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El pequeño Pataxú, Tristan Derème

¿alguien ha ledio las sandalias del césar? Soy la autora y..
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Autor Mensaje
ladygodiva



Registrado: 28 Oct 2008
Mensajes: 21

MensajePublicado: Mar Oct 28, 2008 7:08 pm    Tí­tulo del mensaje: ¿alguien ha ledio las sandalias del césar? Soy la autora y.. Responder citando

Hola a todos:
Hoy he descubierto este foro y me gustaría saber, si alguien lo ha leído, que me dijera con total sinceridad que le ha parecido.
Un beso a todos
Ladygodiva
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farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
Mensajes: 39641

MensajePublicado: Mar Oct 28, 2008 7:12 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Pues no, pero le han copiado la portada a un libro de la saga de Gordiano el Sabueso. Laughing




_________________
Web personal

¡¡El Mesías!! ¡¡El Mesías!! ¡¡Muéstranos al Mesías!!
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Nes



Registrado: 26 Oct 2008
Mensajes: 695

MensajePublicado: Mar Oct 28, 2008 7:19 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Hola lady,

podrías explicarnos algo del libro? ya que estas por aquí Very Happy
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ladygodiva



Registrado: 28 Oct 2008
Mensajes: 21

MensajePublicado: Mar Oct 28, 2008 8:38 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Me he quedado de piedra con lo de la portada. La editorial me dio a escoger entre varias y creía, pues no me lo dijeron, que era original. ¡Qué verguenza! Espero que nadie de mis amigos o conocidos piense que soy una tramposa. Desde luego, lo podnré en conocimiento a la editorial y daré mi queja.
Gracias por la información
Un besote
Y cuando tenga tiempo, podré algo de la novela.
Ladygodiva
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CORCONTAS



Registrado: 02 Jul 2007
Mensajes: 4327
Ubicación: Barcelona

MensajePublicado: Mar Oct 28, 2008 8:49 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Eso, haz alguna reseña, que a mí es fácil convencerme.
_________________
He vueltoooo!
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Nes



Registrado: 26 Oct 2008
Mensajes: 695

MensajePublicado: Mar Oct 28, 2008 9:00 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

CORCONTAS escribió:
Eso, haz alguna reseña, que a mí es fácil convencerme.


Bueno yo tambien soy un flojo, con cuatro cosillas se me convence, menos mal que soy pobre y me tengo que contener.
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CORCONTAS



Registrado: 02 Jul 2007
Mensajes: 4327
Ubicación: Barcelona

MensajePublicado: Mar Oct 28, 2008 9:29 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Bueno, pero ya somos dos posibles presas.
_________________
He vueltoooo!
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Gadatas



Registrado: 08 Ago 2007
Mensajes: 777
Ubicación: Entre Persépolis y Bactria

MensajePublicado: Mar Oct 28, 2008 9:32 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

A mí que el cuadro me recuerda a la serie Roma y el momento en que Bruto y César están echando una partida y César le comenta lo de Macedonia...
_________________
No existe, en efecto, ni existirá nunca nadie nacido de mí a quien yo deje mis bienes, sino que forzosamente a mi muerte se extinguirán mi familia y mi nombre
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ladygodiva



Registrado: 28 Oct 2008
Mensajes: 21

MensajePublicado: Mar Oct 28, 2008 11:38 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Hola de nuevo: Ahí va el primer capitulo.


Capítulo I
La cena que ofrecía aquella noche el senador Geminiano Saturio
y su esposa Thalestris era muy especial; aunque nadie que no
perteneciese a su reducido grupo de íntimos amigos se habría
percatado de ello.
Todo parecía de lo más normal tras la hora acordada con el
horologium ex aqua para aquel día del mes de quintilis. Los invitados,
sentados alrededor de la mesa, saboreaban almejas de Tarento,
tordos de Dafne, atunes de Calcedonia, todo ello regado
con un excelente vino macerado con miel; mientras charlaban
distendidos sobre los eventos sociales que habían acontecido
durante el día, siendo atendidos por sus esclavos personales, que
permanecían atentos a cualquiera de sus demandas.
Acisclo Dexius, uno de los aristócratas más potentados de
Roma, saboreando con deleite un higo, miró con gesto inquisitivo
a Thalestris.
—César está haciendo un gran trabajo en la Galia. Ya ha conquistado
muchas ciudades. Cuentan que a orillas del Rin se enfrentó
a cuatrocientos treinta mil enemigos y no tuvo ni una sola
baja, ganando la contienda. Aunque, se dice también que quiere
regresar a Roma.
—Son simples habladurías. Mi primo estaría loco si abandonara
el cargo que ostenta —dijo ella, dando un sorbo a la copa
de cristal de electro ricamente decorada con piedras de murra.
—Lo sería; aunque también se comenta que posee más altas
ambiciones —comentó Geminiano con voz queda.
Maximino, filósofo prestigioso entre los nobles y de gran estatura,
alzó los hombros con indolencia, al tiempo que cogía un
panecillo caliente del hornillo de oro y plata que le ofreció el
esclavo más próximo.
—La República está plagada de habladurías. Si hiciéramos
caso a todas, viviríamos en un continuo sobresalto… —Movió la
cabeza—. No obstante, los rumores más inocentes son un alivio
a los pesares.
Geminiano, esbozando una sonrisa divertida en su rostro
ovalado y exento de arrugas a pesar de ya contar con cincuenta
años de edad, se dirigió al hombre que apuraba con deleite la
copa de vino.
—Hablando de chismes, Acisclo… ¿Sigue tu esposa enojada?
El aludido lanzó un sonoro gruñido.
—¿Por qué me recuerdas a esa bruja cuando estoy disfrutando
tanto? —se quejó, tirando después el muslo de codorniz sobre
el plato.
Los otros comensales estallaron en grandes carcajadas ante la
descripción de su amigo. Efectivamente, Lupicina era la esposa
que un hombre jamás podía desear: fea, gruñona y con carnes
demasiado generosas; aunque, eso sí, poseía un gran don: ser
hija del general Saturio.
—Sé que es tentador ir en busca de los brazos de otras mucho
más deseables. De todos modos, te recomiendo que olvides los
burdeles por una temporada o preveo un período conyugal nada
agradable —se burló Maximino, ajustándose luego la toga.
Acisclo lo escrutó con sus ojillos azules.
—Hablas así porque eres afortunado. No todos tenemos una esposa
como la tuya, hermosa y dócil como la mejor de las yeguas.
—Cierto y aún no comprendo qué ve Olimpia en este gigante
de aspecto bruto y desaliñado —rió Thalestris.
Maximino estiró su fornido cuerpo hacia la bandeja de los
quesos, escogiendo con deleite uno bien curado, y luego dijo en
tono jocoso:Ella soltó una risa cristalina.
—Lo elegí porque será un buen padre.
—¡No lo dudéis, amigos! He estado esperando esto durante
diez años —afirmó Geminiano, acariciando el vientre abultado
de su esposa.
—Maximino… ¿cómo está Olimpia? —se interesó Thalestris.
—Mejor. Pensó que podría acudir esta noche tan especial, pero
aún está cansada. Las fiebres que sufrió fueron espantosas.
—Gracias a los dioses, las superó. Hubiese sido una gran pérdida
para nuestra sociedad —dijo Acisclo.
Geminiano le lanzó una mirada severa y alzó la mano indicando
que todos los esclavos abandonaran el triclinium.
—¿Por qué eres tan irresponsable?
Acisclo enrojeció avergonzado.
—Lo lamento. Siempre olvido que ellos están aquí. Son tan
simples, que parecen no existir.
—Pues, a partir de ahora, recuérdalo. La misión es demasiado
importante y peligrosa para que caiga en manos ambiciosas.
—Nadie sospecha de nosotros —opinó Maximino.
—Por ahora. Sin embargo, debemos ser cautos. Recordad que
el futuro de Roma está en nuestras manos.
—Si logramos la meta —puntualizó Thalestris.
—Cada vez estamos más cerca —aseguró el anfitrión.
Acisclo sacudió la cabeza en señal de desacuerdo, sin dejar de
probar las uvas de Capri.
—Llevamos varios años tras ello y no hemos avanzado apenas.
Estamos como al principio, y ya dudo que lo logremos. E
incluso he llegado a pensar que es un sueño; sólo un sueño.
—Quimera o no, lo cierto es que hay otros que quieren lo
mismo y, además, por motivos menos nobles. Nosotros tenemos
una misión elevada, y por eso seguiremos sin decaer ni un solo
instante.
—Por supuesto —aseveró Maximino con gravedad.
—Sobre todo, ahora que he encontrado un documento muy
revelador —les anunció Geminiano.
Sus invitados lo miraron expectantes.
—Se trata de una poesía. La escribió un egipcio llamado Faruk
Naken.
—¿Bromeas? ¿Qué puede haber en un poema de lo que buscamos?
—inquirió Acisclo.
—Pistas; aunque no están muy claras. Es como un acertijo.
Sencillamente hay que descifrarlo y daremos con nuestro objetivo
—dijo Thalestris con gesto satisfecho.
—¿De dónde lo sacasteis? —quiso saber Maximino.
—Salustino me lo envió desde Egipto. Lo encontró en la biblioteca
de Alejandría.
—¿Lo robó? —Se escandalizó Acisclo.
—Lo copió. Por favor, Maximino… Ve a mis aposentos y trae
el cofre de madera rojiza. Os lo mostraré. A ver si alguno de
vosotros desentraña algo más —le pidió Geminiano, colocando
varias estatuillas de lares sobre la mesa.
Maximino se levantó y mientras sus compañeros hacían los
honores a los dioses, pronunciando palabras de buen augurio,
cruzó el atrium. El agua caía en la pila. Estaba lloviendo. Entró
en la habitación de Geminiano. Miró la mesa de mármol. La
cajita estaba allí. La cogió y la observó, tentado, durante unos
instantes de abrirla. Pero no lo hizo. Sus compañeros de conspiración
tenían que conocer el contenido en el mismo instante
que él.
Volvió tras sus pasos con el corazón latiéndole con fuerza. Tal
vez, en esta ocasión, iban por el buen camino para conseguir lo
que tanto anhelaban.
Un estrépito lo detuvo abruptamente. Procedía del triclinium.
Instintivamente se ocultó tras la columna.
Varios hombres habían entrado en la casa. Sus gestos y rostros
no evidenciaban nada bueno. Con sigilo se acercó más a la
puerta que lo separaba del triclinium.
—¿Y qué ves tú en Geminiano? No es precisamente el mejor
de los galanes.
Ella soltó una risa cristalina.
—Lo elegí porque será un buen padre.
—¡No lo dudéis, amigos! He estado esperando esto durante
diez años —afirmó Geminiano, acariciando el vientre abultado
de su esposa.
—Maximino… ¿cómo está Olimpia? —se interesó Thalestris.
—Mejor. Pensó que podría acudir esta noche tan especial, pero
aún está cansada. Las fiebres que sufrió fueron espantosas.
—Gracias a los dioses, las superó. Hubiese sido una gran pérdida
para nuestra sociedad —dijo Acisclo.
Geminiano le lanzó una mirada severa y alzó la mano indicando
que todos los esclavos abandonaran el triclinium.
—¿Por qué eres tan irresponsable?
Acisclo enrojeció avergonzado.
—Lo lamento. Siempre olvido que ellos están aquí. Son tan
simples, que parecen no existir.
—Pues, a partir de ahora, recuérdalo. La misión es demasiado
importante y peligrosa para que caiga en manos ambiciosas.
—Nadie sospecha de nosotros —opinó Maximino.
—Por ahora. Sin embargo, debemos ser cautos. Recordad que
el futuro de Roma está en nuestras manos.
—Si logramos la meta —puntualizó Thalestris.
—Cada vez estamos más cerca —aseguró el anfitrión.
Acisclo sacudió la cabeza en señal de desacuerdo, sin dejar de
probar las uvas de Capri.
—Llevamos varios años tras ello y no hemos avanzado apenas.
Estamos como al principio, y ya dudo que lo logremos. E
incluso he llegado a pensar que es un sueño; sólo un sueño.
—Quimera o no, lo cierto es que hay otros que quieren lo
mismo y, además, por motivos menos nobles. Nosotros tenemos
una misión elevada, y por eso seguiremos sin decaer ni un solo
instante.
—Por supuesto —aseveró Maximino con gravedad.
—Sobre todo, ahora que he encontrado un documento muy
revelador —les anunció Geminiano.
Sus invitados lo miraron expectantes.
—Se trata de una poesía. La escribió un egipcio llamado Faruk
Naken.
—¿Bromeas? ¿Qué puede haber en un poema de lo que buscamos?
—inquirió Acisclo.
—Pistas; aunque no están muy claras. Es como un acertijo.
Sencillamente hay que descifrarlo y daremos con nuestro objetivo
—dijo Thalestris con gesto satisfecho.
—¿De dónde lo sacasteis? —quiso saber Maximino.
—Salustino me lo envió desde Egipto. Lo encontró en la biblioteca
de Alejandría.
—¿Lo robó? —Se escandalizó Acisclo.
—Lo copió. Por favor, Maximino… Ve a mis aposentos y trae
el cofre de madera rojiza. Os lo mostraré. A ver si alguno de
vosotros desentraña algo más —le pidió Geminiano, colocando
varias estatuillas de lares sobre la mesa.
Maximino se levantó y mientras sus compañeros hacían los
honores a los dioses, pronunciando palabras de buen augurio,
cruzó el atrium. El agua caía en la pila. Estaba lloviendo. Entró
en la habitación de Geminiano. Miró la mesa de mármol. La
cajita estaba allí. La cogió y la observó, tentado, durante unos
instantes de abrirla. Pero no lo hizo. Sus compañeros de conspiración
tenían que conocer el contenido en el mismo instante
que él.
Volvió tras sus pasos con el corazón latiéndole con fuerza. Tal
vez, en esta ocasión, iban por el buen camino para conseguir lo
que tanto anhelaban.
Un estrépito lo detuvo abruptamente. Procedía del triclinium.
Instintivamente se ocultó tras la columna.
Varios hombres habían entrado en la casa. Sus gestos y rostros
no evidenciaban nada bueno. Con sigilo se acercó más a la
puerta que lo separaba del triclinium.
Sus amigos estaban levantados, mirando con ojos atemorizados
a los intrusos.
—¿A qué viene esta irrupción tan desagradable, Eliano?
—preguntó Geminiano con indignación, dirigiéndose al general
de infantería.
—Vengo a buscar una cosa.
—¿A estas horas? —inquirió, perplejo.
—Cualquier momento es el apropiado para encontrar la espada
—dijo sonriendo con perversidad.
Geminiano carraspeó, mirándolo con gesto de incomprensión.
—No te hagas el idiota. Sé quiénes sois y quiero esa espada
—insistió el alto mando castrense.
—¿Dé qué habla? —dijo Acisclo, intentando mostrarse sosegado.
Los ojos negros de Eliano lo fulminaron.
—Tengo pruebas de que estas asiduas reuniones están motivadas
por el gran secreto —afirmó con tono acerado.
Thalestris se levantó y esbozó una sonrisa mordaz.
—Eliano, temo que te han informado mal. Estas cenas son simples
reuniones sociales. Hoy, por ejemplo, estamos celebrando la
próxima llegada de mi hijo. Te aseguro que no sabemos nada de
esa espada —dijo, frotándose el abultado vientre.
El general apretó los dientes.
—Ante vuestra falta de cooperación, me veo obligado a actuar
de un modo expeditivo —masculló, desenvainando su
gladius.
—¡Eso no! —jadeó Acisclo.
Maximino se tensó como la cuerda de un arco. Por un segundo
pensó en acudir a ayudar a sus amigos. No obstante, se
contuvo a tiempo al mirar cofre. Había jurado, como todos los
miembros del clan, que jamás permitirían que el gran poder cayese
en manos del mal. Ahogando un gemido, vio que Acisclo era traspasado por la gladius de Eliano y como sus amigos corrían
despavoridos ante el ataque cruel de los intrusos.
Geminiano luchó detonadamente contra uno de los atacantes,
pero también cayó bajo el arma asesina, ante el grito desgarrado
de Thalestris.
Maximino se aferró con fuerza a la cajita, intentando que las
lágrimas de rabia e impotencia no resbalaran por sus mejillas
encendidas, cuando vio como la punta de la espada se hundía sin
remedio en la espalda de Thalestris.
—¿Qué hacemos ahora, general? —preguntó uno de los soldados.
Eliano lanzó una mirada oteando el lugar con ojo de buitre
carroñero.
—Hay que encontrar a Maximino. Se le ha visto entrar en la
casa… ¡Registradlo todo y matad a cualquiera que respire! —rugió,
colérico.
Maximino abandonó la columna y corrió hacia el atrium.
Miró el techo. Era la única salida posible.
Con dedos nerviosos ató la cajita a su túnica y comenzó a
escalar la pared, llegando a la meta en el justo momento que los
soldados entraban en el patio.
Saltó con presteza, alcanzando el exterior. Tiritando debido a
la lluvia que ahora caía con fuerza y con el corazón palpitándole
horrorizado, comenzó a descender del tejado. Tenía que llegar
a casa. Eliano no dudaría en matar a todos aquellos que podían
estar relacionados con el grupo.
Saltó. La oscuridad y la lluvia habían dejado desiertas las calles.
A la carrera y sin mirar atrás, corrió sin detenerse un instante,
pidiendo a los dioses que llegara a tiempo.
Al doblar la esquina de la plaza principal se detuvo al ver a
unos soldados. No podía cruzar por ahí, por si estaban bajo las
órdenes de Eliano. Optó por adentrarse en las callejuelas que
llevaban a los barrios miserables, hasta alcanzar el barrio de
Esquilino.Allí, a pesar de la lluvia, el gentío inundaba sus calles embarradas
repletas de lupanares. A nadie parecía preocuparle el mal
tiempo. Las cantinas estaban atestadas y las puertas de los burdeles
con falos iluminados, abiertas de par en par, para facilitar
la entrada y la tentación a los clientes.
Maximino no se entretuvo. Siguió corriendo como alma que
lleva el diablo, cuando divisó a lo lejos a otros soldados.
El barro le hizo tambalearse y perdió el equilibrio. Cayó de
bruces, viendo como la caja de madera rodaba hacia la puerta de
uno de los burdeles.
Se levantó. Pero la inminente llegada de sus perseguidores lo
instó a no perder tiempo en recuperarla. Ahora lo más importante
era llegar a casa, y después salvar a su hijo y a su esposa.
Sin mirar atrás, aún despavorido por lo que había presenciado,
reanudo la carrera, no pudiendo evitar las lágrimas al recordar a
Thalestris, que yacía muerta, lo mismo que su hijo tan deseado.
b
Se equivocaba. Thalestris había sobrevivido al ataque. Los intrusos
no se dieron cuenta y la dejaron tirada en el suelo mientras
revolvían todas las estancias de la casa, asesinando sin piedad a
los que encontraban en su camino.
—¡Maldita sea! ¡No hay nada! —exclamó Eliano, lleno de furia.
—¿Acaso sabías lo que buscabas? —le espetó uno de sus hombres.
El general lo apartó de un empellón.
—¡Quemad la casa! ¡Borrad nuestra intromisión! —ordenó,
encaminándose hacia la salida.
El humo hizo volver en sí a Thalestris. Con dificultad se levantó,
lanzando un lamento de dolor. La sangre manaba copiosamente
por su espalda. Caminó lentamente hacia la puerta, sin
mirar hacia atrás. No debía hacerlo o moriría sin remedio junto
a su esposo, y debía pensar en su hijo.
Respirando entrecortadamente alcanzó la salida. Gritó con
desesperación, pero no había nadie. A trompicones, comenzó a
deambular por las calles, sintiendo como la vida se le escapaba.
No supo el tiempo que anduvo perdida, ni tampoco cuándo
comenzaron los dolores del parto. El bebé estaba llegando. El
miedo y el terrible dolor que soportaba su cuerpo la hicieron caer
en un callejón. Se apoyó en la pared húmeda, entre la penumbra,
jadeando sin control, sintiendo los espasmos bajo su vientre.
Su grito desgarrador llenó el silencio de la noche cuando el
niño le rompió las entrañas. Con el corazón latiéndole con descontrol
y sin apenas fuerzas, aferró desesperadamente a su hijo.
Era una niña. Una pequeña de cabellos rojizos como el fuego.
Esbozó una leve sonrisa. Había conseguido salvar a la pequeña.
Se quitó el medallón que colgaba de su cuello y lo colocó en
el de la niña, que rompió a llorar con fuerza, anunciando que
llegaba a la vida al tiempo que la de su madre se alejaba lentamente,
desangrada.
La puerta de la casucha se abrió con un chirrido. Una mujer
de cabellos crespos y rostro demacrado iluminó curiosa el callejón
con una tea.
—¡Por todos los dioses! —exclamó al ver a Thalestris.
Sin pensarlo un momento, se acercó a ella. La miró detenidamente,
comprobando que la mujer había muerto. Cortó el hilo
umbilical y envolviendo a la recién nacida, entró en la casa, percatándose
de que nadie le había visto.
b
Maximino también entró en su villa. Con desesperación cruzó
el patio. Nadie se interpuso en su camino, ni tampoco vinieron
a darle la bienvenida. Eso significaba que todos dormían o que...
No quería ni imaginarlo.
Con pasos ansiosos entró en el triclinium. Vacío.
—¡Olimpia! —gritó con desesperación.
Sólo recibió silencio.
Entró en sus aposentos. Su esclava personal estaba muerta,
con la cabeza caída en el tocador y Olimpia tendida sobre la
cama. Su rostro evidenciaba una gran palidez. Se arrodilló junto
a ella y la sacudió con nerviosismo al ver la herida que había en
su pecho.
—¡Mírame! —jadeó, angustiado.
Su mujer abrió lentamente los párpados.
—Maximino —musitó.
—¿Dónde está Alejandro?
—Huyó con... con Auxencio. Maximino… me... muero.
—¡No! ¡No morirás! —gritó él, negándose a aceptar lo evidente.
Ella alzó la mano y le acarició la mejilla.
—Busca a nuestro hijo. No dejes que no alcance la meta... Debéis
continuar con la misión. Promételo.
Maximino asintió sollozando.
—Lo juro —susurró.
Olimpia se convulsionó y en un estertor, el aliento escapó de
su cuerpo.
Maximino hundió el rostro sobre el pecho de su esposa.
—¡Tu muerte no será en vano! ¡Juro que mataré a Eliano!
¡Vengaré los crímenes que ha cometido! —bramó, desesperado,
sumergido en un espantoso dolor,
Se apartó de Olimpia. No podía permanecer allí. Tenía que ir
a buscar a Alejandro. Sabía el lugar exacto, el que siempre había
acordado con el esclavo si llegaba un momento tan dramático
como el que acababa de acontecer.
Intentando sobreponerse, abandonó la casa y caminó ocultándose
en las sombras hasta llegar al otro extremo del Palatino.
Auxencio estaría refugiado en la villa de Aelio.
Cruzó la calle y antes de que pudiera evitarlo, dos hombres
cayeron sobre él golpeándolo en la cabeza.
Un beso
Ladygodiva
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CORCONTAS



Registrado: 02 Jul 2007
Mensajes: 4327
Ubicación: Barcelona

MensajePublicado: Mie Oct 29, 2008 2:21 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Shocked
_________________
He vueltoooo!
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Aretes



Registrado: 21 Nov 2006
Mensajes: 5468
Ubicación: De Madrid al cielo

MensajePublicado: Mie Oct 29, 2008 2:41 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

¿Y nos vas a poner así todos?

A ver si luego vamos a tenerte que pagar los derechos de autor....
_________________
Lo que más necesitamos en la vida es gratis y, además, no tiene precio
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ladygodiva



Registrado: 28 Oct 2008
Mensajes: 21

MensajePublicado: Mie Oct 29, 2008 4:27 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Pues, no pondré ninguno más. Lo he hecho porque alguno quería información del libro y que mejor que vean como está escrito y mas o menos de que trata
Un saludo
Ladygodiva
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marbenes



Registrado: 14 Sep 2007
Mensajes: 955

MensajePublicado: Mie Oct 29, 2008 4:34 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Lady, mujer, un poco de sentido del humor... ¿no te lo habrás dejado por el intrincado camino editorial? Laughing

Claro que te agradecemos el esfuerzo y el detalle!, creo, ¿no? Rolling Eyes Sí, seguro!, yo por lo menos sí y los demás me atrevería a asegurar que también. Wink
_________________
"Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro."
Albert Einstein
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Jorge Ferraro



Registrado: 14 Sep 2008
Mensajes: 1562
Ubicación: Más allá del bien y del mal...

MensajePublicado: Mie Oct 29, 2008 5:17 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

marbenes escribió:
Lady, mujer, un poco de sentido del humor... ¿no te lo habrás dejado por el intrincado camino editorial? Laughing

Claro que te agradecemos el esfuerzo y el detalle!, creo, ¿no? Rolling Eyes Sí, seguro!, yo por lo menos sí y los demás me atrevería a asegurar que también. Wink


Súmome a Marbenes.

Aquí, querida Lady, el que se enoja... pierde. Wink
_________________
"En Sila duermen un zorro y un león... y es mucho más peligroso el primero"

http://www.tematika.com/buscador/productos.jsp?criterioDeOrden=2&claveDeBusqueda=porIDdeAutor&idAutor=147914&idSeccion=1&texto=Jorge+Ferraro&seccion=1
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Jorge Ferraro



Registrado: 14 Sep 2008
Mensajes: 1562
Ubicación: Más allá del bien y del mal...

MensajePublicado: Mie Oct 29, 2008 5:20 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Me olvidaba:

Me encantó la portada y bienvenida Wink
_________________
"En Sila duermen un zorro y un león... y es mucho más peligroso el primero"

http://www.tematika.com/buscador/productos.jsp?criterioDeOrden=2&claveDeBusqueda=porIDdeAutor&idAutor=147914&idSeccion=1&texto=Jorge+Ferraro&seccion=1
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