075 Gregorio prohibió que nadie, que no fuera él, invistiera a cargos eclesiásticos. La investidura significaba el control de los numerosos bienes materiales de que podía gozar el obispo o abad nombrado por el emperador o un señor feudal a su servicio, de modo que controlar las investiduras significaba ejercer un enorme poder local y regional. Gregorio VII prohibía la simonía y daba un aviso claro al emperador (que seguía invistiendo en algunas diócesis italianas): sólo el Papa podía investir y quién, desde la esfera laica, contraviniera sus órdenes sería excomulgado, aunque se tratara del mismísimo emperador. Enrique IV contraatacó organizando un concilio en Worms y deponiendo a Gregorio; éste, a su vez, no se quedó corto y excomulgó a Enrique, liberando a sus súbditos de la obediencia debida. Aquí Enrique se achantó: una cosa era que el papa le excomulgara (no era el prime pontífice que utilizaba esa arma contra un emperador), pero otra era que los príncipes alemanes aprovecharan que el Rin pasa por Estrasburgo y se alzaran contra él (la dinastía salía tenía no pocos enemigos, y el propio Enrique tenía al enemigo en casa: su cuñado Rodolfo de Suabia ambicionaba la corona imperial). Por ello, buscando el acuerdo con Gregorio, Enrique acudió a Canosa y, como penitente, solicitó formalmente el perdón, que recibió de un exultante papa en enero de 1077. Pero a cambio le exigió que convocara una Dieta imperial para que sus reformas religiosas fueran refrendadas públicamente. Enrique se hizo el remolón, pasó el tiempo, el papa perdió la paciencia, los enemigos de Enrique le depusieron ese mismo año y designaron a su cuñado como emperador.

Enrique exigió a Gregorio que excomulgara y depusiera a Rodolfo, Gregorio se hizo el interesante y Enrique, ofendido, organizó un concilio y depuso a Gregorio como papa, designando a otro (el antipapa Clemente III). Gregorio actuó deponiendo a su vez y fulminantemente a Enrique, designando otro rey (el cuñadísimo). Para el año 1080 cada cual había depuesto al otro, pero Gregorio no contaba con que Enrique tenía algo que él no poseía: la fuera militar. Enrique invadió Italia, ocupó Roma y juzgó a Gregorio in absentia, instalando a Clemente III en el solio papal. Gregorio, encerrado en el Castel de Sant’Angelo, apeló a los normandos de Roberto Guiscardo, que en una cabalgada lo rescataron y trasladaron a Salerno, donde el papa falleció en mayo de 1085. Muerto Gregorio se podía llegar a un acuerdo con el emperador, pero éste se enredó en las guerras contra sus enemigos en el Imperio. Urbano II asumió el poder en Roma en 1088, con problemas, y pudo zanjar la crisis papal, aprovechando para convocar la Cruzada en el Concilio de Clermont en 1095… y que culminaría en la conquista de Jerusalén en 1099. Fallecido Enrique IV en 1106 y sucedido por su hijo Enrique V, parecía que éste y el papa Pascual II podían resolver lo que sus antecesores no pudieron hacer. Pero ambos también se mantenían en sus trece hasta que finalmente, y con Calixto II en el solio papal, y tras quince años de inquina mutua, se llegó al acuerdo.

La consecuencia del Concordato de Worms era un acuerdo que en cierto modo contentaba a ambas partes, cansadas tras cincuenta años de querella, excomunión, deposición y luchar armada: el poder espiritual (el Papado, en suma, y lo que representaba) entregaba el anillo y el báculo al eclesiástico investido (obispo o abad) y lo consagraba religiosamente, mientras que el poder temporal (o civil, es decir, el emperador y lo que representaba) le otorgaba el beneficio material. De este modo, se establecía un protocolo por el que el eclesiástico investido se sometía al papa en lo religioso y asumía la supremacía del emperador en lo civil. ¿Tablas? Sea como fuere, se llegaba a un acuerdo de mínimos que se mantendría, con mayor o menos estabilidad, desde entonces, y que al año siguiente sería ratificado por el primer Concilio de Letrán. A la postre, el elemento civil predominaría sobre el religioso, pues en caso de una investidura controvertida podía influir antes que el poder religioso del papa, lejos en Roma, pero ambas partes acordaban que el emperador dirimiría en la disputa y establecería un arbitraje “justo”. En las décadas posteriores el emperador (la casa Hohenstaufen desde la década de 1130, con Federico I Barbarroja al frente del trono imperial en 1152) tendría que lidiar con querellas internas, con la pugna entre güelfos y gibelinos (que da para otra historia) y las revueltas de las ciudades italianas que trataban de liberarse de la autoridad imperial. El Papado se dedicó a potenciar las reformas gregorianas en cuanto a la simonía, el celibato y las costumbres en los monasterios, con la orden de Cluny como espolón de proa y las Cruzadas del siglo XII como ámbito especial de intervención exterior. Los concilios reformistas de finales del siglo XII y principios del XIII, la consolidación de la inquisición papal y la lucha contra el catarismo serían futuras tareas… así como el enfrentamiento con otro Hohenstaufen, el emperador Federico II (stupor mundi), demonizado y excomulgado hasta su muerte en 1250… pero esa es otra etapa histórica.
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Doc



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Ubicación: Er Nolte

MensajePublicado: Sab Sep 23, 2017 8:26 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Sin preámbulos, menudas joyas has dejado aquí, gato. Muy agradable de leer.

Por mi parte, me espero hasta el día 29 para mi efeméride repetitiva.
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Quien no tiene, conoce bien el valor de poseer.
J. Lete

De ser como tú, de iluminarme como tú, de leer como tú, de enriquecerme como tú, de casarme como tú, de limpiarme como tú, de dignificarme como tú, el dios Ortzi me libre.
J. Mirande
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farsalia



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MensajePublicado: Dom Sep 24, 2017 11:56 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Gracias. Para el 29 de septiembre algo tengo...
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Urogallo



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MensajePublicado: Dom Sep 24, 2017 12:14 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

24 de Septiembre de 1852.

En EEUU se realiza el primer ensayo de un medio de transporte revolucionario, destinado a cambiar nuestro mismo concepto de la realidad y de las distancias:

El Dirigible.

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farsalia



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MensajePublicado: Lun Sep 25, 2017 11:12 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Un 25 de septiembre de 1555 se firmó la Paz de Augsburgo entre el emperador germánico Carlos V y la Liga de Esmalcalda. Bien, maticemos: en realidad entre la Liga de Esmalcalda y Fernando, hermano del emperador, que es quien llevó las negociaciones en nombre de un cansado y envejecido prematuramente Carlos V, quien ya había tomado la decisión de abdicar y retirarse al monasterio de Yuste. Y en realidad era más una tregua que una paz: la firma del tratado ponía punto y final a la primera gran etapa de disputas religiosas en torno a la Reforma luterana y abría el camino para la mal llamada Contrarreforma católica, pero a la vez inauguraba un escenario de guerra fría religiosa que no estallaría de nuevo hasta la (tercera) defenestración de Praga en 1618, antesala de la Guerra de los Treinta Años.



Todo empezó con un monje alemán clavando un papel en la puerta de la Schlosskirche (“iglesia del Palacio”) de Wittenberg (Sajonia) el último día de octubre de 1517. El monje era Martin Lutero y el papel las ’95 Tesis’, un desafío en toda regla contra la Iglesia católica a raíz de las escandalosas indulgencias por parte de la alta jerarquía eclesiástica alemana y con la bendición del papa León X. Con su escrito, Lutero rompía con Roma, denunciando sus vicios y desvergüenzas, e iniciaba el camino de separación de gran parte de la Iglesia alemana respecto el Vaticano. Gran parte de la nobleza alemana fue receptiva al mensaje de Lutero de un culto religioso sencillo, una lectura de la Biblia y una impartición del sermón en lengua vernácula, una interpretación sobria de los sacramentos y los dogmas de fe, y una relación más estrecha del feligrés con la parroquia y el clero ordenado. Lutero encontró el apoyo y la protección del príncipe elector de Sajonia, Federico el Sabio, que le acogió ser excomulgado por el papa y acudir a defenderse a la Dieta de Worms, en 1521, delante de un joven y recién elegido emperador Carlos V de Habsburgo. Los sucesores de Federico, en especial Juan Federico I, protegieron a Lutero, que abandonó los hábitos, se casó, tradujo la Biblia al alemán y escribió algunos de sus principales textos, que ayudarían a sistematizar la liturgia y la estructura de la Iglesia evangélica (mal llamada protestante; si decimos protestantes, asumiendo el cariz peyorativo, entonces deberíamos decir también papistas para referirnos a los católicos; pero por convención y comodidad, diremos protestantes).

El creciente enfrentamiento entre los príncipes protestantes y el emperador Carlos V –siempre metido en diversos e intermitentes “fregados”: ora la crisis religiosa y política en el Imperio, ora la guerra con Francia, ora el enfrentamiento con el papa, ora la lucha contra los piratas en el Mediterráneo, ora la guerra contra el Turco…– en las Dietas convocadas en varias ciudades, en las que el emperador exigía la sumisión a la Iglesia de Roma, condujo en 1531 a la creación de la Liga de Esmalcalda (Schmalkalden) por parte de los primeros: en ella se reunieron varios príncipes (entre los más destacados, Felipe de Hesse y el citado Juan Federico de Sajonia, que no olvidamos que era miembro del colegio imperial) así como una multitud de pequeños estados y ciudades, hasta formar un ejército de hasta 10.000 infantes y 2.000 jinetes, que no eran precisamente moco de pavo. La errática política del emperador en Alemania, dispuesto a defender la ortodoxia católica pesara a quien pesara pero imposibilitado de poder realizarla en persona a causa de sus múltiples avatares, dejó en manos de su hermano el archiduque Fernando, con más mano izquierda, pero no se llegó a acuerdos estables ni a una solución del conflicto, cada vez más enrocados cada uno en sus posiciones. Los príncipes protestantes, del mismo modo que hiciera Enrique VIII en Inglaterra, secularizaron posesiones de la Iglesia católica (monasterios y conventos) y confiscaron tierras, además de profundizar en la ruptura religiosa con Roma.

La guerra abierta no estalló hasta 1546, con las acciones del entonces duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, en el Danubio, y que culminaría en la batalla de Mühlberg (marzo de 1547), donde las tropas del emperador y su hermano Fernando vencieron a las de la Liga, tomando prisionero al mencionado elector de Sajonia. Tras varios avatares bélicos más, el acuerdo de paz se firmó en Augsburgo, el llamado Interim de Augsburgo, por el cual los protestantes se comprometían a volver a la obediencia de Roma, a cambio de aceptarse las confiscaciones de tierras y posesiones eclesiásticas por parte de los príncipes protestantes. El nombre ya dejaba claro que era una solución de compromiso, pues apenas unos pocos años después, en 1552, y con el emperador embarcado en una nueva guerra contra Francia, se reactivó la Liga de Esmalcalda, ahora con la Alianza de Torgau. Para el cansado Carlos V la puntilla fue la traición de Mauricio de Sajonia, quien hasta entonces era uno de los aliados, forzándole a una huida a través de los Alpes. Se reinició la guerra, esta vez con la iniciativa de los príncipes protestantes; aunque derrotados en la batalla de Sieverhausen (julio de 1553), desgastaron a las tropas imperiales, conduciendo la situación a un callejón sin salida (una “vietnamización”, por utilizar un símil), y obligando al emperador a negociar. El resultado fue la Paz de Augsburgo.

La consecuencia del tratado fue que se reconocía la implícita división del Sacro Imperio Germánico en dos amplias zonas religiosas: ‘grosso modo’, protestante en el norte y católica en el sur. Se acordó la solución de que cada príncipe eligiera en su territorio la confesión que libremente considerara, mediante la fórmula ‘cuius regio, eius religio’, pero que a su vez significaba que los súbditos de ese mismo territorio estaban obligados a profesar la confesión religiosa del príncipe o emigrar. Se aceptaron las secularizaciones de bienes católicos anteriores a 1552, pero no las posteriores, algo que los príncipes protestantes se negaron a aceptar, hecho que fue una de las causas de la Guerra de los Treinta Años desde 1618. El problema quedaba irresuelto en el Sacro Imperio, pero se imponía una paz que, a trancas y barrancas, se mantendría hasta 1618. Se enquistaron ambos bandos, formándose la Unión Evangélica en 1608 para protestar contra la política religiosa del emperador Rodolfo II y, desde 1612, de su sucesor, su hermano Matías I. Los católicos, con el belicoso duque Maximiano de Baviera al frente, formaron en 1609 la Liga Católica. El enfrentamiento estallaría en Praga, un 23 de mayo de 1618, cuando dos representantes imperiales fueron arrojados por una ventana del palacio de Hradcany por algunos miembros de la nobleza bohemia (protestantes).
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