EL ESTANDARTE – Alexander Lernet-Holenia
«¿Qué habÃa ocurrido para que el mundo cambiase de tal modo? ¿Pero acaso realmente habÃa cambiado? SeguÃa teniendo el mismo aspecto de siempre; los campos, las casas, el cielo y la luna eran como antes, pero algo detrás de las cosas habÃa cambiado; lo visible permanecÃa igual, pero lo invisible era distinto; en el interior de las gentes el mundo cambiaba, se disolvÃa, se hundÃa; cada uno lo sentÃa, aun no siendo más que un campesino polaco que no habÃa visto nada del mundo, o si lo habÃa visto no lo habÃa observado. Era un fin del mundo. ¡Cuántas veces ya se habÃa hundido el mundo! ¡Era increÃble que todavÃa siguiera en pie!».Â
Se dice que la decadencia de un imperio suele dejar como herencia una época dorada de las artes y las letras. Este dicho parece que se cumplió en el caso del Imperio Austro-Húngaro, ya que en los años siguientes a su caÃda, emergió una de las generaciones literarias más brillantes de Europa. Sin pensar demasiado, se nos vienen a la mente nombres como Joseph Roth, Stefan Zweig o Robert Musil, entre otros. En sus obras, de un modo u otro, siempre subyace un latido: la desorientación de pertenecer a un mundo que ya no existe.  Y es que la desaparición de este imperio, aunque ya albergase algunas de las semillas de su propia decadencia, se produjo en tan sólo cuatro años, los que duró la Primera Guerra Mundial. Su liquidación no sólo alteró las fronteras de Europa de una forma más bien drástica, sino que con él se evaporó el que habÃa sido referente mental de unos cuantos millones de personas durante varios siglos.
Curiosamente, uno de los escritores que vivió esta desaparición más de cerca fue Alexander Lernet-Holenia que, aunque hoy en dÃa no se trate de un autor demasiado conocido entre el público de habla hispana, en su época fue uno de los literatos austrÃacos de más éxito. Y es que Lernet-Holenia, por su condición de aristócrata y de oficial en la Primera Guerra Mundial (curiosamente, también lo fue en la Segunda), experimentó la desintegración de ese mundo desde su mismo epicentro.
Alexander Marie Norbert Lernet  (1897-1976), nació en Viena, hijo de la baronesa Boyneburgk-Stettfeld. Después de finalizar sus estudios de instituto, se matriculó en Derecho en 1915, pero por poco tiempo, al alistarse como voluntario para la guerra.  Además de novelista, también se dedicó a la poesÃa,  al teatro y a los guiones cinematográficos. Sus obras más conocidas son El Estandarte (1934), El Barón Bagge (1936), Marte en Aries (1941), El Conde Saint Germain (1948), El Conde Luna (1955).  Falleció en Austria, en 1976.
Pero de todas sus obras,  El Estandarte es la que mejor refleja el drama del fin del imperio. La historia se desarrolla, en su mayor parte, durante los meses de octubre y noviembre de 1918 en la ciudad de Belgrado y en las poblaciones a un lado y al otro de la lÃnea del Danubio. En aquellos momentos, la constante presión de los aguerridos serbios, apoyados por un importante avance aliado, estaba derrumbando las posiciones austrÃacas (en el momento que transcurre la acción, Bulgaria ya se habÃa rendido). Sin embargo, en medio de ese desastre, un joven alférez cadete austrÃaco destinado en el Estado Mayor,  se enamora perdidamente de una desconocida durante la representación de una ópera en Belgrado. Su osada irrupción en el reservado en que se encontraba la señorita, le supone el destierro al regimiento de dragones MarÃa Isabel, que se hallaba apostado al otro lado del Danubio, a la espera de recibir la orden de incorporarse al frente.
A partir de ahÃ, Lernet-Holenia nos va mostrando el contraste entre la pompa de la oficialidad de un ejército ya prácticamente derrotado,  con la compleja lealtad de unos soldados de orÃgenes étnicos muy diferentes, ya casi próximos ciudadanos de los nuevos estados europeos que estaban a punto de surgir por doquier. En medio de los distintos acontecimientos, emerge la figura del estandarte del águila de los Habsburgo, obsesión enfermiza del protagonista, arrinconando su interés incluso por la joven por la que tanto habÃa arriesgado. Ese estandarte se convertirá en la metáfora de un mundo en descomposición, al que el protagonista se aferra impotente.
Y es que Lernet-Holenia manejaba muy bien los sÃmbolos. Incluso sus descripciones de la naturaleza se muestran repletas de presagios de lo que sucederá, convirtiéndose el paisaje en la segunda piel por la que respira el protagonista. Como un gran impresionista, capta las sensaciones y las traslada al papel, con un estilo conciso, aunque impregnado de un tenue lirismo.
La narración de los hechos, en primera persona, tiende a la objetividad, incluso en aquellos sucesos más truculentos. No los maquilla, pero tampoco se recrea en ellos. Por otra parte, no lastra la narración con sesudas reflexiones, aunque algunas de sus frases son auténticas cargas de profundidad. Sus diálogos no parecen especialmente ingeniosos, sino más bien funcionales, pero retratan bien a sus personajes. Éstos, aunque no parecen demasiado profundos, resultan atractivos, a veces extravagantes.
Además, gustaba el autor de introducir elementos de temática paranormal y supersticiosa, de los que debÃa de ser un gran conocedor, como la extraña aparición de un desconocido capitán, cuyos vaticinios serán el origen de todas las desgracias del regimiento; o la alusión a los legendarios seres del inframundo, durante la huida de los personajes por las grutas de Belgrado. Sin embargo, estos fenómenos no resultan cargantes ni efectistas. El autor tal vez no buscaba con esa temática inyectar suspense de manera artificial como se hace en las novelas actuales, sino que lo mistérico era una de sus aficiones y por eso lo reflejaba de un modo honesto, casi ingenuo.
Como aspectos negativos tendrÃa que decir que en ocasiones me pareció una trama algo repetitiva en lo que respecta a algunas acciones y quizás un poco lenta al principio, pero esta impresión se fue disolviendo a medida que iba avanzando en la lectura, cada vez más adictiva.
En definitiva, creo que ha sido un gran acierto por parte de Libros del Asteroide el «redescubrimiento» de este elegante escritor, además dedicándole la calidad habitual de sus ediciones.
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Bravo. Una historia de decadencia y nostalgia imperial para estrenarte. Inmejorable.
¡Bienvenido a este mundo de las reseñas! Y sobre una novela que tengo en el punto de mira…
Enhorabuena por tu reseña. Como comenta Farsalia, también es una obra que tengo en mi buzón de «favoritos». Con tus comentarios me has convencido de que es una obra que vale, y mucho, la pena. Además, como también comentas, editada por la exquisita «Libros del Asteroide».
Saludos
Bienvenido al mundo del reseñador, mal pagado (ya quisiera yo) pero suficientemente compensado. Enhorabuena.
¿Estreno? Pues es de altura, Pedrillo. A esta novela le tengo muchas ganas desde que leà un par de comentarios, el año pasado, y tu reseña acaba de convencerme. Será interesante contrastarla con el dÃptico famoso de Joseph Roth, La marcha Radetzky (1932) y La cripta de los capuchinos (1938).
Enhorabuena.
El Imperio Austro-Húngaro, un tema con el que he tenido bastante contacto últimamente.
Felicidades por tu estreno, Pedrillo.
La verdad que con el nivel de reseñonas que se leen por aquÃ, me ha dado mucho vértigo escribirla. No era yo muy conocedor de la temática y todo lo austro-húngaro me sonaba ñoño y SisÃ. Pero el lado decadentista y toda esa complejidad étnica me han conquistado perdidamente.
LeÃda con ilusión inicial y con cierto hastÃo al final. Agradable pero menor, dirÃa humildemente yo. El problema es que cuando te has zampado antes al amigo Joseph Roth comprendes (es mi caso, al menos) que La marcha Radetzky y La cripta de los capuchinos siguen siendo el non plus ultra del asunto decadente austrohúngaro. Lo que no quita para que Pedrillo se haya estrenado como reseñador-crÃtico de manera impecable.
Olvidaba decir que de este autor El barón Bagge (publicada hace años en Siruela) me gustó más, por su originalidad misteriosa.