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'La muerte de César', de Barry Strauss
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farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
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MensajePublicado: Vie Oct 21, 2016 3:55 pm    Tí­tulo del mensaje: 'La muerte de César', de Barry Strauss Responder citando

Título completo: La muerte de César. El asesinato más célebre de la historia; publica Ediciones Palabra, lo que me ha sorprendido pues habría apostado un meñique por Edhasa, que ha editado otros libros de Strauss.



Cita:
El apasionante relato de uno de los eventos más famosos de la historia: la muerte de Julio César situado en pleno contexto de las guerras civiles de Roma por le eminente historiador Barry Strauss.

Gracias a Shakespeare, la muerte de Julio César es el asesinato más famoso de la historia. Pero lo que sucedió realmente en los Idus de Marzo del 44 a. C., es aún más fascinante que la recreación del dramaturgo inglés.

Como afirma el autor, Barry Strauss, el atentado contra Julio César fue una operación cuidadosamente planeada. Un complot de mandatarios concebido por oficiales descontentos y diseñado con precisión. Incluso había gladiadores preparados para proteger a los asesinos de la venganza de los amigos de César. Bruto y Casio fueron elementos clave, como sostiene Shakespeare, pero contaron con la ayuda de un tercer hombre, Décimo, un topo del entorno de César, uno de los principales generales y amigo de toda la vida del dictador. Fue él, y no Bruto, quien le traicionó de verdad.

Los conspiradores consideraban a César un tirano que deseaba ser rey. Amenazaba con un cambio en el modo de vida romano y con disminuir el poder de los senadores. Los magnicidas acopiaron apoyo entre la gente común, pero escatimaron el de los soldados de César, que abundaban en Roma y terminaron venciendo a los asesinos. Como consecuencia, la República Romana se convirtió en el Imperio Romano.

Primeras páginas y sumario.

En marzo se 2015 se publicó un articulo en El País sobre este libro y una "tesis nueva" en torno al magnicidio: el papel de Décimo Bruto; una tesis que de nueva no tenía nada, pues Luciano Canfora ya trató el tema en su biografía cesariana (reseña en la Papri); de hecho, el autor italiano planteaba la cuestión de una doble conjura y en cómo ambas intentonas finalmente se unificaron en una sola.

Se comentó el artículo en algún lugar del foro, no recuerdo dónde. Reseñé el libro en mi blog y en un número de Desperta Ferro. Antigua y Medieval, y he de decir que el libro resulta sólido, a pesar de la ausencia de "novedad" alguna. Vale la pena.
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Yllanes



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MensajePublicado: Vie Oct 21, 2016 4:15 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Tengo el libro sin leer en casa, había visto tu reseña en DF pero no la más larga del blog. En general me gustan los libros de este autor, buena narración y estudio de fuentes, aunque no sean muy novedosos.
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MensajePublicado: Vie Oct 21, 2016 4:41 pm    Tí­tulo del mensaje: Re: 'La muerte de César', de Barry Strauss Responder citando

farsalia escribió:
Como afirma el autor, Barry Strauss, el atentado contra Julio César fue una operación cuidadosamente planeada.

A mi siempre me pareció una chapuza de operación. El asunto de los gladiadores era absurdo, vale que podían servir para controlar las calles y eliminar la resistencia de manera temporal, pero si no se neutralizaba a sus mandos las legiones cesarianas entrarían en Roma como hizo Sila.

Siempre me he preguntado sino les hubiera sino mejor dejar correr el asunto: Marco Antonio se va a Dacia y César a luchar a la lejana Partia, lo que daría más margen para un golpe.
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farsalia



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MensajePublicado: Vie Oct 21, 2016 5:39 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Puestos a conjeturar, la operación falló al dejar vivo a Marco Antonio, cónsul y comandante militar. Engañó bien a Bruto (no tanto a Casio o Décimo) y les ganó la partida en apenas unos dìas. Cierto que estaban otros comandantes en provincias, como Polión, por ejemplo, tan capaces como Antonio, pero con escasas influencias entre la élite romana.

Pero el problema fundamental de la conjura es que no había un plan más allá del asesinato en sí. No fueron conscientes de que una cosa era matar a César y otra "volver el relojo atrás" y regresar a un sistema republicano "libre"; de un modo u otro, todos ellos tenían o ejercerían pronto cargos militares y provinciales que debían a César. No planearon el día después del magnicidio, qué hacer, cómo actuar o responder frente a los cesarianos, especialmente aquellos que comandaban el ejército. Hicieron un brindis al sol... y nada más. Como si las cosas cambiaran porque sí. Vale, hemos matado a César... ¿y ahora qué?
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MensajePublicado: Vie Oct 21, 2016 5:55 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

farsalia escribió:
Puestos a conjeturar, la operación falló al dejar vivo a Marco Antonio, cónsul y comandante militar.

Además también al magister equitum Lepido, recordemos que éste marchó con las tropas, y si Antonio no lo para asalta Roma.

farsalia escribió:
Como si las cosas cambiaran porque sí. Vale, hemos matado a César... ¿y ahora qué?

Totalmente de acuerdo, lo que los muestra como unos ingenuos o como unos ignorantes.

Estaba claro que desde Sila (por no decir incluso antes) quien tenía una fuerza militar era quien establecía la constitución y quien hacía y deshacía. Polion y otros mandos militares o Sexto Pompeyo se hubieran rebelado (con apoyo o sin apoyo de la élite, el apoyo lo ponían las espadas romanas de los legionarios), o en futuro cualquiera de los magnicidas lo haría en cuanto tuviese fuerzas a su mando.

En realidad hubiera sido más simple dejar que Antonio metiese la pata en Dacia, que César se atascase o triunfase (y se fuese hasta la India), mientras se reordenaba la situación en Italia y el oeste. Que César volvía, pues le hacían lo que le hicieron a Pompeyo tras sus éxitos en Oriente: neutralizarlo, o el peor de los casos ya habría un gobierno de la República opuesto a él.
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farsalia



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MensajePublicado: Vie Oct 21, 2016 6:52 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Bueno, el caso de Sila fue "traumático" para Roma: por primera vez (dejemos a Coriolano, que se pasó a los volscos, en la bruma de la leyenda), un ejército romano marchó sobre la ciudad. Pero hay un detalle revelador: cuando Sila marchó en el año 88 sobre Roma, le abandonaron todos los miembros de su "estado mayor" menos uno (Lúculo); casi cuarenta años después, César invadió Italia y sólo uno de los miembros de su "estado mayor" le abandonó (Labieno). En apenas cuatro décadas la idea de que un ejército podía hacer y deshacer cambió radicalmente, siendo Pompeyo y especialmente César (su "estado mayor gálico") quienes cambiaron un estado de cosas y mentalidades.

Pero incluso en esas circunstancias hacía falta ser "alguien". Lépido pudo usar sus tropas, pero su influencia fue mínima, incluso en el marco del (mal llamado) "segundo triunvirato". Era patricio como César, pero no alguien con influencia entre los senadores; de hecho, como hijo de otro Lépido que se alzó un año después de la muerte de Sila no era especialmente valorado. Fue de los pocos magistrados que se quedaron en Roma cuando Pompeyo ordenó el traslado a Grecia en enero-febrero del 49 a.C. y supo apostar por el caballo ganador antes que muchos otros. Pero era más un nombre que alguien con capacidad. Polión, Vatinio, Munacio Planco, Ventidio,... eran hombres capaces, pero no eran "nadie"... al menos en el momento del asesinato de César. Octaviano cambió eso cuando "creó" a una hornada de militares a su servicio, formalmente a Roma, pero en realidad a él. Y Octaviano "lo debió todo a su nombre", como le acusaría Antonio; pero apenas quince años después del magnicidio ya había creado una nueva élite. Los nobiles que no murieron en Farsalia lo hicieron en Filipos, y de ello se aprovechó Octaviano, ya Imperator Caesar Divi Filius, pronto Augusto. Antonio tuvo nombre (y tan juliano como el propio Octaviano) y capacidad, lo demostró hasta prácticamente mediados de la década siguiente (dejemos la leyenda negra al margen), y gracias a su astucia y rapidez pudo asumir el control en los meses posteriores al asesinato de César. Su error fue olvidar que en Oriente no estaba el poder, sino en Italia, algo que Octaviano siempre tuvo presente. Le pasó como a Pompeyo: dejó el escenario principal, el que importaba, a su rival.
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MensajePublicado: Vie Oct 21, 2016 7:47 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

farsalia escribió:
Antonio tuvo nombre (y tan juliano como el propio Octaviano) y capacidad, lo demostró hasta prácticamente mediados de la década siguiente (dejemos la leyenda negra al margen), y gracias a su astucia y rapidez pudo asumir el control en los meses posteriores al asesinato de César. Su error fue olvidar que en Oriente no estaba el poder, sino en Italia, algo que Octaviano siempre tuvo presente. Le pasó como a Pompeyo: dejó el escenario principal, el que importaba, a su rival.

Antonio era hábil pero no era tan capaz, ciertamente olvidó Italia y su papel como militar también es discutible.

Posiblemente Fulvia hubiera sido mejor líder que él.

farsalia escribió:
cuando Sila marchó en el año 88 sobre Roma, le abandonaron todos los miembros de su "estado mayor" menos uno (Lúculo)

Y aún así entró en Roma a sangre y fuego, sus oficiales de la nobilitas podían decir lo que quisieran pero eran los soldados leales a los generales los que servían para aclarar las ideas y poner o quitar gobiernos.
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farsalia



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MensajePublicado: Sab Oct 22, 2016 5:00 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Respecto a Antonio estamos muy mediatizados por la "leyenda negra" octaviana y la derrota en Actium. Pero hasta esa batalla era un rival que era visto con mucho temor. La desastrosa campaña en Grecia echó tierra sobre su capacidad en las décadas precedentes... aunque también tuvo sus sombras, cómo no. Fulvia no tenía una base real y firme aparte de sus consecutivos maridos... y era una mujer: tan deleznable consideraban su comportamiento como después el de Cleopatra.

En cuanto a la entrada de las tropas de Sila en Roma en el año 88 a.C., no fue tan "a sangre y fuego"; cito a Apiano (BC, I, 58-59):

Cita:
Sila, con una legión de soldados, se apoderó de la puerta Esquilina y de la muralla adyacente, y Pompeyo ocupó la puerta Colina, con otra legión. Una tercera avanzó hacia el puente de madera y una cuarta permaneció como reserva delante de las murallas. Sila avanzó con el resto de las tropas hacia el interior de la ciudad, con el aspecto y actitud de un enemigo; por este motivo los habitantes de los alrededores intentaron rechazarle disparándole desde los tejados de las casas, hasta que él les amenazó con incendiarlas. Entonces desistieron ellos, pero Mario y Sulpicio le salieron al encuentro cerca del foro Esquilino con cuantas tropas tuvieron tiempo de armar. Y por primera vez en Roma, tuvo lugar un combate entre enemigos, no bajo el aspecto de una sedición sino al son de las trompas y con enseñas, según la costumbre de la guerra. A tal extremo de peligro arrojó a los romanos la falta de solución de sus luchas intestinas. Puestos en fuga los soldados de Sila, este último arrebató un estandarte y arrostró el peligro en primera línea para hacerles cambiar de actitud por vergüenza hacia su general y por temor a la deshonra de perder la enseña, si la abandonaban. Sila hizo venir desde el campamento a las tropas de refresco y envió a otras dando un rodeo por la vía llamada Suburra de manera que se dispusieran a atacar al enemigo por la espalda. Los del partido de Mario, como luchaban sin fuerzas con las tropas que les atacaban de refresco y temían verse envueltos por las que estaban rodeándolos, llamaron en su ayuda a los otros ciudadanos que todavía luchaban desde las casas, y proclamaron la libertad para los esclavos que participaran en la lucha. Sin embargo, al no acudir nadie, perdieron las esperanzas en todo y huyeron al punto de la ciudad y con ellos cuantos nobles habían cooperado.

Entonces, Sila avanzó por la vía llamada Sacra y, de inmediato, castigó, a la vista de todos, a los que habían saqueado lo que encontraban a su paso. Después estableció, a intervalos, puestos de vigilancia por la ciudad, y pasó la noche en compañía de Pompeyo inspeccionando cada uno de ellos, a fin de que no se produjera ningún acto de violencia por parte de la población amedrentada o de los vencedores. AI día siguiente convocaron ambos al pueblo a una asamblea y se lamentaron de que el Estado hubiera sido entregado desde hacía mucho tiempo a los demagogos, al tiempo que afirmaron que ellos habían actuado así por necesidad. Propusieron que no se llevara nada ante el pueblo que no hubiera sido antes considerado por el senado, una costumbre antigua pero abandonada desde mucho tiempo atrás, y que las votaciones se hicieran no por tribus sino por centurias, como había ordenado el rey Tulio, considerando que con estas dos medidas ninguna
ley sería propuesta al pueblo antes que al senado y que las votaciones, al no estar en manos de los pobres y desenfrenados en lugar de en las de los ricos y prudentes, no serían ya más foco de sediciones. Recortaron muchas otras atribuciones del poder de los tribunos de la plebe, que se había convertido en exceso tiránico, e inscribieron en el censo senatorial, que había llegado a ser entonces muy escaso en número y, por ello, objeto fácil de desprecio, a trescientos de los mejores ciudadanos, todos de una vez. Y anularon por ilegales todas aquellas medidas que habían sido puestas en vigor por Sulpicio a raíz del iustitium que habían proclamado los cónsules.

El regreso de Mario, un año después, con Sila ya en Grecia, en comparación sí fue bastante más sanguinario (capítulos 71 y ss.).

Plutarco, en su biografía del personaje (9, 5-7), sí insiste en que utilizó el fuego de manera indiscriminada (Apiano menciona la "amenaza" de usarlo), pero ya se sabe que el autor griego no le tenía simpatía alguna a Sila:

Cita:
En las cercanías de Pictas se le presentó una embajada que le pidió que cesara su marcha en ese momento y le comunicó que el Senado votaría todo lo que le pareciera justo. Llegaron a un acuerdo y Sila entonces ordenó acampar y que
los generales midieran el terreno del campamento, como se acostumbra a hacer, por lo que los negociadores regresaron confiados. Pero, una vez que se hubieron alejado, envió sin dilación a Lucio Basilo y a Cayo Mumio para que tomaran
la puerta y la muralla que está sobre la colina del Esquilmo, luego él mismo entraría en combate con la mayor rapidez. Los de Basilo cayeron sobre la ciudad pero, cuando se iban haciendo con la posición, una multitud, a falta de armas, comenzó
a atacarlos desde las casas con piedras y tejas, lo que les impidió el avance y les obligó a replegarse en las murallas. Sila llegó, vio la situación y comenzó a gritar que se prendiera fuego a las casas; él mismo tomó una antorcha y se puso en
marcha. Ordenó a los arqueros que hicieran uso de los proyectiles de fuego y los hicieran caer sobre los tejados de las casas, sin pensar en lo que hacía, sino lleno de ira y poniendo en manos de su cólera todo el plan de ataque: sólo veía enemigos, no mostró consideración alguna ni piedad hacia afines, familiares o allegados. Entró a fuego, y el fuego no distingue entre culpables e inocentes. En este estado de cosas, Mario se concentró en el templo de la Tierra y dio la orden de conceder la libertad a los esclavos, pero no pudo contener el avance de los enemigos y escapó de la ciudad.


Que la mayor parte del staff de Sila le abandonara puede parecer baladí, pero no lo era en aquel momento, todo lo contrario: de hecho, lo insólito del acto de Sila fue lo que les impulsó a ello. A los soldados Sila les recordó que "otros soldados romanos" disfrutarían del botín de la campaña mitridática, tras serle arrebatado el mando militar por Sulpicio, que lo transfirió a Mario. Apenas habían pasado dos décadas desde que Mario reclutara soldados de entre los proletarii, los capite censi, aquellos que no podían pagar su armamento; entonces se puso la semilla de lo que apenas medio siglo después sería la "norma": que el comandante militar de turno haría aprobar leyes para entregar tierras (preferiblemente en Italia) a los soldados que había reclutado. Asi sucedió con los veteranos de la guerra yugurtina y Mario se preocupó mucho de hacerlo a finales del siglo II a.C. (tribunado de Saturnino mediante), pero la idea de que los soldados cambiaron su "lealtad a Roma" por una "lealtad personal al comandante" aún no estaba asumida del todo en tiempos de Sila. Este fue lo suficientemente perspicaz de utilizar esta "nueva" lealtad, como también lo fue para, como dictador unos años después, legislar para evitar que nadie siguiera sus pasos (cercenar el tribunado de la plebe, impidiendo que aprobaran leyes agrarias y poniendo límites a las atribuciones de los gobernadores en sus provincias); lo cual tampoco le impidió entregar tierras en Etruria y Umbría a sus veteranos... y a quienes apelaría Catilina un par de décadas después.

Incluso Pompeyo dudó mucho (luego se lamentó) y finalmente decidió no apelar a esa "lealtad" de sus tropas al regresar de Oriente en el año 61 a.C., prefiriendo seguir la senda "habitual": intentar convencer al Senado de que esos soldados recibieran tierras y que sus disposiciones en las provincias orientales (y los acuerdos con los reyes-clientes) fueran ratificadas. No se atrevió a dar el paso de presionar con la fuerza de las legiones que comandaba; esa duda no la tuvo César, en última instancia, al cruzar el Rubicón en enero del 49 a.C. Las guerras posteriores a la muerte de César, con varios comandantes al mando de legiones en Italia, la Galia, Hispania y las provincias orientales, certificó que el Senado ya no podría controlar nada, mal le pesara a Cicerón (que tampoco dudó en azuzar a unos contra otros, todo sea dicho de paso).
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farsalia



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MensajePublicado: Sab Oct 22, 2016 5:41 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Justo acabo de comprar esta edición castellana...
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MensajePublicado: Mie Oct 26, 2016 9:51 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

farsalia escribió:
Respecto a Antonio estamos muy mediatizados por la "leyenda negra" octaviana y la derrota en Actium. Pero hasta esa batalla era un rival que era visto con mucho temor.

Temor porque era el único gran rival que tenía Octavio, pues Lépido apenas contaba, y los demás proantonianos eran en cierta forma segundones de aquél.

Pero si examinas su carrera tiene muchos altibajos: un buen papel de segundo de César en las Galias, un papel similar en la primera guerra civil, un primer gobierno de Italia que casi cae en la anarquía, supo ganar el apoyo de los cesarianos tras el asesinato, derrota en la guerra de Módena, victoria en Filipos en unas batallas que fueron carnicerías, inactivididad en la guerra de Perusia, una guerra parta inefectiva aunque somete Armenia, una guerra civil mal llevaba y la derrota final.


farsalia escribió:
Fulvia no tenía una base real y firme aparte de sus consecutivos maridos... y era una mujer: tan deleznable consideraban su comportamiento como después el de Cleopatra.

Maridos que fueron importantes políticos. Pero dejando de lado la visión de la época, tenía poder.

La Guerra de Perusia casi acaba con Octavio, si los generales antonianos hubieran actuado mejor y Marco Antonio se hubiera movido a Italia, Octavio sería vencido. Pero en cambio fue un gran revés para Marco Antonio que perdió sus bases de poder en Occidente.

farsalia escribió:
En cuanto a la entrada de las tropas de Sila en Roma en el año 88 a.C., no fue tan "a sangre y fuego"

Algo hubo de ambas cosas, ciertamente su entrada en Roma por la fuerza fue sorprendente lo que dejó a la oposición en mala situación al no prever tal jugada, aunque era subir el peldaño después de las matanzas de décadas anteriores mediante las comitivas clientelares.
Claro que Mario haría lo mismo; instalado el precedente todos lo seguirían.

farsalia escribió:
Que la mayor parte del staff de Sila le abandonara puede parecer baladí, pero no lo era en aquel momento, todo lo contrario: de hecho, lo insólito del acto de Sila fue lo que les impulsó a ello.

Para los oficiales, mayormente de la nobilitas, la pérdida era relativa. A fin de cuentas contaban con sus propios ingresos y las jugadas políticas estaban a la orden del día, con lo que si no iban a esta campaña irían a otra.
Para los soldados era su único recurso el saber que no habría botín ni tierras en el futuro era devastador.

Pompeyo volvió victorioso del este y quizás se confió en la popularidad para tomar el poder sin necesidad de entrar con sus tropas, además contaba con sus legados en el consulado para que le apoyasen: Marco Pupio Pisón en el 61 y Lucio Afranio en el 60. Pero no fueron lo suficientemente hábiles para medirse con los tiburones del Palatino y lo acabaron enredando en los mecanismos del Senado.
Precisamente siempre he pensado que en vez de la guerra civil hubiera sido mejor dejar a César volver a Roma aspirar al consulado y neutralizarlo luego en el engranaje jurídico.

farsalia escribió:
esa duda no la tuvo César

Tal y como estaban las cosas, los errores de las partes, los políticos de Roma (con Cicerón entre ellos azuzando como dices),... su temor era acabar como Catilina (o en el mejor de los casos en el exilio).

Si vemos la Primera Catilinaria el propio Cicerón hace una apología del asesinato político contra aquellos que no caigan bien a los optimates (o si lo prefieres a los intereses de algunos grupos cambiantes de la nobilitas) y eso desde Espurio Melio, los Graco,... Estaba claro que para salir adelante en la República a esas alturas se necesitaba el apoyo de las espadas.
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farsalia



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MensajePublicado: Mie Oct 26, 2016 3:52 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Malo no era Antonio, ni siquiera en Mutina, donde supo rehacerse lo suficientemente bien como para seguir siendo el rival a batir... y ser un primus inter pares en la negociación del triunvirato (llevándose la mejor parte del reparto). En Perusia no tuvo responsabilidad alguna y ni siquiera tiempo para reaccionar (para cuando pudiera hacer algo, ya era tarde). Que no fue uno de los "mejores", desde luego, pero para sus coetáneos, incluso después del (no tan) desastre en Armenia era un comandante temido. La derrota en Actium logra que se le juzgue en su globalidad por ella, pero deberíamos tomar con pinzas la propaganda octaviana..

Tampoco me parece que Perusia estuviera a punto de derribar a Octaviano, ya le habría gustado a sus rivales, pero fue un asunto mal llevado por Lucio Antonio y Fulvia desde el principio: apenas resistieron. Tampoco Antonio perdió demasiado (insisto, dejemos a un lado la propaganda octaviana); de hecho, no lo haría hasta años después. Octaviano era consciente de la base "italiana" de Antonio y supo jugar bien sus cartas en los siguientes años. Pero tuvo que utilizar la carta del testamento de Antonio , en el año 32 a.C., para resquebrajar los lazos de Antonio con las ciudades italianas e imponer un juramento; Bolonia dio la cara por Antonio y pagó las consecuencias con la pérdida de sus tierras públicas, pero no debió de ser la única que se posicionó con Antonio. No las tenía todas consigo Octaviano en Italia... En cuanto a Fulvia, era mujer, insisto, y eso la "penalizaba" para liderar un "movimiento" común contra Octaviano; pudo manejar, y hasta cierto punto, a su cuñado, pero no al resto de comandantes antonianos, que prefirieron verlo todo desde la barrera. Fulvia hacía valer su condición de nieta de Cayo Graco durante su matrimonio con Clodio, pero para la élite romana siempre fue un verso suelto; y los años cuarenta no fueron iguales que los sesenta en cuanto a la política popular: de hecho, el escenario fue radicamente diferente de una época a otra. Fulvia maquinó lo que pudo, pero su radio de acción fue, en sus últimos años de vida, mucho más limitado que cuando estuvo casada con Clodio.

APV escribió:
Para los oficiales, mayormente de la nobilitas, la pérdida era relativa. A fin de cuentas contaban con sus propios ingresos y las jugadas políticas estaban a la orden del día, con lo que si no iban a esta campaña irían a otra.
Para los soldados era su único recurso el saber que no habría botín ni tierras en el futuro era devastador.

Convendría tener en cuenta lo "diferentes" que eran las mentalidades en el año 88 a.C., por ejemplo, de las de décadas posteriores, cuando los hechos consumados y una "manera" de hacer las cosas estaban ya plenamente asentadas (y en cierto modo aceptadas). La marcha de Sila sobre Roma fue un golpe devastador para un estado de cosas, de opinión, incluso, e inserto en unos tiempos convulsos y en continuidad con los acontecimientos desde el inicio de la Guerra Itálica. Los sobresaltos fueron constantes, ya desde el último y tumultuoso tribunado de Saturnino. Los romanos de la época, especialmente la élite, se vieron sobresaltados en muchas ocasiones y en un breve espacio de tiempo. La decisión de Sila de dar un golpe y marchar sobre su ciudad fue traumática, marcó un antes y un después para los romanos... y para los que escribieron sobre las guerras civiles en los dos siglos posteriores. No relativizaría lo sucedido a tenor de lo que después (y hasta cierto punto) sería "normal". Los oficiales del estado mayor de Sila lo abandonaron en la marcha sobre Roma por mucho más que un simple mando militar y privilegios en cuanto a un eventual botín: lo hicieron por convicción, se opusieron a una decisión que para ellos atentaba contra su "manera" de hacer las cosas, de ser Roma... Roma. No es una cuestión baladí y los autores antiguos lo destacaron por algo. E incluso los soldados debieron de percibirlo, también en su óptica, pero con otras prioridades en juego. No eran todavía "soldados" de un comandante en particular, como luego los soldados de Pompeyo, César y Antonio serían leales a estos. Hay mucho que matizar...

Pompeyo no dejaba de ser un hombre que siempre se sintió un outsider en la alta política romana. Jugó al límite en muchas ocasiones, presionando y utilizando a sus hombres. Pero el paso que Sila no dudó en dar en el 88 a.C., o César en el 49 a.C., nunca lo dio; nunca se atrevió a darle. Podía mover hilos mediante tribunos de la plebe en las asambleas, incluso echar mano de algunos senadores, pero sabía que tenía vedado el acceso a la crème de la crème del Senado. Le costó darse cuenta de ella y hasta prácticamente su consulado único en el año 52 a.C. no lo logró. Pero, irónicamente, cuando lo logró, menos libertad de movimiento tuvo. Como un aventurero en las décadas de los años 70 y 60 a.C., echando manode tribunos de la plebe y consiguiendo mandos extraordinarios, logró medrar. Cuando quiso ser "legal", disfrutar de su condición de consular y triumphator, una figura de peso en la cámara senatorial, olvidar el pasado de reventador de la herencia silana, perdió iniciativa. Que nunca fuera elegido censor debió de escocerle y pugnó lo indecible por entrar en los colegios sacerdotales. Ser reconocido como un igual por los romanos de "mayor alcurnia", siempre fue su deseo. La década de los años 50 a.C. no fue fácil para él: pasar de la alianza con César a ser la espada de los enemigos irreductibles de César. Y estos nop le iban a permitir de ninguna manera a César que pasara sin más de un mando provincial y un imperium militar a un segundo consulado. Con mayor o menor manipulación de la ley, esta estaba de su parte... y César lo sabía; si no, no habría cruzado el Rubicón.

Pero, en fin, que nos estamos enrollando... Razz
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MensajePublicado: Jue Oct 27, 2016 12:40 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

farsalia escribió:
Pero, en fin, que nos estamos enrollando... Razz

Pero merece la pena.

farsalia escribió:
Malo no era Antonio, ni siquiera en Mutina, donde supo rehacerse lo suficientemente bien como para seguir siendo el rival a batir...

Influyó bastante el papel de Octavio y el de Lépido que hicieron fracasar la persecución de Décimo y que todo acabase como acabó.

farsalia escribió:
En Perusia no tuvo responsabilidad alguna y ni siquiera tiempo para reaccionar (para cuando pudiera hacer algo, ya era tarde).

No es cierto, según Apiano recibía correspondencia y enviados desde el principio de la crisis en Italia, estaba claro que la situación en Italia iba a dar un vuelco y su aparición en la zona hubiera sido el punto clave de todo. Pero parece que no estaba prestando atención a Italia, ni a Asia donde los partos y Labieno invadían las provincias.
Por cierto que su tacto en Siria y Judea las dejó bien dispuestas para recibir a los partos.

farsalia escribió:
Tampoco me parece que Perusia estuviera a punto de derribar a Octaviano, ya le habría gustado a sus rivales, pero fue un asunto mal llevado por Lucio Antonio y Fulvia desde el principio: apenas resistieron.

No estoy de acuerdo, Octaviano casi es derrotado si no fuera por Agripa que sacó las castañas del fuego e invirtió el sentido de la guerra al distraer en el momento preciso a Lucio Antonio.
El error posterior fue el de Lucio Antonio de encerrarse en esa plaza y no seguir hacia el norte para unirse a los generales antonianos, y el de los tres generales por no coordinarse. Militarmente tenían en el teatro más fuerzas que Octaviano y deberían haberlas usado mejor, un ejército sin un general como diría Cesar.
Fulvia la vemos incluso movilizando tropas para apoyar a Lucio, a diferencia de los generales que no actuaron bien.

Y si Marco Antonio perdió mucho, las provincias occidentales y todas las legiones que pasaron a control de Octaviano.

Farsalia escribió:
No es una cuestión baladí y los autores antiguos lo destacaron por algo.

Era un paso más en la escalada que venía dándose, hasta el momento con pequeñas fuerzas privadas de clientes en asesinatos, matanzas,.., ahora Sila había dado el paso más allá, algo a lo que se estaba arrastrando la República. Sorprendente para sus contemporáneos, porque era una situación totalmente ilegal y contraria a todo lo que se predicaba. No era un golpe, ni unas elecciones fraudulentas, ni un asesinato,... era un ejército romano marchando sobre Roma como contra cualquier ciudad del mundo conocido.

Si ya eran los soldados de Sila, y ya era la Dictadura de Sila (y luego las proscripciones de Sila); cualquier nuevo comandante podía aspirar a ello. Y los soldados habían demostrado ser proclives durante ese siglo a motines y a ser seducidos por políticos.

Farsalia escribió:
Pompeyono dejaba de ser un hombre que siempre se sintió un outsider en la alta política romana. Jugó al límite en muchas ocasiones, presionando y utilizando a sus hombres. Pero el paso que Sila no dudó en dar en el 88 a.C., o César en el 49 a.C., nunca lo dio; nunca se atrevió a darle.

Quizás porque lo consideró innecesario toda vez que no había una oposición militar a él.

Ciertamente los senadores le neutralizaron usando los mecanismos del juego político, y no es el primer militar en la Historia que acaba vencido en ese terreno.

Farsalia escribió:
Ser reconocido como un igual por los romanos de "mayor alcurnia", siempre fue su deseo. La década de los años 50 a.C. no fue fácil para él: pasar de la alianza con César a ser la espada de los enemigos irreductibles de César. Y estos nop le iban a permitir de ninguna manera a César que pasara sin más de un mando provincial y un imperium militar a un segundo consulado. Con mayor o menor manipulación de la ley, esta estaba de su parte... y César lo sabía; si no, no habría cruzado el Rubicón.

Posiblemente ambicionase ese reconocimiento social y político, pero al final lo estaban utilizando (o él a ellos, porque a saber que pasaría si vencían).

Respecto a César, ya lo discutimos una vez, la manipulación de la ley era tan burda y tan irregular que realmente se estaba dando un golpe de estado contra la República por parte de Pompeyo (que por cierto ya traía experiencia en golpes de los tiempos de Sila) y César dio otro (no le quedaban muchas opciones sobre la mesa).
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farsalia



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MensajePublicado: Jue Oct 27, 2016 3:18 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Cómo te gusta darle a la "sin tecla". Razz Si alguien quiere apuntarse al debate...

Sobre Perusia disiento: más grave para Octaviano (y más preocupado e incluso obsesionado estuvo con ello) fue la amenaza de Sexto Pompeyo, que dificultaba el transporte marítimo de grano de África a una Italia depauperada, con problemas para establecer a los veteranos en tierras (que hubo que confiscar, muchas de ellas en el norte padano) y sin apenas recursos monetarios. Perusia fue algo bastante mal llevado y descoordinado desde el principio, sin que Antonio realmente estuviera interesado en intervenir desde Oriente. En cambio, Octaviano (y Agripa) tuvieron que preocuparse mucho más por Sexto y aliados suyos como Libón o Ahenobarbo. Y eso le mantuvo bastante ocupado hasta la derrota final de los pompeyanos en Nauloco.

Respecto a la "escalada" (yo no la definiría así), insisto en tener muy presente que el golpe silano del año 88 a.C. fue inaudito y traumático; no necesariamente se abrió la puerta a cambios sustanciales, pero sí creó un precedente. No olvidemos que el propio Sila legisló para que nadie siguiera su ejemplo (leyes sobre el gobierno de las provincias, el mando militar, la traición): estableció los mecanismos para que no hubiera otro Sila que marchara contra Roma, y cuarenta años después ese fue César. Esas leyes fueron las que se le recordaron tácitamente a César en los años 51-50 a.C. con el tema de la prórrroga de su mandato en la Galia o su aspiración de acceder al consulado inmediatamente después de ceder el imperium proconsular.

En cuanto a Pompeyo y su retorno a Roma tras el mando extraordinario en Oriente, en el año 62 a.C., no es que no hubiera oposición "militar" a él, es que no iba a dar el paso que dio Sila por su cuenta. De hecho, en cuanto a sus mandos militares hasta ese momento, siempre fueron obtenidos (o arrancados) en situaciones de guerra abierta: en el año 83 a.C. lo obtuvo de Sila, oficiosamente, para la guerra en Italia; más tarde en el 82 y 81 a.C. para Sicilia y África le fueron aprobados para hacer frente a tropas "rebeldes"; lo mismo para hacer frente a Lépido padre enm el 77 a.C. y luego contra Sertorio en Hispania hasta el 71. La campaña contra los piratas y el mando contra Mitrídates fueron en situaciuones de gravedad y que amenazaban o bien la seguridad del Mediterráneo occidental y oriental, o bien para hacer frente a un rey que amenazaba las provincias asiáticas. En su regreso en el 62 a.C., Pompeyo no tenía que hacer frente a nadie, no había una amenaza real que le "impulsara" o "forzara" a seguir manteniendo el mando; ni siquiera el asunto de Catilina en Italia. No se atrevió a convertirse en un comandante "rebelde" contra el "gobierno" legítimo; de hecho, tampoco aspiraba a ello. Sólo quería que se aprobaran sus tratados en Oriente, recibir un triunfo, sentarse en el Senado con honores... y luego ya se vería. También era un hombre ya maduro, no el joven impetuoso que, privata consilio et privata impensa, reunió unas legiones para entregárselas a Sila veinte años atrás.
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MensajePublicado: Jue Oct 27, 2016 11:29 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

farsalia escribió:
Sobre Perusia disiento: más grave para Octaviano (y más preocupado e incluso obsesionado estuvo con ello) fue la amenaza de Sexto Pompeyo, que dificultaba el transporte marítimo de grano de África a una Italia depauperada, con problemas para establecer a los veteranos en tierras (que hubo que confiscar, muchas de ellas en el norte padano) y sin apenas recursos monetarios. Perusia fue algo bastante mal llevado y descoordinado desde el principio, sin que Antonio realmente estuviera interesado en intervenir desde Oriente. En cambio, Octaviano (y Agripa) tuvieron que preocuparse mucho más por Sexto y aliados suyos como Libón o Ahenobarbo. Y eso le mantuvo bastante ocupado hasta la derrota final de los pompeyanos en Nauloco.

Ciertamente la presión de Sexto estaba causando mucho daño a Octaviano, pero Marco Antonio podía haberle dado la puntilla en ese momento. Tal y como estaban las cosas con la crisis en Italia, los ejércitos antonianos superiores en número (pero divididos), fue la falta de liderazgo lo que les impidió destruirlo en ese momento.
Recordemos que aún no tenía asegurada Hispania a costa de Lépido; ni África donde Cayo Fuficio Fango se enfrentaba al antoniano Tito Sextio, que le había ayudado a conseguir la provincia contra el republicano Cornificio.

Claro es avisado de que en Italia se están calentando las cosas para decidir la situación en Occidente, Quinto Labieno se apodera de Cilicia y Asia, Pacoro de Siria y Judea (con guerra civil en ésta incluso). ¿Qué está haciendo Marco Antonio? El que se encontrara en Egipto y que nacieran sus hijos en el otoño siguiente dice bastante.

farsalia escribió:
En su regreso en el 62 a.C., Pompeyo no tenía que hacer frente a nadie, no había una amenaza real que le "impulsara" o "forzara" a seguir manteniendo el mando; ni siquiera el asunto de Catilina en Italia. No se atrevió a convertirse en un comandante "rebelde" contra el "gobierno" legítimo; de hecho, tampoco aspiraba a ello. Sólo quería que se aprobaran sus tratados en Oriente, recibir un triunfo, sentarse en el Senado con honores... y luego ya se vería. También era un hombre ya maduro, no el joven impetuoso que, privata consilio et privata impensa, reunió unas legiones para entregárselas a Sila veinte años atrás.

Es que como señalas no había "amenaza", era el general victorioso que volvía a Roma solo que la oposición lo esperaba para neutralizarlo como se vió en el sucesivo fracaso de Metelo Nepote, Afranio, L. Flavio,... Quizás pensó que no le hacía falta entrar a saco si le iban a dar todo servido.
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farsalia



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MensajePublicado: Vie Oct 28, 2016 12:40 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

No diría una falta de liderazgo: estaba claro que Antonio era el líder de una facción de diversa adscripción en la que cabían cesarianos, republicanos (si es que quedaba alguno de la "vieja guardia" que no habñia perecido en Filipos o no se había cambiado de campo a tiempo), etc. También para Antonio Sexto Pompeyo era una molestia, no tanto como para Octaviano, pero en el fondo le resultaba más útil vivo y haciendo precisamente eso: molestar todo lo posible a Octaviano. Hasta avanzada la década de los años 30 a.C., no se formarían dos bloques antitéticos, (más "cohesionado", con todas las comillas que se quiera, en el caso de Octaviano. Entre Filipos y Nauoloco las cosas son más difusas, más complejas, con los triunviros como rectores, pero con bastante manga ancha: a fin de cuentas, llegan adonde pueden llegar. La habilidad de Octaviano para ir reuniendo legiones y provincias en ese período, paso a paso, será esencial para la formación de esos bloques, uno "occidental" y otro "oriental" (más comillas...). ¿Y Antonio? Tampoco se quedó de brazos cruzados y más allá de la propaganda sobre sus amoríos con Cleopatra en Egipto, tiene a sus lugartenientes que ya me solucionan bastantes papeletas (Ventidio, por ejemplo) y conforma una esfera de poder a la que podemos llamar de muchas maneras (¿"helenística"?) que le distingue de lo que hace Octaviano en "Occidente". Son años complejos, entre el 42 y el 35 a.C., de ir paso a paso; incluso con Lépido fuera de juego desde el 36 a.C. la idea de una última guerra "civil" entre Octaviano y Antonio será cocinada a fuego lento...

Y sobre Pompeyo, al margen de que no hubiera amenaza, insisto en ello: no iba a dar un golpe. A la hora de la verdad, no se atrevería (de hecho, nunca lo hizo). Las aventuras de juventud, amparadas en una alegalidad o los márgenes de una legalidad que le convenían muy bien, quedaban atrás al regresar de Oriente en el 62 a.C. Pompeyo ya no buscaba poderes y mandos extraordinarios: buscaba respeto y un lugar de honor entre la élite senatorial. Una élite que le haría sudar sangre... y que de hecho nunca lo aceptó en su seno. Ya no opta Pompeyo, o al menos no con tanto ahínco, por tribunos de la plebe en nómina: ahora pondrá a sus legados como cónsules. Pero sigue sin conocer realmente las reglas del juego: si quieres hacer algo, tienes que hacerlo tú mismo. De ahí que finalmente, cuando lo "legal" fallar, juegue la carta del mal llamado "primer triunvirato": un cónsul, César, que tirará adelante con la ratificación de sus tratados en Oriente, al mismo tiempo que Pompeyo pondrá en sus manos su clientela de veteranos para apoyar su propio programa "ejecutivo"; y los contactos de Craso entre los équites a cambio de remodelar las contratas públicas de los publicanos. Pero, esta vez, Pompeyo va a remolque... y pronto se da cuenta de que no es realmente lo que quiere (una vez aprobadas sus actas orientales, claro está). Lo que realmente quiere es que Catón y los demás lo acepten con los brazos abiertos y eso es algo que nunca conseguirá. Se pondrá a su servicio desde el consulado sin colega del 52 a.C., se casará con la hija de Metelo Escipión, se mantendrá como el escudo de un grupo de senadores que pueden hacérselas pasar muy mal a César.
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