EL REINO DE ESTE MUNDO – Alejo Carpentier

EL REINO DE ESTE MUNDO. Alejo CarpentierConfieso cierto desasosiego al reseñar una novela que se aleja del canon hislibreño, aunque de esto haya precedentes. En favor de mi elección puedo aducir que ‘El reino de este mundo’, no siendo novela histórica en el sentido más estricto, sí evoluciona sobre un trasfondo histórico (los orígenes de la República de Haití) e intervienen en sus páginas personajes históricos (caudillos negros como Mackandal y Henri Christophe, además de Paulina Bonaparte y su marido el general Leclerc). Con todo, la relevancia mayor de los materiales históricos en la novela estriba en que su autor, el cubano Alejo Carpentier (1904-1980), se sirvió de ellos a modo de fuente e ilustración de una tesis literaria de amplia resonancia cultural -puesto que concierne al arduo tema de la identidad latinoamericana-: la teoría de lo real maravilloso.

Escritor de vasto saber y oficios variados, musicólogo entre otras cosas, Carpentier contribuyó de modo decisivo a perfilar y enaltecer la peculiaridad latinoamericana en el universo narrativo. La novela ‘Écue-Yamba-O’ (“Alabado sea el Señor”, en lengua yoruba), publicada en 1933, representó su debut literario. Constituye una tentativa de registrar la cultura popular cubana, en la que el elemento de origen africano tiene una vigorosa presencia. Carpentier se vale aquí de las claves ya probadas de la escuela naturalista vernácula, y el resultado es un relato de índole antropológica aún carente de la originalidad y la rotundidad de su obra posterior.

En la génesis del concepto de ‘lo real maravilloso’ tuvo parte fundamental un viaje realizado por el escritor a Haití en 1943, en donde pudo “sentir el nada mentido sortilegio” del país e imbuirse de la vitalidad de sus mitologías. Conforme al ideario carpenteriano, que extrapola la especificidad haitiana al universo americano haciendo tabla rasa de su diversidad, en América –entiéndase la del sur del Río Grande- el prodigio no es recurso forzado de una civilización que haya agostado la planta de sus tradiciones y mitos y que, ávida del fruto mirífico de la fantasía, deba contentarse con penosos sucedáneos. Europa puede experimentar el malestar en la cultura y procurarse efímera evasión de la aridez racionalista en los malabares del surrealismo y otras vanguardias artísticas. En América Latina y el Caribe, en cambio, el mito subsiste con toda su fuerza, haciendo de la región tierra fértil para el prodigio. El rescate de la cosmovisión americana es el motivo que subyace a ‘El reino de este mundo’ (1949), auténtico manifiesto carpenteriano y segunda novela del autor.

En concepto de Carpentier, la persistencia del mito exige que la realidad americana sea representada por un arte narrativo distinto del que dictan los parámetros del racionalismo. En el imaginario americano –tentado estoy de decir ‘imaginario carpenteriano’- la realidad anula las fronteras que la mentalidad racionalista establece entre las dimensiones natural y sobrenatural, permeándose ambas de modo tan espontáneo y completo que nada impide la ocurrencia en nuestro mundo de los más sensacionales portentos o milagros. Por lo tanto, si el escritor se aboca a la tarea de representar esta realidad, ha de hacerlo bajo el prisma de lo real maravilloso, concibiendo una ficción maravilloso-realista: una en que lo prodigioso sea parte ingénita de lo real.

La novela que reseño se nutre de los hechos históricos que desembocaron en la independencia de la colonia francesa de Saint-Domingue, actual Haití, y en el establecimiento de la grotesca monarquía de Henri Christophe; acontecimientos todos de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. El punto de vista que unifica la trama es el de un personaje ficticio de nombre Ti Noel, de raza negra, primero esclavo y luego peón liberto que hace de testigo de la tormentosa historia. Liderados por el manco Mackandal, hechicero versado en venenos y en el arte de la metamorfosis, los negros de la colonia se sublevan contra la dominación blanca; la insurrección es derrotada, su líder ejecutado y los negros sometidos a sistemática matanza. Años después se produce una nueva insurrección que a largo plazo culminará en éxito. Ya independizado el país, sobreviene la autoproclamación, en 1811, de Henri Christophe como rey de la parte septentrional bajo el nombre de Henri I; acabará suicidándose en 1820, en medio de una nueva sublevación.

La obra es breve en verdad (abulta apenas un centenar de páginas), pero densa en significado. No se atiene al propósito de novelar una porción de la historia haitiana, en sentido de desplegar una sucesión pormenorizada de acontecimientos y de retratar a sus protagonistas. Nada de esto, puesto que la narración es fragmentaria, el punto de vista muy sesgado y las omisiones y los saltos temporales demasiado amplios. Más bien, dicha porción de historia proporciona la ambientación en que se desenvuelven Ti Noel y otros personajes, entregados a la fascinación y también las penurias del exuberante Caribe. (La fugaz aparición de Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón casada con el general Leclerc -comisionado por su poderoso cuñado para la recuperación de la colonia y fallecido en el intento-, pone una nota colorida, plena de sensualidad.) Provee, aquella porción de historia, la justificación del propósito ideológico del autor: como está dicho, la plasmación literaria de una peculiar cosmovisión americana, premoderna y forjada en ricos sincretismos culturales.

Vigor de lo prodigioso. El pensamiento mítico de la población negra subvierte los parámetros de la realidad ‘normal’ tal cual es entendida por los blancos; para aquélla la realidad mítica es la normalidad misma. El contraste entre los dos paradigmas culturales, el ‘occidental’ y el premoderno de los negros haitianos, es evidente –más que en ningún otro pasaje de la novela- en el momento de la ejecución de Mackandal. Los colonos franceses, al quemarlo en la hoguera, creen suprimir por completo la amenaza representada por el nigromante. Para sus congéneres africanos, en cambio, el manco sólo se ha desembarazado de su envoltura humana; al momento de ser devorado su cuerpo por las llamas, su espíritu se eleva por los aires y se desvanece arrojándose entre los negros, quienes comprenden que Mackandal ha decidido permanecer en el reino de este mundo, esperando el instante propicio para reaparecer y liberar a su pueblo de la esclavitud. Los negros se gozan del modo como su padre espiritual ha burlado los métodos de los blancos –confirmando un nuevo triunfo de los “Altos Poderes de la Otra Orilla”-. Por su parte, los blancos sólo han tomado nota de la –aparente- insensibilidad de los negros, la que, a su entender, confirmaría el primitivismo y la inferioridad de esta raza.

En mi opinión, la teoría de lo real maravilloso, directo antecesor del realismo mágico de García Márquez, contiene mucho de artificio y de parcialidad. La preeminencia, cuando no mera pervivencia, de una mentalidad mitológica puede ser entendida como fenómeno marginal que a duras penas se las ve ante el avance arrollador de la modernidad. Asignarle valores genéricos en cuanto esencia de lo latinoamericano me parece excesivo; peor aún si se hace, como en el presente caso, desde la excepcionalidad haitiana, tomando la parte por el todo. Creo que el trasfondo ideológico de la novela deja mucho que desear y que la propia trayectoria histórica de esta América lo ha desbancado. Sin embargo, como pieza fundamental de la literatura de estas latitudes, la novela conserva todo su interés. Su estilo generoso en imágenes y vivacidad depara una lectura soberbia, verdaderamente cautivante.

Son apenas cien páginas. Nada se pierde probando.

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16 comentarios en “EL REINO DE ESTE MUNDO – Alejo Carpentier

  1. Ascanio dice:

    Caramba, Rodrigo, deben ser unas cien páginas sensacionales, porque tu reseña es…maravillosa.
    Enhorabuena, amigo. Me has dejado patidifusa, y con ganas de leer a Carpentier, del que nada conozco.
    Chapeau otra vez.

  2. CORCONTAS dice:

    Pues tres cuartos de lo mismo que dice Ascanio. Fabulosa reseña.

  3. Koenig dice:

    Yo solo cuarto y mitad, de lo mismo, digo. Habrá que leerlo.

  4. Ariodante dice:

    Bravo, Rodri, bravo. Carpentier es uno de mis escritores hispanoamericanos favoritos, leí hace siglos esta obra, que me encantó, y después creo que devoré todo lo que cayó en mis manos de él. Como las tengo todas en casa, creo que debería releerlo, en cuanto tenga un huequito, para disfrutar como disfruté la vez anterior. Te ha salido una reseña redonda, jolín, le has cogido el tranquillo a esto de reseñar, ¿eh? Enhorabuena y a por la siguente…

  5. Rodrigo dice:

    Muchas, muchas gracias.

    Hay varias ediciones de la novela. La de Alianza (2004), cuya portada aparece reproducida, consta de 160 páginas: seguramente en letra muy grande. Lo mismo en Booket, 153 pp., edición de 2004. La de Andrés Bello sí que hace el centenar, o un poquito más, y en letra normalita.

    Curioso lo de las cursivas: no me resultan en los comentarios, y en las reseñas a veces se alocan (no tiene importancia, Javi).

    Saludos.

  6. Max Staub dice:

    Interesante así a priori…
    Lo añado a la lista de los comprables

  7. Rodrigo dice:

    A posteriori también lo es, Max. :-)

  8. Urogallo dice:

    Por este libro sentí, y sigo sintiendo, absoluta fascinación.

  9. Rodrigo dice:

    ¡Hola Uro, tanto tiempo!

    Creo que en la reseña me excedí en la nota crítica. La verdad es que comparto tu fascinación por la novela.

    Carpentier escribió y publicó poquito, algo así como una docena de libros. Con ‘El Siglo de las Luces’, ‘Los pasos perdidos’ y la novela reseñada tenemos -en mi opinión- lo mejor de su obra. ¿Lo peor? Para mi gusto, ‘La Consagración de la Primavera’, un feo bajón.

  10. Urogallo dice:

    Yo creo que queda clara la pasión por la obra reseñada, una obra que acertadamente entra casi en lo mitológico. Una novela febril, que se devora y que devora a quién la lee.

    Cuando se habla de imágenes literarias, o de evocación, habría que leer esta obra para tener un ejemplo perfecto.

  11. Rodrigo dice:

    Eso mismo, Urogallo, eso mismo. Gran apunte.

  12. Max Staub dice:

    Menudo «speech» de Uro… otro tanto más a añadir al interés por el libro

  13. nando dice:

    Otra reseña de gran altura y otra novela apuntada en la lista de lecturas
    pendientes.
    De Carpentier no he leído nada. El siglo de las luces me retraé por su, imagino, densidad.
    Enhorabuena, Rodrigo.

    saludos

  14. Rodrigo dice:

    Gracias, Nando.

    ‘El Siglo de las Luces’ es más extensa y tal vez más compleja, pero es una novela extraordinaria, de las más sabrosas que he leído. Equilibra sabiamente la descripción y la acción, y es muy movida, entretenidísima. La reseña aparecerá en breve, y palabra que he debido contenerme para no excederme en los elogios. Otra cosa es que le haga justicia, tarea soberanamente ardua cuando se trata de un clásico de la literatura.

    Saludos.

  15. nando dice:

    Espero con impaciencia tu(s) reseña(s).
    saludos

  16. Pame dice:

    necesito saber la parte politica de esta obra pero de la parte de los signos a la puerta unica… ya lei pero no entiendo muy bien ojala me puedan ayudar
    gracias !!!

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