EL MAESTRO DE ALEJANDRO – Annabel Lyon

EL MAESTRO DE ALEJANDRO - Annabel Lyon«Estamos desperdiciando el tiempo de los dos. A ti te gustaría estar con el ejército y a mí me gustaría estar en Atenas escribiendo libros. Pero, mira, nos han dejado a los dos en compañía mutua. ¿No es mejor sacar el máximo partido posible de una situación desagradable, y aprender esta lección con la mayor rapidez posible, para volver cada uno a sus propias hazañas solitarias?»

Si hace poco decíamos que no existen demasiadas novelas sobre la vida del filósofo griego Aristóteles, como viniendo a quitarnos algo de razón nos topamos ahora con esta obra que publica Roca Editorial. No es mala cosa que algo que no sean guerras o guerreadores sean protagonistas de alguna que otra novela histórica; y si se trata de un filósofo, mejor aún. Este es el caso de Aristóteles, novicio en las lides de la literatura histórica, y que quizá por eso viene auspiciado por uno de los grandes veteranos del género: Alejandro, probablemente el guerreador por antonomasia dentro de la novela histórica griega. No deja de ser paradójico que, habiendo sido en la vida real Alejandro discípulo de Aristóteles, en el mundo literario sea el discípulo quien haga de garante de su maestro.

Esta reflexión viene a cuento de que escoger como título de la novela una referencia a algo que apenas ocupó la vida del protagonista unos seis o siete años parece cuando menos injusto con un personaje como este. Aristóteles hizo muchas y más importantes cosas que ejercer de tutor del príncipe de la casa real macedonia. Sin embargo, es obvio que a priori no atraerá de igual manera al lector una novela que cuente con el reclamo de Aristóteles que con el de Alejandro. Así que vaya por delante la referencia al macedón, que al girar página ya encontrará el lector al estagirita. Sin embargo y por otra parte, sucede que la novela se centra en esos años de tutoría del filósofo sobre el heredero de Filipo, de modo que miel sobre hojuelas, el título no está tan mal buscado: no sólo llama la atención sino que además la novela va de eso: no tanto de la vida de Aristóteles como de los años que dedicó a enseñar a Alejandro a ejercitar su mente.

Tanto circunloquio acerca del título no tiene otro objeto que especular sobre por qué no se le ha mantenido al libro el título original que su autora, Annabel Lyon, le puso: The Golden Mean, que hace alusión a una doctrina filosófica expuesta por Aristóteles en algunos de sus escritos sobre ética: la del término medio. A la luz de ese título no digo que su lectura sea otra, pero sí se interpretan o se enfocan mejor determinados pasajes de la novela. Pero sea: en España el título es El maestro de Alejandro y la novela, como ya he dicho, va de eso, de modo que el pecado, si lo hubiere, es venial.

Lo primero que llama la atención en este texto es el lenguaje. Y más que el lenguaje, el tono en que es empleado. La novela está escrita en primera persona del presente de indicativo, pues es Aristóteles quien relata su vivencia a medida que esta se produce. Sin embargo, en algunos capítulos recuerda su infancia con su padre el médico Nicómaco, o su paso por la Academia de Platón, y en ellos el tiempo verbal es el habitual de las novelas, es decir, el pasado. Pero no me refiero a eso cuando digo que el lenguaje llama la atención, sino a que a menudo encontramos un deje un tanto soez y poco elegante, quizá buscando cercanía con el lector, quizá porque en general la gente (la del siglo XXI y supongamos que también la del IV a.C.) habla así en la vida real. Un lenguaje seco, áspero a veces, con frases cortas y cortantes, sin grandes discursos; un lenguaje prosaico, sin poesía, sin ritmo; unos diálogos directos, breves, sin parrafadas de cara a la galería. Y esto es así porque a quien estamos leyendo no es a un narrador omnisciente sino a uno de los personajes, al propio Aristóteles, y lo que leemos de él son sus propios pensamientos, leemos cómo interioriza lo que pasa, las sensaciones fugaces que le asaltan ante esto o aquello. Y puesto que nadie (ni siquiera Aristóteles) tiene pensamientos con la forma de frases de novela, el lector que los lee tiene una impresión de inmediatez, de dinamismo, de actualidad de la acción, de distancias cortas, de estar metido en la cabeza del propio Aristóteles.

No se trata, pues, de la típica novela histórica en la que se relaten unos hechos; es más bien, aunque no exactamente, una novela de tono introspectivo. Acorde con ello, es lógico que no abunden las descripciones históricas ni las recreaciones de escenarios de la época. No nos han de informar de esas cosas porque no nos están contando una historia sino que estamos directamente metidos en ella, concretamente estamos metidos en la cabeza de Aristóteles; no tendría sentido, por tanto, encontrar en la novela párrafos descriptivos. Sólo cuando Aristóteles recuerda su pasado encontramos algo de eso y es entonces cuando parece que estamos leyendo una novela histórica ajustada a los patrones habituales. La alternancia entre el pasado y el presente, entre el formato de relato y el de vivencia inmediata, entre lo dulce y lo salado, es uno de los atractivos de la novela y hace que se mantenga viva hasta el final.

Algunos aspectos de la novela se sobrellevan con desigual comodidad. Las frecuentes alusiones al sexo dan la sensación de que se ha querido reivindicar el hecho de que el gran filósofo Aristóteles también era un hombre y tenía algo entre las piernas; si es el caso, esa reivindicación era innecesaria, en mi opinión. Por otro lado, a menudo la novela se percibe como demasiado actual, sin apenas regusto a rancia Historia. Aparece por ejemplo un simposio organizado por Aristóteles durante cuya lectura no pude evitar tener en la cabeza imágenes de guateques o de típicas comidas familiares de fin de semana. Como contrapeso en la balanza son de destacar, por el enfoque original y por la empatía que se despierta en el lector, las páginas dedicadas a la presencia de Aristóteles en la batalla de Queronea (batalla en la que no hay prueba histórica que corrobore que el filósofo estuviera presente, pero tampoco que no estuviera).

Sin embargo, el punto fuerte de la novela es la relación entre Aristóteles y su discípulo Alejandro. La tensión entre ambos se palpa continuamente: la presunción, la altivez y la fogosidad del príncipe frente a la capacidad de análisis, la moderación y la vida contemplativa del filósofo. Y aquí es donde radica una de las claves de la novela, sabiamente anunciada en el título original (de ahí mi pataleta de párrafos anteriores). En la obra (en algún momento así se expone, además) se presenta a Filipo y a Aristóteles como extremos contrapuestos, y en el punto central de esa cuerda tensa se sitúa Alejandro, quien necesita de las bridas que le enseña a usar Aristóteles para domar el influyo y el carácter heredado de su padre Filipo. Alejandro es así el punto medio entre el rey y el filósofo, entre su padre y su maestro, entre el cabalgar desbocado y el trote controlado. Y en eso consiste precisamente la doctrina aristotélica del término medio: en que hay que buscar siempre el equilibrio entre los extremos porque en él encontraremos la virtud. Entre dos pasiones contrapuestas, entre dos sentimientos confrontados, entre Filipo y Aristóteles, el punto medio, el «golden mean», es la equidistancia de uno y otro: Alejandro. Ahora bien: ¿no será acaso el punto medio sinónimo de mediocridad?

La novela, ópera prima de Annabel Lyon, fue nominada el año pasado a varios premios en su país de publicación, Canadá, y ganó uno de ellos. Como conclusión puede decirse que se trata de una novela que sorprende por la inesperada e inhabitual manera de abordar la historia. Sin ser una obra que encandile, se deja leer y mantiene un nivel aceptable. En resumen: una opción interesante y diferente que se desmarca del tono habitual que impera en las novelas históricas.

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26 comentarios en “EL MAESTRO DE ALEJANDRO – Annabel Lyon

  1. farsalia dice:

    Interesante reseña, pardiez. Leí la novela de Lyon este fin de semana. Cierto, choca en algunas ocasiones el estilo y el lenguaje directo, rudo, en ocasiones anacrónico («chic», por ejemplo), que utiliza la autora (o la traducción que ha empleado la traductora, todo es posible). Pero enseguida lo he olvidado. Porque he podido meterme de lleno en una historia que atrae, que atrapa. Y lo hace, como bien dices, sin largas descripciones que no tienen sentido si nos hemos metido en la mente de Aristóteles. La escena del simposio me hizo gracia como parodia del diálogo platónico, aunque la autora podría haber incidido más.

    Me gustó la desmitificación tanto del Alejandro adolescente como la del propio Aristóteles (y sí, es cierto, parece que el pobre hombre va más caliente que Rafa Méndez en sus porgramas), por no mencionar a Filipo. Me gustó la desscripción de Pella y de Macedonia en general. Me gustó el hecho de que no se den las victorias de Filipo por ganadas de antemano (Queronea, por ejemplo), sino que haya incluso dudas y que el propio Aristóteles piense en qué hacer si los atenienses y sus aliados invaden Macedonia. Me gustó el modo en que la autora recrea, aunque brevemente y a trompicones, el mundo del teatro griego.

    Buena novela, en la que, por cierto, no se menciona a Aristóteles por su nombre en ningún momento. A ratos me ha recordado el díptico de Gisbert Haefs, a ratos Fuego del paraíso de Mary Renault.

  2. Vorimir dice:

    La figura de Alejandro me es muy interesante y he leido muuuchas novelas sobre él. Si Cavilius y Farsalia la avalan, seguro que esta novela merece la pena, aunque con la pila que tengo dudo que entre en mis planes a corto plazo.

  3. cavilius dice:

    Curioso que no se mencione el nombre de Aristóteles en toda la novela (no me había percatado del detalle pero ya puede ser, teniendo en cuenta que toda la historia la cuenta él en primera persona), ni siquiera en el título, que sin embargo alude a él mismo. Porque, y esta es una de las argucias de la novela, no se trata de una historia de Alejandro (no te equivoques, Vorimir; el Magno entra y sale de la escena bastante a menudo y su personalidad es una baza bien jugada, pero la novela no es una novela «alejandrina» sino «aristotélica», por decirlo así), no es una historia del macedonio, digo, sino de su maestro y de su relación con aquel, y cómo esta relación afecta a la vida de ambos.

    No sé, me da a mí que la figura de Aristóteles provoca una cierta paradoja: está tan sobrevalorada, tan elevada, tan fuera de órbita, que precisamente por ello se la infravalora. Quiero decir que es una especie de «intocable» con el que la literatura casi nunca se atreve, como sí se atreve con Platón o con Sócrates, por ejemplo (bueno, con Sócrates no es que se atreva: es que al pobre lo tiene más manoseado que una gamuza de sacar brillo). Por eso son bienvenidos los acercamientos como el que propone esta novela, acercamientos a su persona y no a su pensamiento, porque como persona su vida resulta tan terrenal, tan mundana, tan novelable como la de cualquiera.

    Y para dejar por tierra lo que acabo de decir, no puedo evitar reproducir un parrafito de un libro en el queda plasmado el vértigo que produce la simple sombra del filósofo estagirita sobre la cultura occidental, y por qué cuando se oye hablar de este señor convendría que hiciéramos una libación a su espíritu:

    Hablar del pensamiento de Aristóteles es, en gran medida, hablar del nuestro propio pensamiento. En efecto, el lenguaje científico actual, y aun muchas expresiones del lenguaje ordinario, están calcados de los esquemas conceptuales elaborados por Aristóteles para dar forma a sus ideas. Así, cuando contraponemos, por ejemplo, lo «universal» a lo «singular», lo «genérico» a lo «específico», lo «material a lo «formal», lo «activo» a lo «pasivo», lo «potencial» a lo «actual» o «efectivo», la «teoría» a la «práctica», cuando consideramos un objeto cualquiera «en cuanto tal» o decimos que algo actúa o es del tal manera «por sí mismo» y no «accidentalmente», cuando hablamos de procesos de «abstracción», de «creación» literaria, de «fantasía», de «facultades» psíquicas, de «experiencias», de «elección», etc., estamos repitiendo literalmente fórmulas y distinciones conceptuales genuinamente arisótélicas. Estamos, en definitiva, pensando aristotélicamente.

    Miguel Candel Sanmartín, en su Introducción a la Política de Aristóteles (editorial Gredos).

  4. pentesilea dice:

    Si, el libro esta bien pero al final la autora comete un error garrafal cuando por boca de Aristóteles en su resumen de la historia de Alejandro cuenta que Hefestion al final murio en una batalla…y no de enfermedad como dicen las fuentes.Un saludo.

  5. cavilius dice:

    Bueno, no es por boca de Aristóteles sino por la propia boca de la autora, que cierra la novela con un epílogo. Pero es cierto, es un error, o una licencia literaria que no viene a cuento, quién sabe.

    Saludos.

  6. Vorimir dice:

    uqwe Alejandro no sea figura omnipresente no me disgusta; de hecho «Juegos Funerarios» de M. Renault es una novela ambientada tras su muerte y para mí sigue siendo una novela sobre Alejandro. No sólo sobre su figura sino sobre su mundo.
    Supongo que con ésta sería algo parecido

  7. cavilius dice:

    Pues adelante con ella, Vorimir, espero que te guste.

  8. Valeria dice:

    La portada es para desanimar, en mi opinión. Alejandro parece que en ocasiones ve muertos…

  9. Vorimir dice:

    Por ahora le tocará esperar… pero me da que caerá en los próximos meses.

  10. Akawi dice:

    Cavilius, ésta es la primera lectura que haces sobre el mundo griego. ¿Verdad?
    Se te ve tan inseguro e inexperto en lo de reseñar que da pena leerte.

    Ja, ja, ja,… ¡¡Ale!!! Qué ya me he cansado de decir lo buenas que son tus reseñas y la sensación tan agradable que me queda cuando leo tus escritos. Parece que me repito.

    Un abrazo Cavi.

  11. cavilius dice:

    ¿El mundo griego, Akawi? Ah, hay otros mundos, pero están en este…

    Y lo de reseñar, pues nada, es darle a la vanimela, digo manivela, y va saliendo la longaniza ella solita. Anda mira, como si tú no lo supieras.

  12. Akawi dice:

    Pues Cavilius, yo saberlo, saberlo, como que no. Yo sólo lo intento y a veces me sale regular tirando para bien y la mayoría regular tirando para mal.
    Pero bueno, es cuestión de seguir reseñando y aprendiendo.
    ¡Ya quisiera yo……!

  13. Ariodante dice:

    Hace unos días que lo he terminado de leer. A mi me ha gustado, en general. Ciertamente tiene algunos fallos, y coincido en general con Cavi en todo lo que dice. Todo eso sobre el título y tal. Lo de los nombres: no creo que nadie se pudiera llamar «Carolo» en Grecia, por ejemplo. Y me parece que no había «armarios» en las casa griegas. Quizás sea un problema de la traducción, creo yo.
    Por otra parte, también me ha chocado la vulgaridad de algunas expresiones. Quizás una concesión al público joven… Y algunas situaciones que creo inconcebibles en la época, como las relaciones sexuales que mantiene con la segunda esposa.Una mujer en esa época no creo que se plantease siquiera buscar su propio placer y menos explicarle a su pareja que ella quiere su parte…en fin.
    En cambio, me gusta el enfoque introspectivo, ese entrar en la mente de Aristóteles, porque analiza la personalidad de un filósofo que podría elevarse a la categoría de todos los filósofos, en general. No sé si me explico: flota sobre la novela la contraposición del hombre de acción vs hombre de ideas, reflexivo. Y la tendencia del hombre reflexivo o el pensador a mirar lo que le rodea, lo cotidiano, de un modo diferente, desapasionado, tranquilo. No es que no disfrute del sexo, pero, por ejemplo, es capaz de tener a su mujer abierta de piernas para dibujar sus partes, y hacerlo sin sentir absolutamente nada…y en esto veo un rasgo importante que la autora quiere destacar: él es un investigador, mira la realidad sorprendido constantemente ante ella, que es la postura del filósofo. La mujer (todas las mujeres), en cambio, es su contrapunto: explica las cosas como lo hace la gente normal, recurre a mitos, magia, explicaciones religiosas, etc. Y funciona a su manera. Alejandro, por otra parte, oscila, como bien dices, entre Filipo y Aristóteles, pero yo creo que se inclina, se escora más hacia lo que representa su padre. Filipo quiere que sea ese justo medio, esa medida dorada (la sección áurea) pero me temo que Alejandro está más dominado por la pasión que por la reflexión. Pero sí, el tema del justo medio también oscila sobre la novela. En general, salvo algunos pasajes algo lentos, me ha parecido bien. Mejorable, pero bien. Y no ha abrumado al personal con demasiada filosofía, aunque ésta esté latiendo por todos los poros de la novela.
    Bueno, como ya os habéis explayado todos,no quiero extenderme mucho. pero quería poner mi granito de arena, ahora que mi ordenador parece haberse restablecido por un rato.

    1. Javi_LR dice:

      Qué comentario tan jugoso, Ariodante.

  14. cavilius dice:

    Habrás visto, Ariodante, que no es una novela al uso, y que el tono en que está escrita no deja indiferente al lector. No sé si estoy muy de acuerdo contigo en lo del sexo y las mujeres de aquella época, pero de todos modos me da la impresión de que la autora ha introducido esas situaciones no como apuesta histórica sino para hacer la novela más picante y atractiva. Habría sido esta una buena pregunta para hacerle cuando estuvo en Madrid, ahora que lo pienso.

    Con lo de la filosofía coincido contigo: en la novela, filosofía la justa. De hecho, y será deformación por los 5 años que me pasé entre libros de filósofos, creo que tratar de filosofía en una novela es un error o, cuando menos, un gran riesgo. Porque la filosofía, la auténtica filosofía, la que escribieron Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger, etc., es aburrida de leer (salvemos quizá a Descartes, que tiene su aquel, y a Nietzsche, que uno no se entera de nada de lo que dice pero oye, esa prosa agresiva y transgresora engancha una barbaridad). Recuerdo cuando leía por las noches, en mi escritorio en casa de mis padres, la Crítica de la Razón Pura de Kant, que me pasaba horas tratando de descifrar simplemente una página. Por eso la filosofía es aburrida, porque su comprensión requiere un esfuerzo intelectual superior al habitual; es lo malo (y lo bueno) que tiene esa disciplina. Y cuando uno está leyendo una novela, no suele estar para «esfuerzos intelectuales superiores a los habituales» sino que lo que quiere es entretenerse. Por eso es un riesgo hablar de filosofía en una novela (otra cosa es la «filosofía blandiblub», la que conoce aquel que cree saber algo de filosofía y en realidad no tiene ni idea; esta sí es más amena y resultona, y puede tener un pase en las novelas).

    En fin, que me he enrollado y no quería hacerlo. La crisis es lo que tiene.

  15. ARIODANTE dice:

    Enrollado muy bien, si me permites. Coincido contigo plenamente en que la filosofía y la literatura son dos ámbitos distintos y no deberían confundirse ni solaparse. De hecho, uno de los puntos centrales de la tesis doctoral de mi marido defiende eso. Aunque, en su libro Las escritura elegante también defiende que se puede hablar o escribir de filosofía sin ser, necesariamente aburrido. Ortega lo hacía y es entretenidísimo. Claro que hay quien piensa que Ortega no era filósofo… Kant era un plomazo y no te digo nada de Hegel, pero hay maneras de expresar filosofía y maneras. De todas formas eso llenaría otro hilo.
    Retomando el hilo de la novela, no sé si la autora escribió las escenas de sexo por una cuestión de atraer al público, me inclino a pensar que esa es la razón, pero bueno, tampoco lo considero muy importante. (Un poquito de sexo de vez en cuando no está mal ¿no? ) Lo que yo indico no es que nos muestre la escena de sexo en sí, sino la idea de que una mujer pudiera, en aquella época, reivindicar su propio placer ante su marido. Simplemente tengo mis dudas de que pueda ser un anacronismo. Pero tampoco importa demasiado. Sigo pensando que la novela funciona. Me hubiera gustado haber estado en la presentación y haber leído entonces el libro. Peeero….

  16. ARIODANTE dice:

    Por cierto, por si a alguien le interesa el tema, aqui hay un enlace donde se habla de la escritura elegante: http://www.nodulo.org/ec/2004/n026p07.htm
    A ver si pasa la moderación…

  17. ARIODANTE dice:

    Me lo temía: me moderan.

    1. Javi_LR dice:

      Cavi, coincidiendo con lo de Nietzsche y no tanto con lo de Descartes, ¿no te parece Platón muy entretenido? Creo que es un paradigma de Filosofía/Literatura.

  18. Ariodante dice:

    Retiro lo de que me moderan. Es que últimamente me siento algo prejuzgada, no sé… es un hálito. Ya veo persecuciones donde no las hay, lo siento.

    Siguiendo con el hilo, efectivamente, Platón es entretenido y de muy amable lectura. Y Montaigne, y MarcoAurelio, y…. en fin, si abandonamos a los alemanes (a los filósofos, digo) y alguna parte de los franceses, (los británicos son otro rollo), pues se pueden encontrar libros de filosofía no muy plastas. Pero siempre hay que tener claro que leer filosofía no es leer una novela.

  19. cavilius dice:

    El Discurso del método es de las mejores y más entretenidas lecturas que uno pueda hacer, dejando de lado las etiquetas «filosofía», «literatura» o las que sean. Y lo mismo digo de sus Meditaciones metafísicas; otras cosas suyas ya son, en cambio, algo más densas.

    Sobre Platón habría mucho que hablar. Yo creo que sus diálogos, efectivamente, pueden resultar y de hecho resultan entretenidos en tanto que la forma dialogada, la alternancia de voces y el intercambio de opiniones es en general ameno al lector. Sus primeros diálogos, los socráticos, son desde luego una delicia en ese sentido. Incluso La república se deja leer bien, pese a su extensión. Bastante menos se dejan sus diálogos últimos: echa un ojo al Teeteto o al Parménides y ya verás. Las largas y densas parrafadas que aparecen por allí no se parecen ya mucho a los ágiles diálogos socráticos.

    Pero en cualquier caso no creo que Platón escogiera la forma dialogada por mor de entretener o hacer entrar mejor sus ideas en la mente de sus lectores. El recurso del diálogo tiene más que ver con la mayéutica de Sócrates, con la dialéctica, con el hacer nacer en alguien, o mejor, a partir del intercambio con alguien, el conocimiento acerca de algo. No recuerdo ahora qué diálogo (¿el Banquete?) Platón lo inicia relatando que un amigo se encuentra con otro y le cuenta a este lo que sucedió en otro momento, en otro lugar y con otros interlocutores. ¿A qué viene tanto rodeo? No es un mero recurso estilístico para que el lector perciba más acción y dinamismo, desde luego, sino que hay algo ahí que Platón quiere decir y para ello utiliza ese recurso, que aparece no solo en ese diálogo sino en muchos otros. En fin, que el diálogo como forma literaria en Platón creo que es bastante más que una forma literaria de entretenimiento. Pero, sea esto cierto o no, la verdad es que entretiene más que el estilo de la mayoría de filósofos, desde luego.

  20. farsalia dice:

    Me encantan los diálogos de Platón, literariamente me parecen sensacionales (unos más que otros, claro). Esa manera de contar algo con una conversación a dos o tres bandas, entra muy bien; coincido con lo que comenta Cavilius al respecto. Cuando hice filosofía en COU, empecé a leer algunos, por eso de leer los textos que se comentaban en clase. Y me fascinaron, empecé a leer cuantos cayeron en mis manos, Politeia (República), incluida (diría que mi texto platónico favorito). Llegamos a Aristóteles y ya me resultó más seco, más árido (y eso que el Estagirita no lo era, precisamente). Con el tiempo, releyéndolos, he disfrutado periódicamente con los diálogos platónicos. Symposion (El Banquete) es simplemente delicioso.

  21. Valeria dice:

    He visto la novela hoy a menos de seis euros en el El corte de los de la pérfida Albión. Por si a alguien le interesa.

  22. Maria dice:

    Felicitar la reseña y las opiniones que de la obra se hace.
    Voy por la Pg 176 pero creo que no voy a continuar, me resulta una traducción mala por la vulgaridad y la contemporaneidad de muchas expresiones e incluso hay palabras cuyo significado no viene a cuento en la frase (Por ejemplo enfurruñar) y también por la puntuación, no sé si la original estará tan mal puntuada como la traducción.
    Por estos motivos para mí es la peor novela que ha caído en mis manos.

  23. jose dice:

    Que lastima que la autora del libro ponga en la boca del gran sabio estagirita palabras feas innecesarias e inusuales en una persona de la talla intelectual de uno de los grandes educadores de la humanidad. Si compramos un libro y lo leemos es para de alguna manera mejorar nuestra cultura, vocabulario y demás. Creo que en este caso en ese punto específico en comento no lo he logrado en el cien por ciento. Gracias.

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