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El pequeño Pataxú, Tristan Derème

Libros de historia del Alpinismo
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Autor Mensaje
momper



Registrado: 14 Dic 2008
Mensajes: 4739
Ubicación: el chacuatol

MensajePublicado: Mie May 04, 2011 4:45 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Publio escribió:
¿alguien puede recomendar un buen libro sobre la expedición de Shackleton y la hazaña del Endurance?


Yo le recomendaría que postergue la «aventura eduardiana» de Shackleton y se sumerja en un libro excepcional: «En el país de la muerte blanca», de Valerian Albanov (que seguro ya conoce, claro). Este hombre era segundo oficial del Santa Ana, un barco que en 1912 quedó atrapado por la banquisa en el Ártico. Tras año y medio esperando el deshielo, se encontraron a 400 Km de la costa; entonces él y 13 hombres más (prácticamente la mitad de la tripulación) decidieron construir unos trineos para intentar llegar a tierra.

Le copio un par de fragmentos. El primero hace referencia a la construcción de los equipos que necesitaban para salir de allí:

«Todo este trabajo se efectuó en el fondo de la bodega del barco, donde la temperatura descendía hasta los 37º bajo cero, a la difícil luz de las lámparas de acite de foca que nosotros llamábamos "ollas de humo" porque daban más humo que luz.
La mayor parte del trabajo era delicado y laborioso, así que había que hacerlo a mano desnuda pese al terrible frío. Los dedos se nos quedaban helados hasta los huesos enseguida y teníamos que calentarlos una y otra vez en las lámparas.
Con aquellas atroces temperaturas resultaba especialmente torturante remachar los kayaks y coser la tela que los cubría. Las agujas, hechas por nosotros mismos, estaban tan frías al tacto que quemaban como hierro al rojo y nos hacían ampollas en las yemas de los dedos. Trabajábamos desde la mañana muy temprano hasta última hora de la noche y poco a poco la bodega fue llenándose de kayaks y trineos. Nos animábamos en aquel duro trabajo contando chistes y entonando canciones».

En el segundo fragmento evoca a la única mujer de la tripulación, la enfermera Yerminiya Zhdanko (que se quedó en el barco):

«Al principio el papel de anfitriona le resultaba terriblemente embarazoso. Si alguien llegaba a pedirle que sirviera el té, se ruborizaba inmediatamente hasta las raíces del cabello, torturada por el hecho de que no se le hubiera ocurrido antes a ella misma hacerlo. Este rasgo encantador provocó muchas burlas de otros miembros de la tripulación. Por ejemplo, cuando el capitán Brusilov quería té, primero retenía el aliento un rato, intentando hacer que pareciera que estaba ruborizándose. Después de que este esfuerzo le hubiera puesto la cara completamente roja, se volvía con timidez hacia la señorita Zdhanko y decía: "Señora de la casa, ¿sería tan amable, por favor, de servirme un vaso de té?". Ante la visión del rostro tímido y ruboroso del capitán , se ruborizaba ella también intensamente, con lo que todo el mundo se reía y gritaba señalándola: "¡Está ardiendo!", tras lo cual alguien salía corriendo a por agua.

Pero aquellos tiempos más felices datan de antes de que empezáramos a desplazarnos a la deriva hacia el norte. El Santa Ana estaba entonces tan cuidado, ordenado y limpio como lo había estado en el puerto del Neva en San Petersburgo [...] La pintura blanca estaba aún fresca en el casco y en las cubiertas, los muebles de caoba del salón relumbraban como espejos, cubrían los suelos magníficas alfombras. La bodega y el almacén estaban repletos de provisiones [...] Pero aquellos lujos irreemplazables habían desaparecido a un ritmo alarmante. Pronto nos vimos obligados a clavar tablas para tapar tragaluces y portillas, y a separar nuestras literas del casco, para que las almohadas y las mantas no se helasen de noche junto a las paredes. Tuvimos que cubrir también los techos y los suelos con tablas, lona, capas de cartón y fieltro; y que colgar por último pequeños recipientes en numerosos lugares para recoger el agua que goteaba incesantemente de techos y paredes.

Habíamos consumido ya todo el queroseno y llevábamos mucho tiempo utilizando lámparas hechas con latas que contenían una mezcla de unto de oso y grasa de foca, cuyas mechas daban más humo que luz. En invierno la temperatura bajo cubierta oscilaba entre los -2 y los -5º C, y las "ollas de humo" apenas aclaraban la densa oscuridad. [...] sus pequeñas llamas temblorosas proyectaban un vago brillo rojizo, y esa fosca iluminación daba a los que se hallaban alrededor de la mesa un aspecto sombrío y espectral... y esa era la sola y única ventaja de aquellas "ollas de humo", pues teníamos la cara tan sucia como nuestras raídas ropas. Hacía mucho ya que se nos había acabado el jabón y nuestras tentativas de hacer un poco habían fracasado miserablemente; se nos pegaba a la cara como una cola grasienta y era casi imposible quitarlo. ¡Pobre señorita Zdhanko! Ahora, si se ruborizaba, no lo podía percibir uno siquiera por la capa de mugre que le cubría el rostro. En el salón las paredes y el techo estaban cubiertos con una costra de hielo [...]
Los cambios se produjeron gradualmente y tuvimos tiempo de acostumbrarnos a aquel entorno sórdido; al final no nos dábamos cuenta ya de lo miserable que era el lugar donde vivíamos».
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Horus-chan



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MensajePublicado: Mie May 04, 2011 4:53 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Como le veo muy ducho en este tipo de asuntos de viajes y aventura, Momper, aprovecho para decir que a mi también me gustaría encontrar un libro que narre la epopeya de Scott en la Antártida. Supongo que habrá varios, pero prefiero una recomendación, para evitarme pillar algún bodrio.
La verdad es que conozco el tema, evidentemente, pero no he leído nunca nada "a fondo". Si alguien ha leído algo sobre este tema, po favó, que lo reseñe aquí (aunque no tenga demasiada relación con el alpinismo, pero güeno; si hay que espoilear, se espoilea Rolling Eyes )
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El que ha naufragado,
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Lucía



Registrado: 07 Dic 2010
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Ubicación: Mirando al mar

MensajePublicado: Mie May 04, 2011 6:01 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Momper me apunto el libro que comentas de Valerian Albanov.
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¿Por qué razón escriben los escritores? No lo saben muy bien, pero se darían cuenta si supieran que algún día, en la soledad de una habitación silenciosa llena de cosas de abuela, una niña abrirá su libro y quedará fascinada por lo que encuentra dentro.
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momper



Registrado: 14 Dic 2008
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Ubicación: el chacuatol

MensajePublicado: Mie May 04, 2011 6:34 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Es un libro excelente, Lucía. El ambiente en el barco está maravillosamente recreado —pues perdió ese cuaderno de sus apuntes—, y para los hechos posteriores se valió de su interesantísimo diario. El resultado es una historia de supervivencia con imágenes tan inolvidables para él como para sus lectores.

Horus-chan escribió:
me gustaría encontrar un libro que narre la epopeya de Scott en la Antártida.


Sólo conozco el famoso testimonio de Apsley Cherry-Garrard, uno de sus acompañantes. Antes de leerlo es conveniente echar un vistazo a algunas imágenes de la Antártida para familiarizarse con esos paisajes; de lo contrario tal vez cueste visualizarlos. El autor reivindica el interés científico de la expedición y nos cuenta las penalidades que sufrieron como pioneros de la vida en el Polo. En medio de idas y venidas arriesgadas con los trineos, los ponis y los perros, refiere también algunas divertidas anécdotas de los animales de tiro, y nos habla con simpatía de pingüinos y focas.
Cherry no acompañó a Scott en su fatídico último viaje —del que no volvió ningún testigo directo—, pero pasó lo indecible al desplazarse en pleno invierno a un criadero de pingüinos. ¿Valió la pena? «La exploración es la expresión física de la pasión intelectual», nos dice, y hacer nuestro «viaje de invierno» nos recompensará, siempre y cuando lo único que deseemos sea «un huevo de pingüino».

Fragmento:
«Observé a una (foca) que no paraba de girar intentando morderse la cola; luego se puso una aleta debajo de la cabeza a modo de almohada y comenzó a rascarse; me dio la impresión de que no se podía ser más feliz, y eso que soplaba algo de viento y hacía bastante frío». Pág. 749.

En otros pasajes se refiere a los perros de la expedición:
«[...] En cambio, Cook continuó con nosotros. Por lo visto sus compañeros le hacían el vacío, situación que, por alguna razón perversa, le gustaba. Por la noche le perseguían los perros sueltos, y cuando aparecía, y había otros por los alrededores, solían emprender entre todos la típica carrera de obstáculos. También él me acompañó un día hasta lo alto de la Rampa, pero a medio camino dio de repente media vuelta y huyó hacia la cabaña a todo correr. Tres perros salieron de detrás de las rocas y comenzaron una persecución. Daba la impresión de que todos estaban divirtiéndose de lo lindo». Pág. 715.
«Algunos de los días que estuve solo en la punta de la Cabaña me sentí tan débil que únicamente pude moverme a gatas por la Cabaña. [...]
Los perros advirtieron que podían tomarse libertades que en otras circunstancias no se atreverían a tomarse. Gemían, gruñían y se peleaban entre sí día y noche. Siete u ocho veces al día tenía que arrastrarme por el suelo para intentar atrapar al cabecilla. Estaba seguro de que era Dik, pero nunca le sorprendí in fraganti, y aunque lo azoté para curarme en salud, el resultado no fue alentador. Me da vergüenza decirlo, pero en aquel momento hubiera matado a todos de buen grado». Pág. 702.
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Publio



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MensajePublicado: Mie May 04, 2011 11:58 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

El periplo del Santa Ana es tremendamente parecido al del Endurance. Shocked
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Horus-chan



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MensajePublicado: Jue May 05, 2011 12:04 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Gracias por la recomendación. Si puedo conseguirlo, lo leeré pues lo único que he leído sobre el tema es el capítulo que le dedica Stephen Zweig en su libro "Momentos estelares de la humanidad".

Y pa que no decaiga, un clásico que no puede faltar. La ascensión al Everest, de John Hunt. No es especialmente trepidante, está escrito de forma muy correcta y objetiva por el propio autor que más que escritor fue militar, que tuvo la suerte de recibir el encargo de dirigir el asalto definitivo al Everest, en 1953. Sin embargo, como documento histórico no puede faltar. Y el capitulo de la llegada a la cumbre está escrito por el propio Edmund Hillary, el mas grande de los ídolos que yo jamás haya podido tener.


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momper



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MensajePublicado: Jue May 05, 2011 10:51 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Edmund Hillary se permitió una pequeña mezquindad, decir que si Mallory no había conseguido bajar, poco importaba que hubiera conseguido hacer cima. A mí me parece absurdo omitir el mérito de una ascensión (que, además, probablemente nunca se podrá comprobar) por un accidente en el descenso.
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librohoy



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MensajePublicado: Sab May 07, 2011 9:10 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Os pongo este libro que va a salir a la venta el dia 17 de este mes, por si a alguno le interesa

Son las fotografias que sobrevivieron a Shackelton

http://www.planetadelibros.com/shackleton-2-la-odisea-de-la-antartida-libro-49589.html (no es mi web para variar, pero lo tengo Wink )
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Horus-chan



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MensajePublicado: Lun May 09, 2011 2:18 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

momper escribió:
Edmund Hillary se permitió una pequeña mezquindad, decir que si Mallory no había conseguido bajar, poco importaba que hubiera conseguido hacer cima. A mí me parece absurdo omitir el mérito de una ascensión (que, además, probablemente nunca se podrá comprobar) por un accidente en el descenso.


Creo que eso lo dijo en 1999, a colación con el hallazgo del cadaver y tal y el avivamiento de la "imaginación popular" en torno a si George Mallory podría o no haber subido. Creo que ya lo dijo "chocheando" un poco, algo alejado de la esencia del auténtico Hillary. Yo me quedo mas con la frase que, se supone, pronunció cuando llegó arriba del todo, el 29 de mayo de 1953:

"Has visto, George? Hemos derrotado a ese bastardo..."

Todo un homenaje a la figura del que seguramente también fue su ídolo.
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momper



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MensajePublicado: Lun Jun 13, 2011 7:54 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Joe Simpson es un escalador inglés que en 1988 publicó «Tocando el vacío», el relato de su dramática experiencia en el Siula Grande (en los Andes peruanos). En 1985 él y su amigo Simon Yates lograron hacer cumbre, pero el descenso fue todo lo accidentado que se pueda imaginar: Joe se rompió una pierna y, cuando Simon intentaba bajarlo cargando su peso, sufrió el accidente de quedar colgando de una cornisa. Simon, que no sabía lo que le había pasado a su compañero, no vio más salida que cortar la cuerda, lo que le valió furibundas críticas de vuelta en Gran Bretaña. No soy montañero y no puedo saber si había otras opciones, pero se me ocurre que cuando menos podía haber buscado el cuerpo de Joe, por difícil que fuera hacerlo. Lo cierto, y esto es lo extraordinario de la aventura, es que éste, a pesar de haber caído en una sima de hielo con su pierna rota, consiguió llegar, tras varios días y en circunstancias y condiciones inconcebibles, hasta el campamento.

Debo confesar que no he leído el libro; mi conocimiento de la historia se debe al docudrama de Kevin McDonald Touching the void (2003).
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Horus-chan



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MensajePublicado: Mie Jun 15, 2011 11:32 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Menuda historia! No he leído nada sobre el asunto pero en alta montaña el tema de la muerte es bastante más relativo que en cualquier otro lugar.

Regresar sano y salvo en según que condiciones a veces puede resultar de por sí una labor complicada. Imagina entonces hacerlo cargando un cadáver. Es imposible, así que las montañas están cada vez más llenas de fiambres congelaos. Ninguno de ellos ha tenido ni tendrá sepultura digna. Es así de triste.

Respecto a lo de cortar la cuerda, es imposible especular sin conocer la situación exacta. Pero, por desgracia, es un hecho más común de lo que pudiera parecer, especialmente antes, con los sistemas de encordamiento que se estilaban. Ahora, hay equipo para hacer maravillas respecto al asunto del rescate.

A ver si pillo el libro o el documental, parece interesante.

Aprovecho pa recomendar otro libro de tragedias montañeras:



La fiebre de la cima, de Jon Krakauer. Narra la tragedia que se cernió sobre el Everest en verano de 1996. Fue un año especialmente malo, con muchos palmaos en la cumbre del mundo. Pero, especialmente chunga fue la epopeya de un grupo de turistas sin demasiada experiencia montañera, llevados allí por una empresa de Aventura y tal. No voy a adelantar mucho pero una tormenta jodida pilló a parte del grupo en una posición demasiado alejada del último campo de altura y...
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momper



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MensajePublicado: Jue Jun 16, 2011 2:13 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Horus-chan escribió:
A ver si pillo el libro o el documental, parece interesante.


He puesto el enlace al documental. Aquí lo tienes otra vez:

Touching the void

Por lo demás, no me refería al hecho de recuperar el cuerpo, sólo al de buscarlo para asegurarse de que había muerto. Qué menos.
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Horus-chan



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MensajePublicado: Jue Jun 16, 2011 12:55 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Visto el documental, pues, la horita y media a trompicones esta mañana. Mi opinión: alucinante! La verdad es que la historia es impresionante, y la escenificación en el documental es bastante buena.

El asunto de cortar la cuerda: una decisión muy jodida, eso está claro, y más siendo un amigo. Pero hay que tener diversas cosas en cuenta poniéndonos en la piel de Yates en aquellos momentos:

Descartando que exista posibilidad alguna de recuperarlo desde arriba (mas cuando cometió el "error" de dejar ir toda la cuerda y, por tanto, quedarse sin margen de maniobra), hay que tener en cuenta que:
Si la cuerda está tensada, es que Simpson está colgando de ella. No puede hacer nada para subirla (lo intenta con dos Prusik, el viejo truco de usar un pedal; pero aún consiguiendo montar los cordinos, veo imposible ascender con una sola pierna. Y eso suponiendo que arriba el pobre Yates hubiera podido soportar las embestidas de Simpson subiendo por la cuerda).
Yates espera casi dos horas, un tiempo que todo escalador sabe que es prácticamente mortal si estás suspendido de un arnés (el ahora llamado síndrome del arnés, mucho menos conocido científicamente en 1985, pero cuyas consecuencias todo escalador ha sufrido alguna vez). Y se está congelando, inmóvil bajo la tormenta. La nieve y el hielo a su alrededor se están destrozando y se ve casi arrastrado hacia el precipicio. Yo creo que cualquiera en su situación hubiera acabado haciendo lo mismo.

Respecto a buscar a Simpson para rescatarlo: Yates estaba en fase de hipotermia tras dos horas inmovil bajo la tormenta. En el video se escenifica cómo Simpson no pudo ni siquiera trazar un nudo Prusik sobre la cuerda. Imagínate como debía estar Yates. En esas condiciones, imposible ejercer ninguna búsqueda, con tormenta, sin saber qué carajos hay allí a bajo, sin cuerda... Difícil decisión, pero la más acertada seguramente.
Al día siguiente Yates desciende por el mismo sitio, para ver que ha podido ser de su compañero. Y al observar la sima se convence de que está muerto. No tiene cuerdas, ¿como va a bajar la sima? Está plenamente convencido de que ha muerto, es absurdo arriesgarse. Mas cuando él mismo está hecho polvo. Entiendo su actitud, la verdad.

Ahora: menuda proeza la del pobre Simpson! Es inhumano, yo creo que un 99% de personas no sobrevivirían a semejante agotamiento físico aún con ambas piernas sanas. Es un fuera de serie, eso está claro.
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momper



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MensajePublicado: Sab Jun 18, 2011 3:25 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Joe Simpson escribió en el 2002 el libro «La llamada del silencio», dedicado a la cara norte del Eiger (en los Alpes suizos): más de 1500 metros de verticalidad que justifican su apelativo de «Pared asesina». Concretamente se centra en la historia de Toni Kurtz, un joven que perdió la vida allí en 1936 por un cúmulo de fatalidades. Como curiosidad diré que esta pared tiene a sus pies un complejo turístico y ya entonces era normal que las ascensiones tuvieran espectadores (con telescopios, claro).

Les dejo el enlace a un muy entretenido docudrama basado en este libro (consta de diez partes):

La llamada del silencio
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