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El pequeño Pataxú, Tristan Derème

Ver Delfos y morir
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cavilius
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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 1:55 am    Tí­tulo del mensaje: Ver Delfos y morir Responder citando

Viene a ser esto como cuando un amigo que acaba de volver de sus vacaciones nos invita a su casa y nos fusila con fotos, vídeos y verborrea sobre sus andanzas estivales. Viene a ser esto como cuando, además, ese amigo tiene toda la pinta de ir de enteradillo, de habérselo pasado mejor que nadie, de haber aprendido más que ninguno y de haber vuelto de todas partes cuando los demás aún están yendo. Repugnante, para qué vamos a buscar otra palabra. Así que no hace falta que sigáis leyendo, porque ya digo que lo que sigue “viene a ser” eso (pero no lo es), y que yo “tengo toda la pinta” de eso (pero no lo soy). De hecho, es más un desahogo personal que una pretensión de que alguien lo lea. Porque aunque yo no pienso colgar casi ninguna de las fotos que hice (francamente pocas, la verdad) ni mucho menos el vídeo de hora y media que grabé (ridículo, apenas 90 minutos), sí me temo que se me va a escapar verborrea, mucha palabrería, prosa inútil, cháchara hueca y tonterías a mansalva. Por lo tanto, con plena conciencia de lo que voy a hacer, en uso (bueno o malo) de mis facultades mentales, y habiendo avisado previamente, ahí va...



VER DELFOS Y MORIR

Introducción
Conviene decir que, a nivel personal, pasar unos días en Grecia no es como pasarlos en cualquier otro sitio. Hace ya bastantes años que me fascina el mundo griego antiguo y aún no he logrado saber por qué, aunque tampoco me ha interesado mucho averiguarlo. ¿Porque me parecen muy listos? ¿O muy tontos? ¿Porque son la base de la cultura occidental? ¿Por su fama de tramposos y de charlatanes? No, por nada de eso. O por todo eso, quién sabe. De modo que antes de subir al avión yo ya notaba una excitación especial y una predisposición a absorber sensaciones que me marcarían por mucho tiempo. También iba preparado para asimilar un cierto halo de ridiculez que seguramente iba a acompañarme en los días siguientes. Porque cuando alguien mira durante horas un muro ruinoso y traga saliva de la emoción, o cuando no escucha las explicaciones del guía de turno y siempre está mirando hacia otro lado, o cuando fotografía un agujero en el suelo en lugar de hacer la típica foto estival con personas posando; cuando alguien hace esas cosas y ni siquiera tiene la excusa de estar haciendo un viaje de estudios o preparando alguna investigación, está haciendo el ridículo. Pero cuando, por decir algo, se ha estudiado una carrera extravagante como la que yo he estudiado, y cuando se tienen los gustos literarios y culturales tan poco comunes como los que yo tengo, la sensación de ridículo es algo que se supera fácilmente dada la frecuencia con la que se ha de lidiar.

El vuelo duró 3 horas (-edito para corregir:- 4 con el cambio horario) en la más absoluta negrura nocturna. Me hubiera gustado ver la geografía griega desde el aire para intentar reconocer costas, ciudades, llanuras, montes. Tenía ganas de observar la distancia desde Maratón hasta Atenas, o desde El Pireo a la Acrópolis, o desde el cabo Sunion a la Isla de Patroclo, o cuán ancho es el estrecho de Salamina, o cuán grande es el golfo Sarónico; pero las nebulosas luminosas que se veían desde el avión no permitieron ni siquiera adivinar la ciudad de Atenas hasta que no tomó tierra en el aeropuerto, situado a bastantes kilómetros de la capital. Pero algo bueno sucedió finalmente: pisé por fin suelo heleno.

1ª ETAPA (Akropolis)
No se puede pretender hacer turismo y no parecer un turista. Yo no pretendía lo primero pero sí parecía lo segundo. Con gorra (que sólo me puse el primer día), gafas de sol (que llevé más tiempo quitadas que puestas), una mochila con 3 libros, cámara de fotos en una mano, de vídeo en la otra, camiseta, pantalón corto y un casco de hoplita en el bolsillo que Vale su peso en plata, permanecí camuflado entre turistas durante todo el tiempo que estuvimos allí. Pero yo no quería sentir como un turista sino como un griego; y no como Andreas Papandreu o Kavafis o El Greco, sino como Sócrates, como Demóstenes, como Agamenón, como un campesino hectémoro, como un suplicante de Delfos, como un comerciante meteco, como un Pausanias (a quien finalmente no llevé conmigo). Con los ojos abiertos como platos, igual que la lechuza ateniense, fui a todas partes embelesado, como poseído. Y el primer lugar que sentí fue la Roca Sagrada de Atenas.

En la Acrópolis uno puede conseguir abstraerse de casi todo: del enorme gentío que te rodea en todo momento; del calor, que no es tan fiero como lo pintan; de lo ruinoso de las construcciones, que estimulan la imaginación. Pero de lo que es casi imposible evadirse es de esto:



Andamios, grúas y maquinaria de obra en el Partenón, en el templo de Atenea Niké, en los Propileos... sólo el Erecteion estaba despejado a la vista. Todo ello sin duda es necesario para la restauración constante a la que está sometida la Acrópolis, pero a mí me provocó una sensación de profunda tristeza, algo así como visitar a un enfermo y encontrarle sedado, entubado, conectado a una máquina, sometido a medicamentos. Empecé a pensar que quizá no había cura para la Acrópolis. Anduve cerca de una hora por allí, grabando, fotografiando, sintiendo... o intentando sentir. Toda la belleza de los mármoles, de las columnas, de las esculturas en frisos y metopas, estaba vestida con armazones de andamiajes. El museo estaba cerrado por traslado a unas instalaciones nuevas, lo que me deprimió aún más. Finalmente le dije a mi mujer, que me esperaba pacientemente en una sombra mientras yo iba arriba y abajo como un alma en pena, que nos fuéramos. Colina del Areópago, Teatro de Dionisio, Odeón de Herodes Ático... nada de eso me levantó el ánimo. Más tarde el monumento de Lisícrates, perdido en la espesura del barrio de la Plaka, que rodea la Acrópolis, y la enormidad y majestuosidad del Olimpieion, me devolvieron un poco los colores a la cara.

Libros: el museo estaba cerrado pero no su tienda. Además, el barrio de la Plaka está lleno de comercios dedicados al turismo, incluyendo material de lectura (siempre lo mismo, eso sí). Me hice con The Acropolis at Athens. Conservation, restoration and research. 1975-1983, y con Grecia antigua. Monumentos en el pasado y en el presente. Entonces no lo pensé, pero supongo que la elección de esos libros estuvo inconscientemente condicionada por mi estado de ánimo. El primer libro iría destinado a tratar de comprender cómo el estado de conservación de la Acrópolis era tan lastimoso; el segundo, un bonito libro con fotos actuales de las ruinas de Grecia a las que preceden hojas transparentes donde han pintado cómo fueron en su origen (“así era antes y así es ahora”), supongo que lo compré para acrecentar mi sensación de abatimiento.

2ª ETAPA (El último vino)
Hospitales de arte, eso es lo que son los museos; obras maestras sacadas de su espacio y su tiempo para poder ser preservadas y expuestas a la posteridad. Sin duda son necesarios, pero tristemente necesarios. Exactamente igual que los hospitales. Pasé toda la tarde allí, observando la cerámica geométrica, las figuras negras, las rojas, las korai y los kuroi, los mármoles, los bronces... Y cuando ya nos íbamos caí en la cuenta de que allí también estaba hospitalizado el tesoro de Micenas, la máscara de Agamenón, las joyas de los reyes micénicos, el Vaso de los Guerreros, las tablillas de lineal B, los cascos de dientes de jabalí, las pinturas con escudos en forma de ocho... más salas y pasillos para recorrer. Finalmente las varias horas de museo salvaron el día, aunque con un aire de silencio y asepsia hospitalaria.

Libros: vi un volumen francamente grande en inglés que parecía ser el “libro del museo”, pero su precio (unos 100 euros) hizo que me fijara en los demás libros que había por allí: al final me quedé con uno pequeño, The National Archaeological Museum, de menos de 100 páginas pero con estupendas ilustraciones en color y con poco texto. Como debe ser en un libro museístico.

Por la noche nos dejamos llevar a una visita-cena en el puerto de El Pireo, donde yo esperaba ver el museo allí situado pero no fue así: bebimos ouzo mezclado con agua (3/4 de agua y 1/4 de ouzo; no quise mencionar, para no herir la susceptibilidad de los griegos, que sus antepasados bebían vino invirtiendo la proporción). Cena y bailes típicos en una taberna típica, donde no faltó el fin de fiesta típico: esa danza tradicional llamada sirtaki, tan tradicional como lo pueda ser la película Zorba el griego, para la que fue “inventada” por el compositor Mikis Theodorakis hace unos 40 años.

3ª ETAPA (La caverna de las ideas)
La cámara de fotos es un invento maquiavélico, y la de vídeo aún más. Yo ya sabía que me habría de enfrentar tarde o temprano al mismo conflicto que me asalta en cada viaje pero que hasta éste nunca me había preocupado seriamente: grabar y/o fotografiar aquello que quiero recordar, aquello cuya vivencia quiero plasmar, aún tratándose de una vivencia violentada justamente por el hecho de haberla estorbado grabándola o retratándola. Cuando hay tiempo de sobra no hay ese problema: se evoca, se admira, se contempla, se siente, y luego si se quiere se graba o se retrata. La mañana en el barrio del Cerámico fue así: larga, evocadora, contemplativa, sentimental... e inmortalizada digitalmente. No había apenas un alma por allí (y perdón por la expresión, pues se trata de una necrópolis), sin duda la visita no debe de estar incluida en el recorrido de los viajes turísticos organizados, que se limitarán a la Acrópolis, el Museo Arqueológico y un paseo libre por el Ágora. Así que pude recorrer con gusto y placer, sin artificios protectores (gorra ni gafas de sol), la Vía Sagrada, la de las Panateneas, el antiguo curso del río Erídano, los restos de la puerta Dipylon, los de la muralla de Temístocles... Pude tocar esas piedras que tienen 2500 años y que algún griego puso allí porque así se lo aconsejó aquel gran estadista; pude pasear por los restos del Pompeion, y sobre todo pude imaginar, imaginar, imaginar... Tras ese deleite, que en sí mismo ya merecía todo el viaje, una visita al pequeño museo (lápidas, ostraka, cerámica) fue el colofón a una mañana extasiante.

También quise pisar, antes de buscar un sitio donde comer, la colina Pnix, ver desde ella El Pireo al este y la Acrópolis al oeste, contemplar el lugar desde donde Pericles o Demóstenes solían hablar a los atenienses. Dura subida por la colina, y más si se desea continuar, como hice, hacia el monumento a Filopapos. Pero si se va en volandas, como iba yo después de haber visto el Cerámico, no reparas ni en la subida, ni en el calor, ni en el hambre ni en la sed.

Libros: en la tienda del museo no encontré nada que no hubiera visto ya en otros sitios, y nada de ello trataba específicamente el Cerámico. Me quedé con North, East and West Slopes of the Acropolis, breve ensayo sobre la Roca Sagrada, y con The stones of the Parthenon, precioso librito que describe el recorrido de los bloques de mármol desde su origen en las canteras en el monte Pentélico hasta la Acrópolis.

4ª ETAPA (Mi amigo Sócrates)
El ágora romana merece ser vista: la Torre de los Vientos, los restos de la biblioteca de Adriano... Pero el ágora griega merece más, merece ser contemplada, recorrida en el tiempo y en el espacio. Porque en ella se encuentran, a medida que uno se adentra en ella, construcciones desde el siglo VI a.C. hasta el II a.C. (como la estoa de Atalo, reconstruida y reconvertida en museo). No quedan más que cimientos de lo que fue el ágora, y por ello el trabajo imaginativo se multiplica: este edificio debía de ser así, aquel aún no existía, aquel altar tampoco... Un suplicio o un placer. El templo dórico Teseion, el mejor conservado de toda Grecia, el altar de Zeus, el de los 12 dioses, el monumento dedicado a los Héroes Epónimos, las estoas, la Vía Panatenaica, el Bouleuterion, el Tholos, la antigua fuente, el Estrategion... Y el museo, nuevo hospital de monedas, armas, útiles de cocina, juguetes, cerámica, ostraka...

Libros: Ancient Agora of Athens - Areopagus Hill, pequeño escrito muy bien ilustrado, y The monuments of the Acropolis. La Acrópolis aún se revolvía en mi mente.

Un día difícil de superar. Y sin embargo fue superado. El espíritu agonístico griego no tiene límites.
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Friedrich Nietzsche
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Ultima edición por cavilius el Jue Sep 13, 2007 10:34 am; editado 3 veces
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cavilius
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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 2:03 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

5ª ETAPA (La máscara de Apolo)
Tras dos días en Atenas sin más horario ni prisa que la que quisiéramos tener, comenzamos el tercer día un tour organizado a priori muy ambicioso, y que sin duda volvería a ponerme los pies sobre la tierra. Autocar, guía, menús turísticos prefabricados, disciplina cuasi militar... lo que se llama “turismo cultural” y que yo llamaría redundantemente “turismo turístico”. Un engendro que embutía el adverbio “mucho” (mucho por ver, mucho por recorrer, mucho por conocer, mucho por disfrutar) dentro del “poco” (poco tiempo), pero al que había que someterse si queríamos ver, recorrer, conocer o disfrutar el país. Aunque sólo fuera un poco.

Mi primera sensación al viajar en el autocar, que se repitió todas las veces que nos desplazamos con él, por ser tan obvia no la esperaba y sin embargo fue impagable, de lo mejor de esos 3 días: desde el autocar, todo lo que se veía a izquierda o derecha, hasta donde alcanzaba la vista (los paisajes, los montes, la vegetación, el mar...), todo eso era griego. Al margen de la belleza propia que tenía la geografía que recorríamos, lo importante es que Grecia era eso. No una descripción en un manual, o una foto en un libro, o unas imágenes en un televisor; todo eso hace que pensemos en Grecia, pero no es Grecia. Aquello sí lo era. En aquel valle tal vez hubiera vivido alguna familia hace 2 ó 3 mil años, quizá tuvo lugar en aquella llanura alguna batalla, puede que bajo la tierra de aquel monte hubiera restos de cerámica, algún pequeño santuario, utensilios de labranza, algún casco... Esos pensamientos tan elementales nunca se me habían planteado hasta ese momento en que yo estaba viendo (no leyendo o a través del televisor o un ordenador) qué y como era Grecia en realidad. Era la absurdidad de lo obvio. Mientras los demás compañeros de viaje dormían, leían o charlaban en el autocar, yo observaba casi sin pestañear a través de la ventanilla, tratando de captarlo todo, de absorber tanta Grecia como pudiera. Igual que la lechuza ateniense.

Otro absurdo: cada vez que hacía una foto o que grababa alguna ruina o alguna estatua, me parecía que era un poco como disecarla, como rebajarla a anécdota, como ofenderla incluso. Ninguna de las fotos que hice representa lo que es en realidad aquello que retrata. En cambio, cuando cruzamos el estrecho de Corinto e hicimos la parada de rigor para ejecutar el pack "hacer foto & comprar un recuerdo", no me importó en absoluto echar mano de la cámara de vídeo y grabar brevemente el estrechísimo paso que comunica el mar Egeo con el Jónico. Allí no sentí que hubiera ofensa alguna, supongo que porque aquello no era lo suficientemente antiguo o porque la obra no la había hecho un griego sino un francés. Es la diferencia que hay entre lo bello y lo sublime. Absurdo, ya digo.

Pasamos cerca de la moderna Corinto, vimos a lo lejos durante unos segundos las ruinas de la Acrocorinto (la pequeña esperanza que tenía de visitarla se desvaneció) y llegamos a Epidauro. Rápida caminata hasta el teatro, apresurada explicación de nuestro guía griego, breve demostración de la acústica, escasos minutos para la foto o la visita al pequeño museo, y al autocar. Esa iba a ser la tónica, eso es hacer turismo, así se lo pasa uno bien. No hubo tiempo para la recreación, para la imaginación, para conocer in situ los restos del santuario de Asclepio. Nuestro grupo turístico se confundía con los otros muchos grupos que estaban allí haciendo lo mismo que nosotros (¿perder el tiempo?), los autocares se contaban por decenas, las voces de los diferentes guías se oían por todas partes. ¿Y qué esperaba encontrar, ingenuo de mí? Así son los viajes, así es el turismo, así es la vida.

Libros: El Peloponeso. Guía histórica de los emplazamientos, monumentos y museos, y también Mycenae – Epidaurus – Tiryns – Naupion – Heraion of Argos – Argos – Asine – Lerna – Troezen. Libros ambos destinados a ser carnaza para el turismo, pero con grandes y preciosas ilustraciones.

6ª ETAPA (El mar en ruinas)
La tumba de Atreo. Ya estábamos allí. Entre mi grupo y los otros que ya fluían y fluctuaban por el sepulcro quizá sumáramos 100 personas, probablemente más. Los rebaños humanos no me habían importado en la Acrópolis, así que debía acostumbrarme, todos tenían el mismo derecho que yo a estar allí. Me desconecté, dejé de escuchar al guía, me separé del grupo, quise ver aquello a mi manera, sentirlo a mi manera. La visita apenas duró 10 minutos.

El palacio de Micenas. De nuevo (y en lo sucesivo) la voz del guía sonaba como una música de fondo que no escuchaba. Allí sí hubo más tiempo, y mientras mi mujer me esperaba abajo en la entrada, yo me dediqué a subir y bajar varias veces por la rampa de acceso, pasando repetidamente por la Puerta de los Leones y por los caminos habilitados que recorrían lo que fue aquella fortaleza. Estancias para la cocina, para almacenar el grano, para hacer audiencias. ¿Dónde estaría el baño en el que murió acuchillado Agamenón? ¿O fue envenenado al pisar con los pies los pétalos que Clitemnestra le esparció en la entrada al palacio? La tumba de la reina, restos de los muros ciclópeos que rodeaban toda la edificación, ruinas de estancias destinadas a usos diversos... Daba la impresión de estar contemplando no unos restos arqueológicos, sino el fin de un reinado, de una ciudad, de toda una civilización: el fin de los micénicos. Y allá, a lo lejos, en el horizonte, en lo alto de una colina... Sí, debía de serlo, tenía que serlo. Argos.

Libros: Micenas – Epidauro – Tirinto – Nauplia. Hereo de Argos – Argos – Asine – Lerna – Tresenia. Sí, el mismo libro que antes había comprado en inglés. Mi aturdimiento era tal que ni me di cuenta.

7ª ETAPA (Vencerás en Olimpia)
Tras recorrer el Peloponeso de este a oeste (Grecia, Grecia, más Grecia), nos detuvimos en Olimpia, pequeño pueblo turístico que vive gracias a su pasado. Lo que queda del antiguo gymnasion y la palestra me resultaron verdaderamente sugestivos. El monumental templo de Zeus, el de Hera, el Filipeion... todo invitaba a evocar. En el estadio todos se hacían la típica foto de atleta a punto de tomar la salida, mientras yo me fijaba en el asiento destinado a la sacerdotisa de Deméter, o en el lugar destinado a los helanodikes, o en una hormiga que estaba recorriendo la distancia y que era más griega de lo que yo lo seré nunca. La fugaz visita al museo (mayor que el de Micenas o Epidauro) valió la pena sólo por contemplar durante pocos segundos el frontón del templo de Zeus, el Hermes de Praxíteles o el auténtico casco de Milcíades (sólo imaginar que ese casco estuvo en Maratón, que bajo él estuvieron el sudor, la sangre, la cabeza del estratego ateniense, me produjo un vértigo mareante).

Libros: Los juegos olímpicos en la Grecia Antigua. De nuevo las ilustraciones me cautivaron. También me hice con Olimpia. Plano y reconstrucción del santuario.

8ª ETAPA (La lengua doble)
Sobre el puente colgante que une el Peloponeso con la Lócride, el más largo del mundo, tuve la misma sensación que en el estrecho de Corinto, así que lo grabé estúpidamente mientras pasábamos sobre él. Y al poco de haber llegado a la otra orilla, una vez dejado atrás Naupacto (más conocida con el nombre de Lepanto), me di cuenta de que nos estábamos adentrando en la auténtica Grecia. La morada de Apolo, el corazón de la Hélade, el ombligo del mundo. Parecía que las montañas se abrían para dejarnos paso y permitirnos entrar en el centro del universo, la casa del dios, el santuario de toda Grecia. Eso era Delfos.

Corrección: eso fue Delfos, hace un par de milenios. Porque lo que encontramos allí era un pequeñísimo pueblo plagado de hotelitos, tiendas de recuerdos y algún bar de copas. Además estaban en fiestas: guirnaldas, banderolas, adornos por las calles... Por la noche pudimos ver grupos de jóvenes “de marcha”, música en algún local, ambiente nocturno alcohólico-festivo. ¿Cómo había permitido Apolo tal libertinaje? Era casi obsceno. Al poco, me sorprendí con un Bacardi & Coca-cola en la mano y comiendo cacahuetes sentado en la terraza de un bar. Si Apolo lo aprueba, bien estará, pensé. Uno de los presentes, un tipo enorme de San Sebastián afincado en Torrelodones (increíble pero cierto; sin duda la pitia quería decirme algo pero yo no lograba entenderlo), simpático y hablador en exceso, quiso iluminarnos compartiendo con los demás que los griegos antiguos no sabían construir ciudades y que no tenían ni idea de planes urbanísticos y que sus calles eran un caos, y no sé qué más cosas. Bien dicho está si Apolo lo aprueba, pensé de nuevo, y no comenté nada sobre el gran urbanista Hipodamo, del diseño del puerto de El Pireo, de Turios, de Mileto...

Al día siguiente, el éxtasis. Lo de antes no había sido Delfos sino un espejismo; aquello de ahora sí era la morada del flechador Apolo. Primero, el museo: visita relámpago para contemplar la maravilla del Auriga, los exvotos de bronce, el Ónfalos, las metopas del Tesoro de los Atenienses, el friso del Tesoro de los Sifnios, Cleobis y Bitón, las estatuas de Lisipo... Después, el ascenso hasta el templo de Apolo a través de la Vía Sagrada, flanqueada por tesoros y ofrendas. Por entonces, yo ya nada tenía que ver con el guía, que repetía siempre las mismas frases memorizadas, ni con el grupo, que le rodeaba en todo momento como si fuera un santón, ni con mi mujer, que sabía que esos días yo no iba a ser yo. Respiré el aire del Parnaso, bebí el agua de la fuente Castalia y me purifiqué, contemplé las columnas de la morada del dios, toqué la tierra de la Vía Sagrada, me embriagué con el paisaje. Y de nuevo imaginé, evoqué, cuestionándome si no habría nacido yo demasiado tarde en un mundo demasiado antiguo. Allí, en algún lugar (bajo el templo o entre las rocas), estaba sin duda todavía Apolo esperando responder a través de la pitia a las preguntas de los peregrinos. Pero ya no había pitia, ni preguntas, y los peregrinos se habían convertido en curiosos consumistas ociosos y acalorados, y algún personajillo ridículo como yo. Más abajo, a lo lejos, los restos del tholos de Atenea Pronaia, mil veces visto en libros. Volé hasta allá en los brazos de la hija de Zeus, para sustituir el recuerdo de las fotos impresas con el recuerdo del propio templo. Atenea, Apolo, el Parnaso, Delfos. Y yo en medio de todos ellos, en el ombligo del mundo.



Libros: Delfos. Mito & historia. El sitio arqueológico. El museo. Típico libro para turistas que circulaba por allí en diferentes formatos, con diferentes títulos, de diferentes autores y con diferentes palabras, pero no había duda de que era siempre el mismo libro. En Delfos todo es posible.
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cavilius
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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 2:17 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

9ª ETAPA (Ver Delfos y morir)
Sabía que en el regreso a Atenas pasaríamos cerca de Tebas, patria de Epaminondas, de Píndaro y de Edipo, pero yo aún estaba en otro mundo y no lo recordé; supongo que el conductor y el guía tampoco porque no hicimos ninguna parada. En Atenas, con tiempo aún para hacer algo antes de ir al aeropuerto, yo seguía fantaseando con Delfos y renuncié a ver más hospitales (el museo epigráfico, el de la guerra o el museo Benaki estaban en mi agenda). Porque el haber visto a Delfos arruinado, en el sentido literal de la palabra, por 2000 años de historia, recorrido, profanado y pisoteado por una masa humana de la que yo formaba parte aunque quisiera negarlo; el haber contemplado eso y aun así haber sentido y oído la voz de Apolo en mi cerebro, me había hecho congraciarme con la Humanidad entera, con el turismo en su totalidad, con el guía y hasta con los andamios del Partenón. Así que pasamos una agradable tarde paseando por los alrededores de la Acrópolis, y por fin asumí plenamente mi papel de turista al que vanamente me había negado hasta entonces. El laberinto callejero de la Plaka me hizo darle parte de razón al de Torrelodones, cosa que hice sin remordimientos. Tomamos un carísimo helado en una terraza y lo pagué encantado. Compramos los recuerdos de rigor para la familia, lo que me pareció estupendo. Vagabundeamos por aquellas calles como hacía el resto de la jauría turística, y me sentí maravillosamente bien.
La estancia (porque esa es la palabra) en el aeropuerto tampoco fue en balde. Visité la sección de libros de las 3 tiendas de souvenirs que había, y descubrí lo que debería ser obvio para cualquiera: que hay otros mundos fuera del nuestro. Vi bastantes novelas históricas sobre Grecia escritas por autores griegos, la mayoría sobre Alejandro Magno. Sólo encontré, en inglés, un par de novelas conocidas: The virtues of war (La conquista de Alejandro Magno en España) de Steven Pressfield y Alexander de Gisbert Haefs. Y me hice con una pequeña joya que vi a muy buen precio (en España no baja de 25 euros, allí me costó 10 euros menos): The Peloponnesian War, de Donald Kagan. 500 páginas escritas por un americano, auténtico experto y autor de una enciclopedia de 4 volúmenes sobre la guerra del Peloponeso, que no ha sido traducida al castellano y además en nuestro país tiene un precio disparatado. El libro fue el magnífico colofón a un magnífico viaje.

En el aspecto material, aparte de libros también me traje de allí a alguien. Quería que fuera una figura representativa del espíritu griego y lo que ello significa. Pericles, Aristóteles, Sócrates, Herodoto... O quizá algún dios: Atenea, Apolo, Zeus... Finalmente creo que acerté:



También me vine con alguna otra cosilla más prosaica: un casco de bronce, una columna jónica, una camiseta con las palabras “molon labe” serigrafiadas, unas pequeñas figurillas de Atenea, del Partenón y de un capitel. Y, por supuesto, también de una lechuza.

Pero, aunque yo vine con todas esas cosas, libros, vivencias, sensaciones y emociones dentro de mí, eso no es nada comparado con lo de mi mujercita. Ella también se vino con alguien: ni más ni menos que con el dios Apolo que me susurraba en Delfos. ¿O sería Atenea? Pronto saldremos de dudas.

Fin del desahogo personal.
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marcelotodi



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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 2:57 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

buenisimo Cavi, me alegra que hayas disfrutado el viaje

por aca, a veces hablamos de los incendios y si te estarian generando algun inconveniente

yo soy de los que piensan que llevar camaras y filmadoras, estorban en esos tipos de viaje

en 3 horas de vuelo a Grecia...maldita suerte..como te envidio..
aca en 3 horas de vuelo hacia 3 puntos cardinales, sigo dentro de mi pais, y hacia el otro me caigo al Oceano...

Saludos, Hec
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"Recuerda, romano, es a ti a quien corresponde conquistar a los pueblos" Eneida,Virgilio

leyendo: "El complot contra los Escipiones", V.Manfredi
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Akawi



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Mensajes: 5306
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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 3:07 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Magnifico relato Cavilius.
No sé que escribirte; ahora mismo estoy transportada a "tu Grecia" a la tuya; con tus sentimientos, con tus vivencias, con tu imaginación, viendo a través de ti, esos bosques, esas llanuras o esas ruinas; sintiendo como tú, ese desasosiego en los museos o ese bullicio de turistas y sin embargo, casi podría respirar como tú hiciste, el frescor de sus paisajes, el aire de la acrópolis y el soplo de su mar.
En serio, Cavilius, una verdadera experiencia el haber viajado contigo.
Un abrazo.
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Daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro. Descartes
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Valeria



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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 9:03 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Bueno, heleno, no esperaba menos de ti que el diario de un viajero por las tierras de sus ancestros. Gracias por compartir esa experiencia emocional. Lo único que me ha chocado es lo de la cámara de vídeo, algo que, personalmente, me horroriza. Pero yo también me recuerdo estremeciéndome mientras tocaba piedras en Italia.

Y enhorabuena por el regalo de Apolo.

Todo esto me trae a la cabeza una de mis ilusiones favoritas, algo que respondería si me preguntaran ¿que harías si te tocara la lotería?
Pues yo me dedicaría a organizar viajes con encanto para gentes encantadas por la historia. La idea no es original, ya lo se. Desconozco si lo siguen haciendo, pero hace años , un antiguo director del museo arqueológico de Coruña, a través de una asociación de amigos del museo, organizaba viajes a lugares de interés histórico. Por supuesto, con itinerarios, guías y paseos especiales por sitios especiales, no para borregueo de turistas y otros rumiantes, sino para mayor goce de los amantes de la historia. Claro, barato ..... pues no era.
Seguiré esperando que me aparezca el socio capitalista.

Pero Cavi.... cuelga alguna foto más, hombre. Que nos pongamos verdes de envidia.
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clío



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Mensajes: 2266
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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 10:48 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

¡Qué bello Cavilius tu diario! has aprovechado bien tu viaje al pasado, estoy de acuerdo contigo en que es imprescindible palpar el paisaje, la tierra, las ruinas para entender a aquellos griegos míticos...y sigue contandonos, por favor....
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Ascanio



Registrado: 16 Oct 2006
Mensajes: 5737
Ubicación: De misión secreta en la Tierra.

MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 11:44 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Vaya, vaya, queridísimo Cavilius. Me has vuelto a emocionar (es la segunda vez que lo haces, y otra vez en el foro).
Qué maravilla de viaje y qué maravilla de viajero. Envidia me da. Pero no por haber ido a Grecia (fui cuando era una pipiola, con 18 añitos) sino porque me hubiese gustado ir contigo. Porque toda la emoción que transmites sólo se encuentra en alguien verdaderamente enamorado de una cultura, de un país y de una civilización. Qué maravilloso hubiese sido mi viaje a Grecia si los guías que tuve hubiesen mostrado el 1% de tu apasionamiento. En fin, qué se le va a hacer.
Arauxo, te propongo que cuando hagamos ese viajecito a Grecia que tenemos pendiente, nos llevemos a Cavilius para que nos haga de guía. Creo que no encontraremos otro mejor.
Y ahora, dejando sentimentalismos aparte, lo de los andamios me pasó a mí en Egipto, en concreto en la esfinge de Gizeh. Me imagino perfectamente tu desilusión. Y lo que comentas del autobús, idem. Cuando iba atravesando la península del Sinaí, no podía dejar de pensar en quienes, miles de años antes, había pisado esas mismas arenas.
En fin, amigo, gracias por este ratito que me has hecho pasar.
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Las magdalenas me salen chuflas. Pero el pastel de limón me sale pa morirse de güeno.
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cavilius
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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 12:05 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Uff, lo de colgar fotos me da una pereza... además, la inmensa mayoría son fotos de piedras (o sea, que yo no salgo), que son las que se encuentran en todas partes.

Se me acabó el rollo, clío, si siguiera escribiendo sería más de lo mismo y tampoco es plan.

Ascanio, ya concretaremos eso de que me vais a invitar a Grecia con todos los gastos pagados. Pero aviso que soy un mal guía, soy de los que se lo guardan "tó padentro".

En cuanto a los incendios, yo no tuve nada que ver, que me fui antes de que empezaran. Recuerdo que alguna vez pasamos con el autocar por alguna campiña quemada, pero eso también te lo encuentras moviéndote por las Españas y supongo que por cualquier país que tenga zonas boscosas.
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Otros pueblos tienen santos, los griegos tienen sabios.
Friedrich Nietzsche
La vida solo puede ser comprendida mirando atrás, pero solo puede ser vivida mirando adelante.
Søren Kierkegaard
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Koenig



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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 1:05 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

He aquí, magistralmente expuesta, la diferencia entre "ver" Grecia y "conocer" Grecia.

He aquí que un turista puede no ser un turista a pesar de que todo y todos se empeñen en recordárselo en todo momento.

Es una suerte envidiable poder disfrutar durante todo un viaje de las sensaciones únicas que nos has descrito. Una suerte que a los protestones a veces nos cuesta tener, aunque recuerdo un atardecer en Abu Simbel, solas cinco personas en el silencio de los monumentos.

Y desde luego agradezco que lo hayas compartido con nosotros.

Saludos.

Koenig
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Tarde o temprano, tenía que volver. ¡Gracias!
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Valeria



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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 1:49 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Yo no quiero fotos de Cavilius, quiero fotos que nos muestren aquello que emociona a Cavilius.
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cavilius
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Ubicación: Kallipolis

MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 1:56 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Bueno, ya pondré alguna más. Para que te convenzas de que son muy simplonas.
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clío



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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 2:19 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Lo de Torrelodones, efectivamente debe ser algo premonitorio, y cuanta razón tienes Koenig, no es lo mismo ver (piedras que dirian algunos)que conocer, interpretar lo que ves y disfrutar pese a las vicisitudes y los inconvenientes de un viaje turístico. Por eso llevamos tantos años mi marido y yo preparando el viaje a Grecia, siempre tuvimos la idea del Barco, para verlo todo , islas incluidas, pero es dificil, aunque creo que pronto se hará realidad, o eso esperamos, igual al final conseguiremos hacer el viaje artistico-literario que siempre hemos querido ya os iré dando noticias, incluso si alguien se quisiera apuntar igual puede hacerlo(aunque si que os digo que será caro, me temo, pero parar donde uno quiere y ver lo que uno quiere es así).
Como se nota Cavilius que eres filósofo, gozais de otra manera de ver las cosas....
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andromaca



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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 5:20 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Bravo Cavilius.
Gracias por haber compartido este viaje con nosotros, nos has trasladado por unos minutos a tierra helena, gracias
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Cuanto más grande sea la prueba,más glorioso será el triunfo.
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Aretes



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MensajePublicado: Jue Sep 06, 2007 10:16 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

cavilius escribió:
Pero, aunque yo vine con todas esas cosas, libros, vivencias, sensaciones y emociones dentro de mí, eso no es nada comparado con lo de mi mujercita. Ella también se vino con alguien: ni más ni menos que con el dios Apolo que me susurraba en Delfos. ¿O sería Atenea? Pronto saldremos de dudas.



¡Qué forma más hermosa de anunciarlo!

¡Enhorabuena!

(Siempre le puedes pedir a Koenig que te preste un parque)
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