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El pequeño Pataxú, Tristan Derème

"¿Los libros que se publican ahora son una birria?"
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Rodrigo



Registrado: 28 Nov 2007
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MensajePublicado: Mar Mar 29, 2016 2:38 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

... Y en cuanto a lo que leen las nuevas generaciones. A este respecto me estoy volviendo cada vez más pesimista. La literatura está por perder la competencia con los medios audiovisuales, que fomentan el facilismo, la diversión desechable y la superficialidad. Estos vicios, a su vez, son propiciados por el señorío de la red en tanto plataforma de comunicación. No hay que extrañarse porque a los jóvenes de hoy les resulte tan difícil adentrarse en los terrenos de la literatura de calidad, puesto que a la hora de colmar las horas de ocio les basta con apoltronarse frente al televisor o manipular los controles del videojuego. La literatura de calidad es harto más exigente que los espectáculos de la pantalla, que tienden a desincentivar la recepción crítica, a fomentar la pasividad y la dispersión intelectual y a embotar la sensibilidad estética. ¿A qué esforzarse leyendo libros cuando la alternativa es un simple click en el mando a distancia? Las llamadas “redes sociales” y el lenguaje bastardo que en ellas cunde predisponen a los jóvenes a ver el lenguaje literario como algo retrógrado y ajeno, vestigio de épocas con las que no tienen cómo conectar si no es por el imaginario –corrientemente trivial- de las películas, las series de televisión y los videojuegos. Más que nunca, parece que a los jóvenes los seduce el vértigo y la estridencia, la satisfacción inmediata de los apetitos sensuales. (Todos hemos sido jóvenes, algunos entre nosotros aún lo son, sabemos de qué va esto.) ¿Cómo van a empatizar con la literatura de calidad, que invita al silencio y la intimidad y que demanda un esfuerzo de concentración intelectual? ¿Cómo se van dejar cautivar por una actividad como la lectura, que requiere paciencia, que por lo general consume más tiempo que las películas y series de televisión, y que posterga la sensualidad? Es como para compartir la desazón de los analistas culturales cuando vaticinan la absorción o, peor, la derrota de la cultura de la palabra por la cultura de la imagen. ¿Nos iremos a sorprender por la proliferación de una literatura de bajo nivel, que parece en buena medida motivada por un afán de sostener a toda costa el negocio editorial en su competencia con los espectáculos audiovisuales?
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Milius



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MensajePublicado: Mie Mar 30, 2016 12:50 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Raskolnikov escribió:
¿Entonces Velázquez era una mierda como pintor porque a fulanito le aburren sus cuadros? Y Bernini lo mismo como escultor, porque, oye, ¿quién puede entretenerse o disfrutar viendo un trozo de marmol pelado?

Eso son cosas de académicos elitistas.


No, este hilo va mas bien de que si no te llamas Velàzquez, eres un birria. Yo solo me he atrevido a preguntar por qué. No aprenderé nunca, ya en la mili preguntar lo mismo me costó el calabozo y está claro que el mundo cambia sólo muy superficialmete pese a todo.
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Milius



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MensajePublicado: Mie Mar 30, 2016 12:54 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Nausícaa escribió:
No te voy a decir qué tiene que tener una novela para ser un clásico, para ser una obra genial o solamente legible, pero sí te puedo decir qué tienen para ser consideradas birrias

Hay gustos para todo, por supuesto, pero hay calidad objetivable en narrativa igual que la hay en cualquier otro arte.

Si una novela tiene los personajes planos, la estructura cojea, la prosa es justa, el vocabulario escaso, el ritmo no fluye, las descripciones son un peñazo, hay gazapos argumentales, las tramas no son coherentes ni lógicas, hay incoherencias en la historia y en los personajes, erratas, faltas de ortografía, errores gramaticales... esa novela es una birria. Y por desgracia, puedes encontrar todas esas cosas en muchas de las novelas que se publican hoy en día.

No te digo que novelas como Baterbly, o La metamorfosis o Guerra y paz no te parezcan un coñazo. Eso es cuestión de gustos, por supuesto. Yo no soporto Cien años de soledad, o Rayuela, pero reconozco su calidad.

Otra cosa es decir que birrias como El código Da Vinci son buenas novelas porque han vendido millones de ejemplares, o las 50 sombras de Grey.
Sí, se publica mucha birria, tanto nacional como extranjera.
Puedo decir que de las más de 100 novelas que leí el año pasado, llamaría birria a más del 75%

No te digo qué tiene que tener una novela para ser un clásico, pero sí te puedo decir qué tienen para ser consideradas birrias


Vale, pero eso es cierto desde el principio de los tiempos. No da la razón a lo que afirma Mendoza para estos tiempos en concreto
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Milius



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MensajePublicado: Mie Mar 30, 2016 1:01 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Entiendo que no te aburras leyendo a esos autores, Rodrigo. Pero eso, sin pretender menospreciar tu criterio, no es prueba de calidad en si mismo, tan solo de idiosincrasia de cada cual.
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Clodoveo11



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MensajePublicado: Mie Mar 30, 2016 10:02 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Milius escribió:
Entiendo que no te aburras leyendo a esos autores, Rodrigo. Pero eso, sin pretender menospreciar tu criterio, no es prueba de calidad en si mismo, tan solo de idiosincrasia de cada cual.


Estoy de acuerdo con mucho de lo que decís en este hilo (que hace falta un dominio de la lengua, léxico y trama para hacer un buen relato, que la mayoría de lo que se escribe es una mierda, que las nuevas tecnologías bajan el listón de lo admisible por el público, que la edad y circunstancias en que se lee algo pesan y mucho), pero me quiero detener en lo que reflexiona Milius. ¿Porqué una obra es de calidad más allá del criterio de una "mayoría", el nº histórico de ventas o la opinión subjetiva de uno? Es una pregunta que yo me he hecho a menudo e intentaré aportar a su respuesta con algún dato de mi experiencia.

Creo que debe distinguirse entre lo que le gusta a uno y lo que es bueno en general; hay una diferencia. Yo me mondo con los tebeos de Mortadelo y Filemón, pero reconozco que es algo que me gusta a mí y que no es transferible al resto (aunque hay mucha gente que también le monda My F); sin embargo, he leído 2 veces la Iliada y no le saco chiste. Eso sí, ALGÚN chiste tiene que tener cuando ha motivado y encantado a muchas gentes y muy cultas durante siglos, gentes con su subjetividad propia por cierto. La Odisea sí que me ha hecho más gracia, seguramente por el hecho de que se parece más al gusto literario en que me-nos hemos criado, oséase, la novela. Sin embargo, a los antiguos les iba más la Iliada que la Odisea, muy seguramente y entre otras cosas porque su gusto formativo era más de poesía y oralidad que de novela.

Por lo tanto, la Iliada debe tener algo que motiva a la gente por encima de los siglos y gustos y ante lo cual soy ciego. Como igualmente soy sordo ante la música clásica, o "culta": prefiero a Mecano que a Tchaikovsky, o a Madonna que a Bach. Pero reconozco que si la música clásica, o la literatura clásica fuesen un peñazo insufrible se habrían dejado de consumir hace tiempo (siglos), porque la gente puede ser imbécil pero no hasta esos extremos. Puede que Harry Potter se convierta en un clásico conforme pasen los siglos, no lo dudo, pero si lo hace será porque habrá una "masa crítica" de público que lo considere como tal y que le guste y motive el esfuerzo de leer Harry Potter. No creo que el museo del Prado tenga colas por ver a Velázquez si sus cuadros fuesen una mierda.

Pero se me dirá: pues mucha gente no entiende a Picasso o les parece una mierda (quizá hasta yo mismo Very Happy ) y siguen yendo a verlo. Bueno, primero habrá que ver a Picasso y su éxito cuando hayan pasado los años de Velázquez, porque los gustos son muy cambiantes con el tiempo, y segundo el valor también fluctúa con la escasez de obras, historia de las mismas, significado, etc.

El que una obra artística, del tipo de sea, se convierta en "clásica" o intemporal, y que guste a la gente como para tomarse la molestia en ir a verla, gastarse los euros en leerla, etc, creo que va más allá de un esnobismo generalizado, el número de ventas (¿cuántas casas tienen la Iliada o la Divina comedia en las estanterías?) o el peso de unas opiniones eruditas. Va en que quien la disfruta siente una motivación placentera y estética en la misma, que va más allá de lo que nos guste en un momento dado de la vida o nuestra formación culta (que también cuenta, pero no absolutamente, porque la Iliada les gustaba a los analfabetos Smile )

Y con todo ello, y para complicar aún más las cosas, el que Picasso admirase las Meninas de Velázquez no impidió que hiciese las suyas propias reinterpretándolas, y que éstas quizá con el tiempo puedan tener más éxito que las anteriores. Wink

Seguramente no te he aclarado nada, Milius y demás, quizá porque yo mismo tampoco lo tengo claro. Me parece que en el fondo del todo subyacen sensaciones estéticas muy ligadas a nuestra visión y aceptación del mundo, configuradas por la biología, la estructura cerebral y la formación desde nuestra infancia, que resultan decisivas para todo ello.

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Semíramis



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MensajePublicado: Mie Mar 30, 2016 12:37 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Rodrigo escribió:

Iríamos por mal camino si renegásemos de toda obra que suponga un esfuerzo, exagerando la importancia de la capacidad de entretener. Hacer de la amenidad el criterio supremo y convertir la literatura en un simple pasatiempo, accesible “a todo el mundo”, es el camino más rápido y directo a la degradación de la cultura literaria, tanto por parte de escritores -y editores- como por parte del público lector. Esperar que la literatura esté al alcance de todos porque la amenidad lo exige equivale a desear que el escritor rebaje sus estándares estéticos e intelectuales al mínimo; equivale a desear que escamotee su talento (cuando lo tiene) como si fuera una tara, o una maldición.


Iba a expresar mi punto de vista sobre este tema como autora, y veo que es lo mismo que opina aquí Rodrigo y que, desgraciadamente, aprecio yo en un buen número de lectores.
Sin querer juzgar los gustos o aspiraciones de cada cuál, lo cierto es que a mí me resultan muy frustrantes algunas de las opiniones que recibo por parte de algunos lectores, sobre que mi vocabulario complicado dificulta el entendimiento, que debería dejar de meter cualquier elemento que no sea indispensable para la trama, porque les hace perderse, o no les interesa. Que les desconciertan ciertos nombres o les faltan conocimientos para entender cabalmente a tal personaje...
Tales cosas me hacen cuestionarme de vez en cuando, y hasta llegan a deprimirme un poco. Pero reconozco que no puedo renunciar a mi necesidad de contar lo que quiero contar, y no otra cosa. Que la propia vida tomada como algo superficial que no nos implica, no nos remueve y nos sacude, no me interesa. Que cualquier trama despojada de lo que consideran aspectos circunstanciales se convierte en un microrrelato, el mismo microrrelato repetido una y otra vez. Y no aporta nada más que el rato que has pasado leyendo (y aun eso es discutible). Que la belleza que algunos encontramos en las palabras, en ciertas construcciones y ciertas imágenes es el cincuenta por ciento al menos del placer de leer (porque es un verdadero placer, sensorial y cerebral, para los que de verdad amamos leer). Y que no tendría sentido llegar a más número de lectores si fuera necesario renunciar a lo que me hace ser yo como autora, y no otra.

Pero es duro comprobar a menudo cómo se habla maravillas de obras que a mí me parecen mediocres, o vacías, mientras que escritores a los que admiro son considerados densos o pesados.
Dicho esto, la amenidad es para mí también un valor irrenunciable, solo que para que algo me resulte ameno no necesito que esté escrito como la cartilla del colegio. Y como me entretiene enormemente aprender y descubrir ideas nuevas, disfruto con las historias que tienen contenido. Para mí Dumas sería un ejemplo en ese sentido. Hace algo que hoy en día sería impensable, meterte en una novela de pura aventura un montón de conocimientos bien traídos y hacerte disfrutar con lo que vas aprendiendo. Lo que demuestra que hasta el propio entretenimiento se puede hacer bien o mal.
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Arturus



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MensajePublicado: Mie Mar 30, 2016 1:16 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Creo que, desde tu punto de vista de autora, has expresado lo que siento yo desde mi punto de vista de lector. Es triste ver que a las nuevas generaciones les cuesta comprender conceptos y palabras o expresiones que antes dábamos por sabidas. Se va a lo fácil, al consumo rápido, a lo intrascendente y cuanto más ligero, mejor. No sé ni quiero saber lo que mandarán leer a los chavales en el colegio hoy en día, pero me hago una idea...
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cavilius
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MensajePublicado: Mie Mar 30, 2016 1:29 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando



Para niños de 7/8 años.
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La vida solo puede ser comprendida mirando atrás, pero solo puede ser vivida mirando adelante.
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Arturus



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MensajePublicado: Mie Mar 30, 2016 2:24 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

For example. Con ocho años leía yo Los Hollister y libros de Enid Blyton.
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Rodrigo



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MensajePublicado: Jue Mar 31, 2016 12:26 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Cultura, estimados. Todo esto es en grandísima medida cuestión de cultura, en el más amplio sentido del término.

Una vez me topé con un articulillo acerca de la relación entre la naturaleza y el hombre. El texto, ínfimo en sus cuatro costados, pretendía desmontar la imagen de la naturaleza como proveedora de sustento y bienestar, bendición por tanto de la humanidad. Por increíble que resulte, la idea que recalentaba el magín del articulista era que la naturaleza es en realidad mezquina con nosotros, y que sólo si colgasen teléfonos celulares de las ramas de los árboles y los automóviles brotasen de la tierra cabría tenerla por benigna. (Que la maldad de Sauron recaiga sobre mí si miento; esto lo leí, hace tiempo, publicado en algún medio del que no recuerdo nada.) Tan absurdo era aquello que no valía la pena discutirlo. Con todo, uno puede advertir que el autor del escrito (puede que fuese un crío, quién sabe) perdía de vista un montón de detalles, uno de los cuales es que si hoy tenemos celulares y automóviles es porque la humanidad evoluciona, y que entre los estadios primitivos y la era actual media un proceso de desarrollo civilizatorio complejísimo. La misma idea del proceso de civilización, aun desprovista de un trasfondo teleológico, implica una continua e ingente aplicación de esfuerzos en todos los sentidos imaginables, desde los requeridos para procurarse alimento (con la caza y la recolección en los albores del proceso) hasta los que subyacen a los refinamientos tecnológicos del presente. Ver esto desde una perspectiva histórica debiera infundirnos una genuina maravilla, no al punto de envanecernos de nuestros logros como especie, pero sí una sensación de sorpresa sazonada con una pizca de orgullo. Podremos –con justa razón- renegar de nuestra humana incapacidad de resolver problemas urgentes como la pobreza, la desigualdad o la guerra; habrá quien objete el cariz optimista del asunto, arguyendo que no hay verdadera evolución en una naturaleza humana que ha pasado de guerrear con mazas y piedras a hacerlo con misiles teledirigidos… o con terroristas suicidas. Pero los logros están, son reales. ¿No es acaso un logro –minúsculo y sorprendente al mismo tiempo- el poder intercambiar opiniones en las condiciones en que lo hacemos nosotros, separados por enormes distancias geográficas? Cada logro, es decir, cada conquista cultural de la humanidad, implica volúmenes de esfuerzo que sólo difusamente podemos imaginar, no digamos medir. Ni celulares ni automóviles surgen espontáneamente, no se nos han regalado; tampoco la medicina moderna ni los componentes del índice de calidad de vida. No le han caído del cielo a este ser pequeño y tantas veces mezquino –tantísimas veces pisoteado también- que es el hombre. La materialización de cada uno de nuestros logros congrega y condensa una parte de la historia, de la extensa, dificultosa e intrincada andadura de la especie. Podemos congratularnos de que haya tales conquistas en lugar de dones gratuitos. Si la historia no fuese constante desafío, si no estuviese el hombre históricamente sometido a la necesidad del esfuerzo y no requiriese de conquistar cada instante de su existencia, no habría habido ocasión para la activación y el despliegue de sus capacidades. Y son estas capacidades precisamente las que nos han llevado a la concreción de los objetos y bienes culturales que componen nuestro entorno y cuya estructura y funcionamiento requiere de conocimientos especializados. En otro orden que el de los avances tecnológicos, también el arte es de índole histórica, también es fruto de una evolución. La historia del arte es la de un proceso de filtración y sedimentación en que los esfuerzos creativos interactúan con los de recepción, selección y validación –cuyos agentes son los mecenas, críticos, coleccionistas, historiadores y el público en general, además de los propios artistas. De este proceso de creación y retroalimentación surge el prodigioso repertorio artístico que vemos consagrado como tal en recintos de exposición (museos, galerías) y en documentos de variado tipo, los de “historia del arte” y “cánones literarios” entre otros. ¿No es de vértigo, la complejidad del todo?

… No esperemos, pues, que la comprensión y apreciación de obras de arte sea cosa sencilla, como si bastase –repito la idea que plasmé anteayer- con la sola intuición. A la complejidad del proceso civilizatorio, artístico en este caso, corresponde una especial densidad interpretativa. Por desgracia, nuestra época padece una suerte de súper-especialización del arte, con el resultado de que una parte del mismo parece haberse vuelto un juego esnob y hermético apto sólo para iniciados, una actividad esotérica practicada por gentes desconectadas de la realidad y envanecidas de su distanciamiento. Lo cual viene a ser una forma de banalización del arte: otro camino a su degradación.

Aun así, ¿es que no cuenta para nada el concepto de cultura? ¿No se nos ha ocurrido pensar que la cultura en su conjunto, en el sentido de entramado de bienes materiales y simbólicos que proveen al ser y al significado de la sociedad, supone por su misma historicidad –siglos y siglos de trayectoria- un nivel de sofisticación tal que comprenderla, por no decir conocerla, es uno de los más arduos trabajos? ¿No nos dice nada la idea de que la interpretación de las manifestaciones artísticas, expresión quizá la más exquisita de una cierta matriz cultural, demanda del receptor un cierto grado de cultura, es decir, el cultivo del gusto y del intelecto? Conforme una metáfora célebre, el hombre nunca es un primer hombre, comienza a existir sobre cierta altitud de pretérito amontonado. Siguiendo el razonamiento de don José, el arte, una de las más simbólicas y refinadas vertientes de este amontonamiento de pretérito, supone, más bien, exige ponerse a la altura de sus logros si realmente nos motiva su apreciación. Hay que cultivarse, hay que elevarse a la altura del arte –ese condensado de pretérito humano- para mejor juzgarlo. No esperemos que el arte se desprenda de siglos de trayectoria ni que reniegue de los delicados códigos que la historia y los circuitos sociales de consolidación –incluyendo el quehacer de críticos y estudiosos- le han impregnado, sólo para hacérsenos comprensible de golpe y porrazo, de manera espontánea y sin esfuerzo alguno de nuestra parte. ¿No entendemos a Kafka, no le pillamos el sentido a sus novelas? ¿Nos interesa realmente descifrar lo que nos parece un misterio: el prestigio de las obras de este autor? Iluminación repentina no nos va a caer, esto por descontado. El mejor modo de enfrentar el reto y resolver esta dificultad es leer sobre Kafka. ¿No que somos unos “frikis de los libros”? Bibliografía sobre Kafka y su obra no falta, al contrario. En años más o menos recientes un servidor ha leído sendos ensayos de Elias Canetti, Roberto Calasso e Iván Klíma en torno al escritor checo. (Acantilado editó no hace mucho un estudio de Pietro Citati, como para tenerlo en cuenta.) Es cosa de ponerle al hombro al desafío. De calibrar nuestro verdadero interés en la materia y reivindicar la importancia del aprendizaje, inherente a la cultura.

En su espléndido ensayo sobre Yukio Mishima, titulado Mishima o el placer de morir, el doctor Juan Antonio Vallejo-Nágera refiere una anécdota con la que quiere ilustrar ciertas complejidades culturales. Estando de visita en Tokio, el doctor entra a una tienda de cerámica local. El propietario y vendedor lo recibe con gesto huraño, como importunado por un extranjero que, con toda seguridad, nada habrá de saber sobre los productos que exhibe. Sin embargo, no puede ocultar su sorpresa cuando ve al visitante encaminarse en derechura a la estantería en que están dispuestas las mejores piezas, no aquellas de colores chillones y formas estrafalarias que suelen atraer a los turistas corrientes. Su asombro crece cuando Vallejo-Nágera coge una o dos de las piezas en la forma prescrita (hasta para eso los japoneses tradicionales son puntillosos en su regulación de la vida cotidiana). El doctor ve al japonés desaparecer en la trastienda y luego volver con una bandeja que porta lo necesario para un convite del té. Vallejo-Nájera cumplimenta el convite de la manera correcta, no en vano es un amante de la cultura nipona. Gratificado, el japonés le muestra piezas de cerámica cada vez mejores que las anteriores, las que sólo extrae de su escondite para mostrar a clientes expertos. El doctor termina la anécdota diciendo que fue un momento muy satisfactorio para él, pero también mortificante, pues nunca podría resolver la incógnita de hasta qué nivel llegó el reconocimiento por parte del altivo japonés: quizá éste lo consideró indigno de mostrarle lo más selecto de su colección.

El doctor, hombre de múltiples saberes y muy compenetrado de una de sus pasiones, la cultura japonesa, no podía empero sentirse seguro de su grado de experticia en esta materia. Estaba perfectamente consciente de que el conocimiento y disfrute del arte de la cerámica japonesa –por ejemplo- es en sí una auténtica disciplina. Después de años de gozarse en este arte, honrado incluso por un profesional del ramo, Vallejo–Nágera podía reconocer que, tal vez, su aprendizaje estaba incompleto. Como entre líneas, implícitamente, uno de los hombres más cultos de la España de su tiempo cuestionaba el estado de su formación cultural.
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Clodoveo11



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MensajePublicado: Jue Mar 31, 2016 9:29 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Rodrigo escribió:
Cultura, estimados. Todo esto es en grandísima medida cuestión de cultura, en el más amplio sentido del término.

...En otro orden que el de los avances tecnológicos, también el arte es de índole histórica, también es fruto de una evolución. La historia del arte es la de un proceso de filtración y sedimentación en que los esfuerzos creativos interactúan con los de recepción, selección y validación –cuyos agentes son los mecenas, críticos, coleccionistas, historiadores y el público en general, además de los propios artistas. De este proceso de creación y retroalimentación surge el prodigioso repertorio artístico que vemos consagrado como tal en recintos de exposición (museos, galerías) y en documentos de variado tipo, los de “historia del arte” y “cánones literarios” entre otros. ¿No es de vértigo, la complejidad del todo?

… No esperemos, pues, que la comprensión y apreciación de obras de arte sea cosa sencilla, como si bastase –repito la idea que plasmé anteayer- con la sola intuición. A la complejidad del proceso civilizatorio, artístico en este caso, corresponde una especial densidad interpretativa. Por desgracia, nuestra época padece una suerte de súper-especialización del arte, con el resultado de que una parte del mismo parece haberse vuelto un juego esnob y hermético apto sólo para iniciados, una actividad esotérica practicada por gentes desconectadas de la realidad y envanecidas de su distanciamiento. Lo cual viene a ser una forma de banalización del arte: otro camino a su degradación.

Aun así, ¿es que no cuenta para nada el concepto de cultura? ¿No se nos ha ocurrido pensar que la cultura en su conjunto, en el sentido de entramado de bienes materiales y simbólicos que proveen al ser y al significado de la sociedad, supone por su misma historicidad –siglos y siglos de trayectoria- un nivel de sofisticación tal que comprenderla, por no decir conocerla, es uno de los más arduos trabajos? ¿No nos dice nada la idea de que la interpretación de las manifestaciones artísticas, expresión quizá la más exquisita de una cierta matriz cultural, demanda del receptor un cierto grado de cultura, es decir, el cultivo del gusto y del intelecto? ...


Sí, Rodrigo, la cultura cuenta. Pero el hecho de que obras de arte, literarias o de otro tipo hayan trascendido los años y siglos y cuenten con el fervor e interés del público (hasta el punto de tomarse la molestia en adquirir, leer, desplazarse para ver, etc) iletrado y aculturizado en general me parece que va más allá de la posesión de unos conocimientos "técnicos" sobre la composición artística misma.

Si el arte (voy a englobar aquí la literatura, música y otras facetas para abreviar) no fuera más que cosa de eruditos, "snobs", marchantes o promotores interesados no creo que llegase muy lejos como objeto trascendente. Tiene que contar además con el favor del público "analfabeto". Que es quien paga, se desplaza o se molesta en leer la obra de arte.

Retorno a mis ejemplos aducidos. Soy sordo para la música clásica y reconozco que me faltan conocimientos e "inmersión" desde pequeño en la misma (más lo 2º que lo primero, creo) para apreciarla mejor, para que me guste más. Así que reconozco que parte del problema es mío, de mi "incultura", pero no todo. Sí hay obras clásicas que me parecen atractivas, bonitas armoniosas... ¿será esta la clave? Armoniosas. Agradables al oído, que entran sin esfuerzo, que no se cansa uno de oirla a los 5 minutos. Luego en mi cabeza resulta que por adoctrinamiento ambiental sí me trago con más facilidad músicas pop, que en su conjunto son mucho menos armoniosas y bellas, pero tampoco todas, porque aun en su aparente anarquía compositiva siguen más o menos unas reglas que distinguen unas de otras. Igual por eso me entran mejor los Beatles (pese a reconocer que eran unos ñoños de campeonato Very Happy ) que Accept o Iron Maiden, o por lo menos éstos me cansan bastante antes.

Me extrañaría, por ejemplo, que las Meninas, el David de MA o el Partenón les parezca a alguien "feos". En cambio Picasso o Munch sí se lo parece a bastante gente. Por eso decía más arriba que nos falta perspectiva temporal para ver si esas obras terminan siendo "clásicas": ¿qué será de Picasso en el 2500 o 3000 DC (si no nos hemos autoexterminado)? O por decirlo de otro modo, ¿porqué se sigue a Picasso? ¿Por sus cualidades estéticas, su papel en la historia del arte, sus propuestas rompedoras? Pensémoslo bien: ¿es Picasso "bonito, agradable" sensorialmente hablando?

En literatura creo que pasa algo parecido. No me explico la popularidad de la Iliada en su momento si no resultase agradable al oído, armoniosa al cantarla, como los cantares de gesta medievales (por eso dije lo del oído acostumbrado a la poesía); antes se comentaba lo de las obras juveniles que después dejan de gustar... o no, porque autores como Verne o Dumas siguen gustando en la madurez. Y es porque están bien compuestas, desarrolladas, agradan a la vista e intelecto. Y creo que para eso no hace falta demasiada "cultura" o formación, creo. Es algo más biológico, cerebral, sensitivo.

Así que creo que cultura sí, pero hay algo más, y está en el arte en sí.

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Milius



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MensajePublicado: Jue Mar 31, 2016 11:20 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Os vais a los extremos y no es eso. Hay cultos castañas y cultos entretenidos, igual que hay de ambos tipos en todas las gradaciones de la sabiduría que queráis contemplar.

Podéis expresaros todo lo densamente que queráis, que el resultado no dependerá directamente de ello. Hay que tener también muy claro para qué y para quien se escribe. Hegel puede ser un tipo brillante, y entretenido para el hombre instruido en estas lides, pero para el común de los mortales, entre los que me incluyo, pasar de la primera página es una heroicidad, aunque, en lo suyo sea un genio sin duda alguna. Si quienes leen vuestro libros encuentra difícil su comprensión, está claro que no habéis escrito para ellos y eso está bien siempre que luego no os quejéis de que otros venden más que vosotros (que me da que por ahí va la motivación de Mendoza).

Particularmente tengo una gran admiración por quienes son capaces de expresar con sencillez conceptos complicados, es un talento escaso y muestra además de una gran cultura. Todo el mundo entiende un poema de Neruda o de Miguel Hernández, todos debería leer las memorias del primero, eso es calidad. Parece sencillo porque se entiende con sencillez, ¿verdad? Pues no lo es y la prueba es que muy pocos son capaces de lograr algo ni remotamente parecido. Identificar calidad con densidad, complicación, pesadez o directamente un truño, puede parecer muy intelectual pero curiosamente suele ser la pose del crítico, mientras el autor de éxito suele ser capaz de expresar más mas sencillamente, y encima de forma más entretenida.
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Milius



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MensajePublicado: Jue Mar 31, 2016 11:46 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Arturus escribió:
Creo que, desde tu punto de vista de autora, has expresado lo que siento yo desde mi punto de vista de lector. Es triste ver que a las nuevas generaciones les cuesta comprender conceptos y palabras o expresiones que antes dábamos por sabidas. Se va a lo fácil, al consumo rápido, a lo intrascendente y cuanto más ligero, mejor. No sé ni quiero saber lo que mandarán leer a los chavales en el colegio hoy en día, pero me hago una idea...


Arturus, Antes, cuando yo era aun niño, leía buzones o telefonillos a muchas gentes incapaces de la heroicidad de escribir y leer los sonidos, como decían el el guerrero número 13.

Antes, había un número muy elevado de analfabetos, y más había mientras más retrocedas en el tiempo. Hoy lee y escribe todo el mundo por más que alguien, hilando muy fino, haya inventado el concepto ese de nuevo cuño del analfabetismo funcional, hoy hay un número de personas con estudios medios y superiores impensable hace tan solo una generación. ¿Que no todos, son talentosos? Cierto, no todos tienen facilidad para expresarse con corrección y menos de forma entretenida, no todos pueden dibujar medio regular, y muchos somos incapaces de llevar el más mínimo ritmo musical por nosotros mismos, por mucha música que oigamos. Pero nunca, se ha leído tanto, nunca se ha escrito tanto, ni se ha escuchado tanta música ni el arte ha estado tan difundido a todos los niveles, y, por supuesto, nunca se había publicado tanto.

Las nuevas generaciones son cojonudas, y son capaces de hacer muchas cosas que nosotros ni soñábamos en nuestra juventud. Joder, si aun hay gente que vivió en tiempos en que uno sólo salía de su pueblo para hacer la mili.
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farsalia



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MensajePublicado: Jue Mar 31, 2016 12:59 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

La Vanguardia de hoy publica una carta de Eduardo Mendoza en la que responde a la polémica creada por sus palabras de hace unos días:

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Nausícaa



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MensajePublicado: Jue Mar 31, 2016 2:25 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

cavilius escribió:


Para niños de 7/8 años.

Fantástica. A mis hijos les encantó y fue una buena manera de engancharlos a la lectura.
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