Publicado: Mie Oct 26, 2016 9:59 amTítulo del mensaje:
Resumen a modo de no verso de lo hasta ahora leído, y no lo hago en verso en honor al León. Disculpen comas y esas cosas, pero la media hora de autobús no dio para más.
Oculto:
Código:
[quote]Desde lo alto del patíbulo, podía observar a cada uno de sus soldados, las órdenes eran tajantes. Ninguno tenía que actuar, tendrían que dejarlo arder, de sus cenizas renacería una nueva orden, mucho más fuerte, más cohesionada… Serían indestructibles, era la única fórmula. La antorcha que sostenía en su mano la granjera alsaciana prendería la pira, el juez consintió que ella hiciera las veces de verdugo, la ley así lo marcaba. Lalla, miró con los ojos vidriosos al maestro Leonardo. Ambos sabían de la mentira, ni él, ni ningún otro hombre la habían violado. Llevaba años sin ser tocada por varón alguno; eso solo quedaba reservado para la Vargas, una de las camareras que atendía en su posada y con la que algunas noches se reconfortaba lejos de miradas indiscretas. Lalla, decidió romper con todas las normas establecidas por los hombres, cuando dio el gran paso de no ocultar sus inclinaciones sexuales, ni seguir escuchando las lecturas del Corán solo de voz de varones.
El maestro la vio acercarse, en los ojos de la mujer se veía el odio; sintió algo gordo sobre su cabeza, gordo y caliente, gordo caliente y acuoso… El hálito de aquello hizo que hasta el comerciante de quesos andalusíes vomitase, y ello pese a ser un hombre curtido en olores nauseabundos. Sobre la cabeza del maestro, descendía espesa y pegajosa la deposición del águila de los cetreros españoles que bebían en la taberna. Uno de ellos alzó su antebrazo tullido y la llamó:
—¡Galatea!
El ave acudió a la llamada de su dueño, escapando de la podredumbre infecta que continuaba cayendo por el rostro del maestro como una rosa plúmbea y putrefacta.
Uno de los soldados, que había entre la multitud, apretó bajo el embozo de su capa el paño por el que matarían al maestro.
—¡Judío! —vociferó una mujer entre el tumulto.
—¡Marrano! —fue secundada por varios borrachos.
—¡Tuviste que quedarte con Aruj, el puto pirata violador! —aquel grito desconcertó al maestro, solo un par de sus hombres sabían de dónde procedía su fortuna.
Leonardo sabía que si hablaba, podría salvar su vida, pero si callaba, salvaría la de todos sus hombres. Cerró los ojos con fuerza y se vio joven, cuando era un niño. Recordó el día que su padre intentó enseñarle a saltar el pequeño arroyo que corría tras su casa.
—Padre, si para pasar al otro lado un arroyo hay que saltar, ¿cómo se pasa un río...? ¿Y el mar…? Tengo miedo, no me gusta el agua. Odio mojarme.
Aquel día, el joven Leonardo, empezó a forjar una idea en su mente. Fabricaría un artefacto para cruzar mares bajo el agua, los ejércitos del cardenal pagarían por semejante arma. Lo haría con cómodos sillones de caderas cubiertos de trufas y velos con incrustaciones de hueso. Su padre ya había saltado el arroyo, convencido de que él no lo haría… Pero algo hizo que por una vez el valor acudiera a su mente, y saltó. Al pasar al otro lado de las zarzas, el chico observó a su padre con las calzonas por los pies. Era la primera vez que veía aquel hombre larguirucho en paños menores. Avergonzado, corrió a su casa atravesando los pequeños quiñones en los que se cultivaban algunas lechugas y tomates. Enfiló el camino al puente del perdón…
El perdón, esa era la única esperanza que albergaba encaramado a aquella pira. Un frío extremo recorrió su espalda al ver a la mujer a un paso de la falla. Sentía en su rostro el calor de la llama, se sintió derretir de dentro a fuera. Recordó su viaje a las tierras del norte, a aquellos hombres que le hablaron de montañas de hielo que navegaban por los mares a la deriva. Montañas sobre las que se recortaban las siluetas de las ballenas que salían a cazar… De nuevo pensó en su barco hundible… Y rio.
Todos los presentes se extrañaron de esa risa nerviosa, pero Leonardo continuó carcajeando…
—¿Barco hundible? —le dijo su padre hace decenas de años cuando le contó la idea—. Todos lo son.
—Padre, no me he explicado, el mío será hundible, pero luego flotará. Podrá sumergirse por completo a gusto del capitán. Incluso servirá para prender fuego a barcos del enemigo sin que nos vean llegar.
—¿Y si se pone un mesón en ese barco hundible y vas por otros barcos vendiendo comida? Puedes vender embutidos, cochinillo, queso de Ost… Lo llamarías Mc Oran… En honor a tu tío que partió al África… Dice que aquello está lleno de salvajes de piel negra. En su última carta, decía que organizaban cacerías de estos animales al compás de piezas de Francesco Landinni. Las hacen sonar en un artilugio que descubrió en una de sus visitas al desierto egipcio. Imagino que será algo con pequeños músicos en su interior, o algo como una caja musical…
Leonardo recordó la pequeña caja que había entregado a uno de sus hombres, un criptex que si no era capaz de abrir, destruiría toda la información que contenía.
—¡Arde! —dijo la mujer trayendo al maestro de nuevo a la plaza.
Uno de los soldados al servicio del maestro levantó la mano derecha.
—Ya —gritó.
Como almas llevadas por el diablo, más de cincuenta hombres emprendieron una carrera en dirección a la calle de las pescaderas. Sabían que el último que llegara no tendría caballo. En las pequeñas callejuelas y con su paso frenético, Anauq, lugarteniente de Leonardo, empezó a volcar los puestos a su paso. Las merluzas de ojos amarillentos tapizaban el suelo bajo un enjambre de moscas emborrachadas por el olor nauseabundo. Un par de anguilas aun vivas reptaron buscando algo de humedad, pero de un tajo, la mujer a la que llamaban “La Sultana”, famosa por su forma de decapitar al pescado, sesgo ambas cabezas con certera de cirujano.
Anauq apretó el paño que ocultaba, miró el criptex con sus ojos sesgados y lo hizo girar siguiendo las indicaciones del maestro. Lo que leyó le resultó concluyente.
“Mi fiel Anauq, si lees esto, yo habré muerto. Te ordeno que cojas a todos nuestros hombres y te dirijas a las montañas al norte del lago Como. En aquella zona, tendrás que organizar un pequeño ejército que será llamado al servicio de la Fe cristiana. Ese paño que guardas será su uniforme. No olvides que tenemos a Su Santidad de nuestro lado, el pontífice nóbel pertenece a la orden. Ese ejército, al que llamarás Guardia Suiza, controlará desde ese día a todos y cada uno de los Papas. Larga vida al Temple”
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_________________ Sin maestros la vida desaparecería en la tierra en tres años... ¿O. Era sin abejas?
Publicado: Lun Oct 31, 2016 12:30 pmTítulo del mensaje:
Hace meses y meses y meses y meses que no me paso por aquí debido a mil motivos, siendo el principal la falta de tiempo (currando de sol a sol) Pero como todos los caminos conducen a Hislibris y quienes hemos bebido de estas aguas acabamos volviendo, heme aquí, en esta República de las Letras, de nuevo.
Veo que estáis los de siempre y que hay nuevos fichajes y eso es fenomenal.
Intentaré hacer todos los comentarios que pueda.
Un saludo a todos.
Publicado: Jue Nov 03, 2016 2:01 pmTítulo del mensaje:
Bienvenido, Javi. Ya empezábamos a preocuparnos. Por lo menos yo. Eso de que incluso entrara spam en el foro y no lo eliminaras inmediatamente daba que pensar. Me alegro de que vuelvas a estar en forma. Esperamos esa tanda con los teclados afilados. Un saludo.
Publicado: Jue Nov 03, 2016 2:05 pmTítulo del mensaje:
Por cierto, me he apuntado este año al NaNoWrimo, que para el que no lo sepa se trata de escribir una novela de 50.000 palabras durante el mes de noviembre. ¿Alguno lo ha intentado algún año?.
Yo por ahora voy bien, llevo más de 8000 palabras escritas ya, y hoy es el tercer día, pero echando cálculos así por encima, mucho me temo que mi historia no dé para 50.000. En fin, ya os contaré en qué queda la cosa. Un saludo.