Índice del Foro Foro de Hislibris Foro de Hislibris
Libros de Historia, libros con historia
 
 F.A.Q.F.A.Q.   BuscarBuscar   Lista de MiembrosLista de Miembros   Grupos de UsuariosGrupos de Usuarios   Regí­streseRegí­strese 
 PerfilPerfil   Conéctese para revisar sus mensajesConéctese para revisar sus mensajes   ConectarseConectarse 
El pequeño Pataxú, Tristan Derème

Efemérides
Ir a página Anterior  1, 2, 3 ... 111, 112, 113 ... 142, 143, 144  Siguiente
 
Publicar Nuevo Tema   Responder al Tema    Índice del Foro Foro de Hislibris -> Sobre la Historia
Ver tema anterior :: Ver siguiente tema  
Autor Mensaje
farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
Mensajes: 39627

MensajePublicado: Vie Oct 06, 2017 11:52 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Un 6 de octubre de 105 a.C. tuvo lugar el mayor desastre militar romano desde la batalla de Cannae en la Segunda Guerra Púnica: la derrota y masacre de al menos diez legiones (entre 70 y 80.000 soldados) cerca de la población de Arausio (moderna Orange, en la Provenza), frente a una coalición de pueblos germánicos formada por cimbros y teutones, así como otros pueblos menores.



Todo empezó con la migración de cimbros desde sus tierras originales en la Scania (actual Dinamarca), inundadas y baldías, unos quince o veinte años atrás, en busca de nuevos territorios en los que asentarse. Junto con los teutones, un pueblo vecino, se inició la migración hacia el sur, y por el camino fueron añadiéndose otros pueblos, como los ambrones. Llegaron hasta la zona del Danubio y en la confluencia del río Sava lucharon contra los escordiscos, a los que vencieron. Desde aquí, siguiendo el Danubio, se dirigieron hacia el oeste, entrando en territorio de los boyos, en la actual Hungría (futura provincia romana de la Panonia). Los boyos los rechazaron, Vagaron por territorio de los escordiscos, en el valle del río Sava, a quienes vencieron, y posteriormente se dirigieron hacia el noroeste, en territorio de los tauriscos, en la futura provincia romana de Noricum. Los tauriscos mantenían lazos de amistad con Roma y pidieron ayuda en el año 113 a.C.; un ejército consular al mando de Gneo Papirio Carbón fue enviado a la zona para detener y rechazar el avance cimbro-teutón, pero en la batalla de Noreia los romanos fueron derrotados con contundencia, aunque no se destruyó el ejército romano, que pudo retirarse (ayudó que los germanos detuvieron su avance por superstición: una tormenta les impulsó a detenerse, pues temían, como muchos galos y germanos, a los rayos). La derrota en tierras de paso hacia Italia fue un claro aviso para Roma, que sin embargo poco después se metió de lleno en la guerra contra Yugurta de Numidia. Ayudó a destensar la situación (por el momento) el hecho de que cimbros y teutones se dirigieran hacia el oeste, la Galia, en lugar de aprovechar la situación y descender hasta Italia, que era el temor de Roma: que pudiera repetirse una invasión desde el norte de Italia, ahora pacificada (Galia Cisalpina) como hicieran los galos casi tres siglos atrás. Pero, ¿desaparecieron los cimbros y los teutones del escenario? Luego volvemos a ello.

Los avatares políticos y militares de Roma y la “desaparición” de los cimbros y teutones alejaron por entonces el peligro de la invasión. La guerra contra el rey numidio Yugurta (112-105 a.C.) centró las preocupaciones de Roma, estallando una serie de escándalos políticos a causa de los sobornos a senadores y antiguos cónsules por parte del rey numidio en los años precedentes para mantenerse en la parte de Numidia que arrebató a sus hermanastros Adérbal y Hiempsal desde la muerte del padre de los tres, Micipsa, en el año 119 a.C. El tribuno de la plebe Gayo Mamilio organizó una “comisión de investigación”, procesando a consulares como Lucio Calpurnio Bestia en el año 110 a.C. El escándalo de corrupción afectó seriamente a los senadores que formaban parte de la factio que diez años atrás reprimieron el proceso reformista de Gayo Sempronio Graco y dio alas a los populares, que con Gayo Mario al frente trataron de volver al poder. Mario mismo, legado del cónsul Quinto Cecilio Metelo y comandante de la guerra contra Yugurta desde el año 109 a.C., trató de presentarse al consulado en el año 108 a.C., pero su superior no le concedió licencia, al tiempo que la guerra en Numidia se estancaba. Finalmente Mario logró el permiso de Metelo para regresar a Roma y presentarse candidato al consulado del año 107 a.C., pero con escasísimo tiempo para poder movilizar al electorado (con ello contaba Metelo). Pero Mario venció en las elecciones y entonces pugnó para arrebatar el mando numídico a su ex superior, que, con todo, se había asegurado la prórroga desde su consulado con un senadoconsulto. Mario no luchó contra el Senado, sino que inició un nuevo estilo de lucha política: acudiría a la asamblea popular y se aseguraría el apoyo de un tribuno de la plebe, que presentaría un proyecto de ley para designar a un nuevo comandante militar (apoyándose en algunos precedentes anteriores). Y así fue: Mario consiguió el mando en Numidia, reclutó soldados que no procedían de las tradicionales clases censitarias, sino entre los proletarios o capite censi, y partió para Numidia y perseguir a Yugurta. La guerra terminaría con la captura del rey numidio en el año 105 a.C., aunque Mario tuvo que soportar que, antes de eso, el Senado otorgara a Metelo un triunfo y el cognomen Numídico, como si la guerra la hubiera terminad él, y no Mario.

La decisión de Mario de reclutar tropas fuera de los caudales habituales y entre los que no podían pagarse el armamento y los pertrechos, los capite censi, destaparía una fuerte oposición en los años 107-105 a.C. Uno de los cónsules del año 106 a.C., Quinto Servilio Cepión, un conservador de la vieja escuela, recibió el mando de una campaña contra los cimbros y los teutones. Estos, tras Noreia, se habían internado en la Galia Transalpina y trataron de asentarse en territorio de los helvecios. En el año 109 a.C. derrotaron al cónsul Marco Junio Silano en la Galia Narbonense y, dos años después, al cónsul Gayo Casio Longino en Burdigala (Burdeos), en la Aquitania, donde los germanos también trataron de asentarse. La Galia pasó por esos años por momentos de enorme tensión con la llegada de cimbros y teutones y las luchas de éstos contra los pueblos celtas galos. El Senado romano comprendió que era necesario detenerles, pero las tres expediciones enviadas hasta entonces (si incluimos la de Carbón) se habían saldado con sendos y preocupantes fracasos: tres ejércitos al mando de tres cónsules. Con el cuarto confiaban expulsar a los germanos de la Galia, y por ello Cepión recibió el mando de la guerra contra ellos durante su consulado y las legiones que considerara necesarias. Cepión anunció públicamente que reclutaría soldados entre las clases censitarias y con el apoyo de los auxiliares itálicos. Decir “apoyo” quizá sea una manera muy suave de definirlo; digamos la obligación de los pueblos itálicos, los socii de Roma en la península Itálica, para servir con las legiones romanas, reclutando y enviando al cónsul un número similar de legiones que las que éste reuniría. Cepión logró el apoyo del Senado (una bofetada en toda regla contra el ausente Mario) y además recibió la gobernación de la Galia Cisalpina en el año 105 a.C.

El problema vendría cuando uno de los cónsules de ese mismo año, Cneo Malio Máximo, un homo novus como Mario y que alcanzó el consulado por sus medios, sin apoyo de la nobilitas senatorial. Malio, como cónsul en ejercicio (y tras pactarlo con su colega consular, Quinto Rutilio Rufo), asumió el mando de la guerra contra los cimbros y los teutones, superando en rango al procónsul Cepión, que debía rendirle obediencia. Malio siguió el ejemplo de Mario y reclutó tropas entre los proletarios, encaminándose posteriormente a la Galia Narbonense. Como cónsul en ejercicio y comandante en jefe de la guerra, esperaba colaboración por parte de Cepión. No fue así. Desde el principio, Cepión se negó a reunirse con Malio y a concentrar sus legiones con las del cónsul, cerca de Arausio y a orillas del Ródano. Ambos compitieron en “ver quién la tiene más grande”, negándose el primero a obedecer a quien en teoría era su superior, y no cediendo el segundo en lo que consideraba que eran sus prerrogativas consulares. Algo debió de olerse el Senado en esos meses pues se envió una embajada para mediar entre ambos comandantes, sin éxito; de hecho, Cepión cruzó el río y se mantuvo alejado de Malio, con los germanos entre ambos, y que no perdieron la oportunidad. Liderados por el cimbro Boiorix (el líder teutón era Teutobodo), avanzaron sobre la caballería de Malio, al mando del consular Marco Aurelio Escauro, a quien capturaron, aniquilando a unos cinco mil jinetes romanos. Continuaron avanzando e hicieron frente a Cepión, que trató de ganarse la gloria por su cuenta enfrentando sus legiones contra los cimbros y teutones, pero su ejército fue destruido; él pudo salvarse con parte de su estado mayor y emprendió la huida hacia Italia, olvidándose por completo de Malio y sus legiones. Cimbrios y teutones atacaron entonces a las legiones de Malio, en estado de shock y que apenas mostraron resistencia; se inició un sálvese quien pueda cruzando el Ródano y miles de legionarios murieron o bien masacrados por los germanos, o bien ahogados en el río a causa de la impedimenta militar. Malio también pudo salvarse pero quedó abatido ante la magnitud del desastre.

La consecuencia de Arausio, de la descoordinación de dos comandantes que no trataron de superar sus diferencias y se negaron a colaborar juntos, fue la peor debacle romana desde Cannae, en 216 a.C., y la culminación de una serie de derrotas en los últimos diez años. Italia quedaba abierta para que cimbros y teutones la invadieran, y desguarnecida pues las legiones más cercanas estaban en África, finiquitando la guerra numídica. Las Períocas (libro LXVII) de Tito Livio cifran en 80.000 soldados muertos, entre romanos y auxiliares, más 40.000 esclavos y acompañantes; entre diez y doce legiones, en términos generales. Se desató la alarma social en la capital, pero el cónsul Rutilio Rufo y el Senado actuaron con rapidez. Superando las diferencias políticas, y ante una situación de emergencia, se decidió poner la defensa de Italia en manos de Mario, elegido cónsul in absentia a finales de año, pues aún estaba en África. Una elección inusual, pues el Senado bien pudo optar por la designación de un dictator. Quizá se valoró que la crisis podía durar más que los seis meses de duración del cargo y que sus poderes extraordinarios serían inútiles en caso de otra querella entre comandantes. Sea como fuere, Mario encadenaría cinco consulados seguidos (104-100 a.C.), teóricamente con la excusa de la amenaza germana, que se dilató su resolución durante los siguientes tres años. Mario reclutó más soldados entre los proletarios y los adiestró con paciencia para no incurrir en los errores de los comandantes anteriores. Durante ese tiempo se labró una fama como reformador militar (en cierto modo es el fundador del ejército romano “moderno” de época republicana), pero también como insaciable acumulador de poderes, alterando la mos maiorum con una iteración inaudita de consulados.

Inexplicablemente, los germanos decidieron no invadir Italia (¿quizá no formaba parte de sus planes, sino que simplemente les dejaran instalarse en algún lugar?), y se dirigieron a Hispania, donde se dividieron y desgastaron durante dos años, mientras los romanos se preparaban para la revancha, para luego regresar a suelo galo. La reacción romana tuvo lugar primero en el año 102 a.C., en Aquae Sextiae, donde la acción combinada de Mario y su colega consular, Quinto Lutacio Catulo, aniquiló a los teutones, esclavizándose a los supervivientes, mujeres y niños; los cimbros, que al año siguiente sí tratarían de invadir Italia, fueron destruidos en Vercellae, con Catulo como legado de Mario, que también contó con un joven Lucio Cornelio Sila en el seno de su estado mayor. Los restos de los cimbros regresarían a su lugar de origen y ya no significarían un problema para los romanos. Italia se salvó y Roma pudo volver a enzarzarse en sus querellas políticas, con la revuelta del tribuno de la plebe Lucio Apuleyo Saturnino, ex colaborador de Mario… pero esa ya es otra historia. La derrota en Arausio, por otro lado, tensó las relaciones entre Roma y sus aliados itálicos, ahondándose en el desencuentro de éstos respecto la primera, que se negaba a concederles la ciudadanía romana. Los líderes itálicos, con Quinto Pompedio Silón (superviviente de la masacre) y Gayo Papio Mútilo al frente, iniciarían el camino para romepr con Roma y crear una nación propia, Italia, pero la guerra abierta no estallaría hasta el asesinato del tribuno de la plebe Marco Livio Druso (que se había comprometido a lograr la ciudadanía romana para los itálicos). Desde entonces, los pueblos itálicos optarían por la emancipación y la guerra declarada contra Roma: el Bellum Sociale sive Italicum sive Marsicum (91-88/82 a.C.).
_________________
Web personal

¡¡El Mesías!! ¡¡El Mesías!! ¡¡Muéstranos al Mesías!!
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
lohengrin



Registrado: 27 Mar 2008
Mensajes: 1519
Ubicación: Vardulia quae nunc vocatur Castella.

MensajePublicado: Vie Oct 06, 2017 3:49 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

6 de octubre de 1214: muere Alfonso VIII.
6 de octubre de 1582: entra en funcionamiento el calendario gregoriano.
_________________
¡Por España! Y el que quiera defenderla, honrado muera;
y el que, traidor, la abandone, no tenga quien le perdone,
ni en tierra santa cobijo, ni una Cruz en sus despojos, ni las manos de un buen hijo para cerrarle los ojos.


Ultima edición por lohengrin el Mie Oct 25, 2017 4:42 pm; editado 1 vez
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado
farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
Mensajes: 39627

MensajePublicado: Sab Oct 07, 2017 9:51 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Un 7 de octubre de 1571 tuvo lugar la batalla de Lepanto, en el golfo del mismo nombre entre el Peloponeso y el Épiro, en Grecia, entre las flotas de la Liga Santa y el Imperio otomano. Una batalla que en sí tuvo pocas consecuencias decisivas: como manifestó el gran visir Sokullu Mehmet al embajador veneciano en el invierno siguiente a la batalla, «al arrebataros Chipre os hemos cortado un brazo. Al derrotar a nuestra flota simplemente nos habéis afeitado la barba. Un brazo, una vez cortado, no vuelve a crecer, pero una barba rapada crece más fuerte gracias a la cuchilla». Y no le faltaba la razón… aunque a medias.



Todo empezó con la decisión del sultán Selim II de conquistar Chipre, la única isla bajo dominio veneciano que orgullosamente desafiaba la autoridad de la Sublime Puerta en el Mediterráneo oriental, en 1570. Los rumores sobre la decisión del hijo de Solimán el Magnífico (el Legislador para la historiografía turca) de hacerse con Chipre ya se escuchaban desde octubre de 1568, o así los refiere en algunas cartas el bailío veneciano Marcantonio Barbaro. Los movimientos del Arsenal otomano en Istanbul remiten a la construcción de una enorme flota que, teme Barbero, no anuncia nada nuevo para los intereses venecianos. Cristianos en general. Tres años antes, en 1565, el revés de los otomanos en Malta había dejado muy mal sabor de boca a Solimán, que apenas vivió un año más. Su beodo sucesor, Selim II, se ha puesto manos a la obra y prepara una nueva expedición. Pero, ¿adónde? ¿En ayuda de los moriscos de la Península Ibérica que se acaban de rebelar contra el rey cristiano Felipe II e iniciado una guerra cruenta que se tardaría tres años en sofocar? ¿O no será más bien Chipre, una de las joyas de la no-corona de la Serenísima República de Venecia? Si es el caso, Venecia no está en su mejor momento y Chipre está demasiado lejos; Venecia paga tributos al Turco pero ello no le garantiza que vaya a seguir manteniendo la posesión de la isla.

Las décadas precedentes fueron complejas en el Mar Mediterráneo: la acción de la piratería, a cargo de los sucesores de Jaireddin Barbarroja ha sido nefasta en las costas de las penínsulas Ibérica e Italiana. La errática política de la principal potencia en la zona, la Monarquía Hispánica de Felipe II, que siempre tuvo el Mediterráneo como un escenario secundario, no aportó una mayor defensa de las costas, ni siquiera después de la debacle de la flota hispánica en Djerba, frente a Túnez, en mayo de 1560; fue un intento fracasado de la Corona española por controlar el Mediterráneo central, con Sicilia como pieza clave, y de detener las incursiones de los piratas en las costas de la Corona de Aragón y Andalucía. Para entonces la atención de Felipe II se desvió a su vecino francés, el norte (los Países Bajos) y el Atlántico, y el gran sacrificado fue el frente mediterráneo. Venecia, ante el desinterés de la Monarquía Hispánica, renovó las treguas y los tributos con la Sublime Puerta, a pesar de los intentos del Papado de crear una Liga Santa que agrupara a las principales potencias cristianas para luchar contra el Turco. No había llegado el momento, y cuando llegara el escenario sería complejo y las discusiones demasiado erosivas.

Los temores de Barbaro se confirmaron en junio de 1570 cuando una flota turca de 300 naves se dirigió hacia Chipre y comenzó el asedio de Nicosia, junto a Famagusta una de las dos ciudades principales de la isla. Venecia clamó la ayuda del Papado y de la Monarquía Hispánica. El papa Pío V aceptó enseguida y promovió la “cruzada” contra el infiel, proponiendo la Liga Santa. Felipe II, que se debatía en varios frentes a la vez (la rebelión de los moriscos granadinos, aunque de pronta resolución, pero especialmente la no del todo sofocada revuelta protestante en los Países Bajos, que explotaría con mayor virulencia en los dos siguientes años, los problemas con la Inglaterra de Isabel I y la atención sobre las guerras de religión en Francia), aceptó el reto. Pío V confiaba en que Felipe II y los venecianos pusieran la carne sobre el asador, mientras que él se comprometió a poner en el frente una flota al mando del almirante romano Marcantonio Colonna. Las negociaciones sobre el grado de participación de los tres actores implicados y, especialmente, sobre quién dirigiría la campaña contra el Turco se alargaron al mismo tiempo que la los otomanos avanzaban en Chipre. Nicosia cayó en septiembre, un desastre especialmente fuerte para los venecianos: la masacre de la población fue brutal, veinte mil de sus habitantes murieron en el saqueo de la ciudad y los supervivientes fueron vendidos como esclavos. Una flota cristiana formada por naves venecianas, pontificias, genovesas, napolitanas e hispánicas, que acudía al rescate de la isla, dio vuelta atrás. Pero los turcos continuaron con la conquista de la isla y pusieron sitio a la plaza de Famagusta, mientras Selim II enviaba una flota, combinada con navíos corsarios, aguas del Adriático arriba, con el objetivo de conquistar los emplazamientos venecianos en Albania y Dalmacia, amenazando incluso con llegar a la propia Venecia.

Mientras Famagusta resistía, los venecianos cambiaban a su estado mayor naval y se planteaban un acuerdo con el Turco, las negociaciones de la Liga Santa se encallaban, el Papa se desesperaba y Felipe II se lo pensaba. Finalmente, el 15 de mayo de 1571, tras muchos meses de tira y afloja, se firmó el acuerdo de la Liga Santa. Felipe II aceptó poner más de la mitad de la flota combinada, Venecia acordó enviar algo más de un tercio y el Papa el resto; en cifras: unas 180 naves hispánicas, unas 160 venecianas y unas 18 por parte de Pío V. Pero, ¿quién comandaría la Armada cristiana? ¿Marcantonio Colonna, el gran almirante de Pío V? ¿Girolamo Zane, capitán general veneciano? ¿El genovés Andrea Doria, sobrino del gran Andrea Doria, y al servicio de Felipe II? Finalmente, y puesto que quien pagaba la mayor parte de la factura era el rey hispánico, éste decide que sea su hermanastro, el joven y ambicioso Juan de Austria, el encargado de dirigir la flota que se dirigiría a aguas del Mediterráneo oriental; para atar cortos el brío y las fantasías del Hermanísimo, Felipe II puso como subordinado suyo a alguien de su plena confianza, el Comendador Mayor de Castilla, don Luis de Requesens. Como lugarteniente oficial de la Liga Santa, dejó que el Papa eligiera a Colonna, aunque ello significara escuchar las quejas furiosas de los venecianos. Sea como fuere, las diversas flotas fueron citadas en Messina, en Sicilia. Las discusiones entre los diversos comandantes, con un don Juan de Austria que entonces se hacía el remolón, impidieron que se acudiera presto a Chipre: en septiembre, y tras muchos meses de asedio y fuertes pérdidas humanas para los asaltantes turcos (que temieron que se repitiera la jugada de Malta de seis años antes), Famagusta cayó. No había vuelta atrás para los cristianos, que se dirigieron, esta vez con rapidez, a Corfú. Los turcos, dispuestos ahora a regresar al Adriático y amenazar Venecia, acudieron desde Chipre, junto a una flota de corsarios pagados por Selim II.

El encuentro tuvo lugar el 7 de octubre en el golfo de Lepanto. La superioridad cristiana en naves se puso pronto en evidencia. Para cuando la flota cristiana abrió fuego, la batalla no estaba decidida pero sí planteada en un escenario favorable a la batalla. Citando a Alessandro Barbero (Lepanto. La batalla de los tres imperios, Pasado & Presente, 2011, p. 609):
    «La infantería cristiana, mucho más numerosa, dotada de morriones y coracinas, armada de arcabuces y adiestrada tácticamente para obtener el mayor provecho posible de la potencia de fuego y de la protección que suponían las empavesadas antes de enfrentarse en un combate cuerpo a cuerpo con la espada, disfrutaba de una ventaja abrumadora sobre un ejército enemigo claramente infieror en número, que utilizaba el arco probablemente mucho más que el arcabuz, y que estaba completamente desprovisto de protecciones y de armaduras. En todo ello hace hincapié claramente [el cronista veneciano] Paruta […]: “Combatían nuestros armados contra desarmados: y donde los Turcos, utilizando la mayoría de ellos arco y flechas, dejaban a los nuestros heridos con dichas armas, probablemente sin impedir que regresaran al combate, los disparos de nuestros arcabuceros eran todos mortales; ni por la frecuencia de las salvas perdían vigor, como ocurría al enemigo, que se agotaba al tener que tensar tan a menudo el arco con la mano”» (p. 609).

La consecuencia inmediata de la batalla fue una aplastante victoria de la Liga Santa: entre 140 y 180 galeras turcas cayeron en manos de los cristianos, mientras que éstos apenas perdieron 12 galeras, y el botín conseguido colmó las expectativas de la Liga Santa: a las naves apresadas, y las armas que contenían, había que añadir que se capturó a unos 5.000 prisioneros turcos y se rescató a unos 12.000 cautivos cristianos. Murieron alrededor de 25.000 soldados turcos mientras que las bajas cristianas apenas llegaron a los 8.000. Pero la consecuencia a corto plazo fue que la flota cristiana regresó a sus lugares de origen, trayendo una aclamada victoria que serviría a Felipe II para hacer un alarde de propaganda religiosa (cuadro de Tiziano mediante: La Religión socorrida por España, pintado entre 1572 y 1575 y que podemos contemplar actualmente en el madrileño Museo del Prado) sin haber recuperado Chipre, mientras que Selim II ordenó construir una nueva flota en el Arsenal de Istanbul. Seis meses después de Lepanto los turcos seguían avanzando sobre los presidios venecianos en Dalmacia.

La afirmación del gran visir que hemos citado al inicio no podía ser más cierta. Pío V falleció en mayo de 1572, perdiendo la Liga Santa a su principal impulsor. Los problemas en los Países Bajos requirieron la atención de Felipe II, especialmente tras el desembarco de los “mendigos del mar” en Brill y la reanudación de la guerra terrestre; en 1573 el duque de Alba sería sustituido por un débil Luis de Requesens, mientras Juan de Austria soñaba con una gran campaña contra Túnez, que tomó en octubre de 1573, pero que los turcos retomaron al año siguiente. El finiquito de la Liga Santa ya se había certificado con el tratado que firmó Venecia con la Sublime Puerta en marzo de 1573, por el cual la primera reconocía la pérdida de Chipre y aceptaba pagar una indemnización, que en cierto modo era un tributo a cambio de que los turcos no avanzaran sobre la Dalmacia. Felipe II no suscribió el acuerdo pero, finalmente, firmaría una tregua con el Turco en 1581. Acuciado por la bancarrota de 1575, la interminable guerra en Flandes y el acoso de la piratería berberisca sobre las costas peninsulares, el rey español aceptaba pactar con la Sublime Puerta. Por su parte, aunque la superioridad otomana en el Mediterráneo oriental era incontestable, la tregua también significaba el final de las grandes expediciones turcas en el Mediterráneo occidental y, en general, de los grandes designios navales de la Sublime Puerta. El Mediterráneo, en general, iniciaría un nuevo período de calma tensa, mientras el Atlántico se afirmaría desde entonces como un nuevo escenario de conflicto y de lucha por el poder.
_________________
Web personal

¡¡El Mesías!! ¡¡El Mesías!! ¡¡Muéstranos al Mesías!!
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
Olethros



Registrado: 22 Jun 2015
Mensajes: 2085
Ubicación: http://librosdeolethros.blogspot.com

MensajePublicado: Mar Oct 10, 2017 5:31 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Si no me equivoco, un 10 de octubre de...

...732. Fecha teórica de la Batalla de Tours (también conocida como Batalla de Poitiers pero generando confusiones con otra que tuvo lugar unos cinco siglos más tarde durante la Guerra de los Cien Años) entre una fuerza musulmana que, o bien trataba de aumentar las posesiones del Califato Omeya más allá de los Pirineos, o trataba de obtener riquezas del saqueo de una abadía cercana, que se enfrentó a las fuerzas del Reino Franco con Carlos Martel a la cabeza, con importante victoria franca que debido a la falta de fuentes globales históricas oscila entre la derrota de una expedición más en busca de riquezas y la detención de una posible invasión y conquista de toda Europa por parte de las fuerzas omeyas.

...1643. A las cuatro de la madrugada y en la Cueva de Reigendo, Miyamoto Musashi, vencedor en más de sesenta duelos entre los trece y los veintiocho años, comienza a escribir El libro de los cinco anillos.

...1911. Levantamiento de Wuchang, el comienzo de la Revolución de Xinhai que terminaría meses después con el imperio Qing y daría lugar al comienzo de la República China.

...1914. En el seno de la Primera Guerra Mundial, tras varios días de combates y dos de duro bombardeo artillero, Amberes se rinde y las tropas alemanas entran en la ciudad. La mayor parte de los defensores británicos que acudieron a reforzar la ciudad han podido replegarse a posiciones más seguras, pero la conquista deja tres divisones alemanas libres para actuar en otras zonas. Mientras tanto, un joven socialista italiano publicaba artículos defendiendo la entrada de Italia en la guerra del lado del Entente, por razones más personales que patrióticas ya que en ello se escondía la esperanza de una revolución y la caída de la monarquía italiana. Se llamaba Benito Mussolini y cabe destacar que recibió generosas contribuciones del gobierno francés para financiar su periódico “independiente”.

...1918. En el seno de la Primera Guerra Mundial, un submarino alemán hunde el transbordador Leinster, muriendo ciento setenta y seis personas, evento que no ayuda nada a los contactos de paz entre Alemania y USA. Simultáneamente y por fin, a costa de miles de bajas en ambos bandos, el bosque de Argonne es capturado por los aliados. Mientras, el Estado Mayor norteamericano calcula que han muerto veinte mil de sus hombres, pero no en combate, sino víctimas de la gripe, especialmente virulenta ese año. Se calcula que la cepa de virus pudo acabar con hasta treinta millones de personas, según qué fuentes se consulten.

...1939. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, Hitler comunica a Dahlerus que los términos para conversaciones de paz que podía transmitir a Gran Bretaña eran que Alemania tenía derecho a fortificar su nueva frontera con Rusia y que quería recuperar las colonias que tenía antes de la Gran Guerra o “territorios sustitutivos adecuados”. Después, Hitler se reúne con siete de sus comandantes militares, a los que habla de que el tratado con la URSS les daba la posibilidad de atacar a Francia y Gran Bretaña con un solo frente del que preocuparse, aunque el tiempo no jugaba a favor de Alemania, llegando a afirmar que “ningún tratado ni pacto pueden asegurar con toda certeza una neutralidad duradera con la Rusia soviética”, manifestando su deseo de comenzar un ataque en el oeste “este otoño” si era posible. Ese mismo día, Philipp Bouler, jefe de la Oficina del Partido de Hitler, envía unos impresos censales a todos los hospitales y médicos, con aparentes fines estadísticos, solicitando listas de pacientes seniles, psicóticos o sin sangre germana, datos que servirían después para que fuesen valorados para su ejecución o no. El jefe de la Cancillería de Hitler, Hans Lammers, había pedido que ese procedimiento fuese incorporado a la propia legislación alemana, pero Hitler se había negado.

...1941. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, Stalin trae a Zhukov de Leningrado para que se encargue del frente occidental que trata de proteger Moscú.

...1942. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, comienzo de un ataque alemán ininterrumpido durante diez días a la isla de Malta, con seiscientos aviones atacando en oleadas de cien pero que eran convenientemente interceptados mediante la información obtenida con Enigma.

...1943. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, las cabezas de puente soviéticas al otro lado del Dnieper siguen creciendo y comienzan sus ataques en dirección a Zaporozhye y Melitopol, defendidas con ferocidad por fuerzas alemanas.

...1973. En el seno de la Guerra del Yom Kipur, las fuerzas sirias son machacadas por las israelíes, siendo obligadas a retirarse a su propio territorio. La fuerza aérea de Israel opera con mucha mayor comodidad debido a los problemas de logísitica sirios que les impiden usar sus sistemas antiaéreos con éxito.

_________________
Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
Mensajes: 39627

MensajePublicado: Mar Oct 10, 2017 5:51 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Un 10 de octubre de 19 d.C. falleció en Antioquía Gayo (aunque es dudoso el praenomen) Julio César Germánico, hijo de Nerón Claudio Druso y Antonia la Menor (hija de Marco Antonio), nieto de Livia (esposa del emperador Augusto), sobrino del emperador Tiberio, esposo de Agripina la Mayor (nieta de Augusto), padre del futuro emperador Gayo Julio César (conocido popularmente como Calígula) y hermano del también futuro emperador Claudio. Todo queda en casa, si tenemos que echar un vistazo a la familia endogámica del fallecido, un personaje que autores de finales del siglo I y principios del II como Suetonio y Tácito presentaron con una muy favorable imagen (en contraposición a la de la mayoría de sus parientes) y quien, visto con perspectiva, probablemente (y como todo hijo de vecino) tenía sus luces y sus sombras.



Germánico estaba destinado a comandar legiones, como su padre, desde que nació. La muerte de Druso en Germania, en el año 9 a.C., le cogió con seis años de edad, pero para entonces ya estaba prometido a su prima Agripina, hija de Marco Vipsanio Agripa, el más estrecho colaborador de Augusto, y de la hija de éste, Julia la Mayor. Con este matrimonio se estrechaban las relaciones de las de por sí ya conectadas familias Julia (la de Augusto, aunque fuera por adopción) y Claudia (doblemente, pues Livia se había casado en un primer matrimonio con su primo Tiberio Claudio Nerón, padre de Tiberio y Druso). Con el matrimonio de Julia y Tiberio, a la muerte de Agripa (13/12 a.C.), Augusto y Livia seguían estrechando esas relaciones, creándose lo que con el tiempo se conocería como la dinastía Julia-Claudia. No fue el único matrimonio político entre ambas familias: Livia Julia, hermana de Germánico, se casaría con Druso el Joven, hijo de Tiberio, formalmente un Julio tras ser adoptado por Augusto, después de que este perdiera a sus herederos, los cuñados del propio Tiberio, Gayo y Lucio – quoniam atrox fortuna Gaium et Lucium filios mihi eripuit–, y habiendo sido desterrada la madre de éstos (y su repudiada esposa), Julia. La historia de los Julio-Claudios es larga de contar. Por entonces el que quedó apartado fue Claudio, el hermano tartamudo y cojo de Germánico, y con quien nadie contaba.

El escándalo de Julia (2 a.C.), un incomprensible y nunca aclarado asunto que mezclaba política y amoríos, y que sacó de quicio al riguroso y moralista Augusto, pudo torpedear la política matrimonial que Augusto y Livia llevaban tejiendo desde que Julia, su primo Marcelo (sobrino de Augusto) y Tiberio y Druso (recordemos, hijos de Livia) eran adolescentes. Augusto no tuvo hijos varones y Julia se presentó pronto como la «llave» para llegar al poder. Para Augusto, que enfermó seriamente a los cuarenta años de edad (23 a.C.) –siempre tuvo una salud frágil, pero ello no le impidió llegar a los setenta y seis años de edad, algo que nadie podría haber imaginado entonces–, su heredero lógico era Marcelo, hijo de su hermana Octavia (de su primer matrimonio con un enemigo de César, el cónsul Gayo Claudio Marcelo), y a quien se casó con Julia. Pero Marcelo, que apenas acababa de superar la adolescencia, falleció el mismo año en el que Augusto cayó enfermo; el emperador se recuperó… pero su llorado sobrino (tu Marcellus eris, cantaría Virgilio en la Eneida) no. La enfermedad de Augusto desató una crisis de poder e incluso constitucional: ¿qué sucedería si el princeps y cónsul ininterrumpidamente desde hacía ocho años) fallecía? ¿Volverían a estallar las guerras civiles ahora que el Imperio finalmente había alcanzado la paz? ¿Y qué papel jugaría Agripa, el hombre de confianza de Augusto, su lugarteniente y general más preciado? ¿Ejercería el poder en una especie de regencia o lo devolvería al Senado? Livia, la confidente de Augusto, lo tenía claro: había que amarrar a Agripa. Recuperado Augusto, este casó a su hija con Agripa (quien se divorció convenientemente de Marcela, hija de Octavia y hermana del malogrado Marcelo), y el feliz matrimonio tuvo varios hijos: los citados Gayo, Lucio y Agripina, y también una Julia (la Menor) y un Agripa Póstumo, quienes también darían quebraderos de cabeza al abuelo. Un abuelo que, nada más nacer Gayo y Lucio, los adoptó (con la aprobación de su padre biológico) como hijos y, por tanto, herederos. Sí, es algo complicado comprender a fondo la política matrimonial y adoptiva de Augusto…

Pero hablábamos de Julia la Mayor (bueno, en realidad de Germánico, pero ya llegaremos…). La muerte de Agripa la dejó viuda por segunda vez e, ipso facto, Augusto la casó con su hijastro Tiberio. Este, felizmente casado con Vipsania Agripina, hija del primer matrimonio de Agripa (con la hija del acaudalado Tito Pomponio Ático, el amigo de Cicerón y receptor de muchas de sus jugosas cartas), se vio forzado a aceptar la situación; divorciarse de Vipsania, a la que amaba, y casarse con Julia, con la que se había criado pero a la que no amaba. La política estaba por encima de los sentimientos. El matrimonio de Julia y Tiberio no fue feliz, al tiempo que éste actuaba como extraño padrastro de los hijos adoptivos del emperador (insisto, es complicado entender todo esto…), crecidos entre mimos y atenciones, y a quienes s eles había llenado tanto la cabeza con ideas sobre su importancia, que no es de extrañar que actuaran con soberbia y mirasen por encima del hombro al marido de su madre, el de por sí taciturno Tiberio. Un callado Tiberio que perdió a su hermano Druso en Germania y que no pudo llegar a ver con vida cuando se enteró de su accidente mortal, cabalgando como un loco para llegar a tiempo de cogerle la mano. Druso murió y sus hijos, el pequeño Nerón (ahora llamado Germánico), la más pequeña Livia Julia (Livila para la familia y la posteridad) y el bebé Claudio, en cierto modo quedaron a cargo de Tiberio. Pero las cosas se complicaron cuando Tiberio, harto de aguantar a sus hijastros y de estar a la sombra, de realizar un trabajo ingrato en las fronteras (heredando las campañas de Agripa en el Rin y el Danubio) y de convivir con Julia, lo abandonó todo en el año 6 a.C. y se retiró a la isla de Rodas casi como un privatus (siguió ejerciendo una potestad tribunicia que Augusto dejó que caducara y no renovó). El prínceps se ofendió, dijo algo así como “ahí te pudras, Tiberio”, a pesar de las protestas de la madre del exiliado (su esposa Livia, no lo olvidemos), y siguió mimando a Gayo y Lucio, sus adolescentes herederos, mientras seguía perfilando matrimonios para sus otros nietos y sobrinos nietos. La caída en desgracia de Julia no afectó a los planes: Germánico se casaría con Agripina, Livila con Druso el Joven y Julia la Menor con Lucio Emilio Paulo (un primo segundo, que a su vez era sobrino nieto de Lépido, el infausto triunviro a quien Augusto apartara del poder; todo seguía quedando en familia…). La muerte de Lucio (2 d.C.) y Gayo (4 d.C.) dejó a Augusto muy afectado y sin herederos. Superado el luto, adoptó al último de sus nietos varones, Agripa Póstumo, y a Tiberio; y obligó a éste a adoptar a Germánico, a pesar de tener ya un hijo, el ya citado Druso el Joven. Agripa Póstumo, de carácter violento, finalmente sería apartado de la línea sucesoria el año 9 d.C., desterrado a una isla y a la postre asesinado a la muerte de Augusto (“el primer crimen del Principado” de Tiberio, según Tácito). De este modo, Tiberio se convertía en el heredero de Augusto… y su sucesor desde el año 14 d.C. Incluido en el estado mayor de su padrastro Tiberio, Germánico participó en la larga guerra para sofocar la revuelta de los panonios entre los años 7 y 9, y como a Augusto y Tiberio, le cogió por sorpresa el desastre romano en Teutoburgo de ese mismo año 9. Con Tiberio, participó en las breves y contenidas campañas posteriores al desastre germano, asentando la provincia y estableciendo permanentemente la frontera en el Rin. Pero Germánic tenía sus planes y ambiciones, y de eso pronto se dio cuenta su padrastro… y pronto emperador. Germánico tenía veintisiete años a la muerte de Augusto, ya había tenido varios hijos con Agripina (incluido el pequeño Gayo, futuro Calígula, y a quien el propio Augusto pudo conocer antes de su muerte); la propia Agripina no dejaba de recordarle su posición, de quién era hijo en realidad (del heroico Druso) y con quién estaba casado (con ella, la hija del no menos gran Agripa). Podemos suponer que Agripina no dejaría de comerle la cabeza a Germánico, alimentando su ambición y echando pestes contra Tiberio, el hombre que abandonara a su madre para irse a una isla; no cuesta imaginar que Agripina ya incubara ese odio contra Tiberio que, una década después, sería tal que incluso conspirara contra el emperador y finalmente acabara siendo arrestada, juzgada y exiliada a otra isla… como su madre Julia. Las alianzas matrimoniales y los destierros en islas también quedaban en familia…

Todo esta sucesión de acontecimientos, pues, nos muestra que Germánico era una figura importante en la línea de sucesión imperial cuando Tiberio asumió los poderes de su padrastro y se convirtió el nuevo princeps. Cónsul en el año 12, su camino estaba escrito para alcanzar más honores y, quién sabe, la púrpura imperial. ¿Estaba Augusto preparando el camino para que Germánico fuera su futuro heredero? ¿En qué lugar quedaba Tiberio, pues? ¿Sería este quien calentara el trono imperial durante unos años, a tenor de su edad cuando heredó los poderes de su padre (56 años), para que se sentara en él el adorado Germánico? Tácito nos ha presentado un retrato arisco, suspicaz y cruel de Tiberio, celoso de Germánico y, en cierto modo, cómplice de su muerte a distancia. Del mismo modo, se nos presenta una imagen de Livia, la abuela, como una cruel figura que no dudaría en relacionarse con envenenadoras profesionales como la que, supuestamente, dio a Gneo Calpurnio Pisón y su esposa Plancina la poción para matar a Germánico. Pero me adelanto (del mismo modo que me enrollo, lo sé…). Tras la muerte de Augusto, pues, Germánico estaba, valga la redundancia, en las provincias germanas con un mando oficial (como legatus) de las legiones que se rebelaron contra Tiberio. Una revuelta incómoda, pues todo se redujo a una queja por la paga (los pretorianos recibieron mayor dinero que ellos en el testamento de Augusto) y por las condiciones “laborales” del servicio militar. Costó apaciguar los ánimos de los legionarios revueltos, que incluso ofrecieron a un ambicioso pero asustado Germánico la púrpura imperial, que rechazó (algo que Tiberio no dejaría de observar… y anotar: ¿pudo estar el propio Germánico detrás de este intento de usurpación? ¿Y qué papel jugó en ello la propia esposa del legado, Agripina, embarazada y a escasas millas del campamento de los revoltosos?). La revuelta finalmente terminó con una mejora de las condiciones del servicio y un aumento de la paga, la ejecución de los líderes de la protesta y una campaña allende el Rin para calmar los ánimos y castigar a los germanos. Las campañas de Germánico allende el Rin (14-17d.C.) en el territorio de la antigua provincia abandonada tras el desastre teutoburguense, las narra Tácito con detalle: cómo buscó las águilas perdidas por Vario (recuperando dos), cómo se enfrentó a la coalición de queruscos, catos y otros pueblos comandada por Arminio, cómo organizó y puso en práctica una “campaña anfibia”, desembarcando en el Weser y atacando a los germanos por su retaguardia, a los que venció en una sonada (y propagandísticamente engrandecida) batalla. Los éxitos (limitados) de Germánico, exaltados por sus seguidores, comenzaron a preocupar a Tiberio, quien era consciente de la ambición de su sobrino-hijo adoptivo, que planeaba reconstruir la vieja provincia Germania Magna y llevar la frontera de nuevo al Elba. Pero el emperador estaba resuelto a mantener la política de Augusto en la zona tras el desastre de Varo: contención en el Rin y en los campamentos principales, fijando la frontera en este río y manteniendo a los germanos al otro lado del río. Por ello, y a pesar de los deseos de Germánico de continuar luchando en la zona, Tiberio ordenó el regreso de su sobrino a Roma. Le concedió un triunfo, alimentó su ego y se preguntó qué podía hacer para calmar el ímpetu de quien podía ser un problema a corto plazo.

¿Qué hacer con Germánico? Pues le concedió un segundo consulado para el año 18 d.C. (con él mismo como colega, para que viera que le tenía especial estima) y un proconsulado cum imperio superior al de los gobernadores y legados de las provincias orientales, aunque menor que el del propio Tiberio. La idea era enviarlo como su legado personal a la zona, en una situación de calma tensa con los partos: pocos años antes, los partos habían cambiado a un rey, Vonones I, considerado demasiado “prorromano”, por otro, Artabano II; Vonones se exilió a Armenia en el año 12 d.C., donde fue rey brevemente hasta que, cediendo a la presión de los partos, Augusto autorizó que fuera depuesto y enviado a Siria como un rey invitado… quizá esperando reponerlo en el trono parto. Vonones conspiraba con el gobernador de Siria, Gneo Calpurnio Pisón, justo en el momento en el que Germánico, acompañado de Agripina y del pequeño Gayo (Calígula, apodo que le habían puesto los legionarios acantonados en Germania). Como procónsul con poder superior, Germánico medió en el asunto de Armenia (designando un rey a gusto de los armenios… y de Roma), intercedió para solucionar algunos problemas entre los reyes de Comagene y Capadocia y, muy ufano y seguro de sí mismo, se permitió el lujo de viajar a Egipto, que visitó como un “turista” más. Error: Egipto era una posesión personal de Augusto y luego de Tiberio, y no se permitía la presencia de senadores sin permiso del “rey” oficial, es decir, Tiberio. Visitando Egipto sin haber solicitado permiso a Tiberio, Germánico desafiaba su autoridad y mostraba hasta dónde estaba dispuesto a llegar. Tiberio le escribió enfadado, aunque la carta no la recibiría Germánico hasta regresar de su “tour” por el Nilo.

Por su parte, Tiberio había designado a Gneo Calpurnio Pisón, un antiguo cónsul y colaborador suyo, como legado imperial (en otras palabras, gobernador) en Siria y, por tanto, “agregado” de Germánico. Era un cargo importante, pues el legado en Siria estaba al mando de las legiones acantonadas en la zona y debía vigilar especialmente la frontera con los partos… que aun habiéndose firmado una paz (por el propio Tiberio, por cierto) casi cuarenta años atrás, seguía siendo una zona “caliente” para la diplomacia romana. Probablemente Tiberio no calibró las consecuencias de su nombramiento: como legado en Hispania y gobernador en África, durante el principado de Augusto, Pisón no se había ganado buena fama como militar y administrador, sino más bien una imagen de crueldad y avaricia. Tácito (Anales, II, 55 y ss.) carga las tintas contra Pisón, destacando sus desplantes contra Germánico (y los de su esposa Plancina contra Agripina), teóricamente su “superior” como procónsul. En la “comisión de investigación” senatorial posterior a la muerte de Germánico, y que quedaría por escrito en el Senatus consultum de Cn. Pisone patre (20 d.C.), se demostró que Pisón se extralimitó en sus funciones y que incluso provocó una guerra con Armenia y Partia. Y se enfrentó a Germánico y a su autoridad en el año 19 d.C., anticipándose a su llegada y anulando las disposiciones que éste había realizado sobre las condiciones de las legiones situadas en Siria o el ordenamiento municipal de las ciudades. Cuando Germánico regresó de Egipto, lógicamente se enfadó por los tejemanejes de Pisón, que conspiraba con Vonones y en contra del rey parto. El hijo adoptivo de Tiberio echó mano de sus poderes especiales y desautorizó a Pisón; éste, posteriormente, diría que abandonó la provincia al sentir que su vida estaba en peligro. De cualquier modo, Pisón se marchó de Antioquía, la capital de Siria, y justo después Germánico enfermó. Pisón, al enterarse de la enfermedad, detuvo su marcha, quizá esperando nuevas órdenes de Germánico; de hecho, según se desprende del relato de Tácito (Ann., II, 69), esperaba la muerte del procónsul e incluso comenzó a preparar su funeral. Pero Germánico mejoró un poco, frustrando las expectativas de Pisón, que se instaló en Seleucia, a la espera de nuevas noticias.

El estado de salud de Germánico empeoró; se convenció (o quizá Agripina le convenció) de que había sido envenenado por Pisón (según las malas lenguas, con la connivencia de Livia y del propio Tiberio). La agonía se vio acompañada del descubrimiento de macabros hechizos y maldiciones en contra de un Germánico que, poco a poco (y como Alejandro Magno tres siglos y medio atrás), se fue apagando, hasta fallecer el 10 de octubre de 19 d.C. Poco antes de morir, y en un momento de lucidez, Germánico «redacta una carta en la que le comunica que rechaza su amistad [rompiendo toda relación personal con él]; añaden los mas que también le ordenaba abandonar la provincia. Pisón, sin esperar más, hizo zarpar sus naves, pero controlaba su marcha de manera que, si la muerte de Germánico le abría Siria, pudiera volver lo antes posible» (Tàc., Ann., II, 70). Luego, dirigiéndose al grupo de amigos y colaboradores que habían viajado con él a Oriente (y seguimos el relato de Tácito, Ann., II, 71), les dijo: «Si yo muriera por disposición del hado, tendría derecho a dolerme incluso frente a los dioses, por arrebatarme a mis padres, a mis hijos, a mi patria, en plena juventud con una muerte tan prematura. Pues bien, ahora, detenido en mi carrera por el crimen de Pisón y Plancina, confío mis últimos ruegos a vuestros pechos: que hagáis saber a mi padre y a mi hermano [adoptivo, Druso el Joven] por qué crueldades desgarrado, por qué asechanzas rodeado he terminado mi desdichada vida con la peor de las muertes. Si a alguno movían hacia mí en vida mis esperanzas, si a alguno la comunidad de sangre, si a alguno incluso la envidia, lloraran el que yo, antaño floreciente y tras haber sobrevivido a tantas guerras, haya caído víctima del dolo de una mujer. Tendréis ocasión de quejaros ante el senado, de invocar las leyes. No es la principal obligación de los amigos el acompañar al que muere con una inútil lamentación, sino el recordar su voluntad y cumplimentar sus mandados. Lloraran a Germánico incluso los desconocidos, lo vengareis vosotros, si erais amigos míos más que de mi fortuna. Mostrad al pueblo romano a la que es nieta del divino Augusto y esposa mía, contadle mis seis hijos: la misericordia se pondrá del lado de los acusadores, y a los que traten de fingir ordenes criminales, o no los creerán los hombres o no se lo perdonaran». Que Germánico tenía muy buena opinión de sí mismo queda claro por la última frase; del mismo modo, queda claro qué imagen tenía de su esposa Agripina, y hasta qué punto se dejaba influencia por sus puntos de vista y sus odios personales, a tenor de las palabras que le dirigió antes de morir: pues le «rogó por su propia memoria y por los comunes hijos que depusiera su ánimo rebelde, que sometiera su espíritu a la fortuna cruel, y que al regresar a la Ciudad no irritara, tratando de emular su poder, a quienes eran más fuertes que ella» (ibid., 72).

La consecuencia de la muerte de Germánico (¿de qué murió? ¿De malaria, por los síntomas?) fue que Tiberio perdía a quién parecía ser su sucesor (Druso el Joven al margen). Visto de otra manera, se podría decir que Tiberio dejaba de tener un problema. A sus 61 años, Tiberio ya era un hombre mayor para los estándares de la época y se podía prever que su vida no sería demasiado larga; pero lo mismo se pensó de Augusto… y vivió cuarenta y cuatro años después de su victoria de Actium y treinta y siete desde su grave enfermedad en el año 23 a.C. Si estaba “calentando” la silla para Germánico, no dio muestras de ello, ni tampoco de estar dispuesto a ser una mera cadena de transmisión del poder imperial. Muerto Germánico, la alianza política y matrimonial entre los Julios y los Claudios comenzó a resquebrajarse. Agripina, cuyo retrato en los Anales de Tácito muestra que no estaba dispuesta a asumir su papel de viuda, como su tía abuela Octavia, y a apartarse de la primera línea política, explicó a todo el mundo que le preguntó (o se encargó de hacer por su cuenta) que consideraba a Tiberio cómplice en el asesinato de su marido por Pisón. El retorno de los restos mortales de Germánico a Roma fue un apoteósico homenaje a su figura pública y personal, y un aldabonazo para las propias ambiciones de Agripina, que ahora situó en sus hijos, especialmente en Nerón y Druso (Gayo, posterior Calígula, tenía siete años de edad cuando murió su padre). Por su parte, Pisón, que intentó reasumir su cargo de legado en Siria, fue impedido por el “estado mayor” de Germánico, que designaron a un gobernador “interino” de la provincia, y, apremiado por su hijo Marco Pisón, decidió regresar a Roma para iniciar su defensa personal. Comenzó a dar su propia versión de los hechos: en una carta a Tiberio, «acusó a Germánico de exceso de lujo y de soberbia; el, que se había visto expulsado para que quedara vía libre a una situación subversiva» [ibid., 78], y se mostró dispuesto a ponerse al frente de las legiones para restablecer la situación; por un tiempo se estableció y se hizo fuerte en Cilicia, esperando órdenes de Tiberio. Pero para el emperador (e incluso para Livia, íntima amiga de Plancina), Pisón era una figura amortizada.

A su regreso a Roma, ya en el año 20 d.C., Tiberio dejó en manos del Senado qué hacer con Pisón. No estaba dispuesto a defenderle públicamente, pues ello significaría ponerse del lado de quien se consideraba el asesino de su hijo (con toda la campaña “mediática” de Agripina). El Senado decidió juzgar a Pisón por traición en sesión pública (digamos que organizó una “comisión de investigación”). Tiberio se mantuvo al margen, no defendiendo abiertamente a Pisón. Las acusaciones contra Pisón incidieron en sus tratos secretos con Vonones y, especialmente, en su intención de regresar por la fuerza a Siria y hacerse con el control de las legiones; de hecho, y como el Senatus consultum de Cn. Pisone patre destacaría –véase la edición anotada y traducción de Alicia Canto en Hispania Epigraphica nº 6, 1996, pp. 291-325–, se le acusó de haber «intentado provocar una guerra civil» en Siria (línea 47). La defensa de Pisón fue endeble. Viéndose abandonado por Tiberio, en disposición de ser condenado y, por tanto, de poder ser ejecutado y su fortuna confiscada, Pisón optó por una salida honorable: el suicidio. Tácito añade un rumor: se decía que Pisón tenía una carta comprometedora firmada por Tiberio, en la que le daba instrucciones para actuar contra Germánico, y que con ella pretendía chantajear al emperador. Robert Graves, tomando este rumor, plantea el episodio del chantaje en su novela Yo Claudio, con todo lujo de detalles: reuniones de Livia con Plancina, incitándola a conseguir la(s) carta(s) incriminadora(s) e incluso a asesinar a Pisón si este no accedía a entregársela(s). El citado senadoconsulto absolvería a Marco Pisón, acusado de traición como su padre, y a Plancina, y no confiscaría su fortuna. Con Pisón muerto, el caso estaba cerrado, y tampoco parecía que nadie (aparte de los chismosos del foro) estuviera interesado en hurgar en la herida. Sólo quedaría Agripina, cuyo odio contra Tiberio y Livia no haría sino aumentar, implicando a sus hijos.

Sejano, el favorito de Tiberio durante los años 20 d.C., finalmente lograría desterrar a Agripina a una isla, donde murió en torno al año 31 de inanición, y mantendría bajo arresto a sus hijos Nerón y Druso, hasta que ambos murieron (Nerón se suicidó, Druso murió de hambre). Con la caída de Sejano, que pudo conspirar para apartar del poder a Tiberio, se descubrió que su amante Livia Claudia, hermana de Germánico, envenenó (por iniciativa de Sejano) a su marido Druso el Joven, el hijo superviviente de Tiberio y por tanto su heredero, en torno al año 23 d.C. El escándalo fue mayúsculo –para regocijo de una desterrada Agripina, que no pudo disfrutar de la situación, pues murió poco después– y Livia Claudia fue recluida en arresto domiciliario por su madre Antonia, hasta que finalmente murió. Como consecuencia de todo ello, Tiberio sólo tuvo como herederos al hijo varón restante de Germánico, Gayo (Calígula), y a un hijo de Druso, y por tanto su nieto, Tiberio Gemelo. Finalmente, tras la muerte de Tiberio en el año 37 d.C., y en un brevísimo correinado con Gemelo, Gayo, el hijo de Germánico, alcanzó la púrpura imperial. Quizá el propósito de su padre. Como bien sabemos, reinó durante cuatro años y fue asesinado (41 d.C.). Claudio, el hermano de Germánico, le sucedería como princeps; y a éste le sucedería, en el año 54 d.C., el nieto de Germánico, Lucio Domicio Ahenobarbo, hijo de su hija Agripina la Menor, y que asumió el nombre de Nerón Claudio César Augusto Germánico.
_________________
Web personal

¡¡El Mesías!! ¡¡El Mesías!! ¡¡Muéstranos al Mesías!!
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
Mensajes: 39627

MensajePublicado: Vie Oct 13, 2017 6:41 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando



Un 13 de octubre de 1843 Isabel II sancionó por real decreto que la enseña rojigualda, que desde 1785 se había utilizado como pabellón naval, fuera reconocida como la bandera nacional de España, poniendo también fin a la variedad vexilológica de las diversas unidades militares españolas. Hasta entonces, la rojigualda distinguió las armas españolas de las del resto del mundo, por decisión de Carlos III, pero aún no adquirió un significado plenamente "nacional", en el sentido de ser el emblema de una nación (o un Estado-nación, si se prefiere), a diferencia del paño blanco bajo armas reales propio de los Borbones. La Primera República (1873-1874) mantuvo los colores rojo y amarillo, pero suprimió los símbolos reales. La obligatoriedad de ondear la bandera rojigualda en la celebración de la Fiesta Nacional se estableció, también por real decreto, en 1908. La Segunda República (1931-1939) cambió la rojigualda por la bandera tricolor: rojo, amarillo y morado (el pendón de los Comuneros castellanos de 1518-1521). La Dictadura franquista recuperó la rojigualda, añadiendo el escudo con el "aguilucho" (el águila de San Juan, símbolo recuperado por Franco en 1938 y que asumió un significado ominoso desde entonces). El diseño actual, con el escudo real, se fijó en 1981.
_________________
Web personal

¡¡El Mesías!! ¡¡El Mesías!! ¡¡Muéstranos al Mesías!!
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
Antigono el Tuerto



Registrado: 28 Mar 2010
Mensajes: 12325

MensajePublicado: Vie Oct 13, 2017 10:21 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

farsalia escribió:
La Segunda República (1931-1939) cambió la rojigualda por la bandera tricolor: rojo, amarillo y morado (el pendón de los Comuneros castellanos de 1518-1521).

Tenía entendido que el pendón de los Comuneros era rojo, con los colores de la bandera de Castilla, y que su color morado se debía a que en época decimonónica esos pendones habían perdido color original. Como por esas fechas surgieron esos movimientos liberales encabezados por románticos en pleno revival pseudo-medievalista, se creó la ficción de que el pendón de los Comuneros era morado...al menos esa es la versión que leí en su día Cool
_________________
Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.
Proverbio Hindú.
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado
Urogallo



Registrado: 15 Oct 2006
Mensajes: 21721
Ubicación: La Ferriére

MensajePublicado: Vie Oct 13, 2017 10:52 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Antigono el Tuerto escribió:
...al menos esa es la versión que leí en su día Cool


Es la que aporta Carlos Fisas. No se si aceptarlo cómo un experto en vexiología...pero lo que si puedo decirle es que la bandera coronela de las Guardias españolas de Felipe V era...morada.

http://www.asc-castilla.org/contenido/index.php/castilla/heraldicadecastilla/215-el-morado-qdeq-castilla-una-sucesion-de-confusiones
_________________
—Tienes la palabra de un oficial romano —dijo—. Vale más que un juramento.-
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
Mensajes: 39627

MensajePublicado: Sab Oct 14, 2017 6:30 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Un 14 de octubre de 1066 las tropas del duque de Normandía, Guillermo el Bastardo (en adelante, Guillermo I el Conquistador) derrotaron a las del último rey anglosajón de Inglaterra, Harold II, que murió en combate, en la batalla de Hastings. Las pugnas entre Guillermo y Harold por el trono de Inglaterra venían de lejos, pues ambos ansiaban ser el sucesor de Eduardo el Confesor (1042-1066). Eduardo III de Wessex, de hecho, es considerado el último soberano inglés de esta dinastía (con permiso de Egar II, que pretendió ser su heredero), aquella que fundara Alfredo I el Grande cerca de dos siglos antes; una dinastía que con dificultades se mantuvo en el trono del reino de Inglaterra, formado por Alfredo a finales del siglo IX, ante las invasiones danesas y la conformación, de hecho, de un reino de Dinamarca, Noruega e Inglaterra con el vikingo Canuto el Grande (1016-1035).



Guillermo (nacido en el año 1035) era pariente de Eduardo a través del duque normando Ricardo I y siempre tuvo aspiraciones al trono inglés; de hecho, en el año 1051, Eduardo designó a Guillermo como su heredero. Pero el duque normando topó con la oposición de Godwin, descendiente del hermano de Alfredo el Grande, conde de Wessex (por designación de Canuto el danés) y padre de Harold, además de uno de los hombres más poderosos de Inglaterra. Por su parte, Harold, había heredado el condado de Wessex (recordemos, el reino que fue el origen de la dinastía anglosajona y que posteriormente se devaluó a condado con el nuevo reino de Inglaterra) a la muerte de Harold, en el año 1053, y aglutinó a gran parte de la nobleza contra las aspiraciones de Guillermo, el pretendiente “extranjero”. Eduardo el Confesor no tenía hijos (ni esperanzas de tenerlos) y aunque había prometido la herencia y designado a Guillermo como su sucesor, pero a su muerte a principios del año 1066 Harold se adelantó a su rival y logró el reconocimiento del propio Eduardo en su lecho de muerte. Coronado como rey de Inglaterra, Harold tuvo que hacer frente primero a las ambiciones de su hermano Tostig, conde de Northumbria (en el exilio), y a las reclamaciones de Edgar II Atheling y del propio rey de Noruega; Harald III. De hecho, Harald le puso las cosas muy complicadas a Harold en Inglaterra: no sólo se alió con Tostig, que desembarcó en mayo en la isla de Wight para comprobar que tenía pocos apoyos y retirarse entonces a Escocia, sino que él mismo invadió Inglaterra con una fuerza noruega y de nuevo en alianza con Tostig. Harold reaccionó con contundencia y derrotó a ambos pretendientes, el 25 de septiembre, en la batalla de Stamford Bridge, en Yorkshire, donde ambos murieron. Pero no pudo evitar que, apenas unos días después (28 de septiembre), Guillermo, que llevaba meses preparando su propia invasión de Inglaterra, desembarcara con una importante fuerza de unos 6.000 (quizá 9.000) hombres y un número indeterminado de jinetes en Pevensey, Sussex. Harold tuvo noticias de la invasión normanda el 1 de octubre y desde el norte del país acudió con presteza a Londres, reuniendo por el camino una fuerza de entre 6.000 y 7.000 soldados. De Londres, donde recaló el 11 de octubre, Harold se dirigió a Hastings y se asentó en la colina de Senlac, dispuesto a obstaculizar e impedir el avance de Guillermo a la capital del reino. El 14 de octubre tuvo lugar el choque armado.

Harold llegó cansado, así como sus tropas, después de derrotar, apenas dos semanas antes, una invasión precedente del país; y Guillermo lo sabía. Harold tenía bajo su mando a soldados veteranos sajones, pero también a milicianos con un armamento inferior; quizá si Harold hubiera convocado a soldados de Londres y no se hubiera confiado tras vencer con facilidad a Tostig y Haldrad, hubiera logrado una fuerza militar más imponente. Por su parte, Guillermo, bregado ya en un estilo de guerra continental que apostaba por la caballería pesada, contaba con arqueros bien adiestrados y un número elevado de hombres de a pie de sus aliados bretones, franceses y flamencos. De buena mañana en ese 14 de octubre, Guillermo tomó la iniciativa y, tras una andanada de sus arqueros, con poco éxito (respondido hábilmente por los sajones con jabalinas y flechas), envió a sus hombres de a pie a tomar la colina. Sajones e invasores chocaron, logrando los primeros hacer huir a los soldados bretones de Guillermo, que reaccionó enviando a su caballería; rodeados por los jinetes normandos, la avanzada sajona fue aniquilada. Guillermo, poco confiado en vencer entonces, reagrupó sus tropas y retrocedió. La primera fase de la batalla se resolvió con unas ciertas tablas. En el mediodía, Guillermo atacó la colina con la caballería pesada, apoyado por los arqueros y los soldados de a pie, pero la lucha fue azarosa y sin resultados claros, pues los sajones resistían con fiereza. A la una, los soldados franceses y flamencos retrocedieron; la cosa entonces se puso peliaguda para Guillermo, que incluso perdió su caballo, mientras los anglosajones, ante el rumor de que el duque normando había muerto, avanzaron. A las dos de la tarde Guillermo detuvo el combate, reagrupó sus tropas y las alimentó; Harold aprovechó la coyuntura para fortalecer sus líneas. La situación estaba lejos de ser favorable para Guillermo, que había perdido gran parte de su caballería, pero no cejó en su empeño; a las tres volvió a subir la colina y atacó con fuerza con todo lo que tenía. Los hombres de Harold flaquearon ante el embate: su muro de escudos empezó a tener demasiadas brechas, que los soldados de Guillermo aprovecharon para atacar con todo lo que tenían. A las cuatro de la tarde los anglosajones de Harold no pudieron mantener ya la unidad y se disgregaron en grupos menores que paulatinamente los invasores masacraron. El propio Harold murió al recibir un flechazo en un ojo; muerto el rey anglosajón, los soldados que le quedaban, aun combatiendo con valor, se vieron obligados a retroceder y finalmente a huir. Guillermo ganó la batalla, pero las bajas entre ambos ejércitos fueron bastante parejas.

La consecuencia de la victoria en Hastings de Guillermo, ahora el Conquistador, fue que por una nueva dinastía se hacía con el poder en la mayor parte de la isla Gran Bretaña (Gales y Escocia, al margen claro está) y mantendría un dominio a ambos lados del canal de la Mancha: en Normandía y en Inglaterra. En las semanas posteriores a la batalla las tropas invasoras acabaron con cualquier resistencia anglosajona en su avance hacia Londres, donde el monarca fue coronado como Guillermo I de Inglaterra (ya era II de Normandía) en la abadía de Westminster el día de Navidad de 1066. La resistencia sajona se prolongaría durante varios años en el interior, tema que el cine y la literatura histórica popularizarían, mostrando a unos arrogantes invasores normandos, que se hicieron con las principales propiedades de los nobles anglosajones, ahora desposeídos de sus tierras. El feudalismo a la francesa se instaló en una Inglaterra que vivió unos años convulsos, no sólo durante el reinado de Guillermo I (1066-1087), sino sobre todo de su hijo Guillermo II Rufo (1087-1110) y en los inicios del hermano de éste, Enrique I Beauclerc (1100-1135). De las décadas finales del siglo XI e inicios del XII son los numerosos castillos que, al estilo continental, nutrieron los condados ingleses. Se produjo una transferencia de la gran propiedad, como decíamos antes, que tuvo en el Domesday Book su principal libro de registros, y el establecimiento de una monarquía sólida, a diferencia de la anglosajona del último siglo y medio. Inglaterra, en manos de los normandos en primer lugar y, tras la inestabilidad del reinado de Esteban I de Blois (1135-1184), posteriormente con los angevinos a partir de Enrique II Plantagênet (1154-1189), se erigió en un poderoso imperio en Europa occidental y en rival de unos reyes de Francia que inicialmente no vieron con malos ojos que el duque de Normandía se estableciera allende el canal de la Mancha: mejor, pensaron, un peligroso “vasallo” bien lejos.

Por otro lado, Hastings se convirtió en glorioso fruto de la invasión con el paso del tiempo, a pesar de que fue una batalla reñida. El hecho de que los sajones quedaran prácticamente aniquilados en la batalla aseguró la estabilidad (en general) del monarca normando. Hasta otra “gloriosa” invasión, esta vez a finales de 1688, Inglaterra crearía la ficción de que se mantenía como un reino insular impenetrable desde fuera durante siglos. Lo cierto es, sin embargo, que las invasiones de Inglaterra no cejaron en los siglos siguientes: Enrique Bolingbroke, primo de Ricardo II, lo hizo en 1399 para hacerse con el trono (bajo el nombre de Enrique IV). Otro Enrique, Tudor, lo hizo en 1485 en la etapa final de la Guerra de las Dos Rosas, y se estableció como rey (Enrique VII) tras derrotar a Ricardo III en la batalla de Bosworth; y su reinado no fue tranquilo, pues hubo al menos dos invasiones que no lograron triunfar en nombre de pretendientes York al trono inglés. Pero los normandos llegaron para quedarse –mal que le pesara unas décadas después al Wilfred de Ivanhoe de Walter Scott– y, haciéndolo, crearon las bases de la Inglaterra sobre todo rural.
_________________
Web personal

¡¡El Mesías!! ¡¡El Mesías!! ¡¡Muéstranos al Mesías!!
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
Olethros



Registrado: 22 Jun 2015
Mensajes: 2085
Ubicación: http://librosdeolethros.blogspot.com

MensajePublicado: Mar Oct 17, 2017 5:36 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Si no me equivoco, un 17 de octubre de...

...1346. En el seno de las Guerras de Independencia de Escocia (pero con ecos en la Guerra de los Cien Años), Batalla de Neville´s Cross entre fuerzas escocesas que penetran en Inglaterra aprovechando que el grueso de soldados ingleses debían estar al sur preparándose para embarcar con destino a Francia, y fuerzas inglesas desplegadas rápidamente pero en menor número, que se encuentran entre la niebla cerca de Durham, con un inicio defensivo por ambas partes pero que más tarde se convierte en ataque escocés por el hostigamiento de arqueros británicos que destrozan las líneas enemigas en su avance, ganando la batalla, acabando con buena parte de la nobleza escocesa y tomando prisionero a su rey.

...1777. En el seno de la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y tras casi un mes de combates, las fuerzas británicas que han visto bloqueadas todas sus vías de retirada, sin suministros y faltas de moral, se rinden a los rebeldes en lo que se supuso el fin de la Batalla de Saratoga, que significó que los británicos viesen reducidas drásticamente sus opciones estratégicas y tácticas mientras que fue un gran espaldarazo a los revolucionarios y su anhelo de independencia.

...1797. Firma del Tratado de Campo Formio, en el seno de las Guerras Revolucionarias Francesas, entre Francia y Austria, con ganancia de territorios para Francia, de algún otro para Austria aunque tienen que agachar la cabeza, reconocimiento de independencia de alguna región, aumento de la leyenda de Napoleón con sólo veintiocho años de edad y que trajo unos breves años de paz a la zona (que no con Gran Bretaña) aunque no era más que un retraso de lo inevitable.

...1813. En el seno de las Guerras Napoleónicas, segunda jornada de la Batalla de las Naciones (Leipzig) que, a diferencia de la sangría del día anterior, se limitó en su mayoría a un intercambio de cañonazos pero que mientras tanto crecía el número de soldados en el bando de la coalición, llegando a sumar 320.000 hombres, y además iban contactando sus tres grandes bloques de tropas, por lo que Napoleón consideró algún tipo de retirada táctica.

...1904. En el seno de la Guerra Ruso-Japonesa, fin de la Batalla del río Sha-ho, técnicamente un empate tras combates de desgaste, con retirada rusa hacia Mukden, donde se atrincherarían, y persecución japonesa que terminaría en un similar atrincheramiento.

...1914. En el seno de la Primera Guerra Mundial y en el frente oriental alemán, las fuerzas alemanas al sur de Polonia deben retirarse ante la presión rusa, llegando a documentarse el caso de alguna unidad que debió retirarse 100 kilómetros ese día.

...1917. En el seno de la Primera Guerra Mundial, el transporte estadounidense Antilles es hundido por un submarino alemán.

...1918. En el seno de la Primera Guerra Mundial, el avance aliado sigue siendo fuerte y sostenido, igual que la retirada alemana, pero hay voces autorizadas alemanas que demuestran su desubicación hablando de “refuerzos decididos” y de “cumplimiento implacable del deber”, relacionando cualquier derrota con esclavitud. Hasta Ludendorff empieza a decir ahora que el ejército podía y debía seguir luchando, mientras consideraba cualquier gran avance enemigo como “poco probable” y que se podían hacer planes para contraofensivas en 1919 (lo peor es que algunos aliados pensaban lo mismo o, por lo menos, creían que Alemania podía defenderse con fuerza durante mucho más tiempo). Por suerte, el canciller Max estaba con los pies en la tierra.

...1939. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, la Gestapo detiene al párroco de Chocz, el padre Pawlowski, de setenta años y acusado de tenencia ilícita de armas. Como era aficionado a la caza, encuentran en su casa dos antiguas cartucheras pero no armas. Igualmente es golpeado y fusilado. Ese mismo día, firma de un decreto por el que las divisiones de las SS en campaña tenían independencia jurídica total de la Wehrmacht, por lo que cualquier clase de falta, incluyendo los consejos de guerra, pasaban a ser juzgados por la alta oficialidad de la propia SS.

...1942. En el seno de la Segunda Guerra Mundial, los responsables soviéticos en el frente del Don ordenan la evacuación de todos los civiles en un área de veinticinco kilómetros cuadrados. No se trata de un caso de compasión, sino de seguir trabajando en secreto para el despliegue de unidades para lo que luego será la Operación Urano.

...1973. En el seno de la Guerra del Yom Kipur, los israelíes han conseguido una pequeña cabeza de puente en la orilla oeste del canal de Suez pero muy pocos blindados han conseguido llegar allí, por lo que Israel decide tomar una decisión arriesgada y llevar una buena parte sus vehículos más al sur y avanzar cerca de los lagos Amargos, con lo que amenazaban con embolsar a los defensores egipcios.

_________________
Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
lohengrin



Registrado: 27 Mar 2008
Mensajes: 1519
Ubicación: Vardulia quae nunc vocatur Castella.

MensajePublicado: Mie Oct 18, 2017 10:06 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

18 de octubre de 1519: finaliza la batalla de Cholula.
18 de octubre de 1766: se bota el navío San Juan Nepomuceno.
_________________
¡Por España! Y el que quiera defenderla, honrado muera;
y el que, traidor, la abandone, no tenga quien le perdone,
ni en tierra santa cobijo, ni una Cruz en sus despojos, ni las manos de un buen hijo para cerrarle los ojos.


Ultima edición por lohengrin el Mie Oct 25, 2017 4:43 pm; editado 1 vez
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado
Urogallo



Registrado: 15 Oct 2006
Mensajes: 21721
Ubicación: La Ferriére

MensajePublicado: Mie Oct 18, 2017 10:40 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando





San Janos de Nepomuk. Mártir del secreto de confesión.
_________________
—Tienes la palabra de un oficial romano —dijo—. Vale más que un juramento.-
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
Urogallo



Registrado: 15 Oct 2006
Mensajes: 21721
Ubicación: La Ferriére

MensajePublicado: Mie Oct 18, 2017 10:51 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

18 de Octubre de 1914

Hindemburg reconoce su derrota y retira a sus tropas de la línea de asedio a Varsovia.

Los rusos han vencido en la batalla del Río Vístula.

El flanco germano, protegido por un ejército austro-húngaro, se ha derribado, incapaz de contener el asalto ruso a través del Vístula.
_________________
—Tienes la palabra de un oficial romano —dijo—. Vale más que un juramento.-
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
Urogallo



Registrado: 15 Oct 2006
Mensajes: 21721
Ubicación: La Ferriére

MensajePublicado: Mie Oct 18, 2017 10:53 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

18 de Octubre de 1914

Debido a la derrota en el Vistula, la fortaleza de Przemzysl vuelve a quedar bajo asedio ruso.

Oculto: 

_________________
—Tienes la palabra de un oficial romano —dijo—. Vale más que un juramento.-
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado Visitar sitio web del autor
lohengrin



Registrado: 27 Mar 2008
Mensajes: 1519
Ubicación: Vardulia quae nunc vocatur Castella.

MensajePublicado: Jue Oct 19, 2017 12:54 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

19 de octubre de 1868: se adopta la peseta como moneda.
_________________
¡Por España! Y el que quiera defenderla, honrado muera;
y el que, traidor, la abandone, no tenga quien le perdone,
ni en tierra santa cobijo, ni una Cruz en sus despojos, ni las manos de un buen hijo para cerrarle los ojos.


Ultima edición por lohengrin el Jue Oct 19, 2017 6:22 pm; editado 1 vez
Volver arriba
Ver perfil del usuario Enviar mensaje privado
Mostrar mensajes anteriores:   
Publicar Nuevo Tema   Responder al Tema    Índice del Foro Foro de Hislibris -> Sobre la Historia Todas las horas están en GMT + 1 Hora
Ir a página Anterior  1, 2, 3 ... 111, 112, 113 ... 142, 143, 144  Siguiente
Página 112 de 144
 

 
Saltar a:  
No puede crear mensajes
No puede responder temas
No puede editar sus mensajes
No puede borrar sus mensajes
No puede votar en encuestas


Powered by phpBB © 2001, 2005 phpBB Group

eXTReMe Tracker