DOMICIANO. DOMINUS ET DEUS – Lindsey Davis

9788435062503Mencionar a Lindsey Davis inevitablemente nos lleva a hablar de Marco Didio Falco, su gran personaje, sobre el que ha escrito veinte novelas (la última, Némesis, publicada en 2011) y a quien ha dado un merecido descanso en los últimos años… probablemente como consecuencia de un drama personal: la muerte de Richard, su Falco de carne y hueso, quien le inspiraba y le acompañaba en sus múltiples viajes, quien era más que un asistente personal, quien era capaz de bajar a las alcantarillas de Roma para echar un vistazo y contarle cómo eran. Así lo contaba en Marco Didio Falco. La guía oficial (Edhasa, 2011), y también anticipaba un cambio de aires. Por un lado, con una novela ambientada en la guerra civil inglesa del siglo XVII (Rebeldes y traidores, Edhasa, 2012); luego con una incipiente nueva saga histórico-detectivesca protagonizada por  Albia, la hija adoptiva de Falco, que transcurre durante el reinado de Domiciano y de la que Edhasa ha publicado el primer volumen (Los idus de abril, 2014; el segundo, Enemies at Home, es de suponer que se publicará  castellano en 2015). En 2013 su habitual editorial española publicó Domiciano. Dominus et Deus (título original: Master and God), que en cierto modo evoca el estilo de las novelas falquianas pero que supone un cambio de tercio. Pues el reinado de Domiciano es el período que trata esta novela y sobre el que hay mucho que decir. 

Suetonio (sobre todo), Tácito y Dion Casio mediante, existe una leyenda negra sobre Tito Flavio Domiciano (51-96, emperador desde 81) que dos milenios después aún sigue perpetuándose. Las fuentes son claramente negativas y posicionadas claramente en contra de un princeps que asumió el poder al fallecer su hermano Tito, aun no siendo quizá el emperador que ni su familia ni desde luego el Senado esperaba o deseaban. Las malas lenguas de la época  dejaron caer que Domiciano estuvo implicado en la muerte de Tito, a quien envenenaría cuando apenas llevaba dos años en el trono. Lindsey Davis se interesa por la figura de Domiciano pero tratando de sonsacar la realidad histórica de su reinado leyendo entre líneas las fuentes prosenatoriales (prácticamente todas: Tácito, senador y yerno de Agrícola, achacó a Domiciano la muerte de su suegro y aunque apenas nos han quedado fragmentos en las Historias que traten la figura del emperador, ya en la juventud del mismo mostraba la senda de la perversión en Domiciano; y Dion Casio, también senador, mantuvo la imagen negativa; de Suetonio, chismoso oficial, no hace falta que digamos demasiado…). La novela que reseñamos es tanto un libro de ficción histórica como un retrato desapasionado de la figura de Domiciano, de quien se destaca el trauma por los sucesos violentos del año 69: su estancia en Roma, junto a su tío Flavio Sabino, mientras reinaba Vitelio y Vespasiano regresaba al frente de sus tropas desde Oriente; los asesinatos de Sabino y Vitelio, la sangre corriendo por las calles, el refugio de Domiciano, perseguido y acosado por los vitelianos, en el templo de Isis. De manera un tanto aséptica, Davis presenta a un Domiciano, una década después de estos luctuosos acontecimientos, como el heredero de un Tito ya reinante pero también como un hombre taciturno, receloso e incapaz de olvidar lo que vivió cuando apenas tenía dieciocho años. La paranoia sería la consecuencia del trauma: paranoia respecto el Senado y el papel que jugó en el «año de los cuatro emperadores»; paranoia respecto el ejército, siempre del lado de su padre Vespasiano y de su hermano Tito; paranoia respecto la guardia pretoriana, cuyo mando ostentó Tito desde que fuera asociado al poder por su padre; paranoia respecto al «funcionariado» imperial, la burocracia heredada de los emperadores anteriores; paranoia, en general, respecto su propia familia, incluida su esposa, Domicia Longina, hija del general Corbulón a quien Nerón apartara del mando militar y obligara a suicidarse. La paranoia no le nubla la razón a Domiciano, sin embargo, capaz de discernir lo que está bien de lo que está mal, pero a medida que avanza su principado se agudiza y su crueldad se exacerba; una crueldad que se nutre de sus miedos personales y de un macabro sentido del humor que le lleva a torturar con la incerteza a todos aquellos que temían que podían ser apartados de sus funciones, arrestados en sus hogares y hechos desaparecer.

Junto a la paranoia, Davis señala la preocupación (cuando no también obsesión) de Domiciano por la moral, como en los tiempos de Augusto y sus leyes sobre los valores conservadores en torno al matrimonio; Domiciano impone una legislación moral más estricta que la de Augusto y establece unas pautas de comportamiento social para los matrimonios, impidiendo a su vez cambios en la habitualmente permeable pirámide social romana, en la que con esfuerzo pero relativa facilidad se podía escalar de liberto a miembro del orden ecuestre. Recordaremos de alguna novela de la saga de Falco (El oro de Poseidón, por ejemplo), como un joven Domiciano impide que Falco alcance el orden ecuestre, lo cual imposibilita que pueda casarse oficialmente con Helena Justina. Junto a una imagen que no se cree a pies juntillas la leyenda negra de Domiciano, sino que trata de indagar en cuanto a la realidad de la personalidad del emperador, Davis traza un retrato más ecuánime de Domiciano como capaz comandante militar (sobre todo como un entusiasta planificador), dispuesto a labrarse un nombre como su padre y su hermano, y sin hacer demasiado caso de la imagen de Domiciano como un indolente cobarde que sobornó con tributos a los dacios para que no invadieran (demasiado) la frontera danubiana del Imperio. Frente al adagio del emperador cobarde, Davis presenta a un Domiciano que hizo frente al peligro de Decébalo en la Moesia y la Panonia, que llegó a acuerdos de paz con él y que, para mantenerlos, no dudó en otorgarles recursos para que la frontera fuera un espacio de contacto comercial, y no tanto un peligro constante para el Imperio. De este modo, se perfila la imagen de un emperador preocupado por la estabilidad de la frontera (recordemos también, aunque no se trata en la novela, el inicio de los trabajos de construcción del limes germano con una línea continua de fortalezas en los Agri Decumates).

Pero estamos hablando de una novela histórica, no de un estudio biográfico de Domiciano… aunque ambos elementos de un modo u otro se conjugan en este libro. De hecho, Davis condensa en una sola novela esa tendencia de la saga de Falco de hacer una panorámica de la vida social y cultural del Imperio en función de un elemento concreto. Así, en los diversos volúmenes de esa serie se trataban en detalle, y como telón de fondo, las minas de plata de Britania, el comercio del aceite de oliva hispano, los combates gladiatorios o la búsqueda del extinguido silfio en África Tripolitania, el teatro en la zona sirio-palestina, la “caja de ahorros” de las legiones o el tráfico de obras de arte, el mundo de los escritores, los delatores e informantes, el alquiler de viviendas y el microuniverso de los libertos, los bajos fondos y las mafias o incluso la persecución de un asesino en serie, entre otras muchas cuestiones. Con Domiciano. Dominus et Deus asistimos, en sus primeros capítulos y en paralelo, a un lúcido retrato de la vida de una liberta imperial, Flavia Lucila, y a las andanzas de un miembro de las cohortes vigiles (antiguo soldado herido en combate, con la pérdida de un ojo y cicatrices en el rostro como secuela), Cayo Vinio Clodiano, que entra en la guardia pretoriana. Ambos mundos, aparentemente inconexos, se mezclan cuando Lucila y Vinio se conocen en las postrimerías del reinado de Tito, antes de que un funesto incendio en Roma cambie sus vidas: para Lucila será una pérdida personal y el inicio de la adultez, trabajando como peluquera al servicio de las damas de la casa imperial y de las mujeres de la nobleza romana (pero también extendiendo sus servicios a mujeres del pueblo llano); para Vinio será una etapa de transición y que le llevará a vivir en primera persona una derrota militar en Dacia. Ambos personajes se conocen y se repelen, se atraen y se separan a lo largo de varios años. Su relación, en cierto modo, recuerda a la de Falco y Helena Justina, sólo que la suya es una vida con más aristas y traumas, cada uno por su lado, con problemas y conflictos que resolver. Con Lucila conocemos la vida literaria de la época de Domiciano, con Estacio y Juvenal como personajes secundarios o sobre los que se hace mención, mientras que Vinio nos traslada a la vida castrense y al funcionamiento de la guardia pretoriana, ya sea como centurión o como cornicularius (jefe administrativo). Junto a su evolución personal como personajes de ficción (aunque hay un corniculario Clodiano mencionado en la biografía de Domiciano por parte de Suetonio; Dom., 17, 2), la novela muestra la evolución del reinado de Domiciano, de las suspicacias iniciales del emperador respecto a todo lo que le rodeaba a su etapa final de terror y persecuciones constantes, hasta que se organizó la conjura que finalmente acabaría con su vida… y que paulatina y sutilmente muestra Davis.

Junto a un desarrollo de los personajes con detalle, profundidad y cuidado, Davis nos muestra ese estilo tan propio que ya vimos en la saga de Falco. Ese sentido del humor en unos personajes principales que poco a poco se “sueltan” y van mostrando unas personalidades irónicas y una manera creíble de ver la vida muy creíble. Es ese estilo que recuerda en Vinio y Lucila a los Falco y Helena Justina del pasado, como si ellos también compartieran el sentido del humor de la autora. Incluso la narración deviene conocida para el lector, que pronto conecta con lo que se va relatando gracias a la agilidad de la autora y su manera de situarnos en la época con ojos (más o menos) “actuales”, jugando con el posible anacronismo –como cuando deja caer que unos prisioneros romanos “jugaban a fútbol”– de modo que resulta aceptable, pues es resultado esa ironía que siempre trasluce en las novelas de Lindsey Davis cuando trata de hacer cercana al espectador moderno la vida cotidiana en la Roma imperial.

El resultado es una novela quizá algo larga pero nada aburrida. Un estupendo retrato de una época y de un reinado; de unos personajes ficticios y de una figura histórica como Domiciano, al que no se exime de sus defectos pero que se presenta de manera más ecuánime respecto la leyenda negra con la que comúnmente se le asocia. Una novela muy del estilo de Lindsey Davis, y los seguidores nos sentimos pronto cómodos con su estilo; el estilo de las novelas de Falco pero sin Falco. Un estilo que convierte a esta autora en una de las mejores del género histórico actual.

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20 comentarios en “DOMICIANO. DOMINUS ET DEUS – Lindsey Davis

  1. LOPECANICVS dice:

    ¿Podría ser el harspastum ese juego de pelota que mencionas? La doble acepción de «fútbol» podría justificar esa traducción.

  2. Farsalia dice:

    Diría que más bien la autora hace un guiño muy British a sus lectores British… y con su habitual sentido del humor.

  3. Diocles dice:

    Magnífica reseña. Un libro que parece muy apetecible. Lo apunto , gracias.

  4. Farsalia dice:

    Gracias. Lindsey Davis no defrauda… si te gusta su estilo, claro. A mí siempre me interesa. A ver si pronto me pongo con Rebeldes y traidores, que lo tengo por ahí esperando…

  5. TIGLATH dice:

    Varios motivos me invitan a leer la novela. 1º Conocer una vision distinta de Domiciano. 2º Leer a la autora ( no he leido nada de ella) y 3º tu magnífica reseña. En cuanto encuentre la novela a un precio decente la compro.
    Me deja un poco mosca ese «… si te gusta el estilo, claro».

  6. Farsalia dice:

    Tiene un estilo muy propio… y si conectas, lo pasarás bien. Si no, te parecerá una señora británica un poco rara, y más en el género de la novela histórica (tan adocenado…). Pero es la madre de Falco, palabras mayores.

  7. Valeria dice:

    Yo he disfrutado mucho con los libros de Falco. Y a pesar de los defectos que he encontrado en «Rebeldes y Traidores» me pareció una novela muy interesante y muy biene escrita. Después de leer esta, sigo pensando que Davies es una gran constructora de personajes. Pero así como Farsalia parece haber encontrado aquí un estupendo retrato de Domiciano, en mi opinión Domiciano es un adorno en esta novela, porque creo que el foco está siempre en una historia de pareja, una historia extensa en el tiempo, verosímil en su marco histórico, creible en su humanidad y muy actual en cuanto a cómo interactúan hombres y mujeres. En mi opinión, la nvoela deja la figura de Domiciano como un perfecto secundario. Perfecto, insisto, pero secundario. Domiciano es la excusa para contar la historia de Lucila y Vinio, que creo que era la importante para la autora, o al menos esa sensación me ha transmitido a mí esta lectura; aunque con su buen hacer habitual, es su afán por redondear aquellos personajes que pueblan sus historias, Lindsey Davies no ha querido dejar a Domiciano como una simple sombra en la pared del escenario, sino que le ha convertido en un personaje completo, coherente.

    Recuerdo que la sensación que tuve al finalizar la novela era que la historia de Lucila y Vinio podría haberla trasladado a otro tiempo y otro lugar, y seguiría siendo una buena historia. Porque al revés que en otras novelas históricas, en esta ocasión me ha parecido que el cuándo y el dónde eran lo de menos.

  8. Farsalia dice:

    Estoy de acuerdo contigo en prácticamente todo… incluso en lo de que Domiciano es una excusa argumental sólida y coherente (un personaje construido sin maniqueísmos ni estridencias, ahondando en los «interlineadios» de las fuentes). Lo de «personaje secundario»… ya me convence menos. Desde el principio, Davis le da bastante cancha al personaje, lo presenta desde su juventud y va alternando su evolución como emperador al mismo tiempo que la evolución de Vinio y Lucila como pareja; de hecho, incluso diría que la existencia de Domiciano condiciona la de los dos personajes, especialmente en el tercio final. El hecho de que Vinio asuma al rol que asume en la súltimas cien páginas (y que no voy a destripar) o que su propia carrera haya dependido en última instancia de los «cuidados» de Domiciano es esencial en la novela. De un modo u otro, Domiciano, por activa o por pasiva, mueve los hilos de gran parte de los personajes, y no me parece que por ello su rol sea netamente secundario. Por supuesto, al final queda en la percepción del lector.

    Totalmenet de acuerdo contigo en cuanto a Davis como constructora de personajes, a los que dota de personalidad y una «humanidad» muy creíble; no son personajes de cartón piedra ni asumiendo roles que la convención del género ha ido creando en un estereotipado imaginario colectivo. Me gusta esa Lucila y cómo Davis se aproxima con verosimilitud al microuniverso de los libertos imperiales; del msimo modo que la mirada de la autora respecto la guardia pretoriana. O ese mundillo literario, con estacio y Juvenal (el personaje del marido de Lucila está muy bien perfilado).

    Con todo, me parece que estamos los dos muy próximos en nuestros apreciaciones, Valeria. Gracias por el extenso comentario. Hislibreños y curiosos, dadle una oportunidad a la novela, vale la pena.

  9. APV dice:

    Nuestra imagen de Domiciano siempre ha estado muy condicionada por las fuentes del momento, prosenatoriales y que intentan justificar el cambio de régimen desde los populares Flavios a los «emperadores buenos» (o dinastía Ulpio-Aelia como la llama ahora un sector).

    Es interesante que la escritora haya decidido profundizar en ese personaje y se aleje de la visión un tanto secundaria y estereotipada que tenía en La Carrera del Honor, donde trata el ascenso de Vespasiano y su familia a través de los ojos de Antonia Caenis.

  10. Farsalia dice:

    La imagen de la mayoría de, por no decir todos los emperadores está «mediatizada» por las fuentes. Maniqueísmos siempre en función de intereses propios. Que Domiciano debía de ser un tipo complicado o que su paranoia rayara la obsesión es algo más lógico que creerse a pies juntillas las aberraciones que destacan las fuentes (los citados Suetonio, Tácito y Dión Casio, y otros como Plinio el Joven). En ese sentido, incluso, Davis juega (con una cierta retranca) con elementos freudianos.

    Lo de la dinastía Ulpia-Aelia ya hace un tiempo (Alicia Canto mediante) que se trata en los ambientes académicos; véase, por ejemplo, su artículo «La dinastía Ulpio-Aelia (96-192 d. C.): ni tan ‘Buenos’, ni tan ‘Adoptivos’ ni tan ‘Antoninos'» en Gerión 21 (1), 2003, pp. 263-305 (no pongo el enlace para que no salte la moderación, pero se encuentra con facilidad).

  11. Farsalia dice:

    Y aún así sale la moderación…

  12. APV dice:

    Bueno ciertamente se lleva tratando en ambientes académicos la nueva denominación, pero aún pesan mucho los dos siglos y medio de las antiguas denominaciones.

    En cuanto a los emperadores hay una tendencia a revisarlos y frente al blanco y negro (buenos y malos) inicial ver más los claroscuros que había: Claudio, Tiberio, Calígula, Nerón, Marco Aurelio, Justiniano,…
    Aunque aún quedan bastantes que deberían ser reexaminados.

  13. Farsalia dice:

    Hay que ponerse al día. :-P De hecho, la idea de las dinastías como compartiemntos estancos no permite ver las complejidades de cada principado y crea estereotipos simplistas. Pero paso a paso…

  14. LOPECANICVS dice:

    ¿Por qué el cognomen de «domiciano» para un flavio hijo de Vespasiano emperador? ¿Es por ser el marido enamorado de Domicia Longina, a quien hizo divorciarse para casarse con ella? Me choca que obtuviera el apodo por el vínculo con su mujer, aunque fuera esta de rango ilustre.

  15. Farsalia dice:

    Pues diría que era por su madre, Domitila (la Mayor). Su hermano Tito se llamaba igual que el el padre, Vespasiano (Titus Flavius Vespasianus), y se le llamaría así siendo el segundo hijo (Titus Flavius Domitianus).

  16. LOPECANICVS dice:

    Ahí lo tenemos. Sabía que acudía a un buen genealogista romano.

    Ya le voy cogiendo el tranquillo: de la misma manera que el emperador Vespasiano (Titus Flavius Vespasianus) recibiera el cognomen de su madre (Vespasia Polla), mientras que su hermano mayor y primogénito conservara completo el mismo nombre que su padre (Titus Flavius Sabinus).
    Se nota en la onomástica la importancia que estaban cobrando las mujeres en la sociedad romana.

  17. Farsalia dice:

    Bueno, recuerda también que estos Flavios eran rústicos italianos chapados a la antigua que no estaban muy puestos en las moderneces (y las costumbres) de las familias ricas de la capital… :-P

  18. APV dice:

    Has acertado con Enemies at Home, acabo de verlo como El enemigo en casa publicado por Edhasa.

    Por cierto respecto a los Flavios, si Vespasiano fue bastante conservador como para no casarse con Antonia Caenis; Justiniano no fue tan pejiguero con Teodora.

  19. Farsalia dice:

    El primero de la nueva serie de Albia me gustaría leerlo en breve; a ver si lo encuentro baratín en el mercado de Sant Antoni (no hace mucho lo vi por 8 €).

    Por cierto, leo en la web de Edhasa que en mayo falleció Montse Batista, la traductora de muchas de las novelas de Lindsey Davis. DEP.

  20. APV dice:

    Triste noticia.

    Yo espero a que salgan en formato más pequeño.

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