EL DESPLOME DE LA REPÚBLICA – Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez

EL DESPLOME DE LA REPÚBLICA - Ángel Viñas y Fernando Hernández SánchezÁngel Viñas ha remozado recientemente los estudios sobre la II República durante la Guerra Civil con la trilogía publicada en Crítica y formada por La soledad de la República. El abandono de las democracias y el viraje hacia la Unión Soviética (2006), El escudo de la República. El oro de España, la apuesta soviética y los hechos de mayo de 1937 (2007) y El honor de la República. Entre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin (2008). Una ambiciosa saga histórica que ya es una obra de referencia sobre el tema; una buena reseña de la serie, recientísima además, de Gabriel Jackson en Revista de libros ilustrará a profanos e interesados en el tema. Pero quedaban flecos pendientes, como no podía ser de otra manera ante un tema de esta envergadura, y Viñas, en colaboración con Fernando Hernández Sánchez, ha tratado de analizarlos en su último libro: El desplome de la República (Crítica, 2009).

No es este un libro más sobre la etapa final de la República y, por ende, de la Guerra Civil española. Decir que rompe mitos es evidente, pero no sólo los rompe, sino que nos interpreta:

«Romper mitos, como en su momento lo hizo el siempre añorado Herbert R. Southworth, es una tarea difícil, aunque por fortuna ya no es tan peligrosa como cuándo él la acometió. Para proseguir su tarea, hemos optado por acudir, en la mayor medida posible, a las fuentes primarias de la época. Nuestra intención ha estribado en restablecer ante todo la génesis de los hechos como paso imprescindible para indagar acerca de lo que hubo, o no hubo, detrás de ellos». (p. 455)

La deriva de la República en sus últimos meses –ambos autores inician el libro en los días posteriores a la caída de Barcelona, el 26 de enero de 1939, y siguen su andadura hasta prácticamente finales de marzo– ha sido vista desde la historiografía más conservadora como el epílogo de un régimen en manos de los comunistas, que manipulaban al presidente del Gobierno, Juan Negrín, como si fuera una marioneta. Esta visión, utilizada al mismo tiempo por franquistas, sectores socialistas, anarquistas y burgueses de izquierdas, ha lastrado el estudio documentado del final de la República, dictadura franquista mediante (con todo lo que ello significaba respecto al acceso a fuentes primarias). Viñas lleva tiempo desmontando muchos mitos al respecto de esta visión y ahora, en conjunción con Hernández Sánchez –que está ultimando una tesis doctoral sobre el PCE durante la guerra–, nos ofrece una interpretación documentada de las últimas semanas del régimen republicano.

Va a ser esta una reseña en la que tanto Viñas como Hernández Sánchez van a tener la voz cantante. Ambos autores parten de un estudio, sobre todo, de fuentes. En el verano de 1939, ya finalizada la guerra y a punto de firmarse el pacto nazi-soviético, los líderes del PCE, exiliados en Moscú, escriben un informe secreto para Stalin en el que desarrollan un relato de lo sucedido en el último año de la guerra. Un informe que se conservaba en archivos españoles, pero que apenas ha sido consultado, mucho menos utilizado. Concretamente, se trata de un legajo (vol. 20/3) del Archivo Histórico del PCE (AHPCE) en el que se encuentra un documento de 158 páginas que se utilizó para Guerra y revolución en España, el estudio «canónico» del PCE sobre la Guerra Civil dado a conocer en los años sesenta y setenta del pasado siglo. Un texto político e ideológico, pero que desmonta muchos de los mitos de la fortaleza del propio PCE en los momentos finales de la República. Un texto que aporta nuevos puntos de vista sobre el papel de Juan Negrín, de Manuel Azaña, de Segismundo Casado, de Julián Besteiro, de Cipriano Mera y de los líderes comunistas. Un documento que, por sí solo, no explica lo sucedido en el final de la guerra, pero que, confrontado con otras fuentes de archivo, memorias de los principales personajes y literatura secundaria, nos ofrece un rico, sorprendente y especialmente nuevo panorama.

Ya lo comentan los autores en el prólogo respecto a la documentación empleada:

«En la redacción de la presente obra hemos procedido de manera rigurosamente inductiva. Para ello,
–hemos expandido hasta donde nos ha sido posible la evidencia primaria y relevante de la época. Lo hemos hecho buscando allí donde debe buscarse, es decir, en archivos españoles y extranjeros, oficiales y privados.
–Hemos utilizado documentos descubiertos en los archivos parisinos de Juan Negrín, que nos han permitido resolver algunas incógnitas que han permanecido sin respuesta en la literatura.
–Hemos recurrido, por último, a algunas de las aportaciones de notables historiadores extranjeros (que siguen siendo ninguneadas por los autores neofranquistas, ya sean académicos, aficionados o meros propagandistas) en la medida en que ayudan a destruir sus falaces interpretaciones» (p. 13).

Trabajo directo sobre fuentes, insisten ambos autores, huyendo de los apriorismos propios de la historiografía neofranquista (Ricardo de la Cierva y José María Zavala son los autores de esta, por así llamarla, tendencia más criticados en el libro) y de los recuerdos falaces de Casado en sus memorias. Un estudio, pues, minucioso y que se desgrana punto a punto, para llegar a conclusiones que echan por tierra la visión habitual del «gigante» PCE:

«La documentación que aportamos en este libro muestra, […] que en marzo de 1939 el PCE era un gigante varado y a punto de desintegrarse por la acción combinada de fuerzas externas y de una acelerada descomposición interior. Junto con la República y el proyecto frentepopulista se desplomaba la fuerza política que […] mejor había sabido encarnar al pueblo republicano y su proyecto antioligárquico e interclasista. El golpe de Casado precipitó el proceso, pero las raíces profundas de la debilidad del aparente coloso hay que buscarlas en su propio proceso de evolución durante la guerra. No es algo que haya estudiado la literatura que pretende seguir sentando autoridad» (p. 60).

De este modo, la imagen que Viñas y Hernández Sánchez ofrecen del PCE diverge de lo que habitualmente se ha mostrado:

«El PCE, por el contrario, se mostró capaz de atraerse a distintos sectores sociales, dirigiendo a cada uno de ellos un mensaje específico (defensa de las conquistas sociales republicanas para el proletariado, aseguramiento del orden para las clases medias, respeto a la pequeña propiedad y reforma agraria para el campesinado así como un nebuloso concepto de revolución trufado de antifascismo y patriotismo para la juventud). Todo ello lo convirtió en una organización de masas capaz de recrear en su interior la alianza interclasista del Frente Popular destrozada por la rebelión militar […]» (pp.152-153).

Pero no sólo se resquebraja la visión monolítica de los comunistas como dueños y señores del gobierno de Negrín: ambos autores fustigan la visión casadista del final de la República y de la guerra. Esa imagen que tradicionalmente trataba de justificar el golpe militar de Casado (y Besteiro) como prevención ante el golpe, supuestamente más fuerte, que los comunistas (con Negrín) estaban a punto de dar. Una imagen que pivota, además, en la dependencia del Gobierno Negrín respecto a la Unión Soviética desde varios meses antes:

«En definitiva, a comienzos de 1939 planeaba sobre el espectro político republicano no comunista y opositor a la línea del Gobierno Negrín un marco conceptual en el que la presunta subordinación de éste a los intereses soviéticos y la no menos presunta búsqueda de la culminación de la hegemonía por parte del PCE se enlazaban de manera inextricable. En este sentido es preciso despojar tajantemente a Casado de la “originalidad” de haber ideado la existencia de un supuesto complot comunista. Lo que Casado hizo no fue sino adueñarse en beneficio propio de un estado de ánimo qu muchos socialistas caballeristas y los anarquistas se habían encargado de inflar desde el corte de la zona republicana» (p. 177).

El estudio de Viñas y Hernández Sánchez, insisto que sobre documentación de archivo, desmonta la teoría casadista y el mito del golpe comunista tras la caída de Barcelona:

«Lo que estaba sobre la mesa no era preparar un golpe sino prever acontecimientos y contar con un aparato capaz de hacerles frente. Los comunistas habían aprendido del derrumbamiento del Estado en Cataluña y temían que en la zona centro-sur fuese más rápido y catastrófico. El presunto golpe que anticipaban los casadistas (y que luego potenciarían los autores franquistas) traducía, en realidad, la necesidad de montar un dispositivo que sostuviera al Gobierno y al partido, por este orden, con gente firme y segura. Es decir, lo lógico en las circunstancias» (p. 239).

Si Casado recibe las críticas de los autores, no en menor lugar queda Julián Besteiro, de quién se critica su falta de una visión de la situación real, empeñado en atacar a Negrín, como responsable de la deriva del régimen republicano hacia la derrota final, y de los comunistas españoles, agentes de Stalin en España:

«En qué medida Besteiro había calado en el juego internacional está por demostrar y no conocemos a ningún autor que haya, hasta ahora, pretendido hacerlo documentadamente. Lo que sí pareces es que no sabía por dónde habían ido los tiros. […] Hay que recordar que hacía tiempo que Besteiro quería jugar un papel político de primera línea. No había ocultado su deseo de sustituir a Negrín si contaba con el apoyo de Azaña. […] Al no materializarse la posibilidad que buscaba, Bssteiro debió ver reforzada su creencia de que era el hombre que podía sacar a la República del atolladero en que Negrín la había introducido y conseguir la paz con Franco» (pp. 309-310).

Casado, en el que pesaban tanto sus ambiciones como sus rencores (hacia Negrín y Azaña, este último por desidia), no es sólo el responsable último del desplome de la República: Besteiro, los anarquistas liderados por Cipriano Mera, algunos jefes militares en la zona centro-sur son también corresponsables de los sucedido:

«En puridad, Franco hubiese debido levantar un monumento a casado, Buiza y Besteiro. También a alguno de los libertarios más destacados como el propio Mera. La huida de la Flota [de Cartagena] y el golpe casadista no sólo propiciaron el desplome de la resistencia republicana sino que también destrozaron las posibilidades de evacuación, que tanto habían preocupado a Negrín. Como consecuencia inevitable, millares y millares de jefes, oficiales y soldados republicanos cayeron en las manos de los vencedores. Los había de todo pelaje pero abundaban denodados luchadores de las más variadas tendencias –socialistas, comunistas, anarquistas–, que de haber podido escapar hubiesen quizá formado un núcleo importante de aguerridos luchadores para alimentar la resistencia desde el exterior –incluso la dirigida contra el Eje–. Tal y como sucedieron las cosas, su destino fue muy distinto: el paredón, los campos de concentración, la cárcel y una represión implacable que, en los casos en que les dejó con vida, les inhabilitó durante largos años, destrozó sus vidas y les hizo gozar del tipo de clemencia que entendían imponer los vencedores. No es de extrañar que sean escasos los autores franquistas, anarquistas o plumistas que hayan llevado hasta sus últimas consecuencias el análisis concreto del proceso que condujo a la desintegración de la resistencia republicana. Tendrían que derribar numerosos ídolos, numerosas creencias, numerosos artículos de fe y eso, por definición, no es aceptable para una literatura de combate» (pp. 362-363).

Pero no piensen los lectores que en esta asunción de culpas y responsabilidades quedan exentos los líderes republicanos. Manuel Azaña, presidente ya claramente derrotista de la República, incapaz de actuar desde las postrimerías de la batalla del Ebro, recibe una crítica por parte de los autores. Su manejo de la situación, prácticamente inexistente, le cataloga como un émulo de perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Conocedor de primera mano de la situación internacional, de cómo Francia e Inglaterra se plegaban a las amenazas de Alemania, no supo catalizar el apoyo de estos dos países para forzar un acuerdo de paz, si no favorable, al menos honroso. Lúcido durante los primeros cinco años de República, durante la guerra Azaña se hundió en la desesperación, fatalmente convencido de que no había salida posible a la guerra. Se comprende esta actitud, pero uno se pregunta por qué no renunció y dejó en otras manos más enérgicas el liderazgo de la República. Sus constantes trifulcas con Negrín no facilitaron la gobernabilidad del régimen republicano en un escenario cuarteado y en franca retirada. Y en las últimas semanas, Azaña, pugnando por salir de España, no supo, no pudo o no quiso la situación:

«No juzgamos favorablemente la conducta de Azaña. Tampoco lo hicieron Zugazagoitia e incluso Rojo, que le había visto actuar durante la guerra civil. Era un político de larga experiencia, interna y externa. Había viajado. Se relacionaba con extranjeros. Había sido bombardeado constantemente con informaciones sobre la evolución doméstica e internacional a lo largo de la guerra. Hizo análisis excelentes, que han resistido el filo del tiempo y la contrastación con la evidencia primaria. También se fabricó fijaciones. Su deseo de terminar la guerra era explicable, pero no era el único que lo tenía. También lo tenían Rojo, y Álvarez del Vayo, y Negrín, y los socialistas. Incluso, a partir de cierto momento, los propios comunistas […]. El problema era cómo lograrlo. Tal vez los resistentes se equivocaron pero ello no equivale a afirmar que Azaña tuviera razón. No careció de buenas intenciones pero, como es notorio, de ellas está empedrado el camino del infierno. Eligió la vía fácil. No sorprenderá que hayan llovido sobre él toda suerte de críticas […]» (pp. 135-136).

No ahorran tampoco los autores críticas sobre Negrín y su política resistencialista y desesperada. Pero rechazan sin paliativos la imagen de un presidente del Gobierno (con todos los errores que pudo cometer) entregado a la mitificada omnipotencia comunista:

«En cualquier caso es sobre Casado, y no Negrín, que debe caer la responsabilidad histórica de haber inducido la desintegración de la resistencia republicana de forma tal que dejó estancados a millares y millares de combatientes. Cómo se hubiera configurado su evacuación de haberse podido avanzar en los planes negrinistas será siempre especulativo. No cabe duda, sin embargo, de que la realidad fue la más amarga y desastrosa posible y […] la mejor que Franco jamás hubiera podido deseado» (pp. 289-290).

Pero no sólo se narran los sucesos finales de la República y la guerra en este libro. En los últimos capítulos, ambos autores analizan el contexto internacional (enero-agosto de 1939), y explican como el elemento externo pudo influir en las actuaciones en el interior. Y llegan a la conclusión de que, como ya Viñas analizó en su trilogía, la Guerra Civil española era un conflicto que «no era sino el preludio a una confrontación futura a nivel europeo»:

«No se trató de una noción acuñada por los comunistas o por Negrín. Desde los primeros momentos de la guerra civil, los republicanos la esgrimieron en múltiples declaraciones, en contactos políticos y en gestiones diplomáticas. Una persona tan poco sospechosa de pro sovietismo como Largo Caballero ya dio el tono en septiembre de 1936 tras asumir la presidencia del Gobierno. […] Nada de lo que transcurrió durante la guerra misma permitió modificar esta interpretación: la República fue objeto de una agresión en toda regla por las potencias del Eje. A la guerra civil se le añadió un componente de resistencia contra el fascismo. Si España era víctima de tal agresión, era previsible que el ánimo imperialista de los dictadores fascistas no se detendría en la Península. En aquel momento tocaba a los españoles ser víctimas. No tardarían otros europeos en serlo a su vez. Esta convicción impregnó a todos los Gobiernos republicanos, a la mayor parte de los partidos del arco frentepopulista y, por supuesto, a los combatientes del EP [Ejército Popular]. Para Negrín y algunos otros, entre ellos el PCE, pero también grupos socialistas y de la izquierda burguesa, la República debía resistir todo lo posible» (pp. 382-383).

En resumen, y para ir concluyendo una reseña que se alarga demasiado, se reconstruye, hasta cierto punto, el final de la Guerra Civil y, por tanto, de la República. Todo ello con un estilo ágil, detallista pero ameno. El lector no dejará de notar la pasión (cuando no visceralidad) de Ángel Viñas en relación al desmonte de las tesis más conservadoras (o neofranquistas). Un apasionamiento que, aunque no exento de argumentos contrastados, sí que es cierto que puede llegar a resultar cansino y repetitivo. Por otro lado, el libro se complementa con el informe secreto a Stalin, cuidadosamente anotado y comentado, y con un CD en el que se aportan diversos documentos (más de 400 páginas) que los autores pertinentemente han ido citando en el libro. Un estudio pues, completísimo, con argumentos sólidos y que trabaja aquello que la literatura histórica que tiende más hacia el best-seller que a la investigación seria y rigurosa no desarrolla: el estudio y análisis de fuentes documentales.

Un buen libro, pues, dignísimo colofón a la trilogía de Viñas y que abre nuevas perspectivas para la investigación del período final de la República y la Guerra Civil.

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40 comentarios en “EL DESPLOME DE LA REPÚBLICA – Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez

  1. Pamplinas dice:

    Jope, que superreseñón Farsalia. Tiene buena pinta la trilogía. Debería leerla para profundizar un poco en la guerra civil.

  2. Lauso dice:

    Otra exelente reseña farsaliana.

  3. Schwejk dice:

    Estimado Farsalia, ¿Podías aclarar más eso de la vinculación entre la GCE y la (futura) guerra mundial? Porque una cosa es que, desde el mismo principio, en efecto, las autoridades republicanas intentaran vender esa idea entre las democracias occidentales, igual que, desde el otro lado, todo era adelantarse a un golpe de estado «bolchevique», que buscaba la dictadura mundial del proletariado. Southworth refutó esa teoría, además, de forma muy divertida, con la ayuda (ejem) de un De la Cierva de la pre-UCD. Pero ¿Cuál es la argumentación actual de Viñas y Hernández? Porque en tu resumen sólo lo mencionas. Precisamente Viñas fue de los que desecharon ya en los ochenta del pasado siglo las ideas «conspirativas» nazis, que veían en la GCE una conspiración extranjera de la que los «nacionales» eran meros testaferros, encargados de vender los bienes patrios a los capitalistas extranjeros.

  4. Focio dice:

    Después de leer la reseña me da la impresión de que se trata de otro bodrio neoizquierdista solo apto para profesores de historia politicamente correctos.

    R. de la Cierva no si será un «historiador neofranquista» pero por lo menos no falsea los datos como el inefable G. Jackson. El caso de Guernica es paradigmático.

    P. D. La reseña de de G. Jackson no tendrá desperdicio. Como sea tan buena y rigurosa como su libro «La República Española y la Guerra Civil», en el que se observa un absoluto desconocimiento de las fuentes, se podrá envolver pescado con ella.

  5. jordimon dice:

    Estimado Focio,

    al decir que Ricardo de la Cierva no falsea datos se descalifica vd. solito. Ese señor, por llamarlo de alguna manera, sabe tanto de los metodos historicos de contrastacion de datos como una cabra montesa del Atlas.
    Por otro lado, el profesor Viñas no sabra de otra cosa, pero sumergirse en la documentación es algo que domina a la perfección. Si Vd. no esta de acuerdo con sus conclusiones, repase esa misma documentación, vaya a los archivos y busque nuevos datos. Despues insultelo y demuestre que los ha falseado.
    Por lo demas, felicitar a Farsalia por su magnífica reseña. Para los tiempos que corren es algo magnífico comprobar que todavía hay personas capaces de leer y entender lo que leen al mismo tiempo.

    1. Javi_LR dice:

      Que siempre tengan que salir los mismos términos en este tipo de reseñas habla muy mal de nosotros. A ver si somos capaces de llevar a cabo un debate respetuoso sin maniqueismos repetitivos ni enfoques tópicos, por favor.

      Saludos.

  6. farsalia dice:

    Schwejk dixit:

    «¿Podías aclarar más eso de la vinculación entre la GCE y la (futura) guerra mundial? Porque una cosa es que, desde el mismo principio, en efecto, las autoridades republicanas intentaran vender esa idea entre las democracias occidentales, igual que, desde el otro lado, todo era adelantarse a un golpe de estado “bolchevique”, que buscaba la dictadura mundial del proletariado. Southworth refutó esa teoría, además, de forma muy divertida, con la ayuda (ejem) de un De la Cierva de la pre-UCD. Pero ¿Cuál es la argumentación actual de Viñas y Hernández? Porque en tu resumen sólo lo mencionas.»

    Justamente, en una reseña con tanta enjundia (y el libro no es tan voluminoso), me limito a hacer una recensión de la obra. La argumentación de Viñas y Herández analiza la situación internacional de los años treinta, poniendo la Guerra Civil española en el contexto de una Europa que camina hacia un conflicto global. El Gobierno de la República es consciente de que España es un laboratorio de experimentos, una pieza más del engranaje geoestratégico; Franco, desde Burgos, también es consciente de ello. Y Stalin. Y Hitler. Y Mussolini. Y Chamberlain.

  7. Clodoveo11 dice:

    «El lector no dejará de notar la pasión (cuando no visceralidad) de Ángel Viñas en relación al desmonte de las tesis más conservadoras (o neofranquistas). »

    Me parece que a estas alturas de la película ya tenemos suficiente documentación escrita, gráfica, oral y de todo tipo como para saber qué ocurrió en la guerra civil: otra cosa son las interpretaciones de lo que ocurrió. Y estas estarán siempre tamizadas por el subjetivismo (cosa más o menos normal en historia) y por la ideología (cosa menos aceptable), pecados asimismo extensibles a la historiografía más o menos contemporánea. Claro, el que los neanderthales fuesen más o menos caníbales o que los bagaudas hiciesen más o menos fechorías no afecta a nadie ni se ve insultado por ello: y aun así de vez en cuando se produce alguna discusión calenturienta por ello, aunque más circunscrita al prurito profesional. En el análisis moderno la cosa ya toca más al corazoncito del historiador, porque todos somos de los A o de los B o a quién no le han agarrotado a algún bisabuelo. Pero los historiadores que se autoetiquetan como «profesionales» deberían ser tan rigurosos en sus formas como en su trabajo, porque lo que traslucen al público se relaciona con la calidad de su trabajo: ya se sabe, la mujer del César no sólo debe ser honrada, sino parecerla. Así que cuando el señor Viñas se deja llevar por la visceralidad a la hora de analizar un determinado periodo histórico o cuando asimila interesadamente conservadores con «neofranquistas» (recurriendo a la tópica falacia de la imposibilidad de la existencia de una derecha conservadora, democrática y adaptada al sistema, como sí se acaba de reconocer en Chile) ya me puede presentar tropecientos mil CDs de documentos, decir que los archivos del PC son sacrosantos, que Casado era un mentiroso o naranjas de la China: al final resulta un historiador prejuicioso como Moa, Preston, de la Cierva o Jackson, que anteponen su ideología en el análisis de los hechos históricos.

    Que presente los datos que quiera y demuestre sus fuentes, que los demás ya los interpretaremos. No alguien que no sabe distinguir entre conservadores y neofranquistas.

    Saludos

    PD: por otro lado y como de costumbre, buenísima reseña de Farsalia, todo un crack.

  8. Schwejk dice:

    Estimado Farsalia, a toro pasado todos somos Manolete. Que yo sepa, Moradiellos desde su «perfidia de Albión» no ha tenido réplicas, como mucho algunas comillas. El gobierno de su graciosa majestad ayudó muy mucho a los golpistas, desde el mismo inicio de lo que se suponía golpe breve, aunque no incruento. Y a Mussolini, hasta mayo de 1940 bien que intentaron atraerlo a su bando. Lo de España era algo típico de la «raza», de ahí que despertásemos tanta simpatía en México.

    Vamos, que lo que yo tenía entendido es que la guerra fue un fenómeno «typical spanish», no producto de conspiradores internacionales. Hitler mandó a tomar vientos todo cálculo político-estratégico de su propio gobierno obnubilado por Wagner, y Stalin se enteró de lo que pasaba por el Pravda, porque el PCE de José Díaz sólo le decía cosas bonitas.

    Ahora bien, si me tengo que leer las 4.000 páginas de la tetralogía de Viñas, pues…. Vamos, por no alargarme yo tanto también, la tesis de Viñas en «Franco, Hitler y la guerra civil» me parece que era otra; o puede que ambos estemos hablando de cosas distintas, yo de vinculaciones directas, tal y como se entendía en la época, tipo «protocolos de los sabios del Fascismo /jesuítas /Masonería/bolcheviques», y tú (y Viñas-Hernandez) de corrientes históricas, ideológicas y tal y tal.

  9. farsalia dice:

    Hombre, lo suyo es que uno se lea los libros cuyos temas le interesen o le piquen la curiosidad y saque sus propias conclusiones… apriosrismos aparte.

  10. Focio dice:

    # Jordimon :Mi crítica está referida a Jackson que en mi opinión es un autor muy contaminado por la visión que otros compatriotas suyos simpatizantes de la república dieron del conflicto.

    El manejo de las fuentes fidedignas es condición necesaria pero no suficiente para evitar el «sesgo» en un análisis histórico. La «viscelaridad» y mucho más la «ideología» sobran en los análisis históricos rigurosos. El problema del señor Viñas no es su exhaustivo contacto con las fuentes, que no hay porqué ponerlo en duda, sino sus interpretaciones y conclusiones. Su libro sobre el oro de Moscú es un ejemplo de ello.

    Está uno harto del empleo de calificactivos como «neofranquistas» y otros insultos a quienes hacen otras interpretaciones históricas igual de bien documentadas pero diferentes. Magnífico el post de Clodoveo11.

    http://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/los-mitos-de-angel-vinas-48082/

  11. farsalia dice:

    Justamente el señor Viñas hace lo que no hace el señor del artículo que citas: trabajo de archivo a fondo, no refritos bibliográficos. Al señor Viñas le criticaré que en ocasiones la visceralidad aparezca por doquier, pero ese doquier está trufado de un trabajo serio y riguroso, documentado e hipercontrastado; algo que los historiadores neofranquistas (o el palabro que se les quiera dar, tanto me da; los árboles sí me dejan ver el bosque) no hacen ni por casualidad.

    Por favor, no confundamos churras con merinas.

  12. Focio dice:

    No puedo juzgar de primera mano el libro que reseñas porque no lo he leído. Pero estoy harto de leer cosas presuntamente muy bien documentadas con unas conclusiones absolutamente sesgadas.

    Ya he dicho que en el caso de este autor neoizquierdista, exfuncionario franquista, no tengo más que referirme a su libro sobre el oro de Moscú para comprobar sus torticeras interpretaciones supuestamente muy contrastadas.
    Vuelvo a repetir que no hay que confundir la abundancia de fuentes con el uso que se haga de ellas.

    Veo que algunos no tienen claro el riesgo que corre un historiador que ya va cargado de prejuicios cuando se acerca a su objeto de estudio.

    Te recomiendo que te leas el magnífico libro de Edward H. Carr «¿Que es la historia?» por si te sirve para aclararte.

  13. farsalia dice:

    Yo también estoy harto de quienes no leen libros muy bien documentados pero salen por peteneras con comentarios absolutamente sesgados.

    Y si encima esos comentarios sólo provienen a raíz de un libro (y será que este señor no tiene más libros en su haber…), la cosa ya apsa de castaño oscuro.

    Vuelvo a repetir que no hay que confundir las churras con las merinas, las consignas políticas con el trabajo serio, riguroso y documentado. Veo que algunos no tienen claro lo que es un proceso sencillo: a) leer un libro (o varios); b) procesarlo y asimilarlo; y c) sacar conclusiones. Y si hablamos de prejuicios cuando uno se acerca a un objeto de estudio, tenemos un ejemplo paradigmático en casos como los del artículo anteriormente citado.

    Te recomiendo, a estas alturas, que leas. Simple, pura y llamanamente.

    Muy buenos días.

  14. Clodoveo11 dice:

    Hombre, el hecho que sea «neoizquierdista» tampoco es motivo para censurar a nadie per se: fijaos la de gente que ha cambiado de chaqueta en los últimos 35 años, desde las más altas personalidades del Estado hasta el último mono. Lo que sí es preocupante es que esa condición afecte a su trabajo como historiador, sobre todo y como parece ocurrir en este caso con las conclusiones que saca. Seguro que su documentación será contrastable, irreprochable y demás, es decir, real: pero es conocido que los documentos y testimonios tienen muchas interpretaciones, pueden tener muchas intencionalidades, a veces no son fiables y muchas otras veces son sencillamente espúreos. Por no hablar del hecho de tomar unos documentos en consideración y otros no. Si tomamos en cuenta a los clásicos y sus escritos los Julio-claudios fueron unos degenerados de marca mayor: y quizá lo fueron, pero hay que considerar que dependemos de fuentes escasas e interesadas y que hay otros datos que pueden informarnos de otra cosa. Un documento emitido al PCUS puede ser muy irreprochable, pero no tiene porqué ser cierto todo lo que refiere: ya se sabe de cuántas maneras las administraciones autonómicas actuales buscan cubrirse el culo ante sus superiores.

    De todas maneras, y repito, lo que debe hacer el historiador es presentar hechos y documentaciones y dejar que el lector los interprete con todos los elementos de juicio a su alcance: así es como la historia adquiere su caracter más científico y conclusivo. Mal y pobre argumento será el que no caiga por su propio peso a la vista de los documentos, sino que tengamos que apoyarlo con descalificaciones «viscerales» y sesgos ideologizados, como parece el caso. Como el calificar como «neofranquistas» a historiadores que sacan conclusiones opuestas a las del señor Viñas: historiadores que también parten de una toma de posición previa y que igualmente inspiran desconfianza sus conclusiones, y que justifican la actuación de Franco y el bando nacional durante la guerra: pero cuyas adscripciones ideológicas, al igual que las del señor Viñas y en lo tocante a su esfera privada mientras no afecten a su quehacer historiográfico, me la traen floja. Igual me da que Viñas sea comunista reconvertido como que Moa sea ex-terrorista caído del caballo de Damasco: lo que sí exijo a ambos es que tales circunstancias no afecten a su rigor a la hora de trabajar como profesionales de la Historia.

    Y, dada su visceralidad habitual, veo que no es así. Razón por la que no me fío ni de uno ni de otro.

  15. farsalia dice:

    Partes de un error conceptual: igualar a ambos, cuando no es así. No se puede poner a la misma altura el trabajo de ambos, cuando uno (Viñas y Hernández en este caso) realizan un trabajo sobre fuentes, mientras que el otro (el señor del artículo) no. No es lo mismo, amigo mío. Le puedo reprochar a Viñas su visceralidad en algunos comentarios, pero tengo meridianamente claro que su trabajoe sorbe fuentes es riguroso; en el otro caso, inexistente. Las conclusiones a las que llegan Viñas y Hernández quedan ya al ojo del lector, pero se basan en datos empíricos; las de otros, neofranquistas o lo que sea, se basa en la reiteración de los mitos y leyendas, en un escaso (por no decir inexistente) trabajo de archivo.

    No es lo mismo, señores, no, no lo es.

  16. Clodoveo11 dice:

    Como no me gusta hablar de oídas diré que en los 4 libros que poseo del señor Moa (oséase, el señor del artículo, que ni es Yahvé ni nombrarlo supone pecado mortal) -Los orígenes de la GCE, Los personajes de la República vistos por ellos mismos, El derrumbe de la II República y la GC y Los mitos de la GC- aparece un capítulo de notas al final de los mismos (lo cual es un coñazo) en los que aparecen referencias tales como los escritos de Prieto, Zugazagotia, correspondencia de Largo Caballero, memorias de Azaña, Alcalá Zamora, Gil Robles y otros; de hecho, el 2º de los libros que he referido es casi al completo declaraciones de personajes. Entre sus fuentes aparece asimismo Salas Larrazábal o Bolloten, quienes no creo que te parezcan unos gilipollas; y ha buceado en los archivos de la Fundación Pablo Iglesias o el AHN.

    Es decir, que el trabajo de archivo del señor Moa no es precisamente inexistente o escaso. Como tampoco el del señor Viñas, de quien he leído En las garras del Aguila, un libro dedicado a las relaciones diplomáticas españolas con EEUU en el último siglo, y asimismo trufado de notas y referencias. Así que el problema no es de datos empíricos, puesto que ambos los tienen en cantidad: el problema es de la interpretación que estos señores dan a esos datos y de la que nosotros queramos dársela. Y ahí es donde radica todo el problema de la historiografía de la GCE y de todo el panorama contemporáneo por extensión. Viñas recoge determinados datos y los codifica en una determinada clave: Moa recoge otros y los codifica en la opuesta. Tampoco podemos esperar que presenten TODOS los datos, tanto porque seguramente no les interesa (en aras de sus tesis) como por la dificultad intrínseca a ello. Por eso no podemos documentarnos sólo por lo que diga Moa o Viñas o Pepita Pérez, sino por más vías. Y a partir de ahí formarnos, como dices, una opinión con lo que más nos convenza: con lo que la tarea, como ves, tiene su aquél.

    Así que lo que hay que hacer no es sino leer libros (de Viñas y de Moa), procesar y asimilarlos (sean de Viñas o de Moa) y sacar conclusiones, que no tienen porqué ser ni las de Viñas ni las de Moa.

  17. farsalia dice:

    Clodoveo dixit:

    «[…] Prieto, Zugazagotia, correspondencia de Largo Caballero, memorias de Azaña, Alcalá Zamora, Gil Robles y otros […] Entre sus fuentes aparece asimismo Salas Larrazábal o Bolloten, quienes no creo que te parezcan unos gilipollas; y ha buceado en los archivos de la Fundación Pablo Iglesias o el AHN.»

    Esto también puedo hacerlo yo, vamos… No es un trabajo de archivo, es un trabajo bibliográfico. También ha escrito libros en los que se basa, exclusivamente, en prensa de la época para «caracterizar» a un partido como el PSOE… como si todos los escritos de Largo Caballero fueran el PSOE.

    Un trabajo de archivo, dentro y fuera de Espoaña, supone mucho más que recopilar fuentes. Implica un análisis de los mismos en profundidad (sin quedarse en lo que se dice superficialmente), en contrastarlos con otros archivos, en ponerlos en contexto y leer entre líneas cuando parece que no dicen gran cosa. Eso, el señor Moa y sucedáneos no lo hacen. Viñas recoge todos los datos disponibles y los pone en situación; Moa y los de su cuerda cogen aquellos datos que les interesan y los ponen en SU situación. Si un autor pone TODOS los datos a su disposición (y eso lo hacen Viñas y Hernández en este libro), ahí vemos un trabajo de investigación. Algo que en Moa y demás aún está por ver.

    Así pues, lo reitero: no juntemos churras con merinas. Saquemos nuestras conclusiones, pero no me vengan con la igualdad cuando esa igualdad es frívola y devalúa el buen trabajo poniéndolo a la misma altura que el malo.

  18. Schwejk dice:

    Sólo se puede llamar a Viñas «neoizquierdista» desde el desconocimiento de su biografía. En cuanto a comparar trayectoria vital, profesional, estudios oficiales, conocimiento de idiomas, publicaciones, etc., entre Viñas y Moa… ya es de risa. El que Moa lo califique de «lisenkiano», por lo menos tiene su gracia, pero también supone ignorar precisamente cómo sus tesis, desde la historia económica, se daban de tortas con las oficiales de los setenta y ochenta, cuando Moa, hay que reconocer más joven, se dedicaba a otros menesteres.

    Que conste que a mí hace tiempo que me aburrió el tema de la GCE y que he leído a ambos «bandos». Los libros de Viñas eran siempre muy neutros de expresión y, reconozcámoslo, terriblemente áridos. Moa en su tetralogía inicial algo menos, luego se despendola con «los mitos de la GCE», y tampoco he seguido leyéndolo.

    Pero la diferencia entre ambos creo que va más allá de las que indica Farsalia, y no tiene nada que ver tampoco con el «antiacademicismo» de Moa. Yo más bien creo percibir una completa falta de empatía y de sentido de la historia. Para él la historia económica, por ejemplo, no tiene ninguna importancia. Sólo hay políticos, discursos y periódicos. No existe la historia de las mentalidades, todo lo «analiza» como si su sistema de valores (el del d. Pío desde el 2001, más o menos) fuera el único existente y válido no ya ahora, sino para los godos, el siglo XV o los años treinta del siglo XX. Eso le puede valer para escribir novelas del estilo de José Luís Corral, pero no historia. Claro que aquí tendríamos que empezar a hablar acerca de qué concepto tenemos de historia, pero bueno, si desde «el otro lado de la colina» nos citan a Carr… ¿le contestamos con Ranke?

    Cordiales saludos

  19. Focio dice:

    Entrevista de Isabel Bugallal al Señor Viñas Diario laopinioncoruña.es Julio 2009.

    Periodista =
    -¿Las potencias dejaron sola a la República?

    Respuesta de A.Viñas =
    -La República combatió sola y murió sola. Y se la ayudó activamente a morir. Para mí el malo de la película es Inglaterra. Inglaterra ha sido siempre el malo de la película en relación a la historia española. De los años treinta a los sesenta fue el malo. Sé que es poco diplomático decirlo. El comportamiento con la dictadura franquista no está suficientemente estudiado. Son los ingleses los que salvan a Franco.

    Esto es una muestra palpable del «rigor» que se gasta el señor Viñas. Lo dicho, el problema no son las fuentes, es el autismo de este señor. Eso sí, muy documentado él y con un impresionante curriculum.

    Según su «docta» interpretación de las «fuentes» la URSS no intervino en la guerra civil apoyando a la República. Y por supuesto, a Franco no lo salvó la ayuda Italo-Alemana. ¡Que va!, eso es un mito de la historiografía neofranquista.

    En otra parte también se descuelaga afirmando que el frente popular luchaba por la democracia y la libertad. Claro, y admito pulpo como animal de compañía.

    Señores, apliquense ustedes la seriedad que demandan a los demás.

  20. Focio dice:

    Perdón por el error de duplicar, no era mi intención.

  21. farsalia dice:

    El problema son las fuentes cuando se manipulan, no vengamos ahora con solipsismos baratos.

    En esa misma http://www.laopinioncoruna.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009070700_16_301909__Contraportada-Angel-Inglaterra-siempre-sido-malo-pelicula
    /a> a Viñas:

    «Yo crucé la documentación republicana con la franquista, la soviética, la francesa, la inglesa, la alemana y la italiana. Esto no se había hecho nunca porque, en general, la historia la han escrito los vencedores, que tenían la necesidad de demonizar a los vencidos, y por la repercusión de las disensiones republicanas en el exilio. Y, sobre todo, en la historiografía más seria pero de cuño conservador, debido a la inserción del paradigma de la Guerra Fría. Se ha tratado de explicar la Guerra Civil al calor de la Guerra Fría, como cruzada anticomunista. Y, para ciertos historiadores conservadores, sobre todo anglosajones, nunca se es lo suficientemente anticomunista. Y esto ha distorsionado enormemente la historiografía.»

    Que Moa y lo suyos hagan algo similar, contrastar la documentación, estña por ver.

    «Stalin quería demostrar a las potencias fascistas que la agresión sería contestada con las armas, y hacer ver a los franceses que quería contener la expansión alemana. Lo que le interesa a Stalin es la realpolitik y, cuando los japoneses avanzan sobre China y se acercan a la frontera soviética, se convierte en el foco de atención y la República paga el pato. Hay que cuestionar la historiografía franquista y conservadora, que sostiene que Stalin quería establecer en España una república popular. Stalin no quería eso, pero esa idea fue la idea que alimentó Franco para sustentar la cruzada anticomunista. Franco es un dictador pero lo encubre con la cruzada anticomunista, y lo ayuda la Iglesia católica, machacada por los atropellos cometidos en la zona republicana, sobre todo por los anarquistas, pero esto se olvida porque como eran furiosamente anticomunistas, son malos pero menos malos porque Franco tiene que explicar la guerra en clave anticomunista y presenta una imagen falsa de lo que pasa para amedrentar a las democracias occidentales.»

    Lea bien, amigo Focio, lea bien…

  22. Clodoveo11 dice:

    Pues Largo Caballero no sería el PSOE, pero que yo sepa no era el botones que llevaba los cafés. Y su política pesó, y mucho, en la actuación del PSOE en la guerra, por lo menos en un principio.

    No sé porqué el investigar en los archivos de la fundación Pablo Iglesias o en el AHN tiene que ser más despreciable a la hora de hacer historia que presentar fuentes diplomáticas, que tampoco son palabra de Dios para cualquiera que sepa del tema. Ni porqué lo que reflejan los periódicos, discursos parlamentarios, memorias de los personajes implicados y demás sea de mayor o menor confianza que lo que se extraiga de archivos con más o menos dificultad. Todo hace historia, y todos son materiales igualmente respetables (o no) a la hora de hacernos una idea sobre lo que ocurrió. Lo revelador y lo falaz se encuentra en cualquier nivel que queramos explorar, y las posibilidades de manipulación también.

    Al final la idea que nos hagamos de lo que pasó en una época se compone de todos estos materiales, y para la GCE los hay en cantidades industriales: pese a ello es la etapa histórica más polemizada, y no es sino por la distorsión y manipulación que se hace de tales fuentes. Y la hacen personajes como Moa y Viñas, que a la hora de hacer historia se presentan AMBOS como dos hoolligans, lo cual distorsiona su competencia a la hora de hacer historia. Y hasta que no nos demos cuenta de esos prejuicios (de los que nos hacemos eco y parte) no avanzaremos nada a la hora de considerar un periodo histórico que no es sino, a la postre, como la guerra del Peloponeso o la primera Cruzada. Con una diferencia: que los datos a nuestra disposición son innumerablemente más ricos y numerosos, y por ello podemos hacernos una idea muchísimo más exacta del mismo. Pero no, tenemos que joderlo todo con nuestras filias, fobias, con que éste nos mola más o con que éstos mataron a mi abuelo.

  23. farsalia dice:

    Y también pesó la política de Prieto, la de Negrín, la de Besteiro,… Largo Caballero no era todo el PSOE, ni siquiera controló el partido.

    No se trata de que consultar ciertos archivos sea «despreciable». sino dd que el trabajo de archivo va más allá de una fundación privada o el caos del AHN, donde precisamente no abunda el fondo de documentos sobre la Guerra Civil. Un trabajo serio va mucho más allá de un refrito bibliográfico, no contrastado con fuentes de archivo y primarias. Y con eso se hacen libros, pero no buenas investigaciones. Cuando Moa y los suyos hayan trabajado a fondo en archivos nacionales e internacionales especializados en la Guerra Civil (algo que gente como Viñas sí ha hecho), entonces podremos comparar ambas maneras de trabajar.

    Viñas lleva años realizando un trabajo contrastado y riguroso. Moa, no. Quizá ambos sean hooligans, pero desde luego hay una enorme diferencia entre el trabajo de uno y el de otro. Y eso va más allá de filias y fobias, se demuestra apenas echando un vistazo a .la documentación utilizado; ya ni te cuento si encima te lees a fondo lo que se escribe.

    Lo reitero: no mezclemos churras con merinas.

  24. David L dice:

    Interesantísima reseña farsalia, he leído los tres libros precedentes a éste y solamente me falta rubricar este gran estudio sobre la II República en la guerra con esta última publicación. Llego un poco tarde al debate, pero bueno, voy a dar mi punto de vista.
    Mi opinión sobre la trilogía de Viñas no puede ser más positiva, ha sido un trabajo excelente de documentación que bien merece un elogio. Podremos decir que en los archivos no está toda la verdad, pero también podemos afirmar que sin ellos muchos de los hechos históricos que se debaten entre los historiadores no tendrían una explicación tan clarificadora en algunos aspectos. Ya comenté en otra ocasión que una obra o estudio histórico no puede infravalorarse por la ausencia de fuentes primarias, yo sí creo que una buena recopilación bibliográfica puede lograr un buen libro de historia. Ahora bien, si un trabajo utiliza la documentación, alguna de ella inédita, para apoyar una tesis histórica no voy a ser yo quien le niegue un plus de merito a tener en cuenta a la hora de valorar una obra como la mencionada de Viñas. Ahora entraré un poquito más en la trama del libro.

    Me considero un gran aficionado a la Guerra Civil española, he leído y sigo leyendo libros sobre el tema, mi experiencia personal en un tema tan delicado como es el de la contienda española es que por mucho que se quiera formar grupitos A o B, como ha comentado anteriormente Clodoveo, estos no existieron y no existen como tal. Muchos hablan de equidistancia, pero es que si no afrontas un tema tan polémico como el de la GCE con una cierta distancia acabas enzarzado en discusiones pasionales que no llevan a nada. Así lo veo yo.

    Viñas, junto con Fernando Hernández Sánchez, un gran especialista este último en el estudio del Partido Comunista, apoyan una tesis que a mí me parece creíble y que no es otra que la inflada influencia comunista durante la GCE. Negrín ha sido siempre acusado de ser un dirigente preso de las influencias soviéticas, algo que a mi parecer no es del todo cierto. El dirigente socialista descubrió rápidamente que sin la ayuda de Francia y GB la República lo iba a tener difícil para oponerse al bando nacional o franquista, de ahí que la solicitada ayuda soviética tuviera como fin último conseguir atraer hacia el bando republicano a las democracias occidentales. Frente al pesimismo de Azaña, Negrín se puso al mando de la nave republicana y decidió que algo había que hacer. Puede que para algunos este supuesto pueda ser disparatado, pero no podemos obviar que la URSS “cortejaba” en aquellos años de entreguerras a Francia y a Inglaterra para asegurar sus objetivos geoestratégicos frente al auge del nazismo alemán, el fascismo italiano y el imperialismo japonés. Tanto Stalin como Negrín se utilizaron en cierta medida, cada uno con sus intereses de por medio. Una vez que en Munich las democracias occidentales cedieron ante Hitler, el binomio Negrín-Stalin tenía fecha de caducidad, deteriorándose la relación de fuerzas republicanas hasta tal punto que Casado, Besteiro, y Mera, representantes de tres sectores antinegrinistas, acabaron por unir sus fuerzas contra este último. El Partido Comunista era la única fuerza política en la que Negrín podía apoyarse después de lo de Munich, a pesar de que él seguía siendo partidario de un Frente Popular que mantuviera cierta un unidad política capaz de mantener una resistencia a toda costa. La prueba más palpable de que sólo el PCE no podía monopolizar a la República lo vemos tras el golpe de Casado. Nadie descubrió los manejos de los Casado y compañía hasta que fue prácticamente un hecho el golpe. Además, un detalle que creo que no se ha valorado en su justa medida es la declaración de guerra decretada por Negrín en enero de 1939, esto conllevó ofrecer el poder a los generales Miaja y Matallana en la zona Centro, por lo que el poder civil, hasta entonces predominante, pasó al militar sin asegurarse, como así hubiera sido si el PCE dominara la situación, el dominio de la capital para los comunistas.

    Se me olvidaba comentar una afirmación de Viñas con la que no estoy nada de acuerdo. En concreto se trata de la acusación de inanición de Azaña a la hora de intentar buscar un acuerdo de ayuda con GB y Francia durante la guerra. Viñas se sitúa en este punto totalmente alineado con Negrín, es decir, para éste la ayuda franco-británica debía servir para derrotar, al menos inicialmente, al bando nacional. Para Azaña, desde prácticamente el primer día, la ayuda de las democracias occidentales deberían servir para llegar a un acuerdo de mínimos que evitara una mayor prolongación del conflicto. Azaña siguió intentando prácticamente hasta el final una mediación de Francia y GB en la GCE, muchas veces a espaldas del Jefe de Gobierno, con el consiguiente deterioro entre ambas personalidades.

    Un saludo.

  25. juanrio dice:

    No he leído a ninguno de los dos autores, Viñas o Moa, pero si me molesté en mirar la bibliografía del libro de Moa «Los mitos de la guerra civil»; de un plumazo aniquilaba cualquier intento de seguirla, según él nada merecía la pena salvo De la Cierva y Salas Larrazabal (creo que no hablaba de ninguno más aunque hablo de memoria) Si eso es toda la bibliografía que maneja Moa….me temo que no, de eso no va esto de escribir sobre la Guerra Civil. Se necesita un poco más de rigor e investigación en todos los ámbitos. Por supuesto todo está sujeto a interpretación, pero cuanto menos de esto haya en un trabajo, mejor. A los historiadores hay que exigirles rigor y tengo la impresión de que esto es algo que no abunda.

  26. farsalia dice:

    Esperaba tus comentarios, David. ;-)

  27. Clodoveo11 dice:

    Ya me extraña que un hooligan realice trabajos «contrastados y rigurosos». Me da que si uno es hoolingan sus filias y fobias al final influyen en su quehacer, sea a la hora de seleccionar fuentes, sea a la hora de ofrecer conclusiones. Además y repito, si las conclusiones derivadas de tales fuentes fuesen tan impepinables caerían por su propio peso y no habría necesidad de reafirmarlas con actitudes sectarias, cosa que ambos autores hacen. Y ahora me dirás que el historiador tiene derecho a tener ideología, y así es, pero no hasta el punto de que desvirtúe su trabajo científico.

    No caigamos en la excesiva reverencia a los archivos secretos, las fuentes novedosas, las investigaciones de tropecientos mil años y los apartados de notas de doscientas páginas de extensión. Si toda esa información es sectaria, poco veraz, contrastada interesadamente o desconectada de otros datos, su valía como elemento de juicio será como mínimo dudosa. Si se halla y demuestra que Hitler no emitió orden alguna del Holocausto
    y resulta que era el dictador omnímodo de Alemania en el mismo momento que se masacraban 6 millones de judíos, ya me puede Irving cantar la Traviata que ya sabré a quién creer. Si las cuentas del Estado y los registros dicen que no hubo corrupción pero las pruebas implican a todos los subordinados en la misma, ya puede Felipe González decirme que no leía los periódicos. Y si Stalin le contaba a Pascual que había que inculcar que el PC buscaba una democracia con derecho a voto y el respeto a la propiedad propiedad privada y comprobamos la actuación del mismo en Europa del Este y en otros comunismos, está por ver el rigor y contrastación de las interpretaciones de Viñas.

  28. farsalia dice:

    Clodoveo dixit:

    «No caigamos en la excesiva reverencia a los archivos secretos, las fuentes novedosas, las investigaciones de tropecientos mil años y los apartados de notas de doscientas páginas de extensión.»

    ¿En qué tenemos que confiar, pues? Si no tenemos que hacer caso a los datos, a las fuentes, ¿a qué se lo vamos a hacer? ¿A las interpretaciones de cualquiera que hace un refrito bibliográfico? Las conclusiones se hacen cuando uno analiza esos datos, esas fuentes, esos archivos. Si apriorismos.

    Clodoveo dixit:

    «Si toda esa información es sectaria, poco veraz, contrastada interesadamente o desconectada de otros datos, su valía como elemento de juicio será como mínimo dudosa. Si se halla y demuestra que Hitler no emitió orden alguna del Holocausto»

    Si esa información es sectaria o poco veraz, se demostrará analizándola, no considerando apriorísticamente que no debemos sentir reverencia ante esas mismas fuentes. ¿Qué hacemos con los datos, pues? ¿Los contrastamos o no?

    Clodoveo dixit:

    «demás y repito, si las conclusiones derivadas de tales fuentes fuesen tan impepinables caerían por su propio peso y no habría necesidad de reafirmarlas con actitudes sectarias, cosa que ambos autores hacen.»

    No te confundas: ambos autores no son lo mismo, por mucho que te empeles en centrarte en los árboles, dejando de lado el bosque.

  29. David L dice:

    Yo creo que hay que analizar con propiedad los acontecimientos históricos situándolos en su contexto temporal, en concreto, me refiero a la actuación de la URSS de la posguerra mundial frente a su posición internacional durante el período de entreguerras. La URSS entre 1936 y 1939 era una potencia sin poder suficiente como para derribar gobiernos o, al menos, como para intentar implantar un régimen comunista en Europa. Su política exterior se basaba en intentar influir a través de las secciones nacionales del Partido Comunista(PC) en la gobernabilidad exterior de los respectivos países. No lo logró ni en Alemania, ni en Francia, solamente durante la GCE mantuvo cierto peso su influencia, pero no la suficiente como para implantar un régimen comunista en la Europa Occidental, algo que GB y la propia Francia no hubieran aceptado de buen grado. Alguno se preguntará cómo hubieran podido evitarlo, la respuesta está en que a la propia URSS no le interesaba agraviar a ambas potencias, sino todo lo contrario, las necesitaba para frenar las ansias imperialistas de Alemania y el Japón. En 1945 ya es otro cantar. La URSS emergía como una gran potencia mundial y no necesita la condescendía de ingleses o franceses, ahora sí que podía influir y gestar gobiernos pro soviéticos. Lo hizo en la Europa Central y del Este y lo intentó en la misma Francia, pero eso ya era algo que no estaba tan al alcance de la mano soviética. Como veis, las diferencias entre los finales de los años 30 y la posguerra mundial fueron más que evidentes.

    Un saludo.

  30. Schwejk dice:

    Focio, quien cortaba el bacalao en Europa en 1936 era el Reino Unido. Quien inventó el «Comité de no intervención» y concedió de facto estatuto de cobeligerante a los golpistas fue el Reino Unido. Quien convenció a Francia para que no auxiliase a la República, pese a estar gobernada, qué casualidad, por un Frente Popular, fue el Reino Unido. De cara al exterior lo hacía para preservar la paz y que no evolucionase hacia una guerra mundial. Pero existían otros motivos e intereses. Y siiempre auxilió y favoreció al bando rebelde de forma más o menos discreta, ya desde entidades financieras o desde Gibraltar, lo suyo no fue un simple pecado de omisión.
    Sin ese decidido apoyo las armas y personal italiano y alemán no habrían llegado nunca a la península, y la república no habría tenido que depender de la URSS o pagar al contado y con oro sus suministros. Simplemente, si no hubiera presionado al gobierno francés con abandonarlo ante Hitler, la evolución de los acontecimientos podría haber sido muy distinta.

    David L, me extraña que aún nadie te haya replicado con el «España traicionada», unas 500 páginas de documentos de los archivos soviéticos que literalmente «dicen» justo lo contrario… para el que sólo sepa leer una letra detrás de otra.

    Saludos

  31. Clodoveo11 dice:

    Farsalia:

    Me parece que nuestras posiciones respectivas están bastante claras y lo que añada en lo sucesivo no será sino redundante. Viñas ofrece unos datos (los que le interesan para amparar sus tesis previas y preconcebidas) que no contrasta con lo que sucedió de hecho y que está documentado en periódicos, memorias de protagonistas y la propia evidencia de los hechos, todas esas fuentes tan menores y despreciables. Y con ello actúa exactamente igual que Moa, Preston u otros. Ya comenté que de Viñas había leído En las garras del águila, libro en el cual dejó evidente su modo de proceder: parte de una toma de posición previa (Franco era muy malo y Felipe González un santo) y recoge documentación a gogó para reforzar su maniqueísmo. Claro, saltando por encima del hecho de que FG nos dejó en la OTAN sin deshacer lo hecho por la UCD y en contra de lo que anunció en la campaña del 82, con lo que el abandono de las bases dejaba de tener la importancia de años atrás.

    En relación al tema de la GCE ocurre lo mismo: Viñas asume unos presupuestos previos y se pone a buscar documentos que respalden esos presupuestos; lógicamente, lo que no los respalda o lo obvia o lo ningunea, como hace el 90% de la historiografía sobre el conflicto. Para empezar, ya asume la defensa previa de Negrín y busca documentos para respaldarla: «Yo he defendido a Negrín desde pequeñito, desde que empecé a trabajar sobre temas republicanos en 1974». Pues como historiador no tiene porqué defender ni a Fulano ni a Mengano, sino estudiar el personaje y ofrecerlo con sus claros y sombras, que es lo que suele ofrecer casi todos los personajes históricos salvo que uno se meta a hacer hagiografías.

    Y como ya parte del hecho previo de defender a Negrín, todo lo que busca sobre él o le favorece o lo interpreta en clave favorable. Algunas perlas cultivadas:

    -«El oro de Moscú fue una operación escrupulosamente legal entre estados», cuando resulta que ejecutó las operaciones sin consentimiento del parlamento ni de la jefatura de gobierno, y olvidando la naturaleza coactiva de las requisitorias para formar tales depósitos, cosa que no angustia la conciencia democrática de Viñas y que demostró el anarquista (no neofranquista) Olaya.

    -«Negrín no fue un juguete de los comunistas, todavía tenía poder en 1939». Sí, todo el que le permitían los comunistas a los que servía y que poseían la manija de la guerra con sus envíos menguantes pero continuados de armas. A esas alturas y con todo perdido los soviéticos pensaban más en prepararse para lo que se avecinaba que en reflotar un barco hundido y partido en dos: no hace falta pegarse 6 meses en Moscú para tan brillante conclusión.

    -«El oro fue un escudo para Negrín, pero no fue una entrega. Fue un depósito hecho para movilizar el metal ya fuese en París o en Moscú. » Ya. ¿Porqué no lo depositó en NY o Londres? ¿A quién pretende engañar Viñas?

    -«Negrín pensó que podrían resistir hasta enlazar con un conflicto europeo y la República pudiese ofrecer algo a Francia». Vaya, ahora ya no es Franco el único que quería prolongar criminalmente un conflicto perdido. ¿Y qué iba a ofrecer Francia a la República? Bastante tenían los franceses con procurar que la revolución no se extendiese a su territorio, razón básica por la que no ayudaron a la República.

    -«Inglaterra siempre ha sido el malo de la película con España» El malo, fíjate. ¿Malo por no querer apoyar una revolución comunista, anarquista o demás, que era en lo que se había transformado la República? Quizá si la apariencia exterior que daba la República no hubiese sido tan antidemocrática la actitud inglesa hubiese sido otra… pero claro, eso también lo obvia Viñas, quien asume que todo en la República era perfecto y los malos los demás. Muy riguroso, sí. Mal vamos cuando un historiador pretendidamente riguroso saca a los buenos y los malos a pasear… sobre todo en relaciones internacionales, presididas por el interés. Este es de los que dicen que fuimos «malos» por tener colonias en América 300 años.

    Y ahora, la mejor:

    -“Stalin defendió la democracia Española y no para instaurar una dictadura del proletariado sinó para defender la república democratica que existía». Claro, porque a través de dicha república controlada por Negrín España se convertía en un aliado prosoviético comunista, como lo demuestran las comunicaciones de comisarios políticos a Moscú a fines del 38 en las que Negrín buscaba la creación de un frente nacional o un partido «ad hoc» de corte comunista que absorbiese a los socialistas y (atención) al margen del parlamentarismo tradicional… lo cual horrorizaba a Inglaterra, Francia y demás democracias. Lo que ofrecía Negrín era la dictadura post-guerra, no la democracia. Este es el sujeto al que defiende Viñas, todo un «estadista al nivel de Churchill o De Gaulle» que admitió sin rechistar una cruel represión en el seno de la izquierda y que huyó por patas para después partirse la cara con Prieto en el Vita con los despojos de lo que había robado.

    Decía Pierre Vilar que había que «pensar históricamente»: pues bien, hagámoslo así con estos historiadores prejuiciosos que nos inundan de documentos sectariamente escogidos y que pretenden desconectarnos de la realidad de los hechos abrumadoramente consignados por fuentes como testigos presenciales, datos económicos, relatos de la época y otras evidencias ya conocidas.

    Por lo demás, un debate muy interesante (y respetuoso) pero en el yo, por mi parte, no voy a insistir. Para mí Viñas es un sectario de libro al mismo y exacto nivel que Moa. Del mismo modo que Moa es otro sectario con otros argumentos tan sesgados e interesados como los de Viñas. Si a tí te parece mejor Viñas que Moa y más convincentes sus argumentos estás en tu derecho y me parece muy respetable. A mí no me la da con queso Viñas, desde luego: igual a otro sí. Y con ello no digo que no haya que leerlo, como tampoco con Moa. Lean a Viñas y a Moa, pero después juzguen, con el escepticismo en la mano; y piensen «históricamente», por favor.

    David L:

    El hecho de que la URSS no tuviese fuerza internacional en los 30 no significa que no le interesase un gobierno comunista en España, sobre todo si no le costaba excesivamente en material y recursos: a ver a quién le amarga un dulce. Tampoco iba a ser necesario un gobierno directo de la URSS: como demuestran las intenciones de Negrín, bastaba con un Frente Popular de fachada parlamentarista y fiel a sus directrices. Por eso no se negó a ofrecer ayuda a la República cuando se lo pidió: si hubiese tenido miedo a ofender a los occidentales se hubiesen inhibido, y más sabiendo que eran hostiles a ésta, pero aun con todo vió una oportunidad. Cuando ya se vió que la cosa estaba chunga fueron apartando la idea, pero los comisarios soviéticos estuvieron por si acaso casi hasta el final.

    Schwejik:

    En efecto, GB se posicionó claramente con Franco. Cabe preguntarse, como le comentaba a Farsalia, si la cosa hubiese sido distinta de haber funcionado la República como un régimen escrupulosamente democrático y no hubiese albergado o permitido sucesivas revoluciones en su seno. En cuanto a Francia, que yo sepa su FP no propició revoluciones anarquistas, desórdenes públicos o intervenciones comunistas, ni las deseaba en su territorio, por lo que tampoco es que se resistiese heroicamente a las sugerencias inglesas y a evitar el peligro de una posible extensión revolucionaria.
    En cuanto a «España traicionada», un título asímismo tendencioso, es una colección de documentos soviéticos que ni son la Biblia ni tampoco chascarrillos intrascendentes. Hay que tomarlos como lo que son (un conjunto de datos más) y ponerlos en el contexto general de lo que ocurrió para determinar su valor, no usarlos como arma arrojadiza interesada.

    Saludos a todos

  32. farsalia dice:

    Clodoveo dixit:

    «Viñas ofrece unos datos (los que le interesan para amparar sus tesis previas y preconcebidas) que no contrasta con lo que sucedió de hecho y que está documentado en periódicos, memorias de protagonistas y la propia evidencia de los hechos, todas esas fuentes tan menores y despreciables. Y con ello actúa exactamente igual que Moa, Preston u otros.»

    Sigues mezclando churras con merinas: Viñas investiga sobre fuentes primarias, especialmente archivísticas; Moa, ni de lejos. Trata de igualarlos, si te place, pero no son lo mismo. Cualquiera que lea los libros de Viñas y luego los de Moa, enseguida se da cuenta de ello.

    Clodoveo dixit:

    «ya comenté que de Viñas había leído En las garras del águila, libro en el cual dejó evidente su modo de proceder: parte de una toma de posición previa (Franco era muy malo y Felipe González un santo) y recoge documentación a gogó para reforzar su maniqueísmo.»

    No puedo seguir un debate si de un autor como Viñas sólo has leído un libro, y no la trilogía de la GCE o el volumen de esta reseña. No estamos en igualdad de condiciones.

    Clodoveo dixit:

    «Por lo demás, un debate muy interesante (y respetuoso) pero en el yo, por mi parte, no voy a insistir. Para mí Viñas es un sectario de libro al mismo y exacto nivel que Moa. Del mismo modo que Moa es otro sectario con otros argumentos tan sesgados e interesados como los de Viñas. Si a tí te parece mejor Viñas que Moa y más convincentes sus argumentos estás en tu derecho y me parece muy respetable. A mí no me la da con queso Viñas, desde luego: igual a otro sí. Y con ello no digo que no haya que leerlo, como tampoco con Moa. Lean a Viñas y a Moa, pero después juzguen, con el escepticismo en la mano; y piensen “históricamente”, por favor.»

    A mí me parece mejor Viñas que Moa por el hecho de que hace un estudio completo; Moa, ni de lejos. Pensando históricamente, como diría Pierre Vilar, está claro quien sabe trabajar y quien no.

  33. lucano dice:

    Hola a todos, excelente y muy trabajada reseña, farsalia, que nos permite ver perfectamente el contenido esencial del libro, cosa bastante difícil en obras de esta magnitud.

    Es natural que surja la controversia de siempre con estos temas, puesto que la guerra civil está viva-en mi opinión muy lamentablemente- incluso en la política más reciente. Acercarse a ella desapasionadamente, aunque se haga de forma metodológicamente impecable, se me antoja imposible.
    He leído los dos primeros libros de la serie, y reconozco que el tercero no despertó mi interés por entender que la ideología del autor pesaba en exceso en los libros previos (por poner un ejemplo sus tesis en el asunto del oro). Vista la reseña, es posible que me acerque a este libro si realmente merece la pena para conocer más datos sobre el PCE en la guerra. Creo que para valorar su actuación no hay que olvidar que los partidos comunistas de los años 30 eran internacionalistas y actuaban en obediencia absoluta a Moscú, independientemente de los intereses nacionales de sus países-los que no lo hacían eran suprimidos, como el POUM-, como se vio también con el caso de la actuación-o falta de ella- de los comunistas franceses en los primeros tiempos de la ocupación alemana, como «efecto colateral» del pacto Molotov-Ribentropp.
    Me resulta un tanto ingenua la idea de que Negrín se sirvió de Stalin lo mismo que éste de él. Y completamente alejada de la realidad la idea de que Negrín, al igual que Azaña, quería finalizar la guerra. Muy al contrario, intentaba prolongarla a toda costa para poder ganarla con ayuda extranjera (francesa sobre todo) si estallaba la guerra europea. Lo de que Franco «debería hacerle un monumento a Casado» se comenta por sí mismo; me parece un hecho objetivo que su golpe ahorró mucha sangre, y al final si Negrín se hubiese salido con la suya los alemanes hubieran barrido a una agonizante república con la consiguiente catástrofe humana (hubiese sido digna de ver la pirueta ideológica de los comunistas para no oponerse demasiado a hitler, en plena «luna de miel» de ambos dictadores, España hubiese sido un precio razonable a cambio de un buen trozo de polonia, de rumanía y de finlandia, amén de las repúblicas bálticas.)
    un saludo a todos

  34. David L dice:

    Clodoveo dixit:

    «El hecho de que la URSS no tuviese fuerza internacional en los 30 no significa que no le interesase un gobierno comunista en España, sobre todo si no le costaba excesivamente en material y recursos: a ver a quién le amarga un dulce. Tampoco iba a ser necesario un gobierno directo de la URSS: como demuestran las intenciones de Negrín, bastaba con un Frente Popular de fachada parlamentarista y fiel a sus directrices. Por eso no se negó a ofrecer ayuda a la República cuando se lo pidió: si hubiese tenido miedo a ofender a los occidentales se hubiesen inhibido, y más sabiendo que eran hostiles a ésta, pero aun con todo vió una oportunidad. Cuando ya se vió que la cosa estaba chunga fueron apartando la idea, pero los comisarios soviéticos estuvieron por si acaso casi hasta el final.»

    Solamente una pregunta: ¿Qué ganaría la URSS complicándoles la existencia a Francia y a GB en su «patio trasero» ante el auge cada vez más descarado de Alemania e Italia? La URSS sabía claramente en 1936 quien o quienes eran sus enemigos: Alemania y Japón. Para ello necesitaba la ayuda de inglaterra y de Francia respectivamente. No tiene ninguna lógica querer instalar un régimen comunista en España que alarmara en exceso a las democracias occidentales.

    lucano dixit:

    «Me resulta un tanto ingenua la idea de que Negrín se sirvió de Stalin lo mismo que éste de él. Y completamente alejada de la realidad la idea de que Negrín, al igual que Azaña, quería finalizar la guerra. Muy al contrario, intentaba prolongarla a toda costa para poder ganarla con ayuda extranjera (francesa sobre todo) si estallaba la guerra europea»

    Negrín sabía que los únicos que mantenían la unidad y la determinación de resistir eran los comunistas, así que tuvo bien claro a quien debía arrimarse. Los necesitaba, al igual que los comunistas a él. El PSOE era una caja de grillos, los anarquistas iban a su bola, y los republicanos burgueses, Azaña, anhelaban un acuerdo de paz que acabara con la tragedia de la guerra. Además, los comunistas utilizaron la figura de un socialista no caballerista para ofrecer una imagen exterior de moderación y de colaboración con las fuerzas que habían formado el Frente Popular. En cuanto a Azaña, si hubiera podido hubiera llegado a algún tipo de acuerdo, con la intermediación de Francia y GB, rápidamente. Por supuesto, se buscaba una paz que no llevara consigo represalias y, para ello, Azaña confiaba en la determinación de franceses e ingleses. Cuando él se enteró de la inanición de ambos países ante el conflicto español su pesimismo fue tremendo, sabía que la República lo iba a tener muy difícil para ganar la guerra sin el apoyo de estas dos naciones.

    Un saludo.

  35. Clodoveo11 dice:

    Farsalia:

    Simplemente apuntar que, efectivamente, sólo he leído el libro referido de Viñas y no la trilogía. En cualquier caso, ya he comentado algunas ideas de Viñas que salen de su trilogía.

    David L:

    Para la URSS Inglaterra y Francia podrían ser aliados circunstanciales, pero ideológicamente eran potencias burguesas opositoras. Con un régimen simpatizante en España tenía mucho que ganar y poco que perder: aparte de experimento para la expansión de las ideas comunistas en Occidente, podría servir como elemento coactivo para el fascismo centroeuropeo y cabeza de playa mediterránea para fines militares, dada la confianza de Stalin en sus fuerzas. Debe asimismo recordarse que Stalin apoyó a la República iniciada la guerra y la revolución social, y no antes: siempre podía esgrimirse el rechazo al fascismo expansivo para justificar la intervención ante Inglaterra y Francia, y el momento era oportuno dado que ya había comenzado la revolución, por lo que ya no podía acusársele de instigador. Tampoco Inglaterra y Francia reaccionaron negativamente a la República hasta que estalló la guerra y se desató la revolución interna, con el peligro expansivo que suponía: incluso la intervención soviética imponiendo un régimen títere parlamentario podría haberse considerado como una pacificación positiva del entorno occidental, llegado el caso.

  36. Miles dice:

    No soy de los habituales del foro, pero hice ya algunos comentarios y nunca dije algo que debía: gracias, porque gracias a Hislibris y sus miembros he leído muy buenos libros de historia, y evité leer otros que eran pésimos o no tenían calidad suficiente. Gracias a todos.

  37. Miles dice:

    En cuanto a Viñas, es un excelente historiador, siempre preocupado por la documentación, puntilloso diría yo. Su visceralidad viene, sin duda, por los ataques personales, porque su obra basada en documentación es inatacable, digan lo que digan, los propagandistas «neofranquistas», (término que no entiendo, porque de neo no tienen nada). No le perdonan la publicación de su primer libro sobre el «oro de Moscú», uno de los sacros mitos del franquismo. En cuanto a las leyendas interesadas del fin de la guerra, hace ya años Alpert descubrió la Gaceta Oficial en que venían los nombramientos militares que, según Casado y otros, provocaron el golpe; según ellos y los franquistas, se nombraban a militares comunistas en los puestos vitales de las Fuerzas Armadas republicanas. El descubrimiento de Alpert, dejó al descubierto estas mentiras interesadas, no había tal, excepto el nombramiento de un comunista para la jefatura de la Base Naval de Cartagena, que se consideraba la «puerta» de evacuación marítima a Argelia con mercantes protegidos por toda la Flota. La defección de Buiza y el posterior levantamiento profranquista, echó al traste ese plan.

  38. APV dice:

    Leída la Triología voy a arrancar con el Desplome.

    Quizás excesivamente negrinista y a veces se deja llevar en sus críticas a otros autores, pero justifica documentalmente muchas de sus razonamientos.

  39. David L dice:

    Con la lectura de este último tomo que Ángel Viñas ha dedicado al estudio de la República en la Guerra Civil española pongo fin a tan interesante trabajo que comenzó con la trilogía que publicó también Crítica del mismo autor sobre el tema.

    El debate surgido en torno a esta obra ha quedado de manifiesto en los anteriores comentarios vertidos por los compañeros lectores, en cuanto a mi opinión sobre este último me reafirma en el gran trabajo archivístico llevado a cabo por Ángel Viñas acompañado esta vez por Fernando Hernández Sánchez. Sin duda esta obra pasará a la historia bibliográfica de la GCE como un referente, aunque surja el eterno debate sobre si las fuentes primarias son o deben de ser el eje vertebrador de todo estudio empírico que se muestre como tal. En mi opinión, aunque no podemos obviar las distintas sensibilidades que los verdaderos protagonistas pudieron haber percibido en su momento, las evidencias documentales sirven al menos para aclarar tal vez aquellas percepciones equivocadas o no.

    El eje central de la obra parece definido por el interés del autor en demostrar varios hechos que desmientan la posterior construcción que sobre estos realizaron numerosos protagonistas de los mismos, además de los historiadores. Todo parece indicar que la rebelión del coronel Casado no respondía a una amenaza real del PCE , partido que no disponía de la fuerza suficiente como para llevarla a cabo con éxito. Crítico también se muestra el autor con Ázaña al que echa en cara el haber dejado “huérfana” a la República en el momento más inoportuno. Su negativa a volver a la zona Centro-Sur es la principal acusación. En cuanto a Besteiro, se le reprocha sus miras cortoplacistas y, tal vez, su desinformación fruto de su aislamiento en Madrid. Por otra parte, se reafirma el autor y, digámoslo claramente, avala la teoría de Juan Negrín de mantener una resistencia a ultranza con el último objetivo de conseguir evitar las represalias franquistas. Para Viñas no hay duda de ese era el gran objetivo de Negrín que no pudo llevar a cabo por culpa de Casado, Azaña, Mera , Besteiro y algún otro personaje más.

    En fin, creo que este trabajo puede ayudar a comprender mejor cómo fue el final de la República, un final que pudo haber sido diferente y que trajo consecuencias funestas para los derrotados.

    Un saludo.

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