DESPRECIO DEL MUNDO Y ALEGRÍA DE VIVIR EN LA EDAD MEDIA – Emilio Mitre Fernández

9788498796926Para el público en general quizás la Edad Media resulta sin duda la época histórica con más falsas generalizaciones, en la que muchos tópicos se han convertido en categoría. Pues este libro va de dos de ellas, contrapuestas entre sí pero que están fuertemente arraigadas en nuestro imaginario común sobre el medioevo: por un lado, el Contemptus mundi, desprecio del mundo en todas sus manifestaciones, en una época que se nos presenta terrible en muchos aspectos; por el otro, el Iuvat vivere, el saber disfrutar del gozo de vivir, con espacios y momentos concretos para esta finalidad; así tenemos dos caras de una misma moneda, dos actitudes dispares en una misma época, de explicar su coexistencia es el tema principal del libro que nos ocupa. El autor es Emilio Mitre Fernández, uno de los medievalistas hispánicos más conocidos (me vienen a la cabeza su manual Historia de la Edad Media en Occidente o un librito sobre las ciudades medievales, publicados ambos en Cátedra, o en la editorial que nos ocupa coordinó y redactó parte substancial del volumen segundo de la Historia del Cristianismo, obra reseñada en esta casa) que no por estar jubilado de la docencia ha dejado su labor divulgadora…

Comentemos brevemente sus aspectos técnicos. El material gráfico, en blanco y negro, corresponde a ocho fotografías de elementos artísticos varios relacionados con la temática del libro, están separadas del texto y apiladas en cuatro páginas intercaladas sin numeración bastante más allá de la mitad del texto principal (Por concretar más al final de su tercera parte). Las fuentes históricas directas están bien intercaladas en el texto principal. Tiene notas a pie de página, en la parte inferior del texto, la gran mayoría de ellas son citaciones bibliográficas, de las que apenas un 14% aproximadamente contienen información complementaria útil al lector, siendo algunas de estas consideraciones historiográficas interesantes de obras citadas en las notas. Después de la conclusión del texto general conviene destacar que presenta una breve selección de textos muy interesantes, sobre la temática del libro, todos situados en el ámbito hispánico. También presenta una breve cronología, con la fecha aproximada de las fuentes escritas de la época citadas en el texto principal, entre otros hechos. La bibliografia final separa las fuentes medievales de los estudios históricos, aspecto útil que no siempre se da en este tipo de obras.

En su prólogo, se habla de las consideraciones negativas de la época medieval por parte de sus épocas posteriores (Renacimiento y Romanticismo), para su reinterpretación en épocas más recientes, fruto de diversas consideraciones entorno a las circunstancias de la época, como por ejemplo su fanatismo religioso. El autor ha dividido el libro en cuatro partes, que nos presenta individualmente en la introducción, lo que sigue es una breve síntesis aproximadamente a párrafo por parte:

La primera parte, titulada «Miserias de la vida» comienza con la repercusión del Apocalipsis (el texto bíblico), que crea un conjunto de obras y comentarios (algunas desaparecidas, pero reiteradamente comentadas a lo largo de los siglos medievales) que infunden pavor en la población, puesto que si bien al final se muestra una imagen ciertamente paradisíaca, el momento de «espera» resulta para los fieles un momento de reflexión (o de inquietud si han pecado), puesto lo que se tiene particularmente presente en el imaginario colectivo son los tormentos que provocarán los cuatro jinetes del apocalipsis. Finalmente se describen consideraciones históricas influyentes sobre la época del redactado del Apocalipsis. A continuación se habla de la configuración y consolidación del concepto Contemptus mundi por parte del mundo religioso, en un primer momento desde Boecio destacando el ascetismo religioso como elemento de perfección, siendo el punto de consolidación fundamental la obra del cardenal Lotario de Segni (futuro Inocencio III), que busca en esta imagen una muestra del poder que ha de tener la iglesia más allá de los poderes terrenales (aunque se promulga un aislacionismo las abadías participan activamente en la sociedad) y encontraremos el desprecio del mundo en varios elementos de la literatura bajomedieval y en siglos posteriores, incluso en obras alejadas de la ascetica siendo por ejemplo las elegías una reflexión sobre la limitación de la vida humana. Después de mostrar cinco ejemplos hispánicos de esta visión, se relaciona temáticamente esta prespectiva con las danzas de la muerte, el ubi sunt, la sencillez de la vida campesina enfrente a su homóloga urbana (que sofistica y por tanto perversiona las costumbres), el desprecio por las relaciones sexuales (incluso dentro del matrimonio canónico cristiano) para hacer una recapitulación global dónde nos encontramos dos posturas dentro de la religiosidad medieval, una severa, localizada en una ascética pura y otra más liviana, considerando que la experiencia mundana está formada por varios niveles de experiencia vital a considerar.

La segunda parte, llamada «La presencia de unas fuerzas liberadoras» empieza con una enumeración de la literatura más «alegre», empezando con la producción goliarda, que exalta el amor carnal, el juego y la taberna para constituirse en una forma de crítica social, y los ideales caballarescos, que después de temática guerrera derivarán al amor cortés (es decir, la galantería substituirá pasiones desenfrenadas y violentas, como signo de un espíritu más cívico) , y asi posteriormente en el amor de los trovadores. De esta literatura se hace una valoración crítica sobre su papel como fuerza opuesta al Contemptus mundi, así como del los conceptos derivados de ella por parte de los estudiosos de la literatura y de algunas corrientes historiográficas. A continuación se debate del papel del franciscanismo entorno a la actitud religiosa en la vida, que mostrará dos visiones opuestas: por un lado una visión más severa, encabezada por Jacopone da Todi, en la línea más pura del Contemptus mundi, y otra actitud, más moderada, del propio Fancisco de Asís, de huida del mundo pero permanencia física en el mismo, imitando a Cristo para vivir su forma de caridad. También del franciscanismo se ha querido apreciar una real valoración de la risa, ya que adquiere una valoración teológica positiva en tanto que se describen las formas lícitas del reir. Finalmente se debate sobre las concepciones de la relación entre cuerpo y alma, dos partes íntrinsicamente humanas, donde encontramos la alta consideración de la primera y la proguesiva dignificación de la segunda, de la que se derivan posiciones entorno al conflicto iconoclasta bizantino (Occidente será generalmente iconófilo), a la moral sexual dentro del matrimonio, para al final, considerar al hombre como microcosmos de la sociedad y los organismos que la rigen, como por ejemplo, en el Ajedrez. Después de consideraciones místicas del cuerpo del rey, se acaba con el análisis del cuerpo desde la polivalencia del franciscanismo.

La tercera parte, nombrada «Formas de juego y actividad festiva» se inicia el carácter lúdico que impregnan varios elementos comunes, desde la enseñanza universitaria (con sus disputationes, siendo el ejemplo más paradigmático el quodlibet) hasta los negocios (puesto que el carácter de algunas transacciones van ligados a la apuesta), haciendo que en muchos ambientes y niveles sociales haya un espíritu competitivo (por ejemplo, en la emulación de nuevos retos en la edificación de  nuevas construcciones en las ciudades, con un ejemplo de un fanfarrón sevillano que quizás es de las cosas más divertidas del libro que nos ocupa). Obviamente la visión católica será relacionar algunos espectáculos con fiesta paganas, siendo muy dura a lo largo de toda la Edad Media (sin tener en cuenta  la importancia de ciertos elementos artísticos en las primeras liturgias), con la reiteración de medidas legislativas contra la práctica lúdica del sacerdocio (muestra de su repetido incumplimento) que quedarán en un bonito cátalogo de intenciones, hasta integrar piezas teatrales litúrgicas como forma auxiliar considerable de pedagogía religiosa. Lo que será objeto de crítica enfrente al juego será su exceso o su simple frivolización. Las clases cultas se entretienen durante su tiempo libre (sean tiempos de paz, o por ejemplo durante la inactividad durante un largo asedio) con la caza o los juegos de tablero (hasta el punto de crear una larga literatura de tratados sobre ciertos juegos). Las clases más modestas lo harán con las posibilidades gratuitas que disponen (la caza, el paseo a caballo, el juego o el amor). A continuación se habla de la guerra, con sus motivaciones y los ejemplos de su justificación por parte de los religiosos (no hace falta decir que en la mayor parte de los conflictos no se cumplirán sus requisitos) siendo por parte de la aristocracia un juego de fanfarronería (los cautiverios en territorio enemigo se considerarán gajes del oficio) que busca la espectacularidad de las acciones a la eficacia, que posteriormente derivarán en la ritualización de los torneos, o en los entrenamientos en la guerra del vulgo, hasta que el Renacimiento le dé un nuevo carácter al hecho bélico. Finalmente se habla de las fiestas (hasta un tercio del calendario, que no implica que en algunos festejos se tuviera que trabajar) de su fijación del calendario cristiano (de la transformación de elementos paganos en tradiciones cristianas) y de las ciudades (sean lugar de peregrinaje, de los patrones de la localidad o de la visita de alguna autoridad) con sus fijadas limitaciones con sus dos excepciones, las cuatro semanas de Adviento previas a la Natividad y la Cuaresma, cuarenta y seís dias previos a la Pascua de Resurrección, épocas de «relajamiento» y de permisibilidad oficial (al menos hasta cierto punto), lo que han dicho ciertos historiadores «La civilización del Occidente medieval es, a nivel de símbolo, el fruto de la trensión entre Cuaresma y Carnaval».Esta parte acaba con la consideración medieval de los diferentes grados de locura, fijándose naturalmente en la que se deriva un componente festivo para ciertos grupos.

La cuarta y última parte, dicha «La lucha por la felicidad del cristiano medieval» corresponde en un primer momento a la fijación de vicios capitales por parte de los religiosos, que por otra parte en el medioevo serán populares y que sabrán en determinadas pautas relativizarlos. Así tendremos una viva oposición vicios/virtudes en el curso de la vida humana, objeto de una literatura y de unas representaciones artísticas a lo largo de la época (Por ejemplo, la bestialización de ciertas actitudes en la cultura derivarán a una personificación animales/vicios, el franciscanismo provocará un acercamiento al mundo natural, que implicará la dignificación de ciertas especies hasta que al final la heráldica fijará el ennoblecimiento de algunas especies) siendo los sacramentos un instrumento fundamental para la correcta guía del espíritu humano, para encauzarlo a su correcto camino. Finalmente se habla de aquellos caminos a la felicidad invisibles del mundo tangible, esas vías espirituales que complementan nuestro tránsito mundano en esperanza de la salvación eternas. Así tenemos en primer lugar la entrega al prójimo como forma de felicidad, la familiaridad física para crear una sociedad perfecta (presente en algunos movimientos herético-populares de la Baja Edad Media) siendo una cierta utopía espiritual fijada en la Trinidad por parte de los primeros concilios y al lo largo del medioevo, con sus respectivas consideraciones y protestas frente a algunas actitudes de otros pensadores cristianos respecto a las consideraciones más «oficiales». Finalmente se habla del concepto «alegría en Dios» y su significado en la eternidad de la otra vida, desde San Agustín hasta el Renacimiento.

Finalmente tenemos una conclusión, a modo de recapitulación final en la que el autor utiliza magistralmente a Huizinga. Como indique más arriba le siguen una serie de textos, seis muestras de cada uno de los dos ejes del libro, la mayoría en prosa y algunos en verso…

Globalmente el libro está escrito con cierta erudicción, pero con capítulos relativamente breves respecto a cada tema (y divididos en diferentes apartados), busca en todo momento ser una obra divulgativa accesible para el público general interesado en el medioevo, así las obras citadas (y comentadas) en las notas son una invitación a otras lecturas más concretas, es decir, resulta un libro que lleva a otros libros (siempre que el personal se fije en las notas a pie de página). Vamos brevemente a lo que menos me ha gustado del libro que nos ocupa. Cada capítulo está dividido en varios epígrafes, quizás el orden de los mismos es discutible para configurar un hilo narrativo más «ordenado», pero hay que reconocer que la correspondencia de cada epígrafe con su contenido es la correcta, quiero decir, el contenido está bien delimitado, pero la organización para hilvanar un discurso puede ser discutible (Por ejemplo, el último epígrafe del primer capítulo un servidor lo habría puesto al comienzo) pero hay que recalcar que al fin y al cabo resulta un factor que no afecta en nada a su lectura. A lo mejor alguien considera su nivel de análisis poco profundo, pero yo lo encuentro bastante adecuado. Quizás un índice analítico no le hubiera venido nada mal, si bien hay que indicar que la reiteración de ciertos términos en el texto le hubieran quitado su aparente utilidad.

En definitiva, un libro breve pero con un contenido más que interesante, fruto del buen hacer de su autor. Una obra que nos ayuda a entender un poco mejor el cosmos medieval, un mundo que nos parece lejano en sus coordenadas mentales, una visión poliédrica de determinados hechos, pero que en el fondo sigue siendo fruto de una civilización profundamente humana.

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8 comentarios en “DESPRECIO DEL MUNDO Y ALEGRÍA DE VIVIR EN LA EDAD MEDIA – Emilio Mitre Fernández

  1. Juan dice:

    Otro libro más del revisionismo tan de moda. Y es que últimamente parece que ningún periodo o acontecimiento histórico es como nos lo han contado. Pues nada, La Edad Media era la alegría de la huerta, pero para el 0.05% de la población

  2. Blackdolphin dice:

    Indicar que no es una obra revisionista, en todo momento se delimitan los espacios y los ámbitos de los conceptos explicados. Si has llegado a estas conclusiones a partir de esta reseña, acepto la mea culpa por darte estas falsas impresiones…

    Hasta otra…

  3. Farsalia dice:

    Si Emilio Mitre juega al «revisionismo»… es no conocerlo; del mismo modo que la historia no se reduce a repetir tópìcos. Tengo hojeado el libro, tu reseña me atiza aún más la curiosidad, Blackdolphin…

  4. cavilius dice:

    La verdad es que a mí el libro me llama la atención. No me importaría encontrármelo cara a cara y hojearlo.

  5. Llevador de botijos dice:

    Buenos días. Juan, tu respuesta a la reseña no creo que sea la más adecuada. El Profesor Mitre se refiere a tres partes bien diferenciadas de la Edad Media.
    1. La Alta Edad Media: donde la percepción de caída después del Imperio Romano llevó a la oración y contemplación por parte de comunidades eremíticas o ascétios.
    2. La Plena Edad Media: Donde, como bien dice la reseña, aparecen los juglares, el ideal caballeresco y el amor cortés.
    3. La aparición de las universidades: hecho crucial (que es occidental, cristiano y medieval) que da otra visión del mundo más estudiada, que aunque empapada de religión es otra visión distinta a la de los siglos anteriores.
    Creo que toda obra que quite leyenda negra a la Edad media es buena, teniendo claro que ese periodo de más de mil años no es Jauja pero tampoco es la época oscura y abominable que no hizo creer el Renacimiento o la Ilustración.
    Un saludo y gran reseña Blackdolphin.

  6. sombra dice:

    Gracias por tu exhaustiva reseña, Blackdolphin.

    Llevador de botijos, solo comentar una cosa, respecto a las ciudades como hecho occidental y cristiano, el desarrollo de las ciudades (incluso de lo que para hoy sería una gran ciudad) ya era una realidad en la China de varios siglos anteriores a nuestro medievo.

    Saludos.

  7. sombra dice:

    Rectifico la gran tontería que he puesto en el anterior comentario, Llevador de botijos, pues había leído mal el tuyo y había entendido «la aparición de las ciudades».

  8. Jorge López zegarra dice:

    Bueno pues es demás , decir que hay varias obra por ejemplo ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE. Pero pudiera agregarse que su reseña y demás es recomendable, aparte la palabra revisionismo ya pareciera un anacronismo.

    Jorge

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