EL ESTADO DE LA SS – Eugen Kogon

EL ESTADO DE LA SS – Eugen Kogon«La historia es el arsenal de nuestras experiencias; hay que conocerla para ser afirmado o advertido por ella».

Eugen Kogon fue una de las muchas víctimas del terror nazi; una de las pocas que sobrevivieron para contarlo. Nacido en Munich en 1903, fallecido en 1987, Kogon fue sociólogo, cientista político y publicista. Hombre de formación católica y vocación humanista, se contó entre los opositores tempranos  al régimen nazi. Sufrió su tercer y definitivo arresto por la Gestapo en Viena, cuando la anexión de Austria (marzo de 1938; su primer arresto ocurrió en 1936). En septiembre de 1939 fue internado en uno de los mayores campos de concentración del Tercer Reich, el de Buchenwald (en las proximidades de Weimar, Turingia); su confinamiento se prolongó hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. A poco de ser liberado, encabezó a solicitud de la inteligencia militar estadounidense la elaboración de un informe colectivo sobre el campo de Buchenwald a partir de la experiencia de cierto número de camaradas de reclusión (unos 150 de ellos). Unos meses después se dio a la tarea de refundir la parte principal del informe, de su propia autoría, en un libro dirigido al público en general; un libro que, partiendo del caso concreto de Buchenwald, versaría sobre el sistema alemán de campos de concentración y de exterminio. El resultado fue  El Estado de la SS («Der SS-Staat»), publicado por primera vez en 1946 y objeto de diversas reediciones, con algunos añadidos posteriores. El propósito del libro es cristalino: desenmascarar el terror nazi como sistema de dominación en una de sus facetas fundamentales, arrojando luz sobre los fines, organización, procedimientos y consecuencias del sistema concentracionario. En un sentido más profundo, lo que Kogon se propone es socavar el encubrimiento y el olvido de los horrores del nazismo, a objeto de prevenir su eventual repetición: la historia hecha advertencia.

El libro consta de un capítulo introductorio en que Kogon plasma unas muy pertinentes elucubraciones sobre el contexto histórico y político en que surge el terror como moderno mecanismo de sometimiento y control, esencial a los regímenes totalitarios, explayándose en torno a sus bases ideológicas y las repercusiones sicológicas, morales  y sociales de su puesta en práctica. Luego, el autor delinea una caracterización del sistema alemán de campos de concentración y de exterminio. Se trata de una caracterización polifacética, pormenorizada, no precisamente esquemática (gracias a la nada despreciable extensión del libro) y sí, en cambio, de continuo impactante y que procede de modo ejemplarmente diáfano; un vistazo al índice permite forjarse una impresión del cuadro general trazado por Kogon, en el que poco resulta omitido. Entre las muchas aristas consideradas tenemos, pues, la de los fines y organización del Estado de la SS, organización a cargo del universo concentracionario nazi («Los campos de concentración alemanes fueron un mundo aparte –destacado en el original-, un Estado aparte; un orden sin Derecho al que fue arrojado el hombre, quien con todas sus virtudes y defectos –más defectos que virtudes- luchaba por la pura existencia y por la mera supervivencia»); las diversas categorías de prisioneros; la rutina diaria y el trabajo en los campos de concentración (en que por supuesto no importaba tanto el rendimiento laboral como la tortura y la degradación de presuntos «elementos nocivos», perjudicando los intereses económicos del régimen); el empleo del tiempo libre, que la SS se empeñaba en reducir al mínimo; los procedimientos de martirio y los diversos castigos impuestos, para los que cualquier nimiedad servía de pretexto; las deplorables condiciones sanitarias y de alimentación de los reclusos; los aberrantes experimentos científicos realizados con algunos de ellos; modalidades de trato deparado a diversos prisioneros, y de aniquilación de los mismos (según se tratase de judíos, prisioneros de guerra rusos, agentes secretos y paracaidistas aliados, Testigos de Jehová, homosexuales y otros); etc.

No estamos ante un simple compendio de atrocidades ni ante un árido estudio científico –descriptivo- sobre la materia, por más que el autor haga hincapié en el cariz sociológico de su libro. Kogon nunca pierde de vista la dimensión humana, moral y psicológica del fenómeno concentracionario, impresión reforzada en último término por el contenido de los capítulos finales del libro: 1) una despiadada disección de la catadura espiritual de los hombres de la SS, entidad cuya composición y cuyo cometido resultan en sí mismos un descrédito y un escarnio del nuevo orden pretendido por el nazismo;  2) un análisis de la psicología social de los prisioneros («Los campos de concentración trituraban las almas de sus víctimas como piedras de molino. ¿Quién era el que podía salir inmune de este proceso? No hubo nadie que saliese igual que entró» –cursivas en el original-);  3) una reflexión –a la vez que duro alegato- sobre la incredulidad, la indiferencia o la negación de muchos alemanes a admitir el horror de los campos de concentración y de exterminio, y sobre el fracaso del programa de «reeducación» implementado por aliados occidentales (programa en que el autor tuvo parte activa). Uno de los factores del fracaso fue, aduce Kogon, la circunstancia de fundarse dicho programa en el concepto de «culpa colectiva» -en verdad una base muy feble, prontamente rechazada por los alemanes-. Pero no menos decisivo fue el desconocimiento de la idiosincrasia alemana, en la que Kogon pone justificado énfasis.

Naturalmente, el ciudadano corriente desconocía el detalle del sistema de terror pero, como afirma el autor, «no existía ningún alemán que no supiese que había campos de concentración», y fueron muchos los alemanes de a pie que estaban conscientes de que el régimen había puesto en marcha programas de asesinato en masa, ajenos del todo a la lógica y las necesidades de la guerra. «¿Cómo reaccionó el pueblo alemán ante la injusticia? Como pueblo, de ningún modo». En la explicación que Kogon procura dar a esta amarga verdad entran a tallar las conocidas tesis sobre el desapego alemán de la realidad; el desprecio de la política, destilado de la impotencia política de la mayoría de la población; la servil sumisión a la autoridad («Su confianza casi incondicional en la autoridad hizo que los alemanes se inclinaran paulatinamente durante la dictadura a considerar criminales a los detenidos y no a los que efectuaban las detenciones»); la escasa consideración otorgada a la autonomía moral, social y política del individuo, que se conjugaba con la falta de valor liberal, o lo que aquel otro esclarecido alemán que fue Sebastian Haffner llamó la falta de coraje cívico del pueblo alemán. «Un pueblo así –dice Kogon- podía debatir sobre política sin llegar nunca al núcleo real de ésta. Podía tener sentimientos jurídicos y someterse, sin embargo, como pueblo, a cualquier violencia revestida de autoridad».  Si Alemania no se opuso al terror del nacionalsocialismo fue porque «hasta ahora –el autor escribe en los años 40- no ha sido nunca un pueblo político en el sentido auténtico de la palabra».

Eugen Kogon esperaba que Alemania pudiese renovarse espiritual, moralmente. Entonces dejaría atrás los campos de concentración, reduciéndose éstos a hacer de «advertencia  de los tiempos de tinieblas del Tercer Reich».

-Eugen Kogon, El Estado de la SS. El sistema de los campos de concentración alemanes. Alba Editorial, Barcelona, 2005. 517 pp.

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9 comentarios en “EL ESTADO DE LA SS – Eugen Kogon

  1. Rosalia de Bringas dice:

    He leído esta reseña con mucho interés.
    Está muy bien, aunque ofrece al lector una objetividad sobre la obra que raya en la asepsia. Sobre el tema no caben controversias, eso está claro, pero, al leer el comentario de Rodrigo, no intuyo admiración hacia la obra.
    ¿Es cosa mía o para el autor se trata de un texto sin más?

  2. Farsalia dice:

    Magnífico libro, que me parece que leímos en fechas similares, Rodrigo. Yo, en cambio, a medida que avanzaba en la lectura, sí que tenía la sensación de encontrarme ante un «compendio de atrocidades», que no por ser menos necesarios de enumerar y distinguir (el libro se resiente del informe original y de su mecanicidad en el que fue escrito). Y en ocasiones llegué a estar hastiado de tanto horror y tanta crudeza; pero, claro, es lo que había en campos como Buchenwald.

    Con todo, a pesar de esa sensación, el libro es muy completo, del que destacaría sobre todo los primeros capítulos, sobre el funcionamiento de la SS y la creación del entramado de los campos de concentración. Sin duda es un libro básico para acercarse a la bibliografía del Holocausto.

  3. Rodrigo dice:

    Rosalía, en general trato de no propasarme en los calificativos, pero sí es cierto que cuando un libro me ha gustado mucho lo dejo traslucir en mis reseñas; lo mismo cuando sus contenidos me merecen reparos, lo que es poco frecuente porque no me motiva demasiado reseñar libros que de frentón me hayan disgustado (excepciones rotundas son un libro de Ernst Nolte y uno de Naipaul, en menor medida uno de M. Lewin sobre la URSS). Creo que el toque de neutralidad, o de asepsia como has dicho, proviene de mi formación y de mi práctica profesional.

    El libro de Kogon me ha parecido interesante, claramente. Valga aclarar que el mismo carga por momentos con un aire de distancia y frialdad semejante al de cualquier informe sociológico de rutina, lo que es bastante lógico habida cuenta del origen del libro. Pero esta impresión resulta atemperada por lo que he señalado en los últimos párrafos de la reseña; el alegato al que aludo en el punto tercero constituye el nudo del capítulo final del libro, y representa el momento en que Kogon se moja de veras –como dirían Uds. en España-.

    Saludos.

  4. Rodrigo dice:

    Farsalia, la verdad es que lo había leído hace unos años y tenía la reseña a medio terminar.

    Compendio, lo que se dice compendio, puede serlo pero sólo a ratos (por eso he señalado que no es un simple compendio de atrocidades). Como notarás por lo que respondido a Rosalía, creo que nuestras impresiones no difieren demasiado.

    Saludos.

  5. JOSE SEBASTIAN dice:

    Enhorabuena Rodrigo por tan completa y detallada reseña de una obra que tengo en el capítulo de lecturas pendientes y que espero poder abordar pronto.

    Por un lado trata el sistema de organización de los campos de concentración y de exterminio (tan extraordinariamente diferentes pero tan cercanos, a la vez. Seguro que un superviviente de Buchenwald o Mauthausen no se siente un privilegiado al lado de un superviviente de Auschwitz o Treblinka), resumido a la perfección en la frase entrecomillada: «Los campos de concentración alemanes fueron un mundo aparte, un Estado aparte; un orden sin Derecho al que fue arrojado el hombre, quien con todas sus virtudes y defectos –más defectos que virtudes- luchaba por la pura existencia y por la mera supervivencia». Como dijo una superviviente de Auschwitz: «Dios no estuvo en Auschwitz». Para comprender ese estado dentro del estado considero de interés el libro de Robert L. Koehl, «Las SS: El cuerpo de élite del Nazismo», prolijo aunque un tanto farragoso.

    Por otro lado trata de las horribles condiciones de vida de los prisioneros y de los experimentos médicos que tenían lugar en los campos. Obras como «Auschwitz, los Nazis y la Solución Final» de Laurence Rees; «Desde aquella oscuridad» de Gitta Serenny; o «Doctores en el infierno» de Vivien Spitz, resultan imprescindibles.

    Finalmente, aborda el gran interrogante que aún no nos deja descansar: ¿Cómo reaccionó el pueblo alemán ante la injusticia? Considero de imprescindible lectura «El trauma alemán» de la genial Gitta Sereny.

    Saludos y enhorabuena.

  6. Farsalia dice:

    Sí señor, gran libro El trauma alemán de Gitta Sereny (remito a la reseña en mi blog).

  7. Farsalia dice:

    Uncapítulo del libro de Sereny que me pareció muy interesante, ideal para un debate en seminarios con chavales universitarios acerca del tema del Holocausto.

  8. David L dice:

    Hace ya un tiempo que leí el libro de Eugen Kogon, recuerdo que me impactó, no precisamente por su vertiente testimonial, sino por lo “frío” que resulta en cierta manera este trabajo. Se puede responder que al fin y al cabo estaba realizado como un trabajo sociológico con el añadido de su cercanía temporal, pero ese es en mi humilde opinión el valor de este ensayo sobre el funcionamiento de los campos de concentración nazis, su descripción tan detallada y relatada de la vida y muerte en ese “estado de las SS”. Un lugar donde paradójicamente se vivía con el objetivo final de morir, o al menos de morir lo más tarde posible. ¿Quién mejor que alguien que ha vivido en ese infierno para detallarnos la organización interna de un campo de concentración? Tal vez alguien piense que las emociones vividas dentro pueden resultar perjudiciales a la hora de abarcar “asépticamente” un trabajo de estas características, pero creo que los norteamericanos buscaban no sólo encontrar respuestas técnicas, sino también averiguar cómo se pudo trabajar en el objetivo de acabar con tan gran cantidad de seres humanos, todo ello realizando una radiografía del personal encargado de tal misión. Eugen Kogon logra ambos objetivos, mostrándonos tantos los aspectos psicológicos como los organizativos de un campo de concentración alemán. Desde luego es un libro que no deja indiferente, y básico para seguir estudiando el universo de los campos de exterminio nazis.

    Un saludo.

  9. Rodrigo dice:

    Vale, suscribo tu comentario, David. Y gracias por las recomendaciones, José Sebastián; he leído algunos de los libros que mencionas.

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